Libro Discípulos de Jesús

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Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga IMC, es un trabajador constante en la solución de conflictos, de posiciones vehementes y espíritu conciliador. Considerado como un auténtico misionero de la paz.

Puede que en algún tiempo hayan tenido fe pero la misma se fue debilitando, marchitando y olvidando del todo. Aunque a veces ese “del todo” no es tan exacto. Muchas veces queda como un tris de rescoldo en espera de un soplo de aire que lo avive de nuevo. Mons. Luis Augusto Castro Q. IMC Arzobispo de Tunja

Nació en Bogotá, el 8 de abril de 1942. Recibió la Ordenación Sacerdotal en Roma el 24 de diciembre de 1967. Ya sacerdote, realizó una especialización en Orientación Psicológica en la Universidad de Pittsburg (Estados Unidos) y obtuvo el doctorado en Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Como sacerdote se desempeñó en los siguientes cargos: Vicario Cooperador de la Parroquia de la Catedral y Rector de la Universidad de la Amazonía en Florencia (1973-1975); Director del Seminario Mayor para los estudios de Filosofía del Instituto Misiones Consolata en Bogotá y simultáneamente Consejero Provincial (1975-1978); Superior Provincial de su Instituto en Colombia (1978-1981); Consejero General del mismo Instituto en Roma (1981-1986). El 17 de octubre de 1986 fue nombrado Obispo titular de Acque Flavie y Vicario Apostólico de San Vicente – Puerto Leguízamo y fue consagrado el 29 de noviembre de 1986. El 14 de marzo de 1998 fue nombrado Arzobispo de Tunja, hasta la actualidad. Ha escrito más de 90 libros, con temas pastorales, teológicos, psicológicos, de reconciliación y paz, entre ellos: El Gusto por la Misión (1994), Hola Padrecito, ¿Buen Pastor? (2012), Llevar a mi Jesús en Automóvil (2013), Amelia (2015), ¿Por qué diablos...? (2016), El Caballero de la triste armadura (2016), Ética de la compasión y construcción de la paz (2017). Este libro, pretende ser un instrumento para el Año de la Evangelización en la Arquidiócesis de Tunja, que ayude a los bautizados alejados y a quienes no creen, por medio de una lectura amena, a redescubrir a Dios, a que se acerquen a Él.

Una gentil invitación para quien no conoce a Jesús, o se olvidó de Él ISBN 978-958-8463-40-7

No “tuerzas” la boca ante el título de este librito. Otras preguntas parecidas han recibido respuestas semejantes. ¿Crees en Dios? Le preguntaban a un hombre. Él respondió, “no, yo soy normal”. Normal significa que sigue una norma, la de la indiferencia religiosa, algo muy extendido en el mundo de hoy. A este amigo que se declara ateo quisiera dedicarle estas páginas pero no sólo a él sino también a muchos otros que sin declararse ateos fueron sacando a Dios de sus vidas y especialmente borraron de su alma la posibilidad de acoger a Jesucristo.



Título: ¿DISCÍPULO DE JESÚS … YO? Una gentil invitación para quien no conoce a Jesús, o se olvidó de Él Autor: Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga Arzobispo de Tunja ISBN 1ª. Edición 2017 Edición reservada Distribución: Arquidiócesis de Tunja Secretaría Privada Carrera 2 N. 59-390 Tunja, Boyacá (Colombia) Está publicación es netamente de carácter pastoral, para el quehacer de la Arquidiócesis de Tunja, como instrumento de Evangelización. Diagramación: Karol Fernanda Ramos Impresión: ©ITEDRIS- División Impresos Transv. 2 Este N°. 58a - 235 Cel: 3124422574 Tunja, Boyacá - Colombia


Presentación No tuerzas la boca ante el título de este librito. Otras preguntas parecidas han recibido respuestas semejantes. ¿Crees en Dios? Le preguntaban a un hombre. Él respondió, “no, yo soy normal”. Normal significa que sigue una norma, la de la indiferencia religiosa, algo muy extendido en el mundo de hoy. Un obrero le pregunta a su amigo: ¿Tú tienes fe? El amigo le responde: “No, gracias a Dios soy ateo” La respuesta es interesante. La primera parte indica que tal vez en su hogar se sentía de algún modo la presencia de Dios y se le daba gracias. La segunda parte indica que él se olvidó de Dios, que ya no cuenta para nada en su vida. A este amigo que se declara ateo quisiera dedicarle estas páginas pero no sólo a él sino también a muchos otros que sin declararse ateos fueron sacando a Dios de sus vidas y especialmente borraron de su alma la posibilidad de acoger a Jesucristo. Puede que en algún tiempo hayan tenido fe pero la misma se fue debilitando, marchitando y olvidando del todo. Aunque a veces ese “del todo” no es tan exacto. Muchas veces queda como un tris de rescoldo en espera de un soplo de aire que lo avive de nuevo.



contenido Pág.

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El drama de voltaire en su lucha con Dios ......................... 7

11 12 13 14 15 16 17 18 19

¿Seguir a Jesús a mi manera o a la suya? ......................... 29

20 21 22 23 24 25 26 27

La música rock que habla de Dios ..................................... 11 Un riesgo enorme............................................................... 13 De enemiga a discípula ...................................................... 14 Me alegro de haberte conocido .......................................... 15 ¿Pero de qué clase de discípulo te hablo? ......................... 16 Finalmente se dio por aludido ........................................... 18 ¿Qué recibe el discípulo para ser considerado como tal?. 20 La lucha de Agustín entre la razón y la fe ........................... 23 A partir de la fe,¿qué cambia en el discípulo,..................... 26 en relación con Jesús? El discípulo sigue el mismo camino de Jesús ................... 32 Un seguimiento que se paga con la vida ........................... 33 Como la planta y el agua y la luz frente a las tinieblas ...... 35 El discípulo que amaba la oscuridad ................................. 38 El discípulo irradia a través del servicio ............................ 40 Un servicio sin esperar recompensa .................................. 43 Servidor sí, servil, no ......................................................... 45 Invitado a trabajar por el evangelio .................................... 46 El discípulo vive su vida de fe en la compañía de la fe de otros discípulos

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La ayuda de esos otros discípulos ..................................... 50 El discípulo va tomando la figura de Cristo ....................... 52 La valentía de dejar el camino equivocado por el correcto 55 La conversión, un cambio en el camino ............................ 57 Discípulo con fuertes raíces, con fuertes aliados y con...... 58 fuertes modelos La historia del discipulado en dos etapas .......................... 60 Jesús oró por ti y por mí .................................................... 62



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1 EL DRAMA DE VOLTAIRE EN SU LUCHA CON DIOS 7


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o me interesa saber si tienes (déjame que te tutee) interés en el asunto de Cristo o no. De todos modos, me arriesgo a hablarte de una realidad que ha comprometido y sigue entusiasmando a millones de seres humanos como es el de ser discípulos de Jesús. No pretendo que de golpe te interese, ni mucho menos positivamente. Quiero presentarte a Voltaire (Francois-Marie Arouet). Vivió en París desde el 1694 al 1778 y fue poeta, escritor, polemista, filósofo, historiador y además acérrimo enemigo de cuanto hace al hombre súcubo y oprimido, ya se trate de los otros, de la naturaleza, del destino o de Dios. Pues bien, él, que se había declarado contra Dios, iba con un amigo por una calle de París cuando por la esquina opuesta apareció un sacerdote y dos monaguillos que llevaban la eucaristía a un enfermo.

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Voltaire hubiera querido evitar el encuentro, pero no había cómo. Cuando se encontraron, Voltaire hizo una pequeña venia y siguió. El amigo escandalizado le preguntó: ¿Qué sucedió, te reconciliaste con Dios? Voltaire le respondió: “No, de ninguna manera, solamente nos saludamos”. Me hubiera gustado decir que ese saludo hubiera podido ser un buen comienzo de reconciliación pero no fue tal. Cuando ocurrió el terrible terremoto de Portugal, Voltaire rompió definitivamente con Dios. No podía compaginar el mal presente en el mundo, aún el de la naturaleza como en este caso, con la realidad de Dios. No es que Voltaire haya dicho alguna vez que no creía en Dios; al contrario, varias veces afirmó su existencia y su importancia. Decía él: “El universo me asombra y yo no puedo pensar que este gran reloj no tenga algún relojero”.

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Pero insistió, hasta el final, que no creía en nada ni en ninguno que quisiera usar a Dios para sus propios fines, así fueran muy nobles. Fue Voltaire un hombre de profunda reflexión. Ya sea sobre las relaciones entre los seres humanos o sobre la necesidad de la razón en las relaciones sociales y su acusación fue continua contra todo tipo de intolerancia y de abuso de la religión para fines puramente humanos. Él soñaba con un universo moderno, donde la inteligencia debía ser suficiente al ser humano para existir en eso que no es ciertamente “el mejor de los mundos posibles”, frase ésta propia de un filósofo como Leibniz que desató la polémica en su tiempo y que Voltaire rechazó en una obra suya llamada Cándido. Voltaire, que no era ningún apasionado de las sacristías, se puso al margen de la Iglesia y cambió el modo de pensar sobre la Iglesia en el mundo, generando dudas en muchos corazones. Pero, casi por reacción, empujó a la Iglesia a reflexionar sobre su propia tradición, a no dar por sentado nada de su propio credo, a interrogarse sobre el futuro de la fe. La Iglesia maduró mucho y buscó la paz en el futuro y no la guerra, gracias también a las objeciones de Voltaire, un hombre que murió suplicando que no le hablaran más de ese hombre, esto es de Cristo, pero que intuyó muchas verdades del cristianismo que con el tiempo habían quedado bajo los escombros. 1 Cuánto me hubiera gustado dialogar con Voltaire sobre Cristo para intentar mostrárselo de una forma más atrayente, de una manera más creíble. Déjame, al menos, hablar contigo sobre este hombre llamado Jesús y sobre algunos de sus discípulos que lo siguieron.

1. Véase, La Storia della Chiesa in 100 Vite, Newton Compton Editori, Roma, 2016, pp.298-300

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2 LA MÚSICA ROCK QUE HABLA DE DIOS 11


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En 1973 se hizo célebre un musical llamado Gospel (Day by day). Como tema de fondo que acompañaría la música, se escogió la oración de un inglés llamado Ricardo de Chichister cuyo contenido les pareció el apropiado para el musical. Decía así:

“Señor, hoy y siempre (Day by day) te pediré tres cosas: Conocerte más claramente, amarte más tiernamente y seguirte más fielmente. Hoy y siempre te pediré estas tres cosas”. Conocerte, amarte, seguirte. Tres pasos que parecen muy claros si nos referimos a nuestra vida diaria y a nuestras relaciones sociales. Pero con Dios el asunto es al revés: en primer lugar está el “seguirte”, luego viene el “amarte” y finalmente el “conocerte”. Sólo el camino de amor lleva a un conocimiento del Dios vivo, un conocimiento personal, entusiasta, transformador. Y en este caso, un conocimiento que no brota de abajo, de nuestros esfuerzos intelectuales, sino que viene de arriba, como un don, como un regalo de Dios. Pero sucede que cuando los hombres de Galilea siguieron a Jesús ni lo conocían ni lo amaban. Y sin embargo, “dejaron las redes y lo siguieron”. Empezaron por aceptar la invitación de Jesús de seguirlo, con todo el riesgo que ello implicaba en términos de cambio de vida. 12


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3 Un riesgo enorme Por eso, yo también empiezo por invitarte al seguimiento de Jesús, un riesgo enorme pero que puede ser que valga la pena en tu vida. Un riesgo tal que puede llevarte a exclamar, casi con incredulidad y con enormes interrogantes, como el título de este libro:

¿¿¿Discípulo de Jesús, yo??? Yo también corro el riesgo de perder el tiempo, de ser tratado como atrevido o simplemente como ingenuo. No importa, así que echemos las redes, como procedían en su tarea, los primeros discípulos de Jesús. 13


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4 De enemiga a discípula Déjame contarte algo de un encuentro de Jesús con una mujer samaritana que tenía que declararse enemiga de Jesús puesto que los judíos y los samaritanos eran enemigos. La mujer se sorprende sobre la manera como Jesús le habla y todavía más, cuando él le pide que le dé de beber. Ello lleva al diálogo sobre el agua que Jesús recibe de ella y el agua que Jesús le puede dar a ella y que ella pide con entusiasmo. No sólo se vuelven amigos sino que ella se va a su pueblo y los invita a todos a venir a conocer a Jesús. De enemiga pasó a ser testigo y discípula de Jesús. Es un paso difícil pero posible y además maravilloso. 14


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5 Me alegro de haberte conocido Para muchos más, es difícil, especialmente hoy. “Tiempo atrás murió François Miterrand quien se había presentado como un hombre indiferente ante la cuestión religiosa. Sin embargo, unos días antes de su desaparición respondió a un periodista: No sé si creo en Dios pero a menudo me siento tentado de creer” 2 Que el primer paso hacia el ser discípulo sea sólo una tentación, ya es algo positivo y esperanzador. Y ojalá Miterrand, desde su corazón se haya dirigido a Dios y le haya dicho: “Me alegro de haberte conocido”. Déjame añadir unas palabras que vale la pena considerar en este momento: 2. Velasco Franco, José, Verdades sin dueño, Ed. San Pablo, Madrid 1998, p.121

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“La señal. Bueno Dios, ya debo irme. Me encariñé contigo y aún quería decirte que…como Tú sabes, habrá lucha cruenta y quizá esta misma noche llamaré a tu puerta. Aunque no fuimos nunca amigos, ¿me dejarás entrar si hasta ti llego?” Esta es la carta encontrada en el bolsillo de un soldado muerto en combate3 y que además de soldado era también discípulo de Cristo.

6 ¿Pero de qué clase de discípulo te hablo?

Maestros hay muchos, discípulos también. Sócrates fue un gran maestro iniciador del pensamiento filosófico metódico. A él lo escogieron como maestro dos discípulos de primer orden como fueron Platón gran filósofo pero tan feo que privilegió el alma sobre el cuerpo; y Aristóteles que se dedicó a la filosofía con intensidad después de dedicar mucho tiempo a educar a Alejandro Magno, un angelito que no era precisamente un modelo de niño aplicado. 3. Velasco, o.c. p.129

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Pero Aristóteles se habrá sentido muy orgulloso de este discípulo que, aunque no fuera una perita en dulce, como te dije, fue sorprendente por la rapidez y magnitud de sus conquistas y eso que murió, y no sabemos cómo, a los 32 años de edad. Otros discípulos también escogieron a su maestro. Cuando Buda (Buddha) se lanzó a predicar sobre el camino que hay que seguir para suprimir efectivamente el sufrimiento, muchos decidieron seguirlo como sus discípulos. Durante cuarenta y cinco años predicó con éxito esta doctrina y el número de discípulos tanto monjes como laicos se acrecentó rápidamente. Qué bueno recordar a otro maestro excelente como fue Confucio (551-479). Su mismo nombre implica la palabra maestro (K’ong). La solución que él ofrecía para curar los males de su tiempo era un retorno a la virtud. Mencio, su mejor discípulo y defensor de la bondad innata en el corazón del hombre, así como muchos otros discípulos ya en China, ya en Japón, ya en Vietnam, lo siguen por los modelos de comportamiento que suscita. Te parecerá extraño lo que te voy a decir. Todos esos discípulos escogieron a su maestro, muchas veces optando dentro de un círculo de importantes personalidades. También Jesús se declaró maestro como anotaba:

“Ustedes me llaman el Maestro y el Señor y dicen verdad porque lo soy”.(Jn 13,13). Pero el punto es que sus discípulos no lo escogieron a él sino él escogió a sus discípulos (Jn 15,16) y éstos respondieron a la invitación de Jesús. Y eso aconteció ayer, acontece hoy y acontecerá mañana. Jesús sigue llamando y los discípulos respondiendo.

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7 Finalmente se dio por aludido 18


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Por lo general, los discípulos piensan que la iniciativa de seguir al Maestro es de ellos pero Agustín de Hipona les explica con su propia vida cómo primero estaba Dios con él y luego sí, él se dio por aludido, cayó en cuenta de que Dios lo llamaba:

“¡Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando. Me lanzaba todo deforme entre las hermosuras que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de Ti cosas que no existirían si no existieran en Ti. Pero tú me llamaste, y más tarde me gritaste, hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por Ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto. Me tocaste, y con tu tacto me encendiste en tu paz.” 4

4. Agustín de Hipona, Confesiones, cap.27.

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8 ¿Qué recibe el discípulo para ser considerado como tal? El discípulo de Jesús recibe de lo alto el don de la fe, la luz de la fe, es un regalito de Dios para acercarse a Él, así se trate de una fe muy pequeña. Jesús quería que sus discípulos fuesen hombres que creciesen en la fe. Por eso en una ocasión les dijo: “Hombres de poca fe” (Mc 4,40; Lc 16,5). Y en otra ocasión cuando los apóstoles le pidieron que les aumentara la fe, él les dijo: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza…(Lc 17,6)”. Expresiones como éstas nos la merecemos todos y son un llamado continuo para pedir a Dios que nos ayude a crecer en la fe. Por eso, nos unimos a aquel papá que le decía a Jesús: “Ayuda a mi poca fe” (9,24). El creer no tiene la evidencia automática de un teorema sino es una adhesión íntima a una verdad y a un ser especial, Dios. 20


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Por este motivo, no hay nada de raro que la fe se vea envuelta en la duda. Es una duda sana que impide caer en la quietud de la indiferencia o peor, en la aceptación del error. Víctor Hugo decía: “Cuando la sombra crece, es el fin del día. Cuando la duda aumenta, es el anochecer de la religión”. 5 El peligro de la duda está cuando ésta se transforma en un sudario negro que se crece cubriendo toda la mente y todo el corazón. Entonces, puede aparecer un escepticismo radical y universal. Por eso, en la vida de la fe hay que evitar dos extremos: la seguridad incontrovertible por una parte y la duda radical y sistemática, por la otra. 6 Ambos extremos tienen un no sé qué de ceguera. Por eso, el que quiere la fe pide la luz, pide la visión, pide liberarse de las tinieblas. Jesús nos dice: Quien me sigue no caminará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12). El relato posterior sobre el ciego de nacimiento no sólo nos conduce a la alegría de quien logra finalmente ver la luz y los colores sino también a la meta de quien podrá proclamar su profesión de fe en Cristo, luz de su vida: “¡Creo, Señor! Y se postró ante Él”. (Jn 9,38). De ciego pasó a ser discípulo envuelto con la luz de la vida y la luz de la fe. 5. Ravasi, Gianfranco, Le parole del mattino, Ed. Mondadori, Milán, 2016, p.181 6. Ver, Ravasi, o.c. p.181

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Otro ciego llamado Saulo y luego Pablo, fue encontrado por Jesús y lo hizo su discípulo. Fue una obra de Dios como él mismo explicaba: “Cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre, me llamó con su gracia, se complació en revelarme a mí a su Hijo, para que yo lo anunciara en medio de las gentes” (Gal 1,11-16). Esta experiencia de luz, la narrará Pablo más adelante con emoción enorme: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20) y eso no por sus méritos, pues él bien decía: “A mí, el menor de todos, puesto que yo perseguí a los cristianos, se me dio esta gracia” esto es, me escogió como discípulo. La fe, en definitiva, nos es dada por Dios como un regalo y una propuesta para que, con su gracia, respondamos a la misma positivamente, como discípulos dispuestos a vivir el seguimiento de Jesús.

“Me amó y se entregó a sí mismo por mí”

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9 La lucha de Agustín entre la razón y la fe Pero te estoy presentando el llegar a la fe como si fuese algo tan fácil como beberse un fresco vaso de agua. Y el asunto no es así. En muchos casos está de por medio el sufrimiento. Tal fue el caso de Agustín de Hipona el cual tuvo que enfrentar a un momento dado de su vida la relación entre la razón y la fe, algo que no había considerado antes, sencillamente porque la fe le parecía una superstición pueril. Era escéptico al máximo, esto es, uno que difícilmente cree en lo que dicen los demás y muchas veces hasta en lo que ve. De hecho, te cuento que un campesino que fue a visitar el zoológico. Vio una jirafa enorme. Quedó tan impresionado con lo superlargo del cuello y con las patas igualmente tan extralargas que se retiró diciéndose a sí mismo”: “Esos animales no existen”. 23


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La lectura del libro Ortensio de Cicerón llevó a Agustín a entregarse totalmente al racionalismo y a rechazar del todo la fe que había recibido en el hogar y en la Iglesia. Este rechazo estaba basado en la convicción de que una persona que cree no puede usar la razón para investigar las verdades de la fe. Y él no podía aceptar dejar de lado la razón y en cambio se sentía en el deber de rechazar toda verdad que no estuviese en sintonía con la razón. De ahí a matricularse en el maniqueísmo fue un instante, porque los maniqueos le prometían conducirlo a la verdad y a la sabiduría con la fuerza de la sola razón humana. En algún momento se acercó también a la Sagrada Escritura en busca de la verdad pero lo hizo con la soberbia del racionalista el cual, desilusionado por el estilo sencillo y humilde del texto, lo despreció, ante la solemnidad del latín de Cicerón. Era él un escéptico de pies a cabeza. Pero no se quedó así. Por eso, déjame ofrecerte sus mismísimas palabras, algunas difíciles, pero todas ellas llenas de sufrimiento y de crisis. “Quería yo tener de las cosas invisibles una certidumbre absoluta, como la de que siete más tres suman diez. Mi escepticismo no llegaba a la locura de tener por dudosas las

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proposiciones matemáticas, pero este mismo tipo de certeza era el que yo pedía para todo lo demás; lo mismo para los objetos materiales ausentes y por ello invisibles, como para los seres espirituales que yo era incapaz de representarme sin una forma corpórea. Yo no podía sanar sino creyendo; pues la vista de mi entendimiento agudizada y purificada por la fe, podía de algún modo enderezarse a tu verdad. Esa verdad que siempre permanece y nunca viene a menos. Pero en ocasiones acontece que alguien, herido por la experiencia de algún mal queda temeroso y se resiste a entregarse al bien. Esta era entonces la situación de mi alma, que solo creyendo podía ser curada, pero por el miedo de exponerse a creer en algo errado, rechazaba la curación y hacía resistencia a tu Mano con la que Tú preparaste la medicina de la fe y la derramaste sobre todas las enfermedades del mundo y pusiste en ella tan increíble eficacia”. 7

7. Agustín de Hipona, Confesiones, Libro VI, capítulo 4, N.3

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10 A partir de la fe, ¿qué cambia en el discípulo, en relación con Jesús?

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Hay un poemita muy sencillo, cuyo autor ignoro, que dice así:

¡Que no sé leer! No me mandes papeles que no se leer. ¡Mándame a tu persona que la quiero ver!

Teresa del niño Jesús en su obrita llamada “Historia de un alma”, le dice a Jesús:

“No me mandes más mensajeros, que no saben decirme lo que quiero” Ambas expresiones denotan el deseo de un encuentro personal con Jesucristo vivo, sin mediadores, sin mensajeros, ni reducido a papeles o a whatsApps. Ser discípulo, hombre o mujer de fe, por tanto, implica un apego especial a la persona de Jesús a quien se reconoce como el Maestro. No es un apego a una doctrina sobre Jesús, a una devoción particular relacionada con algún hecho de la vida de Jesús, sino es un apego personal a él, persona viva quien llama al discípulo personalmente y éste le responde siguiéndolo, como el discípulo sigue a su maestro, muy unido a él. Insisto en que se trata de un encuentro personal. Un escritor muy hábil se enamoró de una muchacha. Por tanto, decidió enviarle cada día por correo una poesía de su propia inspiración. Un año entero estuvo enviando mensajes cada día. Al final del año, la muchacha se casó pero no con el escritor sino con el cartero que todos los días llegaba a su puerta con el mensaje del escritor que ella recibía cara a cara. Pero el encuentro va más allá, porque es un encuentro personal pero también es un encuentro amoroso. El diálogo entre Jesús resucitado y Pedro que lo había traicionado era muy significativo: “Pedro, ¿me amas? Sí Señor, tú sabes que te amo” (Jn 21,16).

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Cómo no aludir a Saulo (Pablo) a quien Jesús se le atravesó en el camino para un encuentro definitivo. El velo que lo enceguecía se le cayó. Desde entonces, Jesús será sencillamente “Mi Señor, Jesucristo”. Al lado de Jesús, Pablo considera basura todo lo demás: “Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él 9y encontrarme unido a él” (Fil 3,8-9). Pablo no dice: “Nuestro Señor” sino “mi Señor”. Entre él y Jesús se ha establecido una relación muy personal porque el amor de Dios quien toma la iniciativa, había llenado su corazón y amor con amor se paga. “Mi Señor” es un punto decisivo. El gran Policarpo, con sus 86 años, escucha al juez pagano que le dice: “Proclama que el Cesar es tu Señor y te salvas”. Policarpo responde: “No puedo, durante 86 años he proclamado a Cristo como Mi Señor. No tengo motivos para cambiar”. Inmediatamente es atado y quemado en la hoguera. Ese “mí”, de la expresión mi Señor, indica que entre Jesús y Policarpo se había creado una relación muy íntima. Era el amor propio del maestro al discípulo y del discípulo al maestro.

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11 ¿Seguir a Jesús a mi manera o a la suya? Trabajé en las selvas amazónicas durante muchos años. En uno de los tantos viajes, me perdí en la selva. ¿Qué significa eso? Sencillamente, que tomé un camino pensando que era el acertado y a los cuatro minutos se acabó el camino. Entonces, con calma, miré alrededor y encontré algo así como otro camino y, recuperada la serenidad, empecé a caminar por el mismo. Como las otras veces, pasaron unos minutos y el camino desapareció. Cuando se ha hecho diez veces la misma operación de buscar un camino, recorrerlo por minutos y quedar nuevamente perdido, se empieza a sentir angustia y se anhela una ayuda, una luz, un guía. 29


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Tal vez así se sentía ese personaje de una novela de Kafka (1883-1924) que decía: “Encontré a un agente, corrí donde él y, casi sin aire, le dije ansioso: “¡El camino, el camino!” Sonriendo me dijo: “¿Quieres que yo te indique el camino?” Le respondí: “Sí, yo solo no logro encontrarlo”. ¡Renuncia, renuncia! me dijo, dándome la espalda, como hacen los que se ríen de uno a escondidas”. Lo que Kafka quería expresar es que a un lado está el hombre contemporáneo que se agita en un laberinto de ideas, de voces, de invitaciones. “Busca un camino que lo saque de allí; una ruta en el mar de opiniones que tal vez lo han apachurrado con el internet o vía whatsapp. Tal es el caso del hombre perdido de hoy, que por fuera da muestras de seguridad y certidumbre, mientras que interiormente, en lo más profundo de su alma se siente desterrado, extranjerizado, sin una brújula moral”.8 Pues bien, mi caso no era tan interior pero en su exterioridad sí era dramático. Trataba de mirar, de imaginar, de oír. Y esto último surtió efecto. Puse cuidado y escuché unos golpes lejanos que parecían mostrar que alguien se ensañase contra algún tronco. Ese sonido me dio pistas, me orientó, me ayudó como una guía para llegar hasta el hombre que lo producía. Allá llegué, con una alegría enorme al verlo y un saludo cariñoso. Hasta aquí mi recorrido selvático. Usé adrede la palabra recorrido porque “hoy todo es recorrido.

8. Ver, Ravasi, G. o.c. p. 234

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El desconocido que participa en un reality sostiene que hizo un recorrido. El delincuente en la cárcel se somete a un recorrido de recuperación, como el tóxico. La vida en pareja es un recorrido de guerra y de paz. Dos papás que luchan por adoptar a un hijo tienen que hacer un recorrido afectivo. Hasta leer un libro es un recorrido de lectura. Sin embargo, usualmente el que se llena la boca con la palabra “recorrido” jamás se mueve de sus convicciones”.9 Es interesante el libro de historia universal de Peter Frankopan el cual expresa toda la historia en caminos o recorridos que él llama rutas, desde la ruta de la seda hasta la ruta de la tragedia, sin que faltase la ruta del oriente cristiano. En efecto, los cristianos en los primeros tiempos eran llamados “los del camino” (Hechos,8,1-3; 9,1-2). Evidentemente el camino no era otro que el de Cristo y ellos seguían ese camino. Para Mateo, especialmente, este seguimiento por el mismo camino significa buscar, en plena vinculación con Jesús, la voluntad de Dios (Mt 12,46-50). Pero, durante la vida terrena de Jesús, significa asimismo que el discípulo sigue, en un sentido totalmente literal, a Jesús, es decir, que va en pos de él. El seguimiento como discípulo supone y significa una entrega sin reservas de toda la existencia (Mt 10,37; Lc 4,26) y para toda la vida (Mt 10,24; Jn 11,16). 10

9. Ver, Ravasi, G. o.c. p. 23. 10. . Ver, Coenen Lothar, Beyreuther Erich, Bietenhard Hans, Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Vol.IV, voz seguimiento.

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12 El discípulo sigue el mismo camino de Jesús

Jesús va adelante y el discípulo lo sigue. Por eso, no es que Jesús vaya por un camino y nosotros nos inventamos otro camino si se quiere paralelo al suyo, tal vez mirando ese camino para enriquecer nuestra propia inspiración y nuestro propio camino. La variedad de discípulos es muy grande y pueden ir desde el admirador de Cristo pero no cristiano, hasta el cristiano admirador de sí mismo y nada más. Gandhi, el gran líder indiano de la no violencia se entusiasmó con Jesús y su mensaje de paz. Pero nunca fue discípulo de Jesús. Caminaba casi en forma paralela, enriqueciéndose con el Evangelio de la no violencia, pero nada más. Muchos cristianos no tienen ni idea que significa ser discípulo de Cristo y se han hecho caminos paralelos de donde han decidido o seguir a un Cristo sin cruz dentro de un cristianismo aburguesado y por ende deformado, o seguir la cruz de Cristo pero sin Cristo, aceptando el sufrimiento pero sin un horizonte de esperanza.

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13 Un seguimiento que se paga con la vida El verdadero discípulo sigue el camino de su maestro con decisión, con cariño, con fidelidad y valentía. De esta valentía nos hablan con su vida no sólo los mártires sino los grandes misioneros de todos los tiempos y además, miles de papás y de mamás en todo el mundo. Para evocar algunas personas, te presento a Ignacio nacido en Antioquía (la actual Antakia en Turquía) donde llegó a ser obispo pero también donde fue condenado a muerte durante el imperio de Trajano y fue llevado prisionero a Roma para ser sacrificado en los juegos públicos del Coliseo. Fue un camino largo durante el cual él escribió cartas a las comunidades cristianas. 33


¿Discípulo de Jesús… Yo?

En una de ellas escrita a los cristianos de Roma, les decía: “Soy trigo de Dios, triturado por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan puro de Cristo. En ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo. Ahora empiezo a ser un discípulo”.11 Para los cristianos de ayer como para los cristianos de hoy la fe ha sido un tesoro que no tenía precio y no estaban dispuestos a cambiarla por nada, ni siquiera por la vida. Y es bueno que te diga que hoy hay muchísimos más mártires que en las épocas pasadas. Al inicio de este siglo 21, en sólo el año dos mil, para poner un ejemplo, los discípulos de Jesús que prefirieron morir antes que negar a su Maestro fueron 160.000. ¿Qué decir hoy de todos los cristianos perseguidos por el radicalismo islámico tan lejano del islamismo verdadero pero tan cruel con los cristianos? La historia nos mostrará legiones de discípulos que han preferido la persecución y la muerte antes que retirarse del camino de Jesús. Cuando visité la Catedral de Guatemala, me conmovió ver en las columnas de la entrada, los nombres grabados de tantos catequistas, delegados de la Palabra y otros fieles discípulos de Jesús que cayeron víctimas del odio fratricida. Son los mártires de Guatemala. La vida sencilla y el testimonio de estos humildes y sencillos discípulos de Jesús, hacen ver que el camino de Jesús fue seguido por todos ellos hasta la misma cruz donde murió el Maestro. Fue un seguimiento de Jesús hasta el fondo. Si miramos bien estos hechos, podemos inferir que en el panorama del mundo, la cristianofobia, es decir, el odio al cristianismo, es un hecho. El discípulo de Jesús sabe enfrentar estas situaciones de sufrimiento, de victimización, de muerte, con la fuerza que le mostró su Maestro, herido al cual más, en el camino de la cruz. Cuenta una anécdota que cuando un hombre iba a entrar al cielo, le dijeron: Tienes alguna cicatriz que puedas mostrar y que has recibido por haber sufrido por alguien, por haber luchado por algo noble y grande? Ese es tu tiquete de entrada. Los mártires, llenos de heridas, habrán entrado derechito. 11. Véase, Benazzi, Natale, o.c. p.53

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

14 Como la planta, el agua y la luz frente a las tinieblas El caso es que una persona quiso empezar a cultivar plantas en su casa. Ubicó tres baldes uno al lado del otro. La inexperta persona colocó una plantica en el primer balde; un poco de abono en el segundo balde y todos los días echaba un poco de agua en el tercer balde. El asunto no resultó, por obvios motivos. Es un cuento simplón pero nos ayuda, a ti y a mí, a entender que es indispensable que el discípulo esté unido al Maestro; de no ser así, acontecería algo parecido a la plantica separada del agua. 35


¿Discípulo de Jesús… Yo?

O también al ser humano separado de la luz. Son muchos los que han trabajado el drama de la vida sin luz. Sólo te ofrezco uno en poesía de Kostantinos Kavafis, nacido en Alejandría de Egipto (18631933) y que refleja algo de su encierro. 12

“En esta habitación oscura, donde paso jornadas sofocantes, yo voy a tientas en busca de ventanas, ojalá una se abriera para mi consuelo”. Pero no hay ventanas o tal vez soy incapaz de encontrarlas. De pronto es hasta mejor, que no suceda que la luz me traiga otro tormento. Y luego quién sabe cuántas cosas nuevas se revelarían”. Eso del tormento puede ser que la luz lo encandelille o que la misma lo obligue a darse cuenta de su propia miseria, aumentando el tormento interior o empujándolo a descubrir aspectos y propuestas nuevos de la vida que allá afuera se mueven y se ofrecen.

12. Ver, Ravassi, G. o.c. p.369

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

Esta es una parábola del drama personal de muchos, encerrados en su propio capullo, prisioneros de una especie de autismo espiritual. No quieren ventanas, aunque pareciera que las buscasen, porque ellas con su rayo de luz obligarían a un cambio de vida, a un compromiso, a mostrar la cara y así a entablar el de verdad difícil pero necesario diálogo de la comunión, del confrontarse, del amor. 13

13. Ravasi R. o.c. p.369

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

15 El discípulo que amaba la oscuridad Cuenta el evangelio que había un aspirante a discípulo llamado Nicodemo, un fariseo influyente que pertenecía al órgano supremo del gobierno judío. Era una figura representativa y por eso usaba mucho el plural “sabemos”. Lo curioso es que iba a encontrarse con Jesús sólo de noche. Dado que el evangelio de Juan es muy dado a los simbolismos, pues con el tema de la noche habrá querido indicar algo especial. En efecto, dicen los comentadores que la noche está en relación con la tiniebla. La noche significa la resistencia para dejarse iluminar por Jesús, la luz, por causa de una ideología. Él empieza por exponer la persuasión a que ha llegado: Sabemos que has venido de parte de Dios como maestro pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él”. (Jn 3,2) Maestro, según el uso judío, era aquel que, a partir de la observancia de la ley, mostraba el camino de Dios. Jesús no participa de esta visión y echa abajo el presupuesto de Nicodemo: el hombre no puede llegar a obtener plenitud y vida por la observancia de la ley sino por la capacidad de amar. Solo con hombres dispuestos a amar hasta la muerte puede construirse la verdadera sociedad humana.

“Él era su fuerza”

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

Su vida será la práctica del amor, el don de sí mismos, con la universalidad con la que Dios ama a la universalidad entera. Con su vida, Jesús le muestra al discípulo el camino del amor y de la luz. Pero Nicodemo, aun admirando a Jesús, prefiere el camino de la ley judía y se cierra a la luz que se le ofrece. 14 No está muy convencido del camino de Jesús. Pero queda algo por aclarar: el camino es así, lleno de dudas y de incertidumbres a lo que se añade la inquietud que caracteriza el camino entero del hombre. El camino no es la meta pero la meta es la razón del camino. Pero el camino indica que uno cambia a lo largo de él y anhela la meta. Nicodemo está sólo empezando. El discípulo necesita de Jesús como la uva requiere de la vid y como la planta necesita del agua. Por eso, él insiste en que permanezcamos en Él y Él en nosotros. Pues bien, un discípulo sabe que no puede hacer menos de Jesús, necesita permanecer en Él, estar en comunión con Él. Damian de Reuter, el sacerdote enviado a Molokai la isla terrible, para asistir a los leprosos y donde permaneció el resto de su vida hasta la muerte, decía que sólo podía permanecer en esa isla si estaba unido a Cristo en la Eucaristía. Él era su fuerza cotidiana.

14. Véase, Mateos, J. y Barreto, J,. El evangelio de Juan, Ed. Cristiandad, Madrid, 1979, p. 178 y ss.

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

16 El discípulo irradia a través del servicio Un hombre al entrar al paraíso, dijo orgulloso: “Vean mis manos. Ellas están limpias, bien limpias”. Y le respondieron: “sí, es verdad, están limpias pero están vacías”. La fe se demuestra con las obras, como el árbol bueno, que da frutos buenos. Por eso, una de las frases más conocidas por los filósofos clásicos dice así:

“El bien se conoce por su irradiación”. 40


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Es decir, se regala a los demás, lo mismo que hace el sol. En tanto que está ahí para los demás, es bueno. Un discípulo irradia, es un don de sí para los demás. Es bueno y, dicho al revés, no es malo.” El mal se debería representar como lo que destruye, devora, no se da a sí mismo, sino que consume. No es comunicativo sino que absorbe, no enriquece sino que empobrece.”15 El discípulo irradia porque tiene una vocación de servicio. Se la dio su mismísimo Maestro y no sólo con palabras sino con hechos. Estos hechos de servicio, narrados ampliamente por los cuatro evangelios, tuvieron como un signo especial muy propio de su tiempo: “Después de que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman el maestro y el Señor, y dicen bien porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro les he lavado los pies (Jn 13,12-15), ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. El programa de servicio lo esbozó Jesús al comienzo de su vida pública cuando visitó la sinagoga de Nazareth. Allí leyó un pasaje del profeta Isaías donde estaba escrito:

“El espíritu del señor sobre mí, Porque me ha ungido para anunciar a los pobres la buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del señor”. Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: “Esta escritura que acaban de oír, se ha cumplido hoy” (Lc 4,16,21) 15. Berger, Klaus, ¿Qué es la espiritualidad bíblica? Ed. Sal terrae, Maliaño, 2001, p.199

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

Este programa de servicio quería que fuese también propio de sus discípulos. Por eso, en una ocasión en que los doce que lo acompañaban discutieron sobre cuál era el más importante de ellos, Jesús les dijo: “Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida como rescate por muchos”. (Mc 10,42-45)

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

17 Un servicio sin esperar recompensa Jesús insiste en que el servicio sea generoso, no con segundas intenciones sino un servicio por el cual no se esperan recompensas. En este punto, Jesús era muy claro: “Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?. 43


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Y si no saludan más que a sus hermanos ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso también los gentiles? (Mt 5, 43-47) Una vieja película, (Hanna) relata la historia de un pequeño pueblo que vivía plácidamente. De pronto entró un grupo de forajidos que se tomó el pueblo, asaltó el banco, acabó con el bar, llenó de espanto a todos los pobladores y ninguno se atrevió a hacer algo para salir del lío. De pronto aparece un hombre que nadie conoce y nadie sabe de dónde viene, pero reúne a la gente, les da confianza, les infunde valentía y entre todos sacan corriendo a esos forajidos. Una vez que pueden respirar de nuevo, desean agradecer al hombre que los salvó. Pero él ya no está por ahí. Se ha ido. Al fondo todavía se nota un poco del polvo levantado por la carrera de su caballo. Vino, sirvió y se fue, sin esperar recompensa. Así debe ser el servicio, no como un negocio donde se da tanto para recibir tanto equivalente como acontece en la vida comercial de cada día, sino donde se da sin esperar el equivalente como pide el Evangelio al discípulo de Jesús. 44


¿Discípulo de Jesús… Yo?

18 Servidor sí, servil, no Es propio del discípulo también saber distinguir entre el ser servidor y el ser servil. Ser servidores puede ser un signo de dignidad pero ser serviles es un gran signo de indignidad y de mezquindad. “Somos viles y por ende también serviles frente al potente de turno para obtener un buen puesto. Ponemos caras de pávidos, esto es, de asustados, frente al prepotente, para evitar riesgos; nos mostramos aduladores para lograr ventajas; nos declaramos sometidos y listos para cerrar los ojos frente a las injusticias y actos vergonzosos del jefe, con tal de conseguir dinero”. Para ser servidores de verdad, rechacemos toda adulación o zalamería humillante y todo servilismo hipócrita.16 16. Berger, Klaus, ¿Qué es la espiritualidad bíblica? Ed. Sal terrae, Maliaño, 2001, p.199

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

19 Invitado a trabajar por el evangelio 46


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Un discípulo está llamado al servicio (Mc 1,17; Lc 5,10) y muy especialmente está llamado a trabajar por el Evangelio. Y él debe entender una distinción: Una cosa es trabajar por el Evangelio y otra es hacer triunfar el Evangelio en los corazones, el propio y el de los demás. Nosotros trabajamos por el Evangelio y lo hacemos con entusiasmo, con inteligencia, con sacrificio y fe. Pero sólo Jesús hace triunfar el Evangelio con la fuerza del Espíritu en los corazones. En el momento en que creamos que somos nosotros los que debemos hacer triunfar el Evangelio nos volvemos exigentes y creemos que todos los medios son buenos para hacer triunfar el evangelio, nos volvemos fariseos. Unos apóstoles le dijeron a Jesús: Maestro, ¿quieres que pidamos fuego del cielo para castigar a estos? Jesús los regañó.(Lc, 9,54 y ss).

“ Hacer triunfar el evangelio ”

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

20 El discípulo vive su vida de fe en la compañía de la fe de otros discípulos San Agustín en medio de su drama se preguntaba viendo a algunos amigos: “¿Si éste y aquél, por qué yo no? Es decir, si éste amigo y aquél otro pudieron llegar a ser discípulos de Jesús, ¿por qué yo no lo logro?. Qué buen influjo. En efecto, el discípulo es una persona que vive de la fe pero accede a la fe con la mediación de la compañía de la fe de otros creyentes. Eso significa que la vida intelectual de una persona puede verse fuertemente condicionada por su estructura afectiva. Por eso, es más frecuente que se dé el paso a ser discípulo de Jesús por el camino afectivo. “Los buenos razonamientos pueden liberar el terreno de prejuicios, pueden contribuir al correcto planteamiento de los problemas y sirven para discutir las objeciones. Sin embargo, el verdadero conocimiento de Jesucristo se verificará cuando uno no se detenga a este nivel. Conocer a alguien significa siempre acogerlo, además, con amor y simpatía, permitirle que entre en nuestra propia vida, aceptarlo en su diversidad. Por este motivo, la fe se acepta normalmente no tanto sobre la base de unos razonamientos o de unas pruebas científicas, sino a través del contacto con personas y grupos que viven intensamente su adhesión a Cristo” 17. Sobre todo los testigos son los que tienen fuerza persuasiva. El hombre de hoy aprecia más a los testigos que a los maestros o, si escucha a los maestros, lo hace porque son testigos (Pablo VI). Entonces, se accede a la fe con la mediación de la “compañía de la fe” de otros discípulos. 17. Ardusso Franco, Aprender a creer, Ed. Sal Terrae, Maliaño, Cantabria, 2000, p.185

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21 La ayuda de esos otros discípulos Edith Stein, judía pero no creyente, profesora de filosofía en la Universidad de Gottingen, discípula y asistente de Husserl, tuvo que ir a la casa de la esposa de otro profesor, Adolfo Reinach, uno de sus grandes amigos, que había muerto en la guerra, para darle el pésame a la viuda. Edith estaba preocupada porque seguramente encontraría a una mujer deprimida, desconsolada, sumida en la angustia, difícil de abordar. Cuando llegó a la casa, salió la viuda a recibirla. Se encontró con una mujer serena, confiada, dueña de sí, muy compuesta, tranquila. Edith quedó sorprendida y le preguntó: ¿De dónde sacas tanta valentía? Y la viuda le respondió: “Es la fuerza de la cruz”. Jamás había oído Edith esa frase o alguna referencia a la cruz tan personal, tan sentida, tan profunda. El encuentro con esta viuda fue el comienzo de toda una reflexión que la llevaría a volverse discípula de Jesucristo. Tuvo otras experiencias que generaron en ella la fuerte convicción de entregarse a Jesucristo. Una fue en la catedral. 50


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Entró por pura curiosidad para ver los vitrales y obras de arte pero de pronto vio a una mujer muy humilde que entró con un canasto en la mano, atravesó la Catedral y se arrodilló frente al altar del Santísimo Sacramento. Edith quedó sorprendida de que una mujer tan sencilla, con su canasto y su delantal pudiese arrodillarse ante el altar. Le pareció grandioso. En otra ocasión, pasó la noche en la casa de una familia que no era católica pero en cuya biblioteca estaban los escritos de Teresa de Ávila. Edith empezó a leerlos y pasó la noche entera en la lectura exclamando al final:

“Esta es la verdad”. Finalmente, Edith se hizo bautizar el 1 de enero de 1922 con el nombre de Teresa. Luego de una época como profesora y escritora, decide entrar en el convento de las carmelitanas de donde tiempo después será sacada por los nazis con destino a los hornos crematorios de Auschwitz, donde fue asesinada por ser de raza judía. Era el 9 de agosto de 1942. Edith, hoy canonizada por la iglesia, es el ejemplo de una fe que fue creciendo gracias a la compañía de la fe de otros discípulos. 51


¿Discípulo de Jesús… Yo?

22 El discípulo va tomando la figura de Cristo 52

Un niño, muy concentrado, pintaba algo. La mamá le dijo: ¿Qué pintas? Él respondió: “Pinto el rostro de Dios”. La mamá le dijo: “Pero Dios no tiene rostro porque es espíritu puro”. El niño respondió: “Pues lo tendrá apenas termine mi dibujo”. En realidad Cristo es el rostro de Dios, la imagen del Padre, el hijo de Dios hecho hombre. Y si él tiene figura, su discípulo está llamado a parecerse a Él.


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Quienes pertenecemos a una misma familia, nos parecemos. Te acordarás cuando eras pequeño, alguien te miraba de la cabeza a los pies y exclamaba: ¡Uy, cómo se parece al papá!. O también: ¡Cómo se parece a la tía”. Al ser discípulos de Jesús, en cierta forma, somos de su familia y nos vamos pareciendo a Él. El Espíritu Santo va tomando rasgos de Jesús y los coloca en nosotros. Tomar la figura de Cristo o, en palabras más difíciles, configurarse con Cristo, o tomar la forma de Cristo, se inaugura en el bautismo y San Pablo lo explica con términos un poco difíciles: “¿ O es que ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?...Y al igual que Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, también nosotros vivamos una vida nueva”.(Rom 6,3-4). Más adelante Pablo explica que ser bautizados en su muerte quiere decir esforzarnos para no pecar más (Rom 6,12) y la vida nueva es el “don de Dios, la vida eterna en Cristo Señor Dios nuestro”(Rom 6,23). El ser hijos de Dios hace que seamos guiados por el Espíritu de Dios. Naturalmente, este parecido que se inaugura en el bautismo lo vamos intensificando por la imitación (1 Cor 11,1) y por una estrecha comunión con Cristo, no sólo en lo feliz de su resurrección sino también en el sufrimiento de la cruz. Ser discípulo de Cristo es conformarse con Él en su misterio de muerte y resurrección, muriendo al pecado y resucitando a la vida nueva.

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

Pero no se puede olvidar cuanto escribía la escritora rusa Zinaida Hippius (1869-1945) en su obra “Ivan Ivanovic y el diablo”: “Nuestra fuerte discusión con Dios, prosiguió el diablo, acomodándose mejor en su silla, no ha cambiado en el curso de los siglos. Mientras que Dios afirma que el hombre fue creado a su imagen y semejanza, yo, al contrario, afirmo que fue creado a mi imagen y semejanza”. El Creador está convencido que la huella profunda presente en su creatura más alta sea la suya y por tanto que el hombre es capaz de amor y donación, de bien y de verdad. Sarcásticamente, Satanás presenta, por contraste, la historia de la humanidad con su inacabable secuela de mal, de pecado, de violencia, de miseria. De manera que se enfrentan dos visiones que, paradójicamente, tienen ambas un fondo de verdad. Es cierto que la grandeza del hombre está en ser imagen de Dios (Gen 1,27) en cuanto varón y hembra y por tanto capaz de dar vida y amor. “Este rasgo íntimo no desaparece nunca del todo y por eso hay que insistir en la conversión aun cuando pareciera que tristemente se insinuase también la huella satánica. Y en este caso, hay que dar también al diablo lo que es del diablo. La fascinación por las frivolidades oscurece lo que es bello y “el frenesí del deseo pervierte al espíritu ingenuo” (Sab 4,12) Por eso, necesitamos que la gracia divina llegue a nosotros para impedirnos precipitar en el remolino hirviente del mal”. 18 Y si algo así aconteciese, que sepamos que la misma gracia de Dios ayuda al discípulo a salir del abismo porque, en las buenas y en las malas, Dios lo ama. La conversión es sencillamente un cambio en el camino, un cambio necesario, valiente, por amor.

18. Ravassi, o.c. p.67

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23 La valentía de dejar el camino equivocado por el correcto Un muchacho llegó a una gran ciudad con el proyecto de visitar a un amigo suyo muy apreciado. Decidido a todo, tomó el bus que lo llevaba al encuentro con su amigo. Pero pasado un tiempo, notó que el bus iba por lugares desconocidos para él, por caminos nunca transitados y preocupado tuvo que aceptar que había tomado el bus que no era. 55


¿Discípulo de Jesús… Yo?

La solución era muy sencilla. Ir donde el conductor, manifestarle que estaba perdido y que le indicase qué bus tenía que tomar que lo condujese por el camino para llegar donde su amigo. Pero, mirando a su alrededor sintió un escalofrío y se dijo: Si me levanto y digo que me perdí, todos se van a reír de mí. Van a decir: “Miren ese tonto que tomó el bus que no era”. Y pensando eso, se arrinconó contra la ventana y no se movió de ahí. Pero el bus cada vez se alejaba más de la casa de su amigo. “Apenas esa señora con cara de burlona se baje, me decido a ir donde el conductor”. Pero nada. No era capaz de decir: “Basta, cambio de camino y busco el camino correcto”. Esta es la urgencia de la conversión, el cambio de camino, pero también tiene sus dificultades, exige valentía. El no decir “basta, me bajo ya”, deforma todo el proyecto alejándose cada vez más del amigo.

“Basta, cambio de camino y busco el camino correcto”. 56


¿Discípulo de Jesús… Yo?

24 La conversión, un cambio en el camino Si el pecado deforma al discípulo y lo aleja de la imagen de Cristo, la conversión lo coloca otra vez en el sendero correcto. Jesús al presentarse como el buen pastor nos dice que está dispuesto a dejar las noventa y nueve ovejas al seguro, para ir en busca de la oveja perdida. Y nos dice también que él es como el papá del hijo pródigo que se fue de la casa, dilapidó su fortuna y regresó hambriento al hogar. El papá lo recibió e hizo fiesta por su regreso porque ese hijo estaba muerto y había vuelto a la vida. El hermano mayor se enfureció y dijo que todo eso no era justo. Y tenía razón desde su punto de vista. Solamente, él tiene que entender que en este caso no era la justicia la llamada a decidir sino el amor, exactamente el de un papá por su hijo que dejó el mal camino y regresó al hogar. 57


¿Discípulo de Jesús… Yo?

25 Discípulo con fuertes raíces, con fuertes aliados y con fuertes modelos 58


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Me imagino que sabes lo que es un bonsái. Es un árbol que debió crecer mucho pero eso no sucedió, se quedó pequeñito, como un enano, como un bebé. ¿Por qué se quedó tan pequeño? Sencillamente porque le cortaron las raíces y sin raíces no se crece. Las raíces son fundamentales. Eso lo sabe muy bien otro tipo de árbol del cual tenemos muchos en Colombia y en otros países del mundo y se llama el bambú. Cuando se siembra un bambú, se esperan muchos meses antes de que empiece a crecer. Esos largos meses sirven para darle fortaleza a las raíces. Cuando las raíces están fuertes, entonces en pocas semanas crece y de una manera espectacular. Si no se le diera el tiempo suficiente para el crecimiento de las raíces, no crecería ni con la altura ni con la fortaleza que lo caracteriza. Por eso, es necesario dar todo el tiempo necesario a las raíces. Si tú eres o quieres llegar a ser un discípulo de Jesucristo, es necesario que mires las raíces del discipulado. La palabra “discípulo” se refiere en primer lugar a las personas que Jesús llamó para que lo siguieran durante su vida histórica y, en segundo lugar, a las personas que escogió para que lo siguieran después de su glorificación y a lo largo de los tiempos. De manera que, así como Pedro le dijo una vez a Jesús: “Nosotros que te hemos seguido…” (Mt 29,17), igualmente nosotros, discípulos de Jesús hoy, podemos decir lo mismo:

“Nosotros que te hemos seguido”... Ojalá tú también llegues a decirle lo mismo a Jesús: “Yo que te he seguido…”.

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

26 La historia del discipulado en dos etapas De manera que son dos etapas, la etapa de la vida histórica de Jesús y la etapa después de la resurrección hasta nuestros días. En cuanto a la primera etapa, y en ésta hay raíces muy importantes, es el llamado en primer lugar a ese grupo tan importante compuesto por Doce discípulos: “Por aquellos días, se fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos a los que llamó también apóstoles”. (Lc 6,12-13). Estos discípulos representarán a Jesús después de la resurrección en muchas cosas. El que los escucha a ellos y los acoge es como si escucharan o acogieran a Jesús. Así lo explicaba el mismo Jesús durante la última cena, cuando dijo a los Doce: En verdad, en verdad les digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí y quien me acoja a mí, acoge a aquél que me ha enviado” (Jn 13,20). Y en forma dramática enfatiza esta representatividad cuando les dice: “El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes; si han guardado mi palabra, también guardarán la de ustedes.” (Jn 15,20). 60


¿Discípulo de Jesús… Yo?

Fuera de representar a Jesús, los Doce son también modelo para todos los demás discípulos en el futuro; pero entre nosotros y ellos hay la siguiente diferencia que es muy importante: Los Doce fueron llamados por Jesús personalmente; ellos vivieron la experiencia personal de ser llamados por Jesús, escucharon con sus propios oídos este llamado y le respondieron con sus palabras y acciones. Jesús los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a las gentes con la Buena Noticia. Fuera de los Doce, durante su ministerio terrenal, Jesús llamó también en forma grupal a otros discípulos, dándoles tareas muy específicas: “Designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir.” (Lc 10,1). En cambio, los discípulos que hemos sido llamados luego de la Resurrección de Jesús, no hemos sido testigos del llamado de Jesús visible, histórico, en su ministerio terrenal, sino que recibimos el testimonio que los otros dieron de Jesús, pero sin verlo a Él físicamente, también acogemos su llamado. Ya lo decía Jesús a uno de sus discípulos llamado Tomás:

“Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29) 61


¿Discípulo de Jesús… Yo?

27 Jesús oró por ti y por mí Tanto los primeros discípulos que estuvieron con Jesús en Galilea como nosotros, estamos igualmente en el corazón suyo como lo estuvimos en su oración. En oración con el Padre así oraba: “No ruego sólo por estos, sino también por aquellos que por medio de su palabra creerán en mí” (Jn 17,20). 19 Y dirá también, utilizando una metáfora corporativa: “Y habrá un solo rebaño bajo un solo pastor”. (Jn 10,16). 19. Kostenberger, o.c. p. 149

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

A propósito de oración, te cuento que en un hospital, un hombre que se decía ateo le decía a la hermana religiosa enfermera: “Hermana, rece por mí”. Ella le contestó: “Mejor rece usted mismo, porque la voz de los extraños siempre es escuchada primero”. No estaría mal, para concluir, aconsejarte que rezaras y por el mismo motivo que dio la hermana:

“La voz de los extraños es siempre escuchada primero”. Quien quita que en tu vida acontezca algo así, como el que digas con las palabras de María: “Que se haga en mí, según tu Palabra”. Te deseo un buen camino. Gracias.

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¿Discípulo de Jesús… Yo?

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Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga IMC, es un trabajador constante en la solución de conflictos, de posiciones vehementes y espíritu conciliador. Considerado como un auténtico misionero de la paz.

Puede que en algún tiempo hayan tenido fe pero la misma se fue debilitando, marchitando y olvidando del todo. Aunque a veces ese “del todo” no es tan exacto. Muchas veces queda como un tris de rescoldo en espera de un soplo de aire que lo avive de nuevo. Mons. Luis Augusto Castro Q. IMC Arzobispo de Tunja

Nació en Bogotá, el 8 de abril de 1942. Recibió la Ordenación Sacerdotal en Roma el 24 de diciembre de 1967. Ya sacerdote, realizó una especialización en Orientación Psicológica en la Universidad de Pittsburg (Estados Unidos) y obtuvo el doctorado en Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Como sacerdote se desempeñó en los siguientes cargos: Vicario Cooperador de la Parroquia de la Catedral y Rector de la Universidad de la Amazonía en Florencia (1973-1975); Director del Seminario Mayor para los estudios de Filosofía del Instituto Misiones Consolata en Bogotá y simultáneamente Consejero Provincial (1975-1978); Superior Provincial de su Instituto en Colombia (1978-1981); Consejero General del mismo Instituto en Roma (1981-1986). El 17 de octubre de 1986 fue nombrado Obispo titular de Acque Flavie y Vicario Apostólico de San Vicente – Puerto Leguízamo y fue consagrado el 29 de noviembre de 1986. El 14 de marzo de 1998 fue nombrado Arzobispo de Tunja, hasta la actualidad. Ha escrito más de 90 libros, con temas pastorales, teológicos, psicológicos, de reconciliación y paz, entre ellos: El Gusto por la Misión (1994), Hola Padrecito, ¿Buen Pastor? (2012), Llevar a mi Jesús en Automóvil (2013), Amelia (2015), ¿Por qué diablos...? (2016), El Caballero de la triste armadura (2016), Ética de la compasión y construcción de la paz (2017). Este libro, pretende ser un instrumento para el Año de la Evangelización en la Arquidiócesis de Tunja, que ayude a los bautizados alejados y a quienes no creen, por medio de una lectura amena, a redescubrir a Dios, a que se acerquen a Él.

Una gentil invitación para quien no conoce a Jesús, o se olvidó de Él ISBN 978-958-8463-40-7

No “tuerzas” la boca ante el título de este librito. Otras preguntas parecidas han recibido respuestas semejantes. ¿Crees en Dios? Le preguntaban a un hombre. Él respondió, “no, yo soy normal”. Normal significa que sigue una norma, la de la indiferencia religiosa, algo muy extendido en el mundo de hoy. A este amigo que se declara ateo quisiera dedicarle estas páginas pero no sólo a él sino también a muchos otros que sin declararse ateos fueron sacando a Dios de sus vidas y especialmente borraron de su alma la posibilidad de acoger a Jesucristo.


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