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HOJA PARROQUIAL
IVªÉPOCA PARROQUIA DE SANTA JUSTA Y SANTA RUFINA. SANTA ÁUREA, 7. MADRID Teléfono 914 63 99 60. www.justayrufina.org ●● 27 de MAYO de 2018● VIIIº DOMINGO - TIEMPO ORDINARIO●CICLOB●●
N. º388
“CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD, SON LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA”
Llama la atención que el ser humano, para ser feliz, necesite de los demás, de otros “tú” humanos como él. Nadie puede hallar la felicidad en la soledad. Antes bien, es a quedarnos solos a lo que tanto tememos, lo que menos queremos, pues una profunda tristeza y desolación inunda a quien carece de alguien que lo ame y a quien pueda amar. Mientras que la tristeza inunda a quien se halla existencialmente solo, la alegría y la felicidad rebosan del corazón de quien experimenta el amor y la comunión con sus seres amados. Sí, el más auténtico y profundo gozo procede de la comunión de las personas, comunión que es fruto del mutuo conocimiento y amor. Sin el otro, y sin el Otro por excelencia, la criatura humana no puede llegar a ser feliz, porque es imposible que se realice como persona humana. Sin duda parece muy contradictorio que la propia felicidad la encuentre uno no en sí mismo, sino “fuera de sí”, es decir, en el otro, en la comunión con el otro, mientras que la opción por la autosuficiencia, por la independencia de los demás, por no amar a nadie para no sufrir, por el propio egoísmo, aparta cada vez más del corazón humano la felicidad que tanto busca y está llamado a vivir. Quienes por cualquier razón optan por cerrarse a los demás terminan frustrados y amargados en su búsqueda de la felicidad, concluyendo equivocadamente que ésta en realidad no existe, que es una bella aunque inalcanzable ilusión para el ser humano. El fracaso en la búsqueda se debe no a que no exista, sino a que han equivocado el camino. ¿Y por qué el Señor Jesús quiso hablarnos de la intimidad de Dios? ¿Por qué es tan importante que el ser humano comprenda algo que es tan incomprensible para la mente humana? ¿Dios uno, y al mismo tiempo tres personas? Sin duda podemos encontrar una razón poderosa en la afirmación de Santa Catalina de Siena: «En tu naturaleza, deidad eterna, conoceré mi naturaleza». El ser humano es un misterio para sí mismo, y «para conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre integral, es necesario conocer a Dios» (S.S. Pablo VI). Conocer a Dios, el Misterio de la Santísima Trinidad, es conocer mi origen, es comprender el misterio que soy yo mismo, es entender que yo he sido creado por Dios-Comunión de Amor para participar de su misma vida y comunión, para participar de la misma felicidad que Él vive en sí mismo. Así pues, lo que el Señor Jesús nos ha revelado del misterio de Dios echa una luz poderosa sobre nuestra propia naturaleza, sobre las necesidades profundas que experimentamos, sobre la necesidad que tenemos de vivir el amor de Cristo y la comunión con otras personas semejantes a nosotros para realizarnos plenamente. En efecto, creados a imagen y semejanza de Dios, creados por quien es Amor y para el amor, necesitamos vivir la mutua entrega y acogida que viven las Personas divinas entre sí para llegar a ser verdaderamente felices. Y el camino concreto para vivir eso no es otro que el que Jesucristo nos ha mostrado, el de la entrega a los demás, del amor que se hace don de sí mismo en el servicio a los hermanos humanos y en la reverente acogida del otro: «ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 15,12).