Valentina una niñas descendiente Colla en Paipote

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Valentina, una niña descendiente colla. En Paipote. Serie Niños y niñas de los pueblos indígenas de Chile e inmigrantes / 10 Departamento Técnico Junta Nacional de Jardines Infantiles Coordinación general Emma Maldonado Texto Emma Maldonado y Marcia Quezada Bracho Investigación Marcia Quezada Bracho Edición Beatriz Burgos Diseño Valentina Iriarte Fotografía Francisco Pereda Ilustración Lilo Unidad de Comunicaciones JUNJI © Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) Marchant Pereira 726, Providencia. Fono: 654 5000 Santiago de Chile www.junji.cl Registro de propiedad intelectual: Nº 187.139 ISBN.: Nº 978-956-8347-29-1 Primera edición: diciembre de 2009 Impreso en Chile por Impresiones Gráficas Digitales, que sólo actuó como impresor Ninguna parte de este texto, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito de la Junta Nacional de Jardines Infantiles.


Valentina,

Una ni単a descendiente colla En Paipote





Queridos niños y niñas: Cada uno de ustedes, es decir, cada uno de los párvulos que asiste a los jardines de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (junji) es único y, por lo mismo, un aporte que todos –educadoras, técnicas, familias y los propios niños– debemos conocer y valorar. A través de la serie Niños y niñas de los pueblos indígenas de Chile e inmigrantes ustedes podrán lograrlo, ya que por medio de la lectura que realicen junto a las tías del jardín sabrán cómo son, de dónde vienen, qué hacen, a qué juegan y cuáles son los gustos de otros niños como ustedes, que provienen de nuestras culturas originarias y de distintos países del mundo. Este libro que ahora leerán junto a sus tías relata parte de la vida de Valentina, una niña descendiente de colla que vive en Paipote, con su gata Chambumba, entre cerros de minerales llenos de cobre y el increíble desierto florido. Ánimo, adelante y conozcan su historia.

María Estela Ortiz Rojas Vicepresidenta Ejecutiva Junta Nacional de Jardines Infantiles JUNJI


-Hola, me llamo Valentina, tengo 3 aĂąos. Vivo en Paipote entre cerros de minerales de cobre, que es la riqueza mĂĄs grande de Chile y soy descendiente del pueblo colla.

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-Yo vivo con mi mamá Eliana, mi papá Israel, mi hermano Claudio, mi hermana Charline, mi sobrino Martín y mi bisabuela Rosa que tiene muchos añitos, como 85 dice ella. Mi papá trabaja de administrativo en la CONAF, donde ayuda con los papeles y mi mamá trabaja en la casa -dice Valentina.

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-Vivo en pleno desierto, pero mi casa tiene árboles y pastito que cuidamos y regamos casi todos los días para que no se sequen. A mí me encanta este lugar porque tiene un patio bien grande, y mi gata Chambumba puede andar de allá para acá -dice Valentina.

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-El nombre de mi pueblo, Paipote, quiere decir “melancolía del desierto”. Dicen que es una palabra de la lengua mapudungún, y es el nombre que los mapuches le habrían dado a este lugar según mi abuela Candelaria, que es la mamá de mi mamá -dice Valentina.

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- Los fines de semana voy con mi familia a un sector de Copiapó que se llama Piedra Colgada, allí tenemos un terreno con olivos, que es el árbol que da las aceitunas. Yo riego los olivos y aprovecho de mojarme un poquito. Me gusta jugar en la tierra y lo paso bien aquí porque puedo correr y saltar- dice Valentina.

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- Mi jardín infantil se llama Inti Marka que significa “hijos del sol”. Mi mamá nos lleva a Martín y a mí. En el jardín está la tía Nidia, ella nos enseña los números en quechua, del uno al diez: huk, iskay, kimsa, tagua, tithqa, soqta, qanchis, pusaq, isqon y chuku. El cero es ciru. También nos enseña palabras en esa lengua, como por ejemplo, hoy amanecí kussi (alegre) -dice Valentina.

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-En mi jardín hay niños y niñas descendientes del pueblo colla, como Martín, Tiare, Moisés y Annais y la otra Hanais. También viven familias collas en otros lugares como Copiapó, Tierra Amarilla, Diego de Almagro y El Salvador que son lugares donde están las más grandes minas del país -dice Valentina.

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-La tía Nidia nos cuenta cuentos que a Martín y a mí nos gustan mucho, como el del burrito Ninu e historias de cómo vivían los collas. La tía nos cuenta que los collas se trasladaban de un lugar a otro de la cordillera. En verano vivían en las zonas altas de la cordillera con sus animales y en invierno vivían en los valles, donde construían viviendas de piedras, que tapaban con ramas de espino -dice Valentina. -Estas viviendas que eran temporales tenían tres piezas: una para dormir, otra era una cocina con fogón y una tercera era el granero. Además tenían un altar doméstico -dice la abuela Candelaria. 24


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- Mi abuela Candelaria vive en San Luis, que queda lejos de Paipote. Antes, ella tenía muchos animales: cabras, ovejas y burros que llevaba a zonas altas de la cordillera para que tuvieran harto pasto y agua. Allí dejaba a los animales durante un tiempo y cuando nacían sus crías, los traía nuevamente al pueblo. Ahora ella no tiene animales porque es mucho trabajo y está viejita -dice Valentina.

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-Las familias collas que aún viven en las quebradas tienen muchas cabras. De ellas obtienen leche y hacen queso de cabra. ¿Has probado tú el queso de cabra? Es muy rico -dice Valentina.

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-En las comunidades collas se celebra la “señalada” que es cuando se marca en la orejita a los animales para reconocerlos cuando se pierden. También se celebra el “floreo” para pedir por la protección y multiplicación de los animales. A ellos se les colocan flores de lana de muchos colores en las orejas -dice Valentina.

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-Mi abuelita Candelaria tiene un telar artesanal de pie y con la lana de los animalitos teje y hace bufandas y ponchos, que luego vende pero a veces tambiĂŠn regala. AquĂ­ en el jardĂ­n tenemos unos tejidos de ella -dice Valentina.

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-Es mi abuela Candelaria la que siempre me dice que no debo perder mis tradiciones ni mi origen, me recuerda que somos collas y por eso es que celebramos nuestro AĂąo Nuevo el 24 de junio y el dĂ­a de la Pachamama, que es el 1 de agosto. Ese dĂ­a le entregamos a la tierra un animalito que hemos criado para agradecerle todo lo que ella nos da -dice Valentina.

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- Nosotros, los collas, somos solidarios, todos nos tenemos que ayudar, dice mi abuela. Por ejemplo, cuando hacemos la ceremonia de la Apacheta, que es un altar hecho de piedras levantado en honor a la Pachamama. La Apacheta simboliza la naturaleza, en ella siempre hay sal, hojas de coca, f贸sforos y harina tostada, que dejan las personas para los caminantes. Y cada persona que toma algo deja a cambio alguna ofrenda para el pr贸ximo viajero -dice Valentina.

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-La rogativa de la Apacheta la celebramos en nuestro centro ceremonial El Bolo, y como está en el cerro, todos subimos en procesión al compás de un bombo que toca el yatiri. Luego nos colocamos en círculo alrededor de la Apacheta y hacemos una rogativa individual, donde le pedimos por nuestra salud y por la de nuestros animalitos. Sobre todo pedimos que no nos falte el agua, porque siempre es muy escasa. A la Apacheta le dejamos de regalo una piedra y la rociamos con un chorrito de aguardiente. Hasta le depositamos unas moneditas como un acto de reciprocidad -dice la abuela Candelaria. -Yo le traje una piedra de Piedra Colgada y se la dejé de regalo - dice Valentina. 38


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- Arriba en la cordillera corre mucho viento y hace mucho frío. Por eso nos colocamos un pañuelo en la cabeza y mi mamá y mi abuela una chupalla. Mi abuela Candelaria siempre dice antes de partir, que no olvidemos llevar ponchos para el frío y un trozo de queso de cabra e higos rellenos con nueces para comer -explica Valentina.

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- Cuando mi bisabuela Rosa era más joven, vivía sola en el sector de La Guanaca. En ese tiempo, ella tenía una vida muy dura, trabajaba mucho cuidando a sus animalitos o recogiendo leña en la cordillera. También tejía en su telar. Cuando ella tenía 10 años ya era responsable de todo el ganado de su familia y chasneaba los burros -dice Valentina.

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- El papá de mi bisabuela Rosa era argentino. Él tenía burros de carga y en ellos transportaba mercaderías y minerales que sacaba de las minas. En ese tiempo no había camiones. ¿Tú sabes lo que son las minas? Porque ahora hay minas muy grandes. Tanto, que tienen que transportar el mineral en unos enormes camiones que apenas caben en el camino. Transportan cobre y de eso hacen las monedas de 500 pesos -dice Valentina.


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- Al inicio de la primavera, el desierto aquĂ­ se llena de flores de todos colores. Es el desierto florido, que nosotros en el jardĂ­n pintamos con tĂŠmpera -dice Valentina.

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-A mí lo que más me gusta es cantar y en el jardín todos los niños cantamos “La señora tortuguita”. Yo se la enseño a mi amiga Jazmín. ¿Conoces tú esta canción? –pregunta Valentina. Dice así: “La señora tortuguita s e pasea por el jardín Moviendo su colita pirin pin pín - pirin pin pín Se saca los zapatos uffff!!! También el calcetín uffff!!!”

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Para saber más Los collas en Chile datan de la segunda mitad del siglo XIX. Ellos habrían llegado a esta zona a causa de las migraciones desde el noroeste de Argentina y del sur de la puna atacameña boliviana, esencialmente en la búsqueda de mejores pastizales para sus animales. Algunos de ellos se quedaron en estas tierras consiguiendo trabajo en faenas asociadas a la minería, ya que esta zona es rica en minerales como cobre, hierro, oro y plata, y realizando labores de pastoreo, caza, recolección, arriería, pirquinería y abastecimiento de leña a centros mineros, pueblos y ciudades. En las zonas cordilleranas frente a la ciudad de Copiapó, existen caminos prehispánicos y sitios arqueológicos que señalarían que este sector ha estado poblado desde tiempos inmemoriales. En la actualidad, el territorio que habitan los collas comprende la precordillera y la cordillera de los Andes y parte del altiplano de las provincias de Chañaral y Copiapó en la región de Atacama. Sus deslindes más importantes son la quebrada de La Encantada por el norte y el río Copiapó por el sur, área en la 52


cual su hábitat trashumante se desplaza entre los 2.000 a los 4.000 metros de altura. Los collas han vivido en las quebradas y la puna de la cordillera de Atacama, como espacios ancestrales que heredaron de sus padres y abuelos, los que han logrado conservar, superando las dificultades a lo largo de su historia. Así, mantienen actualmente el pastoreo de animales a través del sistema de trashumancia entre invernadas y veranadas, adaptándose a las rigurosas condiciones ambientales que imponen a veces los largos períodos de sequía. Los collas piden que se les reconozcan sus derechos territoriales para asegurar su poblamiento de la cordillera de Atacama y a la vez rescatar y reforzar su identidad, revitalizando sus ritos y tradiciones que los vinculan al mundo andino.

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Para hacer con las tías

Locro

INGREDIENTES

PREPARACIÓN

• Trigo majado con papas • Un trozo de carne con hueso o charqui • Papa cortada longitudinalmente en cuatro partes • Ají de color

Se deja remojar el trigo majado la noche anterior. Se cuece con el trozo de carne y se le agregan las papas cortadas. Se le espolvorea ají de color.

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Para hacer con las tías

JUEGO La taba

Se juega con un hueso de animal pulido por el jugador. Se lanza al suelo y dependiendo de cómo cae, cada parte tiene un puntaje. El que suma más puntos gana.

El burro Se utilizan vértebras como un carrito de juguete. En el carrito se transportan piedras o cualquier objeto.


Glosario Yatiri: lĂ­der espiritual y curandero. Pachamama: madre tierra. Inti: sol. Marka: pueblo (en lengua aymara). Trashumancia: desplazamiento de rebaĂąos desde las zonas altas de la cordillera con pastos de verano a las zonas bajas en que los animales pasan el invierno.

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Cuento

El burrito Ninu Este fue un burrito que la mamá lo acababa de parir, pero como las mulas siempre le quitaban las crías chiquititas a las burras, se quedó huachito. Las mulas no paren y por eso les quitan las crías a los otros animales. Un abuelo encontró a Ninu en el suelo, lo recogió y se lo trajo a la espalda. Cuando llegó me dijo: dale leche por si acaso. En ese tiempo, a nuestra yegua se le había muerto el potranquito y el burrito se pegó a la teta de ella, pero como hacía hartos días que se le había muerto su cría, el burrito Ninu alcanzó a mamar unos pocos días no más. Ninu era pardito y tenía la frente y las cuatro patitas blancas. ¡Era tan bonito y chiquitito! Después yo lo cuidaba y alimentaba y me seguía donde iba. Yo iba al corral de las cabras y si lo dejaba afuera, empezaba a rebuznar tanto que tenía que entrarlo. Así, yo sacaba la leche y él atrasito mío, era como un niño. Si le daba hambre yo le tenía que dar mamadera, porque se ponía a rebuznar y a mover la cabecita. Así pues, lo crié con pura mamadera. 58


Cuando fue creciendo, se fue poniendo demasiado travieso. No podía dejar abierta la puerta del rancho, porque se comía todo: la harina, los huevos, y me sacaba la ropa tendida. Una vez, un niño quiso montarlo. Si yo lo acompañaba, no había problema, pero si lo trataba de montar él solo, se le arrancaba, lo botaba y se venía corriendo donde yo estaba. Al final lo tuve que vender porque aquí estaba muy seco y ya no tenía cómo darle alimento. El chico que lo compró también tuvo que venderlo después porque se había puesto travieso en serio, le hacía tira la ropa y le pegaba a los niños. Yo creo que él hacía eso porque era huachito. Fuente: Adaptación del cuento El burrito Ninu, En: Historia de los pueblos indígenas en Chile, mitos y tradiciones, JUNJI - UNICEF- OEA, 1998.


De la cuna al mundo

Valentina, Una ni単a descendiente de colla En Paipote



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