Pueblos con sabor a Cacao

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Contenido

Capítulo 1 La pepa de oro

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Introducción

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La propuesta

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Inicios

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Estructura

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Objetivos

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Características del cacao

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Capítulo 2

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La gente del cacao

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Una ruta de aromas

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Los hombres y mujeres del cacao

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Los promotores, inicio de las capacitaciones

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Capítulo 3 La capacitación fortalece la cadena

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Poda

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Viveros, reforestación e injertos

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Cultivo orgánico

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Cosecha, fermentación y secado

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Capítulo 4 La organización fortalece a la gente

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Tierra legalizada

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Organizaciones consolidadas

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Capítulo 5 El eslabón final: certificación orgánica y comercialización asociativa

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La red de centros de acopio

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Sub centros de acopio

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Certificación orgánica

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Resultados de una labor conjunta

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Capítulo 6 Salud y Educación

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Capítulo 7 Una cadena fortalecida

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Capítulo

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La pepa de oro Introducción El amarillo y el café rojizo de las mazorcas maduras del cacao resaltan en el verdor de la tierra en la que nacen, Esmeraldas. En esta provincia, verde por sus selvas, se cultiva una de las variedades de cacao más apetecidas en el mundo, el cacao fino y de aroma. Por más de dos siglos, el cacao ha sido cultivado en tierras ecuatorianas, su producción contribuyó, en un inicio, a financiar las luchas libertarias y, luego, al desarrollo nacional en las primeras décadas del siglo XX. Las subsecuentes enfermedades y plagas diezmaron aquella industria en esos primeros años. Si bien el Ecuador sigue siendo un país productor de cacao, los pequeños agricultores desconocen en gran medida el manejo adecuado para su cultivo, cosecha y comercialización. Ello afecta a la productividad, así como a la calidad de su cacao y ha minado, por tanto, los beneficios que con él pueden obtener para que mejoren su calidad de vida. Muchos pequeños productores dejaron que sus árboles cacaoteros crezcan en el olvido, y se dedicaron a otros cultivos y actividades que generasen algún ingreso que les permitiera subsistir. La pobreza fue germinando en estas zonas ricas en recursos y vida.

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3.000 familias participantes.

Esta situación ha empezado a cambiar para ellos, pues es con los pequeños productores que el Fideicomiso Ecuatoriano de Cooperación para el Desarrollo, FECD, ha emprendido un trabajo sostenido para, con una labor en conjunto, mejorar la calidad e incrementar la producción del cacao y, así, lograr que ese sea el medio por el cual la gente salga adelante.

La propuesta Por varios años, y a través de distintos proyectos desarrollados en Manabí, Santo Domingo, la Amazonía y Esmeraldas, el FECD ha invertido en el cacao fino y de aroma, porque ha visto en este cultivo una oportunidad, con gran potencial de crecimiento, que permitirá a la gente mejorar sus ingresos y su calidad de vida en general. Hoy los esfuerzos se han concentrado en consolidar el trabajo realizado anteriormente a través del fortalecimiento de la cadena productiva, cuyo énfasis, sin descuidar, claro está, los procesos que van desde el cultivo hasta la poscosecha, se ha puesto en la comercialización asociativa. Esta iniciativa se realiza a través de dos proyectos, con objetivos comunes, que llegan a 162 comunidades y


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Inicios.- Una serie de dificultades eran las que debían enfrentar las organizaciones comunitarias en los distintos cantones en los cuales se desarrollan los proyectos. Estas dificultades no permitían que el trabajo realizado tuviese los resultados esperados. La falta de ingresos para las familias era constante. Si bien estas organizaciones ya llevaban algún tiempo constituidas, su capacidad organizativa era débil y no todas tenían una constitución legal. No existía un adecuado sistema de comercialización y la legalización de la tierra era otro de los problemas que aquejaban a los productores. Esta situación creaba un clima de desmotivación en los pequeños agricultores para dedicarse con empeño al cultivo del cacao, no había réditos que justificaran el trabajo, el abuso de los intermediarios era una constante;

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en los cuales participan 3.000 familias. Se desarrollan en la provincia de Esmeraldas, en los cantones Esmeraldas, el un proyecto, y en Río Verde, Eloy Alfaro y Quinindé, el otro. Los proyectos son ejecutados por el Ilustre Municipio de Esmeraldas y por la Asociación de Productores Agropecuarios Autónomos “Eloy Alfaro”, respectivamente.

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75% de incremento en la productividad de cacao por hectárea.


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todo este cúmulo de problemas provocaba altos grados de pobreza en la zona. Con estos antecedentes, para los cuales una salida clara no se vislumbraba con facilidad, las organizaciones comunitarias, en el caso de los cantones Eloy Alfaro, Quinindé y Río Verde, lideradas por la Asociación de Productores Agropecuarios Autónomos “Eloy Alfaro” decidieron participar en la convocatoria organizada por el proyecto Fronteras Productivas, del FECD, cuyo objetivo era el apoyo a iniciativas para el desarrollo de capacidades locales –productivas y organizativas– en las provincias fronterizas. De igual manera, surgieron iniciativas de las juntas parroquiales en el cantón Esmeraldas. Las propuestas fueron acogidas y tuvieron el financiamiento y el apoyo técnico para la realización de los anteproyectos, que pronto se convertirían en los proyectos que actualmente, con el aporte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, impulsa el Fideicomiso Ecuatoriano de Cooperación para el Desarrollo FECD, los cuales ya llevan 15 meses en ejecución y cuyos logros siguen motivando la participación de cada vez más gente que desea incorporarse.


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El proyecto se desarrolla en 162 comunidades.


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12 Estructura.- Los proyectos est谩n estructurados sobre la base de los siguientes componentes:

Producci贸n con enfoque de mercado

Organizaciones consolidadas

Manejo territorial

Salud y educaci贸n


Objetivos • Reducir la pobreza en la zona de influencia de los proyectos • Incrementar el ingreso familiar en 30% • Fortalecer las organizaciones • Incrementar el volumen anual de comercialización asociativa • Incrementar la producción de cacao por hectárea

• Mejorar la calidad del cacao


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Características del cacao Fino y de aroma lo llaman, no son casualidad aquellos adjetivos, pues sus cualidades de sabor y aroma son excepcionales y las del cacao ecuatoriano tienen, además, características únicas, como el aroma floral. El cacao nacional es conocido también como “Sabor Arriba”. Esta curiosa denominación, que identifica al cacao ecuatoriano, data de la forma cómo se obtenía el cacao en el país hace más de dos siglos. En aquella época los agricultores debían navegar río arriba, hacia las cuencas altas de los ríos Babahoyo y Daule, para llegar a las zonas donde se producía esta variedad. De ahí aquel nombre “Sabor Arriba”, o simplemente “Cacao Arriba”, como también se lo conoce hoy.


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Este es un cacao de calidad, a diferencia de otras variedades forasteras que se cultivan muy poco en el país, pero sí en otros lugares del mundo. Su pepa es de menor tamaño y sus árboles cargan menos mazorcas. La variedad forastera es un cacao que produce cantidad, pero su demanda en el mercado internacional no es tan alta, porque su calidad no se compara siquiera con la del Fino y de Aroma. El cacao que se cultiva en Esmeraldas es una planta noble, su cultivo es amigable con el medio ambiente. En los bosques de cacao existe vida, son hábitat de pequeños animales y aves. Esta es una cualidad más que hace del cacao, una planta apta para cultivarla en esta provincia verde, rica en flora y fauna, donde cultivos de otras especies, han ocasionado daños ecológicos.


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Capítulo

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La gente del cacao Una ruta de aromas El sol caía sin que uno tuviera espacio para hacerse a un lado, el río no esperaba, la lancha ya lo estaba navegando. Poco a poco van apareciendo las casas y la gente a la orilla. Pequeñas y pintorescas, aquellas estructuras de dos pisos, siempre que el río crece, por lo general cada invierno, suelen hospedarlo en su planta baja. La gente ya se ha acostumbrado a vivir con el huésped inundando su espacio; ha sido así por décadas. La vida transcurre sin que hubiera tiempo para sacarla a secar al sol, los días corren y todo sigue con su color verde. Guapilar, uno de tantos otros lugares con aroma de cacao, está a una hora de ese recorrido en lancha por aquel gran río, Cayapas se llama, que marca la Ruta del Cacao. Ahí, en Guapilar, se encuentra Gilberto España, arraigado a su tierra como el cacao que en ella habita. Él dirige a su comunidad tan bien como lo hace con su lancha para salir y regresar de Guapilar, por lo general con el fin de transportar, a Chontaduro, el cacao que en ella se cosecha y que se lo almacena en el sub centro de acopio que ahí administra.

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Internados en el bosque de la selva esmeraldeña, se encuentran los árboles de cacao de la comunidad. Cada pequeño agricultor tiene su terreno en el cual cultiva, además, otras especies frutales que se dan en la zona. Ellos, al igual que los pequeños productores de otras comunidades, parroquias y cantones, a los cuales llegan los proyectos, han sido visitados por los promotores, quienes les han impartido capacitación sobre el manejo y producción del cacao. Así, la ruta, a más de Guapilar, comprende otros lugares igual de maravillosos, igual de recónditos, ubicados en Río Verde, Eloy Alfaro, Quinindé, donde la naturaleza se la vive a plenitud, y también comprende el cantón Esmeraldas que abarca a ocho parroquias: Tabiazo, Vuelta Larga, Carlos Concha, San Mateo, Chinca, Majua, Tachina y Camarones. Ahora, sus habitantes, se encuentran comercializando su cacao a peso y precio justo. Su vida, como la de más de 3.000 agricultores beneficiados ha empezado a germinar, sus esperanzas ahora las tienen en el Cacao Nacional, Fino y de Aroma.

284 fincas con levantamiento topográfico.

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Los hombres y mujeres del cacao

250 nuevas hectáreas de cultivo de cacao.

Un hombre de avanzada edad y apasionado por el cacao es Washington Lemos, él ha cultivado, por años, las mazorcas. El entusiasmo con el que ha recibido el proyecto, cuyos beneficios le son palpables, lo ha transmitido a toda su familia. Washington dice que es un renaciente del cacao, sus antepasados, cuenta él, “tomaban el cacao amargo, pues no había azúcar, eso los hacía robustos”. “Nosotros los renacientes también nos acostumbramos a sembrar y en esas épocas también comenzamos a vender, pero barato nos daban. Entonces, era un rubro que no lo seguíamos porque no había esta demanda que hay ahora”. Hoy las cosas han cambiado para Washington Lemos, él ha visto en las capacitaciones la forma para que sus tierras produzcan más y para que los beneficios obtenidos por la venta del cacao lleguen a convertirse en su principal ingreso.


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“Nos han preparado con la técnica cómo se cultiva el cacao. Entonces nos han levantado un interés de sembrar y todos estamos sembrando, porque en esta zona se da y gracias a Dios tenemos el cacao fino y de aroma”. Su ánimo motiva. En él, más allá de la edad, se encuentra la fuerza de su espíritu para seguir adelante e impulsar a sus hijos a caminar por esa senda. “Tenemos con mis hijos más de diez hectáreas de cacao –comenta Washington– estoy motivado porque ahora es el rubro que nos está dando mucho”. Desde que participa en el proyecto, sus hijos, sus yernos, sus nietos, todos se encuentran incentivados y son ahora la nueva generación, los nuevos “renacientes del cacao”, como dice él. Pero, a diferencia de las generaciones pasadas, ellos han encontrado en su proyecto, la alternativa para hacer del cacao el sustento que les puede brindar mejores condiciones de vida. “Ahora todos están entusiasmados y han empezado a sembrar gracias a este viejo que no vendió las tierras años atrás”, dice contento uno de sus hijos.

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Más de US$ 2´318.000 comercializados asociativamente en un año y medio de gestión.


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Los promotores, inicio de las capacitaciones Con la mochila al hombro y muchas veces sumergidos en el lodo, los promotores no escatiman esfuerzos por llegar a todos los sectores con el fin de incentivar a la gente para que participe. De esta manera, poco a poco se fue creciendo, la gente se ha ido sumando y ahora es un grupo conformado por 3.000 familias que se encuentran ubicadas en 162 comunidades a las que llegan los proyectos. La gente vive en los lugares más recónditos, a las orillas de los ríos, a horas de caminata a pie o a lomo de burro por senderos maltrechos, ahí tienen sus tierras y cultivos y hasta allá han llegado los promotores para crear lazos de amistad, comunión y trabajo mancomunado para salir adelante entre todos, cada uno aportando su parte. “Las capacitaciones han sido buenas porque hemos aprendido a podar, a fermentar, a mejorar la calidad”, cuenta Gumercindo Villamarín, en la parroquia Camarones del cantón Esmeraldas.


Los promotores son gente de las comunidades que han decidido participar con decisión y han sido preparados por técnicos de los proyectos especialistas en cacao, para que diseminen y siembren los conocimientos en las distintas comunidades a las que llega el FECD. Uno de ellos es Milton Bone, un hombre de mediana edad, con un inmejorable estado físico y con un férreo compromiso con el proyecto y con las comunidades. Es gracias a la ayuda y participación de estos hombres y mujeres, que el proyecto puede seguir creciendo. “A veces no había transporte, había que ir a pie. También al río, cuando no hay cómo pasarlo, hay que hacerlo nadando. De pronto viene un aguacero y uno continúa con el aguacero, viene el sol y uno sigue; llega a una casa y uno se cambia, hasta llegar a las diferentes comunidades. No importa el clima, estas caminatas no me hacen nada, las tengo como deporte”, dice Milton, orgulloso de su labor. Y ese trabajo lo reconoce Washington Lemos, en el cantón Río Verde: “las primeras capacitaciones empezaron con el FECD aquí. Los promotores comenzaron a andar por aquí, incentivándonos. Con la mochilita al hombro en el invierno, con el lodo a las rodillas, pero andaban”. “Ellos conversaban y nos incentivaban de que había el FECD que estaba apoyando y que el cacao iba a ser un rubro muy valioso. Y después vinieron ya a los cacaotales con los técnicos y nos enseñaban cómo se cultivaba. Venían con las motosierritas que recién las conocíamos por estas partes”, recuerda Washington.

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Capítulo

La capacitación fortalece la cadena Esmeraldas, por décadas, ha sido una tierra en la cual se percibe el aroma del cacao. La gente lo ha cultivado por generaciones, pero sin el cuidado adecuado, ni con el manejo técnico con el que ahora lo hacen. Poco a poco los árboles envejecieron y su producción, a causa del manejo inadecuado y las enfermedades que afectan a los cacaotales, fue disminuyendo. Si “cuando los árboles eran jóvenes –dice Darwin Benítez, en la comunidad de Venado– producían hasta veinte quintales por hectárea, años más tarde ya no pasaban de cuatro quintales”. Así lo recuerda también su padre, Fernando Benítez, hoy también un entusiasta agricultor que ha visto en el proyecto nuevas perspectivas para su cacao: “Hace 28 años las plantas producían, en ese tiempo no había tanta maleza, era poco lo que el cacao se dañaba. Luego dejaron de producir y ya no me daban ingresos, de cada 100 mazorcas sólo podía coger unas 10 buenas”. Esa es la situación que hoy se está revirtiendo. Con las indicaciones adecuadas para realizar el manejo del cultivo, la cosecha y poscosecha del cacao, los árboles han vuelto a la vida, las mazorcas han renacido para brindar a la gente una nueva oportunidad, una nueva vida asentada en el cacao, es la que se está gestando.

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“Llegamos a las diferentes comunidades y conversamos con las personas para indicarles sobre el proyecto. La comunidad escoge a un líder. Ya interesados en participar, nos ponemos de acuerdo en las fechas y empezamos a venir –cuenta Milton Bone, promotor agrícola comunitario, y continúa–: la capacitación es un proceso, los temas son poda, injertos, fertilización. Otro es la construcción de viveros, producción orgánica, comercialización”. Y, Nicanor Ramírez, en Guapilar, dice contento: “Con las capacitaciones, hasta donde vamos, vamos bien”, al ver que sus cacaotales han vuelto a producir. Y, de igual manera, sostiene Laydy Rúa, en la comunidad Bocana, del cantón Esmeraldas: “El proyecto nos está dando un buen beneficio, porque antes no sabíamos estas prácticas para cultivar el cacao, para salir adelante”.


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La Gente de la Caña Guadúa

Poda La poda es el método con el cual se puede controlar las enfermedades que afectan a los árboles de cacao, además de que, con la técnica adecuada, puede lograr que los árboles incrementen su producción. Los pequeños agricultores, al pasar por alto la importancia de la poda, o por desconocer sus beneficios, permitían que sus árboles crezcan y lleguen a las alturas. Pensaban que no era necesario cortarlos, que debían crecer, mientras más alto, mejor. Para muchos era causa de pena podar sus cacaotales. No obstante, el no hacerlo constituía la razón para que las mazorcas hayan dejado de brotar y, de las pocas que lograban hacerlo, muchas de ellas se dañaban, afectadas por la escoba de bruja, la monilla, entre otras enfermedades que perjudican al buen desarrollo de los cacaotales. “Antes de que llegue este proyecto, nosotros no sabíamos lo que era manejar el cacao. Prácticamente uno dejaba a la voluntad de Dios, nada más. Simplemente si el árbol cargaba cosechábamos, sino no”, cuenta Gustavo Benítez, en el recinto Venado.

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Los agricultores han mejorado 100% su producción con las nuevas técnicas de poda.


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Así también lo recuerda Washington Lemos, en la comunidad de Chélmere:

20% de incremento en el precio de compra al productor.

“Una de las cosas que ignorábamos era que una planta se iba arriba. Uno bien arriba veía a las mazorquitas. Entonces como las apetecíamos para la venta, se subían muchachos con una palanca. Pasábamos trabajo, pero con el método que nos enseñaron estos técnicos, queda el cacao bonito, bajito. Entonces uno lo coge con más facilidad”. Porque esa es una de las finalidades de la poda, mantener los árboles a baja altura. Así, al no crecer hacia arriba, los nutrientes van a las ramas bajas y producen una mayor cantidad de mazorcas. Además, al estar las mazorcas a baja altura, se facilita la cosecha. “Con la poda, al cacao lo estamos rejuveneciendo, es decir, como que usted vuelve a sembrar una planta joven”, dice Gustavo Benítez, a la vez que su hermano Darwin opina: “ahora las cosas están cambiando, lo que marca la diferencia acá es la poda, porque estas son plantas que antes producían bastante, pero con el tiempo se fueron dañando. Ahora con el manejo, las plantas están mejorando, nuevamente produciendo, cambiando totalmente”.


Y así también lo confirma Milton Omar Cheme, en la comunidad de El Tigre, en el cantón Esmeraldas: “con la poda el cacao ha cambiado bastante, nunca antes lo habíamos tratado así. ¡Con la poda ha mejorado bastante!”.

Viveros, reforestación e injertos “Hace unos meses atrás, para el concurso hicimos un vivero grande entre los socios y, de ahí, nos repartimos las plantas. Toditas esas plantas ya están sembradas”, cuenta Gilberto España, al recordar una de las iniciativas implementadas por el proyecto: el concurso de viveros.

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250.000 nuevas plantas de cacao producidas en viveros.

Con el fin de incentivar la participación de la gente, motivarlos en la siembra de cacao y reforestar varias hectáreas con nuevas plantas, se llevó a cabo esta iniciativa, cuyos resultados fueron halagadores: se cultivaron 250.000 plantas de cacao que fueron repartidas entre los participantes, a la vez que cada uno pudo reproducir la experiencia adquirida en el manejo de las plantas en sus propios terrenos. “Cada comunidad participaba con cinco o diez mil plantas. Había un jurado que calificaba el proceso que se había hecho en el vivero” –cuenta Milton Bone–. Con las plantas repartidas, se reforestaron 250 hectáreas y, además, con los conocimientos adquiridos, la gente por iniciativa propia, ha sembrado 300 hectáreas adicionales”.


Para Lucino Medina, el proceso para hacer su vivero y realizar el cultivo no le ha sido difícil: “primero se prepara la tierra con el abono – cuenta–, luego con esa tierra se llena las fundas y se trasladan al sitio donde va a ser el vivero. Para obtener las plantas, se trata de identificar a los mejores árboles, los más sanos y los que más producen. Estas plantas son reproducidas en los viveros, donde pueden permanecer entre dos y cuatro meses, “mientras más grande se la siembre, más fuerte se hace”, cuenta Milton. Una vez que las plantas están listas, se procede a injertarlas. Este procedimiento se hace para que los árboles produzcan en mayor cantidad y con mayor rapidez. Se eligen a los mejores árboles para obtener de ellos una rama (vareta) que será injertada en las nuevas plantas que se están cultivando. Así se mejora la especie. “Estamos trabajando los viveros en grupos, se está capacitando a la gente. Se comparte bonito. La gente no había conocido sobre el injerto”, manifiesta en Chumundé, Dailer

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Caicedo. Pero hoy es distinto, con las capacitaciones la gente ya conoce el proceso y sus beneficios. Así lo asegura Darwin Benítez, en el recinto Venado, en Río Verde: “los injertos son clones, es decir de una planta productiva se sacan otras diez parecidas a esa. Por eso aquí la gente ha aprendido a diferenciar lo que es el árbol patrón, que es el árbol dentro de la plantación que más produce, y de ese se saca las ramas para injertar”, mientras María Leandra Sánchez comenta con una sonrisa: “yo ya tengo mi vivero. Tengo 250 plantas de cacao aquí. También ya he vendido”. De igual manera, contento y seguro de que el cacao le brindará, tanto a él como a sus hijos un mejor futuro, Rider Lemos dice: “en este momento estoy con tres hectáreas para sembrar cacao, porque me ha interesado el cultivo. Dejo también a mis hijos, para que el día en que yo ya no esté, ellos también cosechen”.


Cultivo orgánico La utilización de químicos para fumigar los cultivos no sólo afecta a la calidad del cacao, sino también a la salud, tanto de la gente que lo consume, como a la de los pequeños productores, que constantemente están expuestos a esas sustancias. Hoy la gente de los cantones Esmeraldas, Río Verde, Eloy Alfaro, Quinindé, están conscientes de aquella situación y son productores comprometidos con el proceso de cultivo orgánico, deseosos de trabajar “como lo hacían nuestros viejos”, dicen ellos. Y así lo están haciendo, sin químicos, pero con la diferencia y beneficios que se obtienen al aplicar las técnicas adecuadas de cultivo. Milton Cedeño, en el recinto Julián, ha vivido en carne propia los estragos que el uso de químicos puede causar a la salud. Él, por meses, pasó inhabilitado, luego de que recibiera una alta concentración de químicos en el momento que estaba fumigando uno de sus cultivos. “Sí es verdad que hace daño, inclusive yo aquí, hace tres años, casi me muero fumigando con químicos. Toda, toda la piel la boté, yo estaba como aserrín. Todo por ese líquido, ahora evito los químicos”. “Con los incentivos del proyecto, la gente poco a poco ha aprendido a trabajar orgánicamente”, sostiene Fernando Benítez, en el recinto el Venado, y su hijo Darwin tiene también muy clara la importancia de este proceso: “Desde mi punto de vista puede mejorar el precio, puede mejorar todo, pero si no se produce orgánicamente, nosotros mismos nos estamos envenenando”. Así, con esfuerzo y con la disposición de los pequeños agricultores, el FECD ha impulsado el cultivo orgánico porque de esta manera, y la gente ahora lo sabe, se cuida la salud y se obtiene un mejor producto, más sano y de mayor calidad.

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En lo que se ha trabajado y se sigue impulsando, es en las técnicas para mantener los cultivos sanos para que los agricultores eviten la utilización de fungicidas, fertilizantes, herbicidas químicos, pues todo tiene una alternativa natural.

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“Aquí en la zona el cultivo lo hacemos natural, como nuestros viejos lo hicieron”, cuenta Milton Bone y afirma Ramón Angulo en El Timbre, cantón Esmeraldas: “el cultivo orgánico es lo mejor. Yo tengo salud. No estamos envenenándonos”.

Darwin Benítez, motivado por estas prácticas que ha aprendido, lo cuenta así:

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“Nos enseñaron que en vez de usar herbicidas, se siga usando el machete, en vez de fungicidas, usar tés con preparados orgánicos. ¡Sí se están dando alternativas al productor!”.

Cosecha, fermentación y secado Chalo llaman a la cesta forrada con hojas, en la cual los cacaoteros colocan el cacao recién cosechado. Una vez llegado el momento, cuando las mazorcas están maduras, su color y aroma característicos serán la señal para cortarlas, luego colocarán sus pepas, dulces como las de una guaba, en los cestos. Al fermentarse y secarse, la pepa de cacao adquirirá su sabor particular. Pero éste también es un proceso que requiere de los cuidados adecuados para asegurar que el cacao conserve sus propiedades y no pierda calidad. Así, los agricultores, expertos en el uso del machete, cosechan las mazorcas que da cada árbol y con gran experticia, las abren para extraer de ellas su contenido. Ellos saben ahora que no todas las mazorcas son buenas, es necesario seleccionarlas y no mezclar las pepas blancas con las de las mazorcas pasadas o enfermas, pues, al hacerlo, se perjudica la calidad del cacao que se obtendrá. Este es un proceso que no acostumbraban realizarlo, debido a que los intermediarios solían comprarles todo lo que producían sin ninguna distinción. Esta mala práctica ha provocado no sólo el hecho de que los


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agricultores recibieran bajos precios por sus cosechas, sino también que la calidad característica del cacao ecuatoriano disminuya, y no sea la adecuada para la exportación. Por ello, los proyectos han considerado todos los cuidados necesarios para realizar este proceso: “Aquí la gente ya está aprendiendo a seleccionar el producto. Ese es un cambio muy importante, no mezclar todo, lo que vale con lo que no vale” dice Teodosio Perea, en el recinto Las Guantas, en Chumundé. Estas buenas prácticas se han extendido a todos los lugares que participan en los proyectos impulsados por el FECD, uno de ellos es el caso de la parroquia Carlos Concha, en el cantón Esmeraldas, ahí Luis Escobar Muñoz cuenta que “hemos aprendido a no mezclar el cacao, no traerlo con monilla, sino clasificado”. “Estoy casi dos años en este proyecto, me ha ido bien, las cosechas nos han dado mejores resultados”, dice Lucino Medina, en Guapilar y cuenta que pueden cosechar en promedio cada 15 días, y cuando no es buena temporada cada dos meses. En los días de cosecha, cada cacaotero puede obtener de dos a tres cestas diarias, cada una con un promedio de 90 libras de cacao en baba, como se denomina a la pepa sin secar. Es un trabajo intenso, porque a más del peso de los chalos, está el trabajo que toma transportarlos hasta las casas. “Acá, donde las fincas son adentro, lejos para llegar a la casa, al cacao hay que echarlo en el chalo y lo cargamos hasta el río –comenta Gilberto– luego, cuando uno llega, lo ponemos en los depósitos, en los cajones para el fermentamiento”. Fermentación y secado.- Este es el siguiente paso, luego de que el cacao fuera cosechado y sus pepas fueran seleccionadas. La fermentación –proceso clave que determina la calidad del cacao– y el secado en ocasiones se lo hace en el centro de acopio, pero principalmente se ha capacitado a los agricultores para que realicen este proceso en sus propias fincas. Así, por un


período que varía entre cuatro y cinco días, el cacao es colocado en cajones, uno distinto por cada día, para su fermentación. Durante este proceso es importante no mezclar las pepas que hayan sido cosechadas en días distintos, así se mantiene la homogeneidad en la calidad del producto. Pero el proceso no acaba ahí, ahora la gente sabe que luego de los días que ha pasado en fermentación, deben sacarlo al sol para que se seque. El cacao es extendido en marquesinas, que son depósitos expuestos al sol, por lo general cubiertos con plástico para mantener el calor. Ahí pasará unos días más hasta que quede listo para enviarlo al centro de acopio en Chontaduro, donde se estandarizará la calidad para que cumpla con todos las exigencias del mercado y quede listo para la comercialización.


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La organización fortalece a la gente “Los compañeros cada vez estamos más deseosos de avanzar con nuestra organización”. Gary Chichán, parroquia Carlos Concha. Cantón Esmeraldas Para fortalecer la cadena productiva del cacao no sólo era necesario trabajar en los procesos de cultivo y cosecha, sino que también hacía falta consolidar organizaciones comunitarias fuertes, capaces de asumir las riendas de sus procesos de cambio, así como atender uno de los problemas que aquejaba a los productores: la legalización de tierras. Enfocarse en estos ámbitos garantiza que el trabajo mancomunado que se está realizando sobre todo el proceso, desde el cultivo hasta la comercialización del cacao fino y de aroma esmeraldeño, se efectúe sobre bases sólidas, que, a su vez, permitan que el cambio que están viviendo las comunidades, sea sostenible y sustentable en el tiempo.

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Tierra legalizada En Esmeraldas, una gran cantidad de pequeños productores posee fincas, pero no disponen del título de propiedad de los terrenos. Tener las escrituras legales de sus tierras ha sido, desde siempre, una de sus más grandes aspiraciones, pero muchos de ellos no han podido concretarla, debido a la dificultad que les representa realizar los trámites necesarios y asumir los costos del proceso. Legalizar un terreno requiere contratar a un técnico para que efectúe la medición de la propiedad, luego es necesario elaborar un plano con las medidas y coordenadas del terreno y, finalmente, cumplir con los trámites de inscripción. Si el terreno sobrepasa las diez hectáreas es necesario obtener otras certificaciones adicionales. Hacer este proceso de forma individual es costoso, además, mucha gente no conoce quién pueda realizarlo, ni los trámites que deben seguir. Así, la tierra ha pasado de padres a hijos sin escrituras que respalden aquella posesión. El respeto entre los vecinos para no invadir la propiedad del otro ha sido la norma y la forma cómo han procurado evitar los conflictos.

6.425 hectáreas con certificación orgánica y varias más en proceso para ser certificadas.


No obstante, el hecho de no disponer las escrituras legales de sus terrenos, a más del riesgo de perder su posesión, les imposibilita ser sujetos de crédito en la banca formal y ello, a su vez, restringe la posibilidad para invertir en la mejora de la producción. Hoy, con el apoyo del FECD, esta situación ha dado un giro. Los agricultores han empezado los trámites para legalizar sus terrenos y muchos de ellos ya son dueños legales de lo que antes sólo era un sueño. En Guapilar, cuenta Gilberto, “somos 52 compañeros que estamos en esto de la legalización de la tierra, cada uno de ellos tiene su platita debajo de la cabecera esperando a que llegue la minuta, porque a la gente nos interesa tener nuestras escrituras”. El proyecto ha facilitado a los pequeños agricultores los mecanismos necesarios para llevar a cabo la legalización, firmes pasos se han dado en aquella dirección, así lo cuenta Gilberto: “Antes no se legalizaba porque el costo de traer el equipo acá, eso era lo duro, eso era el ojo de un gato negro. La gente no estaba en

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capacidad de hacerlo. Cuando vino el proyecto ellos se encargaron de traer los técnicos para la medición de la tierra, entonces la gente se interesó”.

Manejo territorial fortalecido mediante acciones de reforestación y recuperación de micro cuencas.

“Tenemos una buena ayuda con el proyecto, ya nos están midiendo las tierras”, cuenta entusiasmado Luis Escobar, en Carlos Concha, cantón Esmeraldas. Hoy, ya se ha realizado el levantamiento planimétrico en más de 280 fincas y varias ya están en proceso de legalización. “Yo ya tengo mis tierras legalizadas. Gracias al proyecto ya vamos a empezar a trabajar con documentos”, expresa entusiasmado Manuel Cedeño, en Chontaduro.

Organizaciones consolidadas “La organización es una inquietud que surgió de los moradores de la comunidad. Empezamos a reunirnos viendo las necesidades que teníamos y vimos que la mayoría no contamos con tierras legalizadas. El proyecto nos está apoyando para formar nuestro grupo. Nos han apoyado para que el


grupo sea jurídico, con sus estatutos completos”, cuenta Teodosio Perea, en el recinto Las Guantas, parroquia de Chumundé. Con ellos, así como con otras comunidades, los proyectos han venido trabajando para fortalecer la organización de los pequeños productores, porque cuando la gente crea sus propias formas de organización, son capaces de asumir de mejor manera el desarrollo de su comunidad y de su propio bienestar. La labor no ha sido sencilla, pero poco a poco se ha logrado obtener la confianza de la gente, para que vaya sumándose al proyecto, participe y se organice. Y así empezaron, como lo cuenta Ramón Rodríguez, en Chinca, cantón Esmeraldas: “comenzamos a hacer reuniones, ha sido difícil reunirse, pero logramos conseguir un grupo bellísimo”. A las organizaciones que ya existían, que alguna vez se constituyeron, pero que sólo se quedaron con la vida jurídica, el proyecto las ha capacitado en fortalecimiento organizacional y procedimiento parlamentario. A las que no contaban con vida jurídica se las ha apoyado para elaborar sus estatutos. El objetivo es fortalecer a las organizaciones de base en cada comunidad, para que, en el mediano plazo, juntas constituyan una organización de segundo grado, y así, aquella sea la gestora de las actividades y las viabilice hacia las bases. “Tenemos previsto que con la correcta organización de nuestro grupo, ahora sí podamos trabajar para mejorar nuestra calidad de vida y vender nuestro producto, bien vendido”, concluye sonriente Teodosio.

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El eslabón final: certificación orgánica y comercialización asociativa Los procesos que han venido desarrollando los proyectos impulsados por el FECD para el fortalecimiento de la cadena productiva del cacao en Esmeraldas, han dado sus frutos. El cacao ha mejorado su calidad, las organizaciones se están fortaleciendo y la producción sigue en aumento. El siguiente paso, para cerrar el círculo, es la comercialización. Si antes los pequeños productores dependían de lo que les pagaran los intermediarios, por lo general bajos precios por su cacao, hoy cuentan con un sistema completo de comercialización que, con el apoyo del FECD, se ha implementado. Así, los pequeños productores han encontrado en el centro y sub centros de acopio del proyecto a un aliado que les compra su producción a un precio justo, por un peso justo. Para fortalecer la labor de búsqueda de mercados que realiza el centro de acopio, con el fin de comercializar el cacao de los pequeños agricultores, un elemento importante también ha sido la obtención de certificados de producción orgánica y de buenas prácticas ambientales.


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La red de centros de acopio En la parroquia Chontaduro, cantón Eloy Alfaro, se encuentra uno de los corazones de esta iniciativa de fortalecimiento de la cadena productiva del cacao. Aquí funciona el centro de acopio matriz, que ha sido fortalecido tanto en infraestructura como en procedimientos técnicos, por el FECD, y cuya administración se encuentra en manos de la Asociación de Productores de Eloy Alfaro. “La labor del centro de acopio está dando resultados muy buenos. Nunca antes habíamos tenido ese apoyo”, dice Rider Lemos, en Chélmere.

Organizaciones con conocimientos y herramientas técnicas para el manejo de sus recursos.


El centro se encarga de la recolección de toda la producción de las comunidades que participan en el proyecto, Quinindé, Río Verde y Eloy Alfaro. Es hacia este centro matriz que se busca acoplar también la producción acopiada en los tres sub centros del cantón Esmeraldas. La labor está centrada en la comercialización asociativa, cuyas premisas son aunar esfuerzos de pequeños productores para lograr competitividad y un pago justo por el cacao de buena calidad –que con el apoyo del proyecto están produciendo los pequeños agricultores participantes–, y siempre establecer un peso justo, para evitar que el agricultor salga perjudicado. En el centro dicen “aquí el productor viene con 100 libras y sale con 101”, porque el peso es preciso y, muchas veces, ni los propios productores lo pesan tan preciso como ahí se lo hace. Y de ello están conscientes los pequeños agricultores: “el peso está bien porque sabemos cuánto es lo que llevamos”, dice Manuel Cedeño, en el recinto Julián, parroquia de Chontaduro. Con la comercialización asociativa se puede hacer frente a los intermediarios, pagar mejores precios, alrededor de un 20% más que los comerciantes, y disponer todo el año de cacao para atender la demanda. Porque el trabajo conjunto permite abastecer al centro en cualquier momento pues, el cacao al ser cultivado en distintos cantones, si en alguno de ellos no se ha cosechado lo suficiente, se puede conseguir en otro. Esto ha permitido que en el primer año de funcionamiento el centro de acopio de Chontaduro haya comercializado 17.600 quintales de cacao. A lo que hay que sumar la producción realizada en el cantón Esmeraldas, donde se han acopiado más de 2.300 quintales de cacao. Ambos esfuerzos han significado más de US$ 2.318.000 comercializados en beneficio de los pequeños agricultores, en un año y medio de labor conjunta. La proyección dentro de tres años es que el monto ascienda a 50.000 quintales acopiados.

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Ramón Vélez agrega a las palabras de Manuel, “yo lo peso en la balanza. Llevo 80 libras y si el intermediario me dice 65 no le vendo, pero aquí en el proyecto el peso está bien y nos tratan bien. El rato que llegamos al centro de acopio nos sentimos como que llegáramos a la casa”. Y Darwin Benítez, en Venado, también ha visto los beneficios que da el centro a los pequeños productores: “El centro de acopio es una de las cosas que ha ayudado muchísimo al agricultor, porque los precios se mantienen. Antes venía el intermediario y decía ‘bueno el precio bajó y estamos pagando a tanto ahorita’. Cuando le daba la gana le bajaba el precio. No había quién compitiera ni quién regulara el precio. Antes del centro de acopio, un quintal de cacao pagaban máximo $60. Ahora en el centro nos pagan $100 - $120”. “Los intermediarios eran los que se llevaban el dinero, ahora, ya organizados, podemos tener una mejor venta”, dice Francisco Antonio Loor, en el cantón Esmeraldas.


Acceso a servicios de salud y educación.

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Sub centros de acopio.- La labor de comercialización no podría ser igual de efectiva si no se contara con mini centros de acopio, ubicados en las distintas parroquias. Son más de 18 centros establecidos hasta el momento. Guapilar, Chumundé, El Toro, San Miguel, Carlos Concha, Camarones, son algunos de los sectores que cuentan con uno de ellos. Los sub centros recopilan la producción de las zonas aledañas, para luego, por lo general cada semana, pero puede ser antes, enviarla al centro matriz en Chontaduro, o comercializarla directamente, en el caso del cantón Esmeraldas. Cada comunidad se encarga de elegir a un miembro para que administre el sub centro. “Antes el intermediario pagaba 15 centavos la libra, ahora, en el centro de acopio, aquí en El Toro, pagamos 40 centavos la libra” dice David Quiñones, encargado del sub centro. En los sub centros se da el tratamiento al cacao y, el toque final de secado se lo realiza en el centro matriz.


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“El precio está bien, mejor que en otras partes, nos pagan bien”, dice Nicanor Ramírez en el sub centro de Guapilar. “El centro regula los precios, la gente viene y vende acá. Ya no tiene que salir a vender a otra parte”, sostiene Gumercindo Villamarín, quien es el encargado del sub centro en Camarones. Y Ramón Angulo, en la comunidad de El Timbre, cantón Esmeraldas no duda en afirmar: “ahora la gente ya ve que verdaderamente podemos trabajar con el cacao, con el precio justo, ya no como el que nos daban los acaparadores” y, en la isla San Juan, de la parroquia Majua, en el mismo cantón Esmeraldas, Flavio Caicedo afirma, con una sonrisa que parece que va a inundar la isla: “con este proyecto hemos llegado a tener un mejor precio en el cacao y nos sentimos bien con eso”.

Certificación orgánica Un elemento que ha apuntalado la comercialización y venta del cacao, que realiza el centro de acopio, ha sido la obtención de los certificados de producción orgánica y de cuidado ambiental. La certificación orgánica ha significado la realización de un trabajo intenso


con los agricultores. Hoy, 1.825 hectáreas tienen certificado de buenas prácticas ambientales y 4.600 hectáreas, en Eloy Alfaro, Río Verde y Quinindé, cuentan con certificación de producción orgánica, a las que hay que añadir varias más que se encuentran en proceso de certificación. En promedio son alrededor de tres hectáreas por productor. Las certificaciones garantizan la calidad del producto y permiten, por tanto, abrir puertas para que el cacao esmeraldeño sea aceptado con mayor facilidad tanto en el mercado nacional, como en el extranjero.

Resultados de una labor conjunta El trabajo constante y mancomunado entre los productores y los proyectos, que impulsa el FECD, ha permitido que el monto comercializado ya haya superado 1´800.000 dólares, cuyos beneficios han llegado a 162 comunidades y a más de 3.000 pequeños productores. Los rostros de felicidad y la certeza de un presente y un futuro mejor se vislumbran en cada comunidad, en cada familia. “El proyecto es lo mejor que se está haciendo para la comunidad, estamos felices” dice Manuel Cedeño y, de igual manera, José Agustín Cueva, añade: “con el centro de acopio vamos a mejorar la zona y vamos a mejorar la calidad y eso nos tiene contentos”, y sonríe al ver a sus árboles de cacao sanos, rebosantes, listos para darle un futuro lleno de esperanza.

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Salud y Educación Muchas comunidades viven a horas del pueblo más cercano, ahí, si alguien se enferma o tiene una herida grave, su vida corre serio riesgo. En comunidades como El Toro, a los enfermos graves hay que llevarlos para que sean atendidos a pueblos que cuenten con las posibilidades médicas para hacerlo. La travesía toma más de seis horas de caminata, en la cual el enfermo debe ser cargado en camilla por cuatro o más hombres. En estas comunidades existen personas como Agapo Muñoz que se han dedicado a atender a la gente. Si no fuera por ellos la situación de los heridos sería muy grave. Es con estos hombres y mujeres, que velan por la salud de su comunidad, que el proyecto trabaja. Se ha planificado capacitaciones en salud y nutrición y se busca fortalecer su formación. Otro elemento importante, en el cual se está interviniendo, es en la recuperación e implementación de paneles solares para que la electricidad llegue a zonas que, por su lejanía, no disponían de ella. Así, las escuelas podrán trabajar con computadoras, dar educación audiovisual y, en cuanto a la salud respecta, la atención será más efectiva, los centros de salud estarán mejor equipados y se podrá atender mejor a la gente.


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Años atrás, antes de que el FECD ingrese con este proyecto en Río Verde, Eloy Alfaro y Quinindé, ya se habían instalado paneles solares en varias comunidades, pero la falta de recursos y de mantenimiento provocó que estos quedaran inhabilitados. De esta manera, el primer paso fue crear una microempresa comunitaria para que se encargara de la rehabilitación y mantenimiento de aquellos paneles solares que habían dejado de funcionar, pero que podían volver a hacerlo, pues había que aprovechar los esfuerzos realizados antes, para hoy, con el cuidado adecuado, promover un futuro más sano y con mayor acceso a la educación. Y, en educación, un elemento que no se ha descuidado ha sido la capacitación en género, para que las mujeres conozcan, exijan y practiquen sus derechos y sean partícipes del desarrollo de sus comunidades, como lo han venido haciendo pero no siempre con el reconocimiento que su labor se merecía. Hoy se busca que sean personas activas, que tomen decisiones y participen


o dirijan los procesos de cambio. Una de estas mujeres es Graciela Caicedo, quien dirige la organización de la comunidad El Tigre, en el cantón Esmeraldas. “Nosotras ya sabemos cuáles son nuestros derechos. Antes, nosotras las mujeres no nos capacitábamos no estudiábamos, desde la casa viene el machismo, nos marginaban”. “Ahora nos han capacitado, nos han motivado, nos han enseñado cuáles son nuestros derechos, dónde debemos estar, al mismo nivel mujeres y hombres”, dice ella.


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Una cadena fortalecida Todas las etapas que constituyen la cadena productiva del Cacao Fino y de Aroma en Esmeraldas, han sido fortalecidas. Son ahora eslabones sólidos que consolidan una cadena bien construida y resistente. Los pequeños agricultores así lo han percibido, ahora sus árboles han vuelto a producir, sus cosechas son mayores, la calidad de su cacao se ha incrementado y están más unidos en sus organizaciones comunitarias. Todos juntos han trabajado para lograr consolidar un sistema de comercialización asociativa. El peso justo y el precio justo que reciben por su cacao es el incentivo para continuar por esta senda y fortalecerla, para no desmayar y seguir adelante. “Con lo que ahora obtenemos del cacao se puede dar estudio a los hijos, se tiene para comer. Sí ha habido beneficio económico”, dice Gabriela Zúñiga, alegre, y con la mirada puesta en su sobrino, un niño de un año para quien –ella está segura– gracias a los beneficios que ahora reporta su cacao, la vida le será más fácil, infinitamente más fácil.

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Pueblos con sabor a cacao Diciembre del 2009

Esta publicación cuenta con el aporte de:

Creación gráfica: Quinta Dimensión Diseño: Hernán Cárdenas Textos: Santiago Larrea Ubidia Fotografía: Archivo FECD Se autoriza la reproducción total o parcial de este documento, mencionando la fuente. Derechos reservados: Fideicomiso Ecuatoriano de Cooperación para el Desarrollo (FECD) Prolongación de la Av. Granda Centeno, Urb. El Alcázar, Pasaje 2, No. OE7-02 PBX: (593-2) 246 8441- 244 9660 - 243 7249. Fax: (593-2) 246 9765 Casilla: 17-21-1018 E-mail: fecd1@fecd.org.ec / Quito-Ecuador


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