Este libro de cuentos infantiles es una recopilación de Cuentos de Fábula por los Hermanos Grimm. Adaptación y edición por la Embajada de la República Federal de Alemania en Honduras. Primera edición, 1000 ejemplares “Nombre de la Imprenta” Impresión Otoniel Sabillón Ilustración Carolina Apellido Adaptación de texto Karine Fritzsche Diseño y diagramación Todos los derechos reservados Septiembre 2016
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Prólogo
Verdezuela (Rapunzel)
Los Músicos de Bremen (Die Bremer Stadtmusikanten)
Madre Nieve (Frau Holle)
El rey de las ranas (Der Froschkönig)
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El flautista de Hamelín (Der Rattenfänger von Hameln)
Caperucita Roja (Rotkäppchen)
Rúmpeles-Tíjeles (Rumpelstilzchen)
La bella durmiente (Dornröschen)
Blancanieves (Schneewittchen)
Sección de Dibujos para colorear
ALEMANIA de fábula
prólogo Antiguamente, cuando aún no había televisión ni ordenadores, las personas se sentaban a contarse historias. En aquel tiempo también había cuentacuentos que caminaban de pueblo en pueblo, fascinando a su público con relatos apasionantes. Los hermanos Jacob (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859) de Hanau, Alemania, recopilaron estas historias en toda Alemania e hicieron un volumen de cuentos con el título de Cuentos infantiles y domésticos. Seguro que conoceréis algunas historias de este libro, por ejemplo Caperucita Roja o El Flautista de Hamelín. Encontraréis muchos de estos cuentos en este libro. ¿Podéis imaginar dónde vivía la abuelita de Caperucita o cómo era la torre de Verdezuela? Quizá fuera la torre del Castillo de Plesse y quizá Caperucita Roja visitara a su abuelita en el bosque de Grumsiner Forst. Aún hoy en Alemania hay castillos de cuento, bosques oscuros, montañas salvajes y pueblos encantados. Sólo tenéis que mirar las fotos que ilustran los cuentos y lo veréis: Alemania es un auténtico país de cuento. ¡Os deseamos que disfrutéis mucho con nuestro libro!
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ALEMANIA de fábula
los músicos de bremen (Die Bremer Stadtmusikanten)
Un hombre tenía un burro que durante largos años había llevado los sacos al molino sin descanso, pero cuyas fuerzas iban mermando, de manera que ya no servía para el trabajo. Así pues el amo pensó en matarlo, pero el asno se percató de que el viento soplaba en contra, se escapó y se encaminó a Bremen. Pensó que allí podría convertirse en músico municipal. Cuando hubo andado un ratito, encontró a un perro de caza tumbado en el camino, que jadeaba como quien ha corrido mucho. «¿Y bien? ¿Por qué jadeas de esa manera, sabueso?», preguntó el burro. «Ay», respondió el can, «como soy viejo y con cada día que pasa me voy debilitando, mi amo ha querido matarme a palos, así que he puesto pies en polvorosa; pero, ¿cómo voy a ganarme ahora el pan?» «Mira», replicó el asno, «estoy de camino a Bremen y allí seré músico municipal. Vente conmigo y hazte músico tú también. Yo tocaré la lira y tú los timbales.» El perro estuvo de acuerdo y prosiguieron su viaje. No había pasado aún mucho tiempo, cuando se toparon con un gato que estaba sentado al borde del camino, con cara de circunstancias «¿Y bien? ¿Qué es lo que te ha fastidiado a ti, micifú?», dijo el asno. «¿Quién puede estar contento cuando quieren retorcerle el pescuezo?», replicó el gato, «como ya estoy viejo, mis dientes están romos y prefiero estar sentado detrás de la estufa y pensar en las musarañas en lugar de cazar ratones, mi ama ha querido ahogarme. He logrado escaparme, pero no sé qué hacer: ¿a dónde iré ahora?» «Vente a Bremen con nosotros, tú, que seguro que sabes de música nocturna, puedes hacerte músico
municipal.» El gato consideró que era buena idea y se fue con ellos. Sucedió que los tres huidos pasaron junto a una granja, en cuyo portón estaba posado el gallo de la casa, chillando con todas sus fuerzas. «Chillas que se le hiela a uno la sangre», dijo el burro, «¿qué pretendes?» «Me las prometía felices», contestó el gallo, «porque es el día en que Nuestra Señora le lava la camiseta al Niño Jesús y la pone a secar, pero mañana domingo hay invitados y el ama, que no tiene piedad, le ha dicho a la cocinera que mañana quiere que me eche en la sopa, y esta noche me cortarán el pescuezo. Así que, mientras pueda, chillo con todas mis fuerzas.» «Eh, cresta roja», exclamó el rucio, «es mejor que te vengas con nosotros. Nos dirigimos a Bremen, en cualquier parte encontrarás algo mejor que la muerte. Tienes una buena voz y, si tocamos juntos, algún camino hallaremos.» El gallo aceptó la propuesta y los cuatro se marcharon. Sin embargo ese día no pudieron alcanzar la ciudad de Bremen y por la noche llegaron a un bosque en el que querían pernoctar. El burro y el perro se tumbaron debajo de un gran árbol, el gato y el gallo se encaramaron a las ramas, y el gallo incluso voló hasta la punta, en donde estaba más seguro. Antes de dormirse miró en todas las direcciones y le pareció ver a lo lejos una lucecita. A sus compañeros les dijo que no lejos debía de haber una casa, pues se veía una luz. El asno exclamó: «En tal caso debemos partir y acercarnos, pues aquí el aloja miento es malo.» El perro opinó que unos cuantos huesos con algo de carne le vendrían bien. 09
Los Músicos de Bremen | Die Bremer Stadtmusikanten
Así pues se pusieron en camino en la dirección de la que venía la luz. Pronto brilló con más fuerza y se volvió más y más grande hasta que llegaron a la guarida bien iluminada de unos ladrones. El asno, como era el más alto, se aproximó a la ventana y miró. «¿Qué ves, rucio?», preguntó el gallo. «¿Que qué veo?», contestó el burro, «una mesa puesta, con buena comida y bebida, y los ladrones están degustándolo todo.» «Pues que bien nos vendría a nosotros», afirmó el gallo. «Ay, sí, sí, ¡ojalá estuviéramos ahí dentro!», suspiró el asno. Así que los animales debatieron cómo debían hacer para ahuyentar a los ladrones y finalmente encontraron un modo. El asno hubo de apoyarse en la ventana con las patas delanteras, el can saltó sobre el lomo del burro, el gato sobre el perro y por último el gallo se posó en la cabeza del gato. Cuando hubieron terminado, a una señal comenzaron a hacer su música. El rucio rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cantaba. Luego se abalanzaron sobre la ventana e irrumpieron en la sala, que las ventanas se hicieron añicos. Con tan espantoso griterío los ladrones se levantaron de un salto, creyendo sino que entraba un espectro, y aterrorizados huyeron hacia el bosque. Los cuatro compañeros se sentaron a la mesa, se conformaron con lo que había sobrado y comieron como si fueran a pasar necesidad durante cuatro semanas. Cuando los cuatro músicos hubieron terminado, apagaron las lámparas y se buscaron un lugar donde dormir, cada uno según su naturaleza y comodidad. El burro se tumbó en el estiércol; el can, detrás de la puerta; el gato, en el fogón sobre la ceniza caliente; y el gallo se posó en la viga. Y como estaban cansados de su largo caminar, pronto quedaron dormidos. Pasada la medianoche los ladrones vieron que no había ya luz en la casa y que todo parecía tranquilo, así que dijo el jefe: «No debimos permitir que nos asustaran» y ordenó a uno que se acercara 10
a la casa y la inspeccionara. El enviado encontró todo tranquilo, entró en la cocina para encender una candela y, como creyó que los ojos luminosos del gato eran ascuas, acercó un fósforo para que prendiera. Pero el gato no estaba para bromas, le saltó a la cara bufando y arañándolo. El ladrón se asustó muchísimo, corrió y quiso salir por la puerta trasera, pero el perro, que allí estaba tumbado, se levantó de un salto y lo mordió en la pierna. Y cuando corrió por el patio y pasó junto al estiércol, el asno le propinó una fuerte coz con la pata trasera. El gallo que se había despertado y espabilado con tanto revuelo, cantó «¡quiquiriquí!» desde su viga. Tan rápido como pudo el ladrón corrió de vuelta con su jefe y dijo: «Ay, en esa casa hay una bruja espantosa, que me ha echado el aliento y me ha arañado la cara con sus largos dedos; y delante de la casa hay un hombre con un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. Y en el patio hay tumbado un monstruo negro que me ha pegado con un madero y en el tejado está sentado el juez que gritaba ‘Traedme al villano aquí’. Así que me largué.» Desde entonces los ladrones no se atrevieron a volver a la casa. Pero a los cuatro músicos de Bremen les gustó tanto que no quisieron abandonarla nunca. Y el último que lo contó aún tiene la boca caliente.
FIN
ALEMANIA de fábula
BREMEN La ciudad de Bremen se encuentra en el norte de Alemania y está conectada con el cercano Mar del Norte a través del río Weser. Es una antigua ciudad hanseática. En la Edad Media la Hansa era una asociación de importantes y muy ricas ciudades comerciales, sobre todo de los mares del Norte y Báltico. La riqueza de la cuidad de Bremen aún se puede ver en los magníficos edificios del centro. Hoy en día Bremen es una gran ciudad de 550.000 habitantes. En el centro aún tiene muchos callejones con recovecos y pequeñas casas antiguas.
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ALEMANIA de fábula
el flautista de hamelín (Der Rattenfänger von Hameln)
Según la leyenda, un día del año 1284 apareció un hombre extraño en la ciudad de Hamelín. Llevaba un pañuelo multicolor. El hombre se hacía pasar por un cazador de ratas, prometiendo al pueblo liberar a la ciudad de todo ratón y toda rata a cambio de algún dinero. En aquellos tiempos Hamelín sufría una enorme plaga de ratas, a la que no podían hacer frente sus ciudadanos, por este motivo agradecieron la oferta del forastero. Los ciudadanos le prometieron un sueldo y el cazador sacó una flauta y tocó una melodía. Entonces salieron de su escondite todas las ratas y todos los ratones de las casas y se reunieron alrededor de él. Cuando dijo que ya no quedaban ni ratas ni ratones, se fue de la ciudad y tomó su rumbo hacía el río Weser, el gentío le siguió, cayó al agua y se ahogó. Pero al verse los supervivientes en esta situación se arrepintieron del sueldo prometido y se lo denegaron al hombre por lo que este se enfureció mucho. Pero el 26 de junio este forastero volvió como cazador, con un sombrero rojo y extraño y empezó a tocar su flauta, cuya melodía sonó por todas la calles, mientras que todo el mundo estaba en la iglesia. En esta ocasión no salieron las ratas y los ratones, sino los niños; chicos y chicas a partir de los cuatro años de edad fueron corriendo en multitud hacia el flautista. Tocando su flauta éste los llevó hacia un
monte donde desapareció junto a ellos. Sólo regresaron dos niños porque se habían retrasado; uno de ellos estaba ciego, por lo cual no pudo mostrar el camino y el otro era mudo por lo cual no podía hablar. Un chico había regresado para coger su ropaje y pudo así escaparse de esta desgracia. Algunos dijeron que los niños habían sido llevados a una cueva y que salieron en Transilvania. En total desaparecieron 130 niños.
FIN
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El Flautista de Hamelín | (Der Rattenfänger von Hameln)
HAMELÍN La ciudad de Hamelín en la Baja Sajonia tiene una larga historia. Ya en la Edad de Piedra había aquí asentamientos humanos. Hoy en día Hamelín cuenta con 57.000 habitantes. Se caracteriza por sus muchas casas antiguas de entramado de madera.
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