Revista
Bicicletadepapel
BicicletadePapel
Revistadeliteraturainfantilyjuvenil
Direccióngeneral:EstefaníaCea
Asistenteeditorial:PatriciaGonzález
Contacto:labicicletadepapel@gmail.com
Redessociales
@Revistabicicletadepapel
Ilustraciónportada: LucianaFeito
Nombreilustración:"Chaschas" País:Argentina @lufeitoilustracion
Colaboradores:
EduardoH.González,OneidaPérezFuentes“Ofly”,JulioJiménezSánchez,IsabelBermejo, XimenaDeLaMoraGonzález,EugeniaRománRueda,LucianaFeito,ShirleyAndrade,Alex Ferrer,IdaniaRodríguezGonzález,MónicaValeriaMansilla,EstérGarcía,RuizRiosYussef, SamuellMartínez,BarbarellaD´Acevedo,DamarysGonzalez,LauraMartínOsorio,Renzo Castro,JuliaYepjenRamos,HecmayCordero,ManuelSerrano,GenaRamAri,DavidLazzuri.
Octubre2022.RevistaAnual.Todoslosderechosreservados©2022
Zapopan,Jalisco.México.
índice
Carta Editorial
02
POESÍA NILUSTRACIÓN ARRACIÓN
05
11
La mariposa del invierno Miguel Gavilán
Gatito mío. Mónica Mansilla.
20 Aprender. Oneida Pérez Fuentes “Ofly".
21 Grillo. Eduardo H. González.
22 Ronda de primavera. Julia Esther Yepjen Ramos.
27 Barco de papel Isabel Bermejo
28 Chas, chas. Eugenia Román Rueda.
36
37
Circo de vegetales
Laura Martín Osorio
Querido verano Esther García González
03
Otro cuento de la imaginación Yussef Ruiz Ríos
11
Gatito mío. Walter Eusebio.
04
06
Cartas a un artista. Ximena De La Mora González.
El ajolote salvador. Alex Ferrer.
11
Casa de la abuela. Gena RamAri.
38
39
La vuelta a la escuela Esther García González
La copa del árbol. Damarys González Sandoval
08
La noche. Renzo Castro.
10 Julia quiere ser pintora. Manuel Serrano Funes.
27
Barco de papel. Isabel Bermejo
28 Chas, chas. Luciana Feito
37
38
Querido verano. Mario Gargon.
La vuelta a la escuela. Mario Gargon.
12
Otra manzana. Barbarella D'Acevedo.
19 Luces verdes. Idania Rodríguez González.
23
24
Una bruja calurosa. Hecmay Cordero Novo
Aquilino, El Hombre Bala. Julio Jiménez Sánchez
30 Corazón de llama. Shirley Andrade Andrade
39-40 David Lazzuri
40 Lego Samuell Martínez
Hola, pequeño, y a veces, no tan pequeño lector. Te damos la bienvenida a esta segunda edición de la Revista Bicicleta de Papel. Aquí inicia un recorrido muy especial, donde a través de las páginas de esta bicicleta... espera, ¿Cómo que no sabías que esta publicación es una bicicleta? Suena un poco extraño, ¿verdad? pero no te preocupes, las personas que estamos detrás de este proyecto no se nos ha zafado un tornillo, al contrario, te vamos a contar el secreto para que aprendas a andar en esta bicicleta, cuyas páginas contienen una aventura entre luces verdes, gatos, princesas que quieren ser más que princesas, ajolotes valientes y mucho más.
Lo que tienes que hacer, es muy sencillo y se lo puedes enseñar a todos los que quieras: es tomar esta bici muy fuerte de sus páginas-manubrios y convertirte en el protagonista de uno de estos cuentos o poemas. Elige uno, al azar y que sea tu aventura. Cierra los ojos un momento e imagina la historia, verás que en unos minutos habrás hecho la aventura tuya. Ahora ve, y cuéntaselo al adulto que más confianza le tengas. Susurra este secreto, cuéntalo muy abajo al oído, recordando siempre que esa historia, como la visualices siempre será tuya, de aquí hasta muchos, muchísimos años más.
Ahora bien, queremos que sepas que este número va dedicado especialmente a ti, nuestro lector. Así mismo, lo dedicamos también a cada uno de los colaboradores de esta edición, pues el poder de las palabras y las imágenes es tan grande, que nos convierte a todos en cómplices de esta nueva ruta de bicicleta; pues este número quiere ser el viaje de bicicleta que recuerdes con valentía, cariño y sentido de aventura.
Otro cuento de la imaginación
Por Yussef Ruiz Ríos. Ecatepec, Estado de México, México.
—La luna se quema—
grita Lupita, no la más popular de los niños, no la más querida.
—La luna se quema— repite. —por eso está toda hinchada y amarilla —
—No seas boba— le dicen sus amigos.
—No seas tonta— le dicen sus padres a Lupita.
—No seas ingenua— le dicen sus maestros.
Pero Lupita no es ingenua, boba, tonta o distraída. La niña vio la luna achicharrarse en una noche de invierno, solo que la gente no le creía.
Veinte años después de la dichosa luna en llamas, Lupita, la ahora llamada Guadalupe, publica, en un libro recopilatorio de cuentos para niños, un relato llamado “La luna se quema.” En la dedicatoria que yace bajo el título, se lee lo siguiente: Para Lupita.
Guadalajara, Jalisco. 10 de abril del 2022.
Cartas a un artista:
Para tener tan poquitas letras, la palabra arte es grande. Yo pude haber sido una gran artista, pero no lo intenté porque me quedaban grandes los museos y mis obras eran pequeñitas, entonces me imaginaba que quedaría un espacio enorme a los costados de las paredes.
Tampoco lo intenté porque para ser honesta, nunca entendí lo que significaba el arte; el réquiem de Mozart es arte, las pinceladas de Van Gogh son arte, eso es seguro. Pero ¿Cómo se hace el arte? Esta era la pregunta que más me hacía y me quedé a la mitad de su respuesta, nunca dejé de escribir, de pintar o de actuar; pero la otra mitad se me perdió, me decía que lo hacía por diversión, por pasar el rato.
Hoy que estoy a punto de retirarme como una no artista, me doy cuenta que todos los museos tienen grandes paredes en blanco y que lo que tenemos en común, Mozart, Van Gogh y yo, es que hacemos arte. La otra mitad de la pregunta no tenía respuesta, solo necesitaba espacio, que habrá de ser llenado con más intentos y más fracasos, los mismos que tuvieron el resto de las grandes artistas.
Entendí que arte tiene tan poquitas letras porque son simples las cosas que se vuelven artísticas; así que ahora voy pegando esta carta en las paredes vacías de los grandes museos, para que las pequeñas personas sepan que arte se hace con esto que hacen, eso que intentan y sobre todo eso que dejan plasmado cuando sienten.
Si llegas a encontrar esta carta, te aconsejo que después de tu nombre pongas la palabra artista y me cuentes que encuentras.
Atentamente, el nombre de la no artista.
Cartas a un artista:
Por Ximena De La Mora González.
El ajolote salvador
Alex Gabriel Ferrer SuárezEdad: 10 años Caracas, Venezuela.
Había una vez un ajolote llamado Alex que tenía una vida feliz en Ajolotelandia, la cual estaba ubicada en lo más profundo del Lago de Chihuahua, en México. A él le gustaba comer crustáceos, larvas, gusanos y babosas.
Un día, salió a buscar comida, pero vio a un ejército de tilapias que nadaba en dirección a su hogar. El ejército enemigo era liderado por una tilapia llamada Samuel. Alex huyó y las tilapias lo siguieron hasta Ajolotelandia. Los peces empezaron a destruirlo todo y ocuparon la ciudad. Los ajolotes huyeron a la superficie. Pero no sabían que Samuel y algunos de sus secuaces podían respirar fuera del agua, por lo que la persecución continuó hasta la costa.
Entonces, Alex improvisó un plan. Guío a sus compañeros a una zona donde había pescadores. Samuel y su ejército cayeron en la trampa.
Los pescadores atraparon a miles de tilapias. Luego, las vendieron en el mercado, por lo que fue así que, Samuel y sus compinches, se convirtieron en “tilapias a la parrilla”.
El resto del ejército de tilapias escapó al enterarse que su líder había sido cocinado.
De esta manera, Alex y el resto de los ajolotes pudieron regresar para reconstruir su ciudad.
oche
Castro.
. C.A.
El manto nocturno cobija todos los tejados, balcones, todos y árboles, mientras en las calles los faros se encienden, y un millar de luciérnagas iluminan las laderas y su arquitectura de hojas.
La hora de dormir llega, son las 8:00 p.m.; el melodioso tic- tac del reloj lo indica. Juan da pequeños bostezos, sus párpados ya le pesan, y cae sobre su almohada esponjosa, a la par que sobre su cama, su gato, el Sr. Barbas en la esquinita se posa. Tiene largos bigotes y cola esponjosa, su ronroneo es afinado, y pelaje es suave. Bostezo tras bostezo Juan cae tranquilo. Dormido yace, en tanto, sueña con un gran viaje.
La noche tranquila es, con viento silbante entre el ramaje. Por la ventana un ruido de búho pasa. Desde el patio los grillos dan su concierto, y Juan por el cielo surca con su barco colorido, es un mar blanco, de nubes algodonadas como su almohada, él en su cabeza lleva un gorrito de papel y entre sus pies en tropel pasa de un lado a otro el Sr. Barbas, quien mira hacia el cielo donde las estrellas danzantes flotan sobre ellos. A estribor se dirige en su barco el buen marinerito; surca el mar blanquecino, preparando su red y frasco para meter las estrellas que ha de atrapar y de popa a proa el barquito han de iluminar.
El gatito maúlla, el barco con sigilo se aproxima a las estrellas, Juan estira la red y atrapa una ellas. El señor Barbas da saltitos de felicidad mientras con su nuevo farolillo iluminado ya el barco está. Cantan bellas canciones de marinos, beben y comen embelesados leche con galletas. Es de noche y hay luna llena, la ciudad ya en silencio está, en tanto Juan en su cama feliz sueña, y sigue canturreando cancioncillas de marinos, atrapando muchas estrellas, mientras en su barquito zarpan a descubrir más cosas bellas.
Julia quiere ser pintora
Por Manuel Serrano Funes. Valencia, España.
A Julia le gusta pintar, pero dicen que le salen mal los dibujos. Ayer hizo un coche y la seño le preguntó que qué era eso. También una mesa preparada para comer con las patas torcidas, los vasos parecían platos, los platos cucharas y las cucharas, charcos.
Cuando volvió a casa se lo dijo a su mamá. Julia lloraba de pena. Mamá buscó un libro en la estantería: Dalí.
Julia se puso muy contenta al ver que ese señor pintaba como ella.
Gatito mío
Por Mónica Mansilla. General Deheza, Córdoba. Argentina
Ilustración por Walter Eusebio. General Deheza, Córdoba. Argentina.
Mi tierno gatito, color dulce miel, duerme de a ratitos.
Abre un ojito, abre el otro ojito, respira despacito y se tira a mis bracitos..
Casade la abuela
Por Gena RamAri. Monterrey,N.L. México
Otra manzana
Por Barbarella D'Acevedo. Cuba.
El Hada Madrina le ha regalado un vestido como lo desearían todas las niñas del mundo. Los zapatos de ligera plata esperan que los pies los calcen. La princesita mira una y otra vez el vestido, los zapatos…
El hada se ha marchado ya. Unas pocas horas faltan para el baile. El palacio entero se viste de gala. Las cortinas de terciopelo de la semana pasada han sido sustituidas por unas más relucientes. Las paredes han recibido un nuevo baño de oro. Todo es actividad en el palacio. Los sirvientes caminan de un lado para otro, dando los últimos detalles. El rey y la reina reposan en sus habitaciones y se preparan para la gran hora.
– Muy pronto tu vida cambiará por completo– le ha dicho el hada a la princesa.
Qué alegría ser princesa y vivir en un palacio y tener una madrina con poderes mágicos.
Qué dicha ser princesa y ser pretendida por príncipes y reyes del mundo entero. ¡El sueño de cualquiera!
Tres días se han organizado de bailes. Serán suficientes para que la muchacha encuentre al señor de sus sueños, pues pronto comenzarán a llegar príncipes de todas partes.
Pasa la princesa su mano por el traje de papel de colores, lo acaricia y de pronto el papel le provoca un corte en un dedo, minúsculo, apenas sale una gota de sangre que la joven observa hipnotizada. Al instante llegan sus doncellas, tintineantes ellas también, como el hada.
– Hoy va a estar más bonita que nunca.Una ayuda a vestirla y a calzarla. La tercera peina a la joven princesa, que entretanto permanece callada, pensando, como en otra parte.
A su entrada al baile todos la celebran. Nunca los príncipes reunidos allí han visto una belleza semejante; El príncipe de Acullá y también el de Más Allá. Y la princesa danza con ellos y contempla en la danza a cada
cada uno de sus pretendientes. Son bonitos estos príncipes perfectos. Y también serán perfectos y bonitos sus corazones y palacios.
El baile es un festín de lujos. Mil sirvientes les dan a probar delicias a los invitados. Los reyes miran a su hija bailar y recuerdan
el día en que ellos mismos también lo hicieron.
Solo hay un momento de tensión en el baile. Un enano sale de quien sabe dónde. Se acerca a la princesita y le ofrece una mano callosa. El instante confuso termina felizmente pues la joven accede y baila tranquila en brazos del pequeño.
La reina se pone blanca, el rey no entiende por qué la Guardia Real ha sido tan descuidada al dejar entrar a palacio a tal intruso. Disimula su enojo como buen anfitrión pero al acabar el día el jefe de su escolta recibe un regaño.
El enano antes de irse susurra algo y la joven lo escucha pero no entiende pero luego olvida las palabras confusas.
La noche llega a su fin. La princesa se retira a sus habitaciones. Se sienta en el piso frente al espejo grande. Ante sus ojos, se deshace el vestido del hechizo de su hada madrina.
– Espejito, espejito. ¿Quién fuera otra cosa?
Y no princesa. – dice en un bostezo, pero el espejo no responde. Ella se queda dormida en el suelo y una lágrima se seca en su mejilla.
Su madrina la despierta con un beso en la mañana. Es muy linda esta hada que le ha tocado por suerte.
Y muy eficaz en sus labores. Nunca le ha pedido nada y sin embargo…
– Mira el vestido hermoso que he creado para ti. – Dice antes de marcharse presurosa como siempre. De nuevo se repite la rutina del día anterior. La princesa, acaricia la vestimenta, esta vez de suaves pétalos, perfumados y rojos. Sin embargo, casi sin querer, arranca unos pétalos, y los aprieta en una mano.
Las doncellas al verla sonríen como niñas. Presurosas la visten mientras parlotean sobre los ojos hermosos del Príncipe de No Se Sabe Dónde y la voz dulcísima del Soberano De Allende Los Mares. Una cose los pétalos caídos. La princesa escucha callada y ya vestida y perfecta vuelve a bailar en los brazos de todos. Se diría lejana, algo distante, aunque no por eso menos hermosa. Los reyes no caben en sí de alegría. Imaginan a la hija prontamente casada y feliz para siempre.
Esta vez cada príncipe aprovecha su turno para ser galante y llenar los oídos de la joven con palabras dulces.
Sin que nadie sepa cómo, aparece en la fiesta un niño, en traje de jardinero, con los pies sucios de tierra, y una rosa blanca entre las manos.
El baile se interrumpe. Se escuchan murmullos. La Reina se disgusta con la nueva intrusión que hace menos perfecta su fiesta.
El rey mira con furia al jefe de la guardia y el hombre, en su armadura, casi tiembla. ¿Qué hace este jardinerillo en el palacio? Solo la princesa no pierde cordura, ni belleza.
Y cuando el muchachito se le acerca, dice algo muy bajito que nadie oye, y ella le acepta la flor con una reverencia. Todos bailan otra vez y la noche parece que vuelve a ser perfecta. Los príncipes conquistan con frases bonitas a la princesa. Pero ella no atiende, son muchos los giros de los bailes y con ellos, deja volar los pensamientos.
De regreso a su cuarto la princesa llora ante su espejo donde se ve tan bella, y piensa en si no lo fuera tanto, en si
no fuera perfecta, ni princesa, ni viviera en un castillo.
– Ay espejo, que nada respondes. – Dice y desespera. Antes de quedarse dormida su traje se marchita, y se convierte en nada. La flor del niño jardinero logra en quedar viva un poco más entre sus manos.
Ya es el tercer día. –El gran día. – Anuncia el hada al amanecer. La princesa despierta y su corazón late más aprisa que nunca. Un nudo en el estómago le confirma que es el Día, como le advirtiera su madrina antes de desaparecer. El vestido es más magnífico que los anteriores. Está hecho de plumas y es de un blanco perfecto. Parece de boda más que de baile. ¡Y los zapatos de cristal! Vestida, la muchacha baja al salón donde la esperan todos. Hoy habrá de elegir al príncipe de sus sueños.
La princesa vuelve a bailar pero esta vez no aguanta los deseos de regresar a su cuarto y por cada uno de sus pasos de baile derrama una lágrima ante todos los presentes.
Sus padres se exhiben disgustados.
Y para más molestias, de repente aparece un señor muy anciano, que como el enano de la primera noche, le pide a la princesa la mano para el baile. La muchacha todavía llorosa
lo mira y accede. Los brazos del anciano son un descanso. Al menos él no reclama de ella más nada que este baile.
El rey observa a la hija y se pregunta porque ha aceptado a tal persona para bailar teniendo a tantos príncipes a su alrededor, por qué aceptó al enano al primer día, o la flor del chiquillo. La reina se desmaya y a su lado se reúnen las doncellas.
El baile con el anciano termina. La princesa lo mira casi desesperada. Él entonces saca de una de sus mangas una manzana roja y se la ofrece. El aliento de todas las personas se detiene un instante.
El anciano le hace un guiño a la joven.
Ella no duda. Toma la manzana y la muerde. Su vestido de plumas cae al suelo. La vista se le nubla.
No escucha ya la música del baile. Su cuerpo se vuelve luz y luego ave.
Infinitas luces verdes aparecen de noche en los campos, juegan con ellas los niños, corretean de un lugar a otro, nada pueden hacer, escapan, ya no se ven, amaneció.
Aprender
Por Oneida Pérez Fuentes “Ofly VenezuelaEn la ramita del árbol cantaba un pajarito: ¡Toqui, toqui, triqui, tap!
Otro que estaba a su lado, no se pudo aguantar y preguntó a su par: ¿Por qué cantas diferente con un tono singular? Lo miró y avergonzado dijo: Es que aprendo a trinar…
¡Toqui, toqui, triqui, tap!
Grillo
Por Eduardo H. González Estado de México, México Asombrado miraste al niño brincando y de pronto…s a l t a s t e
ronda l está, ontentos parar.
Mil cuerdas de guitarra arrullan la canción y las risas de los niños como una bendición.
Una bruja calurosa
Por Hecmay Cordero Novo Cuba¡Basta ya! — dijo una bruja de nieve— .
Estoy cansada de tanto frío, de tanta blanca nieve y escarcha.
¡Tengo todo el tiempo granizada la nariz!
Mi bola mágica es de hielo, mi mejor hechizo es para congelar.
Todos mis trajes son níveos, mi trineo es de cristal.
Quiero limonada, tengo mucho frío, quiero ir a la playa, solo cae nieve.
¡No aguanto más!
Me mudo, me voy al trópico, al mismísimo Ecuador.
¡No pienso ser ni un segundo más la reina de las nieves!
Aquilino, El Hombre Bala
Por Julio Jiménez SánchezÁvila, España.
Al cierre de cada sesión del Circo Imperial actuaba Aquilino, El Hombre Bala. Desde un lado era lanzado hacia la cúpula del circo que había sido abierta de antemano.
Cada noche, como una bala, subía y subía, para después caer en una red; al mismo tiempo que de la boca del cañón brotaban, dependiendo de la vez, bolas de algodón, papelillos de colores o serpentinas volatineras.
Aquilino, con gesto elegante, continuaba su actuación unas veces en el trapecio y otras sobre el alambre; siempre deleitando al público con sus piruetas en el trapecio o sus equilibrios, sus saltos en el alambre.
Terminada su actuación se deslizaba por una soga hasta el centro de la pista para saludar al público y así sus oídos se llenaban del sonido de los aplausos,
Aquella noche Aquilino aumentó la carga de su cañón lanzadera y tras salir disparado, se le vio ascender raudo hasta casi perderse de vista.
En esa noche especial, de la boca del cañón brotó una lluvia multicolor de pétalos que exhalaban suaves y delicadas fragancias que inundaron el aire con un aroma que llenó de paz los corazones de los espectadores; paz que se veía reflejada en la amplia sonrisa de sus rostros.
En su ascenso, Aquilino se sintió como un pájaro ingrávido comprobando que sus apreciaciones eran ciertas: esta nube es un oso, esa de más allá un árbol, aquella se diría un tiovivo y así todas las demás.
En su caída, Aquilino, gracias a un movimiento ágil alcanzó una nube con forma de un airoso corcel. Con un armonioso y elegante galope, cabalgó la nube sujeto a sus espumosas crines hasta saltar sobre la red. Una vez en ella pudo escuchar los ¡¡¡ooohhhss!!! del público y un aplauso ensordecedor. Con los brazos cruzados sobre su pecho, se inclinaba y saludaba. Aquilino sentío entonces, que ese era el día más feliz de su vida como hombre bala.
Barco de papel
Por Isabel Bermejo. Granada, España.
Con lápices y tijeras hice un barco de papel que, con el viento, navega sin marino y timonel.
Va solo, surcando mares con su motor de ilusión; espuma y risas reparte, que alegran el corazón.
Barco de papel y sueños que hacen grande lo pequeño…
Chas chas
Por Eugenia Román Rueda Tunuyán, Mendoza, Argentina Ilustración por Luciana Feito Buenos Aires, Argentina.
Puedo saltar los charcosque deja cada nube y cantar por ejemplo:“Que lluevan de colores con risas y sabores lasgotas como espejos”.
Chas, chas, chas…
Las ranas con sus voces inundan las ventanas y los grillos hacen eco de aquella canción. Chas, chas, chas…
Puedo saltar los charcos que deja cada nube
Oír en cada salto el sobre mis pies y reír a carcajadas una y otra vez. chas, chas, chas,
Corazón de llama
Por Shirley Andrade Andrade EcuadorUna mañana brillante Julia, la llama, encontró el mar. La brisa salada se enredó en sus largas pestañas, alertándole que estaba finalmente en el lugar que por meses estuvo buscando. Julia, como lo hacen las llamas, nació en un páramo, rodeada de montañas vestidas de elegante verdecafé.
Las montañas la vieron crecer, pero desde muy temprano, a Julia se le metió una idea en la cabeza: vivir en el mar. Se imaginaba a sí misma saltando las olas, bebiendo agua de coco y enterrándose en la arena de modo que únicamente se le asomara la cabeza. Así que, cuando Julia creció lo suficiente para llevar en su espalda comida e ilusiones, se despidió de las montañas y caminó despacio, pero determinada.
En el camino a veces miraba hacia atrás, intentando medir la distancia entre lo conocido y el futuro; pensando si estaba más lejos de allá o de acá. Aun así, no retrocedió, de hecho, cada vez que llegaba la noche y se acomodaba para dormir tras alguna piedra, soñaba en el mar. En su viaje, Julia perdió una uña atravesando pantanos y carreteras, pero no perdió la fuerza. Durante varios días, el polvo fue su único cómplice, y el deseo de su corazón la brújula que la guío al océano.
¡Y ahí estaba Julia frente al mar!, inmenso y profundo parecía un universo celeste. La llama se sumergió de inmediato en el agua para atrapar las olas, por primera vez estaba frente algo más desafiante que las montañas. De repente, sintió un calambre que le llegó hasta la uña, que ya no tenía, y vio a una gelatinosa medusa que se alejaba riendo. —El mar no es para animales felpudos—le dijo la medusa, desapareciendo para siempre en la arena. Como pudo, la llama salió del agua para descubrir que su pata estaba llena de burbujas, y su corazón era un papel arrugado, crujiendo de pena por tan desagradable recibimiento.
Volver al mar para Julia no fue una opción, su pata se sentía como mantequilla tibia; por lo que decidió espantar las palabras de la medusa, que se escondieron en algún lugar de la memoria, explorando la playa.
Después de lamer un poco sus heridas, inició su caminata dejando huellas sobre la arena blanca; pronto, las patas le empezaron a quemar, la arena era un horno listo para hacer pastel. Julia, la llama, se puso de puntitas hasta llegar a la refrescante espuma marina, pero recordó la mal bienvenida que le dio la medusa, y retrocedió sobre sus huellas.
Sin opción de refrescar sus patas, cambió de rumbo hacia un grupo de corales donde se movían unos diminutos cangrejos. Rojos del cansancio, los cangrejitos cargaban sus propias casas, equilibrando enormes maletas y mucha prisa. Julia, que quería hacer amigos, empezó a saludar a los cangrejos uno por uno; ellos en cambio, le ron una mirada que se clavó justo en su pata herida, una ue le hacía sentir que ella no pertenecía.
Los cangrejos desaparecieron enojados entre los corales, en tanto que Julia, incómoda y avergonzada, sintió además sed. Por suerte, había un montón de palmeras con sabrosos cocos, así qué Julia sacudió una de ellas usando su largo cuello; estaba tan concentrada en su tarea, que no supo cuando un pesado coco le cayó en media cabeza. Furiosa con su suerte, lo peló con los dientes, lo bebió sin saborear y lo empujó lejos. Con sus ojos directo al horizonte, empezó a extrañar las montañas.
Para medio día, las burbujas de la pata de Julia temblaban y ardían como mundos de lava. Pero Julia había diseñado tantos planes, que era pesado dejarlos bajar de su espalda; así que continuó con
lo trazado, era tiempo de enterrarse en la arena. Empezó a cavar un agujero y saltó hacia él, tras un minuto exacto, tuvo que hacer el proceso contrario; descubrió que su pelaje era un imán para el calor, lo que la convertía en un baño sauna móvil. Julia era una vela derrita, agotada por todas las experiencias de su primer día en el mar.
Al entrar la noche, las burbujas de la pata de Julia se habían transformado en agujas diminutas, y aunque el dolor era poderoso, ella no lloraba; detenía las lágrimas que se acercaban como río, guardándolas donde se olvidan los trastos del alma. El páramo parecía un fantasma, y suspiraba arrepentida de ser una llama viajera, mientras se quedaba dormida.
A la mañana siguiente, un tirón árido la despertó, la pata se movía como un reloj descompuesto. Desde el borde de la playa, Julia buscaba entre las olas alguna montaña a la cual regresar. Y buscando, encontró un enorme murmullo que la confundió, se trataba del metálico
chasquido de unas perfectas y plateadas cucharas que rompían las olas. Las redondas cucharas, eran las colas de los manatíes; unas criaturas sabias y gentiles, guardianas de los secretos del océano.
Los manatíes estaban de paso, tenían que alcanzar la playa vecina para la noche; así que para reponer fuerzas se acercaron a la orilla a comer lechugas marinas. Mirándolos, Julia se preguntó si entre los secretos que protegían los manatíes, estaba el cómo curar una pata herida. Con una voz de timbre roto, Julia se atrevió a averiguar; al oír el pedido, los manatíes se reunieron a conversar por largos y angustiantes minutos, parecían no tener respuesta. De la nada el silencio apareció, y enviaron a la más joven de ellos a contarle a la llama lo que sabían.
El secreto era tan arriesgado como el salto desde un trampolín sin saber nadar. Si Julia quería cerrar sus heridas, debía regresar al mar. Cuando Julia escuchó esto, supo que se enfrentaba a la decisión más difícil en sus siete años de vida; temblaba desde sus puntiagudas orejas, hasta la cola.
Entretanto, pequeños manatíes con manchas blancas, otros inmensos con piel lisa, manatíes sin dientes y un par de manatíes de una sola aleta nadaron hasta formar una circunferencia. La forma cuidadosa del círculo de manatíes, le hizo imaginar
a Julia la cordillera cónica y desigual en la que creció, y guiada por el corazón mapa que tienen los viajeros, cerró los ojos y entró al mar.
Despacio, la llama se dejó cubrir por las olas; como un abrazo transparente la sal la envolvió cerrando las lastimaduras de su pata, y le extendió el corazón arrugado, abriéndolo como la brisa. En el corazón de Julia, ahora no solo había espacio para el verde-café, sino también para el agua. Y la llama tuvo el valor para abrir los ojos; en medio del círculo, Julia se encontró protegida por el arrullo de los manatíes.
Desde ese día, Julia ha hecho de la playa su casa. Aunque sigue aprendiendo a bajar cocos sin golpearse la cabeza, y a veces se olvida del mejor tiempo para tomar caminatas; cada vez que los manatíes pasan, le cuentan a Julia otro secreto del océano.
Circo de vegetales
Por Laura Martín Osorio Mendoza, ArgentinaUn Rábano gordo es el Presentador del burbujeante circo olla a vapor.
Con gran bullicio entran a la pista dos Zanahorias Equilibristas.
Un Apio Contorsionista orgulloso se dobla entero en el caldo acuoso.
Cinco risueñas Papas Payasas se quedan colgadas de las asas.
Cierra este show el Mago Camote: hace que el sabor por la sala flote.
Querido verano
Por Esther García Gonzáleza Ilustración Mario GargonCubos, palas y rastrillos para construir castillos. Bocadillos de tortilla, debajo de la sombrilla.
Juegos de pala en la arena, zambullidas en la orilla. Agua salada en la cara, las pieles bien bronceadas
.
Chanclas para los pies, siestas después de comer.
La vuelta a la escuela
Por Esther García Gonzáleza Ilustración Mario GargonLos libros y las libretas nerviosos en la maleta, ceras y rotuladores canturrean la vuelta al cole.
A la fila a la carrera, que la maestra te espera, cosquillas de mariposas, que empiece ya la función.
Risas, ruidos y alboroto, a las nueve abre el telón.
La copa del árbol
Por Damarys González Sandoval. Caracas, VenezuelaA veces es tan amplio el tapiz de la copa del árbol. Tan alto y vibrante que parece que las hojas brotaran espontáneamente del cielo. El árbol, niño asombrado, lo señala con todos sus dedos.
Ilustración por Samuell Martínez. Cuernavaca, Morelos, México.Ilustración por David Lazzuri. Rosario, Argentina.