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V Reflexiones finales

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4.5 Conclusiones

4.5 Conclusiones

V Reflexiones finales

En este trabajo me he centrado en evidenciar cómo el anarquismo aterrizó en las orillas del continente americano, focalizando el estudio en tres casos, los cuales patentan la raigambre alcanzada por este pensamiento-acción. En cómo se construyó, a partir de la particularidad del contexto y la singularidad adquirida en cada una de las geografías trazadas y espacios temporales habitados, de sus vínculos construido entre las regiones y con allende el atlántico.

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Destaqué al anarquismo como una idea-acción. La cual cambió según las particularidades impuestas por los espacios físico-temporales y contextos en que se desenvolvió, apropiándose de todoloútil para la transformación social sin olvidar su meta final: la libertad. No una libertad abstracta sino una libertad en el concreto histórico y en el ser-hacer en el presente; por lo mismo sus aspiraciones no se elucubraron en un etéreo futuro, en el sacrificio para un mejor porvenir o para generaciones inexistentes, ni apelaron al sacrificio militante, visiones propias de la concepción religiosa judeocristiana.

Enfaticé su concepto del ser humano, el cual no fue visto como un ser prístino que cambiaría conforme el régimen cambiara; tampoco fincaron ni formularon que el orden social emanado del proceso revolucionario, ineludiblemente violento, modificaría los valores, creencias, actitudes, costumbres y prejuicios de los seres humanos por el simple hecho de decretarse. No, los anarquistas trabajaron para que el género humano adquiriera la suficiencia para transformarse a sí y a su entorno aún dentro de la sociedad capitalista-autoritaria, con la finalidad de dotarse, a sí mismo, del utillaje con el cual ir construyendo el puente hacia el comunismo.

Los ácratas tampoco pretendieron ni supusieron esperar a que una clase estuviera lo suficientemente desarrollada para abanderar la transformación, sus sujetos revolucionaros se personificaron en múltiples actores sociales a quienes creyó competentes para derrumbar al sistemaEstado-capital, sí, pero también susceptibles a reconstruir, negando por lo mismo que los esfuerzos emancipatorios necesaria u obligatoriamente debieran cristalizar en un nuevo órgano encargado de cimentar y edificar el comunismo; jamás aceptaron la idea o creencia

que el Estado pudiera ser un medio efectivo para dar fin a las desigualdades en el mundo, ni como órgano capaz de ser el vehículo hacia la libertad. Al contrario, el Estado fue concebido como uno de los problemas para caminar hacia una sociedad sin salario y sin clases. En fin, los anarquistas, asumieron que el género humano era por demás capaz de encargarse de su propio destino y de su liberación.

El anarquismo, cómo lo he tratado de dejar evidenciado a través de lo analizado, concretizó la utopía en el presente, en la cotidianidad de quienes se aferraron a sus premisas y fundaron otras maneras de habitar dentro del régimen autoritario-capitalista, sin olvidar que las formas adquirida para sobrevivir y sobrellevar la vida dentro de él eran un ‘régimen de transición’, el basamento para ir organizando la sociedad en la cual pudiera alcanzar su plena realización.

Las diferentes revoluciones sociales del siglo XX, nutrieron al acratismo de una experiencia que sus adherentes y simpatizantes supieron aprovechar para ir actualizándolo y dotarlo de rasgos que le permitieron evadir el dogmatismo, burocratismo e inmovilidad de otros corpus ideológicos del socialismo o de la izquierda. Esto le posibilitó ir transitando de grupos e individualidades opuestas a la organización, a instituciones fuertes, estructuradas, cohesionadas y disciplinadas, tal fue el caso de la Federación Anarco Comunista Anarquista. Aunado a ello, he subrayado que después de los años 20 del siglo XX el anarquismo dejó de apelar a un sujeto, o sujetos genéricos, aterrizando su prédica pluriclasista en múltiples actores, así, además del trabajador asalariado, en su radar aparecieron nuevos sectores a quienes supo interpelar, tales como los estudiantes, las organizaciones barriales, populares y de profesores universitarios, a las clase medias no circunscritas a las llamadas profesiones liberales, tales como propietarios en pequeño.

Obviamente al mostrar esas aristas, positivas, no me han impedido poner de manifiesto los yerros interpretativos y tácticos de amplios sectores del anarquismo en determinadas crisis, o coyunturas, mostrando sus limitaciones y contradicciones, como demostré en el caso de los anarco-bolcheviques, en la lamentable respuesta dada al golpe de Estado de Uriburu, a la negativa de la Federación Obrera Regional Argentina a renovarse en su estructura y organicidad, la ‘impracticidad’ de la plana mayor de los ácratas ibéricos por no asumir

totalmente las riendas de ‘su’ revolución, no necesariamente a través de una dictadura anarquista, pero sí como lo apuntó Horacio Badaraco respecto al control ácrata del Consejo de Aragón, etc.

Esas situaciones, a pesar de las catastróficas consecuencias, permitieron al anarquismo reflexionarse, autocriticarse para volcarse a una reinterpretación y reactualización de sus principios, al hacerlo fue capaz de responder de manera harto adecuada a la Revolución cubana e insertarse con éxito en los llamados nuevos movimientos sociales como el

ecologista, feminista, antimilitarista, estudiantil, anticolonialista, antirracista, etc., sorteando, por un lado, agrias y estériles disputas como aconteció durante la Revolución rusa o la guerra en España; y, por el otro, presentarse revitalizado y como una opción viable, la única, a los regímenes practicados hasta ese momento.

Algunos de los grandes aportes y contribuciones de esta tesis, no obstante, han radicado en el abordaje de un pasado poco o nada explorado, o lo había sido de manera parcial, por la imposibilidad de acceder a un importante número de fuentes utilizadas en esta investigación, gracias a la generosidad de muchísimos seres humanos que me permitieron visitar los archivos a su cuidado. El acudir a esos sitios de memoria e historia, a la par de consentirme observar, analizar y reflexionar un pasado abandonado, también me demostró nuestra obligación, en particular de los anarquistas, con esos acervos documentales, pues, sin una intervención solidaria están en inminente riesgo de perderse. Ante ese panorama se hace urgente apoyar, sin que medien otros intereses sino solamente la solidaridad, a las personas quienes han cargado sobre sí la responsabilidad de resguardar, los archivos y hemerotecas, la memoria e historia del anarquismo latinoamericano, del cual aún falta por escribirse sus mejores páginas.

Reconozco, igualmente, que he dejado infinidad de temas sin tratar y sin profundizar. Entre ellos rebatir a la historiografía del socialismo, del comunismo, del movimiento obrero y de la izquierda el papel que le han asignado al anarquismo a partir de los años 20 del siglo XX en América Latina y el Caribe. Además de tópicos como el reiterar, las veces que sea necesario, que el anarquismo no quedó circunscrito al mundo del trabajo, no son ni fueron

sinónimo; de la poderosa influencia del marxismo sobre la praxis y teoría ácrata, la cual pervive hasta nuestros días.

De emprender una ‘desacralización’ de autores y obras canonizadas dentro del anarquismo latinoamericano. Del estudio de las ideas, obras y personajes de los y las anarquistas latinoamericanas más allá de las figuras elevadas al santoral, laico y revolucionario, por los mismos libertarios, por ejemplo, recuperar el pensamiento del exilio ibérico en México, su basta e importante labor editorial; el flujo y reflujo de la Revolución cubana que permitió una reactualización de la guerrilla ácrata anti-franquista, más importante aún, estudiar el papel jugado por el anarquista Abraham Guillén en el impulsó y los aportes que les dio a todos los movimientos de izquierda del Cono Sur, a los cuales dotó de manuales, tácticas, estrategias y conceptos guerrilleros; del importantísimo aporte intelectual, conceptual y teórico del anarquismo argentino, de la interpretación y perspectiva de los ácratas cubanos sobre su exilio, rescatar la memoria de éstos y colocarlos en su justo sitio, como revolucionarios que no se avinieron al imperialismo norteamericano ni creyeron que el Movimiento 26 de Julio y Fidel Castro fueran portadores de un verdadero cambio para los sinos cubanos.

Lo citado líneas arriba sólo se logrará con un interés genuino por investigar al anarquismo sin prejuicios y sin asumir supuestos en torno a él que rayan en lo caricaturesco o, del otro espectro, que lo alzan a un sitio puro, sin maculas y siempre recto, tal como lo expresé al principio. Deshacer las visiones que han categorizado al anarquismo como un monolito, desorganizado, incapaz de conceptualizar o teorizar, dejar de verle como un movimiento que buscó a través de la huelga general el cambio social o a través del dinamitero, ni tampoco reducirlo a un proyecto culturalista, identitario, pedagógico o una mera actitud ética/moral, ni propio de sociedades atrasadas o de una economía pre-industrial. A contra de ello, se necesita aprehenderlo en su totalidad, con todos sus elementos concatenados y subyacentes, positivos y negativos, con sus contradicciones, es estudiarlo desde todos esos ángulos, para reconocer cómo respondieron a las circunstancias ‘objetivas’ en que actuó, desde su propio bagaje, de sus creaciones, de cómo ellos se enunciaron, se vieron y se reflexionaron a sí mismos.

Una de las grandes preguntas, que seguramente se hará quien consulte este trabajo, es la falta de referencias o citas de bibliografía especializada en el tema, o temas, de esta investigación, la respuesta radica en que este trabajo se inició bajo el influjo de quien dirigió la tesis hasta su tercer capítulo, Ricardo Melgar Bao, quien en reiteradas ocasiones me invitó a utilizar y privilegiar fuentes primarias, documentales/hemerográficas, y dejar un tanto marginalizadas las interpretaciones que se han hecho sobremi objeto y sujeto de estudio, por eso su ausencia, no obstante, no significa, en modo alguno, que no les haya consultado. Leí y releí la mayoría de las obras que abarcan el periodo estudiado, en algunas temporalidades y espacios tan escazas, mas en todas ellas, como en este trabajo, hay ausencia de temas, hilos, redes, debates y acuerdos. También, porque no decirlo, mal-interpretaciones.

Por finalizar esta investigación, expresaré una serie de preocupación y juicios que poco tienen que ver con el supuesto cientificismo que deben seguir todo historiador. A partir de lo dicho la tesis ha tratado de romper con los arcos temporales y formas de ver-entender al anarquismo, por lo mismo adolece de profundidad en algunos tópicos. Aunado, esta investigación, aunque sin subrayarlo ni explicitarlo, ha demostrado que quienes se han enfrentado a historiar al anarquismo se han encontrado con innumerables escollos que han sabido sortear, algunos y algunas investigadoras con mayor tacto y de mejor manera que otros y otras.

Entre esos avatares están las fuentes, cuestión ya puesta de relieve. Esa carencia de archivos ha llevado a ciertos estudiosos del anarquismo a lanzar conclusiones bastante temerarias, quizá por sus mismas filias y fobias, por ejemplo, aquella que sustentaba que el anarquismo argentino había perecido en 1910; o aquella otra que afirmaba que en México los anarquistas eran inexistentes ya en la década de 1920, argumentos que nadie se atrevería a sustentar hoy.

A lo anterior se incorporó la deshonestidad intelectual que primó entre los historiadores de las izquierdas y del socialismo durante todo el siglo XX, aun hoy con algunos coletazos que se resisten a abandonar sus sesgos a pesar de la evidencia, quienes han acusado a los anarquistas de carecer de un aparato conceptual, filosófico o teórico. La pervivencia de esas hipótesis se ha debido al monopolio que, en universidades e institutos públicos, editoriales, etc., hicieron, y hacen, aquellos que se decantaron por las corrientes historiográficas marxistas o liberales, entonces desde esas visiones intentaron, e intentan, entender al anarquismo, arribando a resultados poco alentadores.

Ello me parece ha sido consecuencia, en parte, por la ausencia de una historiografía anarquista. Pues al mismo se le ha abordado desde las más diversas escuelas historiográficas, muchas de ellas en franca oposición al anarquismo, pero nunca bajo sus propias apreciaciones y bases. Es una tarea pendiente, pues los pocos pasos andados y esfuerzos hechos por los historiadores ácratas hacia una metodología, filosofía y teoría histórica anarquista han tenido poco influjo, nulo podríamos decir, en los estudios sobre los anarquismos y los anarquistas.

Lo referido viene a colación por la cuestión de la Revolución cubana. La cual sigue tenida como una verdadera transformación de las condiciones de vida de las y los cubanos, cuando, desde el anarquismo, no se le ha considerado así. Estos la impugnaron en sus orígenes mismos, señalando puntualmente en qué derivaría y sus secuelas para el continente todo, como lo evidencié en el cuarto capítulo. Esto lo retomo a raíz que el tema ha sido presentado en diversos espacios y sigue siendo censurado. Aun cuando le he estudiado a partir de las vivencias e interpretaciones que hicieron de ella los anarquistas cubanos y de estar sustentada, la investigación, en un riguroso aparato crítico y metodológico, se acusa a la misma de interpretar la Revolución cubana desde el presente y de estar sesgada, como si la historia no estuviera problematizada desde nuestro presente y mediatizada por nuestras simpatías, no obstante eso no está reñido con la ‘cientificidad’ académica, mucho menos con la honestidad intelectual al abordar el tema, tal como señala el epígrafe de Frank Fernández, con el cual se inauguró este trabajo.

Ese tipo de dogmatismo son los que se deben romper, pues a fuerza de sinceridad es evidente que quienes se atreven a acusar a los anarquistas de reaccionarios, fanáticos o de alianzas con el imperialismo norteamericano, son los mismos que argumentan que el régimen inspirado por Marx nunca ha existido o, en los casos más trágicos, defienden las acciones y caminos adoptados por los dictadores estimulados por el ‘socialismo científico’, llegando al ridículo de ufanarse de China, región en donde el capitalismo salvaje ha encontrado su plena realización, como un gran éxito del marxismo-leninismo. Mismo caso aplica para quienes se plegaron al trotskismo. Los seguidores de Trotsky, el ‘apestado’ de los partidos comunistas de tendencia estalinista, el mismo Trotsky que dirigió al flamante ejército rojo contra lo que llegaron a llamar los bolcheviques el ‘orgullo y gloria de la revolución rusa’: Kronstand, son quienes se atreven a poner en tela de juicio las interpretaciones ácratas, además intentan deslegitimar sus críticas y se empecinan en negar el derecho que ostentaron, y ostentan, los libertarios para oponerse al proceder de Fidel Castro, Lenin, Stalin o Perón. Al final, el tiempo comprobó la veracidad de las denuncias y advertencias de los anarquistas, dándoles la razón.

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