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P u b l i c a c i ó n d e di s t ri b u c i ón y c oope ra c i ón l i b re

Lástima es que se metan a escribir los que no saben, y mayor lástima que abandonen la pluma los que podrían con fruto manejarla. El inepto, a fuerza de trabajar, se hace menos inepto. A fuerza de caminar, aunque sea a ciegas, algo alcanza. Los tropezones le guían; los fracasos le enseñan, y en todo caso, resta el recurso de no leerle y de negarle la circulación y el aliento. Pero el talento ocioso disminuye, y no hay defensa contra los daños que causa su esterilidad. El necio charlatán nos fastidia; el sabio que calla, nos roba.

DE ESCRITORES: Estos avaros de su inteligencia, estos traidores a su aura, se dividen en dos clases. Los unos pretextan que el oficio de las letras es criadero de pobres, y prefieren lucrar en un rincón. Con tal de cenar, renunciarían a concluir el Quijote. Los otros, enredados en su pureza, dicen que se preparan, que aún es tiempo, y que de no producir cosas notables, mejor es no producir cosa alguna.

Órgano de Difusión Anarquista

La defección de los primeros no es tan calamitosa como la de los segundos. Debemos desconfiar de los que no estiman bastante su carrera. Entre escribir y ser ricos, eligieron ser ricos. Demostraron que no merecían ser escritores. Nacieron verdaderamente para busca pleitos o para vender basura o, lo que es peor, para dictar. No lloremos demasiado la fuga de los infames del arte que se acomodan con el destino de un acaudalado, y llamemos al escondite donde se encierran los indecisos.

no. 10, 21 de diciembre 2011 Publicación espontánea y atípica

“Hoy, como mañana: Conciencia para ser Libre”

Los capitalistas se han hecho de buenos planes para que todas las actividades y capacidades sociales concurran a la caza del oro. Han sentado como axioma que para ser buen pueblo es un estorbo la abundancia de conocimientos. Han reducido a máquinas de producción a los trabajadores. Han convertido en viles sirvientes a los artistas y a los hombres de ciencia. Han suprimido al hombre sustituyéndolo por el muñeco automático. El resultado ha sido fatalmente la multiplicación de las nulidades con dinero. Por eso gobiernan y gobernaran los imbéciles, mientras el triunfo no sea totalmente nuestro.


... sin hacer nada.

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SINCERIDAD Rafael Barrett

No acaba la humanidad de ser libre. del débil está en no distinguirse. TamHa tenido amos durante tantos siglos, bién el insecto reproduce los matices que aún necesita el amo. Derribados los del árbol que habita, y la víbora, por espesos muros de su prisión, todavía la escapar del águila, se confunde con las aprisiona el recuerdo. Todavía le impiden ramas muertas. caminar los grillos ausentes. El aire puro Lo aborrecible es la hipocresía inla ahoga. El infinito azul la desvanece. útil, universal, que asfixia en germen La libertad es también un yugo para ella. la originalidad redentora y nos hace Llevamos en el alma la marca ardiente de lacayos los unos de los otros. La ley la esclavitud: el miedo. de los carneros de Dindenault es la Nerón encontraría hoy un trono, y suprema ley. Nuestra existencia es un Atila un caballo, porque los hombres tietejido de absurdos y de cobardías. El nen miedo y reconocerían enseguida el traje, la casa, el lenguaje, el ademán; el familiar chasquido del látigo. A falta del modo de entender la amistad, el amor déspota histórico, soportan un enjambre y las demás relaciones sociales; las node tiranuelos que no les dejan perder la ciones de respeto, honor, patriotismo, costumbre: galones y espuelas, cacicatos derecho, deber; lo que, en una palabra, políticos, espionaje, capital y usura. El constituye el ambiente humano, está pensamiento teme, la lengua calla, y la repleto de contradicciones humillansinceridad, como en tiempo de Calígula y de Torquemada, es tes, pintarrajeado con los grotescos residuos de un pasado siempre un heroísmo. semisalvaje, mutilado en fin de todo lo que signifique unidad La libertad está escrita; yo no la he visto practicada. Ingla- y armonía. Cuando el conjunto de las cosas estaba orientado terra es una corte pudibunda; Alemania, un cuartel; España, alrededor de un dios o de un príncipe, el espectáculo de la un convento. No hay pueblos civilizados; hay hombres civi- humanidad no era tan desagradable. Hemos suprimido ese lizados. No he visto pueblos libres, he visto hombres libres. foco ideal y hemos obtenido la democracia moderna, caso inY esos pocos hombres, pensadores, artistas, sabios, no tienen comprensible del cual no saldremos mientras no nos decidanada de común con los demás. Se les pasea como a bichos mos todos a mirar la realidad cara a cara, a ser sinceros y a raros. Lo han hecho todo sobre la tierra, pero no es probable despreciar la hipocresía. que lleguen al poder público. Por eso no se les persigue con la La mayoría inmensa de los hombres es incapaz de crear crueldad de otras épocas. Son los asombradores del porvenir. una idea, un gesto. Darán la carne de la generación próxima Se les mira como a monstruos. Es que pensar, decir, hacer algo y nada más. A fuerza de acallar su pensamiento lo han enmunuevo es todavía una monstruosidad. decido para siempre; a fuerza de amordazarlo le han estranEl miedo es lo normal. Su hábito es la hipocresía, su pro- gulado. Su hipocresía ingénita ha dejado de serlo. De tanto cedimiento, la rutina. Los que no son estúpidos simulan la llevar la máscara se han convertido en máscaras inertes, que estupidez. Hay que imitar a los demás, hay que ser como todo no encubren sino el vacío. Son los sepulcros blanqueados de el mundo, como nuestros padres, como nuestros abuelos. Cristo. Parecen vivos, y están difuntos. Nuestro mayor orgullo es que nuestros hijos sean copia nuestra, y comprobar que la sociedad no ha dado un paso. Ocultemos la vida interior, Arcilla Negra... pág. 14. LA VORTO las ideas, chispas que saltan de la fragua, Juego recreativo... pág. 15. las pasiones fecundas. Son la desgracia, el Notas anarquistas... pág. 15. La sinceridad... pág. 2. pecado. Escondámonos detrás de nosotros Palabras sobre anarquismo... pág. 3. mismos, y aguardemos la muerte sin hacer El vuelo del australiano... pág. 4. ÍNDICE nada. De Europa a América... pág. 5. Se explica la hipocresía del criminal. De ayer a hoy... pág. 6. Comprendo sobre todo la hipocresía neceDaño colateral... pág. 7. saria al débil. El débil no puede ser sincero. Disculpas porque en esta ocasión no nos ha Del libro: Los anarquistas... pág. 8. La sinceridad atrae el rencor, el rencor geDesde los ojos del otro, en perspectiva... sido posible incluir nada de Esperanto. Esperamos la próxima hacerlo sin falta. Gracias... neral provoca lo imprevisto. Sólo el fuerte pág. 11. resiste y ama lo imprevisto. La salvación La palabra... pág. 13. www.kclibertaria.comyr.com

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no. 10, 21 de diciembre 2011 Pero en muchos de nosotros se despiertan vibraciones nuevas, se levantan conceptos nuevos del destino y de la voluntad. En muchos de nosotros la razón habla, y no la escuchamos; embriones sagrados se mueven confusamente en nuestro espíritu, y los hacemos morir. Matamos lo que no ha nacido aún: tenemos miedo. Esperamos a que lo nuevo, es decir lo verdadero, lo hermoso, venga de otros. Otros, sí, bohemios melenudos, chiflados, vacilantes, hambre, fiebre. ¡Cómo nos hemos ingeniado en martirizar la dolorosa juventud de los mesías! ¡Cuántas veces les hemos clavado las manos y los pies, y nos hemos reído de su facha lamentable! Por fin se ha descubierto que el talento es una enfermedad, y el genio una locura. Arrastramos la librea burlándonos de los enfermos y de los locos que traen la aurora. Sin valor para libramos ni del oprobio de una vestimenta inexplicable, aguardamos a que cambien la moda los cómicos y las prostitutas. Nos educamos en el disimulo y en la avaricia. Jamás nos ponen de adolescentes frente a la verdad para decimos “mírala, grítala”. No; hay que callar o repetir. Hay que absorber la energía ajena, y petrificarla en nuestro egoísmo. Es preciso que con nosotros sucumba todo lo que

vive dentro de nosotros; que con nuestra vida concluyan las futuras probabilidades de una vida superior. Seamos sinceros. Bella es la máxima de amar al prójimo, y más bella la de amar al prójimo que no vemos, al que vendría mañana. Abriendo nuestra conciencia al viento y a la luz mientras respiremos, quedarán en el mundo, como prolongación de nuestro ser, formas duraderas o efímeras, nobles o humildes, avasalladoras o débiles, pero formas nuevas, formas vivas que se unirán a otras para engendrar una molécula de armonía, formas esencialmente nuestras, y única justificación, único objeto de nuestra existencia breve. Seamos sinceros. Libertemos cada día nuestra ingenuidad. Lancemos la semilla al surco desconocido. Suframos, ¿quién ha dicho que la vida es placer? Entreguémonos, ¿qué deseamos conservar, si no logramos conservar nuestros huesos? Entreguémonos. Es el mejor medio de perdurar.

Palabras sobre anarquismo Dos palabras sobre el anarquismo. No hay que hacerse ilusiones; una clase crece siempre más de prisa en fuerza material que en fuerza moral. El proletariado, al volverse más fuerte, se vuelve más violento. Por desdicha, es probable que triunfe por la violencia, como han triunfado en la historia todas las renovaciones humanas. Ante la venidera revolución sólo cabe esperar, según esperamos los que tenemos confianza en nuestro objetivo, que se sustituyan las violencias estériles por las violencias fecundas. El anarquismo, extrema izquierda del alud emancipador, representa el genio social moderno en su actitud de suma rebeldía. No haremos a los lectores la ofensa de suponerlos capaces de confundir, a semejanza de lo que fingen muchos burgueses interesados, anarquista y dinamitero. Sería pueril temer que Anatole France, anarquista intelectual, o Murray Bookchin, anarquista ecologista, nos lanzaran alguna bomba. Hay una cosa quizá más grave que los explosivos; es la crítica anarquista, la lógica implacable de los que han condensado su método en la famosa fórmula de Bakunin: “destruir es crear”. Se condena la violencia, pero somos hi-

¿Crimen? Sí, ...

jos de ella, y por ella nos defendemos de los criminales y de los locos, y mediante ella dominamos los espasmos del mar y del viento. Eliminar la violencia es un quimérico ideal; el mundo tiene un aspecto mecánico, en que necesariamente sobreviven las energías, no por ser más justas, sino por ser mayores. Nuestro ideal no debe ser suprimir la violencia, sino juntarla con la justicia; desprenderla del pasado y vincularla al porvenir. Los trabajadores han experimentado la eficacia decisiva de la violencia. Jamás ha mejorado su situación por el altruismo de los capitalistas, sino por su miedo. Confesémoslo: la violencia hizo prosperar más a las sociedades de resistencia que el dinero. ¡Ay de los trabajadores el día en que dejen de inspirar terror y no dispongan de otras armas que el llamamiento a la compasión y a la equidad! Merced al terror han conseguido tratar con los patronos de poder a poder.

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In memoriam Dedicado a nuestro compañero Severino Campos Campos, quien dejó de existir hace algunos años... ¡La bomba! ¡El crimen! Sí; mi sensibilidad se subleva ante el gesto del asesino. Yo concibo sacrificar mi existencia, pero no la ajena. Yo llevo clavada en el alma, como un dardo de luz, la persuasión de que lo esencial no es aplastar los cerebros, sino poblarlos. Y, sin embargo, me pregunto a veces si mi corazón se equivoca, si es necesario quizás a la humanidad, para que siga marchando, para seguir combatiendo, beber la propia sangre. Me pregunto con tristeza infinita si es necesario herir y hendir pronto, buscar el futuro y arrancarlo de las entrañas de su madre muerta. ¿Crimen? Sí, y malditos seamos nosotros, hijos del crimen, padres del crimen. Pero sí hay diferencias en el crimen, yo digo que el de los anarquistas, que hacen la “propaganda de la acción”, el de los que matan por la idea, por “amor” -¡horrible paradoja!-, el de los que eligen ser a un tiempo verdugos y mártires, es un crimen más respetable que los crímenes de tantos héroes cuyas estatuas se yerguen en las plazas públicas. Los atentados anarquistas, que suelen ser pura consecuencia de los atentados de los gobiernos, se suprimen con una ferocidad insensata, causa de nuevos atentados de la oculta desesperación universal. En algunos países, se ha considerado, o se considera el anarquismo delito político, traición a la patria. Las personas han sido ejecutadas, confinadas o deportadas. Extractos de La cuestión social, Rafael Barrett.

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Los rayos del sol...

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El vuelo del australiano azul Una avecilla retozaba vivas con los rayos del sol grácil, un gran chispazo se notaba en sus ojos. Era una cosa simple pero tan pura, que con un aire de ingenuidad se regodeaba en el recoveco de su inconsciencia; con elasticidad estiraba su pequeña cabeza como queriendo alcanzar el cielo, su gorjeo armonizaba con las formas que trazaba su cuerpo, miraba ansiosa por entre las rejas que la aprisionaban, el vaivén en su sombra así lo advertía, agitaba sus alas una y otra vez incesante con exagerada ansiedad, sus ojos observaban insistentes en una dirección. Y ahí estaba, el alpiste en el piso de la jaula. – ¡Aquí está pajarito, come, come, come tranquilo! Efrén miraba como el periquito devoraba el alpiste impulsivamente, su memoria se echó para atrás. La mañana anterior llegó a su casa como a las ocho un poco ebrio pero contento, un pequeño aumento en su quincena fue suficiente pretexto para celebrar, pensó en beber sólo un par de tragos, pero un compañero se le acercó y le invito uno, después dos y siguieron los otros, entró cauteloso para que su familia no notara su tardía llegada, pero poco le sirvió, en la mesa la comida que le esperaba para la cena; por otro lado, la mujer lo miraba mal-

humorada, sus hijas quedan a un lado para evitar discusiones que seguro pasarían a los golpes, decide salirse casi a escondidas, tras su salida un portazo advierte su estúpida huida, buscando un lugar dónde disipar su cabeza, sus pasos lo llevaron a un vagón del metro repleto de seres como él; ciudadanos frustrados, agresivos, resentidos, prestos a la disputa, listos para competir por un espacio de por sí incómodo, se lía a puñetazos con un tipo por decirle borracho. Pasó las últimas veinticuatro horas despilfarrando su tiempo, detenido en la delegación y vagando por las calles de la ciudad, adiós aumento y trabajo, con esto seguro lo corrían. – El tiempo no tiene piedad con el hombre, la vida no permite horas muertas, no puede uno ni siquiera dar un parpadeo porque lo pierde todo, por más que se buscaran palabras para expresar la frustración que se siente no se encontrarían, además, eso ya sería pérdida de tiempo. Sus recuerdos lo hacían contemplar con desaliento el paso agobiante y monótono de su existencia, ahora que miraba al avecilla revoloteando en la jaula se sentía, tan humillado; las rejas no bastaban para hacer alarde de alegría, su realidad lo desilusionaba. Unos minutos atrás regresaba a

De Europa a América, ¿a… dónde?

su casa dispuesto a afrontar las consecuencias como vinieran, malas o buenas; el plato con comida seguía en la mesa, de su familia nada, ni mujer ni hijas, pensó en recalentar la comida pero un chirrido estridente interrumpió su intensión, era el periquillo Australiano que gorjeaba alegremente al escuchar ruidos en la casa. El hombre hizo a un lado el plato con comida, y se acercó presuroso a una maltrecha repisa en la pared; tomó una bolsa con semillas, cogió una pisca con las puntas de sus dedos y se aprestó a donde lo requerían. En una jaula que pendía de la pared, el periquillo agitaba sus alas vivas, el hombre levantó la puertecilla del enrejado y depositó las semillas en el piso; el ave se precipitó desde uno de los colgantes impulsado por el hambre sobre el alpiste, devoró la comida rápidamente, chasqueando su pico sacaba una a una las semillas para tragarlas con su lengua gruesa. Los rayos de sol rebozaban el muro donde colgaba la jaula, el hombre observaba minucioso la ajetreada actividad del periquillo y pensaba en voz alta: – Éste pájaro cuenta con mucha suerte, se le ve muy feliz; lo único de importancia para él, es el de revolotear, gorjear y comer el alpiste que alguien como yo ponga en su jaula, no Fue siempre un hábito de los retrógrados y de los pobres de espíritu combatir como “extranjeras” las cosas que no comprendían y las ideas que sobrepasaban los horizontes limitados de sus propios conceptos y puntos de vista, con el fin de proteger a la nación contra “influencias extrañas” que ponen en tela de juicio las instituciones vigentes y las ideas tradicionales y quieren conducir a los hombres por nuevos caminos.

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En todo el mundo los aduladores y adictos al Estado, sean del color que sean, han acusado a las ideas que les resultan peligrosas como provenientes de otros lugares, en pocas palabras, extranjeras; las cuales -dicen-, no tienen nada que ver con la situación que se vive en la región en la cual se

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... ya no más.

tiene mayor preocupación, no trabajo, cero reclamos, libre de toda responsabilidad agobiante… ¡ahhh! En apariencia el ave le era libre, su jugueteo se lo demostraba; saltaba de un lugar a otro, hacia un rápido movimiento con su cabeza y revotaba a otro lado, era hipnotizarte, miraba al hombre como invitándolo a juguetear. Pero su mirada era tan fugaz, que no le daba tiempo a nada más que contemplar sus agitadas ganas de vivir, invariablemente giraba su cabeza para mirarlo y el hombre se reflejaba en sus ojos redondos bien abiertos y negros, esa imagen le develó su realidad; ¿quién lo miraba detrás de las rejas, quién con inquisidora presen-

cia?, al instante se conmovió y pensó liberarlo para que volara por los aires, pero se contuvo y dijo: – Que tal que sus alitas estén atrofiadas como para volar, ¿y sí se muriera, y sí alguien… no…?, él nació enjaulado, qué cosa sabe del mundo y sus peligros, mejor no, eso sería como matarlo. Y no lo hizo, observó detenidamente cada uno de sus movimientos era tan ágil, tan pequeño, frágil y suave, azul como el cielo con ojos grandes reverberantes, impulsivamente alargo el brazo para levantar la pequeña puerta del enrejado, introdujo su mano cuidadosamente para cogerlo; el periquillo aleteó aterrado, chirriaba intentando huir, pero en un espacio tan reducido, no tenia posibilidad alguna en la lucha con aquella mano, que pretendía atraparlo, perdió algunas plumas, aún aprisionado el periquillo hacía por defenderse; mordisqueaba con su pequeño pico ganchudo e incisivo el dedo índice del hombre, mientras él acariciaba suavemente su cabeza con el pulgar, estuvo tentado a estrujar al pequeño, sonrió con una mueca de excitación y dijo: – Ya, no más, abriré despacito la mano, el periquito al momento volará por encima de mi cabeza y se posará en el techo de la jaula, justo frente a mí, moverá rápidamente su cabeza de izquierda a derecha, arriba, abajo, estirará sus alas, primero una después otra, acomodará sus plumas con su

pico, sacudirá sus patitas, en seguida me mira de reojo, me reflejaré en uno de sus ojos redondos, entonces me sorprenderé de mí mismo por dejarlo salir, otra vez me castigaré con el remordimiento; ¿qué le diré a mis hijas?… ¿y… qué tal que se muriera de hambre, no debiera?, estiraré el brazo para cogerlo, el periquito se portará esquivo; echará un salto para atrás y me mirará con desdén por mi intención pretenciosa de regresarlo a la jaula, yo retiraré la mano como avergonzado, sólo para calmarlo y volveré a intentarlo, el periquito levantará el vuelo, dará dos giros por encima de mi cabeza y se posará nuevamente en el techo de la jaula; gorjeando y parpadeando rápidamente me mirará como cuestionando por qué mi estúpida intención de regresarlo a la jaula, una vez más, yo necio, intentaré cogerlo, será la ultima vez, el periquito levantará el vuelo para alejarse diciendo: ya no más, y yo sonreiré satisfecho. Efrén abrió la puertecilla de la jaula y depositó en el interior el cuerpecillo inerte del pájaro, a la vez que susurraba repetidamente las palabras que su cabeza confundida, había generado: ya no más, ya no más.

manifiestan, buscan simplemente sembrar el rencor y el odio. Pero eso es falso, las ideas nacen donde hay un germen que las propicie, ya sea que las condiciones sean las peores o las mejores en el lugar; siempre existirán hombres que traten de innovar y mejorar las condiciones sociales, si eso no fuera así los humanos estarían extintos desde hace ya muchos siglos. Así nos lo demuestra el historiador californiano John M. Hart en su libro Los anarquistas mexicanos, 1860-1900. En este libro el autor nos da una panorámica del anarquismo en esta región, el cual ha nacido de las contradicciones emanadas del Estado y el capitalismo. El recorrido que hace Manson Hart es una visión de lo aberrante del corporativismo estatal que tiene su nacimiento precisamente en esa época, justo con esto también

el nacimiento del movimiento obrero y agrario; estuvo ahí, el Estado, para chupar sus energías con hombres nefastos que vieron por sus intereses en lugar del bien de los desprotegidos. Así lo manifiesta con la adhesión de ciertos obreros al poder político y a la dictadura porfirista, pero del mismo modo nos ejemplifica como hombres de incorruptible voluntad y talante resistente se mantuvieron fieles a sus ideas, su compromiso y lealtad a la causa proletaria hasta el último de sus días, siempre de lucha, siempre anarquistas. Los anarquistas mexicanos, 1860-1900 es una sucinta, pero amena lectura, sobre el desarrollo del anarquismo “mexicano”, una lectura introductoria y clarificadora sobre un período casi intocado, por la historia oficial. Sumado a ello el punto de vista del

escritor, es muy atinado, ya que bien menciona que en los orígenes del anarquismo en esta zona podemos encontrar la base y sustento teórico de la guerra civil de 1910, y asimismo su solución. Sin embargo, el autor no queda excento de cometer errores debido, puede ser, a que no tuvo fuentes fidedignas a su alcance. Sin duda una lectura obligada para quienes buscan esclarecer esos episodios perdidos de nuestra historia, indecible por los oficialistas, pues refutaría las ideas que acusan al anarquismo como una idea ajena y extranjerizante, violadora de la nacionalidad. El socialismo libertario es una respuesta viable, lo podemos afirmar hoy más que nunca, para sobreponernos a los pesares que ahogan a los individuos en este océano de regímenes del orden forzado.

Fin Cuento escrito por: Zidronio Melo

La nigraj vizaĝoj

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Nunca mencionaran...

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De ayer a hoy

por Santiago G. S. ¿Qué se piensa heredar a las futuras generaciones?, muchos dirán, en especial los señores del dinero y la política, un lugar mejor sin violencia y sin droga. Irrisorio, pues la misma existencia de esa dualidad criminal tiene sus bases en la presencia de la droga y la violencia. Dejando de lado esa incorruptible verdad vemos que la parafernalia del discurso elaborado por los capitalistas y sus lacayos, los políticos, siempre estará maquillado, y ese es dejado y superado por la realidad, pues sabemos que desde hace mucho el amor al dinero, fetichismo puro, ha ido sembrando lo que hoy se cosecha: el miedo y el terror, esto lo heredamos de nuestros predecesores y ellos a su vez de sus antecesores: guerras intestinas, asesinato continúo, corrupción, etc. Pero no porque ellos quisieran, sino que fue fruto de la mezquindad germinada, fermentada y dada a luz por los estatistas y usureros, ellos hicieron pensar que la violencia perpetua era la única vía para procrear una mejor vida. Por un futuro mejor, pero ¿cómo? Si estaban sustentado, su presente en lo que buscaban erradicar. A pesar del legado violento, pensando siempre en una posteridad tranquila, aquellos hombres que nos anticiparon, nos imaginaron mejor que ellos, en cada ámbito se creía que las generaciones venideras superarían a las generaciones pasadas, tanto en lo intelectual, en lo económico, en la organización social, en lo cultural, etc., pero cuál es nuestra respuesta: no. Esos hombres y mujeres de antaño tenían algo que la mayoría de los seres hoy existentes han perdido: la individualidad, la esperanza y la visión de un futuro mejor. A despecho de nuestro pasado hemos dejado de soñar. Hoy la acometida de la violencia ha paralizado a los habitantes de este mundo. La beligerancia de los Estados y de los criminales a su amparo es igual de cruenta que la de hace un siglo, los conflictos internos por el control monopólico del capital, de territorio o de recursos sigue en pie, como si acabara de nacer. Pero, hay algo que pereció en cien años, y no es la pobreza, miseria y crueldad del hombre contra el hombre; lo que ha cambiado la individualidad comunitaria, se ha extinto… Esto: soy un individuo en cuanto reconozco al otro como tal, con necesidades, en donde la solidaridad se establece cuando se trata de resolver un problema en común, entre ellos no habrá un afán de aprovecharse sino de ayudarse, y esa asociación deja de existir cuando el problema se ha resuelto. Esa solidaridad, individual se apagó, y es lo que las nuevas generaciones han legado, y el individualismo anti-comunitario se ha impuesto como su premisa: cada quien ve por sí mismo. Donde los individuos tratan de ver que obtienen de los demás acosta, inclusive, de la vida del otro, aunado de ello son conformistas, viven con la peli-

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grosa frase: mientras no me toque a mí, me vale madres. Y así se perpetúa la exigencia de los poderosos: sangre y sufrimiento. Es individualizar a la gran masa, entre más sean más solos están. Un mecanismo utilizado para ello es el miedo, crearlo y hacerlo filtrar hasta por los más pequeños rincones de la región que habitamos, esa turbación que nos hace cómplices de la criminalidad legalizada representada por el Estado, y también de la que es tachada de ilegal pero incentivada por el Estado. La psicosis fundada en el terror tiene una base y ésta, es el Estado, el crea a los hombres, los “cría” para la “seguridad”, los cuales al ver insatisfecha su sed de oro buscan nuevos mecanismos de allegárselo, entonces el Estado vuelve a crear y criar nuevos hombres para combatir a los primeros. Ese es el círculo del Estado para mantener sus aparatos represivos. La perenne batalla entre sus creaciones, incentiva al Estado a mantener y sofisticar sus métodos, más coercitivos y despóticos posibles, con la permisividad de las nuevas generaciones la cuales son incapaces de allegarse nuevas ideas, pues permanecen adormitadas por un constante bombardeo de información fútil, ese aberrante suceso se incrementa con nuevas formas de letargo: justificación para la represión y la vigilancia eternas, como la de tener la libertad -opción- de elegir la efímera ropa, moda, música, o la patética forma de actuar “contra lo establecido”, meros atenuantes tan crueles y nocivos para las generaciones noveles, que nos adentran al cataclismo de la atrofia intelectual y física de aquellas. La anti-utopía haciéndose realidad. Esa permisividad acata la máxima: entre más seguridad mejor estarás, es por tú bien. Y nuestro futuro, los jóvenes la creen y adoptan como consigna casi religiosa, sin pensar en la terrible forma de sometimiento que existe y exige: su auto-inmolación. Los discursos virulentos evocados por los políticos entorno a que si no se combate al crimen organizado llegaría al poder, es una burla grotesca, ya que es bien sabido que el monopolio de la criminalidad se encuentra en el Estado y sus falanges. En contubernio con ello tenemos a los medios de comunicación, que se han apropiado el rol de familia y maestros, supliéndolos en la enseñanza, y ello ha contribuido a acrecentar el miedo, ¿cómo? no transmitiendo la realidad, engañando y tergiversando todo. Nunca dirán: los principales criminales son los políticos y empresarios, ellos son los primeros en orquestar ataques en contra de la población, tampoco enunciaran a los para-militares creados para exterminar a los movimientos disidentes, ni que los principales cabecillas de los cárteles de la droga están coludidos con ellos o son ellos mismos. Nunca mencionaran que los grupos criminales han sido fundados por policías y militares, esos mismos que han sido preparados y entrenados por el Estado para proteger los intereses del empresario: grandes capitalistas, de la propiedad privada; y los bienes que conforman al propio Estado, propiedad pública. Sí tomamos eso en cuenta y se encierra en un solo círculo, tenemos lo siguiente:

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no. 10, 21 de diciembre 2011 El Estado crea mecanismos para reprimir a la población, para coartar su libre accionar, para ello necesita de personas preparadas para matar; policías o militares limitan así, la libre acción de los individuos y con ello protege sus intereses, como lo son las instituciones burocráticas, espíritu del Estado, esa fuerza, que los más trastocados de sus defensores consideran legítima, es utilizada para salvaguardar las fortunas de unos cuantos vivillos que han robado a toda la población el patrimonio “nacional”. Pero al ser insuficiente la sangre que logran extraer del pueblo y lo raquítico de capital que reciben por hacer tan vil acto, se convierten en “criminales”, así considerados dentro de su sistema, donde les resulta mejor retribuido el “trabajo” atroz que realizan, o sea, liquidar a otros humanos. Y aquí el círculo, por fin se cierra. Pero en esa rotación que es la creación de criminales tanto legales como ilegales, así lo consideran ellos, se encuentran las personas, que pagan por uno y otro lado la violencia creada por el Estado y auspiciada por los capitalistas, claro, disfrazada la guerra con la palabra seguridad, con el único propósito de estimular el miedo y el terror, alejar lo más posible los anhelos de libertad de los seres humanos para que el sistema del miedo siga imperando. A mayor temor, mayor control y permisividad para la represión; las generaciones actuales a diferencia de las pasadas se interesan mucho menos por el pasado y se ven sólo como receptores de lo que acaece, y no se perciben como elementos capaces de interferir y modificar el mundo que los rodea, y gracias a ello estamos y están condenados a desaparecer. Si nuestros antecesores supieron luchar por buscar un lugar bajo el sol, las nuevas lo han ido olvidando, para ser precisos eliminándolo, en el futuro nuestros descendientes agradecerán un pedazo de porquería -¿Qué?, ¡todavía no!-, trabajar para conformarse por una limosna y obtener un sentimiento de satisfacción por ayudar a crear un mundo libre de los “malos”, aunque eso signifique su propia muerte. Eso lo ha provocado y lo provocará el estar expuestos a un constante y continuo temor, tanto psicológico como físico. Y ello va a parir a la utopía capitalista: capital dice, da tu vida para producir y se feliz en el proceso.

En ese tugurio...

DAÑO COLATERAL Cuento breve, por Santiago Gónzalez S. La brisa de la mañana corría por la suavidad de su cabello, esos hilos de seda color negro se acoplaban en la blanda y nívea almohada, se completaba aquella imagen ideal, con el cuerpo terso que seguía en esa batalla anunciada por los primeros rayos de la mañana: seguir viviendo. Un rugido rompió la tranquilidad del lugar e hizo más despiadado, el hallarse encerrada en ese cajón llamado casa. A sus afueras el ensordecedor pitido de autos y un griterío desesperado que pedía auxilio, las personas corrían con la mirada pérdida y el destino también. La ventana del silencioso pero horripilante albergue, le recordaba cuan detestable era su vida, la vista que regalada era una conflictiva calle llamada San Mateo. La noche anterior, recuerda, fue arrullada por las balas y el bramido molesto de los seres-máquina. Pensaba: en estas casuchas se arrebata a los seres su individualidad, estando solos se transmutan en una parte más de esa masa informe revolcada por la cotidianidad perenne. Mientras maldecía su existencia y se alegraba de no estar más abajo, se mira a los ojos y se regocija del suceso del día anterior… … en un instante se pierde el silencio monótono, y el vidrio de la ventana vuela en mil pedazos lanzando proyectiles a todas direcciones y, deja tras de sí las felicitaciones y abrazos encumbrados en la ensoñación de su mente… los halagos de la vida convertidos en

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los rezos de la mediocridad. Fuera de esa tortura cotidiana que representaba el levantarse, se oía el rechinar de automóviles. Se preguntaba ¿cuál era el sonido más grotesco?: los narcocorridos o el molesto ruido de las personas, al final se inclinaba por el segundo, ya que ellas esperaban el día en que un corrido estuviese dedicado a quien lo escuchaba. … miles de pequeñas pacificadoras se incrustaban por entramados huequecitos, buscando donde alojarse y causar el mayor daño posible. Muchas de aquéllas terminaron en un lugar que no les correspondía: una barda, un árbol, un coche, las afortunadas encontraron realizada su tarea primaria, el fin último de su existencia: matar. En ese tugurio hermetizado, sitio lúgubre en el que por más luz que lo acogiera no le arrebataba los rasgos repugnantes de verse vacío la mayor parte del día; los pocos momentos de vida eran tan agobiantes e irritables, que hacían preferible los chillidos de sus semejantes. Levantarse a las seis de la mañana, apagar el reloj-despertador, su peor pesadilla; significaba que era la hora en que las cobijas dejaban de ser la capa protectora de las pacificadoras, que noche a noche rompían el viento y derribaban a alguna estrella, las cuales caían por montón, el manto se convertía en lápida. El agua entre caliente y fría espantaba los últimos momentos de alegría… … entre gotas que caían como pequeños latigazos se esfumaban la risa y la esperanza de una vida más satisfactoria, el efímero sueño se perdía, cada podagra era un continua en la siguiente página...

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La radio vocea... recuerdo de lo desgraciado de su vida. El reloj seguía su marcha inexpugnable, ella se veía en el espejo; se imaginaba, en la calle el infierno se desataba, que algún día se largaría de ahí. La tarde anterior a esa mañana, el hombre más importante del país la saludaba y, le recordaba que sin su esfuerzo el país estaría perdido; los jóvenes quedarían ante el desamparo de la criminalidad y gracias a ella, encontraban un final más placentero que vivir o tratar de sobrevivir el día a día en busca del pan, el valor y compromiso de personas como ella debían ser un ejemplo a seguir… … pensaba en ello, se arreglaba, cepillaba su cabellera, sus labios delgados comenzaban a cubrirse de un rojo intenso, carmesí, y el extraño dolor se incrustaba en alguna parte de su cuerpo. Una punzada recorrió prontamente su sistema nervioso que poco a poco se transformaba en dolor, pero se agotó rápido, como la misma irrupción del diminuto monstruo, el vidrio se partió en miles de astillas. Su cuerpo cayó lentamente sobre la cama, pareciese que los días monótonos habían fatigado su alma, la cual se recostaba suavemente para hundirse en la cálida colcha blanca, sus ojos reflejaban esa opacidad nacida en los que han perdido las ganas de vivir, unas pupilas que miraban al infinito extraviadas… como los ojos de pescado… el halo de la vida se esfumó como los aplausos y felicitaciones del día anterior, los deseos entusiastas se perdieron en una fría habitación que se enmudecía con los gritos de auxilio que afuera ahogaban el ambiente, en los últimos momentos de existencia, en su mente, se repetían como eco sempiterno las palabras del señor presidente: con mujeres y hombres como tú el país

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no. 10, 21 de diciembre 2011 avanzará a un mejor futuro. Mientras vociferaba eso el señor presidente se encontraba rodeado de cientos de soldados, en las azoteas, a metros y metros de distancia, todos los “civiles” habían sido evacuados, en el público no había nadie que no fuera sardo, a excepción de 10 o 15 personas que servían de modelos para demostrar su apoyo al jefe máximo. Ellos verán acortadas sus vidas… … su cuerpo descansa en las níveas prendas que la recibían por las noches como túnica en ese cuartucho horripilante. Esa mañana, la monotonía le entregó la tranquilidad que ella había dado a otros seres humanos. La aurora fue fiel muda y cómplice de la muerte de la recién laureada. El copioso ruido seguía inagotable a las afueras, con una rotación perfecta: disparos, aullidos, lágrimas, sirenas, conflagrados los elementos en una eternidad estancada en un segundo. Su cuerpo quedó depositado tranquilamente, parecía dormida, el lápiz labial carmesí en una de sus manos y sus ojos mirando la puerta de salida, como si a último momento hubiera buscado evadir la terrible mano de la muerte, pero no pudo, el orificio provocado por la pacificadora entró por “accidente” y destrozo su cráneo. Por fin el ruido cesó. La radio vocea: el presidente hoy condecorará a los defensores de la patria por su heroico trabajo. ¡Contra los criminales ni un paso atrás! Esto berreará frente a cientos de militares, veinte personas elegidas al azar estarán presentes, después descansarán para siempre en su cama con una herida incurable por el tiempo: ser un daño colateral.

D EL LIBRO

LOS ANARQUISTAS de James Joll

«Ofrezcan flores a los rebeldes que fracasaron». Así reza la primera línea de un poema italiano de tono anarquista que Vanzetti escribió en la celda de la prisión. Cuando uno contempla las repetidas frustraciones de la acción anarquista y su culminación en la tragedia de la guerra civil española, siente la tentación de emplear los mismos acentos elegíacos. La experiencia anarquista de los ciento cincuenta últimos años expone a la luz toda la gama de contradicciones e incongruencias de la teoría libertaria y la dificultad, si no la imposibilidad, de su puesta en práctica. Y con todo, la doctrina anarquista ha sido capaz de atraer a un número no despreciable de representantes de las distintas generaciones, y aun hoy continúa ejerciendo considerable seducción, aunque se manifieste quizá más por la vía de un credo ético personal que como fuerza social revolucionaria. La mayor parte de los que militaron en el bando anarquista no eran neuróticos que se complacieran en una autotortura -como era el caso de algunos terroristas-, sino individuos para quienes el anarquismo era un ideal revolucionario, susceptible de plasmarse en una acción práctica a la vez que era una esperanza realizable. Los filósofos del anarquismo -un Godwin, incluso un Proudhon o un Kropotkin- bien pudieran haber pensado que su crítica de la sociedad era de índole más teórica que práctica, y que el sistema de valores que trataban de entronizar no admitía una realización inmediata; pero de lo que no hay duda es de su convicción de que algún día sería posible. La masa de infortunados que desde el año 1880 aceptó el anarquismo como base para la acción social, consideraba, sin embargo, que la revolución integral prometida por los anarquistas ofrecía una esperanza inmediata de viabilidad y de éxito final, y se les aparecía como la única posibilidad de liberarse de su precaria situación. El anarquismo es, por necesidad, un credo o nada. Por consiguiente, su éxito fue un aumento de salarios o una mejora en las condiciones de trabajo, y cuando los partidos políticos son capaces de introducir medidas de reforma y de remediar situaciones de injusticia, es lógico que el recurso de una revolución sea menos deseable. Y, en este sentido, la afirmación de Bakunin de que los verdaderos revolucionarios son los que nada tienen que perder nos parece justificada. No obstante, la práctica anarquista ha tropezado siempre con el hecho de que, para bien o para mal, todas las naciones europeas -incluyendo Rusia y España, en las que el anarquismo parecía ofrecer perspectivas de triunfo- han optado por la acción política y por un gobierno centralizador como medios para obtener una sociedad más conforme a sus deseos. «El gobierno del hombre» no está más

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no. 10, 21 de diciembre 2011 cerca de ser sustituido por «la administración de las cosas» de lo que estaba cuando aparecieron los socialistas utópicos en la primera mitad del siglo anterior. El partido político, detestado por todos los que se precien de anarquistas, ha pasado a convertirse en el órgano de acción política característico del siglo XX, hasta el punto de que los mismos gobiernos totalitarios han usado del sistema de partido único como medio para ejercer su tiranía, en vez de practicar la autocracia sin tapujos de épocas más lejanas. Así, pues, los anarquistas se han disociado en el terreno de la práctica, deliberadamente, de lo que la mayoría de los individuos del presente siglo consideraban vital para el progreso social y político. En tanto que nada se opone a la posible validez de sus críticas en torno a las ideas tradicionales sobre la soberanía del Estado del gobierno representativo, de la reforma política y de sus prevenciones repetidamente formuladas sobre los peligros que entraña el sacrificio de la libertad, so pretexto de los supuestos intereses de la revolución, los anarquistas no han sabido, hasta el momento al menos, ofrecer una explicación de cómo puede su programa plasmarse en una acción eficaz y sostenida. Así, por ejemplo, nunca han ofrecido la visión de una etapa intermedia entre la sociedad establecida y la revolución integral que sueñan. Existe otro aspecto en el que los anarquistas también se han mostrado opuestos a las tendencias predominantes en la organización del momento histórico. La producción en serie y el consumo masivo, así como una industria ampliamente extendida sometida a un control centralizado, ya se trate de una economía capitalista o socialista, se han convertido, se quiera o no, en un fenómeno común a la sociedad occidental y a los países en vías de industrialización de todos los continentes. No se ve cómo puedan adaptarse a tales nociones las ideas anarquistas sobre producción y cambio; en consecuencia, los anarquistas que, como acción preliminar, abogaban por la destrucción del orden existente, sin duda tenía razón. Pero la actitud de los miembros del movimiento respecto a los avances tecnológicos se ha reflejado también en un paralelo desdoblamiento de sus opiniones acerca de la sociedad del futuro. Aunque, como hemos podido apreciar, Godwin y Kropotkin fueron partidarios de los nuevos inventos capaces de liberar al hombre de las tareas más bajas y degradantes -el problema de los escombros y desperdicios fue algo que siempre mereció la atención de los pensadores utopistas-, hay que decir, sin embargo, que las concepciones fundamentales del anarquismo se oponen por completo a la idea de una industria en gran escala y a la producción y consumo masivos. Así planteadas las cosas, todos los anarquistas convienen en afirmar que la sociedad del futuro será la del hombre con hábitos de vida extremadamente simples y frugales, satisfecho de pasarse sin los triunfos de la técnica propios de la era industrial. Esto hace que buena parte del pensamiento anarquista

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parezca basarse en la romántica y anacrónica visión de una sociedad idealizada del pasado, compuesta de artesanos y campesinos, así como en una total repulsa de las realidades de la organización económica y social del siglo XX. Cabe concebir ciertos ideales sindicalistas y un grado de control obrero de la industria, lo cual puede servir para mitigar en parte la deshumanización imperante en las grandes empresas industriales; pero nos parece poco probable, a menos de producirse un violento cataclismo, que pueda invertirse por completo la actual estructura de la industria. No obstante, mediando ciertas situaciones de emergencia, como las que se dieron en Rusia en 1917 o en Cataluña en 1936, en que la guerra entorpeció o destruyó el engranaje económico de los respectivos países, cabe la posibilidad de poner en práctica las ideas anarquistas y colocar los cimientos de un orden nuevo conforme a los principios libertarios. O quizá la revolución anarquista sólo pueda efectuarse después, pongamos por caso, de una guerra nuclear que ocasione un caos total en los instrumentos de gobierno, las comunicaciones, la producción y el cambio. O también es posible que la razón estuviera de parte de los terroristas y que una bomba de mayor potencia que ninguna de las utilizadas hasta el momento pudiera preparar el camino hacia una auténtica revolución social. A pesar de ello, puede afirmarse que en el caso de países que, a diferencia de Europa a Norteamérica, no han visto su estructura social y el programa de acción anarquista dejan de parecer utópicos. En la India, por ejemplo, Gandhi y cierto número de reformadores sociales, como Jayaprakash y Vinobha, han soñado con cimentar la sociedad hindú (utilizando palabras del mismo Gandhi) en «repúblicas comunales autosuficientes y autómatas». Es posible que incluso en la India el desarrollo de una comunidad industrial centralizada haya ido demasiado lejos para poder detenerlo. Jayaprakash Narayan ha declarado que los cambios por él presupuestos obligan a que la India abandone su democracia parlamentaria de cuño occidental. Sus alusiones a «comunidades locales autónomas, autosuficientes, agro-industriales y urbano-rurales», y sus ataques a las instituciones parlamentarias liberales, evocan las enseñanzas proudhonianas. Y como el propio Proudhon, Narayan se muestra quizá excesivamente optimista cuando piensa que la repulsa de las instituciones liberales conducirá a una forma de gobierno más perfecta. Escribe él que «la evidencia apreciable desde El Cairo hasta Yakarta indica que los pueblos asiáticos albergan ideas distintas a las occidentales, y que tratan de encontrar fórmulas más idóneas que las ofrecidas por la democracia parlamentaria para expresar y configurar sus aspiraciones democráticas». Lo triste es que la evidencia no parece demostrar que estas nuevas fórmulas tengan nada en común con los sublimes ideales proudhonianos de Narayan. Si el pueblo indio, con una dilatada tradición de comunidades locales y con el ejemplo y la enseñanza de Gandhi (el único estadista del siglo XX en posesión de la urdimbre moral adecuada para llevar a

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Un estado de repulsa...

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cabo una revolución que a la vez que ética era social y política), no ha logrado poner en marcha un proceso revolucionario en la línea propugnada por Narayan, no vemos de qué modo otros dirigentes puedan llevarlo a efecto. No obstante, y aunque los anarquistas no hayan logrado salir airosos en el empeño de consumar su propia revolución, y aceptando que se hallen hoy más lejos que nunca de conseguirlo, es indudable que con su actitud han puesto en entredicho los valores de la sociedad existente, haciendo que reconsideráramos nuestras concepciones políticas y sociales. Ellos han señalado con insistencia los peligros que entraña recorrer una falsa senda revolucionaria, y sus admoniciones sobre el riesgo de dictadura que suponía el marxismo con la sustitución de una tiranía por otra de nuevo cuño; sus advertencias proferidas en el curso de los últimos cien años han resultado tener, por desgracia, demasiado fundamento. Sea cual sea su idea de lo que creían que estaban llevando a cabo, los anarquistas han perfilado en realidad un ideal revolucionario que se corresponde exactamente con el mito de Sorel: «No una descripción de las cosas, sino una expresión de voluntad». Su extremada e irreconciliable afirmación de una serie de creencias, ha pasado a erigirse en ejemplo y en reto. Como todos los puritanos, los anarquistas han logrado que nos sintiéramos un tanto inquietos con el tipo de vida a que estábamos acostumbrados. En una ocasión dijo Clemenceau: «Compadezco al que a los veinte años no se haya sentido anarquista», y es obvio que el apasionado e irreprimible optimismo que reflejan los principios anarquistas ha de ejercer siempre un estimable influjo en todos aquellos jóvenes que se hallen en pugna contra las concepciones sociales y morales de sus progenitores. Pero lo que ha aquilatado la talla de los dirigentes anarquistas no ha sido el entusiasmo que la juventud ha manifestado por sus prédicas, sino, sobre todo en el caso de hombres como Kropotkin y Malatesta, su fidelidad y su entrega a la causa que defendían, cuando teniendo que hacer frente a numerosos desengaños, e incluso, bien podemos decirlo, a una realidad contraria en grado sumo a sus concepciones, supieron mantener hasta su vejez unos principios inconmovibles y unas esperanzas sin mácula. La fuerza del anarquismo ha radicado precisamente en la índole de sus prosélitos, y en lo futuro será el mismo credo moral, social e individual, configurado en una austeridad a ultranza, el que continúe atrayendo a cuantos deseen una total reversión de los valores que presiden la sociedad y la política de hoy, y cuya disposición temperamental se decante por unas ideas llevadas hasta sus conclusiones lógicas, al margen de las dificultades de índole práctica que entrañen. Existe también otro aspecto por el que el anarquismo, independientemente de su éxito o fracaso como movimiento revolucionario, continuará ganando adeptos. Ciertas formas de anarquismo proporcionan ejemplos de un jusqu’au boutisme; es decir, de un gra-

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do de máxima afirmación de la propia individualidad, que rechaza todo género de convenciones y de restricciones de la libertad. Esos anarquistas practican en su vida cotidiana el principio nietzschiano Umwertung aller Werte, o sea el derrocamiento de todos los valores comúnmente aceptados. A los artistas bohemios de los años ochenta del siglo XIX sigue la generación beat del 1950 en adelante, portavoz de una protesta contra el estancamiento y conformismo de la sociedad burguesa en que se han educado. Y así mismo en muchas ocasiones esta rebelión termina en la más absoluta inoperancia y a veces en la hecatombe personal, también es susceptible de dar pie a un arte revolucionario que combata con eficacia los convencionalismos y el aferramiento al pasado y que sea en sus resultados auténticamente anarquista. Así, por ejemplo, los artistas y escritores dadaístas alumbraron un arte nuevo atacando simplemente la idea del arte en sí mismo, lo cual les capacitaba, a su modo de ver, para soslayar todo tipo de valores. Sus herederos surrealistas reafirmaron una vez más el principio de la libertad absoluta. Al decir de uno de sus historiadores, «el surrealismo no tiene nada en común con un movimiento religioso y, sin embargo, es la única cosa capaz de dar al hombre lo que las religiones de toda especie le han negado: la libertad absoluta del ser humano en un mundo liberado». Este deseo de afirmación la completa libertad personal frente a todo género de convencionalismos y restricciones, entraña también sus riesgos, que pueden conducir a una actitud frívola y necia. Como ha dicho muy acertadamente un destacado adepto del surrealismo, André Breton, «il n’y a rien avec quoi il soit si dangereux de prendre des libertés comme avec la liberté». Un estado de repulsa permanente de todas las reglas entraña la más exigente de todas las formas de vida posible, y el anarquismo individual, lo mismo que el anarquismo social, existe una entrega y una austeridad que muy pocos de sus practicantes alcanzan. Así, no nos sorprende mucho que algunos adeptos notorios del surrealismo hayan preferido la disciplina de confección impuesta por el comunismo que la libertad autoimpuesta inherente a sus primitivas convicciones. Sin embargo, del mismo modo que los pensadores anarquistas revolucionarios proporcionan la visión de un orden social distinto y constituyen un reto a todos nuestros convencionalismos políticos y económicos, así también los anarquistas individualistas y los artistas que han reflejado sus principios en la obra de arte han ejercido sobre nuestras concepciones estéticas y morales una serie de saludables influencias. La idea de una «moralidad sin obligaciones ni sanciones» resulta tan atractiva como la de una sociedad sin gobierno ni gobernados, y, de una forma u otra, las dos contarán con discípulos en las futuras generaciones.

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Los anteriores párrafos son la conclusión del libro Los Anarquistas de James Joll.


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Los anarquistas...

Desde los ojos del otro, en perspectiva...

Anarquismo “¡Basta de leyes! ¡Basta de jueces! La libertad, la igualdad y la simpatía práctica humana son las únicas barreras efectivas que podemos levantar ante los instintos antisociales de ciertos individuos que están entre nosotros”. Incluso Rousseau, quien creía en la inocencia natural del hombre, pensó que en último término la vida sin un gobierno sería intolerable. Con todo, algunos pensadores anarquistas han tratado de oponerse a esta conclusión. William Godwin (1756-1836), disintió de la opinión de Rousseau en dos puntos. En primer lugar, creyó que si se les «perfeccionaba», los seres humanos no sólo podrían llegar a perder toda su agresividad, sino que además podrían convertirse en altamente cooperativos. En segundo lugar, creyó que este estado tan deseado para los seres humanos no estaba enterrado en el pasado distante, sino que remitía a un futuro inevitable en el que el estado ya no sería necesario. El anarquista ruso, Piotr Kropotkin, sostuvo una concepción parecida según la cual todas las especies animales, incluida la humana, progresan mediante el «apoyo mutuo». Ofreció tal concepción como alternativa a la teoría de la evolución de Darwin, según la cual la evolución es fruto de la competición. En opinión de Kropotkin, las especies más aptas son aquellas que están preparadas para la cooperación. Kropotkin fue capaz de ofrecer pruebas impresionantes de cooperación en el reino animal, y otros anarquistas han sostenido -a todas luces, correctamente- que hay una lista interminable de ejemplos de cooperación no coercitiva entre los humanos. Muchos filósofos y científicos sociales han aceptado que incluso unos agentes sumamente

egoístas tenderán a desarrollar patrones de conducta cooperativa, incluso por razones puramente egoístas. A largo plazo, la cooperación es mejor para cada uno de nosotros. En un estado de guerra que es dañino para todos, unas criaturas racionales autointeresadas aprenderán finalmente a cooperar. Sin embargo, tal como Hobbes habría prontamente señalado, por muchos indicios que haya sobre cooperación, y por muy racional que esta cooperación pueda ser, existe todavía una gran cantidad de pruebas sobre la existencia de competición y explotación, situaciones que muchas veces parecerán ser también racionales. Y, al igual que sucede con una manzana podrida, una pequeña cantidad de conducta antisocial puede extender sus efectos perniciosos a través de todo lo que toca. El temor y la sospecha corroerán y desgastarán una gran cantidad de cooperación espontánea o evolutiva. El anarquista tiene la posibilidad de responder que no hay tales manzanas podridas. O, si las hay, puede insistir en que ello se debe a los gobiernos: como sugiere Rousseau, nos hemos corrompido y ablandado. Los anarquistas critican que propongamos la creación de un gobierno como remedio a la conducta antisocial, cuando generalmente los gobiernos son causa de esta misma conducta. De todos modos, la idea de que el estado es la fuente de todas las formas de lucha entre los seres humanos parece ser excesivamente optimista. En realidad la tesis parece socavarse a sí misma. Si todos somos buenos por naturaleza, ¿por qué ha aparecido el estado opresivo y corruptor? La respuesta más natural es decir que unos pocos individuos astutos y codiciosos han logrado ocupar el poder mediante la utilización de distintos medios vergonzosos. Pero entonces, si estos individuos existían antes de que el estado apareciera, tal como debe ser según la teoría en cuestión, no es verdad que todos seamos buenos por naturaleza. Por consiguiente, confiar hasta tal punto en la bondad natural de los seres humanos parece utópico en extremo. De ahí que la mayor parte de anarquistas serios ofrezca otra respuesta. La ausencia de gobierno no significa que no pueda haLa Vorto

ber formas de control social de la conducta individual. La presión social, la opinión pública, el temor a una mala reputación, hasta incluso el cotilleo pueden hacer sentir sus efectos sobre la conducta individual. Los que se comporten de una forma antisocial serán desterrados. Además, muchos anarquistas han aceptado la necesidad de la autoridad de los expertos en la sociedad. Algunas personas, por ejemplo, saben mejor que otras cómo cultivar alimentos y, por lo tanto, es de sentido común aceptar su juicio. No sólo eso: en un grupo del tamaño que sea, son necesarias unas estructuras políticas para coordinar la conducta a medio y largo plazo. Por ejemplo, cuando haya un conflicto internacional una sociedad anarquista también necesitará generales y disciplina militar. Puede que en tiempos de paz también debamos aceptar la opinión de los expertos y obedecer las reglas sociales. Los anarquistas afirman que estas reglas y estructuras no equivalen a un estado porque permiten que el individuo decida no participar: de ahí que sean voluntarias de una forma en que ningún estado lo es. E l estado reclama el monopolio del poder político legítimo. Ningún sistema social anarquista «voluntarista» pide nada semejante. Sin embargo, la existencia de personas antisociales que rechazan participar en la sociedad voluntaria coloca al anarquista ante un dilema. Si la sociedad anarquista se niega a tratar de reprimir la conducta de estas personas, entonces corre el peligro de caer en una situación de conflicto violento. Pero si obliga a estas personas a respetar las reglas sociales, entonces, en la práctica, se convierte en algo indistinguible de un estado. En resumen, tan pronto como la imagen anarquista de la sociedad se hace más realista y menos utópica, también se hace más difícil diferenciarla de un estado liberal y democrático. Al final, tal vez simplemente nos falte una explicación de cómo sería una situación pacífica, estable y deseable en ausencia de algo muy parecido a un estado (con la excepción de las explicaciones antropológicas de las pequeñas sociedades agrarias).

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Las implicaciones de... De todos modos, no deberíamos descartar al anarquismo tan rápidamente. Nos hemos fijado en algunas de las desventajas del estado de naturaleza. ¿Pero qué hay de las desventajas del estado? ¿En qué medida es racional centralizar el poder en manos de unos pocos? Todavía nos queda por examinar los argumentos que se han dado para justificar el estado. Si resulta que tales intentos de justificar el estado no funcionan, entonces tendremos que volver a considerar de nuevo el anarquismo. En realidad, justamente por eso necesitaremos plantear su propuesta otra vez.

Conclusión He abierto con la famosa descripción de Hobbes del estado de naturaleza como un estado miserable de guerra de todos contra todos. El argumento principal es que los individuos, movidos por el impulso de «felicidad» entrarán inevitablemente en conflicto por unos bienes escasos y, en ausencia de un soberano, este conflicto subirá de tono hasta llegar a una situación de guerra total. En respuesta a este argumento hemos considerado una serie de contraargumentos. Locke sugiere que el estado de naturaleza está gobernado por una ley moral que todo individuo puede hacer cumplir. Además de esto, afirma que inicialmente nos encontramos en una situación de abundancia, no de escasez, y que las personas estarán directamente motivadas para seguir la ley moral. Asimismo, mientras que Rousseau está de acuerdo con Locke en que Hobbes está equivocado al sugerir que nuestra condición natural corresponde a una situación de extrema escasez, niega que las ideas de moralidad y motivación moral tengan ninguna cabida en el estado de naturaleza. En lugar de eso, propone ver en la piedad o compasión natural aquello que impedirá que estalle la guerra, y hace especial hincapié en que no es correcto aventurar de qué forma se comportará el «hombre natural» a partir de nuestras observaciones del «hombre civilizado». No obstante, independientemente de la fuerza de estas respuestas a Hobbes, tanto Locke como Rousseau reconocen que los factores que han identificado en sentido

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no. 10, 21 de diciembre 2011 contrario a la guerra tan sólo servirán para prorrogar el estallido del conflicto violento y no lo evitarán definitivamente. Los anarquistas son más optimistas en sus intentos de evitar tal conclusión. Hemos considerado tres estrategias principales de defensa de la posición anarquista. La primera consiste en sostener que en el estado de naturaleza habrá cooperación incluso entre criaturas autointeresadas. La segunda consiste en afirmar que los seres humanos son buenos por naturaleza. La tercera, la más plausible de todas, sostiene que se pueden idear estructuras políticas y sociales -distintas del estado- que remediarían los defectos del estado de naturaleza. Con todo, tal como sugerí, la separación entre el anarquismo racional y la defensa del estado se vuelve entonces casi insignificante. Al final, creo, tenemos que estar de acuerdo con Hobbes, Locke y Rousseau. Nada que merezca realmente el nombre de estado de naturaleza será a la larga una situación en la que los seres humanos podrán prosperar. Sin embargo, todavía está por ver si esto supone una «refutación» del anarquismo.

El anarquismo reconsiderado Quizá la solución consista en aceptar la imposibilidad de demostrar que todas las personas tienen obligaciones políticas. La insistencia en una fundamentación voluntarista del estado es muy plausible; si el coste

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de esta plausibilidad es tener que aceptar que algunos individuos no están sujetos a la autoridad del estado, entonces quizá lo mejor sea asumir este coste. El argumento refuerza la posición del anarquista que consideramos brevemente. Si no somos capaces de hallar un modo de justificar el estado desde premisas aceptables, entonces parece que se impone algún tipo de anarquía -anarquía en sentido moral, al menos-. Esta estrategia crítica parece ser la mejor arma del anarquista. Nadie me ha preguntado si deberíamos tener o no un estado, y la policía no me pide permiso para actuar como lo hace. Consecuentemente, arguye el anarquista, al menos en su trato conmigo, el estado y la policía actúan ilegítimamente. Las implicaciones de esta concepción pueden ser de gran alcance. Alguien muy radical podría sostener que en cuanto aceptamos el argumento anarquista, la única razón para obedecer al estado es la prudencia, especialmente el miedo al castigo. Pero una persona fuerte debería estar por encima de esta actitud cobarde y no hacerle el juego al estado y a sus agentes. Dicho de otro modo un tanto más moderado: podemos admitir que la ley requiere lo que muchas veces ya requiere la moral por su cuenta. Por lo tanto uno debe realizar algunas cosas que el estado ordena -abstenerse de asesinar, violar o herir a alguien-, pero no porque el estado lo ordene. Asimismo, la policía muchas veces hace lo que cualquier persona también podría hacer: dar protección al inocente, detener y llevar ante la justicia a quien hace daño a otro, etc. Podemos estar bien agradecidos a la policía por realizar el trabajo sucio en nuestro lugar. Sin embargo, según esta concepción, uno debe aprobar la existencia del estado y la policía tan sólo en aquellos casos en que uno está independientemente de acuerdo con las razones por las cuales actúan. El hecho de que la ley sea ley, o los policías sean policías no constituye ninguna razón para obedecer. Por lo tanto, el «anarquista filosófico» recomienda que adoptemos una posición muy crítica con respecto a las actividades de la policía y el estado. Algunas veces éstos actúan con autoridad moral, pero cuando no es así hacemos bien en desobedecerles, dificultar su trabajo, o ignorarles.

continua...


no. 10, 21 de diciembre 2011 En algunos aspectos este planteamiento parece muy ilustrado. El ciudadano responsable no debería seguir a ciegas lo que la ley dice sino utilizar su juicio personal para determinar si la ley está justificada o no. Si no lo está, entonces no existe razón moral alguna para obedecer. El planteamiento tiene que ser correcto, pero sólo hasta cierto punto. Sostener que uno no debería cuestionar o desobedecer jamás una ley nos lleva a defender, por ejemplo, la persecución de los judíos en la Alemania nazi o a estar de acuerdo con las leyes recientemente abolidas contra los matrimonios mixtos en Sudáfrica. Debe de haber algún límite moral frente a la obligación de obedecer la ley. La dificultad es saber cuál. Supongamos que alguien, desde una perspectiva extrema, sostuviera que sólo hemos de obedecer la ley cuando ésta concuerda perfectamente con nuestro propio juicio moral. Ahora bien, muchas personas (especialmente las más ricas) creen que obligar a pagar el impuesto de la renta por simples razones de redistribución de la riqueza no está moralmente justificado. Según la concepción sobre la justificación del estado que estamos considerando, estas personas tendrían el derecho de no pagar su parte del impuesto. Al mismo tiempo, una serie de personas de distintos tipos de estrato social y económico cree que la herencia de bienes es injusta. La cuestión de quién hereda riqueza y quién no, es una cuestión completamente «arbitraria desde el punto de vista moral», para usar la terminología de John Rawls. Muchas personas opinan que es totalmente injusto que unos individuos puedan heredar inmensas fortunas y en cambio otros con los mismos méritos no obtengan nada. Ahora

bien, cuando uno cree que no existe justificación alguna de la propiedad heredada, entonces también piensa que el duque de Westminster tiene tanto derecho a privarnos del paso por «su» propiedad heredada, como nosotros a privárselo a él, ya que tal propiedad no es verdaderamente suya. Si a esto añadimos que sólo hemos de obedecer la ley en aquellos casos en que la ley esté de acuerdo con nuestro punto de vista moral, entonces ya no tenemos razón alguna (excepto el miedo al castigo) para respetar la mayor parte de lo que la otra gente afirma que es suyo. Está claro que los argumentos pueden multiplicarse. La idea importante es que si aceptamos la concepción anarquista que acabamos de exponer entonces habremos retornado a la caótica situación en la que las personas pueden seguir sus juicios privados e individuales en todos los asuntos, incluidos los asuntos de interés público. Pero precisamente por esto Locke sostuvo que deberíamos abandonar el estado de naturaleza. Desde esta perspectiva, la posición filosófica del anarquista empieza a adoptar el aspecto de un caso muy peligroso de autocomplacencia moral. Por supuesto, antes

L A P A LABRA No somos escritores profesionales -no nos prostituimos-, y mucho menos filósofos del arrabal -no somos merolicos de paraísos-, ni pretendemos ser intelectuales, sociólogos, analistas o especialistas de cualquier adjetivo. Simplemente sentimos la necesidad de expresarnos y como sabemos, más o menos leer y escribir; pues, lo hacemos. Es una herramienta buena para manifestar nuestro descontento con el “orden” establecido. Esperando que esto sirva como una reflexión a las nuevas generaciones, y a nosotros mismos, por entendido está. Sabemos que los recursos tienen que ver con el sitio del capital, pero nos hacemos como podamos de los recursos más elemen-

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Aunque sea cierto... que dejar que la gente actúe de acuerdo con sus propios códigos -en conflicto unos con otros- es mucho más preferible que a la hora de orientarnos en nuestras relaciones mutuas aceptemos un conjunto de leyes públicamente establecidas y aprobadas. En otras palabras: la posesión de un conjunto compartido de leyes es mucho más importante que cualquier juicio privado sobre cuáles deberían ser las mejores leyes. En respuesta a esto, el anarquista podría argumentar que no existe razón alguna para esperar una tal proliferación de concepciones morales conflictivas. Al fin y al cabo, tal vez haya una perspectiva moral particular que sea la más correcta de todas y gracias a ello podamos lograr que todos los individuos compartan el mismo conjunto de principios morales básicos. El peso de todo el argumento descansa sobre la segunda de estas afirmaciones. Pero ¿qué plausibilidad tiene? Aunque sea cierto que existe un único conjunto de principios morales verdaderos, ¿cómo podemos estar seguros de que todo el mundo se percatará de su verdad? Para los escépticos sobre la posibilidad de que haya un método así, la posición anarquista sigue siendo poco atractiva. Extractos del libro: Filosofía política: una introducción de Jonathan Wolff; págs. 49-52 y 67-69. Estos textos han sido incluidos porque creemos, es en extremo necesario y benéfico, saber y entender como interpretan y asimilan el anarquismo los filósofos, sociólogos, etc. que no son anarquistas; y, hacernos idea de por que llegan a conclusiones particulares. tales para realizar esta publicación, como parte de nuestra lucha por la libertad. Pero la libertad verdadera. No la que mencionan los demócratas, religiosos y burgueses; todos, vendedores del mundo feliz -para ellos-, el mundo de esclavitud -para nosotros-. Ante todo, sabemos que la crítica es una parte esencial de entendernos vivos e indivisibles. También, rechazamos con fuerza, la retórica cosificada de demagogos próceres de la sumisión, vanguardia de la mentira y la esclavitud, sin dudar un instante de nuestra convicción… confiamos en la humanidad. Para terminar, sólo recordamos que este puede ser el último número de nuestra publicación La Vorto. Gracias a todas las personas que nos apoyan con leerla. Hasta la próxima, si es que así se da. Kolectivo Conciencia Libertaria

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Después de eso...

no. 10, 21 de diciembre 2011

EL CAMINO El camino Que debo emprender, Es una grieta estrecha Con pedernales rojos. Tortuoso. Seco. Con estrechez de apenas Un suspiro personal. Es un camino De humo, Para la profesión del caer. Serpiente sin cabeza Es dragón, Apenas Cinco segundos después. El camino Me subirá a las alturas y bajara a las entrañas de quien le hizo nacer. No sé cuándo de él alcanzarán besar las plantas de mis pies. No sé cuánta extensión de mi piel, dejaré en su estrechez. No sé siquiera, si además de su principio, tras de alguna rinconada aparecerá su final. Pero es mi amino y eso lo hace ideal. Encauza mi destino y es búsqueda de un final. Es mi camino y lo debo recorrer a fuerza de piel herida y a golpe de pedernal.

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EL NIÑO QUE YO TENGO

Tan sólo, antes de que la vida abandone, quisiera conocerlo.

Tengo un niño al que no dejé crecer…

Sentarnos sobre el tiempo sin verter y hablar pausadamente de las cosas. Las del hoy y las del ayer, son sus facetas horrendas y hermosas.

Un niño que deseaba mirar y al que tapé sus ojos. Un niño que deseaba jugar y al que sólo le causé enojos. Tengo que buscar al niño que un día aciago -como tantas cosas que hagosin pensar, intenté matar. Y el niño aquel, de aquel día, cada golpe más fuerte aunque el pobre no crecía, logró escapar a su muerte.

Y sobre todo, explicarle a conciencia si es que lo puedo convencer, de cuánto daño me ocasionó su ausencia durante mi propio crecer. Después de eso… Al través de la inmensidad de un beso… Lograr en su interior vertir todo lo que no puede y quiero. Para que él logre al fin vivir a partir del punto en que yo muero.

Y vagó errante por lo más recóndito de mi alma. Recorrió toda su extensión, cavilante. Palmo a palmo, con calma. No podía nada… Nada decía… Porque el pobrecito temía a mi mano, en su intento, frustrada. No hacía más que callar y observar un horizonte crecer en lontananza. Mientras él niño, niño sin poderlo evitar, presa del temor gestaba la venganza. Tengo un niño de ayer que me trastorna la mente. Que detiene mi propio crecer mientras me mata lentamente. Tengo un niño amargado al que en mi interior desconocido busco sin haberlo encontrado, sabiéndolo por ahí escondido. No busco que me perdone. -Nada me hará merecerlo-. La Vorto

HOMBRE ¿De dónde viene? …De la nada. ¿Y hacia adónde va? …Hacia la nada. ¿Cuál es su nombre? …¡Hombre!


no. 10, 21 de diciembre 2011

Pues por tal motivo...

Juego recreativo... de Palabras sobre anarquismo Ya saben el proceso de resolución de este pequeño juego de sopa de letras. Esperamos que se distraigan un poco, y que al mismo tiempo ejerciten su mente. En esta ocasión para la creación de este juego recreativo nos basamos en el texto Palabras sobre anarquismo. Así que todas las palabras aquí incluidas proceden de este pequeño texto. Ahora sí, a disfrutar... ¡Adelante! ¡Adelante! ¡A darle!

Lista de palabras: Dos Palabras Sobre Anarquismo Violencia Historia Lectores Crítica Destruir Crear Crimen Cerebros Ideal Héroes Eligen Porvenir Miedo

Querido diario: hoy me he sentido muy triste, como siempre… ¿? Disculpen que me he equivocado, y no sé porque sigo escribiendo. Quise contar un cuento. Pero que les cuento, pues confundí adolescente con adoleciente. Según el tira pencos de la Academia. Tristeza mía, yo que no soy muy ducho en esto de las letras. Aún lucho para aprender a deletrear. Nunca escribo lo que pienso, mis dedos se mueven a lo inverso. Disléxico no es mi problema, seguro estoy, esto de ninguna manera. En fin… ay les voy… En este mundo de dudas en el cual siempre todos somos actuantes o espectadores, ambos o viceversa, existen muchas antinomias, una de estas por ser la que me trata en estos breves y vagos párrafos, es la de lo absoluto y lo relativo. Claro está que simplemente en términos comunes, no literalmente como lo sentencia la teoría: la dualidad espacio-tiempo, está lejos de mi comprensión. Por tal motivo no pretendo explicar ni mucho menos decir a alguien, qué es la libertad, sino simple y sencillamente voy a decir, lo qué para mí es ésta. Desde los lejanos años, allá donde mi vida iniciaba. Haz esto haz lo otro, me decían, titubeando siempre estaban mis instructores, que tal estos señores. Jóvenes viejos de 20 a 30 años, inmaduros, inmaculada su memoria creativa, pretendiendo enseñar algo que ni ellos mismos conocían y mucho menos comprendían. Tardía llegó

su madurez pues ya en la tumba no ves. Ni conoces, ni piensas, ni respiras, requisitos para explicar porqué la vida es movimiento, porque si estás vivo te gastas. Y te mueres. Pues por tal motivo en el coloquio simplón o sencillo, para no ofender a todo el grupillo, y no molestar al vulgo instruido ni mucho menos a los intelectuales vulgares, engreídos, ¡uy, que miedillo!, el sentimiento es mutuo, para agradecer. Pasemos a lo nuestro aunque no encuentro un camino tan directo como el que me imaginé que tendría al tratar las palabras en este asunto. Tanto vuelo y revuelo tan sólo para decir, ni todo absoluto ni todo relativo, en este dicho del pópulo: dependiendo del ángulo con que se mire. Bien, pues esto para mí tiene más que sentido y esto porque no es algo muy ambiguo, claro es que no soy un matemático. Es innegable la verdad y no hay varias o muchas, como tienden a creer algunos monaguillos del señor ciencia o de su regenteadora tecnología. Que inconsciencia. La verdad es una, la solución es única. No hay medias tintas. Así por el contrario no sería verdad o, en su caso solución. Reza la frase nada es absoluto todo es relativo, me pregunto entonces, ¿no es esto absoluto? Disculpen mi ignorancia, en substancia. La antinomia surge, el círculo de la no virtud se hace manifiesto, es cierto dónde quedo esto. Que hay entonces de la La Vorto

? NOTAS ANARQUISTAS... Divagues de adoleciente teoría es verdad o cierto es llana palabrería, lo mismo que hago en estos renglones. No hay más que obtener, una o ninguna idea de contenido con sentido. Pues bien sabido es, que quien encuentra luz en la oscuridad es un innovador, visionario, no un vil revolucionario para el cual su objeto en la vida no es más que la revolución, sin embargo, el tiempo avanza las ideas envejecen sin ver siquiera luz en otras cabezas. Es esta la Revolución. ¿Qué es la Revolución? No sé. No nos vaya a pasar con la Libertad lo que nos pasó con la política, según unos la acción social, que puntada la de Kropotkin… Según yo, basura. Hay que inventar otra palabra. Política siempre significa control externo generalizado. Libertad es en fin, no tener ninguna preocupación. No causar ninguna preocupación. Al fin soy libre. La revolución es un simple paso, la anarquía el que le sigue, el objetivo la Libertad. No hay que hacer de nuestros medios, nuestro fin. Se tiene que hacer mucho tan solo para obtener los medios. ¡Ay que cansancio, no podría hacerlo alguien más! Al fin de cuentas yo inútilmente sólo quiero ser libre.

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haya partido la Bestia… Empiece el poeta, el poeta “estricto” por disfrutar las rentas del lord Byron; orne su torre de marfil y enciérrese en ella; tal vez así se haga tolerable su vocación. Pero el poeta sin fortuna está condenado. ¿Habrá mayor calamidad que el genio desprovisto de aptitudes industriales? Cuando aparece el delicioso monstruo, sus padres se consternan, las gentes se ríen de sus cabellos largos y de sus aires distraídos. Después,

abandonado a sí mismo, el creador de belleza abriga la inaudita pretensión de vivir. ¡Vivir! Eso es fácil para los que venden cosas útiles, fideos, mujeres, votos. ¿Qué presentas en el mostrador social? ¿Belleza? ¿Belleza absoluta, tuya, el elixir de tu alma vibrante, belleza desnuda, belleza a secas? Es un artículo sin salida. La belleza se soporta, mas no se paga. Agradece, ¡oh poeta!, que te dejen morir en un rincón y no te lapiden los transeúntes.

Portada: Fotografía (revuelta), Internet. Contraportada: El Gran Dictador, Gherardo T. Ilusraciones

“El anarquista, tirando el lastre de todo lo pasado, tiene que traspasar esas barreras y crear su tiempo, el tiempo del hombre. Imaginémonos por un momento que el hombre no existe, y nos imaginaremos acto seguido la nada humana, en la que no puede haber ni ideas vivas, ni conocimiento, ni pensar racional, ni materialismo histórico. Axiomático es que sin el hombre no hay ni humanidad ni humanismo, ni ciencia, ni arte, ni ética ni estética. Todo cuanto el hombre creó para su mal, para su encadenamiento, debe recrearlo el hombre nuevo para su bien, para su libertad”. En verdad que no es tiempo aún de que bajen a la tierra los poetas puros, un Tillier, un Guérin, un Herrera y Reissig. Es demencia, en las actuales circunstancias, ocuparse del ritmo. No hay ritmos entre nosotros, sino espasmos. ¿Música del Verbo, en medio de los aullidos de la desesperación y los resoplidos de la hartura? No nos traigan ahora acentos armoniosos; sería el colmo de la disonancia. Ángeles, para visitar nuestra guarida, esperen a que


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