Libro Kon Mocion

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TÍTULO: Maneras de ver. Reflexiones acerca de la danza y la discapacidad visual. CONCEPTO: Becky Siegel. EDICIÓN: Asociación Kon moción. DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Junna Branding. IMPRESIÓN: Soluciones + que gráficas. BRAILLE: Zuriñe de Anzola. TEXTOS: Bertha Bermúdez. Becky Siegel. M.ª José Casado. Montse Almendros. Ana Zabalza. José Luis Irisarri. Carmen Solano. Ion Barbarin. Marié González. Txori García Uriz. Montse Zabalza. Jon Muñoz. Oihane Andueza. Maite Cueva. Kati Leatxe Aristu. FOTOGRAFÍAS: Blanca Razquin. EDICIÓN DE FOTOGRAFÍA: AC Imagen S.L. y Blanca Razquin. COORDINACIÓN: Karekin Kultura. CON EL APOYO DE: Innova cultural 2018. Fundación Caja Navarra. Obra Social la “Caixa”. COLABORAN: Fundación ONCE. Centro de Arte Contemporáneo de Huarte. FECHA: junio, 2019. DEPÓSITO LEGAL: DL NA 1222-2019.

Se permite la reproducción total o parcial del documento, siempre con propósitos educativos mencionando su procedencia.




Becky Siegel o la danza sin límites La danza no es solo un cuerpo en movimiento, son las experiencias que estos cuerpos y sus movimientos crean e inscriben. Pensar la danza como una coreografía escrita, que se limita al placer de la observación y mero entretenimiento, no forma parte del imaginario de Becky Siegel. Más bien, para ella, la danza es una forma de vida y sobre todo una forma de acercarse, de entenderse, de saber quiénes somos y dónde estamos. A través de la improvisación, Becky ha generado durante muchos años propuestas que incluyen a todas las personas en el placer de saber qué es un cuerpo en movimiento. La libertad de moverse, de improvisar, de dejarse ir y, a la vez, de ser conscientes de dónde estamos, cómo estamos y con quién, forma parte del legado que Becky ha ido creando durante años en la Comunidad Foral de Navarra. El trabajo de esta coreógrafa va más allá del escenario, entra en el día a día de la sociedad, ampliando el potencial de la danza como manera de comunicar y de sentirse vivo. Becky Siegel comparte su sabiduría y no pone límites a su generosidad a la hora de incluir y ofrecer belleza en las inolvidables experiencias de danza que crea, siempre bailando, enseñando y entendiendo la danza como algo que forma parte de nuestras vidas, culturas y sociedades. Una danza que no se centra solo en lo que vemos, sino en lo que sentimos y percibimos; una danza que se centra en sentirse y entenderse. Sin cansarse de proponer que a cualquier edad y en cualquier circunstancia tenemos la posibilidad de expresar con nuestros cuerpos todo aquello que deseemos, Becky fija su mirada hacia un futuro lleno de vivencias y sueños bailados, donde seguirá proponiendo la inclusión, la libertad y la expresión de la danza como forma de vida. Bertha Bermúdez Bailarina, investigadora y documentalista de danza



CONTANDO NUESTRAS EXPERIENCIAS EN EL PROYECTO MANERAS DE VER



No sé exactamente por qué me atraía entrar en el mundo de la discapacidad visual. Creo que, de alguna manera, quería llegar a entender mejor la danza, llegar a su esencia más allá de lo meramente visual, quitarle todo su ropaje para descubrir qué queda por debajo. Pero, además, había algo en el tema de ver y no ver que resonaba con cuestiones vitales que estaban rondando por mi cabeza: ¿Qué es la percepción? ¿Cómo es en las diferentes personas? Punto de vista... A simple vista... El engaño de las apariencias. Lo subjetivo de la realidad visualizada. La trampa de la imagen. ¿Seríamos capaces de trascender la tiranía de lo visual y explorar otras maneras de ver? Y, ¿qué es ver? En Edipo Rey, de Sófocles, el único que ve lo que está ocurriendo es el profeta ciego Tiresias. Y cuando, por fin, Edipo logra ver lo que ha pasado, se saca los ojos. Parece que, a menudo, los que supuestamente disfrutamos de plena visión, no vemos. Yo intuía que la discapacidad visual tenía que conllevar el desarrollo de otras capacidades extraordinarias, y quería acercarme a esos conocimientos, a esas otras maneras de percibir el universo; quería aprender, ampliar mis capacidades. También me atraía el reto: ¿Cómo trasmitir la danza a personas que no ven? Ponerme a prueba, obligarme a desarrollar nuevas metodologías. En Kon moción llevamos un montón de años juntos, la mayoría más de veinte. Creo que estos retos nos permiten seguir creciendo como artistas, seguir aprendiendo, sorprendiéndonos, seguir reinventando la danza. Y, por supuesto, era un paso más en un camino que había iniciado hace seis años intentando llevar la danza a todo el mundo, de apostar por la danza como fuerza de transformación en la sociedad. Después de años creando espectáculos con mi primera compañía Tempomobile y montajes de improvisación coreográfica con Kon moción, llegué a un momento en que necesitaba un cambio, otro sentido para la danza. Confluían muchos

factores: mi cansancio por pelear tanto dentro de un campo tan poco viable; mi frustración artística por sentir que nunca lograba la perfección que yo quería; la muerte de mi madre. Tenía que parar, honrar mi luto, darme tiempo para volverme a encontrar en esa nueva manera de estar en el mundo, sin madre. Creo que este nuevo camino me ha permitido mantenerle muy presente en mi vida. Ella era una persona muy, muy bondadosa, muy dada a los demás. Cada vez que me noto aunque sea una pequeñísima fracción de su tremenda generosidad, le reconozco en mí y me reconforta sentir que sigue conmigo. Iniciamos el proyecto Bailar desde quienes somos con el fin de llevar la danza a poblaciones que de normal no tenían acceso a ello. Mi primer reto era trabajar con personas con enfermedades crónicas –Esclerosis múltiple, Parkinson– buscando la manera de aliviar su sufrimiento a través de la danza. Después, el proyecto se amplió para incluir la discapacidad, y el enfoque ya no era terapéutico sino más artístico, con el propósito de crear montajes a partir de la riqueza de lenguajes de la diversidad. Creamos el espectáculo Sobre ruedas juntando los bailarines de Kon moción con los bailarines en sillas de ruedas de AMIMET. Gradualmente, el proyecto seguía expandiéndose para contemplar también la tercera edad. En colaboración con Ados Teatroa creamos el montaje intergeneracional El baile de los años. Supongo que fue por esta trayectoria que muchos me animaron a presentarme cuando surgió la convocatoria Innova Cultural. Fui a escucharles y contaron una historia muy bonita: cómo iban a crear toda una estructura para apoyar a los artistas que queríamos incidir en la sociedad; cómo la gestión puede vertebrar tu creatividad; cómo creían en la cultura de las pequeñas localidades, que tantas veces sufre una falta de respeto por no ubicarse en las grandes ciudades. Esto último me conmocionó particularmente. ¡Cuántas veces había reflexionado acerca de eso! Mucha gente me había dicho que era una pena que me hubiera quedado en una ciudad tan pequeña como Pamplona, pero yo nunca lo había percibido así. En los veintisiete años que llevo en Navarra, siempre he intentado tener muy claro


dónde estoy, aprender de su gente a la vez que enseñaba lo que había aprendido en Nueva York durante mi formación y en los comienzos de mi carrera como bailarina. Para mí ha sido un reto el intentar crear un lenguaje muy contemporáneo pero, a la vez, que se pueda entender y disfrutar en esta tierra que tenía tan poca tradición en danza contemporánea. Y apareció la gestora Kati Leatxe en mi vida, para ayudarme a articular ideas e inquietudes en el formato de proyecto; para empujarme, con suavidad pero sin descanso. Entre las dos soñamos y plasmamos Maneras de ver, un proyecto de danza con personas con discapacidad visual que iba a incluir un proceso de investigación, el montaje de un espectáculo, charlas, talleres, un documental. Y este libro. Pasaron varios meses entre la noticia de que nos habían dado la subvención (¡Gracias, gracias a Obra Social la “Caixa” y a Fundación Caja Navarra!) y el comienzo del proyecto. Había tomado la decisión de no planearlo de antemano, sino entrar abierta, a ciegas. Normalmente, comienzo un proyecto con las ideas muy claras, sabiendo más o menos hacia dónde quiero ir. Esta vez, quería entrar sin ideas preconcebidas. Consciente de que desconocía completamente el mundo de la discapacidad visual, quería esperar para aprender de ellos y para descubrir las ideas coreográficas a partir de las vivencias que fuesen a surgir del encuentro entre personas que veían de maneras tan diferentes.

con ojos cerrados; uno con los ojos abiertos. Era sorprendente cómo el hecho de cerrar los ojos ayudaba a encontrar algunos aspectos fundamentales de la danza que llevábamos años trabajando: cómo estar plenamente en uno mismo y a la vez enteramente presente para el otro. ¡Entonces me di cuenta de que para algunas personas el ver puede llegar a ser un impedimento, un obstáculo en el proceso de autoconsciencia, una discapacidad! El bailarín, necesariamente, tiene que superar ese reto; el ver no puede impedir el sentir. El trabajo de un bailarín que veía y otro que no era fundamental para la metodología que íbamos a emplear luego. Teníamos que practicar el ser totalmente responsable del otro sin perderte; cómo ser muy creativo y moverte con plenitud y, a la vez, velar por el bienestar de tu compañero. Un reto para la danza y para la vida. Además de todo esto, todo el equipo hizo una breve formación de dos horas en la ONCE: -los cinco bailarines, el suplente, el iluminador, la fotógrafa, el documentalista, la gestora y la directora- para prepararnos en la comprensión de la discapacidad visual y cuestiones básicas del trato con personas que no ven. La formación que nos impartió Chus Echeverría fue fundamental para poder empezar. Me llamó mucho la atención una cosa que dijo: que los ciegos tienen una sensibilidad especial hacia el espacio. ¡Como los bailarines entonces! 10 de enero

Hicimos una especie de casting para buscar a personas con discapacidad visual con ganas de participar en el proyecto. Mirian Tendero, la magnífica coordinadora de actividades culturales de la ONCE en Navarra, había tomado muy en serio la tarea de intentar buscarme personas a quienes les podrían interesar. Realmente el casting era más para ellos, para ver si les gustaba mi manera de trabajar, y así se lo expliqué para que nadie se sintiese juzgado. Yo estaba un poco nerviosa: ¿Ya sabría hacerme entender sin poderlo mostrar con mi ejemplo? ¿Encontraría las palabras necesarias sin el apoyo habitual de lo visual? Sí que supe. Pasé la prueba y entraron todos. Lo importante en este trabajo es saber lo que no sabes y no tener miedo ni vergüenza por mostrar tu ignorancia. Pero también tienes que saber algo, y saberlo muy, muy bien, para poder enseñarlo en circunstancias tan diversas. Después de esto tuvimos un par de meses más para ir preparando y organizando todo, coordinando con la ONCE, con el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte –nuestros dos colaboradores– y experimentando en Kon moción con el tema. Empezamos a probar ejercicios de improvisación con los ojos cerrados para adentrarnos en este nuevo mundo. Hicimos mucho trabajo en dúos: los dos

Por fin llegó el día. 10 bailarines: 5 que ven, 5 que no. Fuera hacía mucho frío, pero en el Centro Huarte sentíamos calorcito. Nos pusimos a trabajar. Empecé con unos ejercicios sencillos para tomar consciencia del cuerpo y asentar unas bases técnicas: la conexión entre el centro y la base, la correcta alineación, la amplitud del cuerpo a partir de una correcta sujeción. Luego los puse en parejas –uno que no veía junto con un bailarín de la compañía (todos ven)– para explorar las posibilidades de movimiento que surgían de la comunicación entre los dos cuerpos. Después, añadíamos el desplazamiento. Increíble. Espectacular. No mandaba uno más que el otro. Había una escucha, un fluir. El bailarín aportaba a la persona ciega un nuevo mundo de posibilidades, de movimiento. El mero hecho de descubrir el otro cuerpo llevaba al movimiento. Yo incidía en que estábamos descubriendo el espacio y descubriendo el cuerpo. Quiero ir hacia la consciencia del cuerpo como espacio. Yo pensaba que conocía a mis bailarines, pero incluso han superado mis expectativas. ¡Son tan grandes! Y eso es la clave en este trabajo. Ellos crean el paisaje a explorar, un mundo de movimiento a descubrir. Y saben hacerlo a la vez que protegen al otro, le evitan cualquier riesgo. Los ciegos se sienten totalmente seguros,


libres para moverse, soltarse, bailar sin miedo, gozar del cuerpo en el espacio. Todos nos dimos cuenta de que algo grande había pasado. Que, casi sin esfuerzo, habíamos creado un espacio de confianza, belleza y entendimiento. ¿Por qué el mundo no puede ser así? 22 de enero Hemos tenido cuatro sesiones. Podemos constatar ya su avance: más movilidad, más consciencia corporal, más capacidad de comunicarse con el otro. Empiezan a experimentar las posibilidades de forma en el cuerpo, y a sentir la relación entre su propio cuerpo y el espacio a su alrededor, además de la relación con otro cuerpo a nivel de volúmenes en el espacio. Cada día voy conociendo más a Carmen, M.ª José, Montse, Ana y José Luis. Me asombra su valentía, con qué humor afrontan la vida. Es una maravilla lo abiertos que están a todo lo que probamos. También empiezo a descubrir en ellos otras facultades extraordinarias: una memoria increíble (claro, al no poder apuntar todo en papel lo “apuntan” en el cerebro); una agudeza tremenda en cuanto al espacio (la primera vez que los puse a todos moviendo por todo el espacio nadie chocó. Les pregunté cómo era posible y Carmen contestó que eran como murciélagos). Ayer, empezamos a montar una coreografía. Puse a un bailarín de Kon moción como tutor con cada bailarín invidente. Cada uno se encargaba de la enseñanza de la frase de movimiento. Porque la metodología varía con cada persona: a M.ª José le gustan las explicaciones verbales; a Carmen palpar, leer el movimiento en el otro cuerpo; Montse ve sombras, intuye el movimiento por lo que ve; Ana siente el movimiento del otro; a José Luis le va bien una mezcla de explicar y contacto. Me encantó ver cómo mis bailarines iban probando metodología, un poco de explicación, otro poco de acompañar, etc. Eso mismo ya me parecía un baile precioso: el proceso en sí me resultaba más bonito que los pasitos que tenían que aprender.

perdida coreográficamente, no sé por dónde llevarlo. Como decimos en inglés, “The blind leading the blind!” (Los ciegos guiando a los ciegos). Quise entrar en este proyecto sin ideas preconcebidas, a ciegas (¡!), abierta a descubrir un nuevo mundo de posibilidades en vez de ir ya armada con un plan. Pero esa incertidumbre es muy incómoda. Confío en que de ella vaya a salir algo interesante, nuevo para mí, rico para todos. Mis bailarines me siguen asombrando por su extraordinaria capacidad de estar plenamente para el otro y, a la vez, creativos y excelentes como artistas. Pero son humanos. Tienen vidas, familias, otros empleos, cansancio. La cuesta de enero ha venido cañera este año. Nos han tocado enfermedades, muertes, mucho frío, además de todos los problemas habituales. Durante esas dos horas y media parece que se crea un espacio mágico, ajeno a los problemas externos, donde solo existe el baile, el proceso de irnos entendiendo y el rito de la creación. Este proyecto me está obligando a ver el diálogo –a veces conflicto– interno que tengo entre ser coreógrafa y ser profesora; entre apostar por el proceso o por el resultado. Porque no solo son ciegos, son muy principiantes. Quiero darles técnica y conocimiento coreográfico, herramientas para el baile y la vida, otra manera de sentir el cuerpo en la sala de danza y en el mundo. Pero tengo que lograr eso a la vez que encuentro un sentido coreográfico. Al final, no es una contradicción, sino un camino: la búsqueda de la estructura coreográfica es el contexto para todo lo que estamos descubriendo. Y lo que nos queda por descubrir. Se empieza a desvelar un orden dentro de mis dispersos intentos; empiezo a intuir una coreografía que nace precisamente del no saber, de dar palos de ciego. 5 de febrero

26 de enero

Ayer, la sesión empezó con la confesión de Carmen de que estaba muy agobiada porque no podía aprender los pasos ni retenerlos. Explicaba que, al ser ciega, le preocupaba mucho que la gente le juzgara, que de alguna manera ella fuese a cumplir con las malas expectativas que pudiesen tener de ella. Intenté explicar que todos teníamos que reconciliarnos con nuestra imperfección o no podíamos bailar.

Pero todo no son flores. Me quita el sueño. Creo que es el reto más difícil que he tenido. La responsabilidad que siento de que nadie se haga daño me pesa. El otro día dos chocaron porque no llegué a tiempo para impedirlo. Se disculparon mutuamente, sin embargo, yo soy la responsable. El choque era suave, no se hicieron mal, pero quiero que se sientan muy seguros, muy libres.

Pero tengo que hacerles ver que este proceso/montaje se trata de eso, de cambiar las maneras de ver las cosas y eso incluye al público. Pobre de ellos –en el público– si se quedan con una limitadísima y preconcebida manera de ver la danza.

Me encantaría tener todo el tiempo del mundo, no estar pensando en una actuación sino ir trabajando despacito con ellos, enseñarles poco a poco a bailar, ir descubriendo poco a poco sus posibilidades. Por primera vez, me siento algo

Precisamente, eso es clave: cómo nos ven nos suele condicionar en cuanto a cómo nos sentimos, nuestra libertad a la hora de bailar. Aquí queremos trascender en alguna medida ese impedimento del peso de que nos estén viendo.


10 de febrero Ayer, se notaba que Carmen estaba muy contenta, que había logrado dejar detrás su angustia. Hablamos un poquito al principio. Quería hacerles más participes de mis ideas, el porqué de las cosas. Me encantaría tener más tiempo para hablar, para escucharles. Al fin y al cabo, la coreografía va a salir de sus vivencias también. Miro el calendario y sé que no nos queda mucho tiempo. Tengo que encontrar el equilibrio entre el rigor del trabajo y la humanidad del encuentro. Pero eso siempre me pasa. Supongo que a muchos directores. Cuando mi hijo tenía cinco años me preguntó: “Mamá, ¿para ti qué es más importante, el baile o el bailarín?” En el momento no supe cómo contestarle. Creo que ni siquiera era capaz de entender la pregunta. Pero, con los años, lo he ido entendiendo y lo tengo muy claro: no tiene que estar reñida la humanidad con la exigencia artística. En absoluto. ¡¡¡Esta semana hemos montado dos piezas nuevas!!! Estoy encontrando el equilibrio entre la improvisación y la coreografía, cómo estructurar las piezas para darles la confianza para soltar y expresarse. Cuando terminamos de pasar una pieza, irrumpen en aplausos de alegría. Han sentido la pieza. Han entendido la coreografía sin verla. Hemos compartido todos ese momento de hacer vivir el espacio. Creamos un espacio vital y lo habitamos. ¡Y nos damos cuenta y lo celebramos! 12 de febrero No estoy acostumbrada a que se hable tanto en el ensayo. A veces hay tanto ruido que es difícil centrarse. Entiendo que los ciegos necesitan conversar más: preguntar y que te expliquen con palabras. Pero el problema es que entonces igual no me oyen, y creo que es un obstáculo al sentir, que con tanto hablar el cuerpo siente menos. Tengo que buscar la manera de crear más silencio para que se centren más, para que los cuerpos estén más sensibles.

Las coreografías van cogiendo forma. Me gustan. Nos gustan. Creo que tenemos una foto para el cartel. Blanca viene los jueves. Se mueve entre los bailarines con su cámara. Parece una bailarina más. El hecho de buscar imágenes visuales nos plantea una contradicción interesante: precisamente queremos ir más allá de la imagen visual. ¿Qué papel tiene la fotografía entonces? Plasmar, compartir, divulgar para que esto se vea, se conozca. Al fin y al cabo, están ocurriendo cosas muy bellas visualmente. Además, Blanca capta las sensaciones, el subtexto, lo inexplicable, lo que vibra entre los cuerpos, lo que se comunica más allá que lo visual, más allá que la palabra. Me emocionan sus fotos. 19 de febrero Maite. Allí está siempre. Apoyando sin imponer. Cuando le conté el proyecto antes de empezar, le encantó. Aceptó mi invitación de participar, pero me preguntó: “¿Qué voy a hacer?” Yo no sabía aún qué iba a hacer exactamente, solo sabía que le iba a necesitar por su gran experiencia en enseñanza con personas ciegas, además de su larga trayectoria de creación de espectáculos de teatro gestual. Además, es amiga desde hace muchos años; nos une una sintonía artística además de mucho cariño y respeto. Así es como me gusta trabajar. Ahora, después de meses de coordinación y pasado mes y medio de ensayos, aún no sé qué va a hacer exactamente, pero intuyo que eso le va incomodando menos. Su presencia es un gran apoyo. Está para todo: para acompañar a los bailarines que no ven en el autobús; para fomentar la comunicación en las crisis existenciales; para facilitar la colaboración con la ONCE; para meterse en las coreografías si falta un bailarín; para revisar el vestuario; para darme un toque si me olvido de algunas cuestiones básicas en el trato con personas ciegas; para buscar soluciones a los múltiples retos, complicaciones, barreras que nos surgen continuamente, etc.

Y yo también tengo que aprender a tolerar más ruido en el ensayo, porque lo necesitan. Tengo que ser flexible, no esperar que las cosas vayan a ser siempre como yo pienso que las necesito. Si siempre he trabajado de una manera, es liberador darme cuenta de que puedo trabajar de otra.

Veo que la definición de su papel, que al principio le importaba tanto, es un poco como la evolución de este montaje y de este libro: poco a poco va surgiendo un sentido, un orden dentro del desorden.

17 de febrero

Jesús Iriarte va a hacer el documental. Hemos hecho muchos proyectos juntos. Hace magia con la cámara. Parece que hay muchas cámaras cuando en realidad está solo él. Tiene el don de pasar totalmente desapercibido para no incomodar a los bailarines. Pero, en esta ocasión Carmen nos dijo que le incomodaba el no saber si estaba. Su discreción, precisamente, no era lo más indicado para este proyecto. Él también ha tenido que buscar otras maneras de trabajar, superar su pudor, dejarse notar.

Voy probando muchas cosas para intentar llegar a su movimiento. Quiero descubrir el movimiento que les brota desde adentro. Pruebo el diálogo entre distintas partes del cuerpo. Pruebo a partir de la respiración. Pruebo el fraseo interno. Conectan con las pautas. Podríamos dedicar horas a explorar cada posibilidad, pero no hay tiempo.

21 de febrero


2 de marzo

6 de abril

El tiempo pasa de prisa. Las dos horas y media del ensayo vuelan, las semanas también. El montaje va cogiendo forma. Sus cuerpos también. Empiezan a integrar más el movimiento, a estar más presentes en todo el cuerpo, a pisar, a sentir. El movimiento se ha profundizado. Brota desde adentro.

Hemos estado una semana instalados en la Casa de Cultura de Zizur Mayor. Hemos pasado nervios, pero no más que lo habitual: las luces, los últimos toques del vestuario, adecuar el espacio para la seguridad de todos, probar posibilidades para la audio-descripción para las personas ciegas en el público. Llegó el día y en cuanto bajaron las luces de sala y empezaron a subir las del escenario, vi que se estaba creando ese espacio escénico mágico, que los bailarines lo estaban creando con sus cuerpos, ofreciendo un espacio vital y bailable a sus compañeros y a su público. Disfruté como nunca lo había hecho en ningún estreno. Los vi a todos tan contentos, tan relajados, bailaron tan bien que yo también me relajé y gocé con ellos. El público emocionado. Me di cuenta de que habíamos hecho algo grande: habíamos logrado meter al público en la piel de esos bailarines ciegos; habíamos logrado que personas en el público con discapacidad visual pudiesen ver el espectáculo a través de la audio-descripción; que el público viese con el ojo del corazón; que todos –público y bailarines– compartiésemos un espacio de comunicación, creación, entendimiento y belleza.

Veo que esta experiencia significa mucho para ellos y me preocupa el después: cómo poder seguir ofreciéndoles este aprendizaje. Intentaré. Igual algunos podrían integrarse en mis clases convencionales. Pero el regalo de tener un bailarín todo para ti, comprometido a enseñarte como sea y a velar por tu seguridad, no se podrá alargar en el tiempo. Si logramos que interioricen los conceptos hasta poderlos sujetarlos, podrán ser más autónomos, recibir enseñanza en situaciones menos protegidas. Esta es la meta. El otro día, en una de mis clases convencionales, estábamos trabajando una cuestión básica de la colocación de la base, a través de la improvisación. Parecía que por fin sentían la estabilidad y vitalidad resultante de la coordinación entre abductor, centro y pie. Estaban magníficos: grandes, sueltos, creativos, bailando solos, juntos. Al final del ejercicio, una alumna decía que había estado muy bien, que hoy yo les había dado más libertad y tuve que aguantar la risa. Les expliqué que esto no era una cosa mía, sino que esa consciencia propia de cada uno, ese control interno suyo, es lo que les había dado la libertad. Allí quiero llegar: aportar a mis alumnos herramientas para que encuentren esa fuerza interna que les permita descubrir esa sensación de libertad. 7 de marzo Hoy, después del ensayo, Carmen ha dicho que me ve más contenta. ¿Qué querrá decir? ¿Cómo ha podido ver mi alegría? Y sí que estoy muy contenta. He podido ver la coreografía desde otro punto de vista –literalmente–. Cambiamos la ubicación en el espacio y así yo tenía más distancia, más perspectiva. Y me encantó lo que veía. A veces, hay que salirse, cambiar el enfoque. Volver a mirar con distintos ojos para entender. 28 de marzo Nos vamos acercando a la fecha del estreno. Vamos bien. Está muy bonito. Ha sido muy duro. Nos ha puesto a prueba a todos, pero ha merecido la pena. Veo clarísimo que puedo integrar a estos bailarines con discapacidad visual en algunas de mis clases y les encanta la idea. Tengo muchas ganas de seguir trabajando con ellos, poder profundizar, seguir avanzando. Seguir aprendiendo todos.

Becky Siegel Coreógrafa y profesora de danza, norteamericana de origen, formada como bailarina en Nueva York, vive en Pamplona desde 1992. En 1994 funda la compañía Tempomobile, creando espectáculos en colaboración con Kepa Junkera, Mikel Errazkin, Javier Paxariño, Mikel Gaztelurrutia o la Coral de Cámara de Navarra, entre otros. En 2007 funda Kon moción, una compañía que apuesta por la danza como herramienta de investigación y como fuerza transformadora en la sociedad. Siegel es licenciada en las Artes por la Universidad de Columbia (Nueva York) y tiene un Máster en Artes Escénicas de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).



Cuando Becky nos reunió para hablar de Maneras de ver, me pareció una idea fantástica. Todo lo que sea bailar me entusiasma y, aunque no conocía la danza contemporánea, no dudé en animarme. Becky consiguió contagiarme su emoción y entusiasmo. Cuando llegó el primer día de ensayo, yo tenía una curiosidad tremenda y también cierta inquietud, pero todos mis temores se esfumaron rápidamente porque Becky nos transmitió seguridad y tranquilidad desde el primer minuto. El inicio fue muy bonito; fuimos descubriendo diversas formas de movimiento y desplazamiento por el espacio. Recuerdo que al darme cuenta de que podía expresarme con libertad a través de los movimientos y con todo el cuerpo, sentí una fuerte emoción. Fue como un subidón de alegría y felicidad. Y también fue grande la confianza y seguridad que sentí con los profesionales que nos acompañaban, fui descubriendo con ellos la danza. Aunque sí que he tenido momentos de inquietud por no saber a qué me enfrentaba, incertidumbre por no tener claro si iba a ser capaz, agobio cuando me sentía perdida o dolor al enfrentarme a las lesiones. En mi opinión, Maneras de ver es un proyecto nacido de la valentía y sensibilidad de personas que trabajan por la inclusión. Un proyecto con fuerza, con un gran mensaje visual y sensorial.

Ya solo el hecho de que una persona piense en un colectivo con discapacidad para realizar un proyecto es muy bonito y alentador; pero que además se involucren a fondo queriendo saber y aprender todo lo que esas personas sienten, cuáles son sus formas de enfrentarse a esa situación y empatizar ofreciéndoles otra manera de ver las cosas, rompiendo incluso con barreras que nos ponemos nosotros mismos, me parece de una calidad humana extraordinaria. Becky y toda su compañía son personas maravillosas, con una sensibilidad impresionante. Nos lo han demostrado diariamente con su paciencia, sus ganas de aprender con nosotros nuevas formas de enseñar consiguiendo así un ambiente agradable y muy ameno, y una necesaria complicidad. Llegar a la meta ha supuesto todo un reto. Un reto en el que lo más gratificante y bonito ha sido el camino de aprendizaje y creación que hemos recorrido juntos. M.ª José Casado Aguilera Ha trabajado como Auxiliar administrativo en Osasunbidea. Su vida siempre ha estado ligada al deporte y al movimiento; formándose y practicando artes marciales, diferentes estilos de baile así como deportes de montaña. Continúa realizando montañismo con material adaptado para personas ciegas o con baja visión disfrutando de lo que la naturaleza ofrece y aprendiendo a mirarla con los demás sentidos.



Después de estar más de media vida viendo regular y parte de ella viendo bastante mal porque era miope, me detectaron retinosis pigmentaria y tras esto, mi retina se muere. Esto me conllevó tener limitaciones que no conocía, como salir a la calle con un bastón de día y acompañada por las noches. Aunque se te agudizan otros sentidos, te falta el principal que es la visión. Con gran incertidumbre y bastante curiosidad me asocié a la ONCE, conocí a personas que estaban como yo y dije: “A tirar para adelante como sea”. Y surgió esta oportunidad: Maneras de ver. Empecé con un poco de miedo porque no sabía qué era, no sabía qué podría dar de mí… hasta que el primer día, al terminar la clase, me sentí libre, una libertad que solo había experimentado cuando conducía, cuando llevaba un coche en las manos… Sentí lo mismo, danzar, ir con otra persona, la seguridad de no caerte, de no tropezarte, poder andar por la sala de un lado a otro sin miedo, sin limitaciones… Eso ya es un logro; es muchísimo. A pocos días del estreno, esa sensación fue aumentando en mí, fui enriqueciéndome con los bailarines de Kon moción. Me siento libre porque me gusta lo que estoy haciendo, disfruto, me divierto… Sé que no soy perfecta, no sé si lo hago bien o mal, tengo muchas limitaciones y me equivoco. Pero hay que seguir, hay que ir, hay que hacer, la cosa es continuar. Me siento más libre cada día porque allí, bailando, no siento las limitaciones que me da la vista. Siempre me ha gustado bailar, pero esto es un reto. Para mí significa muchísimo. Es muy bonito. Montserrat Almendros Almendros Laboralmente ha desempeñado diferentes funciones como operaria en el Ayuntamiento de Pamplona, además de tener experiencia en otros campos. Entre sus aficiones siempre ha destacado bailar.



Cuando me hablaron de este proyecto me sentía, al menos en parte, como quien va a aprender a nadar arrojándose a las aguas turbulentas. A medida que se acercaba la fecha de inicio, ese sentimiento se fue incrementando. Podría definirlo como una mezcla extraña de miedo, sorpresa e ilusión. Empecemos por lo más desagradable, el miedo. Era miedo a enfrentarme a mis propias inseguridades sobre mi aspecto y expresión corporal. Inseguridades que se habían ido arraigando en mí y creciendo, nacidas de algunas experiencias recientes. Miedo a resultar torpe o estúpida, a carecer totalmente de elegancia, sensualidad, belleza o estilo, o simplemente a ser incapaz de hacer algo estéticamente aceptable. Sorpresa porque esta oportunidad me vino como caída del cielo, dados mis pensamientos. Sorpresa porque la propia vida me brindó la posibilidad de enfrentar esos demonios y lo único que yo tenía que hacer era tomarla o dejarla. Por último estaba la ilusión, ilusión de poder ganar la batalla. A veces, pienso en la frase de Max Estrella en Luces de bohemia, cuando dice que el ciego se entera mejor de las cosas del mundo porque los ojos son una ilusión. Probablemente sea verdad en algunos casos, pero también creo que a veces el no ver te hace magnificar ciertas realidades. Quizá mi falta de autoestima se debía a la ficción, o bien a una realidad demasiado exagerada. Un momento de torpeza no te convierte en una persona torpe, lo mismo que la rigidez en un movimiento no te convierte en un autómata. Es difícil luchar contra los prejuicios sociales, es difícil derribar estereotipos que se elevan como el muro que nos impide pasar al otro lado. Pero más difícil aún es luchar contra los propios prejuicios, tan difícil que muchos lo creen imposible. Por si acaso, decidí buscar el antídoto al veneno. Tenía ante mis narices una oportunidad irrepetible. Si yo era realmente tan desastrosa como creía, al menos podría comprobarlo y aprender de la gente con la que iba a trabajar para mejorar el presente. Si solo eran imaginaciones mías, mucho mejor, porque entonces podría aprovechar mi verdadero potencial y eliminar por fin a aquel demonio, al menos de momento. Así que decidí elegir la mejor de mis opciones, como harían los antiguos sufíes, y dije que sí. En este proyecto, hemos tenido que ir sorteando obstáculos; memorizar los pasos de una coreografía y ejecutarlos adecuadamente, aprender a improvisar… Pero reconforta saber que solo hace falta querer para poder hacerlo, la voluntad y el apoyo de quienes te rodean. Es hermoso comprobar que vas mejorando tu equilibrio, por ejemplo venciendo un punto débil provocado por la ceguera. Es hermoso abandonar los mismos pensamientos limitantes, dejar de pensar en cómo te verán y pensar en cómo quieres que te vean, en qué quieres conseguir con tu actitud.

Es maravilloso dejar de pensar en todo eso, que tus nervios y tus preocupaciones se concentren solo en la coreografía. Entrar por la puerta, escuchar el primer acorde y abandonar de un plumazo las dudas. Me atrevo a decir que es un privilegio. La actitud de cada cual tiene mucho valor a la hora de enfrentarse a la vida. Formar parte de este proyecto me ha hecho volver a creer en el poder de nuestra mente, voluntad y corazón. El poder de creer en nosotras y en lo que hacemos. Es el momento de dejar a un lado los pensamientos que nos torturan y entregarnos al amor por un proyecto común. Es el momento de explorar nuestra presencia a través de un movimiento hipnótico que nos expande y nos convierte en eso: en presencias en el espacio que se expresan mediante la palabra y el movimiento, sin diferencias que duelan o esclavicen. Las diferencias duelen, y en muchos momentos, están presentes, porque forman parte de la esencia del espectáculo. Pero están presentes de una forma sutil y bella, no desde la torpeza ni desde la incapacidad. No tratamos de enfatizar lo negativo, lo que no podemos hacer y nuestras carencias. Nuestro objetivo es otro, es mostrar lo que podemos aprender o lo que podemos hacer de forma diferente. Hay caminos más cortos y más largos, pero podemos llegar al mismo objetivo y sobre todo aprender del viaje. No recuerdo cuándo fue la última vez que intenté ver la ceguera como una diferencia positiva. Pero este espectáculo ha nacido de la diferencia, y creo que ahí reside todo su valor y riqueza. Son experiencias que merecen ser vividas, no contadas. Es triste cómo mucha gente piensa que no puede aprender. Nosotros fuimos animados a aprender desde el primer momento. No hay nada más grande que aprender, y confiar en quien te enseña porque sabes que confía en ti. Y esos miedos forman parte del aprendizaje. Me alegro de aprender y continuar. Espero seguir explorando y descubriendo día a día nuevas maneras de ver. Ana Zabalza Periodista y trabajadora social. Tiene una amplia formación tanto en canto lírico como en jazz y ha participado en montajes de compañías de teatro y teatro musical de forma amateur. Es vocalista del grupo de rock Red cactus y colabora como locutora en el programa solidario El Cofre del Capitán Morgan en radio Atica.



Me encanta el baile, recuerdo bailar y bailar en aquel tinglado que montaban en mi pueblo en el patio de las monjas. Con Maneras de ver me encontré con algo que no esperaba. Me animaron mucho desde la ONCE y fui. El primer día Becky dijo: “Empezamos haciendo esto”, pero claro, yo no veía nada... soy ciego. Entonces, Oihane, mi compañera, se acercó y tocando sus movimientos fui poco a poco conformando los míos. Me ha gustado el reto; ha sido descubrir una nueva forma de expresarme, algo diferente, raro... completamente nuevo para mí. He conectado con un nuevo canal para expresar mis emociones; el llanto que reprimo en las situaciones vitales por las que he atravesado sale fluido cuando bailo. Me lo permito y me apetece. Jose Luis Irisarri Ha trabajado desde muy joven desempeñando diversas tareas. Acaba su vida laboral como fresador, consiguiendo el título estudiando por las noches. Sus principales aficiones son la práctica de los deportes de montaña y bailar.



Cuando me propusieron participar en este proyecto me pareció una maravilla aunque entonces no sabía a qué me enfrentaba. El primer día me sentí un poco atada, no ridícula pero sí algo forzada. Ya el día siguiente, con la confianza de conocernos un poco más, brotó despacio el sentimiento y comencé a dejar que mi cuerpo se soltara libremente, espontáneo. Así fueron pasando los días y ya empezamos con los primeros pasos de la coreografía. Entonces pensé: “A ver si soy capaz de aprenderlos y que no se me olviden.” No quería que fueran movimientos forzados, sino que se hilaran entre sí, siguiendo la música y el cuerpo... Y la verdad, no me resultó muy complicado. Sin embargo, un día se me olvidó todo lo que había aprendido. No me salía ningún paso y ahí me di cuenta de que me costaría, de que tendría que ensayar... Aunque Becky repetía que estaba muy bien, yo no estaba contenta y siempre me rondaba la idea que si viese cómo hacían los demás, me sentiría más conforme conmigo. Podría, en definitiva, darme cuenta de que lo que yo hago no es nada extraño, ni diferente. Ante las dificultades, yo me repetía: “¡Lo aprenderé!” No me resulto fácil; un día el miedo pudo más y hasta me quitó el sueño. Entonces, pensé que no iba a ser capaz. ¿Y si me quedaba en blanco delante del público? La disposición de los bailarines de Kon moción, las repeticiones y, sobre todo, compartir mis miedos con Maite y con el grupo hizo que lo venciera de una vez por todas. Este proyecto merece. Me gusta compartir la misma actividad con gente que ve.

Me gusta la idea de que el público perciba más con el corazón que con la vista; que seamos capaces de trasmitir mucho sentimiento y que llegue un momento en el que no puedan diferenciar quién ve, quién no ve... Podemos hacer lo mismo, para mí eso es un logro, una maravilla. El mundo de los ciegos es bastante incomprendido, se puede pensar que no somos capaces de hacer cosas diferentes, que hacemos lo que tenemos que hacer sin ir más allá. Maneras de ver me resulta muy positivo para mostrar que sí somos capaces, quizás he tenido que memorizar más que otras personas... de una cosa no hay duda: sigo superándome a mí misma, sigo quitándome miedos. Después de mucho tiempo, trabajo y esfuerzo por parte de todos conseguí estar a la altura de lo que el espectáculo requería, y al fin, ¡fue un éxito! Estoy muy orgullosa de estar dentro de este proyecto, con todo este elenco de profesionales que con su ayuda hemos conseguido que saliera un trabajo realmente espectacular. Gracias a todos, sin vuestra ayuda no lo hubiera conseguido. Carmen Solano Cruz Ha trabajado de telefonista en Caja de Ahorros de Navarra, entre otros puestos. Sus aficiones son la música clásica, la lectura y los viajes. En 1987 trajo su primer perro de Rochester (EE.UU.), siendo la primera usuaria de perro guía en Navarra. En 1994 colaboró en la redacción y defensa la primera Ley de Perros Guía de Navarra. Actualmente, Carmen y Yuska, su cuarto perro guía, son compañeras inseparables.



Me enfrento a estas palabras desde mi ignorancia, desde ese lugar del no saber. Igual que cuando por primera vez entré a la sala de ensayos y conocí a las cinco personas ciegas con las que iba a compartir este proyecto de Maneras de ver. Pertenezco a una sociedad donde lo visual, el sentido de la vista, predomina sobre todos los demás sentidos. Si algo no se ve con los ojos parece que no es real, parece que no existe. En estos tres meses en los que he podido compartir esta maravillosa experiencia me he dado cuenta de que mi lenguaje verbal es limitado, que las palabras allí, aquí, allá, ahí, para allá... no determinan un lugar concreto en el espacio. Me he dado cuenta de que cuando uno cierra los ojos conecta con otra parte más íntima de uno mismo. Uno pasa de prestar atención al exterior para prestarse atención a sí mismo y, por consiguiente, a los demás. Desde mí hacia ti. Desde ti hacia mí. El encuentro con el otro sin perder tu propio centro. En la danza no hay diferencias. Dos cuerpos se entremezclan en la inmensidad del espacio vacío. Los sentimientos afloran al compás del silencio del movimiento, de los movimientos silenciosos. Ion Barbarin Actor, bailarín, director, ha colaborado con Ados Teatroa, el Teatro Estable de de Navarra, Atikus Teatro y Amico Teatro, entre otros. Baila en Tempomobile desde 1995 hasta 2014 y en Kon moción desde 2009 hasta hoy.



Cuando Becky nos propuso este proyecto para mí fue un reto muy ilusionante. Me imaginaba bailar en esa situación y pensaba que todo lo que expresa una persona ciega con su cuerpo tiene que ser muy puro, ya que ellos no se contaminan con otras formas de bailar; no pueden copiar, su expresión es totalmente original y auténtica. Ahora que llevamos unos cuantos ensayos con ellos, con los verdaderos protagonistas, creo que lo que va a salir de este trabajo va a ser muy sincero, muy de verdad y va a tener mucha poesía, especialmente las partes improvisadas. Gracias a Ana, Montse, M.º Jose, Carmen y José Luis estoy aprendiendo a ver de otra manera, a entender un poco el mundo de una persona en esta situación, a valorarlo más. Me admira la capacidad de adaptación, lo bien que se manejan y lo pronto que aprenden en situaciones y lugares desconocidos. En definitiva, el valor que le echan a la vida. Son geniales. La danza nos da la oportunidad de conocernos y compartir un espacio que cuando bailamos en él, intentando dar cada uno lo mejor de nosotros, nos iguala. La danza no tiene barreras, o no debería, y es un espacio donde todo el mundo, sea como sea, tiene su forma genuina de expresar, de bailar. Marié González Lleva bailando en Kon moción desde 2009. Antes formaba parte de Tempomobile, desde 1996 hasta 2001. Es monitora de técnicas corporales con una extensa formación y experiencia en el área.



Ahora, muchos años después de haber pasado por la Universidad, tras años dedicado a las artes escénicas y tras esta vivencia, recuerdo las palabras que Mario Gaviria nos decía a los alumnos: “Un trabajador social debe conocer otro oficio”. Maneras de ver conjuga finalmente mis dos oficios: lo interpretativo y lo social. Me siento útil, puedo aportar y además, recibo. Reflexiono y pienso en la importancia vital del oído para las personas que no ven, en su fuerza de voluntad, en su amor y en su humor. Dejo de pensar en discapacidad, sino en capacidades. Bailar desde el no bailar. Bailar desde la emoción. Bailar como compartir, como escuchar y como dialogar. Dar, recibir. Harreman –hartu/eman–. Me fascina ver su capacidad de superación, me fascina el acompañar –no ayudar–. Es una sensación maravillosa contribuir a generar esos momentos y espacios de libertad acompañando en la seguridad. Me fascina, una vez más, la magia del escenario y del espacio abierto lleno de juego, emoción y sana locura. Txori García Uriz Actor y bailarín, forma parte de Tempomobile desde 2007 y de Kon moción desde 2008. Ha participado en proyectos de Ados Teatroa, Inextremis o Amico Teatro, entre muchos otros.



10 de enero

Últimos ensayos

Es el primer día de ensayo y me siento agradecida por la suerte de poder vivir un momento tan especial. Estas personas han confiado en nosotras y, de la mano de Becky, nos hemos dejado llevar por la danza. ¡Qué claro se ve en momentos como los de hoy la existencia de algo más allá de lo que ocupa nuestro cuerpo, más allá de nuestra piel! Para poder verlo, pienso, hay que mirar con otros ojos... los ojos de la piel, los ojos del oído y del olor. Los ojos para ver lo que no se ve necesariamente.

Hoy pienso que, desde el aspecto físico hasta el aspecto psicológico, todo son detalles… Nos tocamos continuamente. Para situar el cuerpo en el espacio, para que nos sientan palpándonos el fraseo, para que sientan la calidad del movimiento en nuestro cuerpo y así traducirlo a su manera en el suyo…

31 de enero ¡Estas personas son increíbles! Han pasado ya varios ensayos y vamos avanzando, probando, repitiendo pasos, explorando pautas de movimientos, tratando de lograr unísonos. Hemos pasado momentos de mucha intensidad. ¿Cómo transmitir, explicar y enseñar a una persona ciega un movimiento, frases enteras de movimientos, el fraseo, la calidad del movimiento, etc.? En la búsqueda de encontrarnos y encontrar lenguajes y códigos en los que entendernos, pasamos por algún arduo momento, pero no es comparable al placer y alegría que producían cada frase que por fin conseguíamos. Es conmovedor; formas parte de sus descubrimientos, nuestros descubrimientos, del grupo. En un mundo en el que cada vez se valoran los resultados rápidos, donde no hay mucho tiempo para el desarrollo y a menudo las cosas vienen y van rápidamente, ni qué decir en el de la tecnología y con cierto distanciamiento humano, nosotros nos encontramos inmersos en un proceso totalmente contrario.

Y además, la paciencia, las limitaciones propias de hacerse entender, los momentos de inquietud ante una dificultad o, cómo no, el gozo inmenso cuando el cuerpo entiende dónde y cómo son esos movimientos… Para mí, una de las características de la danza es que a ella no le gusta la prisa; sí, en cambio, la pasión. Te pide tu entrega en cuerpo y alma y te da viajes de emoción, conexión contigo misma y con los demás a un nivel muy diferente al de la vida cotidiana. Te pide el aquí y ahora y te da alas para que mente y cuerpo se encuentren en un lugar mágico, íntimo y a la vez compartido. Suerte que está Becky, porque el papel de dirección es imprescindible en un proyecto así: delicadeza, serenidad, conocimiento, percibir el ánimo de las personas y del grupo… Verle en su proceso de descubrimiento y dar forma día a día a una aventura de estas características es, de nuevo, una suerte que puedo disfrutar. Y agradecer. Montse Zabalza Actriz, bailarina, directora y docente, baila en Tempomobile desde sus comienzos en 1994 y en Kon moción desde 2015. Como actriz ha trabajado bajo la dirección de Garbi Losada, Ana Maestrojuan, José Lainez, entre otros.



Empecé este proyecto con muchísima curiosidad, no conocía ninguna persona ciega y una de las muchas cosas que me ha aportado es aprendizaje. Me he dado cuenta de que hay tantas maneras de ver como de bailar, y ahora, tengo claro que ninguna limitación puede impedirte hacer lo que te gusta. Maneras de ver está siendo un reto. En un inicio, lo que más difícil se me hacía era explicar coreografías a mi compañera que no ve. De alguna manera, tenía que traducir lo que entra por mis ojos mediante palabras, sensaciones, tacto… y eso era complicado. Sin embargo, cada vez se me hacía más fácil porque estábamos muy compenetrados; diría que lo más importante es ponerte del lado de tu compañero. Nunca pensé que el lunes se convertiría en mi día preferido de la semana; salía de los ensayos con otro cuerpo, otra manera de verlo todo, porque compartir la danza con este grupo me resultó liberador. También debo decir que mis amigos del proyecto me han hecho reflexionar. Recuerdo que me impresionó mucho una conversación que tuve con Carmen. Un día, me contó todos los viajes que había hecho y me hizo una lista de sus ciu-

dades favoritas. Yo no entendía en qué se basaba para decir que una ciudad era preciosa porque, para mí, una ciudad es solamente lo que puedo ver. Carmen me describió un paisaje lleno de sensaciones extraídas del tacto, olores, sonidos… y me dijo que lo que más valora de una ciudad es su gente. Entonces, me di cuenta de que existe una realidad más allá de lo que nos entra por los ojos; por eso sé que otra de las cosas que me ha aportado este proyecto es sensibilidad. Ahora, me paro más a escuchar, a oler, a sentir… A la hora de bailar, me pasa lo mismo; siento que gracias a esta experiencia estoy más atento a todos esos estímulos que no entran por mis ojos. De alguna manera, he descubierto otra forma de bailar. Jon Muñoz Comenzará en breve sus estudios en Arte Dramático. A pesar de su juventud, ya ha colaborado como bailarín o actor en producciones de Atikus Teatro y Kon moción.



No hay más ciego que el que no quiere ver. Solo ven los que pueden apartar un poco el miedo. Se lanzan al espacio y abren sus brazos. Se amarran a un bastón, físico o simbólico y dicen: “Ayuda, sola no puedo, ¿me das una guía para destapar velos?” Ella tuvo un perro guía, yo un bastón relacional. Ceguera visual, ceguera emocional, ceguera en la relación con el otro. Sin verme, no te veo. Sin mi centro, ¿dónde queda nuestra base? Soy incapaz de verte por dentro. Si me alejo puedo observar el trazo de tu movimiento en el suelo, cómo navegas por el espacio. Me alejo, te rodeas. Te apoyas, me quedo. Te giras, me giras. Tu impulso, mi paso. Me dejo, firmeza. Aire, baile, movimiento Entre sorpresa, miedo y libertad. Para mí también es nueva esta experiencia. Oihane Andueza Baila en Kon moción de forma intermitente desde 2007. Es maestra de primaria en la enseñanza pública de Navarra y tiene formación en Arteterapia y Terapia Corporal Integrativa. Colabora con la Fundación Claudio Naranjo en el área de educación con el fin de aplicar una educación integradora.


21 de enero Hoy, la sesión me ha hecho pensar en la expresión popular de confiar ciegamente en algo o en alguien. Al ciego se le atribuye en el lenguaje coloquial la capacidad de entregarse completamente a quien le guíe o ayude. En la realidad, no siempre es así, y quizás la sensación sea más externa que interna. Pero la sensación de entrega total siempre ha sido bella estéticamente como imagen de la continuidad, lo unido fuertemente, casi irrompible. Una onda que une dos cuerpos y entonces ya son solo uno. Veo sus cuerpos tensionados con hambre de decir, de vibrar para sonar, como si fuesen cuerdas de violonchelo que buscan el arco que las active. Es muy satisfactorio empezar a atisbar los primeros pasos dados sin obstáculos, sin bastón ni perro guía, inicio de autonomía y anuncio de que la libertad en el movimiento puede ser. Comenzar a disminuir el miedo y subir el ser libre. Hoy, me han aportado la noción de lo posible, de que todo se puede, no por el mero hecho de quererlo, sino por la sensación de que ese poder lo llevan dentro. Y si lo tienen, no hay imposibles.

Me han devuelto el gusto de vibrar con la danza. Que el cuerpo sepa trazar líneas, formas, volúmenes. Que la música active siempre el movimiento y una cuerpos, almas, personas, dos y uno, dos y uno. También me ha llegado un poco de valentía, no sé de dónde exactamente, pero al acabar la sesión me he sentido más valiente, mi mirada es más alta, he crecido un poco. Otra manera de mirar. 11 de febrero Recuerdo, ahora que ya hemos andado un trozo del camino, la primera reunión con Becky, allá por el verano. Y recuerdo la ilusión y ganas de empezar que me hizo conocer el proyecto de Maneras de ver. Pero también recuerdo la sensación preocupante de indefinición referente a mí labor en lo que tenía que hacer. “Esto no me hace bien”, pensé un poco preocupada. Sin embargo, enseguida me di cuenta de que el proyecto me atraía mucho más que unas primeras dudas que ya aclararía más adelante.

Me llevo alegría, ganas de vida, de movimiento, de hacer cosas. Celebrar lo que se hace, vencer a la tristeza.

Pasamos un tiempo de espera hasta que nos juntamos “las tres guerreras”. Becky, Kati y Maite. ¡Vaya tres! Sumábamos muchas batallas ganadas y algunas perdidas también. Mujeres con historias de vida, con paso y poso. Diferentes, pero sumando fuerzas en la misma dirección. “¡Esto saldrá bien seguro!”, pensé.

Descubrir que la sombra de cada persona puede ser iluminada por la luz de la historia de su vida. Más o menos importante, pero suya totalmente, y que todas suman humanidad. Cada paso es tan valioso que puede ser una historia.

Empezamos en ese espacio con luces y sombras. Una primera impresión fue que era muy grande y un poco frío espacialmente. Pero también era limpio, sin obstáculos y, paradójicamente, tenía buena luz para trabajar.


Los bailarines de Kon moción forman un buen equipo. Tienen claro no intervenir en el trabajo de los bailarines ciegos y no etiquetar. Que los bailarines ciegos descubran su manera de comunicarse con ellos y estos respeten la expresión de sus movimientos. A Becky la he visto dudar y seguir, sudar y seguir, sufrir y seguir. Yo, Maite Cueva, apuesto todo para que ese trabajo se pueda hacer. Tengo muy claro que “a pesar de” todo lo que nos pongan o nos digan, con ellos se puede bailar. Las carencias se superan, estoy segura, lo he constatado muchas veces. Y sé que la gente se pregunta: ¿Pero cómo van a aprender los bailarines ciegos una coreografía? La respuesta está ya en el nombre de la obra, es otra manera de ver. Cuerpo a cuerpo, viendo los movimientos al sentirlos. Pasar de ser dos a ser uno, creando, desde dentro, armonía y belleza. Ha habido momentos cruciales en los ensayos. Cuando se descubre que se puede vencer la inseguridad, el miedo a no ser perfecto, a tener otro tipo de valentía. Recuerdo especialmente a Carmen. ¡Qué satisfactorio compartir el buen hacer en el proceso! Crear en los ensayos el vínculo desde lo personal y no desde su déficit. No negar nunca sus propias limitaciones es el primer paso para superarlas. Y respirar siempre una atmósfera de naturalidad, punto de partida de lo que va a tener verdad y honestidad.

Me doy cuenta de lo poco que he corregido a los bailarines de Kon moción, ellos lo ponen fácil y hacen muy bien su labor. Me gusta que el sentido común haya estado tan presente en las distintas fases del proceso creativo. Estoy convencida de que han tenido dudas pero han sabido solucionarlas. Mis intervenciones han sido puntuales y discretas para no entorpecer el proceso. Hemos trabajado más en lo práctico que en lo teórico y nos ha dado buenos resultados. Les he dejado hacer y ellos han hecho. Maite Cueva Bienzobas Técnica en Integración Social. Tiene una dilatada carrera en pedagogía y dirección artística en el campo de la diversidad funcional. Coordinó la Delegación Navarra de la Fundación Psicoballet Maite León entre 1991 y 2000 y fue coreógrafa y directora de la Fundación Atena desde 2000 hasta 2004. Desde entonces, es educadora para niños con necesidades educativas especiales en el Colegio Sagrado Corazón. Desde 2006 imparte diferentes actividades en la ONCE como educadora y gestora: clases de creatividad y psicomotricidad para niños con discapacidad visual, realización de salidas culturales para adolescentes y teatro con adultos.



No me resulta fácil estar quieta, callada, observar y… simplemente, sentir. La Vida me regala una y otra vez maravillosas oportunidades y esta es una de ellas, así que mi mente se pone en modo activo y mi corazón se encoge un poco ante el reto: comienza el tira y afloja entre el sentir y la exigencia que me lo invade todo. Conozco este tiovivo y una vez más, me subo esperanzada a él. Soy parte de este proyecto, pero al principio, observando los ensayos sentada en mi silla, solo puedo pensar que yo no bailo, que yo no voy a sentir, que solo voy a redactar, solo organizar, solo prever, ajustar, anotar, emitir, justificar… son los verbos de mi día a día que atenazan mi cuerpo y me alejan de estas personas y un poco, de la Vida. Ellas sienten, yo pienso. Y eso, me entristece profundamente. Me lo propongo, entro en contacto. Si no, ¿de qué me sirve esta profesión? Los ensayos, la bella música, las personas y sus historias, la rotunda Yuska -perra guía, perra amiga-, Becky y sus desvelos… me acercan a la piel, avivan mi nudo en la garganta, cosquillean mi tripa dormida. Sé que para mí es una tarea laboriosa y me propongo maneras que me la faciliten: respirar, soltar, visualizar... Ellos creen que estoy en la silla, quizás algo aburrida, quizás algo despistada… y lo que estoy es luchando yo también con mis límites, con mis correas, con mis sentires… Respiro, aflojo e imagino que soy una de ellas. Me adentro en su cuerpo, puedo sentir el bloqueo inicial, las malditas dudas, los primeros movimientos forzados y, ¡Oh, sí, ya están aquí!, las ligeras brechas de luz por las que llega la confianza.

Siento la música, aliada de mi alma, y bailo perdida en un nuevo espacio sin penas ni mañanas. Me muevo con la libertad de un pájaro herido, sabe que lo está y también sabe que bailar es volar. Navego entre las melodías, capitana de mi ser. Esculpo el espacio, mis manos rozan nuevos y cálidos vientos, mis brazos cansados descorren nuevos horizontes. El vacío ya no es tanto: lo lleno con todo lo que soy. Oigo la voz de Becky dando ánimos y mi alma vuelve a la silla, sigilosa, sin que nadie se fije en los leves movimientos de mi cuerpo etéreo, vuelvo a mi cuaderno y a mi cuerpo. Mi mente en silencio, nuevas ventanas se han abierto en mi corazón. Por unos minutos he sido feliz. Kati Leatxe Aristu Trabajadora social, gestora cultural y formada en Terapia Gestalt, ha desempeñado diferentes funciones en servicios públicos y privados en las áreas de la cultura, el Euskara y la participación social. Desde 2015 es la directora de Karekin Kultura, empresa de gestión cultural y emocional donde idea, desarrolla y gestiona proyectos culturales, sociales y emocionales.





LA “NO METODOLOGÍA”. BECKY SIEGEL



No se puede aprender la docencia de un libro, pero si algún profesor encuentra ideas aquí que le sirven estaré encantada. No voy a describir una metodología porque esa siempre tiene que partir del área de conocimiento del profesor y de la observación de las carencias del alumnado. Uno solo puede enseñar lo que realmente domina, lo que entiende, lo que ha trabajado a fondo. Y tiene que ser capaz de adaptar ese conocimiento según las particularidades de sus alumnos. Un ejercicio puede ser muy indicado para uno y tener que cambiar el enfoque para otro. Esa enseñanza en la diversidad no es exclusiva en ámbitos de la discapacidad. En las clases “convencionales” los profesores siempre tenemos que afinar nuestras correcciones: en un mismo ejercicio un alumno tiene que soltar, otro sujetar más. Por eso, yo animaría a cualquier profesor con experiencia a no tener miedo a la inclusión porque ya está trabajando la diversidad. Eso sí, el tema de la inclusión es complejo y merece un análisis más profundo, en otro libro. ¿Es la inclusión siempre la mejor opción para la enseñanza? ¿Cómo podemos preparar el terreno para que la inclusión sea fructífera? Aquí en España estamos solo al principio de un proceso que seguramente va a ir a más. Pero tenemos que intentarlo. Buscar apoyos e información para poder hacerlo lo mejor posible. Meter la pata y sacarla. Buscar y crear situaciones donde la inclusión funcione y enriquezca a todos.

alineación de la pierna, de la pelvis, de la columna. Exploramos estas cuestiones a través de pautas de improvisación. Así los alumnos no están enfocando la memorización de pasos sino la esencia del problema técnico. Buscamos crear un cuerpo que sepa dónde hay que controlar y dónde hay que aflojar. El equilibrio entre sujetar y soltar, esa lección tan esencial en la vida, es también la clave para la técnica de danza. El funcionamiento de cada parte del cuerpo y cómo interactúan entre sí. El cuerpo es como una familia funcional donde los distintos miembros se apoyan mutuamente. A veces bailan todos juntos, a veces una parte es más protagonista y necesita más apoyo, pero es esencial que ese aportar apoyo no perjudique a ninguno. El cuerpo es como una comunidad o un grupo de danza: sus componentes saben trabajar juntos sin anular la identidad de cada individuo. El equilibrio entre el yo y el otro. El cuerpo es metáfora para la danza, y la danza metáfora para cómo puede ser el mundo.

Así que sigo con mi NO metodología, por si a alguien le sirve.

Vivir el espacio. Desarrollar la consciencia del cuerpo como un espacio y sentir que lo habitamos, vitalizarlo, componerlo. Hacemos ejercicios individuales para lograr esa consciencia de cuerpo/espacio. Trabajamos en parejas para explorar la relación de los volúmenes. Trabajamos en grupo para descubrir las posibilidades coreográficas del espacio. Dijo Eliade Mircea, en su magnífico libro Lo sagrado y lo profano: “Organizar un espacio es repetir el trabajo paradigmático de los dioses.” (¡No es un libro acerca de la danza, pero leedlo!)

En todas mis clases, desde las que son para personas con muchas limitaciones físicas hasta las que son para profesionales de la danza, parto del cuerpo, cómo funciona, las cuestiones básicas que permiten amplitud de movimiento y evitan lesiones: el control del centro; la conexión entre el centro y la base; la correcta

El ser humano es creativo, y la creación de espacios está en todos los mitos de la creación, en el urbanismo, en la arquitectura y en el arte coreográfico. Nos encanta bailar en grupo. El vacío se llena, el caos se ordena. El espacio cobra un sentido.


Y también enseño pasos. Coreografías. Aunque el aprendizaje de movimiento es complicado para principiantes y para personas con discapacidad, yo lo intento. Para que aprendan a aprender un paso de baile. Muchas veces encuentro mucho miedo, muchos bloqueos ante el aprendizaje. Es curioso cómo ese cuerpo consciente que logramos a través de los ejercicios pautados de improvisación se encoje ante una frase de coreografía. En toda la gama de mi enseñanza esa es la discapacidad más difícil de superar: todo el “ruido” interno que generan algunos alumnos ante el aprendizaje de movimiento concreto: “Que no soy capaz de aprenderlo,” “Que no me sale,” “Lo hago fatal,” etc. Y en el proceso de aprendizaje el cuerpo se bloquea y precisamente por eso no les sale. Intento silenciar todo ese ruido. Intento que lo que logramos en la improvisación se pueda aplicar a la coreografía también: esa amplitud de movimiento, ese control interno que permite libertad, ese vitalizar el espacio. Y si no “sale”, no pasa nada. Creo que la combinación de improvisación y coreografía es muy productiva en procesos de enseñanza. Una ilumina a la otra. Siempre les digo a mis alumnos que la meta es bailar la coreografía como si fuera improvisación, y que la improvisación tenga la inteligencia y consciencia de la coreografía. En la enseñanza con personas con discapacidad visual la palabra es sumamente importante. En otras situaciones el profesor se apoya mucho en el ejemplo, en

lo visual. Aquí podemos utilizar el tacto –que palpen el gesto, la posición; que les acompañemos en el movimiento– pero la precisión de la expresión verbal es crucial: emplear las palabras exactas para expresar lo que estás buscando. Es una enseñanza para el profesor, que sirve para refinar su capacidad de comunicación. Herramientas: En el desarrollo de este proyecto hemos podido disfrutar de las posibilidades que nos aportan las nuevas tecnologías. Escribo guiones en WORD para que entiendan la estructura coreográfica, se los envío por correo electrónico, y los puedan leer a través de programas como Zoom text o Jaws que los convierte en audio y/o los aumentan. Para los que no dominan esta tecnología los leo en su grabadora. También recurrimos a tecnologías más primitivas: dibujando el croquis del espacio en la espalda, por ejemplo. Para la audio-descripción de la acción del espectáculo hemos utilizado un sistema que tienen muchos teatros y que consiste en una sencilla tecnología de petacas y auriculares, también utilizada por personas con discapacidad auditiva. En este caso yo narraba la acción del espectáculo entero y ese canal de sonido conectaba con los auriculares.




CONTANDO MOMENTOS DEL ESPECTÁCULO DESDE ADENTRO



Solo quiero quedarme aquí, recogida sobre mí misma hasta volverme diminuta y que nadie pueda verme. Pero algo dentro de mí se niega a aceptarlo, así que desentumezco mis músculos y me incorporo. Miro mis manos, miro a mi alrededor, intento ver algo a lo lejos, pero no consigo distinguir nada. Tapo mis ojos con las manos, qué sentido tiene mantenerlos abiertos si no funcionan… Volar, volar con la ayuda de un compañero. ¿Hay mayor libertad? La música, el espacio, el contacto y tus propios movimientos. Esto que ves aquí soy yo, no tu prejuicio ni lo que esperas ver. Soy yo, la estrella que brilla sin permiso. Enfrentar el miedo, permitir que fluya y descubrir que después no hay nada, no hay discapacidad ni qué dirán, solo permaneces tú y el espacio que te invita a expresarte. Soy la cambiadora de forma, soy la danzarina sin norma. Sin normas, sin prejuicios, sin permiso, sin límites. Ana Zabalza

Noto que el espacio en el que me encuentro no está vacío. ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien puede verme? Pero, y ¿si existieran otras maneras de ver? Mis manos revolotean intentando tocar algo que pueda estar cerca de mí. Oigo ruidos, algo toca mi hombro, mis manos rápidas reconocen una mano, brazo y hombro; otra persona quiere comunicarse conmigo. Quiero captar su atención pero me evita. Noto su cercanía y le busco pero de nuevo me rehúye. Incluso cuando siento que me mira, sé que realmente no me ve, no puede hacerlo, no sabe cómo mirar más allá y descubrir juntos nuevas maneras de ver. Me alejo. Corro hacia las olas a dejarme llevar, perderme en su vaivén y continuar buscando. M.ª José Casado



No hace falta ver para sentir. Te veo y no te veo. Quiero verte y no quiero verte. Me encuentro con tu cuerpo y dibujamos un movimiento en el espacio. Escucho tu respiración y siento el contacto entre los dos. Me pierdo y no sé donde estoy, dónde termina mi cuerpo y dónde empieza el tuyo. Soy tu guía en este espacio oscuro. A través de mis ojos puedes mirar los tuyos. Camino en el espacio sin saber a dónde voy, dibujando con mi cuerpo un rincón de mi mente. Te encuentro y descubro el vacío entre mi cuerpo y el tuyo. Siento una forma en el aire, ya no sé si es mi brazo o el tuyo... nos fundimos en un mismo lienzo que compone este cuadro. No hace falta que vea tu cuerpo, tu rostro, tu torso... no necesito ver las apariencias; veo hacia mi centro y en él descubro, -te descubro-, caminando, saltando, girando, construyendo la coreografía de este silencio interno. Déjame llevarte, deja que mi cuerpo contacte con el tuyo y que la música nos dé un espacio común. No sé cómo mostrarte las líneas de mi cuerpo. Dudo, me pierdo, me asusto... entro en un espacio desconocido donde no veo el camino. A tientas me muevo en

un movimiento dubitativo y suelto de golpe los perjuicios de mi mente. Dejo que la intuición sea mi guía y me abro a escucharte, a sentirte, a olerte, a confiar en una mano que suavemente se apoya en mi hombro. Te empujo, me empujas y sin saberlo caminamos juntos en una línea. No vemos pero los dos nos encontramos agarrados de la mano en una misma dirección y sintiendo el mismo abrazo que nos hace uno. Una misma mirada más allá de los ojos. Agarro con firmeza tu cintura y caminamos en un mismo paso. Me suelto y empiezo a correr sin rumbo. ¿Dónde estoy? ¿Hacia dónde voy? Mi mente en movimiento frenético, mis manos y cadera hablan, mis pies gritan y mi torso exclama en espirales infinitas. Te encuentro y enfrento mi rostro con el tuyo. Lucho por ir hacia un lado pero tus brazos me empujan hacia otro. Me paro y escucho tu respiración entremezclada con la mía. Acaricio tu rostro y tu mano dibuja una suave línea en mi torso. Siento dentro de mí una mirada cálida, una mirada confortante que me hace sentir en casa. Gracias por este encuentro entre tu mirada y la mía. Ion Barbarin



VAMOS LLEGANDO AL FINAL



13 de abril Dentro de unos días voy a cumplir 60 años. Lo celebraré bailando. Tengo mis achaques. El cuerpo ya no es lo que era pero, por suerte, tampoco la mente. Voy ajustando mi baile a este nuevo cuerpo, soltando, pero no demasiado. Disfrutando de uno de los mayores regalos de la madurez: que por fin empiezo a traspasar la barrera de mi limitada manera de ver. Agradezco profundamente a todos los que me habéis acompañado en este viaje: a las inagotables Kati y Maite que han estado a mi lado en todo el proceso; a la salud pública Navarra que me ha salvado la vida; a Blanca, Jesús y Paco que han tenido que reinventar sus disciplinas; a Innova Cultural, Obra Social la “Caixa”, Fundación Caja Navarra, la ONCE de Navarra, el equipo del Centro de Arte Contemporáneo de Huarte y de la Casa de Cultura de Zizur Mayor por su apoyo; a Jon Muñoz, nuestro súper-suplente, joven promesa; a Ana Ibañez que ha dado forma a este libro; y, por supuesto, a esos diez bailarines maravillosos que han confiado en este proyecto, a lo cual se han entregado en cuerpo, alma y corazón. Y gracias a vosotros, estimados lectores, por acompañarnos en esta aventura. Becky Siegel


Del cuaderno de la coreógrafa. “Mapa” de un fragmento de coreografía Empezamos juntos; nuestros caminos líneas paralelas. Después, nos separamos: líneas divergentes, curvas. Al final nos volvemos a encontrar. Distintos caminos para llegar a un mismo sitio. El espacio tiene un discurso.




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