ROBERTO ARLT
El jorobadito debe su fama a su crueldad. Arlt no sólo nos muestra un mundo cruel, sino que es también cruel con nosotros, sus lectores. No sabemos si debemos sentir odio o compasión por Rigoletto. A causa de esta vacilación, de esta incomodidad que sólo pueden darnos los grandes escritores, el cuento nos resulta inolvidable.
Pablo De Santis
ILUSTRADO POR LUIS SCAFATI Arlt / Scafati
Con su inmenso talento Luis Scafati ha puesto en imágenes no solo los terribles personajes de Arlt, sino también nuestra situación como lectores. A veces prueba con la página recargada de trazos y a veces la muestra casi blanca, como si ilustrar fuera dibujar misteriosos ideogramas. Cuando aborda textos literarios su línea no sólo va hacia el corazón de lo narrado, sino que parece a la vez una especie de escritura: una escritura que dejó atrás las palabras y que dibuja las siluetas de los personajes, sus manos-garras y sus movimientos sin perder de vista que estamos en un mundo de tinta, de líneas, de manchas. La fuerza de Arlt queda magnificada por la expresión de Scafati, que se hace eco de la ironía y de la amargura del texto. Pero también de su esperanza, porque como dijo el dramaturgo polaco Tadeusz Kantor: “En arte la vida sólo puede expresarse por ausencia de vida”. Y tal vez en literatura la esperanza sólo pueda expresarse a través de la ausencia de esperanza. Quien se asoma al mundo de Arlt por primera vez tendrá a este jorobado como una especie de guardián de la puerta. Más allá del umbral hay un mundo sombrío, pero donde siempre aparece la preocupación –que también está presente en los dibujos de Scafati– por la necesidad de la luz.
El jorobadito
Luis Scafati (1947) creció en Mendoza, Argentina, donde estudió Bellas Artes en la universidad y formó su familia. Publicó bajo el seudónimo de Fati en revistas como Tía Vicenta, Humor, El péndulo. “Pienso que la ilustración no debe ser solo un adorno y ajustarse servilmente a un texto. Cada lenguaje tiene sus leyes especiales, sus matices particulares”, sostiene Scafati. “Soy un escritor que utiliza otro tipo de caligrafía”
Mientras muchos creían descubrir en su apellido impronunciable una identidad enmascarada, Roberto Arlt (1900-1942) alentaba la confusión respecto de su origen. Expulsado de la escuela se convirtió en autodidacta. Trabajó en periódicos, fue ayudante en una biblioteca, pintor, mecánico, trabajador portuario. Tal vez por eso le falte el aura del intelectual al decir: “Crearemos nuestra literatura, no conversando permanentemente de , sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross de mandíbula”.