Hoja parroquial de Santa Justa y Santa Rufina

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Misas: Lunes a viernes: 10:00 y 19:30. Sábados: 19:30. Domingos: 9:30, 11, 12:30 y 19:30. Festivos: 9:30, 12:30 y 19:30

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VªÉPOCA Teléfono 914 63 99 60. www.justayrufina.org ●●21 de Octubre de 2018● XXIXº DOMINGO- TIEMPO ORDINARIO●CICLO B●●

N.º 397

DE LA PALABRA A LA VIDA Las lecturas de este domingo manifiestan la belleza de la pedagogía con la que la Iglesia nos instruye cada semana: Llevamos en el Tiempo Ordinario desde mayo, en el seguimiento de Cristo, de domingo a domingo… en este tiempo su Palabra ha ido calando en nosotros, de tal manera que el Señor ha ido preparando nuestro corazón para que podamos decidir por Él en los momentos cruciales, en los momentos decisivos. Estamos llegando al final del tiempo, del año litúrgico, que en estos últimos domingos nos hablarán de la escatología, del final de todo, y por lo tanto a los momentos de permanecer con el Señor. Es por eso que el domingo anterior escuchamos una mala elección, pobre en sabiduría, la del joven rico, y es por eso que hoy se nos presenta cómo eligen, cómo razonan, los discípulos… los primeros sitios… Que cuando todo este camino pase, nosotros tengamos los mejores sitios. Por eso, este domingo, a la escucha de este evangelio, Jesús nos quiere preguntar también: ¿Qué vais a dejar vosotros? ¿Hasta cuanto estáis vosotros dispuestos a dejar? Los discípulos han sido capaces de dejar su casa, pero no sus ambiciones. Han sido capaces de dejar atrás a sus familias, pero no sus sueños de éxito, han dejado incluso un trabajo seguro, pero no sus planes y sus aspiraciones. Por eso, los discípulos tienen que aprender que ellos no son los primeros en nada más que en la entrega de la propia vida. El camino de Jesús con los discípulos es un camino en el que busca ensanchar su corazón, abrirlo para que puedan acoger ese ser último que no tiene ninguna gracia, que está lleno de incomodidades y dificultades. ¿Por qué los prepara para ello? Porque eso es lo que más los une con Jesús. Nada de lo que puedan elegir, nada de lo que puedan hacer o esforzarse, les va a unir tanto con Él. Esta unión con los discípulos está representada en la imagen del cáliz: el cáliz es la imagen de su unión y también de la nuestra, es el signo de la nueva Alianza. “Mi cáliz lo beberéis”. Por esto, acercarse a comulgar, acercarse al altar y decir “Amén” no es ni más ni menos que aceptar lo que más nos acerca a Jesús, es reconocer que hay en nosotros una disposición a abandonar aquello que nos aleje de Él, aquello que nos haga murmurar o planificar acerca de cómo mantener privilegios, facilidades, reconocimientos, y a la vez seguir al Señor. No, no se puede, porque “mi cáliz lo beberéis”. La Iglesia nos advierte, entonces, al llegar este domingo con estas lecturas, acerca de la importancia que tiene también nuestra forma de decir “Amén”: la llamada del Señor a los discípulos es gratis, sin embargo no les sale gratis, les lleva a beber del cáliz. La llamada que el Señor nos hace cada domingo a su altar, con la que nos invita a entrar en comunión con Él, es gratis, pero no sale gratis, pues nos compromete a una vida entregada como la suya. Nuestra celebración y nuestra vida están tan unidas como lo estaban el camino de los discípulos con el maestro y el cáliz. ¿Vemos la relación entre lo que celebramos y lo que vivimos? ¿Estamos dispuestos a participar en esa entrega, ya anunciada por Isaías, del Señor y de su pueblo? ¿Estamos convencidos de que el Señor nos cuida, de que el cáliz es signo de unidad incluso en la dificultad? Llegamos al final, no podemos perder de vista a Jesús; no en lo que dice, pero tampoco en lo que hace. Así, su camino de humilde servicio a los hombres será visible si nosotros, sus discípulos, lo aceptamos también para nuestra propia vida. Diego Figueroa


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