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abĂa una vez hace mucho mucho tiempo,
un rey que tenĂa tres hijas de rostro tan claro y transparente como el agua o el cristal.
Aquel rey notaba que los años pasaban y se sentía cada vez más viejo y cansado. Como era viudo, temía que el trono quedara vacío a su muerte, pero no se atrevía a elegir como sucesora a ninguna de las tres princesas, puesto que a todas las quería por igual. Por esa razón decidió consultar a las gentes del lugar, para que fuera el pueblo quien decidiera cuál de sus tres hijas merecía ser reina. Así pues, envió a sus mensajeros hasta el último rincón de su reino para convocar a hombres y mujeres a las puertas del palacio.