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VªÉPOCA Teléfono 914 63 99 60. www.justayrufina.org ●●14 de Octubre de 2018● XXVIIIº DOMINGO- TIEMPO ORDINARIO●CICLO B●●
N. º396
SABIDURÍA Y DESPRENDIMIENTO Dos grandes temas de profundo valor teológico se nos proponen a nuestra consideración en este vigésimo octavo domingo ordinario: ¿en qué consiste la verdadera sabiduría? ¿Qué hay que hacer para seguir verdaderamente a Cristo?
La primera lectura de la Misa es el elogio que el rey Salomón hace de la sabiduría, obtenida a través de la plegaria. Es un don mayor que toda riqueza, más que los cetros y los tronos, más que la salud, la belleza y la luz del día. En la Biblia la sabiduría no es la acumulación de conocimientos adquiridos con la experiencia de la vida, el estudio y el trato con los hombres sabios. Tiene una dimensión religiosa, es fruto de la cercanía a Dios, el Sumo Sabio, y se expresa en la piedad y en la observancia de la ley. En el mundo de hoy, ¿se puede llamar sabio al hombre espiritual? Evidentemente que sí. Porque el hombre sabio es el que intenta ver y juzgar las cosas y los acontecimientos como los juzga Dios: guiado por el Espíritu de la Sabiduría y ayudado por la fe traspasa las apariencias y trata de llegar hasta el interior. La verdadera sabiduría, hoy como siempre, no es principalmente un acto de la inteligencia, sino del corazón, es decir, de toda la persona. La sabiduría espiritual es gustar y ver qué bueno es el Señor. El segundo tema es el desprendimiento, dejar lo que se tiene para seguir a Cristo. El joven que se acercó a Jesús había cumplido los mandamientos desde pequeño, y estaba lleno de ideales más altos y de aspiraciones más grandes. Porque era bueno y bien intencionado, quería superar la simple observancia de la ley, para no quedarse en una religión de obligaciones cumplidas. De repente, Jesús le propone, con mucho amor, algo nuevo, impensado. Es llamado a un radicalismo para seguirle. Para emprender la aventura del Espíritu hay que ser capaz de dejar todo: riquezas, relaciones útiles, buen puesto en la sociedad. Vender los bienes materiales es adquirir la libertad interior, superar ataduras terrenas, abandonar privilegios confortables, para alcanzar la disponibilidad del corazón que hace al hombre pobre de espíritu y rico en Dios. El joven rico del evangelio (y nosotros también) es invitado a vivir un “éxodo” pasando del “tener” al “ser”, del “poseer” seguridades materiales al “ser” discípulo de Jesús. Es necesario descubrir a Dios como el gran tesoro, el sumo bien, la plena felicidad, para no hacer de las riquezas terrenas un “dios”, al que se rinde culto a cualquier precio. Lo que pide Cristo es valentía para saber dejar cosas y recibir el evangelio, hacerse pobre en el presente para ser rico en el futuro.
Andrés Pardo