Escribe e Ilustra: La cuenta violeta Cuidado quetzadillade ediciรณn: Contacto: kalicabra@riseup.net Ediciรณn bajo Licencia de Pares Atribuciรณn - Compartir Igual - No Capitalista Terminado de editar en junio del 2019 en un mundo donde las chonguitas felices se deschongan. ,
Iban un dĂa la niĂąa y la madre que le corresponde viajando en La Ruta que va del municipio tal a tal.
Usted quizá no lo sabe pero le cuento que La Ruta es un camión morelense en donde adultas, niñas, guitarras, payasos, magos, estudiantes, asaltantes y otras formas de a pie experimentan diversos momentos de comunión.
Todxs juntitxs en la carrera a muerte contra la otra ruta, o en la contemplación nalgoamortiguadora de la columna vertebral organizada, o en la inclinación reverencial colectiva ante el tope invisible, o en el salto al vacío en la bajada panorámica y finalmente lo del bronceado lateral producido por la ventana incandescente.
Cada ruta tiene su encanto pero en esta que le cuento ese día a esa hora, iba esta señora/muchacha que reporta el presente texto, mirando un nido de pelo lacio que se movía sobre la cabeza de una niña como de 4 años; una chonguita que brincaba, que se meneaba, que se asomaba a la ventana, que se masticaba el barniz azul de sus 10 garritas, que miraba el techo, que miraba el piso, que cantaba cumbias, que se olía los pedos, que se rascaba la panza, que se volteaba y le decía cosas en el idioma de los pollos a la madre (mujer peinada igual pero en más grande).
Después de una hora tras tanto mundanal aburrimiento, una vez acabado con todos los recursos ordinarios de entretenimiento, la niña ¡Zas! de un golpe ¡Zas! sin decir agua va ¡Zas! se quita la amarradera que le apretaba la cabeza y se sale en forma de cascada todo el pelo que tenía apretujado en la paciencia. Era una maravilla ver tanto pelo derramado que salió de ese chonguito que se miraba tan pequeño.
Era un acontecimiento líquido espeso que primero estalló como chorro de manguera al sol, arrojando a la madre hasta el otro extremo de la ventana incandescente. Luego, el chorro de pelo se fue para atrás, dándole de frente en la cara a la señora/muchacha chismosona que afortunadamente siguió mirando hasta el final para contarlo. Y resulta que el acontecimiento se desparramó por el asiento, llegó hasta el suelo, se escurrió por las puertas hasta llegar a las proporciones inesperadas de una inundación sin agua ni primavera.
Nadie se daba cuenta claro, pero ella sabía que era la autora de un acto prodigioso que se le salía de sus manos y de su uñas mordidas de monstrua contenta. Ella trataba de agarrarse el chorro de agua que le escurría de la cabeza, lo tomaba con todas sus fuerzas pero se le salía por un lado y se le salía por el otro. Batallaba pues, porque peinarse la cascada es artesanía que se aprende más grande, cuando se dimensiona el mundo en relación con la melena.
Como ya estaba siendo peligroso para la supervivencia de La Ruta y como el chofer estaba a punto de enredarse las chanclas con los frenos, la mujer madre agarrรณ al vuelo ยกZas! toda la melena, se la torciรณ en el gesto cotidiano de quien contiene un remolino de agua, girando el grifo en el sentido liga/boca/pelo/mano.
Ahí se terminó el cuento porque todo volvió a la normalidad cuando la monstrua fue capturada intempestivamente panza al aire para bajarle del camión. La mujer madre cambió su cara de vengo sentada a modo vamos a cruzar la calle, mientras la criatura abandonaba a nuestra suerte. La muchacha chismosona jura haber visto la carretera, el sol, la ventana, las chanclas del conductor, la polvareda y la proporción marina.
El fin delfĂn
Pequeña historia de una niña con pelo de chorro de agua que viajaba en un camión.
kalicabra