EL PODER DE LA MÚSICA: LA TEORÍA DEL ETHOS MARÍA LUQUE FERNÁNDEZ 1. INTRODUCCIÓN Entre las numerosas peculiaridades que diferencian la antigua música griega (en la medida que la conocemos) de los conceptos modernos está la idea de una actuación especializada sobre el carácter y el alma. Nuestro intento de esquematizar su evolución y el resumen sobre las cualidades y efectos de cada una de los componentes musicales pretende mostrar como la idea del poder ético de la música estuvo vigente durante toda la Antigüedad; conviviendo a su vez con corrientes opuestas. Para la localización de textos específicos ha sido de gran utilidad el libro de Andrew Barker. En la teoría griega del ethos confluyen muchos aspectos de una creencia (la música puede transmitir, proteger e incluso generar estados éticos) que ha sido desarrollada y expresada de diferentes formas por poetas y filósofos (tanto helénicos como pertenecientes a la tradición posterior). Es necesario señalar que la expresión “teoría del ethos”(de la traducción de “die Lehre vom Ethos” o “die Ethoslehre”) no se debe entender como un patrón de pensamiento continuo y homogéneo. Un enfoque unitario sería erróneo. Se trata de distintos puntos de vista, a veces opuestos, acerca del valor ético de la música. La música en relación con fenómenos psíquicos, la correspondencia entre determinados tipos de música y determinados afectos, será un aspecto reconocido y valorado por los griegos hasta el punto de asignar a cada tipo de harmonia y de ritmo un influjo especial sobre el alma. “Sin embargo, según los antiguos griegos, la música no existía tan sólo para ponerla en relación con los vicios y las virtudes de los hombres. [...] Se creía que la música entrañaba facultades y poderes aún más profundos.” (1) La música adquiere un carácter encantador y mágico. 2. EL PODER DE LA MÚSICA EN GRECIA La música antigua, en general, se hallaba mucho más integrada en la vida humana, tanto en su aspecto individual como social. Se trata de un arte
más noble y más estimado que otros, como la pintura o la arquitectura, que se hallaban más cerca de lo meramente artesanal o servil. Un rasgo esencial y característico de la teoría musical antigua, sobre todo en la época clásica, es su componente metafísico, que, a su vez se plasma en dos aspectos muy significativos: en su trascendencia cosmológica (la música celestial o música de las esferas) y en su trascendencia ética. Dos aspectos fundamentales de las concepciones musicales antiguas y de la formulación teórica de la música, que, en último término, radican en la raíz aritmética o numérica de este arte. En efecto, la música desde los pitagóricos se concibe como materialización del número, que constituye la esencia de todo cuanto existe, del universo ordenado o cosmos, y del microcosmos del alma humana. Ese número que constituye el alma del mundo, que ordena todo el universo, que constituye el origen de donde se desprende como una especie de chispa el alma humana es el mismo que se manifiesta en la música. De ahí que las esferas celestiales se regulen por los mismos principios numéricos, por las mismas proporciones ( lógos ) por las que se organizan la música tanto en su aspecto rítmico, como en su vertiente tonal. De ahí la vinculación de la música y de las estrellas con el nacimiento y con la vida del hombre. De ahí la influencia decisiva de la música sobre el alma humana, que se regula también por ese mismo número. De ahí la importancia de la música a la hora de la muerte, en cuanto que retorno del alma al principio de donde se desprendió. De ahí la trascendencia religiosa y mágica de la música. De ahí su gran significado en la vida social del hombre, en sus relaciones con los demás, en la educación, en la política, en la organización del Estado.(2) 3. SIGNIFICADO DEL TÉRMINO ETHOS Para comenzar sería interesante fijarnos en el significado de la palabra ethos. Según el New Grove: “es un termino musical del griego antiguo, que describe un concepto importante en la relación entre la música griega antigua y la educación.”(3) Ethos debe tomarse como un atributo no solo de las personas sino también de los fenómenos musicales, que son considerados como vehículos para la transmisión de actitudes éticas, aunque no tengan ningún tipo de naturaleza moral en sí mismas. S. Michaelide se refiere así al término: ethos: en un sentido general, principalmente carácter moral de una persona. En música ethos significa el carácter moral que la música tiende a
inspirar en el alma. Las notas, las harmoniai, los géneros, la melodía en general, y los ritmos tienen desde el punto de vista de muchos escritores griegos antiguos una fuerza ética y un propósito. Por esta razón ellos atribuyen a la música el papel más importante dentro de la educación.[Mi traducción](4) La especialización en su sentido musical de la palabra ethos se dará tardíamente, con Aristides Quintiliano. Aparece por primera vez en Homero; lo hace en plural y significando “asiento, morada acostumbrada de los animales”. En Hesíodo lo vemos como “forma de ser, corazón”. En Platón es usado como “costumbre , carácter” generalmente moral.(5) 4. ORIGEN DE LA VALORACIÓN ÉTICA DE LA MÚSICA Parece existir un cierto consenso a la hora de señalar a la escuela de Pitágoras como la primera en poner la música al servicio de la educación y de la formación del alma. Sin embargo la vinculación de las distintas músicas con distintos afectos se remonta a épocas anteriores. H. Abert considera que la introducción de la música oriental en Grecia (según él a comienzos del siglo VII a.C) debió de jugar un papel especial; ya que permitió la comparación del sonido de los instrumentos de cuerda usados hasta entonces(que sólo se empleaban para acompañar y cuya potencia sonora era limitada) con el penetrante y claro sonido de los auloi ( en los que los tonos no sólo sonaban cortos sino que se podían mantener). Este sería el momento en el que se toma conciencia de como la música podía influir de modos diversos. Además del tono de los instrumentos intervenían otros factores como las melodías reproducidas y las ocasiones de ejecución. Así la música de aulos estaba relacionada con el culto a Dionisos, de origen oriental y carácter orgiástico, y con determinados ritos para producir éxtasis. A través de la elevación y de la descarga se llega a serenar(katharsis). Estos efectos no se atribuyen nunca a la música de lira o cítara. El aulos está en relación generalmente con melodías frigias y además los más antiguos auletas legendarios: Hiagnis, Marsyas, Olympo, son de procedencia frigia. En definitiva la harmonía frigia desencadena un efecto orgiástico. Por otra parte, los cantos patrios antiguos, compuestos en harmonía doria, representaban serenidad, dignidad, masculinidad. Esta impresión producida por dos caracteres musicales distintos puede haber conducido a ulteriores observaciones y distinciones, de modo que se fueran reconociendo otros efectos en otras harmonías.
W. D. Anderson opina que el origen de esta valoración ética está en Oriente. Llega a esa conclusión tras un detenido examen de los primitivos líricos. (6) Pseudo Plutarco hace retroceder la teoría ético-educativa a tiempos de Homero: “es un hecho que la música fue introducida por ser capaz de combatir y de calmar la influencia excitante del vino” (7). Es significativo que se remonte a una época tan antigua, pero como señala E. Fubini son doctrinas “muy posteriores a este poeta”; además, el autor del tratado De música “mezcla las teorías pitagóricas con algunas teorías eclécticas sobre ética musical” (8). La música aparece en Grecia desde un principio como factor cultural polivalente que abarca funciones tanto recreativas como éticocognoscitivas, religiosas o terapéuticas. La atención hacia los efectos éticos de la música aumenta progresivamente, formando parte de un ideal educativo en los siglos VII y VI. Terpandro será una figura importante en este contexto, ya que a él se le atribuye la invención de los nomoi , “melodías que se establecieran de forma rigurosa para las diferentes ocasiones a las que se destinaran, o en orden a la consecución de los efectos que debieran haber producido”, que conectan con la teoría del ethos y con la instauración de una enseñanza musical de carácter estable(se remonta al año 670 a. C en Esparta). Para Fubini la clave del origen de la doctrina del ethos reside en la relación metafórica entre el significado literal de nomos(ley) y el significado musical. “Los nomoi debieron representar durante el periodo ático la tradición musical más antigua y austera: la música concebida conforme a una rígida ley; sin corromper aún por los nuevos usos y costumbres” (9). Se van normalizando a partir de unas formas locales difundidas luego fuera de sus lugares de origen. Esta codificación y fijación suponen una primera intervención personal de un compositor sobre el material rítmico melódico tradicional. Según Pseudo Plutarco los más antiguos nomoi se compusieron para la cítara o la lira, de tradición dórica: “Los nomos para la cítara fueron compuestos, en tiempo de Terpandro, mucho antes que los aulódicos” (10). En este punto conectaríamos con la contraposición entre el aulós y los instrumentos de cuerda anteriormente expuesta y que podríamos personificar en Orfeo y Dionisos. Por encima de sus diferencias (la oposición lira-citarística/ aulós-aulética, la diferencia entre música-poesía/ música instrumental danzada, la distinción entre el embeleso órfico y el furor
báquico), coinciden en resaltar el poder sobrenatural de la música y, en consecuencia, su poder civilizador, curativo, catártico, etc. 5. HISTORIA DE LA VALORACIÓN ÉTICA DE LA MÚSICA Por lo expuesto anteriormente parece evidente que la conciencia de una relación música-alma debía existir ya cuando Pitágoras y su escuela explicaron según sus doctrinas dicha relación y sacaron de ella conclusiones para la formación espiritual. Será sólo en la tradición posterior cuando se especifiquen detalles concretos. Pero la doctrina básica de que todo el cosmos es harmonía y número, y el convencimiento de que la música descansa sobre unas leyes numéricas se puede adscribir con toda probabilidad a Pitágoras. También el hombre está determinado en cuerpo y alma por la harmonía y el número. A partir de ahí se explican las relaciones y dependencias música-hombre. El estado corporal y espiritual del hombre puede ser influido por la música. No importa que la teoría musical pitagórica sólo empezara después a fundamentarse científicamente: los comienzos de la valoración ética se remontan a épocas anteriores. Los escasos puntos de apoyo existentes no permiten reconstruir con exactitud como se produce la evolución. Los sobrenombres que se utilizan o las distintas harmonías de Stesícoro, Laso y Píndaro no son suficientes, por no ser testimonios unívocos. Las referencias al ethos que aparecen en la poesía suelen aludir al estado de ánimo más que a la moralidad. Para ejemplificar esta idea nos remitimos al trabajo de Warren Anderson en el New Grove. (11) El poeta Terpandro (comienzos del siglo VII) describe Esparta como el hogar de “la Musa de voz clara y la justicia” ( Edmonds , frag.6), pero no establece una conexión íntima entre los dos factores. Varias décadas después, otro poeta espartano, Alcman (670-630 a.C) defendió que Apolo tocaba el aulós; y a principios del siglo VI, Stesícoro escribe “encontrar delicadamente una melodía frigia” para cantar a las Gracias en primavera. Estos dos últimos testimonios nos indican que en aquel tiempo los espartanos atribuían tanto al aulós como a la melodía frigia un carácter tranquilizador, delicado y alegre. Las opiniones atenienses posteriores serán opuestas (exceptuando a Platón). Es evidente que las características asignadas a cada modo o instrumento podían variar según la época y el lugar. A pesar de todo se puede dar por seguro que en época de Damón (2º mitad del siglo V) estaba ya formada una teoría sistemática, recopilada y posiblemente organizada por él, que podemos conocer a través del testimonio de Platón y de autores posteriores.
Sócrates en la Politeiea de Platón al tratar de la música conveniente para su ciudad (398 c ss.) cita el nombre de Damón. Luego hay nuevas referencias a él al hablar de la valoración de los cambios en la música: según Damón los tropoi musicales van siempre mano a mano con cambios políticos más profundos. Filodemo en su escrito sobre música habla de como Damón creía en que la música conducía a la Areté y en consecuencia debía tener un puesto importante en la educación. Aristides dice que Damón y su escuela mostraba que mediante las melodías se creaban en los jóvenes actitudes morales o se reforzaban principios ya existentes. Según Ateneo (Deipnosophistoi 14, 628 c) la escuela de Damón vio el origen de cantos y danzas en los movimientos del alma. En suma, son testimonios de segunda mano los que nos permiten reconocer las directrices de la doctrina de Damón. Las frecuentes referencias a él incluso en época tardía prueban su efectividad. Por las teorías de Damón sobre el rol de la música en la educación se puede suponer que era un componente esencial en la formación de la juventud. Como mencionamos anteriormente es difícil de precisar desde cuando empieza a hacerse efectiva esta realidad. Según Lasserre (Plutarco 22) en Esparta se puede pensar que antes de las primeras Karneas. En Atenas sería después. En la Atenas de fines del siglo V era ya una tradición arraigada la inserción de la formación musical dentro de la educación, esto se refleja claramente en las comedias de Aristófanes; el aprendizaje de canciones en las harmonías transmitidas por los padres figura en la misma línea que la aclimatación de una conducta honesta. Frente a ello se contraponen las innovaciones de un Phrynis o un Kinesias que son rechazadas como deformaciones artificiosas. A la vez se desarrolla una tendencia opuesta fundamentada en la desvalorización de la música como elemento educativo. Un reflejo de esta corriente es el Papiro de Hibeh (de autor desconocido, probablemente del siglo IV a.C), donde encontramos estos argumentos: “Dicen que algunas melodías hacen a los oyentes temperantes; otras los vuelven juiciosos; otras, justos, valerosos o viles, y no saben que ni el genos cromático podría hacer tornar viles ni el enarmónico valerosos a quienes los emplean en su música” (12). Se lanzan aquí mordaces ataques contra la gente que se autodenomina “harmonikoi”(armonistas): aunque no son músicos ejercitados se adjudican juicios de alabanza o censura sobre melodías y géneros tonales. Si esta extrema repulsa de la valoración ética de la música hubiera tenido en torno al 390 asentimiento general, el autor del discurso no habría tenido motivo para criticar y mostrar su sorpresa..
Las obras de Platón reflejan que desde la época de Damón había cambiado junto con la música también la actitud ante ella. Está profundamente convencido del poder ético de la música y por lo tanto le concede un gran papel en su Estado. Su postura básica queda clara en un largo pasaje de Las Leyes (700a-701b) donde examina críticamente el desarrollo de la música y lamenta que a partir de una originaria regulación más estricta se haya llegado a una libertad musical mezclando géneros; ello trasciende a otros ámbitos de la vida. Lamenta que el placer auditivo se haya convertido en criterio. Frente a ello su propia concepción es estricta. La música como todas las artes, pertenece al ámbito de la mímesis ( La República 392 d)en una ciudad ideal se debe poner sumo cuidado en que nada malo o nocivo sea imitado. De ahí que en la elección de las harmonías haya que dar de lado a todas aquellas relacionadas con lamentos, blandura, vida perezosa, embriaguez etc. Quedan por tanto únicamente dos: la doria, como esencia de la expresión de una masculinidad valiente y guerrera, y la frigia, como expresión de la vida en paz (esta es la excepción de la que hablábamos antes). De los instrumentos se rechazan los de muchos tonos, entre ellos el aulós. Sólo la lira y la cítara se dejan en la Ciudad. En todo caso, para los pastores en el campo, la syrinx. De los ritmos sólo se aceptan los que corresponden a una vida ordenada y esforzada. Si en La República se elaboran el sentido y la función de la música, en Las Leyes se prescriben uno por uno los ámbitos de su empleo. También aquí está todo regulado: los poetas deben someter sus obras antes de publicarlas a la revisión de los peritos puestos para ello; incluso de la poesía antigua hay que eliminar lo de inferior calidad.( Las Leyes801 a). En la educación musical de los muchachos canto y acompañamiento deben sonar homófonos; los adornos y las modulaciones están prohibidos porque inducen al alumno a la confusión. También la acción musical de los adultos está regulada. Como géneros poéticos son sólo admitidos los himnos a los dioses y los encomios (alabanzas) a héroes u hombres destacados. ( La República 607, Las Leyes 801e) Es importante el conocimiento de las peculiaridades de los distintos elementos musicales, ya que deben de ser combinados correctamente, de modo que, una canción para libres no tenga un ritmo para esclavos etc. La música sin palabras está prohibida.
Aunque Platón se ocupó también de aspectos teóricos de la música como muestran en parte sus alusiones críticas a los pitagóricos ( La República 531a ss.) y su organización de las escalas ( Timeo 35 a ss.) Sin duda en las teorías de Platón se ve un claro influjo de Damón; toma las bases de él elaborando su doctrina desde sus propios puntos de vista. Aristóteles parte en el empleo de la música dentro de su Ciudad ideal del sistema de su maestro, pero se diferencia de él en aspectos importantes. Sus observaciones respecto a este tema están concentradas en el libro octavo de La Política . La dedicación a la música es importante: por un lado sirve a la diversión y al recreo, como un ocio enriquecedor y por otro lado tiene un valor especial de poder influir sobre el ethos y el alma. Sus homoiómata (sustantivo de homoios; expresión que frente a la mímesis de Platón no tiene un carácter desvalorizador) de afectos como cólera, clemencia, valor etc, causan en nosotros los mismos estados que los afectos en la realidad. Dicha capacidad de influjo espiritual debe aprovecharse para la educación. Para la educación del carácter joven no basta, sin embargo, la simple audición de la música; sólo por la propia ejercitación se puede adquirir una efectiva capacidad de juicio sobre el valor moral de melodías y rítmos. Sólo se trata de conseguir unos niveles básicos, el objetivo no es la profesionalización musical. El aulós y los demás instrumentos técnicamente complejos hay que alejarlos del ámbitopaideútico (ámbito de la paideia , de la educación) Su ejecución está permitida allí donde tiene que tener un valor catártico (esta función es adjudicada ahora, a diferencia de Platón, explícitamente a la música) y también en las representaciones públicas. En estas el plano ético-musical no necesita quedar más alto que el correspondiente al de los oyentes del pueblo. Hay que tener un especial cuidado en la elección de harmonías y ritmos cuando se emplean en la educación. Las melodías bajo referencia a los filósofos y a los contemporáneos “musikoi”, se dividen en “éticas”, “prácticas” y “entusiásticas”. A la educación pertenecerían las más éticas. Mientras que sus fuentes propugnan una harmonía especial para cada tipo de melodía, Aristóteles no separa tan drásticamente. En la ejecución llevada a cabo por profesionales se pueden emplear las prácticas y las entusiásticas.“Etica” es
en especial la dórica, pero se pueden admitir otras armonías. Se critica en este pasaje a Sócrates que en La República dejaba al lado de la doria sólo la frigia, mientras rechazaba el aulós: esto parece un contrasentido pues lo peculiar tanto de la harmonía como del instrumento es lo orgiástico y lo pasional (en esta valoración de lo frigio coincide Aristóteles con todos los testimonios atenienses conservados, la opinión de Platón, que considera lo frigio como expresión para la vida ordenada en libertad, es única). El texto conservado de La Política no trata los ritmos. Para Aristóteles los efectos éticos de la música son importantes, pero, a diferencia de Platón, no los considera únicos aunque sean los más nobles. Junto a lo educativo, hace valer sin reparo alguno los efectos de diversión y relajamiento. En el ámbito de las reuniones públicas renuncia a la limitación de los elementos musicales, reconociendo una función catártica. Los presupuestos filosóficos y pedagógicos expuestos en La Política son similares a los de La Poética : “el arte es imitación y suscita sentimientos; por ello es educativo, por cuanto el artista puede escoger, del modo más oportuno, la verdad a imitar e influir así sobre el espíritu humano”. (13) El beneficio moral que se puede obtener de la música pasa a través del mecanismo de la catarsis. Aristóteles no especifica de qué se trata, pero podemos entender la catarsis como una especie de medicina homeopática. Como indica Tatarkiewicz, ya en el siglo V a.C. se tenía la convicción popular de que la música y la poesía creaban una s reacciones violentas y extrañas en la mente, produciendo un estado en el que las emoción y la imaginación superan a la razón. Estas experiencias provocan una descarga de emociones. La fuente de placer no está en las emociones en sí, sino en su expresión. Se ha indicado que esta idea la introduce Aristóteles en La Poética como una influencia de autores precedentes. Sin embargo, si nos fijamos en su aplicación como un intento de defender la poesía, la teoría catártica sería específicamente aristotélica. Frente a la condena de Platón por su acción irracional, Aristóteles alega que la poesía no intensifica las emociones sino que las descarga. Se trata de una teoría que atañe exclusivamente a la poesía y a la música. (14) Nos podemos preguntar hasta que punto la educación a través de la música, tomada sin duda en serio en el siglo V, se seguía practicando en la época de Platón y Aristóteles. Signos de su disminución son criticados ya por Aristófanes, pero la convicción de que la música posee la capacidad de influir sobre el alma se mantiene largo tiempo. En el plano de los planteamientos filosóficos siguen en pie largo tiempo las doctrinas de Platón y Aristóteles.
Heráclides Pontico se extiende ampliamente al tratar el nacimiento y el ethos de las harmoniai y su empleo. En Teofrasto encontramos doctrinas ya atestiguadas por Damón (la mutua correspondencia y relación entre música y movimientos del alma): los movimientos psíquicos (alegría, dolor, entusiasmo) son el origen de la música, pero la música a su vez mueve el alma y la libera de los males que le han producido las pasiones. Habla derhyehmizein (someter a ritmo) el alma mediante la música, o sea poner el alma en una ordenación rítmica. Esto está relacionado con la afirmación general de que de todas las impresiones sensoriales, sólo aquellas que nos llegan por el oído son capaces de producirnos excitación psíquica. Teofrasto cree en los efectos terapéuticos de la música sobre enfermedades corporales. La posición de Aristóxeno es contraria a las doctrinas, que fundamentándose en Damón, consideran a la harmonía como la base de la educación moral. De la misma forma rechaza el método de los pitagóricos únicamente fundamentado en la abstracción de las relaciones numéricas. Sin embargo tampoco considera válido dar un valor absoluto a las sensaciones subjetivas. La posición de Aristóxeno, por lo tanto es de equilibrio entre estas dos tendencias contrarias: Debe de ser la música en su totalidad a la que se le atribuya un efecto ético y pedagógico. Da preferencia a la música clara y simple de los antiguos sobre la enmarañada música nueva que triunfa en los teatros (en este punto se mantiene en la línea de Platón y Aristóteles). Una característica especial suya es la queja sobre la desaparición del género enharmónico al que considera el más venerable y hermoso. Realiza observaciones sobre el establecimiento y el carácter de las diversas harmonías y sobre la organización de la enseñanza musical. Esta debe atenerse a las maneras de los antiguos artistas y la filosofía debe ser su acompañante indispensable, ya que nos capacita para juzgar sobre lo conveniente y lo útil en la música. Sólo unos pocos tropos , los apropiados para la formación de un buen carácter, deben formar parte de la enseñanza. Son interesantes las referencias que hace a los límites de la pura doctrina armónica-rítmica: estas ramas de la ciencia proporcionan el conocimiento de las distintas formas de manifestación; hecha en falta, en cambio, una referencia a la capacidad de combinar consecuentemente todos estos elementos, de modo que se le de a una composición el carácter deseado, su ethos. Tenemos que tener en cuenta que un sistema (un tetracordo, una escala) no es lo mismo que una melodía que se sirve de ellos. La tarea del
artista es combinar y mezclar correctamente los elementos. modificación de uno sólo de los componentes cambiaría el ethos.
La
Este aspecto es importante ya que constituye una diferencia con sus predecesores: si en los primeros testimonios se hablaba siempre de un ethos inherente por naturaleza a las harmonías y ritmos, aquí se niega eso explícitamente y se asigna la creación del ethos al compositor. El libro XIX de los Problemata contiene algunas referencias: entre los objetivos de la percepción sensual sólo los audibles tienen un ethos (esto ya lo decía Teofrasto). Diógenes de Babilonia dedica una obra completa al valor de la música. El estoico toma múltiples ideologías de sus predecesores, pero las reelabora en el sentido de su escuela. Junto al valor de la música en los ámbitos más importantes, en el culto divino, en la educación de la juventud, elogia su utilidad para casi todos los ámbitos de la vida y su capacidad para potenciar todas las posibles virtudes y capacidades. La idea de que elkinein (moverse) es una propiedad destacada de la música reaparece. Hace una distinción entre diversos tipos de posibles percepciones: una natural que distingue en la música cualidades como ruidoso y silencioso; otra que se adquiere en la formación (epistemoniké aisthesis ) y que puede establecer lo bueno y lo flojo de una composición y una última que al escuchar produce el disfrute o el rechazo. Aparecen con ello puntos de vista que dejan fuera de atención los valores éticos y que modernamente se califican de estéticos, pero esto parece ser una excepción en Diógenes. Filodemo lo critica duramente. Atribuye los efectos de la música sobre el hombre al texto de la composición o a otras condiciones acompañantes. Todo lo que la música puede suscitar es alegría y diversión ( terpsis, hedoné ) y a través de ello, ocasionalmente, alivio en el trabajo. El melos en sí es irracional, y no puede influir en los estados de ánimo. A pesar de la época relativamente tardía de Diógenes y Filodemo, las opiniones contrapuestas de ambos autores son importantes como exponentes de dos directrices: en época helenística se mantiene la creencia en el influjo moral de la música pero coexiste con la opinión contraria, que sólo reconoce en la música goce para el oído. Abert considera a los sofistas como primeros impulsores de esta directriz que niega a la música su tradicional poder. Esta línea pasaría más tarde a través del Papiro de Hibeh a Epicuro y Filodemo.
Se escapa a nuestro conocimiento como se repartía el peso entre ambas direcciones. Pero si juzgáramos por el número de testimonios, ganarían los éticos. En Ps. Plutarco encontramos una recopilación de autores que siguen esta valorización ética; también otros teóricos tardíos como Ptolemaios y Aristides Quintiliano ( Sobre la Música , libro II) se ocupan del tema. Ptolemaios, en especulaciones filosóficas que se remontan a escuelas distintas, compara intervalos y géneros tonales con distintas fuerzas anímicas y virtudes. Trata especialmente el efecto de las distintas alturas tonales y metabolai (cambios) sobre el alma. Aristides ofrece datos detallados sobre el empleo educativo de las distintas harmonías que influyen sobre los caracteres. También desarrolla el aspecto rítmico. Su obra contiene una doctrina rítmica más avanzada que la de Aristóxeno. Además destaca por la claridad y el carácter sistemático de la exposición. En el segundo libro de su tratadoSobre la Música considera la función paidéutica de la música y en general los efectos que los diversos tipos de música producen sobre el espíritu humano. Trata la parte práctica de la música, es decir, la que actúa sobre el alma: la composición y la interpretación. La función principal de la música es educar, modelar el ethos. Plantea cuestiones que se desarrollan a lo largo de todo el pensamiento de herencia platónica. En la aplicación concreta de tipos de música a ethos determinados parece remitirse a Damón. Continua la idea de la acción directa de la música sobre el alma que se encuentra en las tesis pitagóricas que ponen en relación la música, el número, el alma y el cosmos: “Tampoco podremos saber nada de la educación mediante la música sin conocer primero el alma, de cuyo cuidado se ocupa por entero”. (15) El poder ético de la música reside en su especial capacidad de actuar sobre lo irracional a través del placer. Es el instrumento más eficaz para reconducir las pasiones: “no era posible educar a los excesivamente jóvenes con palabras puras, que sólo poseen la advertencia carente de placer [...] Las causas de la eficacia de la música son evidentes. Nuestro primer aprendizaje se produce por medio de semejanzas, que descubrimos atendiendo a los sentidos” (16). Aristides Quintiliano, a diferencia de Filodemo, admite la existencia de un ethos aún para la pura melodía, pero considera la unión de poesía, melodía y danza como la forma artística más completa y más útil para la educación. (17) En la dirección contraria encontramos al escéptico Sexto Empírico cuyo punto de partida es parecido al de Filodemo. CONCLUSIÓN
Aunque la relación entre la música y los afectos se remonta a épocas anteriores, se considera la escuela pitagórica la primera en poner la música al servicio de la educación y de la formación del alma. En la segunda mitad del siglo V ya existía una teoría sistemática sobre el poder ético-educativo de la música probablemente organizada por Damón. Será Platón quien la complete con una concepción estricta sobre el papel de la música en el Estado quedando todo perfectamente regulado. Aristóteles introduce un aspecto nuevo con respecto a su maestro: la música como un ocio enriquecedor. Los efectos de diversión y relajamiento se insertan en la educación. La existencia de una postura contraria a la doctrina del ethos queda ejemplificada con elPapiro de Hibeh (siglo IV a.C.). Sin embargo la convicción del poder de la música para influir en el alma se mantiene largo tiempo. Autores como Heráclides Póntico, Teofrasto, Aristóxeno y Diógenes de Babilonia, aunque con planteamientos particulares, atestiguan esta continuidad. En el Helenismo la directriz marcada por el Papiro de Hibeh estará representada por Epiduro, Filodemo y Sexto Empírico. Como señala Comotti en la disputa entre quien niega el valor ético la mousiké , considerando melodía y música como meros instrumentos placer, y quien le atribuye una función educativa, están latentes mismas motivaciones de carácter moralista y racionalista que polémicas sobre la relación música-poesía de los siglos XVII y XVIII. (18)
de de las las
Nos podríamos plantear qué queda hoy del influjo moral de la música o a quién deberíamos dar la razón: a Platón y Aristóteles o a Filodemo y Sexto Empírico. Quizás en el punto medio esté la respuesta. Podemos afirmar que la música tiene un efecto psicológico y que posee valores educativos. Pero debemos ser escépticos frente a la afirmación de que unas determinadas cualidades o caracteres pueden ser promovidos o cambiados mediante una determinada sucesión de tonos en un ritmo concreto. Esto no quiere decir que la música no pueda producir tristeza, alegría, tranquilidad etc. las circunstancias en que se está acostumbrado a oir determinado tipo de música o también la ocasión en que una música se oyó por primera vez juegan un papel fundamental. 7. BIBLIOGRAFÍA Barker, Andrew. Greek Musical Writings . Cambrige: Cambrige University Press, 1984.
Comotti, Giovanni. La música en la cultura griega y romana . Historia de la música, vol.1. Madrid: Turner, 1986. Fubini, Enrico. La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX . Madrid: Alianza Editorial, 1988. García López, J. “Sobre el vocabulario ético-musical del griego”, Emerita , XXXVII(1969), p. 335-352. García Valdés, M.(ed.). Plutarco. Obras morales y de costumbres. Madrid: Akal/Clásica, 1987. Luque Moreno, J. “Música celestial: Astronomía y Psicología en la teoría musical de los romanos”, Astronomía y Astrología. de los orígenes al Renacimiento . Madrid: Ediciones Clásicas, 1992, p.111-142. Michaelides, S.. The Music of Ancient Greece. An Encyclopaedia . London: Faber&Faber, 1978. Neubecker, A. J.. Altgriechische Musik. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1977.
Eine
Einführung .
Darmstadt:
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