Poemas del amor y de la muerte

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Poemas del amor y de la muerte

Rafael Rattia

Poemas del amor y de

Kimura Gaman Ediciones

la

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muerte


©Rafael Rattia ©De las ilustraciones Aldo Franz Constantin ©Kimura Gaman ediciones, 2020 PRIMERA EDICIÓN diciembre 2020

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Rafael Rattia

Poemas del amor y de la

muerte

Kimura Gaman Ediciones



Poemas del amor y de la

muerte



índice Aquellos besos.10 Bogar triste.12 Una bandera negra.13 Este es el reino que me habita.14 Este impasse perenne.16 Esta ciudad que amo y aborrezco.19 Grietas en la muralla.20 Incendiar el cielo.21 La corriente del exilio.22 Los poetas de mi país.24 Amar duele.28 Crispación.29 Pez alucinado.32 Botones de bora.33 Infancia.34 Mi yo.35 La oscura claridad de mi espíritu.36 La niebla fluvial.38 Mujer levitando.39 Pretéritos de otra luz.40 Yo soy un pájaro.42


El poema.43 De cierto os digo.44 En aquellos tiempos.45 Tú eres mi dolor.46 La casa de la verdad.47 El amor.48 Mi cabeza ebria de ti.50 La bora melancólica.52 Dime.53 La tonina.56 Él camina sin rumbo.57 Alzo mi vuelo.59 Mi reino.60 Un diminuto pájaro.61 Anoche vinieron los murciélagos.62 El virus chino.64 Torrentes de agua dulce.66 En las altas horas.68 Esgrima verbal.69 Inquietas aguas.70 Breve semblaza biográfica-intelectual de Rafael Rattia.72



Rafael Rattia

Aquellos besos Aquellos besos que me diste En mi boca ebria de teluria Pasada la tormenta de los ojos inquisidores Se los llevó la corriente salobre del olvido En tu casa de viuda atormentada No queda recuerdo alguno A dónde fueron tus besos clandestinos De posada barata y hostería escondida En cuáles paredes descarchadas De hoteles de paso, de la mala muerte Quedaron escritos tus labios carmesí De promiscuo olvido Busco tus besos carnestolendos de Bambalinas y Stell Band en los pliegues Oscuros de mi memoria y no se repiten Tus besos de medio siglo y de aquelarres Tus besos de eclesiástica culpa y cambulé Extraviados entre los antifaces fluviales A orillas del Malecón con músicas celestes Que vibraban en las caderas de tus cómplices Hermanas de profesión indomable A dónde fueron a parar tus enigmáticos besos De náyade proscripta de la nave del fervor Prohibido por nuestros hijos huérfanos Qué se hicieron los besos que nunca me diste 10


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Bogar triste Bogo triste y melancólico Por las inmemoriales riberas de Mi lejano Delta Bogo lento displicente Hacia la tercera orilla del río De mi infancia libérrima Bogo bogando cual bogavante Herido por la nostalgia Indígena del exiliado de su Tierra fluvial Bogo con el calmo desespero de la Bora que se refleja en el espejo Acuático Bogo por entre las páginas del Libro ilegible ancestral De mi vida ágrafa y escribo Sobre los piélagos azarosos del agua Dulce que desespera por hacerse Salada y amarga

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Una bandera negra Este impasse perenne Que lastima cruelmente Mis días de oscuro claustro Este desasosiego que subsume mi ánimo en Mieles de angustia Estos grilletes de mi desesperanza Que aprietan las coyunturas de mi ser Atormentado por los garfios de Mis llagas sangrantes Camino lerdo y desanimado Por senderos escépticos y bebo De los pozos profundos donde abrevan Los orates internos desahuciados de los Hospicios clausurados por la desdicha Del rebaño igualitario Yo también era la lepra incurable y Supurante de la incredulidad La bandera negra de la derrota definitiva El remero del adiós que viajaba Al país de nunca jamás Era el mar tembloroso e invisible y La llanura dormida esquizofrénica de Mis yoes escindidos eviccionados Del paraíso decrépito.

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Este es el reino que me habita Este es el reino que me habita estos panes ácidos endurecidos por la desdicha de un país lastimado por la discordia lacerado hasta sus huesos famélicos Este terror sanguíneo que arrincona mis células en sus últimas celdas del horror Este resto de vida maleada que nos queda de saldo insuficiente Este río turbio atiborrado de peces muertos pútridos y malolientes Estas calles de todos y de nadie habitadas por los espectros de antiguos fedayines iluminados Nostálgicos de un tiempo propicio al desvarío que más nunca volverá a ser lo que fue Este desasosiego que lastima cruelmente mi alma indómita es un pedazo roto, hecho jirones del reino que me habita cuales hervores en las venas ansiosas por salirse de sus cauces en sus deseos postergados por cobrar deudas pendientes provenientes del fondo insondable de los siglos Estos legionarios de los famélicos ejércitos infantiles que toman las calles con sus brazos tendidos bajo las luces rojas de los semáforos 14


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mendicantes con ojos desorbitados febriles alucinados por la incertidumbre de saber a dónde los lleva el destino de su presente mortinato El óxido que destilan las cúpulas celestes cae sobre las cabezas de nuestros hijos decapitados por la desesperanza.

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Este impasse perenne Que lastima cruelmente Mis días de oscuro claustro Este desasosiego que subsume mi ànimo en Mieles de angustia Estos grilletes de mi desesperanza Que aprietan las coyunturas de mi ser Atormentado por los garfios de Mis llagas sangrantes Camino lerdo y desanimado Por senderos escépticos y bebo De los pozos profundos donde abrevan Los orates internos desahuciados de los Hospicios clausurados por la desdicha Del rebaño igualitario Yo también era la lepra incurable y Supurante de la incredulidad La bandera negra de la derrota definitiva El remero del adiós que viajaba Al país del nunca jamás Era el mar tembloroso e invisible y La llanura dormida esquizofrénica de Mis yoes escindidos eviccionados

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Esta ciudad que amo y aborrezco Esta ciudad donde malvivo y muero de mengua Por el tiempo infame que corroe mis bajos deseos De bestia herida por la incertidumbre Esta ciudad que duerme a deshoras y testifica Los terribles descuartizamientos en sus esquinas Malolientes y sus hetairas embalsamadas de Una tiranía inhóspita En esta ciudad de vísceras colgantes Sobre las cabezas esquizofrénicas de sus Adolescentes degollados por la desdicha y el desamor De sus padres tumefactos todos mastican sus decrépitas Hostias bajo los fornicios de la desolación y el abandono Esta ciudad de sexo purulento y de lenocinios Municipales gratis para los hijos de sus descendientes Selectos, aristócratas, ataviados de orlas capitalinas En esta ciudad terrible de ángeles caídos La gente que la habita carece de aulladeros Comunales donde estrangular su pálida y demacrada Fe en el futuro cenagoso y pestífero que aparece en los Sueños diurnos de los domingos vituperados por Las lluvias mortuorias del semen de sus gobernantes Caídas sobre las cabezas atolondradas de sus Infértiles habitantes

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Grietas en la muralla Las murallas de la existencia se agrietan como la vida misma Cada grieta ahonda el dolor de estar vivo El dolor de vivir duele hondo más allá de lo indecible La cicatriz abierta del vivir sangra y palpita en la queja Antigua que no cesa La vida es un dolor que camina lento por los Senderos de la duda incierta Cómo decir eso que no se puede decir La angustia de vivir sin certidumbres Hiere cruelmente la existencia de los días Frágiles El reino del padecimiento es el reino Terrenal del vivir contra morir Pero pocos nacemos con la señal de la muerte Marcada en nuestro destino mortinato

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Incendiar el cielo Incendiar el cielo, prenderle candela a los continentes y a las estrellas Con una sola palabra Me basta Una sola y única palabra que sirva de mecha incendiaria Es suficiente para volverlo todo cenizas Escombros, pilares derruidos crepitando entre el fuego Universal que abrasa y destruye todo cuanto es susceptible de Ser arrasado por las llamas

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La corriente del exilio El río turbio llevaba sus raudales Con violentas corrientes irascibles A puertos desconocidos Cada día cada noche cada nuevo amanecer La insistencia del río me golpeaba raudo contra Los tristes mosures de la desdicha Y las flores mortecinas de La Bora celeste Vaciaban sus fragancias melancólicas en mis Alforjas imaginarias El espejo inmóvil que siempre me refleja Devuelve infinitas imágenes de otro tiempo Que sigue fluyendo en mis venas de indómito Aborigen trashumante Yo bogo contracorriente por entre los meandros De una ciudad hostil enclavada sobre los Arrecifes de una discordia sin fin que naufraga Implacable la nave de la estulticia Mi hogar es un lugar inaccesible un espacio sin espacio Una forma que se desconoce y se esfuma cuando apenas Intenta nacer en mí Yo soy el Beduino fluvial que vive itinerante Huyendo de sí mismo 22


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El meteco hostigado por los poderes terrenales Del hombre La lengua mancillada que se impide narrar Su incertidumbre acuática Yo soy esto que no puedes ver

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Los poetas de mi país Vivo en un país donde sus poetas son catalogados Según sus actitudes y posturas políticas ante la Revolución O eres apátrida y pitiyanky que en realidad quiere Decir “petityankee” o eres rodilla en tierra O eres revolucionario o contrarrevolucionario Vivo en un país donde no es posible el término Medio: o estás con la “patria” o con la muerte En mi país es un delito ser nini Sólo los enchufados pueden darse el lujo de Proclamarse “non plus ultra” En el país que habito está prohibido pensar Con cabeza propia Quien osa decir esta boca es mía no tiene Derecho a comer Vivo en un país donde tomar una fotografía Puede costarte la vida a manos de un “patriota cooperante”, un país extraño En verdad; nadie sabe quién es quién en la Cola para comprar las escasas viandas Los poetas de mi país emigran sigilosos Se llevan sus versos encaletados entre los Pliegues de sus raídas gabardinas desteñidas Por el tiempo implacable de la revolución Los poetas de mi país dicen no tener país 24


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Que hasta su modo de caminar se lo deben A los chinos Los poetas de mi país hablan con miedo De ser delatados por los “poetas” de su propio País En mi país sus poetas no se llaman hermanos Como se tratan los se denominan los Camaradas, compatriotas y compañeros de las Congregaciones y los templos iconoclastas de la Otra iglesia Los poetas de mi país rinden culto y pleitesía A un dios embalsamado, -dicen las malas lenguas Que liquidado en el Mar de Las Antillas Los poetas de mi país se esquilman mutuamente Y se miran de reojo y se tildan de pérfidos Y se odian entre ellos mismos Y se odian a sí mismos Y se siquitrillan y se maldicen y se lastiman Y se lanzan epítetos y denuestos infames Los poetas de mi país se paran a discreción Ante los capitanes y tenientes y dicen: “rumbo Al socialismo bolivaresco” Los poetas de mi país Se quedan dormidos ante el sol quemante del Mediodía en procura de un cupo electrónico En dólares para comprar un frasco de esencia De Sándalo en tiendas de Marruecos para agradar A los asistentes de los saraos dominicales de Las cadenas televisivas 25


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Los poetas de mi país son seres esquizotímicos Que dicen sí cuando quieren decir no y viceversa Los poetas de mi país no se suicidan como Lo hacen los poetas de otras latitudes Los poetas de mi país no saben lo que es La cicuta, nunca han acariciado una idea Mortal y peligrosa porque, salvo contadas Excepciones hace algunas lunas se marcharon Al transtierro y vuelan otros cielos y otras nubes Y otras ansiedades allende los mares de la melancolía Los poetas de mi país aprendieron a decir sì mi Don A fuer de chantajes y canonjías los poetas de mi país Dicen sí camarada, claro que sí don Ramón Por su puesto mi Don y brindan y se atragantan de tequeños En los bautizos de los folletos ideológicos y las cartillas De propaganda que edita la imprenta nacional del Partido Único de la revolución

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Amar duele Ciertamente, amar duele Pero no amar duele mucho más Amar es una herida invisible Que no cicatriza Sólo muriendo cierra la herida Del amor que vuelve a abrirse Una y otra vez sin tregua Hasta el fin de los tiempos

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Crispación Una crispación de remero insomne Que boga siempre contracorriente Un dolor antiguo que resiste a su extinción Una lepra que camina sobre las aguas detenidas Por la melancolía indígena de mis ancestros Y reside en mí el reino del padecimiento Que no muda de piel El dolor otra vez fisiológico La queja inextinguible que no cesa jamás Y lastima cruelmente mi vida metafísica De meteco alucinado Vivo en el reino del sufrimiento En el país del dolor secular Mi herencia es este amasijo de nervios descoyuntados Este vertedero de ansiedades que huyen despavoridas Hacia las regiones imaginarias de la diáspora.

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Cola al revés Esto también lo vaticino Ellos, que también esquilaron el Rebaño de sus mejores galas ¡No pasarán! Atisbo el día que en también hagan colas No tan largas como las que hacen los Habitantes decapitados del país extraviado Para ir al cadalso, temblorosos, con ojos vidriosos, Seguros de toda certidumbre, de su horca inexorable Está visto por entre los ceñidos pliegues de la historia Patria abominable se adivinan los gemidos llorosos De los antiguos perseguidores implorando una clemencia Que nunca quisieron otorgar a sus adversarios en los días De gloria efímera Apuren sus cálices rebosantes de heces diabólicas Grandísimos hijos de puta Que luego no habrá tiempo para el perdón ni olvido.

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Pez alucinado Yo era el pez alucinado que bogaba Aguas arriba contra las tercas corrientes De la melancolía Yo amanecía exhausto de mis noches Interminables y me refugiaba en los nichos De los grandes borales detenidos por la quietud Del agua bajo la luna enferma Yo dormía a ratos debajo de las piedras Ataviadas de hidras fluviales y musgos milenarios Los pescadores me buscaban afanosos Para pescarme y venderme por piezas y lonjas Suculentas en los mercados de la ciudad decrépita

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Botones de bora Las aguas calmas del Espejo fluvial Vuelven sigilosas Con la fruta ávida Solitaria del Moriche triste Hacia destinos salobres Un maraisa boga por la Orilla umbría Y se desvive observando Los botones inmóviles De bora grabando En su retina los colores Espléndidos e iridiscentes De la tarde acuática

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Infancia Cuando en mi infancia bogaba Por las dulces aguas del río Las lentas corrientes de mi Nilo Interior Me llevaban sin darme cuenta Hasta los altos crepúsculos Y atisbaba el lugar donde nace la luz Las tardes eran interminables Nunca miraba la hora porque No tenía necesidad de reloj El tiempo era un delgado hilo de luz Que se ocultaba con la penumbra acuática Y yo bogaba siempre hacia las desembocaduras Del olvido.

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Mi yo Mi yo se pluraliza y se convierte en infinitos yoes que naufragan en aguas turbulentas de mares purpúreos de desasoiego. Yo no soy yo y sin embargo me afirmo en mí únicamente cuando me descubro deshabitándome de mi identidad fugitiva, evanescente.

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La oscura claridad de mi espíritu La oscura claridad de mi espíritu insomne Me evicciona de la cama Como expulsado del paraíso herrumbroso Desvencijado echado al abandono de Los preteridos por la enigmática Enfermedad incurable de la vigilia incesante En mitad del descampado de mi existencia Doliente lamo mi herida esencial y curo La llaga supurante que soy que camina Con su mente por las orillas del cosmos y Las constelaciones de mi alma ingrávida Porque yo mismo soy un país extraviado De sí que no encuentra su brújula Quisiera para mí otra cosa que esta Bagatela de veleta naufragando en medio De este mar encrespado y violento que Abate mis antiguas certidumbres Crepusculares Soy este vigía que otea en lontananza Los confines de las fronteras de su bóveda Craneal en busca de las verdades inútiles Las verdades evanescentes que huyen Despavoridas del gendarme que soy Con sus métodos infalibles y sus dogmas Intolerantes 36


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Las terribles y hostiles ideas lastiman Mi espíritu débil y apacible derrotado Por el hostigamiento de mi incurable insomnio Pertinaz e inclemente Cuando el desasosiego planta sus negras banderas En el país de mi espíritu dubitativo de nuevo Vuelve una y otra vez y otra… El filoso colmillo de la serpiente nocturna Que hinca la carne amoratada de mi Espíritu dudante y melancólico que espera Impaciente la inútil calma del imposible sueño

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La niebla fluvial La niebla cobija el rostro inmóvil del río dormido Los pájaros cantan a orillas del barranco Y alegran del despertar del alba con sus trinos Irrepetibles Un mosure gigante avanza al ralentí Hacia rumbos desconocidos Se mueve inexorable con sus tapices de Bora Y los primeros peces del amanecer Saltan contentos y exhiben Sus impúdicos brillos al trasluz de los lentos Rayos del astro fluvial.

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Mujer levitando Mujer que levitas en las tardes de Marzo Yo cuido de ti y velo tu duermevela A la luz de la resolana Un tenue hilo crepuscular Dibuja tu rostro De náyade que boga mis aguas Tranquilas De los Lunes ingrávidos Yo te celebro festivo tu indómita Belleza inaudita Y tú vas y regresas de tercas advertencias Cuidando tu espacio vespertino

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Pretéritos de otra luz He aquí el reino que impera en mi vasto dominio Estas son las señales de las antiguas banderas Agujereadas por los vendavales de la discordia Por aquí pasaron los ojos desorbitados de las hordas Desquiciadas sedientas de implacable venganza En estas dilatadas sabanas empalaron a los que osaron Desafiar los dominios seculares Del dogma En las márgenes de estos confines Ondearon las banderas del rey y los gritos Estrangulados de sus súbditos harapientos Aquí permanecemos gritando la agonía Mientras llega el clarear del día Seguimos siendo la promesa postergada De las legiones de los preteridos De los escarnecidos y vituperados Somos los herederos del triste vilipendio De los conventos clausurados De la paz de los sepulcros y los jardines Marchitos Esta tierra se han secado Y de sus entrañas brotan espinos En cuyo seno brotan crucificados Horizontales irguiéndose hacia las orillas Del mundo 40


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Yo soy un pájaro Por las tardes cuando el sol Comienza a ocultarse lentamente Y se hunde parsimonioso como una Hostia incendiada En el fondo del inmenso cáliz Horizontal de agua dormida Yo comienzo a cantar y me Convierto en un pájaro Sobre la rama temblorosa del Mangle movido por la brisa Que estremece las hojas bañadas Por la última luz del crepúsculo Acuático Yo canto a los peces que saltan Y suben a la superficie del agua Dulce a escuchar mis trinos de Lentos atardeceres que se ocultan Tras la espesura del agónico horizonte

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El poema El poema se insinúa en la mente como una imagen borrosa y comienza a fluir lento como la corriente de un río…

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De cierto os digo

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De cierto os digo: vendrán tiempos mejores sólo si imaginamos los caminos que hemos de inventar y transitar hacia esos tiempos; únicamente por el sueño se puede acceder a nuevos mundos posibles.

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En aquellos tiempos En aquellos tiempos yo gritaba A la gendarmería que custodiaba Las puertas de la ciudad rodeada de Grandes montañas Yo madrugaba leyendo a los Padres del Surrealismo y Fumaba cajetillas tras cajetillas De cigarrettes en los pasillos de La universidad Siempre ebrio de versos delirantes Del simbolismo francés Paul Eluard, Pierre Reverdy, Andrè Bretòn Eran mis compañeros de viaje a las inmóviles Regiones de la poesía Yo era un sudaca que vivía Espiritualmente entre Marseille, Lyon Y París abrevando de las fuentes puras De la utopía y mi quijotismo no tenía Mensura La terrible sensibilidad ácrata y libertaria No me abandonaba nunca por aquellos días De licores extraños e irresponsables Filosofaba con el martillo y Nietzsche guiaba mis Pasos por los senderos de la incredulidad irredenta 45


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Tú eres mi dolor Tú eres mi dolor que no cesa Mi herida abierta que duele Sin pausa Amarte ha sido mi anhelada muerte Por ti camino a diario hacia mi disolución Sólo cuando me doy plenamente en ti Me afirmo y reconozco Sólo soy yo cuando me veo en ti Yo camino los senderos escabrosos Que me traza tu presencia evanescente Te invento cada día y te reinvento y te Celebro en el dolor cruel de mi desasosiego

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La casa de la verdad Construyamos la casa de la verdad con los ladrillos De las palabras Que las palabras lleven su sentido original Que cada una de ellas diga lo que en sus inicios Que la palabra justicia signifique justicia Y que la palabra amor signifique justamente eso: amor Que la misericordia sea exactamente la misericordia Y que el perdón conlleve el perdón con todas sus letras Hagamos entre todos la casa de las palabras Y que sus paredes y puertas y ventanas Hablen el lenguaje del entendimiento Coloquemos un pequeño punto justo en el lugar Donde debe ir y respiremos la pausa que el vivir Entre palabras nos demanda Hablemos el lenguaje transparente del aire sobre Aire que forman las pequeñas islas de aire que Brotan de los puentes invisibles que nos comunican Las palabras esas intermitencias permanentes Que nos asedian desde siempre

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El amor El amor es ese algo que de lejos Acusa la mayor urgencia Es el temblor insoslayable Refugiado desde siempre En la mirada furtiva de ambos El auténtico amor sólo ocurre Entre dos Es el enigma que se abate sobre Los amantes El amor es paradójico Desata conflagraciones e incendios Que devastan y arrasan las casas De aire de los amantes Por amor los amantes padecen La cruel enfermedad que mina Los huesos de la esperanza y no Se arredran ni desfallecen

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Mi cabeza ebria de ti Tus persistentes recuerdos añejos Fueron regresando con el ritmo lento Moroso de la bora y el boral Fuiste viniendo con el paso ralentí De las aguas salobres Tu imagen pulquérrima e intocada Siempre volvía con el ritmo infatigable De la tarde ingrávida Eras un tenue destello sobre la otra orilla Del río de un tiempo que se devolvía sobre sí mismo Las flores silvestres de los meandros te traían Hasta mí sin que yo advirtiera tu terca presencia En lo hondo de mi espíritu Tu venías con las fragancias fluviales del henchido río De Abril Te dejabas llegar sola hasta mis insomnes Amaneceres de Moriche melancólico Te soñaba despierto como el alucinado que siempre He sido al borde de los precipicios de la agonía atlántica Siempre borrabas la superficie de tus pergaminos para Dejar que mis letras nerviosas y dudantes se escribieran Sobre tus llanuras inquietas e indoblegables Yo contemplaba con mis ojos desorbitados Tus láminas espejeantes de móviles riberas Que iban y venían de la mañana a la noche 50


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Como un rito antiguo y siempre novísimo Bebía tus vastos horizontes dedélticos deseos de mi Y me sumergía en las aguas pretéritas de tus inefables Recuerdos calmos e insistentes Una vez otra vez y otra y así hasta perderme en Lontananza como línea imaginaria en mi cabeza ebria de ti.

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La bora melancólica Bora que boga Aguas abajo Morosa Displicente a la luz de la luna Observada por millares de ojos celestes Bora cadenciosa danza su eros Bajo el hechizo de una música astral Bora triste tristísima Que mide su última hora En la ansiedad de las olas del mar La Bora se hunde en silencio y se pierde Por siempre en la lejura

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Dime Dime si debajo de tus pies No oyes los gritos y lamentos De un país birlado por la desdicha De ser tan sólo un jirón marchito Del continente Dime si por las tardes No ves pasar la turba de niños Famélicos de regreso De los grandes vertederos de la ciudad Agujereada por llagas de hambre y saña Implacable Dime si no sientes el tropel de cascos Delirantes de los potros del odio cabalgar Trepidantes expropiando las últimas Sonrisas de jóvenes libertos que huyen Despavoridos de los garfios doctrinales Que lavan los tiernos cerebros de los semilleros De la patria escarnecida vituperada por las hordas Rojas Dime si cuando oteas el horizonte del resto de País que cruje bajo tus pies pidiendo clemencia No ves un hilo triste de flauta hundiéndose en la Ciénaga que forman las lágrimas de los geriatras Abandonados por la mano de Dios y del diablo Dime si en el saludo matutino de tu vecino 53


Rafael Rattia

No ves un rictus postergado Junto con la promesa de una bolsa de Carbohidratos y lácteos camuflados con cal Traídos en barcos cada luna llena Cuando los lobos aúllan su agonía Al pie de los conventos atiborrados de sombras Y osamentas de ojos desorbitados Por las heridas del desasosiego Dime si la herida sangrante de la espera inútil sigue doliendo, doliendo y más doliendo con el grito lancinante del niño palúdico en el retén pediátrico transfigurado en morgue improvisada Dime si desde la lejura del transtierro No se te atora el pésame al familiar Que perdió al hijo por la bala Asesina del hampa gobernante Dime si no tienes pavor de volver Por la rampa de la terminal aérea y ser Requisado humillado como vulgar Para decomisarte las pocas monedas Que traes de la extranjía Dime si no sientes que has muerto ya Y que tu país es un obituario que llevas Contigo entre papeles de tu equipaje extraviado

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La tonina Es así que ella salta Suavemente sobre la tela Temblorosa de la llanura Acuática Dibujando una danza fluvial De sensuales cadencias Bajo el tenue brillo de la Naranja celeste de los ríos Crepusculares Cada salto impúdico muestra A los ojos del asombro sus Ocres y delicados senos de pez Ansioso La tarde ingrávida celebra Festiva el júbilo de las acuosas Ceremonias en la móvil superficie Inquieta del ancho vientre lacustre De severas majestades El nativo boga lento, ensimismado, Bajo los hechizos gozosos que Prodiga la dulce y suave ebriedad De sus sentidos

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Él camina sin rumbo De día y noche él camina Lerdo y desanimado por senderos De espino De sol y luna él camina sin rumbo Atolondrado por los efectos de las Aguas que aturden el espíritu En la alta madrugada Él camina en dirección incierta Golpeándose sus hombros cansados Contra los barrotes de las ventanas del Vecindario ajeno de la urbe Extraña, de callejas anónimas La blanca Beatriz de sus tercos amores Vuelve insistente Con ritmo infatigable y lastima Sus recuerdos hiriendo cruelmente Con la rudeza del martillo metafísico Sus pasos escépticos transitan Por borrosos senderos de invencible Desconcierto Su rostro cuarteado por las aguas amargas De interminables noches blancas Hunden sus barcos imaginarios En medio de zozobras diurnas 57


Rafael Rattia

Y el sol negro de la melancolía nublaba Su horizonte como tecla de piano roto Cayendo al fondo del río

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Alzo mi vuelo al amanecer Cual búho de Minerva Y hago nido en la cabeza De las ninfas fluviales Mi raudo vuelo hacia el paso De Scila y Caribdis traza la ruta Desconocida transcontinental Mis alas cansadas dibujan horóscopos Melancólicos y rasgan La tela invisible del aire Enrarecido Mis aleteos cósmicos hacen temblar Los astros y las esferas celestes Emiten tonalidades increíbles Yo bogo dormido por el mar de los sargazos Y me aviento lejos en el espesor del sueño eterno Y despierto intacto, como si nada.

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Rafael Rattia

Mi reino Mi reino lacustre Pertenecía al vasto dominio De la imaginación En los confines de sus llanuras Espejeantes florecían esplendores Iridiscentes Mi reino fluvial mudaba puntual Sus mareas de sol y luna Bajo el hechizo subyugante Del nativo aborigen La altiva palma de la mauritia Contempla los peces dibujando Arabescos en el vientre acuático del Padre río milenario Yo bogaba día y noche Por entre los tupidos meandros De melancólicas boras crepusculares Y me dejaba ir lento, amorosamente Hacia la inquietante puerta Atlántica.

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Un diminuto pájaro A Aura, por la ternura

Esta mañana lluviosa de domingo Entró por la puerta trasera de mi casa Un diminuto pájaro asustadizo Canturreando de miedo tal vez Huyendo quién sabe de qué Brincaba inquieto por entre las Rejillas del techo y cantaba y cantaba Asustado como queriendo darme una Noticia traída de lejanos parajes Desconocidos ¡No, no lo agarres, déjalo que vuele! Ábrele las ventanas, ayúdalo a salir: Disípale el miedo que le causa al encierro -me dijo AuraAl cabo de un rato salió el diminuto Pájaro y alcanzó el aire todo amplio Y pleno para él, por espacios de algunos Minutos sus alas inquietas y cansadas Presintieron lo peor: las alas no saben Qué es la libertad porque no tienen Necesidad de ella; las alas sólo saben volar 61


Rafael Rattia

Anoche vinieron los murciélagos Anoche vinieron los murciélagos A visitarme Eran legiones y volaban profusamente Agrupados en densas nubes negras En dirección de mi habitáculo Donde dormía plácidamente Desde tempranas horas de la noche En mi turbio y espeluznante sueño Pesadillezco calculé un número Cercano a sesenta mil Que rondaban sobre mi aposento Expelían un pestífero hedor a excremento Y entre la primera nube de ellos habían Hórridos mamíferos voladores que abrían Sus hocicos mostrando filosos colmillos En actitud amenazante También habían bebés que volaban detrás De los adultos y los imitaban en todo Venían de Wuhan, estoy seguro de ello Y cruzaron los mares y océanos raudos Y sin cansancio como el virus corona Que no da tregua a la especie Mi sueño inquieto e intranquilo Estaba poblado de tibios cadáveres que Ataviaban las calles, avenidas y caseríos de Mi lejano país abatido por el virus corona 62


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Quienes sobrevivían caminaban como zombies Cuales sombras chinescas por sobre los Promontorios de cadáveres insepultos Hombres y mujeres con niños en brazos Caminaban sin rumbo Los veía borrosamente famélicos y enjutos De cara demacrada que caían como higos al suelo y la gente le pasaba por encima E incluso los pisaban recién fallecidos Desperté completamente bañado en sudor Con una violenta taquicardia Y recordé haber visto un murciélago gigante Rojo que batía sus enormes alas que dejaban Ver un martillo y una hoz con los cuales Amenazaban segar y aplastar a Oriente y Occidente Por fortuna volví a la realidad y entré en Razón: el sueño no era más que una Prolongación febril de la realidad pandémica Que se cierne sobre la especie humana.

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Rafael Rattia

El virus chino Es así que Fue creada Una nueva Religión En laboratorios De Wuhan Que aisló a La especie humana En sus nuevas Cavernas Sapiens loquens Demens-tremens Se convirtió en Su propio carcelero Se encerró en su Torre de Segismundo Para no contagiarse Con el virus rojo Que amenaza con Mutar en nuevas Cepas mortíferas Las élites milenarias Se atornillan en Sus mullidos sillones Privilegiados y profieren Látigos verbales contra Los nuevos esclavos 64


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De la patria virtual Cuatro millones de Contagiados caminan Imaginariamente Y recorren distancias Imposibles a través De viajes inmóviles De los escombros de la Esclerosada civilización Emerge un “nouvelle ordre planetaire” Y las novísimas cadenas ahora huelen A “libertad” bajo fianza El virus chino impuso Una normalidad controlada Sutilmente vigilada con cercas y Alambradas invisibles Da igual llamarse Pedro, Juan O Alexis Total: todos somos un rostro Cubierto por una mascarilla Proscribiendo los besos Sensuales de un saludo cálido En las mañanas del húmedo Mayo florecido de florecillas Amarillas En tanto que las manecillas del Reloj se desperezan al atardecer Y destilan unas lágrimas contenidas En el torpor de una ansiedad postergada… 65


Rafael Rattia

Torrentes de agua dulce Como una torrentera endemoniada baja trepidante sin pausa El caudal violento y dulce hacia los hondos arrecifes el cuerpo Del río milenario El vértigo me arrastra aguas abajo hacia no sé qué horizontes Intemporales y es tal la dimensión del remolino fluvial Que mi cabeza se aturde hasta perderse en la vorágine del tifón Acuático La selva húmeda me engulle como un animal voraz de natura Indómita y yo me abandono a su suerte primigenia Los frutos dulcísimos y gelatinosos del Caimito imponente Compiten con los apetitosos y fragantes bocadillos del sin par Anón y en la sinuosa ribera del exuberante río se yergue el árbol De la vida con sus irresistibles moriches amarillos y sus sensuales Cremosas texturas embriagantes La aguas vibrantes tremolan en mi cabeza y me abaten Contra los móviles espejos de agua que me multiplican En el vértigo de los arrecifes fluviales como un botón de Bora Esquizofrénica 66


Poemas del amor y de la muerte

Así viajo ansioso contra mi voluntad hacia extraños confines A veces contracorriente otras con el turbión indomable de la misma Me abandono al inexorable devenir de un tiempo edénico siempre Distinto e idéntico a sí mismo

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Rafael Rattia

En las altas horas En las altas horas de la madrugada Entre las brumas del éter de mis sueños De terrible exiliado del mundo Un dulce delicado beso se posa en mi frente calenturienta de incansable meteco insomne

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Poemas del amor y de la muerte

Esgrima verbal La palabra es a veces un sable de doble filo Que corta por sus tres lados; por su anverso, Por su reverso y por su “intención”. Existen palabras que nunca llegan a pronunciarse Se quedan en nosotros como anteproyectos Verbales levitando en nuestros cielos imaginarios Durante días, semanas, meses, años incluso, a la Espera de que “algo” ocurra en nuestro interior Las impulse a intentar “ser” o empalabrarse. Las palabras saltan a veces en medio de la noche Cuando dormimos y hablan por nosotros, nos hablan Desde remotos lugares inexistentes e intentan dar Cuenta de ellas; o de nosotros a través de ellas o tal vez Desde el fondo insondable de ellas, o de las recónditas Orillas del río del tiempo. Las hay neutras e intemporales, ingenuas y aviesas Como una daga de diamante. Hay palabras putas o santas, Dulcísimas o amargas como el Ajenjo o la hiel… Palabras insolentes o balsámicas; las hay que consuelan y Hacen el duelo más dulce y llevadero. Hay palabras sedativas O embriagadoras, palabras que extravían y pierden su brújula Y sentido más íntimo en el fragor de su silencio más estruendoso. 69


Rafael Rattia

Inquietas aguas Me sumerjo ansioso y perturbado En tus aguas inquietas e irascibles Y busco afanoso la piedra de la locura En tus abismos zozobrantes Naufrago en tus tercas corrientes Dulces y tercas corrientes de vértigo y remolino Que buscan la salada puerta oceánica Bogo y hundo mis naves del olvido Y rompo mis brújulas contra los mástiles De mis viejas velas insomnes de viajero alucinado

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Poemas del amor y de la muerte

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Breve semblanza biográfico-intelectual de Rafael Rattia

Rafael Rattia

Nació en octubre de 1961 en el Delta del Orinoco, Sur de Venezuela. Es historiador graduado por la Universidad de Los Andes (Venezuela) con una tesis sobre E.M. Cioran. Escribe poesía y ensayo. Tiene publicado “La pasión del suicida” (textos poéticos y otros aforismos) 1999. “Los cantos del apátrida” (poesía, 2007, Obsidiana Press, printed in the United States of America, West Virginia). Escribe una columna de opinión en el principal diario de su país EL NACIONAL. Su obra literaria se encuentra diseminada en diversas revistas electrónicas y portales web de la telaraña virtual; es colaborador frecuente de www.letralia.com donde tiene una página de autor. Su página en Facebook es www.facebook.com/rafaelrattia y es un cyberactivista en la red social Twitter con su perfil @rattia. “Poemas del amor y de muerte” es su tercer libro de poesía donde una veta temática signada por el lirismo amoroso, la angustia ontológica y metafísica y la realidad social como magma simbólico constituyente de un imaginario estético susceptible de ser impugnado por el logos poético.

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De cierto os digo: vendrán tiempos mejores sólo si imaginamos los caminos que hemos de inventar y transitar hacia esos tiempos; Rafael Rattia

únicamente por el sueño se puede acceder a nuevos mundos posibles.

74 Colección: El cielo de esmalte


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