El anarquismo militante y la realidad española

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EL ANARQUISMO MILITANTE Y LA REALIDAD ESPAÑOLA Federica Montseny

Extracto de la conferencia dada por nuestra compañera Federica Montseny, en el Coliseum. Boletín de Información C. N. T. y F. A. I. (4 de Marzo 1937). Hoja 4-6.

Camaradas y amigos: He aceptado el honor de iniciar ese ciclo de conferencias, con la complacencia del que ha de cumplir un deber impuesto por si mismo, pues quien ha situado la posición del anarquismo clásico, ha de situar hoy también al anarquismo en la posición exacta a que le han llevado los acontecimientos que estamos viviendo. Nosotros como anarquistas, no hemos rectificado nada de lo que era consubstancial con nosotros mismos. Era preciso hacer esta declaración. Somos anarquistas, continuamos siéndolo y perseguimos el logro de los mismos ideales de siempre. Los acontecimientos no tienen nada que ver con lo que es y seguirá siendo el movimiento anarquista español. En ningún país como en España se ha incubado el movimiento anarquista. Nadie pudo prever los acontecimientos que siguieron al 19 de julio: sin embargo, nosotros no perdíamos la visión real del momento y continuábamos actuando como hasta entonces, pues desde el advenimiento de la República ninguna organización como la nuestra dio tantas pruebas de fervor revolucionario. Un socialismo reformista, un acontecimiento casi general había ido conteniendo el proceso revolucionario. Fue necesaria nuestra constancia, el acicate, lo que podríamos llamar nuestra locura, para el desgaste de las fuerzas que se oponían a los avances del proletariado, consiguiendo también que el propio socialismo reformista se situara en una posición revolucionaria. Y así llegamos a la militarada, a la que hizo frente el proletariado determinando con su resistencia heroica los acontecimientos y surgiendo una aurora nueva. Se produce en España un movimiento de masas y nuestro pueblo se lanza a una revolución que no tiene nada de común ni con la Revolución rusa ni con otros movimientos. No hubiera habido revolución si no hubiésemos nosotros preparado al pueblo. Es este nuestro triunfo y el galardón más preciado que tenemos los anarquistas. Sin que la filosofía anarquista haya sido rectificada, hemos sabido adaptarnos a las circunstancias. Si el día 19 de julio hubiésemos ido a la realización totalitaria de nuestros ideales libertarios, el hecho habría sido catastrófico, como si lo hubiesen intentado comunistas estatales o socialistas. Con ello habría quedado roto un frente de lucha. Por eso hemos sido nosotros los primeros en dar la nota de ponderación en las aspiraciones. La lucha del pueblo español contra el fascismo internacional, era ya de por sí bastante audaz y grandiosa para un pueblo casi desarmado, un pueblo que necesita varios días para agitar la conciencia de los otros pueblos, pero ello no fue lo suficiente y nos encontramos solos con nuestro espíritu de querer ser libres a la tendencia autoritaria del fascismo internacional. Nosotros representamos un movimiento contra los imperialismos siempre agresivos de Italia y Alemania. Y es ya de por sí tan grande esta lucha, que el triunfo sobre el fascismo ya merecía el sacrificio de nuestras vidas.


Nosotros, los anarquistas españoles, dándonos cuenta de las imperiosas necesidades que exigen las realidades del momento, hemos seguido una línea de conducta, cuya finalidad tendía a que no se repitiera lo que ocurrió en Rusia, donde el anarquismo, a pesar de su potencialidad, fue desplazado de la dirección de la revolución por una organización minoritaria. Éramos nosotros el 19 de julio, el movimiento obrero más importante de España, al menos en Cataluña, y podíamos habernos lanzado a la aventura de una conquista totalitaria de nuestros ideales. No lo hicimos por no malograrlo todo. Con nuestra actitud hemos evitado que alguien pudiera terminar la fermentación popular por medio de una dictadura. La intervención de la C. N. T. en el Gobierno central y en el Consejo de la Generalidad de Cataluña, ha conseguido que el movimiento anarquista no se viera desplazado de la dirección de la revolución. Se necesitaba un verdadero frente único de todo el proletariado y de todos los elementos antifascistas para oponer un valladar infranqueable al fascismo internacional, que de la península había hecho campo de operaciones y ahora este pueblo que va venciendo a los fascistas, avanza socialmente creando un nuevo concepto de la vida, una nueva sociedad. ¿Decidme si no es grande lo que estamos haciendo? Cuando contemplemos las horas que estamos viviendo nos asombraremos de nosotros mismos. ¿Y pensaremos cómo ha sido posible que hayamos podido vencer tan grandes obstáculos? De todos los problemas que plantea la hora presente, el de la guerra es la más simplista porque para la misma se ha podido conseguir y mantener la unidad de todos los obreros republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas, los que saben que el fascismo representa a la estrangulación, algo más duro que la dictadura pasada, porque en el movimiento fascista español se ha injertado el fascismo alemán o italiano. El odio al fascismo, el deseo común de vencerlos nos une, pero ahora imaginad el panorama una vez terminada la guerra, con diferentes fuerzas ideológicas, que propugnarán para imponerse unas a otras. Una vez terminada la guerra se volverá a situar de nuevo en España el problema, con las mismas características que se situó en Francia y en Rusia. Nosotros, hoy ya debemos situarnos. Hemos de precisar nuestros puntos de vista para que los otros partidos sepan a qué atenerse, y podamos todos de una manera franca, leal, encontrar esa unidad precisa para el día de mañana, hemos de buscar la plataforma, el punto de contacto, que nos permita, con la mayor libertad y con un mínimo plan de realizaciones económicas, continuar el camino emprendido hasta llegar a la meta. Ya hemos hablado nosotros de los que queremos una vez que haya terminado la guerra. Lo que decimos hoy lo veníamos diciendo antes de la guerra. Y decíamos que había algo consubstancial con la historia de España, con las aspiraciones del pueblo que se manifestaba en cada momento de eclosión de la conciencia, el movimiento de los Comuneros de Castilla, el de los segadores catalanes, que desde muy lejos afirma la posición de nuestro pueblo contra el Poder centralizador y absorbente, esta aspiración, admiración de los otros países que se sorprendían con los aires de libertad y de democracia que la informaban y que eran la afirmación de nuestra personalidad propia ante cuanto pudiera significar tiranía u opresión. Todos tenemos el mismo sentido racial de la libertad contra la opresión, contra la humillación, y por eso en España pudo imponerse la dictadura de Primo de Rivera, que era de opereta, como tampoco impondrán la suya Mola y Franco, pues nuestro pueblo prefiere la muerta antes que la esclavitud.


Nuestro concepto de organización es simplemente federalista. De mí en particular se ha dicho que estoy más cerca de Pi y Margall que de Bakunin. Yo puedo afirmar que en la interpretación filosófica, económica y política de Pi y Margall, coincidimos todos los anarquistas españoles, porque éste supo dar con lo que era consubstancial con nuestro espíritu. El federalismo es la garantía de que el resultado de la lucha ha de ser fecundo en beneficios materiales para los obreros de las ciudades y de los campos, haciendo de España lo que no ha sido. Federalistas hemos de ser todos. Federalistas han de ser los socialistas, a pesar de su tendencia centralista, que ha tenido como consecuencia el espíritu autoritario de Marx, que ha de ser rectificado. Federalistas son todos los republicanos, y federalistas hemos de ser nosotros aceptando la constitución de la Federación Ibérica de repúblicas socialistas que dará a cada región el derecho a estructurarse a sí misma. Hasta hoy España es una cabeza monstruosa con un cuerpo raquítico. A Madrid afluye toda la riqueza del país. No es posible la reconstrucción económica del país manteniendo el poder de la burguesía. Si se quisiera restituir a la burguesía el poder, ello constituiría la mayor de las catástrofes. Los trabajadores aceptarán las jornadas de sacrificio para la revolución, intensificarán la producción en beneficio de la revolución, pero si ello se les exigiera para otra cosa que no fuera el triunfo de la Revolución, nada se conseguiría, y además, los obreros no lo permitirían. El pueblo español al luchar contra el fascismo, lucha al mismo tiempo contra las desigualdades sociales, contra toda una historia de siempre, en la que se le adjudica a él el papel de víctima, contra el señoritismo del pueblo español, aunque se le exijan mayores sacrificios para después de la guerra y para el triunfo de la Revolución, como tiene una moral de combate, sabrá estar en su puesto y trabajará para él y para sus hijos, pero nunca lo hará para que alguien redondee solamente su fortuna; trabajará, luchará solamente para sí y para el mañana. Que no lo olvide nadie esto. No se trata de una guerra civil. Es la guerra del pueblo, de los trabajadores contra el señorito, contra el militar, contra el parásito. Los partidos burgueses han fracasado por no haber sabido crear una conciencia moral ni oponerse a la militarada, dejando a los militares en libertad de acción, para que pudieran preparar el actual movimiento facciosos, que si no triunfó fue porque le faltó una base popular. De ahora en adelante, para que pueda plasmarse, la nueva España, es necesario que todos los resortes de la dirección del país pasen a las manos de los trabajadores, y una vez establecido el federalismo se impone la unidad económica de los trabajadores por medio de la unión efectiva, constante y leal de las dos sindicales U. G. T. y C. N. T. En España, con la economía en manos de los trabajadores, es preciso que se acentúe la moral del sacrificio y el sentido de responsabilidad individual y colectiva. La moral ha de llevarnos a aceptar todas las penalidades, al reaccionamiento, las jornadas para la reconstrucción, la honradez y la austeridad, y todos nos hemos de sentir soldados de una gran causa, siendo desterrados todos los privilegios. Con el sentido de responsabilidad lograremos la desintegración de nuestros egoísmos, de nuestras ambiciones personales, para sumar en la obra que ha de garantizar la realización de todas nuestras ansias. Y esto que queremos, somos los primeros en alentarlo en nosotros y en los otros. Si en España no se ha podido destruir la autoridad en absoluto, se van mermando sus prerrogativas con federalismo primero, y después enseñando al hombre a vivir sin que nadie le mande para el cumplimiento de sus deberes, creando en él el sentimiento de la libertad dentro de los principios anarquistas que continúan siendo las esencias del liberalismo. Este proletariado español, educado en tales principios y afinada su personalidad en las realidades que impone la lucha que lleva a cabo, será el que señalará el camino por el que han de seguir todos los obreros del mundo para la conquista del derecho a la libertad y al bienestar.


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