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CAPÍTULO 7 ME DEVOLVIERON LA VIDA

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

CAPÍTULO 7

ME DEVOLVIERON LA VIDA

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10 de Marzo del 2021

Al abrir los ojos, José se dió cuenta de que un rayo de luz estaba apuntando directo a su cara, algo curioso, pues fue lo que hizo que se despertara, José dolorosamente se movió un poco de lado para que el rayo de luz no apuntara directo a su cara y procedió a cerrar los ojos. No pasaron ni 5 minutos cuando una fila de doctores y enfermeras entraron con una silla de ruedas y le indicaron que lo iban a meter a bañar.

-“Por fin”- José pensó.

Pues él sentía que ya había sido mucho de no poder sentirse limpio.

Así que procedió a levantarse con ayuda de muchas enfermeras y lo sentaron en la silla de ruedas, lo dirigieron al baño que se encontraba ahí mismo en la habitación y procedieron a comenzar a limpiarlo.

El agua tibia cayendo sobre el cuerpo de José era cómo sentirse en el paraíso, se sentía relajado y sobre todo aliviado. Procedieron a colocarle un poco de shampoo, un poco de jabón y a tallarlo con cuidado para que sus heridas no le dolieran. Incluso cayéndole jabón en los ojos, él se sentía muy satisfecho con lo que estaba volviendo a vivir después de 16 días.

Al terminar de bañarlo, las enfermeras procedieron a vestirlo con la misma ropa que llegó al hospital, pero José en su transe de relajación les comentó.

-“Esa ropa esta llena de virus”- Moviendo la mano débilmente para apartarla de su vista.

A lo que las enfermeras le comentaron.

-“Señor Olvera, sus ropas ya han sido lavadas y desinfectadas cuidadosamente, están completamente limpias”-

Con eso José accedió, dejó que le colocaran la ropa y al sentir la suave tela de su camisa se dió cuenta que olía a flores, así que si, las amables y atentas enfermeras si le habían lavado su ropa.

Ya vestido lo sentaron de nuevo en su silla de ruedas y antes de salir del baño decidieron darle a José una bella y última atención. Procedieron a sacar una espuma, un rastrillo y una toalla, colocaron a José en una posición cómoda y se pusieron a rasurarle la barba que le había crecido en sus días en el hospital.

Cuando José salió del baño vió la sorpresa de que su cama ya estaba como nueva, bien tendida, acomodada y desinfectada, o bueno, seguían en proceso de desinfectarla, sin embargo, las enfermeras le colocaron su tanque de oxígeno, le pusieron un cubre boca encima y procedieron a acomodarlo en un espacio del cuarto que daba justo a la ventana. José dirigiendo su mirada hacia el cielo simplemente disfrutó de la tranquilidad que sentía en ese momento, disfrutó de que por fin todo lo difícil había terminado y ahora seguía lo más fácil, cuidarse.

A continuación, un médico llegó y le comenzó a dar indicaciones en lo que se lo llevaba en silla de ruedas hacia la salida. Estas indicaciones consistían en tomarse sus medicamentos, ponerse constantemente su tanque de oxigenación, portarse bien y seguir todos los protocolos de salud.

Se dirigían de pasillo en pasillo, entraron a un ascensor y el médico oprimió el botón de planta Baja, ahí fue donde pudo darse cuenta de que efectivamente, José había estado internado en un penúltimo piso. Esperaron un rato, las puertas del ascensor procedieron a abrirse y al sentir que la silla de ruedas avanzaba podía sentir cada vez más adrenalina y emoción.

Hasta que al dar la vuelta en un pasillo pudo ver de lejos cómo a través de unas puertas de cristal se encontraban su esposa Alma y su hija Paola, ambas se veían con mucha emoción e inquietud y al cruzar aquellas puertas de cristal lo primero que José pudo apreciar fueron a los camilleros, a la ambulancia y los exteriores de el Hospital. Se escuchaba un intenso ruido urbano y podía sentir el seco calor que se sentía ese día a través de sus mangas y pantalones. Saludó a su hija y esposa en lo que lo pasaban de la silla de ruedas a la camilla y antes de que lo metieran a la ambulancia volteó a ver al médico que lo traslado y en pocas palabras recuerda haberle agradecido diciendo:

-“Nada más me devolvieron la vida”-

A lo que a esto él médico todo cubierto con su traje de astronauta simplemente sonrió y se despidió. Subieron a José a la ambulancia y junto a él se subió su hija Paola, la cual lo acompañaría en el traslado del hospital a su hogar, mientras que Alma se quedaría un poco más para encargarse de toda la tramitología26 con la salida de José del Hospital.

CAPÍTULO 8

CASA, POR FIN

De camino a casa José se sentía extraño, sentía como si estuviera en una película, pues él nunca había vivido la experiencia de ser trasladado por una ambulancia en camilla hacia algún lugar anteriormente, entonces, definitivamente eso era nuevo para él.

Podía ver cómo en las ventanas de la ambulancia se veía a máxima velocidad todo lo que pasaba en el exterior, lo que hacía que se mareara un poco, sin embargo, al mismo tiempo podía apreciar a su hija Paola, ella iba viendo las ventanas de la ambulancia sin apartar la mirada ni un segundo, y para José era una señal de que Paola no lo podía ver y no por desprecio, simplemente José presentía que estaba nerviosa y algo apenada, pues ni siquiera a él se le ocurría que tema sacar de plática, pues al fin, era una situación delicada de confrontar, pero no importaba, tanto Paola como José sabían lo mucho que se extrañaban uno al otro y la emoción que sentían en su interior al saber que José por fin iba de regreso a casa.

Al estar cerca de donde vivían, Paola comenzó a darle indicaciones al conductor acerca de cómo llegar y le daba ideas de cómo y en dónde podía estacionarse.

El vehículo se detuvo y José sintió como abrían las puertas de la ambulancia por la parte trasera, la cual era la parte en la que los pies de José daban directamente. Paola se bajó del vehículo en cuanto abrieron las puertas y le dió la sorpresa a José de que entre todas la voces que se escuchaban también estaba incluida la de Alma.

-"Que rápido llegó"- José pensó.

Y en eso , sintió cómo empezaron a cargar la camilla para poderla sacar del vehículo con mucha delicadeza. Cuando se encontró completamente fuera del vehículo, lo pararon de la camilla y se lo llevaron cargando hasta la puerta de su casa, algo que incomodó a José, pues él sabía que ya estaba entrando a un transe de bulto el cuál ya tenía la idea de que iba a ser en ese modo bulto por unos cuantos días más. Vió que Paola fue corriendo hacia la puerta de la entrada para abrirles y al pisar su casa sintió como la paz y la tranquilidad abundaba en su cuerpo. Y suspirando pensaba.

-“Aah, casa, por fin”-

Se sentía agradecido infinitamente con Dios porque él sabía que todo lo que había vivido no retornaría27 y por ende valoró tener un hogar y sobre todo poder estar de nuevo ahí con ganas de seguir existiendo para así poder seguir realizando sus sueños y seguir en pie para continuar disfrutando su vida como debe de ser.

Cuando su familia lo vio los camilleros se retiraron. Tanto sus hijos como su esposa lo recibieron con muchísima alegría, todos lloraban de emoción y se saludaban con todo el cariño del mundo. Tanta emoción se sentía en ese momento que incluso la Golla (su mascota) se puso a llorar de emoción también saltando sin parar y subiendo a las piernas de José una y otra vez, pues por fin José estaba en casa y eso era lo único que importaba en ese momento.

José comentó que se sentía algo hambriento a lo que por suerte ya tenían una deliciosa comida de bienvenida lista para servirse en la cocina, así que procedieron a sentarse todos juntos en la mesa y se pusieron a comer mientras que José les platicaba todo lo que en ese momento recordó haber vivido dentro del hospital y así estuvieron por un buen rato.

Partieron un delicioso pastel de pan de vainilla con betún de chocolate y trocitos de nuez encima, y de ahí los hijos y esposa procedieron a llevar a José a su cuarto para que pudiera descansar después de todo el ajetreo28 que vivió los días pasados.

Al caer la noche, José se sentía extraño al estar de nuevo en su cuarto, pues al estar aquellos días completamente en privado, era raro volver a sentir esa emoción de estar en su casa, vivo, otra vez. También se sentía nervioso, pues le inquietaba pensar en que en cualquier momento aquellos seres malignos que veía en el Hospital se le aparecieran, pero por suerte, se quedaron allá, lejos de José y espera que así se queden lejos y que nunca los vuelva a ver.

UN MES DESPUÉS

Las vacaciones de Semana Santa ya habían terminado José ya se sentía muchísimo mejor, sin embargo, quizo darse un poco de más tiempo para poder regresar con mucha energía al trabajo. En todo lo que duró su descanso, tuvo la oportunidad de atender sus consultas en el Hospital para ir viendo su progreso de recuperación en lo que estaba en casa, que por cierto cada vez iban siendo mejor con el paso del tiempo, pues las primeras consultas José iba al Hospital aún en silla de ruedas y su tanque de oxígeno, cosa que hacía que la gente lo viera con una especie de extrañeza, lástima y ternura combinadas, más con el paso de los días José en su rápida recuperación comenzaba a atender el Hospital caminando con un andador, hasta llegar al día en el que entró caminando por su propio pie al Hospital, saliendo de ahí siempre contento por las buenas noticias de mejora que le daban cada vez que asistía y sabiendo así que poco a poco su vida estaba volviendo a la normalidad.

Entonces, el primer Lunes de trabajo, José se levantó muy temprano para poder meterse a bañar y empezar a arreglarse para poder conectarse por línea con sus alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, los cuales al entrar a la reunión con sus cámaras encendidas solamente se veía donde todos con cara de impresión comenzaban a pelar los ojos y agachar las miradas, dando a entender de que estaban hablando unos con otros por mensaje y José lo sabia, sólo que no quizo mencionar nada al respecto, procedió a encender su micrófono y les dijo:

-“Buenos días alumnos, ¿Como amanecieron?”

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