JOSÉ PIO TAMAYO: CONCIENCIA DE POETA Y COMBATIENTE por Frank Ortiz Castañeda

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José Pío Tamayo:

conciencia de poeta y combatiente Franz Ortiz Castañeda



José Pío Tamayo:

conciencia de poeta y combatiente Franz Ortiz Castañeda


JOSÉ PÍO TAMAYO: CONCIENCIA DE POETA Y COMBATIENTE Franz Ortiz Castañeda Colección Claves

Ediciones MinCI

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Edición y corrección / Maria Aguilar y Ricardo Romero Diseño y diagramación/ Yeibert Vivas Depósito Legal: DC 2018000539 ISBN: 978-980-227-368-3

Edición digital en la República Bolivariana de Venezuela Marzo, 2018


José Pío Tamayo:

conciencia de poeta y combatiente Franz Ortiz Castañeda


José Pío Tamayo


Nota biográfica

J

osé Pío Tamayo, referente de la lucha social y política en Venezuela, nace el 4 de marzo de 1898 en El Tocuyo, estado Lara. Escritor, poeta, pertenece a una familia que se dedicaba a la agricultura y al comercio, siendo el mayor de once hermanos. Una de sus pasiones era leer y la formación política. Fundó la revista lírica Renacimiento, y junto a otros cultores crea el centro cultural “El tonel de Diógenes”, que además de las actividades artísticas, también desarrollaban acciones de orden político en contra de la dictadura gomecista. Como era de esperar, empezó a ser perseguido por sus ideas y postulados subversivos y se fue al exilio en julio de 1922 para seguir enfrentando los desmanes que el gobierno de Gómez propinaba a Venezuela. Estuvo en Puerto Rico colaborando en la redacción de la revista Puerto Rico y Gráfica y además se encargó de fundar la revista Bohemia. 7


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Luego, en ese mismo año se va para La Habana Cuba y participa en la fundación del Partido Comunista Cubano y desde allí organiza a la resistencia venezolana que posteriormente en 1924, en la ciudad colombiana de Barranquilla crean la organización guerrillera marxista “Unión Obrera Venezolana”. Luego de un periplo en Centroamérica, donde realiza actividades políticas, por las cuales es encarcelado y luego expulsado, aprovecha una “amnistía” que concede el dictador Gómez y regresa a suelo patrio en octubre de 1926.

Fue activo y diligente al colaborar en varios medios impresos a la par que estaba inmerso en su lucha política, que conduce a la dictadura a detenerlo el 13 de marzo de 1928 y es encarcelado en el castillo de Puerto Cabello con otros estudiantes y dirigentes políticos. Estuvo preso durante seis años y les es entregado a sus familiares enfermo y con un grave deterioro físico. Logra sobrevivir diez meses más y fallece como digno revolucionario el 5 de octubre de 1935, a la vanguardia de la libertad y la vida. En una carta-poema dirigida a Miguel Acosta Saignes, el propio Pío se define en alma y espíritu: 8


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Yo, Tamayo, que tengo de indio y de otras cosas; yo, el antiguo, yo, el actual, yo, el viajero, yo, que estoy perplejo y enfermo: te escribo, desde mi celda carcelaria, a tu rincón de celda, el poema epistolar que puede ser número uno o único. Ediciones MINCI

9


¡Ya ves cómo tienen razón

los que dicen

que puedes encontrarte a la vez en la casa del cuerpo

y en la de la imaginación!”.

Pío Tamayo

N

o hay duda, ninguna posibilidad de duda, sobre la entrega de Pío Tamayo, desde muy joven, al ejercicio plenamente consciente de la lucha político social y la escritura, como visión imbatible de su condición histórica y humana. De aquí la necesidad actual de ahondar en esta experiencia porque hasta hoy —salvo las conocidas y valiosas excepciones que nos sirven de antecedente y de soporte— se ha destacado más la imagen y la obra del político revolucionario: “Teórico del movimiento de 1928”, “verdadera cabeza política de la Semana del Estudiante”, “Precursor del comunismo en Venezuela”, “primer líder moderno del país”, que la imagen y la obra literaria del poeta. 10


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rente a las críticas que despachan la poesía de Pío Tamayo con un plumazo desinteresado y parcial, no se busca justificar las posibles carencias del escritor; lo que se persigue es valorar en su conjunto, su contexto y sus circunstancias específicas, los textos poéticos que sobrevivieron al exilio, a la trashumancia americana y a la tragedia obligada del poeta militante en los calabozos del Castillo Libertador de Puerto Cabello. Se desea especialmente destacar y mostrar la visión del escritor consciente de su oficio, visión inserta y reiterada en sus poemas, en sus textos en prosa y en algunas de sus cartas fundamentales. La autodescripción del Yo poético o de la persona que enuncia la poética se muestra en casi toda la obra de Pío Tamayo, desde los primeros poemas escritos en El Tocuyo, cuando estaba en El Tonel de Diógenes (1917-1918), hasta los textos escritos y publicados en Puerto Rico (1922), Panamá (1924), Costa Rica (1926), Caracas (1928), El Castillo Libertador (1928-1934) y Barquisimeto (1935).

Si el lector rastrea con atención esa obra literaria que abarca las dos décadas de la corta vida temporal de Pío Tamayo (solo vivió 37 años), encontrará una autoconfirmación del oficio del poeta, una concepción de la poesía y de la vida, juntas indisolublemente, asumidas como acto de conciencia plena. Pío Tamayo se sabe responsable de su oficio creador y como 11


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tal oficiante se identifica en sus poemas, se define, se presenta, se nombra, se llama, se compromete en la construcción de un mundo donde combinan, armónicamente, sueños, ideas, imágenes, escritura abierta y el esfuerzo cotidiano del combate socio-político, cumpliendo así, su tarea de escritor y militante, bajo la orientación ideológica de un pensamiento particularizado y definido con el concepto Idealidad Avanzada.

Con esta concepción, Tamayo, presenta un nivel teórico novedoso en relación a otros planteamientos de su momento histórico, pues llega a caracterizar el proceso de cambios estructurales en que cree para su país y para Latinoamérica como “la lucha de una cultura que avanza contra una cultura que perece”. Determinando, además, que la revolución latinoamericana debe ser una revolución cultural antiimperialista. De aquí la importancia que le asigna en su proyecto a la educación, la comunicación, la ciencia, la tecnología, la ideología, al libre ingenio, al trabajo productivo y a las artes en general. Cree, definitivamente, que debe avanzarse en ideas y realizaciones contra la injusticia, contra el atraso cultural, contra la violación de los derechos y contra la erradicación de las dictaduras en nuestros países, sin olvidar, el valor humanístico fundamental de la elevación del espíritu. Pío le dice a su hermano José Antonio: “¿Qué te he de recomendar? Cultiva siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de 12


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los egoístas y vivirás vida colmada de contento interior que es el más puro de los deleites”.

De esta manera, la poesía aporta sus cuerpos de sensibilidad en las vías colectivas y en las individuales. Que se salve el ser humano como sujeto sensible de la historia. Pío Tamayo en El poema del cosmos (1917) se define poeta, para luego caracterizar con su canto, las condiciones preocupantes del mundo. Anuncia el ritmo, la melodía de la escritura y como contraparte de esto muestra la perversidad que atenta contra la existencia. En Las canciones del sexo (1917) con las imágenes sensuales de la carne construye “el poema que canta a la vida” y reafirmando su particular condición creadora, enfrenta al lector con las contradicciones de la vida cotidiana y le sugiere que se acerque a las rosas para reconocer en sus fragancias el “ruido bestial” de la historia. A sus 20 años, escribe el poema Florilegio (1918) para asumir el Yo poético como vitalidad del ser imaginante, del ser fabulador, del creador que en primera persona evoca la infancia para cantarla y rememorarla; porque el poeta no renuncia a su exclusiva condición de niño: “Yo también tengo mi canción de cuna florida y dulce como una mañanita de amor y en primavera”. 13


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Con este acto evocador, el pasado es presente vivo y el presente alivia su gran carga de angustia y de necesidad con la fuerza que habita en la canción del poeta-niño quien, a su vez, se encarga de enhebrar imágenes de su mundo amoroso y familiar, queriendo recobrar “el largo caudal de mi fortuna”. Cuando el poeta oficia, ritualiza o trabaja con los elementos transparentes y oscuros de sus experiencias directas o indirectas, es decir, con sus logros visionarios particulares y con el aporte de las influencias recibidas de valiosos autores de la literatura universal. Pío Tamayo no olvida esto, al contrario, siempre recuerda a sus escritores preferidos. Como lector insaciable e incansable que fue, desde sus once años, se revela poeta en y frente a esas otras escrituras: por eso su poética habla con independencia de las disímiles vías que tiene el arte para crear, recrear e imaginar el mundo, mejor dicho, los mundos.

En Prosas de atardecer (1918), Pío Tamayo presenta su deslinde: “Hay un fuerte contraste entre las dos visiones y es un solo conjunto y una sola belleza. Aún resuena en mi vida la armonía de los ritmos”. 14


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Así, el poeta, valora la contradicción como vía de sensibilidad artística y de conocimiento, presentando un concepto unificador del arte y abriendo espacio a la realización sonora de la disritmia en la poesía contemporánea. Este armonium en el propio cuerpo del poema, según Tamayo, explica el encuentro único y múltiple de las variables culturales y de las distintas tendencias de la poesía. ¿Podría pensarse que este mismo proceso de acercamiento e identificación se dé en el espacio socio-histórico? La experiencia poética de Pío goza de una reafirmación particular que depende de su profundo apego a la raigambre tocuyana. Él es poeta, se sabe y se siente poeta porque su pueblo ayudó a dotarlo de esa condición: “¡Bendito seas, luminoso y silente pueblo de mis mayores que sembraste en mi corazón la semilla de amor para/ todas las cosas! ¡Bendito seas apacible y generoso pueblo mío que me/ enseñaste a gozar la melancolía de sentirme poeta! ¡Bendito seas, orgulloso y práctico pueblo que acunaste mi infancia con leyendas de rebeldía pautándome las normas de humana dignidad!”. 15


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En esta memoria telúrica, familiar y cultural está el génesis de la creación. Aquí, también, la imagen-vientre de una ciudad (El Tocuyo) determina lo humano, lo histórico, lo ético y lo estético.

Este mismo año (1922), Pío Tamayo escribe y publica en Santurce (Puerto Rico) su poema Bautismo para seguir nombrándose y confirmándose cantor, ubicado en una poética de vínculos existenciales, donde el verso surge de la boca con sus fuerzas orales para responder a todos los que preguntan y esperan por su bocado espiritual. El poema es un mundo de sensaciones reales, movilizadas por el dolor universal y el sentido de las escrituras se sostiene en “vivir la sugerencia y sufrir la emoción”. El Bautismo nos muestra un Pío creyente, religioso, profundamente místico, al extremo de vivir un encuentro con Dios, que lo ha invadido, que le ha dado la gracia de la identificación plena, en una imagen triádica panteística: Dios-Ser humano-Mundo, donde el poeta confiesa: “¡Estoy lleno de Dios! Traigo ungido el espíritu con los óleos del mar. ¡El mar! ¡La gran lágrima viva de la divinidad!”.

En 1924 desde Panamá, Pío Tamayo, lanza sus Cantos de Evocación ejercitando un rito con el que explica la metamorfosis de una realidad por otra realidad y de esta nueva a la posibilidad 16


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infinita de la creación inagotable. Todo este movimiento lo sustenta en los elementos de su poesía y en los de la poesía de sus compañeros de El Tonel de Diógenes: Roberto Montesinos, Alcides y Hedilio Losada, Agustín Gil, Rafael Elías Rodríguez y Ernesto Nordhoft. Por lo que la reafirmación del hecho poético, aquí, es simultáneamente individual y colectivo. La ciudad de El Tocuyo, constituida en centro mítico y poético de evocación, se transforma en La ciudad de los lagos verdes con sus columnas de oro. Vale recordar que este texto es una carta versificada donde Pío, cuenta la historia del origen de su poesía, para establecer la condición fantástica, histórica, ética y social del oficio creador: “Yo les haré la historia del juglar errabundo que atravesó los mares y vio tierras distantes… y por hallarnos juntos al final del camino, y por haber vencido la dureza del sino dejaremos de nuevo libre la fantasía encenderá su lámpara cantando el corazón”.

En el poema El por qué de un mal negocio fechado, también, en Panamá reiterará Pío su concepción del poema encendido como lámpara, para revelar imágenes en sombras o en penumbras, sustentado en las variantes y cambios de un juego temporal indetenible y pluridimensional, siempre, “con las mismas palabras sencillas”. 17


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Pío Tamayo no se detiene en la búsqueda de sus objetivos políticos; después de ser expulsado de Panamá por su participación decisiva en la Huelga de los inquilinos, va a Costa Rica (1926), siempre pendiente de laborar su poesía y confirmar su vida como poeta y combatiente. En el país de los Ticos participa en un homenaje al maestro salvadoreño Marcelino García Flamenco y en este acto popular multitudinario presenta su poema La fuente del caminante, donde define al verso como clarín cargado de asombros para anunciar las bondades universales de la fuente y entregar las fuerzas íntimas y colectivas de los ideales asumidos como caminos de transformación y redención. En este poema clásico, la sonoridad de la voz poética es al agua lo que la luz es al camino y el creador es a la sed lo que la fragua es al alma del hombre: “/que fue maestro y soldado/ /porque amando a los débiles con amor infinito/ /de los finos verdugos fue enemigo cruzado/”. La poética de la fuente dota la poesía de múltiples visiones para alimentar “toda sed de idealismo”. El poema, universo de imágenes, mantiene vivo un extremo proceso de iluminación, pues, el poeta pretende dar respuestas a las carencias del cuerpo y a las carencias del espíritu y, para lograr esto, cuenta con “que jamás se agota su fresco venero”. La estadía de Pío Tamayo en Costa Rica es fundamental para el desarrollo de su obra poética, pues aquí logra dar cuerpo al poemario que lo caracterizará, definitivamente, como un 18


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poeta consciente y fiel a su oficio. En carta enviada a su mamá, doña Sofía Rodríguez de Tamayo en febrero de 1926, le comenta: “Tengo ya concluido mi libro de versos: Mes, canciones de 30 amaneceres. Si normalizo mi situación he de imprimirlo aquí. Este libro obtendrá más crítica que aplauso, pues lleva pretensiones innovadoras o conciliatorias que importunarán el concepto hecho lugar común de muchos. Ha logrado ya, sí, elogios de quienes lo han leído y yo tengo cierta confianza en que la obra vale, posee un mérito indudable de esfuerzo”. ¡Qué carta! Transparente juicio autocrítico inundado de seguridad. Gozo y duda ante la obra limpia. Bautizo y confirmación de la escritura elevada al nombre de Mes, canciones de 30 amaneceres. Temblor vital sin temor a la crítica, sin perseguir el elogio ligero y complaciente. Tamayo prueba sus versos en la confrontación, rompe “el lugar común” con el quiebre de imágenes, fugas y pudores. Algo importante pide subrayado y es la confianza del poeta en esos amaneceres que valen, sostenidos por “estructuras insólitas” logradas en su acercamiento a los movimientos literarios de vanguardia. Amanecer, amanecer del visionario, amanecer del tenorio, amanecer de los aviadores, amanecer del amor fatigado, amanecer del trópico y amanecer de la ciudad moderna muestran una poética y un discurso distinto a la obra anterior de Pío. Aquí aparecen algunos elementos vanguardistas, signo inequívoco de la renovación 19


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alcanzada “con un temblor de súplica y un ímpetu de rayo”, “embriagado de borrachera cósmica… con el deseo insomne de perforar el cielo”, la poesía vuela desnuda dispuesta a “conjurar con tres signos de cábala y una flor en la mano”. El poeta dice que aprende y canta, pespuntea las imágenes labrando y purgando su creación porque: “Para decir verdad desde la ultraclaridad cinematográfica avanza la molécula sensible de las nuevas percepciones”.

Al realizar la lectura completa de los amaneceres, indudablemente, se revelan las resonancias claras de aquellos manifiestos de entre guerras. Escrito están aquí los temas del amor al peligro, la energía, la temeridad, la audacia, la revolución, el movimiento, el salto del gimnasta, la velocidad más que bella, las ciudades modernas, las fábricas, los grandes puentes, los motores, los aviones, multitudes con sus furores y banderas, los cerebros radioactivos y “el corazón del hombre con su potencia atlética”. Las imágenes simples, dobles y triples obligan al lector a cargar sus visiones con “los gestos frenéticos de un vuelo” que siempre crece en la metamorfosis insaciable y abierta de la sugerencia. 20


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La poesía acompasa su verdad en la inocencia y más allá, en los extremos del rigor, la voz del compromiso elucubra y se acerca a soñadas imágenes históricas. Hay que leer el tiempo, voltear las páginas sentidas y presentidas. Imaginar si lo informado o lo dicho permite avanzar, cambiar, acercarse o volver. Se inicia el año 1926 y en Venezuela, el dictador Juan Vicente Gómez, se transforma por arte de un decreto en “demócrata”. “Se abren las compuertas del país”. “Que regresen libremente los exiliados”. “Pan, trabajo y progreso para todos”. “En la concordia de hoy, debe crecer la paz duradera del mañana”. Así se pinta el riesgo y José Pío Tamayo se atreve, acepta el reto y regresa a su añorado país, creyendo que se abría una hendija por donde pudieran iniciarse los cambios de sus sueños. Es octubre de 1926 y la presencia de Pío en Barquisimeto y El Tocuyo es una fiesta. Su madre, sus hermanos y la gente, tanta gente amiga, no pueden con el gozo y el estremecimiento vital que todo lo ha invadido. El poeta militante aventurero marca otro sentido a su provincia. Se renuevan las fuentes. La alegría, la pasión y el trabajo auscultan, en profundo, la nueva circunstancia y su contexto. Todo es tocado por el amor familiar, el afán cotidiano del empresario Pío y por los vínculos secretos con la conspiración necesaria. La sinusitis que sufre el poeta lo lleva a Caracas con la finalidad de operarse, aunque por lo visto, la operación de mayor urgencia para Pío Tamayo, eran su acción 21


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política y su acción creadora. Así se encuentra, en febrero de 1928, con la Semana del Estudiante. Pocos, muy pocos lo conocían. Casi nadie —excepto algunos contados amigos y el gobierno— sabía de su experiencia política en el exterior y de sus vínculos con el movimiento revolucionario internacional. Por eso cuando aparece Pío en el acto del Teatro Municipal para decir su poema legendario Homenaje y demanda del indio, dedicado a su majestad Beatriz I, Reina de los Estudiantes”, las interrogantes inundaron el escenario: ¿quién es? ¿De dónde viene? ¿Por qué la presencia, allí, de aquel hombre “menudo, delgado, con un color oliváceo… de voz muy fina, aguda y alisada”? ¿Por qué un “indio” homenajeando y demandando a una reina de carnaval? ¿Cuál, el sentido valedero y verdadero de esa escritura? Según testimonio de algunos de los que estuvieron ese día, 6 de febrero de 1928, en el Teatro Municipal de Caracas; cuando Pío Tamayo abrió su lectura con: “Sangre en sangres dispersa almagre oscuro y fuerte estirpe Jirajara, cacique Totonó, —baile de piaches, rezo de quenas— Soy un indio Tocuyo Yo”. 22


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Apareció renacido el suspenso genésico con su recurrencia raigal. Fuerza escondida, sin tiempo, en el propio asombro de todos. Nunca perdida. Cantora en ese instante por boca de un poeta que se presentaba cacique, indio, hermano de la idea y en la sangre de todo ser humano vital para la lucha libertaria, en cualquier latitud del universo. El poema destapó, con esa parte inicial del homenaje, la capacidad humana y cultural de identificación del colectivo, reunido allí para celebrar un acto social y luego volcado a sus preocupaciones históricas y políticas más sentidas, por obra y gracia de aquel texto, aquella imagen y aquella voz, que mostraban y demostraban la relación profunda entre la poesía, el verso dicho en alta voz, la gente y su realidad acuciante. La lectura avanzó como un cuento que se desovillaba y al sonar la demanda en boca de Tamayo se abrieron las compuertas de la opresión en aquellos seres contenidos por años. Cuando el poeta tocuyano demandó a su reina: “Y ahora, Majestad con el sollozo esclavo de una jacaney rendido el súbdito presenta su demanda ante vos ……………………………………………. ¡Ah! Ya no puedo más, Reina Beatriz. ¡No puedo! vuelve a llorar el indio con su canto agorero… Pero no, majestad, que he llegado hasta hoy 23


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y el nombre de esa novia se me parece a vos! Se llama: ¡Libertad!”.

Libertad conmovida-conmovedora. Comparación desnuda cargada de historia y explosión vital. El lenguaje poético apegado estrictamente a la respiración humana. Lengua y vida recíprocamente emparentadas. La imagen libertad trastocada en martillo de fuego, para que la poesía arrincone a la retórica. El verso cincelado en presencia de los creyentes recupera la dignidad y la existencia valedera del discurso. Así este discurso es a la poesía, lo que la poesía es a la verdad. El poema mueve los cuerpos retraídos. Se da una marcha en la palabra para crear el espíritu de movilización. La agudeza de la imagen libertad pasa por encima del panfleto y la fuerza de lucha, renacida en aquel ritual poético, se hace revelación y poder contra un engendro del ejercicio del poder llamado dictadura. La contradicción abierta entre las dos metáforas (libertad-dictadura) constituye el cuerpo entero del incendio desatado, la antesala desencadenante de la reacción represiva del gobierno gomero contra el movimiento popular, encabezado por la Federación de Estudiantes y, particularmente, contra Pío Tamayo.

Después del homenaje, la demanda, el desafío y la conmoción social, Pío Tamayo, junto a otros dirigentes sociales, políticos y estudiantiles es detenido y encarcelado en el Castillo 24


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Libertador de Puerto Cabello. Seis trágicos y dolorosos años de resistencia, aprendizaje y enseñanza, de incomunicación y tortura que terminaron minando la obra, la salud y la vida de aquel “curandero del espíritu enfermo, de la conciencia dormida y de la mentalidad extraviada”. El 15 de diciembre1934, después de muchas diligencias e intentos para lograr su liberación, sale Pío Tamayo del Castillo en estas condiciones que él mismo describe al periodista Carlos Zavarce de Lima, en la única entrevista que le pudieron realizar, debido al grave peligro que corría frente a la represión del régimen, quien se acercara a la casita del barrio Namur de Barquisimeto donde agonizaba el poeta:

“C.Z. de L.: — ¿Cómo estas? Pío Tamayo: —Ya lo ves: fregado… Padezco mil incomodidades. El hígado, los intestinos y un malestar inexplicable. Esto es ya lo definitivo. Estoy dando los últimos pasos por la vida. Menos mal que estoy libre. C.Z. de L.: — ¿Qué impresión te produjo la noticia de tu libertad?

Pío Tamayo: —Absolutamente ninguna; me dejó impasible. Parecía que mi sensibilidad estaba muerta. De repente me recogieron, me embarcaron en un bote, y todavía no me había dado cuenta de nada, cuando me 25


sacaron y me colocaron en el muelle, sentado en una silla de extensión. Allí vi a Toño, mi hermano, que me esperaba; vi también algunas otras caras conocidas; y, si he de decir verdad, la primera emoción que experimenté fue más bien dolorosa; sentí una amargura inexplicable para mí, no tenía deseos de ninguna clase, y me parecía que todo sobraba. Después, más tarde, en la casa de la familia Ravel, ante las atenciones cariñosas reaccioné, mi sensibilidad reaccionó con violencia y comencé a abrigar la esperanza de de vivir algunos días más. La naciente impresión se consolidó cuando me trajeron junto a los míos. He podido vivir y tengo esperanzas de llegar hasta enero: ‘un año que el cariño de los mío le ha ganado a la muerte’.

En estas circunstancias se acerca la despedida. Pío Tamayo, ejerciendo un último acto de conciencia, escribe una carta a su hermano José Antonio Tamayo donde entre otras cosas fundamentales reafirma al extremo su responsabilidad con el oficio de escritor y de poeta. Es verdaderamente importante destacar su profundo respeto por la obra realizada, por el lector potencial y por la historia del arte y la cultura. Por eso en esta carta única y última, con un criterio severamente crítico y autocrítico,


el creador y combatiente revolucionario, dirá definitivamente: “No olvides que he sido sencillo y limpio de corazón… muero sereno y conforme con mi conciencia… no pude revisar, ni corregir, ni compilar nada de mi obra. En esas condiciones, no deseo que se publique ninguna cosa. Guárdalas simplemente…”.


JOSÉ PÍO TAMAYO: CONCIENCIA DE POETA Y COMBATIENTE José Pío Tamayo es una referencia indefectible en lo que respecta a la lucha social y política en nuestra patria. Su valor y entrega es un dechado para las generaciones posteriores que heredaron su espíritu combativo y fidelidad a la causa revolucionaria. Y en medio de la vorágine, el exilio y la privación de libertad también destacó su poesía, que en pocas ocasiones ha sido objeto de análisis por parte de la crítica académica, razón por la cual esta obra profundiza sobre los momentos y circunstancias en la que fue inspirada y que sin lugar a dudas deja un legado que merece ser reconocido como un aporte a las letras venezolanas.

Franz Ortiz Castañeda (1950) Docente del Instituto Pedagógico de Barquisimeto, poeta, ensayista, ha publicado varios libros entre los que destacan Doña Bárbara o un mundo desde la coloquialidad del peón de Llano (1986), Teodora la loza, la luna y el viento (1987), Proverbios para encender un verso (1988), La poesía de Ana Enriqueta Terán: universo de imágenes recurrentes (1995), El ruido de la flor (1997), Letanías (2000), Poesía y prosa de Roberto Montesinos (2001).

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