Érase una vez una niña muy golosa, que se llamaba Carmela. Un día antes del Carnaval, la profesora dijo en clase: –Cuando acabéis los deberes, os invito a buñuelos. Pero Carmela no quería trabajar, y pidió permiso para ir al baño.
Como tenía mucho sueño, porque se había acostado muy tarde, se quedó dormida. Cuando volvió a clase, ya no estaban la profesora ni los otros niños, y de los buñuelos solo quedaban unas migajas esparcidas por el suelo. Y Carmela, que era muy golosa, se fue llorando a casa.