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Independencia

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De esa imagen partió la idea predominante de un anarquismo proclive a declarar huelgas a diestra y siniestra, con la intensión de provocar una huelga general revolucionaria y violenta como vía directa para alcanzar el cambio social. Esto no es del todo certero. Al lado de la huelga los anarquistas desarrollaron otras actividades. La primera, la organización de sus cuadros, seguida de la solidaridad, el boicot, el label, el sabotaje, giras de propaganda, fiestas, reuniones de controversia, escuelas, ateneos, bibliotecas, editoriales, conferencias, manifestaciones callejeras, atentados, formación de cooperativas de producción, servicios y consumo, etc. Más aún, la huelga general fue prevista como recurso final y sólo aceptaba si nacía de una serie de paros parciales articulados con el fin de conseguir mejoras económicas inmediatas y como un recurso de acompañamiento o afianzamiento del derrumbe del sistema capitalista.

Aparte, la huelga fue un tópico con dos posturas antagónicas. Por un lado, los antiorganizadores se opusieron a ellas mientras los grupos pro-organizadores las alentaron y teorizaron sobre ellas, añadiéndole cuestiones como el arbitraje.

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Independencia

En Cuba el tema de las huelgas es un asunto complejo debido a la efervescencia nacionalista auspiciada por el proceso independentista, esto impidió la unidad obrera. La división, étniconacional, fue alentada a beneficio propio tanto por la burguesía criolla cubana como por la peninsular.

Esto no pasó desapercibido para los anarquistas quienes observaron que la independencia no propiciaría un cambio en las condiciones morales y materiales de las clases productoras cubanas; no obstante, durante el Primer Congreso Obrero celebrado en enero de 1892, se pronunciaron a favor de la independencia. Por esta declaración de simpatía el Congreso fue suspendido.153

153 En líneas generales los resolutivos del Congreso, dominado por los anarquistas, sostuvieron: “En reconocer que la clase trabajadora no se emancipará hasta tanto no abrace las ideas del socialismo revolucionario y por lo

Con todo y la clausura abrupta los ‘intelectuales y líderes’ ácratas, como lo habían hecho sus bases, dejaron suscrita su adhesión con los separatistas, abandonando los agrios debates y tensiones producidas durante el segundo lustro de la década de los 80 sobre la cuestión de la independencia respecto a España.154 Eso se evidenció durante la polémica trabada entre el periódico El Yara (independentista-patriótico) y El Productor (anarquista), el primero acusó al segundo de usar su propaganda “para evitar la independencia del país, ocupándose de redimir al obrero pero se olvidaba de redimir a la patria, al hombre y a la familia”. El Productor respondió

tanto aconseja a los trabajadores de Cuba el estudio de dichas ideas para que, analizándolas, puedan apreciar, como aprecia el Congreso, las inmensas ventajas que estas ideas proporcionan a la humanidad al ser implantadas. El Congreso reconoce que si bien hace la anterior afirmación en su sentido más absoluto, también declara que la introducción de estas ideas en la masa trabajadora de Cuba, no viene, no puede venir a ser un nuevo obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por tanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de este pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo aspira sea la libertad relativa qué consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo”, Evelio Tellería, Los congresos obreros en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984, pp. 3-44. 154 En este sentido Bakunin escribió que el anarquismo no estaba en contra del nacionalismo natural en el cual se engloban la construcción histórica y cultural de un pueblo, su lenguaje y sus ritos. Refiere Bakunin que esos elementos son indispensables para la cohesión social e importantes para la solidaridad entre los pueblos: “El patriotismo es una pasión de solidaridad grupal. He mostrado cómo el patriotismo, en cuanto pasión natural brota de una ley fisiológica, brota, para ser exactos, de la ley que determina la separación de los vivientes en especies, familias y grupos. La pasión patriótica es manifiestamente una pasión de solidaridad social, añade a él los vínculos que atan al individuo al suelo o a su hábitat natural, constituyendo las costumbres una segunda naturaleza para el hombre y los animales, ciertas pautas de vida están mucho más determinadas y fijadas entre los animales sociales con vida sedentaria que entre las manadas migratorias; y esas costumbres diferentes, esos modos particulares de existencia, son un elemento esencial del patriotismo, el patriotismo es un serio obstáculo para la formación de Estados por ser en su esencia y en su realidad un sentimiento puramente local. Por eso mismo, los Estados y la civilización en cuanto tal no puede establecerse sino destruyendo esta pasión”, Bakunin, Escritos, op. cit., pp. 280-291. Agregaría “cada uno debe elevarse por encima del mezquino, del pequeño patriotismo, para el cual el propio país es el centro del mundo, juzgándose grande en la medida en que se hace temer por sus vecinos. Debemos colocar la justicia humana y universal por sobre todos los intereses nacionales y abandonar de una vez para siempre el falso principio de nacionalidad, inventado recientemente con el propósito de aplastar el principio soberano de la libertad. La nacionalidad no es un principio; es un hecho legítimo, así como lo es la individualidad. Toda nacionalidad, grande o pequeña, posee el incontestable derecho a ser ella misma, a vivir de acuerdo con su propia naturaleza. Ese derecho es simplemente el corolario del principio general de la libertad”, Ibíd, p. 45.

Como si nuestros principios revolucionarios no llevaran a los pueblos a revoluciones materiales, como si nuestra propaganda práctica de preparar a los obreros a choques continuos contra el capital y la autoridad, la censura a los vicios, la incitación al odio de todas las tiranías, [no tuvieran como finalidad] violentas y enérgicas protestas y de estas a revoluciones radicales, aún [así] dicen que no queremos la redención y la libertad. Nosotros no censuraremos a la burguesía cubana porque vaya a la revolución material, a la independencia, pues en su provecho resultará, pero dejar de decirle a los trabajadores que no deben derramar su sangre por causas que, además de los principios económicos que llevan en sí la explotación, producen tiranos como los Iturbide y Páez, y fieras humanas como los Francia y Rosas, eso nunca.155

A lo anterior los ácratas apuntaron una serie de argumentos para defender a los trabajadores cubanos (criollos y peninsulares) asentados en Estados Unidos, quienes contribuían, con sus donaciones, a la formación del ejército rebelde cubano, a la manutención de los grupos revolucionarios y a la propaganda independentista, pues permanentemente se les recriminaba no aportar lo suficiente para la causa de su patria. En esa tesitura, los redactores de El Productor, puntualizaron la importancia de los cubanos residentes en Key West, a quienes consideraron el verdadero baluarte del espíritu revolucionario independentista. Los cubanos residentes en la costa este de los Estados Unidos, en ese sentido, tenían presente “la idea sacrosanta de la independencia de la patria, cuando, en nombre [de la patria], se pide algo a la emigración, la generosidad se desbordaba sin que hubiera dique para detenerla”.156

Los constantes llamados de atención hacia los trabajadores cubanos por su ‘limitado’ apoyo a la causa de la independencia, fundó diversas dudas en los anarquistas respecto a los intereses perseguidos por la burguesía tabacalera (tanto peninsular e insular) asentada en Estados Unidos, la cual mudó su ropaje integrista o autonomista por el independentista. Ante ello los ácratas sostuvieron que “esos patriotas de nuevo cuño” buscaban dividir a los trabajadores al sembrar en ellos la idea “que el patriotismo consiste en trabajar todo el día al lado de un peninsular, comer y conversar con él, pero llegado el momento de organizarse y de prepararse para resistir al enemigo común entonces debían marchar separados”. Acusaron el perjuicio atraído a la organización de clase por los “patrioteros revolucionarios sietemesinos”, acusándoles de provocar una mayor miseria entre los trabajadores al

155 “A El Yara”, El Productor, núm. 46, La Habana, 16 de febrero de 1889. 156 “Remitidos”, El Productor, núm. 33, La Habana, 27 de enero de 1889.

arrebatarles el poco jornal adquirido para subvencionar el proceso independentista, sugiriendo, por otra parte, que para los trabajadores la cuestión importante era una causa de estómago y no de política.157

Pese a sus dudas, los ácratas cubanos y españoles estaban al tanto del inminente estallido revolucionario en la Isla, elucubraron sobre la pronta conquista de la tan anhelada independencia de Cuba y su conversión en república. Ante esa situación, externaron su anhelo y deseo por la libertad de todos los pueblos: “si el pueblo cubano cree que con la independencia de su país mejoraría su situación y se lanza a conquistarla por la fuerza, nuestra simpatía les acompañara en su desinteresado empeño, donde quiera que el oprimido [habite], sobreponiéndose a su situación dé el grito de rebelión y forcejee por romper sus cadenas, allí está nuestro corazón”.158

Desde El Despertar se afirmó que si los trabajadores cubanos de ideas avanzadas (es decir, los anarquistas) se sumaban con las armas o con ayuda material o moral a la venidera revolución independentista, sus esfuerzos deberían encaminarse a conducir la revolución más allá de la independencia y su empeño dirigirlo a obtener: libertad, igualdad y fraternidad.159 Pedro Esteve, asistente a la Conferencia Internacional Anarquista (celebrada en Chicago en 1893) en representación de los ácratas cubanos y españoles, apuntó algo similar, alegando la presencia de dos sistemas de explotación en Cuba: la tiranía capitalista y la ‘inquisición’ española, más terrible a la perpetrada en la península, por ese motivo los revolucionarios

157 JCC, “Solidaridad y adelante”, El Productor, núm. 29, La Habana, 13 de enero de 1889. 158 Lo anterior, aclararon, no les impedía advertir: “La independencia no liberará al pueblo obrero de la tiranía política ni de la explotación económica, [pues] la autoridad cubana que suceda al tiranuelo español, llamado capitán general, tiranizará igual al obrero y la burguesía, de la nueva república, será tan explotadora como lo es la del carcomido poder colonial español. No puede ser de otra manera mientras dejen como base la organización social la propiedad individual, pues la forma no altera en nada el fondo, la República Americana, México, Venezuela, Ecuador, Chile, Buenos Aires y otras, no nos dejan mentir, la propiedad y la autoridad son los dos enemigos más temibles del proletariado y deben ser blanco de los tiros del trabajador”, “En nuestro puesto”, El Despertar, núm. 24, Nueva York, 15 de diciembre de 1891. 159 “En nuestro puesto”, El Despertar, núm. 24, Nueva York, 15 de diciembre de 1891.

cubanos estaban no sólo obligados a buscar la independencia sino a encausar sus esfuerzos hacía una revolución social.160

Una vez en marcha la guerra de independencia, los anarquistas mantuvieron su postura dual. Por un lado, apoyaron la libre autodeterminación de los pueblos y, por otro, atacaron el patriotismo por ser causante de la división y paralización del movimiento obrero y social. Para el impreso neoyorquino El Despertar los anarquistas debían estar convencidos del nulo beneficio para las clases populares con un cambio en la forma de gobierno, pero, remarcaron, era preferible un régimen republicano a la barbaridad cometida por la decrépita Corona. Si los ácratas isleños y continentales lanzaron fuertes cuestionamientos al quiebre en la clase trabajadora provocado por el patriotismo, en particular por percibirlo como una estrategia promovida por la burguesía para desmovilizar y desviarla de sus movimientos reivindicatorios, sus acerbas críticas se fueron concentrando sobre determinados grupos del proletariado español, el cual se evidenciaba como un celoso guardián de su propias autonomías, como los andaluces, vascos, valencianos o catalanes, mas al momento que los cubanos reclamaron su legítimo derecho a tomar las riendas de sus destinos, se atrincheraron a defender a la Corona. Esa situación de enemistad entre los asalariados por un cuestión ‘burguesa’ se tradujo en una competencia en los centros de producción, el cubano no deseaba ni toleraba que el español ocupara su lugar y viceversa, esto deprimió los salarios y diluyó a las organizaciones clasistas. 161

Bajo esa realidad, Pedro Esteve publicó en El Despertar una carta remitida por Enrique Creci, uno de los anarquistas más activos en la organización de los trabajadores en Cuba y en Florida, quien optó por tomar las armas junto a los mambises. En la misiva turnada a su amigo Esteve, Creci justificó porqué él y otra docena de anarquistas decidieron unirse a la lucha armada:

Mi acto, obedece al propósito de aparecer como prueba que el anarquista no es anti revolucionario, tú sabes que el pueblo de Cuba nos acusa de retranqueros de la independencia. E querido acompañar a los equivocados hasta donde pueda, mi proceder es anarquista en lo

160 Esteve, Pedro, A Los anarquistas de España y Cuba, Patterson, 1900, p. 32. 161 “La cuestión candente”, El Despertar, núm. 148, Nueva York, 20 de abril de 1896.

que se tiene de desinteresado y tal vez de mal juzgado. Si te he de ser sincero y franco no me ha preocupado el argumento que hemos usado, y que sigo [creyendo], que todos los gobiernos son peores, conociéndome sabrás que mi deseo es probar que soy revolucionario y no gubernamental (…), los anarquistas están con el gobierno español han dicho, yo respondo derroquemos al gobierno español para probar que no es verdad lo que dicen. Cuando hay una huelga para quitar un capataz sabemos que han de poner otro, pero esto no impide que apoyemos la huelga, para mí la guerra de Cuba es una huelga para echar abajo al gobierno.162

En esa tónica, se evidenció que el proceso independentista cubano aniquiló los gérmenes organizativos y a los impresos libertarios. El ‘virus patriotero’ contaminó a los trabajadores, dando por resultado la acusación de antipatriótico a todo trabajador declarado en huelga, fuera con el propósito de reclamar sus derechos o por una justa retribución por su trabajo.163

Dicha postura sobre las huelgas y el movimiento ácrata en Cuba se mantendría hasta la proclamación de la república. Finalizada la guerra hispano-cubana-estadounidense se desató una ola presagiadora de un florecer del anarquismo. Los periódicos y las organizaciones aparecían de nuevo, su influjo se hacía sentir entre los trabajadores al impulsar la reorganización de las sociedades de resistencia e incluso se pensó en crear la unión federativa tanto de las asociaciones obreras como de los grupos libertarios. Este ímpetu se dejó sentir en las huelgas parciales en demanda de aumento y/o reajuste de salarios, sin embargo aquello se detuvo y quedó todo en la misma situación previa a la guerra, en la apatía y la división.164

Por esas circunstancias, los redactores de El Despertar asumieron como una tarea de primer orden recordar a los trabajadores su condición de asalariado, más allá de las divisiones políticas o fronterizas, intimando a sus lectores a mejorar sus condiciones materiales y morales, a “unirse, asociarse, organizarse, todos absolutamente todos sobreponiendo la cuestión de detalle, la política, a la gran cuestión la económica, sin olvidar jamás que su fuerza residía en la unión, la decisión y la energía que proporciona la mancomunidad de

162 Pedro Esteve, “Enrique Creci”, El Despertar, núm. 195, Nueva York, 30 de noviembre de 1899. 163 J M, “Mis ideas”, El Productor, núm. 30, La Habana, 17 de enero de 1889. 164 “Contra la apatía”, El Despertar, núm. 183, Nueva York, 30 de enero de 1899.

intereses pues, sabido es que, el interés de un trabajador es el interés de todos los trabajadores”.165

Al final, la unión se lograría, pero no como la anhelaron los anarquistas. Durante el primer año de dominación norteamericana se fundó la Liga General de Trabajadores (LGT), siendo uno de sus dirigentes Enrique Messonier, quien abandonó los ideales libertarios y se adhirió al nacionalismo reformista.

La clase obrera de postguerra, guiada por la LGT, se volcó a “defender los intereses del obrero cubano, para lo cual resultaba fundamental contraatacar el ‘virus del proteccionismo extranjero’, lo que significaba concentrarse en luchar por mejorar las condiciones del trabajador cubano frente al ‘monopolio’ ejercido, desde la época colonial, por la mano de obra extranjera”.166 Esta medida adoptada por la Liga se aplicó en el sector tabacalero, con ello se echó por borda todo el trabajo de los anarquistas dirigido a unir a los trabajadores sin distingos raciales, étnicos, nacionales o de género. La postura de Messonier, de dar preferencia a los obreros cubanos se extendió a otros gremios y sería “una muralla china, como lo denominó el anarquista español Luis Barcia a la escisión producida entre los trabajadores, esta fractura no es exclusiva de este primer periodo de gobierno de intervención, sino permanecería vigente al menos a lo largo de las tres primeras décadas de la república”.167

Las actitudes de los trabajadores cubanos, insertos en el emergente nacionalismo, se comprende si partimos de la experiencia padecida por años por el trabajador nativo, el cual fue discriminado, destinando los puestos especializados y mejor remunerados a los españoles. Como ejemplo: “la administración norteamericana en connivencia con el Centro General de Comerciantes e Industriales promovió una política de discriminación y fricción interétnica en el seno de la clase obrera. Favorecieron a los obreros españoles frente a los obreros cubanos blancos, y a ambos, frente a los obreros de color. Esta práctica lesionó la

165 “Pasado, presente y porvenir”, El Despertar, núm. 195, Nueva York, 30 de noviembre de 1899. 166 Sánchez Cobos, Sembrando… op. cit., p. 132. 167 Ibíd., p. 134.

unidad de la clase obrera y de los propios sindicatos”.168 Un caso de esta división étnica/nacional fue retratado por El Nuevo Ideal al abordar la petición de 93 operarios de remover a los empleados españoles de la fábrica Henry Clay.

169

Así, los continuos llamados por parte de los anarquistas a la unión de la clase productora cayeron en oídos sordos. Y, al contrario de favorecerse la unidad de clase, se acentuó la pugna, no sólo entre españoles y cubanos, sino entre blancos, chinos y negros, y estos últimos entre quienes eran cubanos y los procedentes de otras islas del Caribe, a ello se agregó la división a partir de la especialización laboral (obreros manuales e intelectuales). A principios de 1899, obreros y empleados de los Ferrocarriles Unidos de La Habana promovieron una huelga para mejorar sus condiciones laborales y un mayor salario, de la misma se esperaba su extensión hasta conseguir la paralización completa de los ferrocarriles y de las ramas productivas conectadas a dicho transporte. Sin embargo “ni tiempo hubo para que cristalizara la idea, apenas iniciada la lucha cuando todavía ni la excusa del cansancio ni de las privaciones podían legitimar una rendición, los huelguistas se han entregado cobardemente sin apenas haber luchado”, sostuvo El Nuevo Ideal.

El argumento principal de los empleados de ferrocarril para claudicar fue la amenaza de las autoridades norteamericanas de intervenir en el conflicto sustituyendo a los trabajadores por soldados. Los ácratas observaron en la amenaza una intimidación, no un acto capaz de llevarse a cabo por el contubernio existente entre la empresa y las autoridades americanas, si se cumplía “ni se hubiera terminado el conflicto ni resuelto el problema satisfactoriamente para la compañía”. El fracaso de la huelga se debió, según El Nuevo Ideal, a los llamados obreros de la inteligencia, “a los empleados cobardes y temerosos de perder una colocación más o menos lucrativa han decidido entregarse para asegurar su empleo”. Por lo mismo se

168 Melga Bao, op. cit., pp. 134-135. 169 Opinaron: “Si, los 93 operarios firmantes, hubieran dedicado su petición a exigir algo más positivo y provechoso para mejorar la pésima condición del trabajo que se ven obligados a aceptar, por falta de unión y concordia, no tan sólo hubieran empleado mejor su tiempo, sino que quizás hubieran conseguido algo útil y beneficioso, y habrían tenido detrás de ellos a todos los trabajadores de La Habana. Desengáñense, compañeros, lo que importa no es cambiar de mayorales, sino mejorar nuestras condiciones”, “Opiniones”, El Nuevo Ideal, núm. 10, Habana, 1 de abril de 1899.

cuestionó su proceder y les llamó a dejar de lado sus mezquindades y sentir las necesidades de los obreros manuales, a estos les recomendó unirse y proclamar la huelga hasta alcanzar su objetivo. Ante las amenazas del poder interventor, llamó al proletariado cubano mantenerse en guardia, a confiar en su unión y en sus propias fuerzas, pues “cuando de explotar y dominar los obreros se trata lo mismo son los españoles que los cubanos y americanos, son los mismos perros con diferentes collares”.170

Ante la postura asumida por la prensa ácrata cubana, La Revista de Ferrocarriles les replicó sobre su desconocimiento en torno a la organización ferrocarrilera y de la huelga misma, terminándola, a decir de La Revista, con el objeto de evitar la pérdida de ganancias a la empresa. El Nuevo Ideal le impugnó

Confesamos que no entendemos este modo de razonar, lo que no extrañar al colega, dada nuestra ignorancia acerca del asunto, en primer lugar, si de verdad los empleados deseaban no perjudicar los intereses de la empresa hubieran empezado por no declarar una huelga, que algunos miles de pesos hizo perder a dicha empresa; en segundo lugar, los trabajadores de levita o de blusa cuando quieran recabar peticiones que crean justas, han de atender exclusivamente a sus intereses y no velar por los intereses del contrario.171

Una vez proclamada la república los anarquistas hicieron un balance de los primeros meses de régimen, aduciendo que los hombres llevados al solio presidencial estaban decepcionando a todos, pero en especial al pueblo, el cual moría de hambre mientras la cohorte del presidente brindaba en honor a la república. Complementándose el trágico desenlace con el estigma a los trabajadores de varias regiones de la Isla, quienes se lanzaron a la huelga para pedir el alza de los salarios, lo único que recibieron fueron los sablazos de la nueva república y la acusación de antipatriotas. 172

170 “La huelga ferrocarrilera. Decepción”, El Nuevo Ideal, núm. 12, Habana, 15 de abril de 1899. 171 “Réplica a una réplica”, El Nuevo Ideal, núm. 16, La Habana, 13 de mayo de 1899. 172 “El Despertar en Cuba”, El Despertar, núm. 225, Nueva York, 18 de septiembre de 1902.

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