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Sacrificios

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encaminados a recaudar fondos y/o víveres para remitirlos a sus compañeros en armas, pues estaban bastante preparados y al tanto de lo acaecido en la península, de inmediato erigieron cuerpos de solidaridad con la España proletaria, dos destacaron por sus esfuerzos y capacidad: el Comité Anarquista de Defensa y Ayuda a la CNT y FAI (CADA) y la Comisión Coordinadora de Ayuda a España en Argentina (CAEA). Un punto a tomarse en cuenta sobre el amplio apoyo a España desde Argentina es el de la migración arribada a puertos argentinos, que a más de hombres y maletas atracaron ideas; de esa manera y en un proceso de reflujo, decenas de anarquistas arribados al país austral fueron expulsados en los primeros años de la Década Infame, ellos constituirían un punto de anclaje y conexión entre ambas naciones. Incluso destacados teóricos como Abad de Santillán y Gastón Leval, al tanto de los tiempos venideros, se apresuraron a trasladarse a España y serían los promotores de la importación, a España, de cuadros de primera línea de la FACA como Jacobo Prince, José María Lunazzi, Ana Piacenza, Jacobo Maguid o José Grunfeld. 447

Sacrificios

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La revolución española fue para los anarquistas, desde un inicio, una guerra tanto ideológica como económica, patrocinada por el capitalismo con el objeto de experimentar modelos que le permitiera salvarse de su profunda crisis, para ello recurrió al totalitarismo fascista.

En Justicia, órgano del comité de ayuda a los presos de Bragado, se reprodujo una cartallamado de Pascual Vuotto, Reclús De Diago y Santiago Mainini, convocando a sus compañeros a sumarse a la heroica lucha del proletariado español, donde se definía el porvenir de la humanidad. En la misiva llamaron a los trabajadores a cifrar sus esperanzas en sus compañeros ibéricos, quienes luchaba para romper las cadenas del salario, siendo urgente, por ello, el envío de víveres y ropa, medicamentos y abrigos, demandaron que ningún obrero quedara sin enviar su ayuda en metálico o especie y aquel que no aportara a la causa era un traidor a sí mismo y a sus hermanos de clase.448

447 “Historia y trayectoria de la FLA”, septiembre de 1959, CDLJP/FLA. En el informe se les ‘olvidó’ mencionar a Anita Piacenza. 448 “¡Justicia!”, Justicia, núm. 9, Buenos Aires, noviembre de 1936.

Para La Obra lo acontecido en España era una guerra social entre el proletariado y todas las fuerzas del militarismo. El golpe de Estado en España era una demostración fehaciente de los recursos del capitalismo para procurarse su salvación y el papel de las democracias era un síntoma de su decadencia. Quedando evidenciado en el Pacto de no Intervención enarbolado por Inglaterra, la Francia del Frente Popular y la patria del proletariado: la Unión Soviética (aunque reculó pronto).449

Mientras la pretendida neutralidad se acataba íntegramente por las democracias, las potencias nazi fascistas apoyaban a vista de todos a Franco. En ese tenor la CNT-FAI lanzó un manifiesto solicitando la ayuda perentoria de los trabajadores tanto en el orden espiritual como en el material, reconociendo que el sector confederal detentaba la dirección del movimiento insurreccional, pero se debía comprender que en la necesidad de abatir al fascismo, antes de todo, no se le podía imprimir al movimiento insurreccional una tendencia privativamente libertaria, por ello la CNT-FAI se limitó a mantener la unidad de lucha antifascista y a ejercer su influencia en todos los aspectos de la vida creando el consejo de economía, los comités de fábrica, de taller y de minas, órganos constructivos de la revolución social en marcha.450

La Protesta observó no sólo la materialización del ‘Ideal’ en la España proletaria, sino la misma suerte de la humanidad en el campo de batalla hispano. Para los protestantistas el levantamiento militar era un plan de exterminio contra un pueblo rebelde que el fascismo intentó poner en práctica, con el apoyo incondicional del capitalismo internacional. La Protesta manifestó que el capitalismo escondía sus maniobras detrás de una mentida neutralidad que contradecía sus propio códigos y convenios internacionales, resultando más ridícula cuando era de todos conocidos el sostén del fascismo al bando sublevado. Mas lo

verdaderamente grave era la presencia de naves de guerra en las aguas del Mediterráneo, tal

449 SA, “España y Rusia”, La Obra, núm. 6, Buenos Aires, septiembre de 1936. 450 “Trabajadores del mundo”, La Obra, núm. 6, Buenos Aires, septiembre de 1936.

era un indicio de las intenciones abrigadas por las potencias democráticas, listas a intervenir contra el pueblo si se llegara a instaurar un régimen que pusiera en peligro al capitalismo.451

La actuación coordinada entre la CNT-FAI y la preeminencia de dicha dualidad en el proceso revolucionario propiciaron el retorno de La Protesta a su postura pre 1934 y hablar sobre la necesidad de una mayor relación entre los anarquistas. La nueva argumentación se centró en tres puntos, el primero en estar convencido, el cuerpo editor, de interpretar un hondo sentimiento colectivo y una necesidad imperiosa del momento. Segundo, el castigado movimiento; tercero, encontrar una solución a los continuos desgarramientos internos derivados en verdaderas guerras intestinas. Por lo explicitado, La Protesta encontraba imprescindible una tregua, la cual, advertían, no propendía a amalgamar las distintas interpretaciones del acratismo en una sola, sino llamar la atención sobre la urgencia de una comprensión, relación y cohesión frente a la reacción. La Protesta aseguró no debía observarse un cambio de frente, al contrario, sus críticas al especifismo seguía firmes por perjudiciales pero creían ineludible la unidad moral.452 Con la justificación pro-unidad se denota claramente la posición y motivos protestantistas eran símiles a los de la FACA.

El vergonzante papel de los países democráticos y, en particular, aquellos dirigidos por socialistas respecto al conflicto español evidenció los límites de la democracia burguesa y del socialismo parlamentario, aunque la desilusión no se comparó ni por asomo con la sentida por los anarquistas ante la inacción de las grandes centrales proletarias, que no lograron captar el sentido histórico de la guerra española como sí lo hizo “la burguesía y las corrientes estatales desde el aplastante triunfo del proletariado libertario de Cataluña”.453

A esa acertada lectura del proceso español, los faquistas agregarían dos cuestiones para explicarse y explicar a cabalidad lo acontecido en tierras españolas y que pocas veces son consideradas. La primera fue la incapacidad de las organizaciones anarquistas para hacerse cargo de la situación, en parte por la inorganicidad de la FAI; y, segundo, la carencia de

451 “En el terreno de los hechos”, La Protesta, núm. 7849, Buenos Aires, septiembre de 1936. 452 “Necesidad de una mayor relación…”, La Protesta, núm. 7849, Buenos Aires, septiembre de 1936. 453 “Frente a la situación española…”, La Batalla, núm. 4, Buenos Aires, febrero de 1937.

organismos capaces de sostener la economía sin recurrir a los mecanismos de la burguesía. Es claro el paralelismo con los primeros años de la Revolución rusa.

En consideración de los faquistas, los ácratas españoles estaban sumidos en un aspecto de intolerancia sindical (un mensaje dirigido igualmente a la FORA-La Protesta) y nunca se precavieron de crear los medios necesarios tanto para producir cómo para distribuir lo producido, ni se interrogaron cómo y cuál sería el nexo campo-ciudad, técnica-produccióndistribución. Estas circunstancias motivaron que, en noviembre de 1936, el gobierno de Largo Caballero con el pueblo en armas y los anarquistas como dueños de la situación, estos optaran por constituir un gobierno de unidad antifascista. En ese sentido y para ser tal, se necesitaba de la colaboración de los ácratas, por ello Largo Caballero invitó a los anarquistas a integrar su gabinete. Los anarquistas aceptaron. García Oliver en la cartera de Justicia, Montseny en Sanidad, Joan Peiró y Juan López, en Industria y Comercio. Con ello, las posturas anti-electorales, anti-gubernativas y anti-estatistas se fueron por la borda. El acratismo internacional miró como, en una revolución profundamente libertaria, sus principios se desvanecían como un castillo de naipes en el aire.

La militancia anarquista argentina, ya volcada en difundir el heroísmo del pueblo español y mostrar su solidaridad de mil maneras, no tardó en encontrar justificaciones para aceptar ese pacto de unidad antifascista, pocos grupos se atrevieron a tildar la acción de sus comparsas ibéricos como traición. En Argentina sólo la FORA elevó sus cuestionamientos, más Spartacus, la FACA, y La Protesta comprendieron la situación y no regatearon su apoyo y afinidad con la CNT-FAI. Por su parte La Obra y La Batalla se mostraron ambivalentes.

En torno a la participación cenetista en el gobierno la interpretación y postura de La Protesta no distó de la prohijada por la FACA. Al dar noticia del hecho concretado apuntó que la última crisis del gabinete de Madrid, la CNT, entidad revolucionaria y apolítica, condicionó su participación ministerial a los siguientes puntos: aplastar la insurrección fascista; y crear, en cada ministerio, un consejo asesor integrado por representantes de la CNT y de la Unión General de Trabajadores (UGT), del frente popular y un delegado del gobierno; y, tercero,

reconocimiento de los avances sociales y respeto a la nueva estructuración revolucionaria, primordialmente de Cataluña y Aragón.

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Colocadas sobre la mesa las condiciones por las cuales la CNT-FAI aceptó integrar el gobierno, La Protesta mencionó la participación en el gobierno catalán de un viejo conocido suyo: Diego Abad de Santillán, como miembro de la FAI se integró en el Consejo de Economía de la Generalitat. Esto representaba para los anti-especifistas un duro revés, pues una específica ‘logró’ orientar la revolución y concretar la idea; no sólo ello, el tan cacareado anti-estatismo se fue a los aires, así reprodujeron un discurso de Santillán dado el 28 de diciembre de 1936 en el salón de actos de la CNT-FAI. En él, el destacado militante forista, manifestó que como anarquistas no habían dejado de ser quienes eran, aun con su participación en el gobierno, afirmó que continuaban siendo enemigos del capitalismo y del Estado.455

Para los obristas, la cuestión ibérica obligó a apropiarse de actitudes insospechadas, hijas de las circunstancias y determinadas por las mismas. Veía, por un lado, al pueblo actuando por sí mismo y empujando la revolución; por otro, a quienes abrazaban una posición contenedora, convertidos en valladares al instinto popular. En ese sentido, las ‘masas’ avanzaban sin distingos ideológicos ni de organizaciones poniéndose de acuerdo para las labores de conjunto con disciplina, unidad y coordinación en las acciones y en las posiciones hacia firmes transformaciones económicas, impuestas por la propia descomposición del capitalismo, en la base y en la periferia.

Estas acciones, a decir de La Obra, fueron paradas gracias al prurito proselitista, a errores de actuación y a desaciertos tácticos de los sectores políticos deseosos de asumir la dirección de las masas, a las cuales sólo desorientó y arrebató la confianza en sí mismas. Lanzadas esas críticas, aseguró que la CNT era una fuerza sindical y política integrada al ritmo de los acontecimientos que, además de representar una fuerza obrera organizada de dimensiones y de personalidad respetable, era el verdadero espíritu de la revolución, con audacia y sentido

454 “La CNT frente al gobierno de Largo…”, La Protesta, núm. 7850, Buenos Aires, octubre de 1936. 455 “Santillán habló de la revolución”, La Protesta, núm. 7855, Buenos Aires, marzo de 1937.

constructivo; por tal, obraba con lealtad y no aspiraba a monopolizar la revolución y la dirección política, por ello su contribución fue total a fin de garantizar la continuidad y la solidez del pacto antifascista.456

La lejanía de los hechos llevó a La Obra y a la FORA a proferir juicios tan desacertados como el cuestionar que a cinco meses de iniciarse el proceso revolucionario no existía ningún directiva ni realizaciones revolucionarias, ni se había planteado la unión de la CNT-UGT. 457 Si por una parte hacían esas apreciaciones tan equívocas por otra evaluaron con bastante lucidez el proceso. En su respuesta a una serie de acusaciones lanzadas desde el impreso La Batalla, de la agrupación La Batalla, ex-integrante del CRRA, quien se extrañó por la crítica de La Obra a la cooperación gubernamental anarquistas, La Obra respondió que su opinión sobre la participación de los anarquistas en el gobierno no tenía por qué ocultarla, la cual fue expuesta “con la mesura, seriedad y reservas que las circunstancias imponen, con todo el respeto a que el anarquismo español se había hecho acreedor, aseverando no cometer ninguna herejía sino recurrir al derecho a la crítica que ningún anarquismo oficial les podía negar”.458

La Obra al tener ya un conocimiento directo de los sucesos de España se ciñó al proceder del sector confederal. Al contrario, La Batalla quien primero elaboró una lectura equilibrada, reculó y de evocar como se dieron los primeros sucesos en España colocó su atención sobre la orientación del anarquismo ibérico, acusando a la CNT de incumplir los acuerdos del congreso de Zaragoza (mayo del 36), lo grave no radicó en que el proceso insurreccional principiado el 19 de julio no haya seguido lo dictado en Zaragoza sino que, lejos de toda prudencia, La Batalla se atrevió a cuestionar la táctica seguida por la CNT, desconociendo las circunstancias, internas y externas, gravitantes en torno a los sucesos ibéricos.459

Se debe reconocer que lo retratado por la mayoría de la prensa libertaria de Argentina estaba despojada de cualquier información que condujera a un desánimo o desesperanza a los

456 “Unidad de criterio y coordinación…”, La Obra, núm. 8, Buenos Aires, diciembre de 1936. 457 “¿A dónde va la revolución?”, La Obra, núm. 9, Buenos Aires, febrero de 1937. 458 “Nuestra información…”, La Obra, núm. 10, Buenos Aires, abril de 1937. 459 “A dónde va el pueblo español…”, La Batalla, núm. 4, Buenos Aires, febrero de 1937.

militantes, a los trabajadores y, en general, a la opinión pública. Pero la estructura orgánica contaba con información privilegiada llegada a través de una serie de cartas remitidas por delegados o informes de militantes con vínculos en la argentina, como Abad de Santillán, Leval, Prince o Maguid. Esas comunicaciones eran poco halagadoras y hacían entender la situación real de las organizaciones libertarias, los retrocesos y perspectivas a futuro de la España revolucionaria. En un informe confidencial, seguramente de Prince, elaborado a poco de los sucesos de mayo se da a conocer a los faquistas la enorme carencia de organicidad, compromiso, disciplina y responsabilidad de quienes se suponía integraban a la FAI. El informante alegó que ningún grupo respondía a tiempo a las circulares, no tenían un sistema eficaz de cotizaciones ni de vinculación, advirtió con pesar

Sin embargo, la FAI existe en la vida española: mito popular y realidad de vigor revolucionario enorme, pero inorgánica, lo cual dificulta y casi anula la eficacia de su acción. Es un dicho común que la FAI anda a remolque de la organización obrera. Ahora, gracias a la intervención de los compañeros sudamericanos, el comité nacional de la misma orienta mejor su labor. Pero la falta de una base seria no permite que las iniciativas sean debidamente recogidas. Tenemos una fuerza seria; lo malo es su falta de coordinación; lo malo es que, gran número de militantes, deben ir aprendiendo lo que debía ser antes y que, por la idiosincrasia del español, cada individuo, cada grupo o núcleo quiere hacer las cosas de por sí. Esto es bueno cuando se sabe obrar y hay tiempo de rectificar, pero ¿cuándo no es así?460

El informante les manifestó a los faquistas que, en la cuestión militar, compartía la opinión del sindicalista Ángel Pestaña: “la pelota estaba en el tejado”. Después apuntó que el gobierno central proseguía su “sabotaje al frente de Aragón en forma criminal que puede costarnos la guerra”. En torno a la CNT adujo sería un absurdo que esta rompiera el frente antifascista aun y si pudiera, esto nos daría razón del mensaje que dio García Oliver durante los hechos de mayo y por qué la plana mayor de la CNT no pugnó por romper todo acuerdo con la burguesía y acelerar la marcha de la revolución, en gran parte por:

[Si nos adueñáramos de la situación] pasaríamos enseguida ante la opinión pública como autores de la ruptura del frente antifascista y esta opinión se volvería contra nosotros. Si nos adueñamos de la situación no recibiríamos, a los cuatro días, ni un cartucho ni un fusil y seríamos bloqueados totalmente hasta por Rusia y México, en Levante, más que en Cataluña,

460 “Informe confidencial”, 1937, AAS/BPJI.

se hace una obra de socialización interesante, en ambas regiones hay centenares de pueblos donde la producción industrial y agrícola está parcial o totalmente socializada, lo más notable es Aragón, lo que se hace es maravilloso, se vive en plena anarquía. Estoy seguro que si el fascismo es vencido en España se harán aquí cosas asombrosas, socialmente se hacen ya.461

Para La Protesta la colaboración ácrata en el gobierno emanó de las circunstancias acuciantes padecidas por los revolucionarios. La justificación protestantistas no se apartó en nada de la faquista, aclarando, en primer término, que las críticas a sus compañeros españoles debían ser emitidas con prudencia, pues su manera de ver y entender los hechos era muy distintas, pues de por medio había miles de kilómetros de distancia a lo que se sumaba la falta de elementos para emitir un juicio sereno sin incurrir en errores o posibles desviaciones, asegurando, en contra del ‘puritanismo’ de la FORA, que el anarquismo no era

Una fría teoría de gabinete ni una filosofía abstracta era, antes que nada, la encarnación de un profundo movimiento de liberación y superación humana que encuentra su realización en la lucha, es acción y pensamiento, precisamente, por esto, es que los anarquistas están presentes y saben ocupar el lugar de combate que les corresponde, si algo, precisamente, debe caracterizar al anarquista es su exquisita sensibilidad ante el dolor humano, sensibilidad que en él determina un profundo sentimiento de libertad, no se nos oculta que, envueltos en el fragor de la lucha y acusados por mil circunstancias que nadie puede prever, los acontecimientos históricos no se desenvuelven de acuerdo a un plan de antemano establecido sino que es un cúmulo de factores imprevistos obligan muchas veces ajustarse a las circunstancias.462

En ese tenor, para los militantes de la FACA había temas liquidados, uno de ellos era la comprensión y justificación de las actitudes tomadas por la organización libertaria de España. Esto lo dejaron patentado los delegados faquistas en su informe rendido al I congreso de la FACA celebrado en febrero de 1938, donde expresaron a ellos debía caber la satisfacción de coincidir desde los primeros momentos con la línea desarrollada por la FAI-CNT, no a manera de una decisión tardía ni aceptando hechos consumados, sino de haber afrontado el problema de la lucha contra el fascismo de manera realista sustentado en la experiencia práctica, merced a los puntos aprobado por el congreso constituyente de la FACA, esas premisas les posibilitó actuar con agilidad y eficacia dentro y en conjunto con los movimientos populares.

461 “Informe confidencial”, 1937, AAS/BPJI. 462 “Que todo nuestro esfuerzo…”, La Protesta, núm. 7854, Buenos Aires, febrero de 1937.

Esa lectura dotó a los especifistas de una consciencia comprensiva y sensible de los problemas de la hora, tal como los hechos acontecidos en España, donde quedaba evidenciado hasta qué punto eran las circunstancias las que condicionaban la orientación de un movimiento para la consecución de sus propósitos a corto y largo plazo, sin por ello renunciar a los objetivos y preceptos esenciales. Para los especifistas argentinos, como para La Protesta, resultaba ineficaz y absurda la actitud rígida, el doctrinarismo anquilosado e incapaz de superar viejas fórmulas, idóneas y legítimas para un momento determinado pero suicidas y esterilizadoras frente a hechos nóveles.463

Spartacus, órgano de la Alianza Obrera Spartacus, ya trascurrido bastante tiempo de la colaboración, argumentó que quienes tomaban como errores o desviaciones la colaboración de los anarquistas con otras fuerzas, incluido el gobierno, era afirmar que el comunismo anárquico estaba incapacitado para recibir, interpretar y actuar en una realidad revolucionaria. En consecuencia, los militantes debían sincerarse de su inconsistencia, de su incapacidad política de creación, en esto los espartaquistas y faquistas coincidían. Por lo mismo los ácratas de todas latitudes, contrario al proceder de la CNT-FAI, debían asumir de manera responsable y valiente su incapacidad para transformar, renovar y dar un contenido eficaz y creadora a su fuerza teórica.464

La cuestión española, arguyó Spartacus, era la primera experiencia histórica donde el anarquismo era la fuerza predominante dando duras enseñanzas que debían recogerse para comprender el choque de las contradicciones que toda revolución planteaba. Situaciones inesperadas obligaban a hacer y rehacerse sobre la marcha, a decir de los espartaquistas, ellas conducían, por la imprecación, al desaliento de unos y a la acción condenatoria de muchos otros. Este fue el caso cuando elementos destacados de la CNT-FAI se vieron ‘obligados’ a adquirir una representación ministerial y tomar los puestos de orientación y mando en la revolución. Ante esos eventos sus críticos se encausaron a atacar a los hombres y a las

463 “Las enseñanzas de la revolución española”, 12 de febrero de 1938, AAS/BPJI. 464 “Tocando el nervio del problema”, Spartacus, núm. 10, Buenos Aires, septiembre de 1937.

organizaciones, mas no buscaron las causas profundas que les provocaron ni las soluciones ancladas al “andamiaje teórico de nuestra doctrina”.465

Analizadas esas cuestiones los espartaquistas pasaron a esbozar en qué consistió el principal equívoco de los cenetitas, encontrándolo en la incapacidad faísta de hacerse con el poder político completo. Verse impelidos a hacer lo que García Oliver insinuó en algún punto: implantar una dictadura anarquista. Desde Spartacus se meditó que el germen de la contrarrevolución y la derrota del sector confederal residió en su negativa de “conducir al proletariado hacia la toma del poder político, como lo habían hecho en lo económico”, no lo hicieron porque no entraba en el programa teórico ni en los planes del movimiento anarquista. Sobre ese problema giró la reflexión de los espartaquistas y las consecuencias inmediatas para el movimiento revolucionario. Fue precisamente, adyacente a los otros elementos ya citados hasta aquí, el temor de los anarquistas a ejercer una acción dictatorial la razón por la cual optaron por una unidad antifascista.466 Una alianza, o ejercer el gobierno ya figuraba en los anales de la historia ácrata tanto en la Comuna de París como en la Revolución mexicana

en diferentes grados, los anarquistas habían estrechado la mano del Estado y sumado a él, no obstante ejercer una dictadura hubiera sido el fin del anarquismo, tal como lo fue del socialismo marxista desde 1917.

La consecución del poder político, en este caso el Estado y ejercer las funciones de gobierno, no significarían, en la elucubración de Spartacus, encaminarse a la perpetuación de un poder ácrata, como ejemplo citó al que fuera el máximo éxito ácrata en la revolución: el Consejo Regional de Defensa de Aragón, que no fue una dictadura y sí, prácticamente, un gobierno en manos de campesinos y obreros cenetistas. Este, a decir de los espartaquistas, no tenía nada de dictadura anarquista y se interrogó ¿porqué, lo que fue el consejo de Aragón, no podía ser también la Generalitat, Valencia y Vasconia?, eso era el poder en manos del proletariado y no de los anarquistas, en óptica espartaquista.467

465 “Tocando el nervio del problema”, Spartacus, núm. 10, Buenos Aires, septiembre de 1937. 466 “Tocando el nervio del problema”, Spartacus, núm. 10, Buenos Aires, septiembre de 1937. 467 “Tocando el nervio del problema”, Spartacus, núm. 10, Buenos Aires, septiembre de 1937.

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