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PRÓLOGO

La actual Pandemia nos ha recordado que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren y los que tienen miedo. Todos somos frágiles y, al mismo tiempo, todos tenemos un gran valor dentro de nosotros. Esperamos que lo que pasa a nuestro alrededor nos sacuda hasta el fondo de nuestro corazón y alma. Pero, ha llegado el momento de eliminar desigualdades, de curar la injusticia que está jugando con la salud de toda la familia humana (Papa Francisco). El Covid-19, es un caso mundial que ha afectado a cada ser humano de diferentes maneras, ya sea por salud o por salud mental, adentrándonos a un miedo, a un terror, en el cuál uno ya no sabe cuando será la última vez que verás a tu familia, o cuando será tu último adiós, así como aquel miedo de no salir y sobretodo de subestimarse por cualquier detalle que llegas a sentir dentro de tu cuerpo. Hoy en día cualquier cosa puede ser Covid, cualquier abrazo puede ser peligroso, en cualquier caminata por la calle puede estar en riesgo tu vida y sin duda han habido millones de casos con diferentes experiencias, pero mismo fin, incluyéndonos a ti y a mí, pero en está historia nos vamos a adentrar en uno de esos casos.

Él es José Antonio Olvera Sandoval, un Profesor, Asesor, Coordinador, Investigador, un Padre de familia y sobre todo un ser humano. Pues sin imaginar, el vivía su rutina normal de ir al trabajo, estar en el metro, ir a tiendas, caminar por la calle, sin pensar que él sería una víctima más de éste tan conocido virus, que, hasta que no fue su segunda prueba de Antígenos1, pudo darse cuenta de que él ya estaba viviendo uno de los que eran sus más grandes miedos y angustias en toda la Pandemia, pero, todavía no sabemos como va a poder sobrellevar esto, todavía no sabemos lo que pasó, lo que está pasando y lo que pasará más adelante…

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CAPÍTULO UNO

INGENUAMENTE REAL

Febrero 2021

El aislamiento, que no terminaría por otros 14 días, angustiaba a José hasta donde él pudo contar, con un virus que comenzó por meses de Marzo del 2020, hasta aquel día... aquel día en que José se contagió.

No fue hasta después de síntomas y secretos de no querer decirle nada a su familia para no preocuparlos, cuando se hizo su segunda prueba de antígenos1 que se dió cuenta de que él, ya estaba entrando a una situación que nunca se imaginó que le hubiera podido llegar a pasar y aún así con mente positiva, él tenía esperanzas de que iba a poder salir de aquel virus fácilmente, como todos aquellos casos que se escuchaban a su alrededor y en todos los medios de comunicación del mundo -“Un poco de fiebre, un poco de tos, falta de gusto, falta de olfato y falta de un poco de aire, pero todo bien, puedo salir”-, él pensaba. Pero el destino le tenía preparado algo más, algo diferente.

Él recuerda que al pasar el tiempo no solo se sentía atrapado en su cuarto entre la oscuridad, sino también se sentía atrapado en su mente de lo que podría pasar.

Su único contacto era su esposa Alma, quien era la encargada de poder entregarle la comida, medicamentos y una que otra cobija, ya que, por

esas fechas de Febrero hacía frío. En esos tiempos José, lo único que podía sentir era cómo su cuerpo se hacía débil cada día que pasaba, pues el desgano, las faltas de apetito y la falta de oxígeno, eran las razones que hacían que ya no pudiera tener fuerzas para estar despierto. Él lo único que quería era dormir, reflexionar, lamentar, pensar;

-“Mi familia”, “No puedo ver a mis hijos”, “Por qué contraje el Covid?”, “¿Qué hice mal?”, “No puedo estar en mi trabajo”, “Mis alumnos”-

Él se sentía una carga y sobre todo se sentía un inútil. Sin embargo, hasta entonces sus sentimientos de culpa eran los únicos que lo podían mantener despierto, pero, él sabía que había hecho todo bien, él aseguraba que había seguido los protocolos tal cual los habían pedido desde que todo ésto comenzó, más, era imposible pensar que de haber escuchado noticas en países muy lejanos en el año 2019, de haber pensado que aquel virus nunca pisaría México, de haber pensado que simplemente era un juego para asustarnos, algún día llegaría y llegó, y estaba ahí, en su casa, en él.

En su infancia, José recuerda que siempre tuvo problemas respiratorios y nunca los había vuelto a sentir desde que tenía 7 años, pues su madre, exageradamente cuidadosa, siempre le aplicaba inyecciones cada 6 meses, hasta que esos problemas comenzaron a desaparecer y fué un santo remedio, como dirían algunos, ya que pudo vivir tranquilamente toda su niñez y toda su adolescencia.

José estando en la oscuridad de su cuarto, sabía que esto simplemente sería un lapso más, entonces el sabía exactamente lo que tenía que hacer, claro, como su madre, extremadamente cuidadoso y precavido tomando sus medicamentos con frecuencia, así como checar su Oximetro2 y su Termómetro3 a cada rato, notando que simplemente no

mejoraba y que nada funcionaba, ni los remedios caseros, ni el Paracetamol4, ni siquiera el Vick Vaporub5.

Pero aún así, él seguía con su pensamiento de no querer alterar a su esposa e hijos, él no los quería preocupar dándoles malas noticias de que no iba mejorando, no podía y a pesar de que ahí dentro de su cuarto José se encontraba medio consciente, por fuera de su cuarto, estaba su esposa Alma.

Alma con la constante preocupación, día a día se comunicaba con su esposo José por vía WhatsApp6 para asegurarse de que todo se encontrará bien y en orden en cuanto a su Oxigenación7 o por si necesitaba algo; cobijas, medicina, comida, agua, medicamentos, etc. Sin embargo, ella nunca se imaginó que dentro de aquel cuarto lleno de virus y peligro, José cada vez se sentía peor y peor, pero eso no era lo que José quería aparentar, como mencioné anteriormente, él solo quería que creyeran que estaba bien. Todos los días, José le mandaba a su esposa Alma la misma imagen de su Oxigenación “98” y era obvio que los primeros días José claramente contaba con una Oxigenación estable y sana, pero al pasar el tiempo él se iba poniendo más grave y llegó a un punto de ni siquiera poder tomarse la Oxigenación solo, así que lo más fácil era mandar simplemente la misma imagen cada vez que su esposa se lo pedía. Podría decirse que José estuvo mandado esos mensajes por unos cuantos días. Hasta que a Alma le tocó, ella contrajo el Covid198, pues era evidente que de tanto ayudar a José, de tanto miedo, preocupación y de tanto cansancio, sus defensas no pudieron resistir más y tuvo que encerrarse también, junto a José.

Aunque esto suene algo inapropiado, fue algo bueno que a Alma le diera Covid19, pues, si ella nunca se hubiera encerrado en el cuarto con José, ella nunca se hubiera dado cuenta de que aquellos mensajes que José le

mandaba eran pura mentira, en realidad José ya no estaba bien, ya no se veía bien. Realmente él se encontraba muy tranquilo psicológicamente pues no tenía ni tiempo de poder pensar acerca de lo que pasaba a su alrededor, sin embargo, físicamente él ya era un cadáver andante, tenía un aspecto aterrador, un aspecto pálido y desgastado, su voz ya no era la misma, su voz ya estaba moribunda, apagada, no sonaba nada a como José suele sonar diariamente y fue ahí donde Alma dejó de pensarlo 2 veces, no le importaba si ella también tenía el virus, José tenía que estar bien y al tomar la iniciativa, llamó al Hospital Universitario y se puso en pie para llevarlo.

23 de Febrero del 2021

Todavía con las pocas fuerzas que le quedaban a José, pudo levantarse de la cama, él recuerda haberse puesto por sí mismo ropa Sport limpia y cómoda -Pants, playera de mangas largas, unas calcetas largas, tenis y una chaqueta-, no llevó cambios, no llevo maletas, pues el estaba seguro que aquella visita al Hospital quedaría como eso, una visita y todo sería rápido, cómo de entrada por salida.

Estando ya de camino al Hospital, Alma y José a pesar de traer puestos sus respectivos cubre bocas iban en un absoluto y profundo silencio, pues su lógica era que preferentemente la poca conversación sería mejor y más efectiva para no contaminar el auto. Ese silencio se apiadaba también de la mente de José, en todo el trayecto, él solo se aseguraba de seguir vivo, observaba vagamente lo bonita que se veía la ciudad con neblina, veía los pocos carros pasar por la calle, apreciaba como se empañaba el vidrio de su ventana, temblaba de frío, sentía sus dedos congelados, sentía como al exhalar salía vapor por su cubre bocas y él solo apreciaba del silencio sepulcral9, sentía cómo lo veía su esposa con preocupación y sobre todo sentía como su subconsciente trabajaba

junto a la metafísica10 de todo lo que él recuerda haber sentido y visto mientras el auto avanzaba a gran velocidad.

Al entrar al Hospital Universitario, y todavía en silencio, José pudo apreciar cómo habían estado modificando el edificio por términos de Covid, ya que, la atención a esta Pandemia11 se convirtió en algo inmueble12 que fue adaptado para brindar un mayor y más amplio espacio, y también un mejor servicio médico.

Al bajarse del auto, le ordenaron que él entraría solo al Hospital, mientras su esposa podría encontrarse en la sala de espera, pero al entrar solo sin nadie que lo pudiera acompañar, fue donde él comenzó a sentir el verdadero terror, pues al entrar al edifico él podía observar todo como si fuera una película de miedo; muy tétrico, vacío, con la poca gente que había expresando caras de angustia, llanto, cansancio, desesperación, sintió todas aquellas vibras pesadas de penas que la gente dejaba en el Hospital mientras esperaban por horas por alguna buena noticia, pero sin embargo, al estar ahí dentro él simplemente prefirió dejar de pensar en ello no podía distraerse ni un segundo más, sentía que mientras más pasaba el tiempo menos consciencia tenía, sin embargo, gracias a Dios su atención se presentó de manera inmediata y ahora si José comenzó a concentrarse más en la auscultación13.

Al minuto de estar esperando en recepción le pidieron que pasará directo a que lo checarán, así como cualquier otra consulta normal, solo que con personas vestidas como astronautas, que por ende eran los médicos y enfermeras, le hicieron exámenes de sangre, lo observaron por un tiempo y para cuando le sacaron sus resultados, ya había sido demasiado tarde...

Él se encontraba muy mal, por no decir al borde de la muerte, su Oxigenación ya estaba muy por debajo y llegó el momento en el que le

dijeron que su vida estaba en peligro, obviamente, sus pronósticos ya no podían ser positivos y su única posible alternativa era la intubación. Y aquí fue donde comenzó el debate.

Le pidieron que firmará unos cuantos papeles que muy apenas se podían alcanzar a leer por lo pequeña que era la letra y aquí fue donde comenzó a dudar, pues él sabía que a las personas que llegaban a intubar, eran las personas que por lo general llegaban a despedirse del mundo y no volver nunca más, y que por lo general en el proceso se sufría mucho, por así decir que era la leyenda urbana que cargaba José consigo mismo hasta entonces.

Con las dudas y los nervios apiadándose dentro de él solamente pensaba y se decía a sí mismo

-“NO FIRMES! !DI NO A LA INTUBACIÓN”-

Y José con esto decidió hacer caso a sus miedos y negar la firma a este permiso ya que para él era muerte segura y en eso un médico decidió contestarle de manera seca y directa:

-“De todas formas de algo habremos de morir de Covid señor, es mejor que probemos la intubación, a ver si logra sobrevivir...”

Lo trágico de esto es que José al escuchar esas largas y duras palabras se dio cuenta de que el médico por una parte tenía razón, no podía desaprovechar la oportunidad de poder sobrevivir solo porque el miedo lo consumía, no había más tiempo que perder, así que con todas sus agallas14 decidió dejar de pensarlo dos veces y procedió a firma. A pesar de eso que él médico le dijo, José estaba agradecido por haberle hecho abrir los ojos y ver la realidad.

Después de aquel duro momento, decidió hablarle a su esposa para explicarle todo el procedimiento que pasaría a continuación, así como lo

que harían con él y más que nada cómo se sentía al respecto, pero José decidió no alargar tanto la llamada, él lo que quería era que ya todo comenzara rápido para salir rápido y al finalizar la llamada lo pasaron a un quirófano15 que era el cuarto de “cuidados intensivos”, un lugar oscuro y frío en donde se encontraban camas con equipos de Covid19 y máquinas de respiración. Ahí mismo José pudo casi ver con su poca consciencia de que a distancias medianamente separadas se encontraban camas con más personas, algo que a José le transmitió muchos escalofríos, pero en vez de pensar u observar tanto, simplemente se dejó llevar por las instrucciones de todo el personal de Salud que se encontraban cuidándolo en todo momento. Él sentía que el trato de los médicos y enfermeras era más que excelente, sin incluir aquel comentario que ese médico le dio, pero fuera de rencores todo iba bastante bien.

Le comenzaron a aplicar medicamentos inyectados, algo que no preocupaba a José, pues él nunca había sentido miedo hacia las agujas anteriormente y le pidieron que contará hasta 50 para que el efecto del Narcótico16 comenzara a dar efecto sobre él.

“1, 2, 3, 4, 5…Me siento raro…10, 11, 12, 13…Quién está apagando la luz?…19, 20, 21, 22…Cuánto falta para el 50?… 27, 28, 29, 30…”

Hasta ahí fue donde José perdió el sentido de la razón, de ahí él ya no sintió absolutamente nada que se tratara de su cuerpo, simplemente comenzó a sentir el narcótico haciendo efecto de inmediato corriendo por todas sus extremidades y comenzó a viajar a otras dimensiones dentro de su mente en el tiempo y en el espacio, perdiendo la conciencia de lo que era la realidad o la ficción. Y aquí es donde todo comenzó.

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