Katerin una niña Likanantay

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Katerin, una niña likanantay. Entre el Salar de Atacama y el volcán Láscar Serie Niños y niñas de los pueblos indígenas de Chile e inmigrantes / 3 Departamento Técnico Junta Nacional de Jardines Infantiles Coordinación, investigación y texto Emma Maldonado Edición Rosario Ferrer Corrección de estilo Beatriz Burgos Diseño Alfredo Berríos / Valentina Iriarte Fotografía Marian Salamovich Ilustración Lilo Unidad de Comunicaciones JUNJI © Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) Marchant Pereira 726, Providencia Fono: 654 5000 Santiago de Chile www.junji.cl Registro de propiedad intelectual: Nº 186245 ISBN.: Nº 978-956-8347-23-9 Primera edición: noviembre de 2009 Impreso en Chile por Mundo Impresores, que sólo actuó como impresor. Ninguna parte de este texto, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito de la Junta Nacional de Jardines Infantiles.


Katerin, una niña likanantay

Entre el Salar de Atacama y el volcán Láscar


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Queridos niños y niñas: Cada uno de ustedes, es decir, cada uno de los párvulos que asiste a los jardines de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), es único y, por lo mismo, un aporte que todos –educadoras, técnicas, familias y los propios niños– deben conocer y valorar. A través de la Serie Niños y niñas de los pueblos indígenas de Chile e inmigrantes ustedes podrán lograrlo, ya que por medio de la lectura que realicen junto a las tías del jardín sabrán cómo son, de dónde vienen, qué hacen, a qué juegan y cuáles son los gustos de otros niños como ustedes, que provienen de nuestras culturas originarias y de distintos países del mundo. Este libro que ahora leerán junto a sus tías relata parte de la vida de Katerin, una niña likanantay que vive en pleno desierto de Atacama, el más árido del mundo. Cuál y Oso son sus dos perritos, a los que quiere mucho y cuida todos los días al llegar a casa, luego de estar en su jardín con la tía Sara, su amigo Edilson y su prima Daisy. Ánimo, adelante y conozcan su historia.

María Estela Ortiz Rojas Vicepresidenta Ejecutiva Junta Nacional de Jardines Infantiles JUNJI


–¡Hola!, soy Katerin, tengo 5 años y vivo en el desierto más desierto de todo el mundo, el de Atacama. Desde mi casa veo el volcán Láscar y también el Salar de Atacama. El volcán está activo, tiene siempre una fumarola y el salar es un lago que está cubierto de sal. Mi mamá dice que es el tercer salar más grande del universo.

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Katerin vive en Talabre, una de las comunidades que pertenece al pueblo likanantay o atacameño, junto a su mamá (Antonia), a su papá (Luis) y a sus hermanos Edith, Leonardo y Diego. En la casa del lado viven su abuela Carmela y su abuelo Luciano. –Mi abuelita Carmela carga en su espalda a mi primo Iván todo el día, desde que se levanta hasta que se acuesta. Mi abuela dice que Iván es su guagua. Ella hacía lo mismo conmigo cuando yo era chiquitita –dice Katerin.

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En la actualidad, Talabre está compuesto por 19 familias likanantay. La comunidad fue construida hace 25 años. Sus habitantes abandonaron el antiguo pueblo, porque sus casas y siembras fueron inundadas por un tranque que ellos mismos habían construido. Después de esto, los talabreños trasladaron sus cosas a un sector llamado Campo Azul, situado en una colina.

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–Mi mamá, mi papá y las personas mayores del pueblo nacieron en el viejo Talabre, donde aún existe el cementerio que a veces visitamos. Donde vivimos ahora tenemos agua que llega desde las montañas en tubos o cañerías. Con ella podemos regar las plantas, los árboles y darle de beber a mi llamito. Mi mamá dice que sin agua no podemos vivir, con ella nos lavamos los dientes, la cara y las manos, aunque a mi llamito no le gusta que lo bañen –dice Katerin.

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El jardín Cappin Pahnir

está cerca de la casa de Katerin.

Todas las mañanas, después de que su mamá la ha peinado con un lindo par de trenzas, cruza la plaza donde están los juegos, acompañada por sus perritos Cuál y Oso para llegar al jardín donde la espera su tía Sara.

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–En el jardín juego con Daisy y Edilson a “la familia”. Edilson es el papá y Daisy la hija, porque ella es la más chica. A Daisy yo le cuento cuentos de zorros y de cóndores, porque aquí en las montañas hay muchos zorros que se comen a las ovejas –dice Katerin. –En el jardín pintamos y trabajamos las matemáticas aunque lo que más nos gusta es jugar. Cuando la tía nos lleva al parque, Daisy se columpia, la tía le da vuelo y yo me balanceo con Edilson. Cuando nos aburrimos, nos tiramos por el resbalín –dice Katerin.


–¡Sema!, ¡poya!, ¡palama!, ¡chalpa!, ¡mutsisma!, ¡mitchala!, ¡choya!, ¡cholaza!, ¡tecara!, ¡suchi!, se dice cuando contamos del uno al diez en kunza. El kunza es nuestro idioma, y lo estamos practicando para recuperarlo, ya que nuestros padres casi lo han olvidado, pues sólo recuerdan frases, cantos y algunas palabras. Daisy sabe contar en kunza y también en inglés –dice Katerin.

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Todos los jueves los niños y niñas en el jardín cuentan una historia vivida por ellos mismos. Hoy es el turno de Edilson, que relata su viaje a la cima del volcán Láscar, al que subió con Elisa, su mamá. –Partimos temprano en la mañana y después de caminar mucho llegamos arriba. Yo estaba muy, pero muy cansado, tenía frío, y cuando miré el cráter, pude ver de dónde salía el humo que forma la fumarola. El volcán Láscar nos “da el tiempo”, pues nosotros no necesitamos mirar la televisión para saber si va a hacer frío o calor mañana. Nos basta con mirarlo, ya que según de la dirección de su fumarola, habrá o no buen tiempo mañana –dice Edilson.

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–Todos los niños y las niñas en Talabre ayudamos en la casa: le damos agua a los conejos, alfalfa a las ovejas y también ayudamos a regar la huerta. Mi mamá, cuando sale de su trabajo lleva las llamas arriba del cerro a un canal a tomar agua. Yo la acompaño y así tengo tiempo para conversar con ella. Pero a mí, lo que más me gusta, es alimentar a mi llamito. A él se le murió su mamá cuando nació, quedó huachito. Yo le doy sólo mamadera con leche de cabra y no con otra porque le puede hacer mal. Él me quiere mucho y me da besitos en la nariz –dice Katerin.

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Al lado del jardín Cappin Pahnir está ubicada la escuela donde Katerin seguirá estudiando cuando sea más grande. Su madre, Antonia, es educadora tradicional de esa escuela. Ella enseña la cultura del pueblo likanantay. –Cuando yo vaya a la escuela, voy a aprender a leer, a escribir, a sumar y a restar bien, igual que mis hermanos Edith y Leo, y escribiré cuentos sobre mi comunidad, Talabre –dice Katerin.

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–Mi papá y mi abuelo Luciano trabajan muy cerca, en una cantera de piedra en la Quebrada del Combo. Ellos cortan piedras liparitas que son bien blanquitas. Esas piedras sirven para construir casas, aunque en este momento están cortando piedras para hacer el campanario de la iglesia de Talabre. Queremos que sea tan bonita como la de Toconao. ¡Es bien linda la iglesia de Toconao! –dice Katerin.

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–Toconao es el pueblo más cercano que tenemos. Allá vamos a comprar comida, porque en Talabre no hay almacenes grandes. A mi mamá le encanta ir a San Pedro de Atacama, porque allá podemos comprar ropa, ver mucha gente, sobre todo turistas, y visitar un museo muy hermoso con la historia de nuestro pueblo. En el museo, hay una pieza llena de joyas de oro, ollas de greda, cestos y también están las momias de quienes fueron los abuelos de mis abuelos. Estas momias son muy, pero muy viejitas –dice Katerin.

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–Mi abuelita Carmela aprendió a tejer y a hilar cuando era chica como yo. A ella le gusta tejer gorros, bajadas de cama y chamantos. Cuando mi abuela decide tejer un chamanto, primero esquila la lana, luego la escarmena, después la hila en el huso y le da el grosor, más delgadita o más gruesa. Luego hace madejas y a veces la tiñe de diferentes colores. Cuando tiene lista la lana, la teje en el telar. Los tejidos los vende a los visitantes aquí en Talabre, en el pueblo de Toconao o en San Pedro de Atacama. A mí me tejió una frazada con muchos colores y muy gruesa, porque en la noche hace mucho frío –dice Katerin.

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–En Talabre realizamos varias fiestas y rituales

talátur que consiste en

durante el año. En todos estos

el agua a los huertos y toda

eventos le pedimos a la madre

la comunidad participa. En

tierra o pata oiri que haya

Talabre todos trabajan para

abundancia de agua, que

todos. El 23 ó 24 de junio

nunca se acabe y que el pasto

celebramos el Año Nuevo. Ese

crezca.

día en la noche preparamos

limpiar los canales que lleva

las flores de lana, luego El agua es un elemento vivo,

encendemos fuego para el

ya que susurra y canta, y le

frío y decimos las siguientes

hacemos una ceremonia

palabras “aijate, aijate al

para agradecerle llamada

jumor”, que quiere decir en

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kunza “acércate al fuego”. Muy temprano en la mañana, vamos al estero y hacemos el “pago” al agua, con harina y un poquito de aguardiente, luego floreamos a las llamas y a las ovejas. A esto último lo llamamos enfloreamiento: a las hembras les amarran en el lomo lanas de distintos colores y a los machos se las ponen en el cogote, dice Antonia, la mamá de Katerin.


–Todos los domingo nos vamos en furgón a San Pedro de Atacama a ensayar en un coro. Allí practicamos diferentes canciones para las fiestas. Yo ya sé varias canciones y Leo, mi hermano, siempre ensaya en la casa. En la última de las fiestas de enfloreamiento que tuvimos, cantamos y enfloreamos a mi llamito, que se veía precioso –dice Katerin.

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En la cultura likanantay las montañas y los cerros son sagrados, se les rinde culto y se tiene la creencia que son estrellas que bajaron del cielo para convertirse en cerros. Los cerros, en su interior y en su cima, guardan un espíritu que llaman tata maylko, que es dueño de la lluvia, de los pastizales y de las quebradas. –El volcán Láscar y los cerros que están aquí cerca de mi casa son todos mis amigos. Ellos siempre me están mirando y Edilson dice que nos cuidan y nos protegen –dice Katerin.

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Según Raimundo, el tío de Edilson, existen cerros machos y cerros hembras, por lo tanto se casan y tienen hijitos. El cerro Tumisa, está ubicado frente a Talabre, tiene dos colinas, una muy puntuda que es la parte masculina y la otra más redondita que es la parte femenina, y si te fijas bien, delante del Tumisa hay un cerrito echadito, ése es el hijito.

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Katerin tiene hoy en el jardín una tarea: relatar el paseo que hizo junto a su mamá a Kesala, un conjunto de petroglifos. –A Kesala se puede ir a pie o en camioneta, claro que no hay que olvidar llevar un sombrero porque el sol pega muy fuerte. Luego de recorrer el camino que está señalizado, se baja por una quebrada que conduce a los petroglifos. Mi mamá me explicó que los petroglifos son

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dibujos tallados en las rocas o en las piedras y que fueron hechos por los abuelos de mis abuelos. En Kesala hay imágenes que representan llamas, pájaros, pumas, zorros, incluso personas –dice Katerin. –También hay petroglifos de llamas peleando, porque cuando las llamas pelean y se enojan paran las orejas –dice Edilson.

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A la abuela Carmela

le gusta ir con Katerin a la huerta y

enseñarle cómo cuidarla, regarla y sacarle la maleza. –Lo que más le gusta a mi abuela es cuidar la huerta. Ella siembra papas, maíz, quínoa y alfalfa. La alfalfa es para las llamas, ellas viven de eso, más el agua que les damos. En Talabre no acostumbramos a regar con mangueras, sino por medio de un canal que baja desde el cerro a través de un sistema de terrazas. Les explico: es un canal angostito que tiene puertas de piedras. Cuando estas puertas se abren, el agua del canal corre y baja por las terrazas del cerro, una por una, hasta que las puertas se cierran –dice Katerin.

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–Todos los años debemos bañar a las llamas –dice Silvio, el papá de Edilson. El baño antibacteriano es indispensable para que ellas no se enfermen. Silvio dice que por no bañarlas el año pasado tuvieron muchas pérdidas, pues se murieron muchos animalitos. La más entusiasta en relatar el baño de las llamas es Daisy, que también concurrió cuando todo el pueblo se trasladó a Tumbres

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con sus rebaños para bañarlas. Daisy dice que unos hombres las empujaban, las hacían saltar a una tina muy grande y, según ella, “las llamas estaban felices porque las tiraban al agua”. A Katerin y a Daisy les gusta mucho participar en esta actividad porque se reúne toda la familia. Incluso viene desde Toconao la prima Ivania, con quien juegan entre los arbustos a hacer comida, mientras la abuela Carmela cocina para toda la gente.

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Lo primero que hace Edilson

cuando llega del jardín es

cambiarse la ropa, darle comida a los conejos, bajar a la quebrada donde están los animales y darle agua a los chanchos. En estas tareas lo ayuda María José, su hermana. Luego, Edilson sale a andar en bicicleta, que es su mayor gusto. –Aunque en Talabre hay poco oxígeno y las personas se cansan más al hacer actividad física, Edilson anda rápido en bicicleta. Es que quienes vivimos aquí ya estamos acostumbrados a la altura, porque tenemos más glóbulos rojos en la sangre –dice Katerin. –El Viejo Pascuero me trajo esta bicicleta –dice Edilson.

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–Hoy estamos planeando un paseo

con mi tía Sara

para conocer las parinas que están en la laguna Chaxa. Las parinas o flamencos, como dice mi tía Sara, son unas aves grandes que miden más de un metro y tienen unas patas muy, pero muy largas. Ellas vienen todos los años al Salar de Atacama en diciembre a empollar y luego se devuelven a Argentina a vivir en una laguna, donde nadie las molesta. En la laguna Chaxa también hay otras aves como gaviotas andinas y unos patos negros que se llaman taguas –dice Katerin. Daisy pregunta: “¿Por qué las parinas se paran en una pata?”. Y Katerin le responde: “Porque de esa forma descansan”.

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–Cuando celebramos la cultura likanantay en el jardín, cantamos, bailamos y les hacemos “convidos” a la madre tierra, a los cerros, al espíritu del agua y también a los tatas–abuelos. Las niñas y los niños nos vestimos con camisas blancas, las niñas con falda azul y los niños, pantalones de color y comemos mucha pataska. Esta vez me pondré los aritos de perlas que me regaló Edilson para mi cumpleaños –dice Katerin.

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Glosario Cappin pahnir: hijos del sol. Liparita: piedra volcánica. Parina: flamenco. Pata oiri: madre tierra. Talátur: ceremonia para agradecer el crecimiento de los cultivos en las huertas y la obtención de agua. Kunza: lengua que habla el pueblo Likanantay. Tata Maylko: espíritu de los cerros. Talabre queda a 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar. Alrededor de 10.000 personas se autoidentifican como integrantes del pueblo likanantay o atacameño.

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Para hacer con las tías

Pataska

La pataska es un guiso, similar a la carbonada.

INGREDIENTES (para 6 personas) · · · · · · · · · ·

200 gr de maíz de mote pelado 1/2 kg de carne en trozos 1 ajo 1 ají chiquito orégano fresco perejil aceite 1/4 de zapallo 2 litros de agua 4 papas grandes cortadas en pequeños trozos · 1 zanahoria cortada en trozos

PREPARACIÓN Se remoja el mote durante dos días. En una olla grande se fríe el ajo y el ají y cuando éste toma color, se agregan la carne y el mote. Más tarde se añaden las papas y los trozos de zapallo. Se cubre con el agua y se deja cocer por dos horas. Cuando el guiso está cocido, se agrega el orégano y perejil. Se sirve caliente. 53


Cuento

El zorro y el sapo Un día el zorro se quería pasar de listo y le propuso al sapo hacer una carrera. Como imaginaba que él iba a ganar por ser muy veloz, le dijo al sapo: “¡Hola, sapito!, te propongo una carrera por la orilla del río hasta la entrada del pueblo”. El sapito no dudó en responderle inmediatamente que si aceptaba el desafío –El domingo haremos la carrera –dijo el sapito. El sapito volvió a su casa y le contó a sus compañeros sobre la propuesta del zorro y juntos planearon cómo harían la carrera. Llegado el día de la competencia, los sapitos se fueron ubicando en la orilla del río. Llegó el zorro y le preguntó al sapito: “¿Estás listo para empezar, sapito?” –Sí –contestó fuerte el sapito. Luego, el zorro le pidió al sapito que partiera primero. –Te daré ventaja –le comentó el zorro. Sin embargo, el sapito no aceptó.

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–Partiremos los dos juntos, al mismo tiempo, porque si yo gano dirás que partí primero –dijo el sapo. Y ambos partieron juntos. Cuando habían avanzado un poco, el zorro preguntó: “¿Cómo vas, sapito? ¿Ya estás cansado?”. El sapito sólo contestó: “croac croac”. Así siguieron corriendo y el zorro continuó preguntándole al sapito lo mismo una y otra vez. Cuando faltaba poco para llegar a la meta, el zorro, cansado, preguntó de nuevo:“¿Cómo vas, sapito?”. El sapito le respondió: “Estoy en la meta”. –Aquí estoy, zorro, te gané la carrera –exclamó el sapito. Al escuchar esto, el zorro cayó muerto de cansancio y los sapitos felices celebraron el triunfo. MORALEJA: nunca hay que sentirse superior a los demás, porque las apariencias nos pueden engañar. (Historia de los pueblos indígenas, Mitos y tradiciones. JUNJI, UNICEF, OEA. 1998)

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Para jugar

La escondida Se reúne un grupo de niños y niñas. Se elige un “buscador/a”, por ejemplo Katerin. Él/ella se tapa la cara y empieza a contar en kunza hasta diez: sema, poya, palama, chalpa, mutsisma, mitchala, choya, cholaza, tecara y suchi!!. Mientras está contando, los niños se esconden y cuando termina, sale a buscarlos. Al verlos, corre al lugar donde estaba contando y dice: –¡Por Edilson!– o –¡por Daisy! El juego de la escondida termina cuando todos los jugadores han sido descubiertos. Claro que a veces uno de los niños/as logra llegar hasta el lugar donde estaba contando, salvándose de ser el próximo buscador/a, diciendo:“¡por mí!”.

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De la cuna al mundo

Katerin, una niña likanantay

Entre el Salar de Atacama y el volcán Láscar



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