Agradecimientos
Este libro fue posible gracias al aliento y la colaboración de muchas personas. En primer lugar, de Anita, Ana García Ganchegui, mi compañera de toda la vida y de todos mis proyectos, con la que nos adentramos en el mundo del periodismo barrial. También agradezco el estímulo y el impulso de Miguel Sanjaume y de Luis Martínez Corrale, responsable del diseño y promotor de las ideas concretadas en SOSBuenosAires. Otro trabajo indispensable fue el de Santiago Codina García, que realizó las desgrabaciones de las entrevistas. Mi agradecimiento a Javier, Mariana, Edith y Rolo por sus consejos.
Diccionario de la lengua española
basura. (Del lat. versūra, de verrĕre, barrer). 1. f. suciedad (cosa que ensucia). 2. f. Residuos desechados y otros desperdicios. 3. f. Lugar donde se tiran esos residuos y desperdicios. 4. f. Estiércol de las caballerías. 5. f. Cosa repugnante o despreciable. 6. f. coloq. U. en aposición para indicar que lo designado por el sustantivo al que se pospone es de muy baja calidad. Comida, contrato basura. desecho. (De desechar). 1. m. Aquello que queda después de haber escogido lo mejor y más útil de algo. 2. m. Cosa que, por usada o por cualquier otra razón, no sirve a la persona para quien se hizo. 3. m. Residuo, basura. 4. m. Desprecio, vilipendio. 5. m. Lo más vil y despreciable. 6. m. Am. atajo (senda). residuo. (Del lat. residŭum). 1. m. Parte o porción que queda de un todo. 2. m. Aquello que resulta de la descomposición o destrucción de algo. 3. m. Material que queda como inservible después de haber realizado un trabajo u operación. U. m. en pl. 4. m. Mat. Resto de la sustracción y de la división.
Ciudad basura Cualquiera podría escribir estas notas sobre la basura. Pero uno no es cualquiera. Habitante desde 1991 del Once, me acostumbré a caminar por calles repletas de basuras, restos de una caótica actividad comercial, que invade veredas y calles, día y noche, llenando los espacios públicos de restos, de personas que rebuscan en ellos y también de quienes viven sobre ellos. Por si esto fuera poco, el barrio es un punto de vinculación entre los diferentes transportes urbanos y zona de tránsito de decenas de miles que van y vienen desde el conurbano y el interior nacional. Tanto trajinar humano también deja sus rastros, sus residuos. La calle es el espacio más característico del Once y en ella maduró y se concretó la idea de hacer periodismo barrial1, empresa familiar que lleva ya seis años. Ese ejercicio nos impuso el tema de la basura en la agenda propia. Por estos días sufrimos las consecuencias de los cambios que introdujo la actual gestión del ministro Santilli2. La multiplicación de contenedores en las calles, sin el acompañamiento de una recolección diferenciada ni de una comunicación eficiente de cuáles deben ser sus usos por los vecinos, desordenó aún más la recolección domiciliaria. No hay horarios. Se mezcla todo. Y los recipientes desbordan. El verano hace lo suyo, fermentando aceleradamente los restos orgánicos. Así las cosas, sucedió algo que parecía imposible: el barrio está más sucio y además, huele mal.
Gerardo Codina Febrero 2013.
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Ver www.sintesiscomuna3.com.ar También existe una versión impresa, de distribución gratuita en más de cuarenta entidades del
2
Ministro de Ambiente y Espacio Público, a cargo del manejo de los residuos en la actual gestión porteña.
barrio.
Tiempo de descuento Como esos equipos que se desesperan por remontar un resultado adverso, recién cuando el árbitro marca los minutos adicionales que restan jugar, la administración porteña salió a fin de 2012 a correr toda la cancha, tratando de dejar en la platea al menos la impresión de que había peleado el partido de la basura. Hasta ahí, todo había sido sumar minutos, sin jugar a fondo. Desde que asumió en 2007, Mauricio Macri3 tenía un cronograma marcado por la Ley 1.854 de la Ciudad de Buenos Aires, que establecía metas de reducción de la cantidad de basura que los porteños hacemos enterrar en los rellenos sanitarios del CEAMSE4, año tras año. Nunca intentó cumplirlo. La ley, conocida como de Basura Cero, establecía que el año pasado no se podían superar las 700 mil toneladas de desechos remitidos. Esa cantidad se alcanzó ya en abril de 2012. Después, sólo fue cuestión de seguir sumando. La CEAMSE, bueno es recordarlo, fue un invento de la dictadura. Una empresa conjunta de la ciudad y la provincia, que se ocupa de los residuos, enterrándolos en el conurbano. La promesa fue que así se recuperarían terrenos sin uso por inundables y se ganarían espacios verdes para oxigenar la urbe. El sueño de cualquier alquimista: trocar basura por parques. La realidad fue más fea. Los “rellenos sanitarios”, como pomposamente se los llama, acumulan materiales tóxicos para el ambiente y las personas. El primero, de Villa Domínico, fue cerrado a instancias de una movilización vecinal desatada cuando se comprobó una epidemia de leucemia entre niños de barriadas próximas, generada por los gases que emanan del basural. Tres razones reclaman ahora dejar de enterrar basura en el conurbano. La primera, es que se agota la capacidad técnica del relleno habilitado en José León Suárez. En abril de este año 2013 habrá sido colmado. Se podrá estirar el juego un tiempo, no más. Después, será necesaria otra solución. La segunda razón, ya está dicha: nadie quiere ningún relleno más en su territorio. Ese es un logro del CEAMSE después de 35 años de existencia. Logró demostrarles con creces a los habitantes del conurbano que rellenos como éstos son peligrosos para la salud de la gente y del ambiente. Por eso deben cerrarse también los de Punta Lara y González Catán. Después de intensas movilizaciones populares, la justicia dictaminó que no pueden continuar. El ejemplo cunde y en una sociedad cada vez más informada, nadie quiere ser la próxima víctima. Por eso, cuando surgieron proyectos de hacer vertederos en lugares alejados de la gran ciudad, se movilizaron los potencialmente afectados y rechazaron la novedad. Así las cosas, Buenos Aires se tendrá que hacer cargo de su basura, tarde o temprano, lo mismo que cada municipio del conurbano. La tercera razón es de otro orden. Mucho de lo que ahora se entierra, si no todo, puede ser recuperado en diversas formas. Se trata de recursos naturales, que no son infinitos y que pueden servir para otros fines. Recuperarlos, reciclarlos, es otra forma de cuidar la naturaleza. Estas tres razones se conocían en 2005, cuando se sancionó la Ley de Basura Cero. Al reglamentarla en 2007, se fijaron plazos prudentes, que permitían acercarse paulatinamente a la meta de procesar en la ciudad la basura que se genera. Macri incluso se comprometió a cumplirla. Pero no pasó nada. Sólo el tiempo. Hasta que se acabó. Ahora, a las apuradas, se intenta resolver todo lo que no se hizo en seis años. Primero, fue la firma de convenios con las cooperativas de cartoneros para formalizar su trabajo y comprometer el auxilio que les brindará el estado local para hacer su tarea. Tuvieron que esperar dos años, pero el día llegó apenas se inició el 2013. Luego, la inauguración de una planta de tratamiento en San Martín, para reducir un diez por ciento los enterramientos. 3 4
Jefe de Gobierno desde 2007, reelecto en 2011.
Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) es una empresa pública, propiedad en partes iguales de la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires, creada en 1977 por la dictadura militar que detentaba el poder en Argentina.
La foto que se sacó Macri con Scioli5 fue toda una señal de compromiso con la implementación de soluciones eficaces. La ausencia del intendente Katopodis, jefe de la comuna local, una muestra de que los bonaerenses no quieren que los usen más como patio trasero de los porteños. Ahora iniciará sus actividades en el Bajo Flores una planta provisoria para recuperar los escombros y otros materiales que son residuos de la construcción. Aportará lo suyo para achicar el volumen de lo que todavía se manda a enterrar, mientras se construye otra, definitiva, con el doble de capacidad. Más vale tarde que nunca, dice el refrán. Pero se sabe en el fútbol que es casi imposible dar vuelta un partido cuando falta apenas un minuto. Abril está a la vuelta de la esquina. Y todavía no se le conocen dotes de mago al ministro Santilli y, mucho menos, a nuestro Jefe de Gobierno, Mauricio Macri. Por qué la basura Los seres humanos somos una especie muy exitosa. Desde nuestra aparición en las verdes colinas de África hemos sido capaces de colonizar todos los ambientes de nuestro planeta. Desiertos, junglas, montañas, praderas. Nada pudo detenernos y nada nos es ajeno. Ni ríos ni mares resultaron obstáculos. La aventura humana empezó caminando. Pero prosiguió navegando cada vez más lejos y ahora nos permite surcar los cielos. El espíritu explorador, el trabajo en equipo, la capacidad de aprender de la experiencia, de compartir lo aprendido y el ingenio para el aprovechamiento de los recursos disponibles, nos dieron a los humanos la posibilidad de apropiarnos de gran parte del mundo natural y modificarlo a la medida de nuestras necesidades. Claro que no fue fácil ni rápido. Pero lo logramos en un tiempo relativamente breve. Tan exitosos somos que en apenas diez mil años pasamos de fundar nuestras primeras y pequeñas ciudades en algunos pocos lugares del planeta, caseríos primitivos y modestos, a edificar inmensas metrópolis orgullosas, repletas de desafiantes símbolos de nuestro poder y de nuestro ingenio, que pueblan todos los continentes con una sola excepción: la Antártida. Sin embargo allí habitamos bases permanentes, algunas de las cuales son más que aldeas. Ese cambio no fue siempre a la misma velocidad. Pasaron muchos siglos en los que la existencia de las comunidades humanas estuvo atada a la posibilidad de obtener alimentos y limitada a la cantidad de los que se lograba producir, repitiendo generación tras generación los mismos rituales de cultivo. En nuestro tiempo, no sólo ocupamos todo nuestro mundo sino que nos proyectamos más allá, hacia el espacio, mientras extendemos nuestras existencias individuales, prolongando el tiempo de vida esperable para cada persona. Los cambios se aceleran, además. Tres siglos atrás pocas ciudades reunían más de un millón de habitantes y en promedio las personas vivían 35 años. La promesa amorosa de estar juntos “hasta que la muerte nos separe”, no era tan pesada: apenas un par de décadas encerraban todo el ciclo de vida adulta y la vejez no era un barrio recomendable y acogedor. Pocos debían afrontarla y lo hacían confiados en que las penurias de este valle de lágrimas serían recompensadas con creces en los jardines frescos y apacibles que ofrecía la vida eterna. El salto que dimos como humanidad, nuestra multiplicación como población y la duplicación del tiempo de existencia de cada uno, han sido el resultado de los enormes avances en el dominio técnico de la naturaleza y nuestra creciente comprensión del universo en el que vivimos. Hemos podido liberarnos de muchas de las restricciones del mundo natural. Desarrollamos cultivos en desiertos, canalizamos ríos, viajamos a velocidades de sueño, pero también podemos ver y oír lo que sucede a miles de kilómetros de distancia y somos capaces de mantenernos comunicados con nuestros congéneres para intercambiar información, sensaciones y fantasías, sin importar dónde nos encontremos. Cambios de tal magnitud tienen consecuencias. Tiempo atrás se suponía que el vigoroso crecimiento demográfico que ya se vislumbraba, implicaría la amenaza de una catastrófica disputa por los recursos naturales escasos, en especial los alimentos, cuya producción se creía que no podría crecer en la misma proporción que la demanda de una población voraz y prolífica. Hemos pasado esa prueba. El número de habitantes se multiplicó varias veces y todavía habrá de crecer más, pero el
5 Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires.
hambre que todavía existe no es el resultado de la falta de alimentos, de que no sepamos producirlos en la cantidad y con la calidad necesaria, sino del orden social injusto que todavía nos rige. Es por ello que coexistimos con una de las paradojas más infames, como es la coincidencia de igual cantidad de personas subalimentadas, hambrientas y desamparadas, con millones de víctimas de la excesiva abundancia y de la facilidad de acceso a dietas hipercalóricas, de esas que terminan enfermando a sus consumidores. El lado oscuro de la humanidad no se reduce, claro, a la persistencia de la desigualdad. Nuestro progreso técnico ha sido también rutilante en la adquisición de capacidades destructivas, hasta el punto que varias veces en el siglo anterior existió el riesgo cierto de una calamidad de proporciones, como resultado de una guerra generalizada con uso de armas nucleares. Una conflagración de ese tipo pondría fin a la civilización tal y como la conocemos, y regresaría al planeta a los estadios más primitivos de un nuevo ciclo de la evolución de la vida, si algo con vida quedase después de meses de una noche radioactiva y fría, provocada por la sumatoria de centenares de explosiones atómicas. Ese peligro se alejó unos centímetros. Los cambios geopolíticos y la propia inmensidad de la posibilidad de la destrucción masiva, activó recursos apaciguadores que desmontaron en parte la amenaza inmediata de que se desatara una confrontación mundial de esas características, de la que nadie podría salir ganando. El riesgo subsiste, claro. Y la tentación de ejercer un poder demoledor sobre el oponente ocasional o estratégico, aunque sea en un tiempo y un lugar limitado, sigue presente en los planes militares, aunque nadie pueda aventurar qué reacción en cadena pudiera desatarse de esas acciones. Para no olvidar la amenaza, vivimos en un mundo en guerra continua. Guerras frías, calientes, regionales, locales o encubiertas, nada detuvo la carrera armamentística y gran parte de los recursos científico técnicos de la humanidad se destinan a diseñar ingenios destructivos cada vez más sofisticados. Gravosa como es la guerra, sin embargo es otra la amenaza inmediata que se cierne en nuestro tiempo sobre la humanidad. Sus propios desechos. Con ellos estamos logrando algo que siempre había parecido imposible, fuera de la escala de las capacidades humanas. Estamos cambiando el clima, pero no en una casa o en una región, sino en el planeta entero. Ensuciamos el aire, el agua y la tierra. Y lo hacemos en tal magnitud, que los procesos naturales no dan abasto para mantener el equilibrio de fuerzas que posibilitó nuestra existencia sobre la Tierra. No ocurre sin que nos demos cuenta. Muchas alertas se encienden por todas partes avisando de lo que sucede y lo que puede depararnos el porvenir. Sin embargo, llevados por nuestras propias lógicas vitales como individuos y sociedades, excavamos cada jornada una fosa más profunda para enterrar nuestros sueños de perpetuarnos eternamente. Producimos más basura que la que soporta el ecosistema no sólo porque seamos muchos más, sino porque cada uno de nosotros produce más restos y entre nuestros desechos además, suman un volumen cada vez más importante materiales que son un resultado de nuestra creatividad, pero que no se reabsorben en los ciclos naturales de la materia y la energía. El plástico se lleva las palmas, pero no es el único. Los residuos sólidos urbanos o basura, son notoriamente una porción, incluso menor, de un problema más vasto, el de los desechos de la actividad humana en general. Aquí nos enfocaremos en ellos, su generación, recolección, tratamiento y disposición final, sabiendo que no agotan la cuestión, pero que son el aspecto más visible de la problemática ambiental. Incluso, junto con el tratamiento de las aguas, se trata del primer problema que históricamente generó políticas públicas, muchas de las cuales permanecen básicamente idénticas hasta nuestros días, naturalizándose como la manera correcta de abordar el tema. Limitarnos a debatir la problemática de los residuos sólidos urbanos se justifica en la intención de poner en discusión las acciones concretas que realizamos con la basura y la voluntad de proponer alternativas mejores en términos de cuidado de un bien común, el planeta que nos vio nacer, puesto en riesgo por nuestros desechos. Siendo un problema global, claramente se genera en forma local. Por eso este libro trata sobre la cuestión de la basura en nuestra ciudad de Buenos Aires. Dijimos que la ciudad está sucia y huele mal. El sistema de recolección y disposición de residuos, diseñado hace más de tres décadas para deshacerse en apariencia de los residuos, evidencia su colapso y
todos los responsables actúan como si no se tratara de un problema urgente y que les atañe. Sobrevive la creencia de que las cosas se irán acomodando por sí solas, en algún futuro lejano y que, mientras tanto, se puede seguir estirando la soga. Su presencia renovada en la agenda pública convierte el tema en una cuestión actual. Después de transitar por muchos años un abordaje –el enterramiento en rellenos sanitarios—esa solución se agota y no aparecen alternativas simples a la vista. Los debates entre las diferentes administraciones públicas implicadas en la materia, las posiciones de los distintos actores que se interrelacionan alrededor de la basura y una opinión pública más informada y consciente de la significación de la temática, asignan relevancia a su discusión. No se trata sólo de basura Cuando se habla de residuos, se piensa en cosas. Pero también hay personas. La basura es un medio de vida para muchos. Esto es historia vieja, pero que se reactualizó dramáticamente. Hace pocos años atrás se convirtió en nuestro país en la única estrategia de supervivencia de una enorme cantidad de personas, carentes de trabajo e ingresos, producto de una gigantesca crisis económica, social y política, la más importante que hayamos transitado como sociedad en nuestra historia moderna. Ese tiempo de emergencia quedó atrás, pero todavía la basura sigue siendo una fuente de trabajo para muchas personas, aunque con una creciente dignificación laboral. Esa resignificación colectiva viene de la mano de visualizar el reciclado, la recuperación y la valorización de la basura como estrategias oportunas, necesarias y sustentables. Por esta razón ellos, cirujas, cartoneros, recicladores urbanos, también son protagonistas de esta historia. Además, hay otros factores. Suma complejidades a una cuestión que no es simple y no admite respuestas únicas y fáciles, que varios de los actores sociales intervinientes en la trama compleja que se anuda en la Ciudad Basura, sólo atienden la inmediatez de sus intereses en juego, aferrándose a esquemas de actuación que les aseguren la continuidad de las posiciones alcanzadas. La mismas empresas recolectoras de residuos, por caso, sólo muestran un interés verdadero, que es hacer lo menos posible y cobrar del erario público las mayores sumas que puedan lograr, presionando por readecuaciones de precios, contratos y servicios, usando las amenazas de cortes de servicio como estrategia de coerción sobre los encargados de tomar decisiones. En esa maniobra encuentran aliados inesperados en las organizaciones gremiales que se atrincheran en la defensa de intereses corporativos válidos, pero para trabar la posibilidad de pensar e implementar mejores soluciones para todos. Así, los trabajadores de los rellenos sanitarios defienden su fuente de trabajo contra la amenaza de cierre de los mismos, bloqueando el acceso de los nuevos cargamentos, sin importar que la ciudad se inunde de basura por días y sin que les interese, en apariencia, el hecho de que los rellenos mismos son contaminantes. Los contratos de recolección de residuos urbanos constituyen una de las mayores erogaciones municipales; un gasto enorme que veremos que, así como están las cosas, sólo sirve para arrojar dineros públicos a la basura, envenenar el ambiente urbano y desperdiciar ingentes recursos naturales que no se pueden renovar. Muchos de los debates actuales tienen su historia. Desde temprano Buenos Aires se trazó políticas públicas en relación con la cuestión. También encontraremos que muchas de las más “avanzadas” soluciones ya se pusieron en práctica un siglo y medio atrás, claro que con las capacidades técnicas del momento. Buenos Aires es además una ciudad con una trama institucional compleja, que no acompañó su proceso de transformación. Se combinan las jurisdicciones de la Nación, de la Ciudad Autónoma, de los municipios del Conurbano bonaerense y de la Provincia de Buenos Aires. Su crecimiento tuvo lugar, a lo largo de siglo y medio, a expensas de incorporar a la trama urbana localidades adyacentes de la provincia. Así, la mancha urbana trasciende fronteras y el tráfico vital de personas, recursos y desechos, las borra una y otra vez, cada día. Acordar estrategias coincidentes para los problemas comunes, entre ellos el tratamiento de los residuos que generamos, se vuelve un imperativo que trasciende posicionamientos partidarios y lógicas de corto plazo. Para acompañar a su necesario debate, sumamos nuestro aporte. No lo hacemos a título de expertos en la materia, que no lo somos, sino de ciudadanos preocupados, a los que nos interesa la suerte de nuestra casa común.
Tiempo de consumir La noticia era breve. Decía textual: “Se inauguró ayer el Consumer Electronic Show (CES) en la ciudad de Las Vegas, y unos 30 mil fabricantes del sector tecnológico aprovecharon la ocasión para montar en sus vitrinas unos 20 mil dispositivos nuevos que irán lanzando a lo largo de este año.” Fue publicada en los principales diarios de todo el mundo, los primeros días de enero del año 2013. Las estrellas de la jornada fueron los nuevos televisores ultra planos. Una característica saliente de nuestra época es su fascinación por la novedad. Todas las expectativas de la mayoría de los individuos y de la misma sociedad están centradas en lo nuevo por venir, las funcionalidades novedosas que aportarán los próximos elementos y las primicias tecnológicas. Al menos, claro, cuando se trata de aquellos individuos con capacidad de consumir, que son los que tienden a ser pensados como lo definitorio de la realidad social de la época. Esas novedades encarnadas en objetos, se agotan en el mismo acto de consumirlos, de estrenarlos, de aprender su funcionamiento, de extremar la comprensión de sus posibilidades. Cuando dejan de sorprender, cuando ya son parte rutinaria de la vida cotidiana, los artefactos caducaron. Será el tiempo de la siguiente novedad. Cada vez más rápido. Más potente. Más brillante. Veinte mil dispositivos nuevos lanzados al mercado global de la electrónica en un año es una cifra que dice poco en sí misma. ¿Cuántos de esos artefactos se fabricarán realmente y cuántos de ellos serán usados? En un planeta con seis mil millones de habitantes, los compradores de televisores ultra planos serán suficientes para alimentar una vigorosa industria, pero probablemente sean irrelevantes a la hora de contabilizar el posible impacto de esos artefactos en el incremento o la disminución del consumo de energía eléctrica. Claro que no se trata sólo de los artefactos electrónicos. Nuestros hogares se llenan de nuevos dispositivos, desde microondas hasta equipos de aire acondicionado y en las calles cada vez circulan más autos. Somos más los que consumimos y todos consumimos más. Se suman cada vez más aparatos a nuestras vidas. Y todos ellos sucumben al poder corrosivo de la novedad. Apenas estrenados ya son superados en capacidades por nuevos enseres que integran funciones de los antiguos a otras nunca antes pensadas o traen sustantivas modificaciones de diseño que los hacen más seguros, más veloces, más confortables. Pero hay algo más. ¿Se imagina una feria con veinte mil nuevas variedades de frutas y hortalizas? ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para degustarlas a todas y decidir cuál es la más deseable? ¿O un lugar dónde enfrentarse con veinte mil nuevas variedades de vinos, de quesos y fiambres? ¿O de autos? ¿Cuántos podríamos probar cada día? Una simple cuenta dice que deberíamos examinar más de 54 artículos de cada categoría por día para agotar en un año tamaña oferta. Suena imposible. ¡Puras conjeturas, claro! Lo que sí es seguro es que tras cada novedad queda un desecho. Nada singular. Un objeto en desuso, sin utilidad presente o futura, que estorba y ocupa lugar. Ante esto no hay otra solución que sacárselo de encima. ¿A dónde va? A la basura, por supuesto. Siempre lejos de nosotros, fuera de nuestra vista, ajena a nuestra responsabilidad. Es el primer acto reflejo de todos. Puesta en la calle, la basura es un problema público. Dejó de interpelarnos individualmente. El consumo transcurre en la esfera privada, pero los desechos que genera son asunto de la sociedad. En la calle, se reconvierte en un problema de limpieza, de “higiene urbana”. Debe ser removida, barrida, quitada de la vista de todos. De eso deben ocuparse los gobiernos. La solución original, ya antigua a esta altura de los acontecimientos, es llevarla fuera de las ciudades, abandonarla en algún lugar lejos de la vida cotidiana de la mayoría y olvidarse de ella. Esa aparente salida era de alguna forma posible, mientras el volumen y el tipo de residuos posibilitaban su degradación natural. Esto ha cambiado, entre otras cosas, por la aparición de los nuevos materiales sintéticos y los dispositivos de la era digital.
La nueva basura Los artefactos electrónicos son un tipo singular de residuo urbano sólido. Un producto industrial, con muchos componentes que difícilmente puedan reciclarse de manera natural, y repleto de elementos tóxicos para el ambiente, en las concentraciones artificiales que contienen. Pero además, son dispositivos que envejecen velozmente. En pocos años o meses pasan de ser la última frontera del desarrollo tecnológico a la condición de antigüedad irremediable. Son además, toda una nueva categoría de artículos, que se multiplican sin cesar. Televisores, computadoras, teléfonos celulares son las estrellas actuales. ¿Quién recuerda los walkman, las máquinas de escribir, las videograbadoras o las viejas polaroid? Cada año, llegan a nosotros las actualizaciones, los nuevos diseños, los últimos modelos con más prestaciones o diferentes funcionalidades, pero también estrenamos dispositivos que sirven para hacer cosas que ni pensábamos hace una década o menos, y que ahora se nos ofrecen para que podamos adquirirlos e incorporarlos a nuestra vida cotidiana. No se trata de un fenómeno pasajero o secundario. Si algo identificaba a los tiempos modernos era la industria, una industria que requiere de consumos permanentes e incrementados, para ampliar las fronteras de sus dominios y sostener la dimensión de las utilidades de sus propietarios. Eso no cambió en esta edad posmoderna. Hace tiempo que no se fabrican cosas con el propósito de que duren mucho tiempo. La pretensión de desafiar las épocas y realizar obras con vocación de eternidad parece haberse extraviado en los arenales del antiguo Egipto, luego de las pirámides. Muy lejos de esa expectativa, nuestra época se caracteriza por la fugacidad planificada de las cosas, vivida con un desenfrenado frenesí por la posesión de lo “último”, lo “novedoso”, lo más “inteligente”, lo más “poderoso” y la despojada actitud de no aferrarse a nada que resulte ya viejo, salvo que encierre recuerdos preciados. La fugacidad es la regla. Aún objetos relativamente comunes como las lámparas eléctricas, se producen con una breve vida útil, calculada para que sean desechadas y reemplazadas por otras homólogas6. No se limita la obsolescencia programada a las lamparitas. Ni la ropa ni los ídolos tienen mejor destino. La reposición permanente es una estrategia de sostenimiento de la rueda de la fortuna para muchas producciones que viven del consumo masivo. El consumismo sin límites no es un problema de adictos o una compulsión personal de algunos individuos entusiasmados con extenuar los límites de sus tarjetas de crédito. Aunque haya adictos y compulsivos, no son la norma. Por supuesto, la actitud consumista requiere de la complicidad del que compra, a veces sin saber para qué o con qué. Pero es prudente recordar que se sustenta en una extensa porción de la lógica de supervivencia de los grandes complejos industriales y comerciales, basada en la generación de una demanda insatisfecha de consumo, que siempre se alimenta de novedades, lo que torna evidente que la caducidad de las cosas es parte del juego que todos jugamos para reproducir la sociedad que tenemos y reproducirnos a nosotros mismos como ciudadanos-consumidores, integrados a la misma. La crisis ambiental como crisis civilizatoria Algunos pensadores contemporáneos, como Zygmunt Bauman7 ubican esa dinámica social como la característica definitoria la época. Una época donde los vínculos y las instituciones sociales se han vuelto leves, informes, de apariencia líquida. La sociedad moderna líquida, en su perspectiva, otorga a cada sujeto social la condición irrenunciable de individuo, asignándole la improbable tarea de ser único entre sus iguales de una sociedad masificada. La renuncia a la condición de individuo con su carácter de homo eligens, de ciudadano con capacidad para elegir bienes de consumo, es penada por la sociedad con la exclusión del mercado, es decir con el exilio de la condición de ciudadano. Es que el sistema, para sobrevivir, necesita que se consuma, y sobre todo que se deseche, cada vez en mayor cantidad y a mayor velocidad. “Las interpretaciones más comunes de la compra compulsiva como manifestación de la revolución de valores posmoderna, la tendencia a representar la adicción a comprar como una manifestación desembozada de los latentes instintos materialistas y hedonistas o como un producto de la ‘conspiración comercial’, es decir, de la incitación artificial 6
Federovisky, Sergio. Los mitos del medio ambiente. Buenos Aires, 2012. “A comienzos de 1880, Edison comenzó a comercializar una
lamparita que él mismo calificó como de “gran estabilidad y con un filamento de enorme resistencia”: su duración era de al menos 1500 horas, que la industria llevó al doble en poco tiempo. El cártel bautizado Phoebus, que nucleaba a las grandes compañías fabricantes de artículos eléctricos a comienzos del siglo XX (Philips y Osram, principalmente), creó en secreto el comité de las “mil horas”, de modo de que nadie osara fabricar una lamparita que superara esa duración. (…) en sólo dos años, entre 1926 y 1928, la vida útil de las lámparas puestas a la venta en el mundo por las principales empresas fabricantes cayó de 2500 a menos de 1500 horas. (…) el cártel había conseguido desplegar la obsolescencia programada como base de sustentación del capitalismo a ultranza.”
7
Bauman, Zygmunt. Vida Líquida. Buenos Aires, 2007.
(y artera) a perseguir el placer como principal objetivo de la vida, sólo dan cuenta en el mejor de los casos de una parte de la verdad. La otra parte, que es complemento necesario de todas las explicaciones, es que la compulsión a comprar, convertida en adicción es una encarnizada lucha contra la aguda y angustiosa incertidumbre y contra el embrutecedor sentimiento de inseguridad.” (Bauman. 2007) Más allá de la alienación implícita en la circunstancia de ser definido por la posesión de novedades que dejan de serlo instantáneamente, el uso abusivo e irracional de los recursos naturales tiene un límite, que es la posibilidad de la preservación de la existencia, tal y como la conocemos hasta ahora, en un planeta extenuado, superpoblado y repleto de desechos. Para no culpar solo al mercadeo y las promociones, aceptemos que la continua onda expansiva de los logros técnicos a lo largo de los últimos doscientos años, forjaron en todos la expectativa favorable ante la novedad, la confianza en que lo nuevo será necesariamente mejor y el deseo de participar de la experiencia de hacer uso de artefactos que sorprendan nuestras vivencias. Siempre hay algo lúdico en juego cuando se abre la caja que contiene la última adquisición y se comienzan a ensayar las diferentes funciones disponibles y a tratar, muchas veces con poco éxito, de interpretar adecuadamente ese nuevo género literario en jeringoza que son los manuales de usuario. Conectados en el presente con las noticias de todo el mundo en tiempo real, posibilitados de presenciar guerras como si estuviésemos en el cine y de charlar cara a cara con amigos y parentela dispersos en el mundo, lo rutinario es la continua transformación de nuestros horizontes. Lo sorprendente sería que no haya novedades. En la perspectiva de pensar qué hacemos con nuestros residuos, recuperar la noción de que la generación continuada de desechos es una lógica estructural de la vida económica y social, sirve para dimensionar el tipo de transformaciones que demanda hoy proyectar ciudades con “basura cero”. Toda utopía es valiosa aunque más no sea como horizonte deseable hacia el que podemos encaminar nuestros pasos. Dotar de sentido y dirección el transcurrir muchas veces errático de la existencia, suele ser significativo en sí mismo. Pero no hay “cero” absoluto factible en temas de basura, sin cancelar el metabolismo completo del sistema económico o reemplazarlo por otro, enteramente diferente del actual. ¿Es eso posible? Creemos que sí. Pero demandará un largo proceso de cambios integrales, mientras que el problema de la basura ya existe, y se incrementa sostenidamente cada día que pasa. Además, el modelo deseable de “progreso”, implícito en el mismo contrato social del consumismo, es la creciente posesión de “bienes”. Si esos bienes son efímeros, perecederos, flores de un día y requieren de una continua reposición, no es un problema que pueda resolverse a escala personal, a menos que se renuncie a participar del festín de los sentidos que ofrecen los escaparates de la “última moda”. ¿Cómo evitar los deseos del que mira desde afuera de la posibilidad de consumir? ¿Cómo remediar sus ansias por alcanzar también él los objetos de la pasión social? Eso trasciende fronteras, culturas y generaciones en un mundo cada vez más homogéneo, como el que nos toca vivir. En la medida que mejoran sus ingresos, todo el que puede se lanza a las aguas veloces del consumismo; así sucede en China, India o Brasil, por mencionar unos pocos ejemplos. Empezar por lo que podemos hacer hoy, aunque sea limitado, sin perder de vista la profundidad de las cuestiones en juego y con el entendimiento de las propias restricciones que deberán superarse paulatinamente, tiene la ventaja de no pedir imposibles y de sumar a la acción práctica a muchos legítimamente preocupados por lo que sucede delante de sus ojos y que los tiene muchas veces como involuntarios protagonistas. La acción puede alimentar una voluntad de cambio mayor, en la medida que se sustente en una inteligencia compartida de los riesgos que corremos, si no alteramos el rumbo de nuestra dinámica social. No se trata de una amenaza. “La magnitud de la crisis ambiental generalizada es una realidad ineludible”, afirman Pablo Canziani y Eduardo Agosta Scarel8, integrantes del Equipo Interdisciplinario para el Estudio de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global que trabaja en la Universidad Católica Argentina. “La actividad humana ha impuesto a partir de la Revolución Industrial y aún más aceleradamente desde la posguerra de la 2da Guerra Mundial, cambios en la naturaleza y crecimiento en el uso irracional de recursos naturales y no, nunca registrados en la historia humana y en la historia natural de la Tierra.” 8
Canziani, Pablo y Agosta Scarel, Eduardo. Reseña de la Situación Ambiental Argentina. Universidad Católica Argentina, Diciembre de 2006. Canziani es uno de los científicos argentinos que integró el Panel Intergubernamental Sobre Cambio Climático, que fuera galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2007.
Más aún. Como recuerda Sergio Federovisky9 en su libro, la noticia ya es vieja. “La Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992 consiguió absorber en forma institucional todo lo que en los veinte años transcurridos desde Estocolmo se había verificado en términos de deterioro ambiental: la revolución tecnológica del siglo XX dejaba impresos sus síntomas en el planeta. Así, mientras Estocolmo apenas repartía consignas hasta entonces desconocidas más asociadas a la contaminación y la lluvia ácida, en Río ’92 se otorgaba estatus institucional a la biodiversidad (a la pérdida de), al cambio climático (al desbarajuste que haría el planeta inhabitable para los seres humanos) y se abría la puerta para el concepto que habría de marcar los discursos ambientales hacia la posteridad: el desarrollo sustentable. Hasta un mapa de acciones ‘urgentes’, conocido como Agenda 21, traducía la noción de compromiso con el futuro inmediato que, todos sin excepción, admitían que se debía adoptar.” “Dos décadas después, todos los indicadores ambientales, principalmente aquellos que en 1992 habían hallado en el desarrollo sustentable la fórmula de la reversión del deterioro, se confirman empeorados.” En caída libre por el tobogán de nuestro estilo de vida contemporáneo, debemos reexaminar colectivamente lo que hacemos, si queremos sobrevivir. Renovarse es vivir, dice el refrán. Actualizarse, mejorar el confort personal, adquirir nuevas prendas o herramientas, acceder a novedosos consumos culturales o cambiar la ambientación de la casa, nada de eso puede demonizarse y sería injusto que no estuviera al alcance de todos. Pero cada reemplazo implica un residuo del que tenemos que hacernos cargo, individual y colectivamente, para que no se convierta en un obstáculo para nuestra existencia presente y futura.
9
Obra citada.
Más cerca del nuevo contrato de recolección Según el gobierno porteño, la nueva licitación para la recolección de residuos húmedos avanza sin complicaciones. El pasado 17 de enero, en el Centro Cultural Recoleta, se llevó a cabo la primera Audiencia Pública para discutir el pliego por el que se espera contratar el servicio en 2014, por los siguientes diez años. Las autoridades porteñas aseguraron que fue “muy positiva” y que se llevaron “muchos temas para analizar”. Participaron entre otros, legisladores, comuneros, organizaciones vecinales y representantes de las empresas prestatarias de este servicio. Algunos se quejaron por la fecha y la poca información previa sobre la materia sujeta a debate. Otros señalaron la incongruencia de permanecer seis años en el gobierno de la ciudad para licitar ahora un contrato, el más importante de la gestión, con el que tendrán que lidiar quienes gobiernen a partir de 2015. Además, muchos se preguntan: ¿de qué sirven estas audiencias, si el gobierno no piensa revisar sus decisiones? Para ilustrar la cuestión, se puede repasar el acta del encuentro. Según se consigna en el documento10, publicado en la página web de la ciudad, ninguna de las 37 observaciones realizadas al contrato presentado por el gobierno, fue tenida en cuenta por los funcionarios del Ejecutivo. Respuestas del tipo “Dichas prestaciones ya se encuentran contempladas en los pliegos.”, o “No se considera conveniente ampliar el plazo a 120 días.”, se pueden leer de forma reiterada. Todo un ejemplo de diálogo de sordos. Entre otras cuestiones importantes, el ministro Santilli niega allí capacidad de contralor a las autoridades comunales. Asunto que quizás tenga que revisar a la luz del renovado debate en sede judicial sobre las competencias comunales.11 Más allá de todo esto, ratificó que con los nuevos contratos no habrá ningún tipo de perjuicio para las cooperativas de cartoneros que actualmente realizan la recuperación de materiales reciclables. Santilli aclaró que la recolección de la fracción de secos se está haciendo a través de las cooperativas de recuperadores, con la apertura de centros verdes y la doble contenerización. “El trabajo de los cartoneros está absolutamente garantizado por el convenio. No van a tener ningún problema”, señaló a la prensa. En la audiencia se debatió mucho. Entre las principales características del nuevo contrato, se contempla un gasto anual de 3 mil millones de pesos destinados al pago de los servicios de las empresas recolectoras, ajustables según la evolución de los salarios e insumos del sector. La ciudad será dividida en 7 zonas, cuyos límites geográficos coincidirán con los de las comunas. Una de esas zonas estará bajo control del Ente Público de Higiene Urbana, lo que la convertirá en una suerte de “área testigo” de la prestación. Aunque allí ya presten algunos servicios empresas contratadas por el estado porteño, por caso Covelia, la firma que se vincula a Moyano. También está previsto que la recolección se lleve a cabo de lunes a domingo bajo el sistema denominado “ciudad limpia”, que deja de lado el pago por tonelada recolectada. La lectura del pliego no permite distinguir, sin embargo, ningún parámetro objetivo acerca de qué se entiende por “limpia”12, concepto que ya rige la prestación del servicio, desde que se modificaron los contratos emergentes de la licitación de 2005. Se trata, en todo caso, de valoraciones discrecionales de controladores públicos, que no son compartidas por los habitantes de barriadas enteras, que siempre están sucias. Como dato positivo, se puede constatar que tras una larga batalla judicial y reclamos por parte de sus habitantes, esta futura licitación incorporará el servicio de limpieza dentro de las villas de emergencia, las cuales pasarán a ser catalogadas como “barrios”, pese a que, hasta el momento, no habían tenido esa consideración por parte de la gestión PRO, en lo que refiere a la prestación de los servicios públicos indispensables. La futura licitación está también condicionada con ingredientes externos. En primer lugar, el acuerdo entre Mauricio 10 11 12
Puede leerse en http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/med_ambiente/Informe-AU-PU.pdf Ver nota Recuperar los poderes de las Comunas, en Síntesis Comuna 3 nº 57, marzo de 2013. www.sintesiscomuna3.com.ar
Puede leerse en http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/med_ambiente/LICITACION_HUrbana_28-01-13.pdf. El 18 de enero el diario La Nación publicó que, presente en la Audiencia, Lisandro Ferrali, presidente del Ente Único Regulador de Servicios Públicos, expresó su preocupación por el incremento “de casi el 350%” en las denuncias de usuarios por el servicio de higiene urbana, profundizado desde la instalación de contenedores en vastas zonas de la ciudad, y recomendó poner especial énfasis en la prestación del servicio de recolección domiciliaria.
Macri y el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, a fin de que la ciudad reduzca drásticamente el envío de basura para su entierro en los rellenos sanitarios. El cruce entre ambos mandatarios por la crisis de los rellenos dejó maltrecho al alcalde porteño que debió capitular y hacer una promesa ambiciosa: la Ciudad se comprometió a reducir para 2014 un 78% de los residuos que deposita en los rellenos sanitarios del Gran Buenos Aires. El apuro viene del incumplimiento acumulado en las metas establecidas por la Ley 1854 de Basura Cero. En el 2012 se enterraron más del doble de toneladas que las previstas. Ahora la Ciudad tuvo que reducir en enero un 10% el envío de residuos, en marzo está previsto que la disminución alcance el 29% (meta de difícil logro), en julio el 31%, en noviembre el 44% y la diferencia el año próximo. Ante un incumplimiento, la CEAMSE podría devolver el excedente. Entre las críticas que se escucharon en la audiencia, el legislador porteño, Alejandro Bodart (MST en Proyecto Sur) cuestionó el costo por cuadra en las zonas servidas por los privados (130 mil pesos) en comparación con la zona que tiene a cargo el Ente público de Higiene (53.907 pesos). “Hay un problema de fondo y es que tiene como punto central favorecer a las empresas privadas, cuyo balance es pésimo” afirmó el legislador, que insistió con la estatización de la recolección. Santilli explicó que las distintas magnitudes de costos se apoyan en las diferencias salariales entre los estatales y los agremiados bajo el sindicato de Camioneros que conduce Hugo Moyano. No parece ser el caso, comparando las escalas salariales vigentes. (Ver La Yapa) Una de las organizaciones civiles que estuvo desde el comienzo promoviendo la ley 1854 y que trabaja intensamente para su implementación es Greenpeace. Integra además la Comisión de Asesoramiento Técnico de la Ley de Basura Cero. Sin embargo, faltó a la Audiencia Pública. GC: El 17 de enero se realizó una Audiencia Pública para escuchar las objeciones que se plantearan al nuevo pliego de licitación por el servicio de recolección de residuos. Ustedes no participaron. ¿Por qué? “Nosotros no fuimos porque no nos parecía bien cómo se estaba llevando a cabo. No nos convencía. Participamos en el inicio de la tarea de discusión y después nos retiramos, no queríamos convalidar un proceso que no nos cerraba.” Quien habla es Consuelo Bilbao, integrante del área política de Greenpeace. Una de las personas que desde esa organización hace el seguimiento del cumplimiento de la Ley 1854 en la Ciudad de Buenos Aires. Es una mujer joven que hace años estudia el tema y trata con los funcionarios que abordan la cuestión. Apasionada, desgrana sus opiniones con vehemencia. “Lo que queremos desde Greenpeace es superar la perspectiva higienista con una mirada ambiental y desde la preocupación por los recursos naturales. Nos inquieta el derroche ilimitado de recursos finitos que genera el consumo, y queremos trabajar en las etapas previas a la disposición final de la basura.” “Generalmente cuando se aborda el tema de la basura en la ciudad se lo hace desde una perspectiva higienista ¿no? Queremos que la ciudad esté limpia. Con mucha razón y más ahora desde la contenerizacion. No sé si han cambiado las frecuencias, si los camiones no alcanzan para levantar y limpiar. La verdad es que eso habría que verlo con la gente de control. Pero es cierto que la ciudad esta horrible.” “Pero lo que buscaba este Plan de Basura Cero que después se hizo Ley, es la gestión integral de los residuos sólidos urbanos. Tener una mirada integral en el sentido de que no pensemos en el residuo solo cuando lo tengo que recolectar y tirar. Hay etapas previas donde podemos incidir para disminuir la cantidad de basura que tiramos. Esto implica una política de estado y respaldarla con inversiones, que es lo que vemos que hoy no pasa en la Ciudad de Buenos Aires.” GC: Además implica un cambio cultural... CB: “Implica un cambio cultural, implica un cambio de hábito, pero insistimos con lo mismo. El cambio de hábito tiene que estar liderado y regulado de alguna manera.” GC: Por el estado. CB: “Claro. Hay países como Austria que recupera más del 70%, en Alemania están arriba del 60%. Tomemos en cuenta las dos grandes porciones de la basura, la fracción húmeda (residuos orgánicos, principalmente) y la fracción seca. Acá
a la fracción húmeda se la desecha como basura, pero hay una cantidad de material que se podría reutilizar.” “Muchos dicen con reciclar el problema no se acaba. Nadie dice eso. Reciclar es una pata más en una política. Cuando uno habla del reciclado, habla del seco, del plástico y del papel. El problema de la basura no se va a terminar sólo porque recuperemos plástico, vidrio y cartón. Se tienen que dar una serie de medidas de manera integral y de manera simultánea porque si no, no sirve.” GC: Al inicio de la implementación de la ley, comenzó a introducirse un sistema de separación y recolección diferencial de residuos… CB: “Si, en el 2007. Ahí ya se colocan contenedores en un 25% de la ciudad y se le pide a la empresa que haga el servicio de la doble recolección.” GC: El circuito de tapa naranja, de los secos. CB: “Si. Las empresas empezaron a hacer un servicio de recolección diferenciada a modo de piloto. Pero antes de ese servicio había estado también la bolsa verde, la doble bolsa y todos fueron pruebas espasmódicas que nunca llegaron a nada. Ese es otro reclamo nuestro, la falta de continuidad. Cuando hablás de cambio de hábito, no importa por dónde se comienza. Que se empiece por el seco, como una primera etapa. Después que se pase al húmedo, al menos que se empiece con grandes generadores: Puerto Madero, Las Cañitas, en Palermo, los Polos Gastronómicos, lugares donde hay mercados. Pero que se continúe.” GC: ¿El concepto Basura Cero está vigente? CB: “Está vigente. Para nosotros es un avance que se hable de Basura Cero, antes no tenías siquiera un paradigma. Antes era, higiene o contaminación y nada más. La ley no es utópica. En el primer mundo recuperan el 70%, pero nosotros no logramos recuperar ni el 10%. Nada. Ahora, después de estos anuncios que hace el macrismo de que van a reducir el 75% de la basura en tan poco tiempo, estamos esperando.” GC: Además de la recolección diferenciada, ¿qué otras cosas habría que hacer? “También trabajar en la primera etapa del problema, que es la minimización de la generación. Luego la disposición inicial selectiva, sea en bolsa o contenedor.” “Por ejemplo con el orgánico, que representa una porción muy importante de la basura. Más del 50% de la basura que estamos tirando son residuos orgánicos. Hay políticas en otros países donde aquel alimento que a veces está vencido según una norma alimenticia, se usa para alimentar animales y no va a la basura. O el que viene por problemas de envasado, pero que no está vencido, puede ir a parar a consumidores que los necesiten.”13 “Ese tipo de cosas tiene que ver con proyectos focalizados. Por ejemplo lo que decíamos de los grandes generadores de orgánicos, los mercados o los gastronómicos. No puede ser que los gastronómicos saquen la basura a la hora que se les canta y que se esté pagando un servicio especial de recolección, por ejemplo de Adesa en Palermo, para que pase a las tres o cuatro de la mañana, porque no pueden sacar la basura en el horario que corresponde. Digo, en esas cosas hay que hacer proyectos particulares y al que tira más basura hay que ver como se lo responsabiliza.” “Pero obviamente, todo es acompañado de campañas de concientización. Hoy el 3% de la facturación de los recolectores tiene que ir a campañas de concientización, ¿dónde lo vemos?” “La Ley establece por un lado que el 5% del gasto general del gobierno de la Ciudad en comunicación social, debe destinarse a campañas de concientización sobre la necesidad de tener hábitos sustentables con los residuos. A su vez la ley establece que el 3% de los contratos vigentes tenga el mismo destino. Los concesionarios lo hacen. Lo que pasa es que ellos tienen que contratar y presentar las propuestas, los proyectos de comunicación. El Gobierno tiene que dar la línea y una vez aprobadas, se tiene que poner en marcha esas campañas.” “Disponen entre sesenta y noventa millones de pesos. ¿Es un montón, no? Por eso cuando decimos de implementar 13
Ver Álvarez, Raúl. La basura es lo más rico que hay. Buenos Aires, 2012. Se refiere a un tema que refleja Álvarez en su libro y que retoma en la entrevista que mantuvimos. La mercadería desechada por problemas de envase o con fecha de vencimiento próxima. Hay mucha comida en buen estado que las empresas productoras prefieren enterrar en el basural, para preservar el valor de su marca. Álvarez menciona casos concretos de alfajores de primera línea, gaseosas o salchichas encontrados en relleno de José León Suárez.
una gestión integral, decimos que se tienen que dar varios procesos. Por un lado esto de buscar políticas alternativas, incentivar al vecino a que separe.” “Pero, si estás diciéndole a la gente que separe y te llevas en un camión todo junto, no tiene sentido y eso no lo vas a solucionar ni en un mes, ni en tres meses. Eso lo tenés que proyectar por lo menos por cuatro años y decir bueno, el primer año vamos a hacer esto con presencia en la calle. Después, si eso no funciona, si el vecino no responde, hay otras maneras. No es solamente el incentivo económico, es acompañar.” GC: ¿Se avanza ahora hacia una recolección diferenciada? CB: “Si, pero si nosotros vemos que un proyecto tiene más de dos mil novecientos millones de pesos para cinco o seis empresas de recolección, que son las que van a recolectar y a tirar al relleno sanitario y que la política sustentable del seco la vas a gestionar a través de los cartoneros y les vas a pagar doscientos millones de pesos... De doscientos a tres mil… Hay un desbalance impresionante entre un presupuesto y otro. Tres mil millones de pesos para las recolectoras, más seiscientos millones para el CEAMSE por el canon de enterramiento, contra doscientos para los cartoneros, por recuperar material reciclable.” “¿Qué esquema tienen ellos pensado entonces? Contenerizamos toda la ciudad, muy bien. Las empresas hacen el servicio del contenedor negro, los cartoneros hacen el servicio del contenedor verde para el seco. Bueno, ¿quién limpia ese contenedor? Y ¿donde no esté el cartonero? ¿Quién pasa? Nos están tomando el pelo, porque los cartoneros, que en muchas cooperativas trabajan muy bien, a todo pulmón, el día que el vidrio no vale nada, se llevan el cartón y el vidrio lo dejan. No tienen la culpa ellos, no les estás pagando por la prestación de un servicio, les estás tirando un subsidio y que ellos hagan el servicio.” “El Gobierno de la Ciudad invierte la millonada de plata en las etapas de disposición final o la recolección masiva, recolectar basura y enterrar. Entonces nosotros decimos que no cambiamos de este paradigma.” GC: Esa planta que abrieron ahora en CEAMSE, ¿es la solución para cumplir la meta de la reducción del 10%? CB: “Parece que la han cumplido. Es la primera meta. En marzo supuestamente van a poner un Plan de Emergencia de Escombros que trataría dos mil toneladas. Si eso lo hacen, podríamos suponer una disminución de verdad. El escombro se puede picar, reacondicionar y se vuelve a usar en la construcción.” GC: ¿Y la planta de los escombros donde la ubican? CB: “Enfrente de la cancha de San Lorenzo. Pedimos a través de la comisión que nos presentaran ese Plan de Emergencia, porque la planta de tratamientos de escombros estaría recién para fin de año. Hace tres años que lo vienen anunciando. Por eso te digo que no sé cómo van a cumplir todas las metas en un año, quiénes van a poner plata, si tienen ya todo armado. La planta de escombros creo que estaría para fin de año y ahora podrían hacer un tratamiento de mil ochocientas toneladas con el Plan de Emergencia, que nunca han presentado.” GC: ¿Y estas bolsas que ahora hay en los supermercados, que se venden? ¿No son biodegradables? CB: “No. Son bolsas de plástico de mayor capacidad, de modo que la gente usa menos bolsas, que no está mal. En vez de llevarte diez bolsas que después quedan volando o tiradas, sacás una o dos. No está mal, pero no resuelve nada.” “Ahora van a licitar otras tres plantas de tratamiento. ¿Cómo es el sistema? La empresa invierte y después la Ciudad le paga por tonelada recuperada. Entonces, al cartonero le dan un subsidio, que se lleve y recupere lo que pueda. A las empresas les pagan. O sea, a Roggio le pagan por la tonelada que recupera y al cartonero no le dan ni un mango.” GC: Si la recuperación de todo lo que pueda ser reciclado es una estrategia central, el trabajo de los recuperadores urbanos no es una cuestión social, es ambientalmente importante. CB: “Por supuesto. Ellos son los que están haciendo el trabajo ambiental, el trabajo sustentable y las empresas a las que se les paga millones, son las que están haciendo el trabajo de contaminación. Son las que están levantando la basura para enterrar y que después, encima hay que pagarle al CEAMSE para que la entierre.”
La yapa “Por añadidura”, dice el diccionario sobre el americanismo de yapa. Algo así como un “bonus track”. ¿Qué cosa viene añadida, pero no gratuitamente, a la basura? Con el proceso de crecimiento del poder sindical, económico y político del gremio de camioneros, fuertemente favorecido por el desbaratamiento neoliberal de los ferrocarriles como principal medio de transporte de cargas en el país, se vieron también beneficiados los trabajadores de las empresas recolectoras de residuos. Sus salarios, jornada de trabajo y estabilidad laboral fueron jerarquizados, en medio de negociaciones y lucha con las empresas del sector y con los estados municipales contratistas de los servicios de higiene urbana, como casi irónicamente se llama a la tarea de juntar los residuos por las calles y trasladarlos en camiones. Desde la recordada “Mantenga Limpia a Buenos Aires” (MANLIBA) de Franco Macri, favorecida por el contrato de recolección porteño por gracia de la dictadura, hasta las actuales empresas prestatarias, mucho ha cambiado. Aunque el salario de convenio está lejos de los mitos urbanos14, lo cierto es que la acción sindical ha logrado asegurar la continuidad laboral en una actividad caracterizada por la renovación de concesiones cada pocos años. Hasta el punto que esa garantía figura, como corresponde, en los pliegos de las licitaciones convocadas para contratar nuevos prestatarios. Es el caso del pliego que está en discusión en la Ciudad. Puntualmente el artículo 48 del pliego, referido a Ejecución y Control del Contrato, enumera obligaciones del contratista, entre otras la siguiente: “Absorber a su exclusivo cargo y costo en los términos del Convenio Colectivo 40/89 la totalidad del personal operativo, en relación de dependencia, que al momento de la apertura del SOBRE Nº 1 esté prestando SERVICIO en la/s Empresa/s Prestataria/s del SERVICIO PÚBLICO DE HIGIENE URBANA de la ZONA sobre la cual recayó su ADJUDICACIÓN, manteniendo el contrato de trabajo -a todos sus efectos- conforme las previsiones de la ley laboral y convenios vigente… .”15 Pero no termina ahí la cosa. El siguiente punto establece que además las empresas deberán realizar el cálculo “de la liquidación correspondiente a las indemnizaciones por despido del personal operativo no jerárquico ni administrativo que se encuentre bajo su dependencia.” Una vez controlado ese cálculo, el Gobierno porteño “abonará a las empresas los importes resultantes con el fin de que procedan a la indemnización”, de un personal que no fue despedido. ¿Raro? Ya hay antecedentes. Como publicó el diario Página 12 el 7 de marzo, “el bloque PRO les votó a los recolectores de basura -agremiados en camioneros- un bono como compensación por los contratos de recolección vencidos. Los trabajadores no fueron despedidos, pero cobraron una indemnización por cada cambio de contrato que hubo desde Manliba, una empresa del Grupo Macri. Para pagar esa indemnización la Ciudad se endeudó en 220 millones de pesos.”16 Los camioneros celebraron su logro con un acto el 26 de abril de 2012 en el estadio de Parque Roca, autorizados por el gobierno porteño. Fueron 7000 indemnizaciones cobradas en ese momento.
14
$ 3.829,08 es el salario inicial de los recolectores de residuos y limpieza, según la planilla de escalas salariales de marzo de 2013, que publica el gremio en su página web http://www.camioneros.org.ar/ En cambio, haciendo esa misma consulta en la página del gremio municipal porteño, se puede ver que el nivel inicial de la categoría inferior, a partir del 1° de julio de 2012 es de $ 4.643. No hay datos más actuales. http:// www.sutecba.org.ar/Actas/CC2012/Acta%20Nº%206%20E.jpg
15 16
Ver http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/med_ambiente/LICITACION_HUrbana_28-01-13.pdf ver http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215277-2013-03-07.html
El problema moderno de la basura Basura hubo siempre. Excrementos, restos, cosas rotas o en desuso, desperdicios. Todo eso nos ha rodeado a lo largo de la historia, casi como una prolongación natural del mundo biológico, una sombra que llevamos pegada a nuestra existencia. De hecho, lo poco o mucho que sabemos de nuestros antepasados remotos, debe casi toda su certeza al análisis de los restos de fogatas, de los desperdicios de comidas realizadas, de vasijas rotas o prendas en desuso que siempre acompañaron los asentamientos humanos. ¿Qué transforma a esos restos en un problema ambiental en nuestra época? En primer lugar, la calidad. Y en segundo lugar, la cantidad. Vamos por partes. La calidad diferente de la basura en nuestros tiempos está estrechamente vinculada con la aparición de nuevos materiales inventados por el hombre, que se degradan poco o muy lentamente en la naturaleza. La generación de estos materiales sintéticos es relativamente moderna. Detengámonos por un momento en la historia del plástico, un producto que puede simbolizar toda la categoría de nuevos materiales. Aunque no se trata sólo del plástico. El invento del primer plástico data de 1860. Ese año el norteamericano John Hyatt, desarrolló el celuloide, disolviendo celulosa (material de origen natural) en alcanfor y etanol. Hyatt consiguió así un producto que sería vital para el posterior desarrollo de la industria cinematográfica, por ejemplo. En 1909 otro norteamericano, el químico Leo Baekeland, sintetizó un polímero que bautizó con el nombre de baquelita. Fue el primer plástico totalmente sintético. La pionera de una serie de resinas sintéticas que revolucionaron la tecnología moderna iniciando la «era del plástico». A lo largo del siglo XX el uso del plástico se hizo popular y llegó a sustituir a otros materiales en el ámbito doméstico, industrial y comercial. Los plásticos son sustancias que pueden ser moldeadas y cuyo componente principal es el carbono. El carbono existe en estado natural. Todos los seres vivos lo contenemos. Pero al ser los plásticos el resultado de una construcción artificial, mediante procesos químicos, de moléculas complejas que no se dan espontáneamente, los materiales obtenidos tienen propiedades nuevas que no pueden lograrse con otros, por ejemplo algún color, poco peso, tacto agradable y resistencia a la descomposición ambiental y biológica. Esa estabilidad implica ventajas para los costos en la producción de objetos, la manipulación de mercancías, su almacenamiento y transporte, y la durabilidad en el tiempo de uso, pero juega en contra a la hora del desecho. No se degradan fácilmente. Muchas de esas sustancias al quemarse generan además gases tóxicos y enterradas se disuelven muy lentamente, envenenando los suelos y las aguas subterráneas. Antes de la aparición de los plásticos, los elementos que formaban el entorno cotidiano de nuestras existencias eran todos de origen natural, utilizados directamente como se los obtenía o luego de una breve elaboración. Algodón, lana, lino, madera, cuero, caucho, hueso o arcilla, por señalar los más comunes, eran los materiales que construían nuestro hábitat material. Los metales también son parte del mundo natural, aunque difícilmente se los encuentre en el estado de pureza con que los utilizamos o aleados de la manera con que los procesamos para aprovechar sus mejores propiedades. Un metal “moderno” es el aluminio, por ejemplo, cuya posibilidad de elaboración recién se alcanzó en el siglo XX y que no existe en esa forma en la naturaleza, sino en combinación con otros minerales o sustancias. Estos materiales novedosos trajeron muchas ventajas para la vida moderna, pero agregaron una complejidad estructural al tratamiento de los residuos sólidos urbanos. Por eso hay una diferente calidad del problema en nuestro tiempo. Otro rasgo agregado es la generalización del uso de materiales antiguos, como es el caso del papel. Las nuevas aplicaciones en forma de embalajes, pañuelos, papeles de cocina, servilletas, van de la mano con el creciente desarrollo de materiales combinados en los que el papel aparece asociado a los plásticos y metales, resultando un producto que no se degrada o lo hace muy despacio, lo que torna dificultoso o imposible el tratamiento integral del desecho. Dos casos arquetípicos son los envases tetrapack y los pañales descartables.
El problema de la cantidad Lo dicho sirve para vislumbrar que efectivamente cambió la calidad de nuestra basura y esa transformación la hace más difícil de reciclar, reducir y reintegrar a los ciclos naturales. Pero también se modificó la cantidad. Porque somos más habitantes y porque generamos más basura por persona. La población mundial subió drásticamente en los últimos doscientos años. Según todas las estimaciones más serias, trepamos de ser unos mil millones de habitantes hacia el 1800, a superar los seis mil millones en la actualidad. El grueso de ese crecimiento tuvo lugar durante el siglo XX. La División sobre Población de las Naciones Unidas evalúa que el número de habitantes del planeta pasó de 1.600 millones en 1900, a 6.100 millones en 2001, con más del 80 por ciento de ese incremento ocurrido desde 195017. Diversos fenómenos convergen en la actualidad para morigerar la velocidad del incremento, tanto en los países más desarrollados como en varias de las mayores naciones en vías de desarrollo, como China e India. Aunque los pronósticos en esta materia suelen ser menos confiables que los del tiempo, quienes conocen del tema estiman que en una décadas más el número de habitantes del planeta se habrá estacionado en una cifra alrededor de los diez mil millones. Mucha humanidad de todas maneras, tanta como toda la que existió desde la aparición de la especie. Las cuentas de los agoreros dan pábulo a la idea de una crisis ambiental sin precedentes, si todos esos humanos tenemos los mismos patrones de consumo que el de los países desarrollados, Estados Unidos por ejemplo. Los estudios en la materia muestran parámetros aterradores: los norteamericanos, siendo el 4% de la población mundial, producen el 20% del dióxido de carbono o gas carbónico (CO2, por su fórmula) uno de los gases responsables del calentamiento global. Federovisky18 aporta otro parámetro: “... un habitante de Estados Unidos consume el equivalente a 90 kilos de recursos naturales diarios, mientras uno de África apenas alcanza a 10…”. Como para hacer cuentas. Así las cosas, resulta difícil imaginar que con el ritmo de consumo del ciudadano norteamericano medio el planeta pueda soportar sin un deterioro gravísimo y permanente, no sólo los futuros diez mil millones habitantes, sino la mitad de los seis mil actuales. Pero también ocurre que el progreso no se le puede negar a nadie. Y nadie renuncia voluntariamente a alcanzarlo. Lo que lleva a plantearse de qué progreso hablamos19. De este modo se entiende que en todas las últimas grandes reuniones internacionales sobre problemas ambientales se hayan registrado fuertes tensiones entre los países llamados “ricos” y los pobres. Los muy desarrollados quieren imponer medidas que protegen el ambiente, pero que dificultan el desarrollo de los pobres o les imponen modelos de vida no acordes a sus culturas, sin renunciar a ninguno de los excesos que los caracterizan o adoptando medidas que los protegen a ellos, pero a nadie más. Los más pobres denuncian que el deterioro ambiental se debe principalmente al consumo de los más ricos y demandan que sean ellos los que moderen sus conductas y pongan los recursos necesarios para remediar el daño ambiental. Basta recordar a los que reclaman la protección de la selva amazónica de la amenaza de su desaparición, que hasta hace pocos siglos Europa era un continente recubierto de bosques, todos los cuales fueron desmontados para dar paso a una agricultura intensiva, que encima ahora es protegida con subsidios públicos. Como ilustración de la memoria, alcanza con recordar los relatos de los hermanos Grimm o a Robin Hood. El bosque siempre era un espacio protagónico, contrapuesto al pequeño universo seguro de la aldea. Las consecuencias de nuestra civilización Siendo muchos más habitantes que hace apenas un siglo y habiendo generado un sinnúmero de nuevos materiales y productos que no se degradan fácilmente, se pueden entender algunos fenómenos que se van instalando mientras trascurren estas líneas. Un caso paradigmático de lo que puede ser el futuro del planeta a partir del impacto directo de ese incremento poblacional y de la introducción en nuestras vidas cotidianas de nuevos materiales como el plástico, se puede verificar en la llamada “isla de plástico”, o “isla de basura” en el Océano Pacífico. Según consignaba el diario uruguayo El Observador, en su edición del 7 de mayo de 2012: 17
The twentieth century witnessed an extraordinary growth of world population from 1.6 billion in 1900 to 6.1 billion in 2001, with almost 80 per cent of that increase having occurred since 1950. http://www.un.org/spanish/esa/population/popenvdev.pdf
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Obra citada.
Ver Discurso de José Pepe Mujica, Presidente de Uruguay, pronunciado en la Cumbre Río + 20, el 20 de junio de 2012. http://www. blogger.com/blogger.g?blogID=8105136637722083910#editor/target=post;postID=512497120469173389
“Existen muchos ejemplos de cómo la soberbia y la indiferencia humanas convierten el planeta en algo parecido a una gran cloaca, pero uno de los más impresionantes es un remolino de millones de toneladas de plástico que se concentra en medio del Pacífico, a unos 1.000 kilómetros de Hawai. Conocido como el ‘gran parche de basura del Pacífico’, la ‘gran isla de basura’, la ‘gran sopa de plástico o el ‘séptimo continente’, este vertedero marítimo tiene unas dimensiones increíbles. Se calcula que ocupa de 1,7 millones a 3,4 millones de kilómetros cuadrados, y pesa unos 3,5 millones de toneladas. Argentina tiene una superficie de casi 2,8 millones de kilómetros cuadrados. Una catástrofe ecológica que, por desgracia, no deja de crecer. Ahora, una expedición científica francesa organizada por el explorador Patrick Deixonne se dirigirá a esta isla de residuos para examinar su composición y advertir al mundo de su dramática presencia. (…)El barco recorrerá 4.630 kilómetros entre California y Hawai, donde el explorador Charles Moore descubrió accidentalmente esta increíble placa de plástico en 1997. Hasta el momento, solo dos expediciones americanas han estudiado la zona, en 2006 y 2009. Deixonne, miembro de la sociedad de exploradores franceses (SEF), decidió iniciar esta aventura tras observar por sí mismo los residuos durante una carrera transatlántica en solitario hace tres años. La isla de basura está compuesta por todo lo que se pueda imaginar: boyas, redes de pesca, cepillos de dientes, bombillas, tapas de botellas, objetos procedentes de alcantarillas, etc. Pero destacan sobre todo, pequeñísimas piezas de plástico, millones de ellas, algunas del tamaño de un grano de arroz.”20 Todavía no se conocen los resultados de esta investigación. Pero la noticia vale como indicio fuerte del nuevo tipo de problemas que estamos atravesando como humanidad. Problemas de los que no se hace cargo ningún gobierno. Esta “isla de basura” se encuentra en aguas internacionales, fuera de la jurisdicción de cualquier nación. Entonces, no le atañe a nadie, en apariencia. Tampoco existen por el momento, mecanismos internacionales para acometer la limpieza del océano. El caso citado no sería el único, por lo demás. Sólo el más extenso. Dejemos el ejemplo atrás. Al cambiar la calidad de nuestra basura y al haberse incrementado exponencialmente su cantidad, porque somos más y porque nuestro estilo de vida produce más desechos, que ahora son de otra calidad, los residuos que generamos los humanos se han transformado en una amenaza para nuestra propia supervivencia. La crisis ambiental presupone también una crisis social de proporciones, pues no se puede remediar el cambio global que afecta el clima planetario si no marchamos decididamente hacia un cambio estructural en nuestra relación con el ambiente y en nuestro estilo de vida. En la respuesta que le demos a estos desafíos se juega la suerte de nuestra vida en el planeta. Y no se trata de algo que pueda esperar. Muchos son los que ya hacen cosas para remediarlo, pero debemos ser más y nuestras acciones tienen que concentrarse en objetivos inmediatos. La porción de los argentinos Gran parte de los efectos de esa crisis ambiental nos tocan, como fue hasta hace un tiempo el agujero de ozono formado sobre la Antártida, aunque hayamos hecho poco en nuestro país para producirla. En principio, nuestra evolución demográfica, con ser importante, dista de ser catastrófica. El país tuvo en los comienzos del siglo XX altas tasas de crecimiento poblacional, debido a los procesos de inmigración sumados a un elevado crecimiento vegetativo, incremento que durante la segunda mitad del siglo anterior se estabilizó y luego comenzó a descender. Desde la década del 60´, el crecimiento total es aproximadamente el resultado de la diferencia entre el número de nacimientos y la cantidad defunciones. Ya no depende de las migraciones. El primer registro poblacional de nuestro país es de 1869. Por entonces habitaban el territorio nacional 1.877.490 personas y la expectativa de vida al nacer era de 32,9 años. En el siguiente censo, realizado en 1985, la población se había más que duplicado, llegando a 4.044.911. Veinte años después, en 1914, llegaba a 7.903.662. Desde entonces, el crecimiento se fue haciendo cada vez más lento, al tiempo que crecía la esperanza de vida. En el 2001 ya era de 73,8 años. 20
http://www.elobservador.com.uy/noticia/223591/isla-de-basura-ya-mide-como-argentina/ Otra noticia semejante sobre basura en el mar fue publicada el 21 de febrero de 2013 en la prensa argentina. En este caso, se trata de un barco fuera de servicio, a la deriva en el Atlántico norte, del que nadie se hace cargo. http://www.larazon.com.ar/interesa/Crucero-ruso-abandonadonavega-deriva_0_435000257.html
De acuerdo con el censo del 27 de octubre de 2010, la población argentina ascendía a 40.117.096 habitantes, con una densidad media de 14,4 hab./km² . Como el relevamiento de 2001 había arrojado un total de 36.260.130 habitantes, el incremento de población fue de 3.856.966 habitantes, con una tasa de variación intercensal del 10,6%, menor a la registrada entre los censos de 1991 y 2001, que fue del 11,2%. Como vemos con estas cifras, la población argentina se multiplicó por cinco entre 1914 y 2010. Más rápido de lo que creció el número de habitantes del planeta en el mismo tiempo. Pero éste era y en gran medida sigue siendo, un territorio casi despoblado. Nuestro problema no radica en que seamos muchos, sino en que estamos concentrados en una pequeña porción de nuestro territorio. El Área Metropolitana Buenos Aires, conformada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense alberga unos 14 millones de personas, que equivalen al 35% de la población total del país. Estos valores convierten a Buenos Aires en la cuarta megalópolis de las 17 existentes en el mundo, y en el tercer aglomerado urbano de América Latina, detrás de Ciudad de México y San Paulo. En esta zona del país se produce el 40% del total de los desechos de Argentina. Precisamente esta zona, más el área del Gran La Plata21, ha sido adjudicada desde 1977 a la empresa pública Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE por sus siglas) para ocuparse en exclusiva de la disposición de los residuos sólidos urbanos, mediante el método de su enterramiento en lugares acondicionados a tal fin. Parte de la crisis actual de la basura en nuestra ciudad, se relaciona con el agotamiento del método elegido hace más de treinta años. Pero sobre este punto regresaremos más adelante.
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Formada por la capital de la provincia de Buenos Aires, más los municipios de Berisso y Ensenada.
La historia de Buenos Aires desde la basura Verónica Paiva y Mariano Perelman son investigadores sociales, que han dedicado algunos de sus últimos estudios a la historia de las políticas implementadas en nuestra ciudad respecto de la basura y cómo ellas han ido configurando diferentes entramados sociales y espaciales a lo largo del tiempo. Ellos afirman en un artículo: “Más allá de las épocas, la gestión de los residuos supuso siempre las siguientes fases: generación, recolección, tratamiento y disposición final. De todas ellas, la forma de tratamiento y disposición final resulta la más clara para establecer criterios de periodización.” “De acuerdo con ello, es posible establecer cuatro grandes etapas en lo referido al manejo de los residuos en Buenos Aires: - Una primera que se extiende desde la fundación de la Ciudad de Buenos Aires por Juan de Garay, hasta la instalación de la ‘Quema’, en la cual los residuos son vertidos en los terrenos baldíos – ‘huecos’ – o se arrojan al agua. - Desde 1860 y hasta 1904 en que el tratamiento de los desechos se efectúa por ‘quema a cielo abierto’. - Desde 1904 hasta 1977 en donde se tratan por ‘incineración’. - Desde 1977 a la actualidad, en donde a partir de la Creación del CEAMSE el tratamiento final de los residuos se realiza por ‘relleno sanitario’.22 Aunque se pueden rastrear prácticas y normativas a lo largo de todo el periodo colonial, es en 1803, siete años antes de la Revolución de Mayo, que aparece la primera evidencia de un sistema organizado de recolección de residuos. En esa fecha se promulga “un Reglamento de Limpieza, que compila todas la serie de normas sancionadas en etapas anteriores, y que dispone que el servicio de recolección se realice a través de seis carros tirados a caballo, cada uno de los cuales contaría con dos peones para levantar y acarrear la basura. Los vecinos debían juntar los desperdicios y sacarlos de sus casas en “tipas o cueros” para que fueran cargados en dichos carros.” “En el mismo reglamento se obliga a los artesanos y panaderos a sacar los residuos de sus locales al menos una vez a la semana. Luego del recorrido, los carros debían trasladar la basura hasta el “bajo de la residencia” (Paseo Colón y Humberto Primo) aunque en rigor la mayor cantidad de desechos que provenían de los hogares, de las calles, curtiembres y mataderos, continuaban siendo arrojados en los ‘huecos’ o a los zanjones de Matorras y Rivera23 no encontrándose otro método alternativo de tratamiento y disposición de los desechos.” Esta estrategia frente a la basura persistió más de medio siglo. Pero los cambios demográficos, políticos y urbanos de la ciudad impusieron una modificación. Sin que mediara una definición de las autoridades municipales de entonces, el volcado de los residuos y su quema a cielo abierto empezó a concentrarse en una zona de bañados próxima al Riachuelo y alejada del casco urbano. Dicen los autores citados: “la ‘Quema’ empezó a funcionar ‘de hecho’ a mediados de 1860, hasta que en 1873 se inauguró formalmente (…) Se trataba de un terreno de grandes dimensiones ubicado entre las calles Amancio Alcorta, Zavaleta, Cachi y el Riachuelo, al cual llegaban todos los residuos domiciliarios y de barrido que generaba la Ciudad.” “Dado el fuerte incremento en el volumen de residuos, desde 1861 la Municipalidad comenzó a hacer contratos con “empresarios” para que trataran la basura que recogían los carros de limpieza. El concesionario debía realizar la ‘quema’24, luego de ‘separar’ todo aquello que pudiera ser comercializable: muebles, botellas, metales, vidrios, huesos, trapos, papel, etc.” “Entre 1861 y fin de siglo dicha tarea estuvo a cargo de diferentes concesionarios, hasta que perdió efectividad porque bajaron considerablemente los residuos recolectados. (…) Es que por esa etapa se incrementó el número de personas que caminaban por la ciudad, hurgando en los cajones de residuos para levantar desechos comercializables. Eran conocidos como los “rebuscadores de residuos” y comenzaron a ser perseguidos por las autoridades públicas.” 22
Paiva, Verónica y Perelman, Mariano. De los Huecos al Relleno Sanitario . Breve historia de la gestión de residuos en Buenos Aires. 2006.
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En estos zanjones se disponían los desechos por una antigua disposición del Virrey Vértiz, para que fueran arrastrados por las aguas de las lluvias hacia el río.
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Las cenizas producidas por este método se utilizaban para rellenar calles, zanjas y pantanos, relatan Paiva y Perelman.
La extensa cita sirve para consignar dos datos. La estrategia de reciclar los residuos con valor económico y la existencia de personas que realizaban informalmente esta tarea, ya se encontraban presentes en Buenos Aires ciento cincuenta años atrás. Prosiguen Paiva y Perelman indicando que a partir de la inauguración en 1873, “comenzó a utilizarse el método de la ‘quema al aire libre’. Se colocaba la basura en ‘parrillas de hierro, en donde se las quemaba a fuego lento’, sin otro tratamiento final más que la incineración a cielo abierto. El tema del tratamiento de los residuos urbanos ya ocupaba un lugar significativo en las preocupaciones públicas, por sus diversas consideraciones económicas, sanitarias y sociales. Los mismos investigadores citan en otro artículo25, un Informe realizado en 1899 por la Comisión de Estudios de la Basura, creada a iniciativa del Intendente Adolfo Bullrich, que establece que “hasta hoy, la municipalidad ha enajenado, mediante una retribución mensual exigua, el derecho a explotar las basuras a empresarios que la someten a un régimen de explotación abominable, eminentemente peligroso para la vida de los trabajadores empleados en la separación de los elementos utilizables y de la salud pública en general” (Piñero, et al, 1905: 12-13)26 La intención del gobernante al convocar la comisión de expertos fue requerir una opinión fundada sobre “la mejor forma de dar tratamiento final a los residuos domésticos y a aquellos que hoy llamaríamos ‘peligrosos’”, relatan los autores citados. “La comisión debía investigar los sistemas usados en las distintas ciudades del mundo y estudiar la cantidad, naturaleza, composición y combustibilidad de las basuras para analizar sus posibilidades de reutilización comercial.” “Para entonces, los sistemas internacionalmente sugeridos para tratar los residuos eran: arrojarlas a los mares o ríos; promover mecanismos para su reutilización como abono agrícola o insumo industrial; el sistema Arnold que sometía a las basuras a vapor de agua y rescataba como producto abono o grasa; o destruirlas por fuego o incineración.” De nuevo, como vemos, hay pocas novedades bajo el sol. “La Comisión descartó las tres primeras opciones. La primera por considerarla altamente contaminante, la segunda porque el uso de residuos para abono agrícola o industrial sólo podía realizarse tomando todos los recaudos sanitarios para no menoscabar la salud pública, y en cuanto al sistema Arnold, porque el tipo de abono o grasa que generaba no era utilizado por la industria local (…) y aconsejó, sin más, la adopción del sistema de ‘cremación radical’”, es decir, un método de incineración absoluta de la basura, mediante usinas incineradoras. De la “quema” a los hornos En la “quema”, anotan Paiva y Perelman, “no sólo realizaban su actividad dichos ‘peones’, también hombres, mujeres y niños que reproducían sus condiciones de existencia a partir de los residuos hallados en el sitio. A partir de esta situación, en los contornos de la ‘quema’ comenzó a formarse un barrio, llamado ‘de las ranas o de las latas’, que existió aproximadamente hasta 1917 y puede ser considerado el primer asentamiento porteño compuesto por cirujas. Prosiguen los autores diciendo: “En cuanto al origen de los habitantes de la ‘quema’, algunos pobladores parecen haber tenido origen indio. En la memoria municipal de 1878 puede leerse el pedido del Administrador de Limpieza proponiendo contratar un ‘número de indígenas, los que con el tiempo podrían llenar las diferentes funciones anexas a este establecimiento, dando desde ya una ocupación a esos infelices’”. Se refería a los seguidores del cacique pampa Cipriano Catriel, quienes pidieron al Gobierno que les asignaran las tierras que les habían sido prometidas para instalarse con sus familias. Como solución provisoria, se había permitido el asentamiento de algunas tribus en una parcela situada al Sur de los Mataderos (Parque Patricios), lugar donde anteriormente se habían instalado otros indígenas (Martín, 1973)27.” Sin embargo, anotan enseguida que “No existe constancia de la ‘quema’ en los censos de la época (los que nos habla de la negación que existía sobre esta población), pero sí existen datos sobre los corrales vecinos.” Junto a los “peones de la quema”, el barrio era habitado por los marginales y excluidos de entonces. Negros, criollos, 25
“Aproximación histórica a la recolección formal e informal en la ciudad de Buenos Aires: la ‘quema’ de Parque Patricios (1860-1917) y
la del Bajo Flores (1920-1977)”. Publicado en la revista especializada Theomai, número 21 (primer semestre 2010).
26
Piñero, Antonio; Echagüe, Carlos; Lavalle, Francisco. Tratamiento y eliminación de las basuras. Informe teórico práctico de la Comisión especial. En Anales de la Sociedad Científica Argentina nº 59, Sociedad Científica Argentina, 1905. Citado por Paiva y Perelman.
27
Martín, Luis. El barrio de las Ranas y el Barrio. Ateneo de Estudios Históricos de Parque de los Patricios 15, Buenos Aires, 1973. Citado por Paiva y Perelman.
inmigrantes sin oficio, prostitutas, carreros, borrachos y asesinos (García Velloso 1910: 91-92)28, es decir, el lugar no sólo era un depósito de los desperdicios, si no el hábitat de las personas estigmatizadas, sin empleo o delincuentes. Hacia fines del siglo XIX comenzó a cuestionarse severamente la falta de higiene y condiciones de salubridad que generaba el sistema de “quema al aire libre” y las condiciones del barrio formado en su entorno. En este contexto, hacia 1911 la “quema” se suprimió y en su lugar se construyó el “Horno Provisorio de Nueva Pompeya”, que se inauguró en 1910. Este formaba parte de un proyecto general aprobado en 1909 según el cual debían construirse cuatro usinas provisorias: además de la de Pompeya, una en la parte céntrica de la Ciudad, otra en Flores y otra en Belgrano. Sólo la de Pompeya fue construida. Unos años más tarde, se continuaron las obras. “El 6 de abril de 1926 se inauguró una ubicada en la calle Rodney 299, en el barrio de Chacarita y en abril de 1928 una en Flores, en Varela 555. En 1929 se edifica otra entre las vías del Ferrocarril General Belgrano, Amancio Alcorta, Zavaleta y las continuaciones de Monteagudo y Lynch.” “A partir de este momento, el tratamiento de los residuos de la ciudad de Buenos Aires se realizó mediante dos mecanismos que actuaban en paralelo: la incineración y el vaciadero. Mientras (…) el primero implicaba la incineración total de los residuos, el segundo consistía en desparramar los desechos en un terreno abierto, para dejar que allí actúen los agentes naturales, atmosféricos y vivos destruyendo los residuos. (Danieletto y otros, 1947: 80)29 Este sistema rigió durante aproximadamente cincuenta años.” Los vaciaderos fueron varios. Según un informe de otra comisión creada para estudiar el problema de la basura en 1947, en diferentes épocas a lo largo de las primeras décadas del siglo veinte, funcionaron trece lugares distintos como vertederos dentro de la Capital. De todos ellos, el mayor fue el del Bajo Flores. “Se trataba de una zona inundable que comenzó a utilizarse para descargar y depositar residuos (…) Antes de su utilización como depósito de residuos, el lugar era un ecosistema prístino donde abundaban las nutrias, bagres, ranas, flores silvestres y todo tipo de pájaros autóctonos. (Prignano 1991: 48)30 La zona fue elegida para instalar simultáneamente un horno crematorio de basura en la calle Varela al 500 y el vaciadero municipal. El vertedero ostentaba para el tiempo de su cierre el dudoso mérito de ser “el segundo basural más grande del mundo”, según datos aportados por Oszlak.31 Para la época la recolección ya se realizaba en camiones diseñados para esos fines. “Un chofer y cuatro peones transitaban la misma ruta varias veces por día yendo de los barrios a la Quema. Dos, arriba del camión recibían las basuras. Dos abajo, uno de cada lado, corrían por la ciudad alcanzando los tachos, cajones de verdura o fruta, a los de arriba. Éstos devolvían a los de abajo el tacho para que lo dejen donde lo habían encontrado. ‘Antes no había bolsita’. El camión constaba de dos puertas corredizas en el techo que se iban llenando de atrás (el más cercano a la cabina) hacia adelante. No eran camiones que compacten la basura como son los de ahora. Solamente se arrojaban los contenidos de los sucios tachos dentro del camión.”32 En ese mismo proceso de recolectar, antes de llegar al vaciadero se iban clasificando las mercaderías más valiosas, “separando en bolsones todo lo que pudiese luego ser vendido”. Luego, arrojados los residuos en el basural, acometían la tarea los diferentes grupos de “cirujas” organizados territorialmente. La tarea de reciclado era de gran escala. Emilio Petcoff33 publicó: “La quema es, en principio, un gran negocio (…) Si lo sabrán los intermediarios que mercan vidrio, el cartón, los trapos y los metales! Una serie de fábricas –algunas ocupan más de cien obreros—se surten diariamente del basural, abriendo sus galpones para recibir para recibir caravanas de camiones y carros con la mercadería cuidadosamente especificada: aquí trapos que serán procesados y sometidos a un proceso de limpieza. Allí, los metales que ingresan a la fundición. (…) los tentáculos de esta industria pujante son esos 28
García Velloso, Enrique. En el barrio de las ranas. Documentos para la historia del teatro nacional 8, Buenos Aires, Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas , Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, (1910) 1985. Citado por Paiva y Perelman.
29
Danieletto, Carlos; Di Baja, Atilio; Piquero, Alfredo; Rocco Perna, César; Manigot, Gastón. Problema de la basura en la ciudad de Buenos Aires. Informe de la Comisión Especial designada para su estudio por decreto nº 6636/945, Buenos Aires, Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, 1947. Citado por Paiva y Perelman
30
Prignano, Angel. El Bajo Flores. Un barrio de Buenos Aires. Buenos Aires. Junta de Estudios Históricos de Flores, 1991. Citado por Paiva y Perelman.
31
Oscar Oszlak. Merecer la ciudad. Los pobres y el derecho al espacio urbano, Buenos Aires, CEDES-HUMANITAS, 1991. Citado por Paiva y Perelman.
32 33
Paiva y Perelman, artículo citado. Petcoff, Emilio. El mundo prohibido de los cirujas. Revista Atlántida, año 48 nº 1184, octubre de 1965. Citado por Paiva y Perelman.
desarrapados seres que pululan en la quema.” Esa actividad económica expresó y se alimentó en el fuerte impulso que tomó la zona sur de la ciudad como área de desarrollo industrial desde los años 30. “Un informe de la Dirección General de Obras Públicas y Urbanismo señala que para el año 1945, la ciudad de Buenos Aires poseía el 41,2% de los establecimientos industriales de la República, ocupaba el 50,1% de los empleados industriales” (…) “…la expansión de los galpones de compraventa de desechos se debe a varios factores: su configuración como área industrial, la cercanía de las empresas compradoras de material reutilizable (papeleras, vidrierías, fábricas de alimentos) en los partidos del Conurbano Bonaerense y la propia presencia de la ‘quema’, que motorizó la instalación de los depósitos, pero además y esencialmente, modeló las formas operativas del sector informal.”34 Decadencia y fin de la “quema” La persistencia de dos vías de tratamiento de los desechos, la cremación y el vaciadero, coexistiendo incluso espacialmente, reflejaba que “el optimismo inicial por la efectividad de los hornos crematorios decayó, debido a su baja capacidad de cremación y alto nivel de contaminación que generaba”, señalan los autores mencionados. Como el problema persistía, en 1947 volvió a formarse una Comisión Especial para el estudio de las basuras de la Ciudad de Buenos Aires, que reiteró la revisión de los sistemas en uso mundialmente en ese momento para tratarlos. “Respecto de ellos, la Comisión dio cuenta de los siguientes métodos: eliminación por vaciadero; por vía marítima; por cámara zimotérmica (fermentación), por incineración y por selección manual o mecánica, es decir, por sistemas de selección que aseguraran la separación de elementos orgánicos e inorgánicos reutilizables, antes de la cremación. ( ) A pesar de ser una de las opciones previstas en el menú internacional utilizado para el tratamiento de los residuos, la Comisión rechazó de plano la separación manual, por considerarla insalubre, y también la mecánica, por entender que no aseguraba una correcta selección de los elementos y porque la cantidad de residuos que se recuperaban no justificaba el gasto en inversión. La Comisión aconsejó el mejoramiento de los hornos crematorios vigentes, y tal como su par de principios del XX, volvió a sugerir la ‘cremación radical’ de los residuos.”35 La incineración como única opción aconsejable de la política pública, siguió conviviendo otros treinta años, con las prácticas formales e informales del vaciadero y el reciclado, proveyendo de materia prima a una gran cantidad de industrias. En paralelo se desarrollaron a partir de los años 40 en los edificios de departamentos, incineradores de pequeña escala, a cargo de los consorcios de propietarios. Cuando en 1977 se adoptó la decisión de clausurar el vaciadero y erradicar definitivamente los hornos crematorios, el problema ambiental que padecía la Ciudad era el humo en suspensión, pese a hallarse en medio de una enorme planicie y sobre las costas del río más ancho del mundo y pese, también, a las constantes brisas de los buenos aires. “La creación del CEAMSE erradicó casi totalmente el ‘cirujeo’ y los basurales de la ciudad de Buenos Aires y reconfiguró las formas operativas del circuito de intermediación que sobrevivió al cierre de la ‘quema’. Al clausurarse el lugar, los ‘cirujas’ modificaron las formas de recolección, y comenzaron a utilizar los carros empujados con las manos o tirados por caballos, recogiendo la basura reutilizable de origen residencial (de las casas y comercios), que luego vendían en los depósitos de compraventa que estaban instalados en la zona. �
34 35
Paiva y Perelman, artículo citado. Ídem anterior.
CEAMSE, la apuesta fracasada La basura siempre resultó un problema para los porteños. Como vimos, históricamente se apostó a resolverlo mediante la incineración de los residuos. Esa forma de atender la cuestión terminó en 1977. Eran tiempos de la dictadura militar, que se había propuesto llevar adelante a sangre y fuego un “proceso de reorganización nacional” ambicioso, cuyo capítulo urbano implicó severas transformaciones de la principal ciudad argentina, impuestas en nombre de una supuesta racionalidad técnica y con una mirada profundamente ideológica acerca de la sociedad que se pretendía lograr. Además de cambiar radicalmente los criterios históricos con los que se trataban los residuos urbanos, el gobierno militar emprendió una significativa mutación de los medios de transporte urbano, privilegiando el acceso por automóvil a las áreas centrales de la ciudad mediante un extenso sistema de autopistas, muchas de las cuales no llegaron a concretarse. También concentró las labores de comercialización mayorista de productos frescos y ordenó el tráfico de ómnibus de larga distancia, centralizando las partidas y arribos de esos vehículos, por señalar algunas de sus intervenciones más destacadas. “Durante la última dictadura militar, la Ciudad de Buenos Aires fue objeto de una fuerte intervención en cuanto a su concepción espacial y social. Esta importante preocupación por modificar el espacio no es menor en tanto se intentó crear un nuevo orden más duradero”, señala Mariano Perelman36. Prosigue diciendo “Para el gobierno militar la ciudad se debía ‘merecer’ para vivirla, transitarla y usarla. (Oszlak, 199137; Torres, 1993). Así lo manifestaba un ex funcionario municipal: “No puede vivir cualquiera en ella. Hay que hacer un esfuerzo efectivo para mejorar el hábitat, las condiciones de salubridad e higiene. Concretamente, vivir en Buenos Aires no es para cualquiera sino para el que lo merezca, para el que acepte la pauta de una vida comunitaria agradable y eficiente. Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente” (Dr. Del Cioppo38, Competencia, 1980. En Oszlak, 1991: 78).” Estas ideas tuvieron importantes efectos prácticos, como subraya Perelman en la misma obra. “Las declaraciones del ex titular de la comisión municipal de la vivienda y luego intendente de la ciudad resumen parte de la concepción subyacente a las acciones que se llevaron adelante durante los siete años de gobierno de facto. Para ello se estableció un nuevo Código de Planeamiento urbano como marco normativo-jurídico donde todas las políticas municipales encontraron su anclaje legal e ideológico.(…) Además, se sancionó una nueva ley de viviendas que hizo subir el precio de los alquileres. Como resultado se produjo una serie de desalojos y mudanzas. Muchos optaron por instalarse en casas de parientes (donde aumentaron las condiciones de hacinamiento), trasladarse a villas de emergencia (de la provincia de Buenos Aires), regresar a sus provincias o países de origen o ubicarse en hoteles y pensiones.“ La política de “seleccionar” los pobladores que merecían la ciudad, se completó con otras dos operaciones. Dice el autor citado “También se produjo una explícita política de erradicación de villas. Se desarrolló una doble estrategia: por un lado, hacia los villeros y, por el otro, hacia el resto de la población de la ciudad de Buenos Aires, buscando crear una visión negativa de la población villera. (…) Otro elemento, que puede parecer menor, pero que no lo es, fue el plan de Autopistas. No sólo porque se desalojó a cientos de personas que luego no pudieron comprar casas (gracias al régimen de desalojos y los precios pagados por el municipio) sino porque privilegiar una forma de transporte como las autopistas por sobre otras (como los subtes o trenes que fueron descartados por la municipalidad) marca una postura sobre el ‘tipo’ de gente que tiene la capacidad de circular e ingresar a la ciudad.” Como también señala Álvarez39: “En el año 1977, el gobierno militar argentino se encontraba empeñado en producir una transformación profunda de la sociedad argentina. Sus principales herramientas políticas pasaban por la política represiva, juzgada más adelante como terrorismo de Estado y por su política económica, de corte antipopular, que 36 37 38
Perelman, Mariano. De la vida en la Quema al Trabajo en las calles. El cirujeo. Ciudad de Buenos Aires. Avá nº 12. Posadas, 2008.
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Álvarez, Raúl. La basura es lo más rico que hay. Buenos Aires, 2012.
Obra citada.
Durante la gestión de su antecesor, Osvaldo Cacciatore (1976 - 1982) se había desempeñado al frente de la Comisión Municipal de Vivienda, organismo que encabezó el proceso de erradicación de villas de emergencia en la Capital Federal. Tiempo después, fue designado intendente por las Fuerzas Armadas el 31 de marzo de 1982, tras la multitudinaria marcha en rechazo a la dictadura que gobernaba aquél entonces, que hizo caer al anterior Intendente.
sentó las bases para el giro neoliberal que se aplicaría en la década del 90. La basura también fue objeto de la política de reorganización profunda del proceso militar. (…) Afín a su particular mirada de limpieza y desaparición de los disfuncional, el régimen dictatorial encaró una política de higiene ambiental.” El enterramiento como solución La idea del enterramiento de los residuos sólidos urbanos en lugares seleccionados surgió en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos. Sintéticamente se procura localizar sitios de bajo valor urbano, cuyos fondos y perímetros se tratan con el objeto de impermeabilizarlos; se hacen depresiones que se van rellenando con los residuos compactados, cubiertos a su vez con sucesivas capas de tierra para evitar olores y proliferación de insectos y roedores. Para operar sistemáticamente el terreno es dividido en sectores o “celdas”, cuyo relleno se realiza sucesivamente. Para finalizar luego, una vez colmada la capacidad de recepción de basura del lugar, con la parquización superficial del terreno con el propósito de recuperarlo como espacio de uso público. “El proyecto daba por sentado que los rellenos se ubicarían en terrenos bajos e inundables, con el fin de elevar su cota y establecer en ellos parques recreativos que sirvieran de “pulmón” a la ciudad. No se consideraba que esta práctica pudiera producir efectos negativos de ningún tipo sobre la tierra y el agua. Menos aún sobre el aire, al que se le quitaba smog y –se esperaba—se le agregaría oxígeno. El proyecto cerraba con la creación de una autopista perimetral en forma de anillo, que rodearía el área metropolitana de Buenos Aires. Lo que quedó de ese plan es lo que hoy conocemos como “Camino del Buen Ayre”, señala Álvarez. “El plan cobró forma en 1977”, prosigue. “Su principal expresión jurídica fue el régimen de disposición de residuos consagrado por el Decreto Ley 9111/78. En el área metropolitana de Buenos Aires, esta política consistió en: a) Prohibir la incineración de residuos. b) Establecer un sistema de recolección, compactación y enterramiento. c) Darle a este nuevo sistema un alcance interjurisdiccional, abarcando Capital Federal y los municipios vecinos de la provincia de Buenos Aires. d) Se crea el CEAMSE, una empresa estatal perteneciente a ambas jurisdicciones, para gestionar este sistema. e) Se prohíbe –sin éxito, claro—el cirujeo y la disposición de residuos fuera del sistema oficial. f) Se establecen rellenos sanitarios en la periferia del conurbano bonaerense, los dos primeros en zona Norte (Bancalari, luego J.L. Suárez) y Villa Domínico. Más adelante se abrieron los rellenos de Punta Lara (Ensenada) y González Catán (La Matanza). “Originalmente se lo llamó “Cinturón Ecológico Metropolitano Sociedad del Estado”, inspirado en el utópico plan de su mentor, el abogado Guillermo D. Laura. Más adelante, sin alterar la sigla, su nombre fue cambiado por Coordinadora Ecológica Área Metropolitano Sociedad del Estado.” Recordemos que Laura fue también el impulsor del sistema de autopistas urbanas, que fracturó la trama urbana en extensos tramos del área metropolitana, en detrimento de los ferrocarriles. Así organizado el espacio urbano, la basura se desplaza de las áreas residenciales y centrales a una periferia semi rural, cuya característica era ser inundable, anegadiza. Se la procura “normalizar” por la acción humana, como si fueran una anomalía disfuncional del territorio, un “defecto” que requiriese corrección. Pronto la naturaleza reclamó su lugar y la supuesta racionalidad técnica de la intervención se desnudó impotente y dañina. Entre tanto, un extenso lugar porteño, el ex bañado del Bajo Flores, comenzó a ser recuperado como espacio verde, luego de servir por décadas como vaciadero de residuos y “quema” a cielo abierto. El lugar de la basura Parte de la lógica económica de la ecuación de los “rellenos sanitarios”, consiste en ubicarlos a distancias cortas de los lugares de generación de la basura, para disminuir los costos y los tiempos de los traslados en los camiones recolectores. En la planificación del CEAMSE se tuvo en cuenta el dato de distancias no mayores a los 20 kilómetros desde las estaciones de transferencia y que además, se tratara de terrenos alejados de los núcleos poblacionales. Pero no se consideró el creciente proceso de urbanización. Así, la distancia relativa de los asentamientos poblacionales respecto de los rellenos, fue variando. Salvo el caso de González Catán, en el que la población aledaña está radicada en el lugar con anterioridad a la llegada del CEAMSE, en los demás rellenos lo que ocurrió fue que la trama urbana se fue aproximando a las zonas de relleno, hasta quedar contigua a éstos.
En tiempos de la dictadura no había mucho espacio para la discusión de la iniciativa gubernamental. Tampoco entonces se apreciaban las consecuencias negativas de los enterramientos. Como recuerda Álvarez en su obra citada, en aquel momento “El impacto de la medida sobre la opinión pública, no pasaba por la técnica de enterramiento, es decir, del relleno sanitario. Se aceptaba que los residuos ‘desaparecían’ luego de unos años de enterrados bajo tierra. La cuestión que afectaba la vida cotidiana de la población, en ese momento, fue la prohibición de quemar basura y la obligación de embolsarla para ponerla a disposición del camión recolector. En particular, los edificios de departamentos se vieron afectados porque incineraban sus residuos internamente. En cambio, se los obligaba a clausurar sus incineradores y a compactar su basura, mediante máquinas compactadoras que debían adquirir. (…) Al poco tiempo, la fantasía de la compactación fue dejada de lado. La población se acostumbró a sacar sus residuos embolsados y dar por seguro que éstos serían enterrados ‘sanitariamente’, en algún relleno alejado.” Prosigue Álvarez en su análisis. “No se consideraba entonces que así como los desaparecidos del terrorismo de Estado siguen presentes, los residuos enterrados no se descomponen del modo tan simple e inocuo como el gobierno militar creía. Hoy sabemos que la técnica del denominado ‘relleno sanitario’ produce efectos nocivos sobre la tierra, el agua y el aire40, dañando un bien colectivo, como es el ambiente.” La recuperación democrática, la extensión de la trama urbana, la progresiva saturación de los enterramientos y la creciente conciencia pública acerca de sus consecuencias dañinas también para la salud humana, generaron paulatinamente las condiciones necesarias para que surgiera la impugnación vecinal de estos basurales “sanitarios”. Sin embargo, hay que puntualizar que en los primeros tiempos de la transición democrática iniciada en 1983 no hubo rechazos notorios a la estrategia del CEAMSE. Se había naturalizado como una “solución” posible del problema de la basura. La incorporación en la agenda pública de los enterramientos como una amenaza ambiental vino varios años más tarde, impulsada por movimientos vecinales creados a partir de verificarse en casos concretos los daños padecidos en la salud de habitantes de barrios próximos a ellos. Estas circunstancias obligaron a las autoridades a tomar determinaciones, pero no todas en los tiempos requeridos y, además, sin buscar alternativas menos gravosas. El sistema creado por la dictadura siguió funcionando hasta hoy con la misma lógica, absorbiendo las presiones fragmentarias de una objeción social que todavía no superó la escala de los barrios afectados. Repasemos los datos de esa historia siguiendo a Álvarez. “El relleno de Villa Domínico fue el primero en recibir la impugnación vecinal. Alrededor suyo se construyeron torres de viviendas. Por la contaminación del aire, aumentó extraordinariamente el número de enfermedades infantiles. El contacto de las madres de estos niños en los servicios médicos dio lugar a la organización de las ‘madres de las torres’41, que luego de un proceso de movilización social logró comprometer al Municipio de Avellaneda. Su presión fue decisiva para que en el año 2003 se lograra su cierre.” “En González Catán, que también registra un aumento inusitado de estadísticas de enfermedades, se desarrolló un movimiento asambleario ambiental que si bien nunca logró el cierre del relleno, ha arrancado de las autoridades la promesa, siempre incumplida, de clausura del mismo.” “El relleno de Punta Lara también dio lugar a un proceso de luchas sociales, que llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. En esa sede tuvo lugar un acuerdo –también incumplido—por el que el CEAMSE y el Poder Ejecutivo provincial se comprometían a cerrar el relleno.” “El avance en la impugnación socioambiental a los rellenos del CEAMSE motivó a las autoridades provinciales a buscar lugares alternativos donde radicar nuevos rellenos. Pero en cada lugar elegido se encontró con un movimiento vecinal opuesto a recibir basura”, completa su síntesis Álvarez, que sagazmente señala que todos estos conflictos tienen una dinámica semejante: no impugnan en general el método del relleno sanitario sino su localización. “Al lado mío, no!”, pareciera ser la consigna común. “A diferencia del resto de los barrios del AMBA, en J.L. Suárez no existe una impugnación vecinal significativa a la basura por cuestiones ambientales”, agrega el autor citado, para interrogarse sobre esa significativa diferencia. La respuesta parece aportarla Alicia Dujovne Ortiz42. Ella refleja el proceso de conformación de ese barrio, expandido sobre antiguos basurales, empujado por la desesperación de personas desalojadas de sus lugares habituales de 40
El autor remite al informe de Greenpeace “Resumen de los impactos Ambientales y sobre la salud de los Rellenos Sanitarios”. Buenos Aires, Mayo 2004. En http:www.greenpeace.org/
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Merlinsky, María Gabriela.Conflicto ambiental, organizaciones y territorio en el sur del Área Metropolitana de Buenos Aires. 2004. Dujovne Ortiz, Alicia. ¿Quién mató a Diego Duarte? Crónicas de la basura. Aguilar, Buenos Aires. 2010.
residencia por el hambre, la falta de trabajo, las inundaciones o el llano desalojo. Sin otro lugar en el mundo más que un pedazo del viejo vertedero, contaminado y en litigio, la nueva basura descargada en las proximidades es, sobre todo, una fuente de recursos que no se puede desaprovechar. No hay lugar para la queja ambiental. Antes que eso, la basura es una bendición. Los conflictos no se pueden enterrar Mencionábamos más arriba la lucha vecinal por el cierre del relleno de Villa Domínico. El caso lo estudió María Gabriela Merlinsky. Ella reseña en 2004 en el artículo citado que: “En este caso, se trata de un relleno sanitario de 600 hectáreas gestionado por el CEAMSE, que ha colapsado hace varios años, produciendo daños ambientales severos a la población que reside en el área. La organización de pobladores, logró el cierre del predio a principios de este año y actualmente la conflictividad gira en torno a las acciones de remediación, dado que las consecuencias ambientales tienen una duración mayor, e incluso posterior a la clausura de las actividades de deposición final de residuos.” “En octubre de 1978 el CEAMSE licitó la recuperación, forestación y urbanización de la zona costera del Río de La Plata. En ese marco, se adjudicó a una empresa privada la tarea de instalar y gestionar un relleno sanitario de 600 hectáreas que durante los últimos veinticinco años ha sido el receptor de la deposición final de los residuos de toda la Capital Federal y varios municipios del conurbano. Localizado en el borde costero de los partidos de Quilmes y Avellaneda, el Relleno Sanitario ‘Villa Domínico’ debía constituirse –según consta en el contrato de adjudicación- en un área verde parquizada, una vez que se completara con la construcción y rellenado de las celdas con el proceso de deposición final de residuos, dejando dos tercios de la superficie forestada. Lo que sucedió en la práctica es que no se cumplieron los términos del contrato, el área recibió una carga superior de residuos (el relleno siguió en altura, superando los máximos establecidos) y no se tomaron medidas preventivas para la impermeabilización del suelo, el tratamiento de lixiviados y gases.” “Las primeras protestas se originaron en los primeros años de la década del noventa en la localidad de Don Bosco (Quilmes) por problemas de inundaciones originados por el elevamiento de las napas que no escurrían adecuadamente hacia el Río de La Plata. Por sucesivas presiones de los vecinos se desafectó el relleno sanitario “Villa Domínico II”, de localización parcial en el partido de Quilmes.” “En el año 1993 hubo una modificación del contrato de concesión que autorizó a la empresa el relleno en altura, comenzando así un vertiginoso cambio en el aspecto físico del lugar que empezó a transformarse en una gran montaña de basura (algunas celdas en la actualidad tienen veinticinco metros de altura). Hacia 1997 los vecinos empiezan a presentar denuncias a la municipalidad por emanaciones de gases. Empieza a generarse un estado de alerta en la población en relación a la posibilidad de que esos gases puedan ser tóxicos. El punto de inflexión de produce entre los años 1998 y 1999, período en el que empiezan a registrarse casos de leucemia en un porcentaje superior a la media. A partir de allí empieza un proceso de reclamos crecientes a través de cartas a distintos organismos, reclamos por la vía judicial, y a las autoridades municipales, provinciales y nacionales. Durante el año 2000 algunos intendentes municipales (entre ellos el intendente de Avellaneda) se suman a los vecinos argumentando que el organismo ejercía una ocupación “arbitraria” de tierras de los municipios para utilizarlas como “basureros”, generando un grave daño ecológico.” “El punto más alto del conflicto se desarrolla en el período que va del año 2001 hasta el año 2003, en este lapso, empieza a desarrollarse un nuevo repertorio de recursos de protesta que incluye ‘escraches’ a funcionarios, movilizaciones hacia la sede de la empresa contratista, ‘sentadas’ frente a las puertas de ingreso del relleno sanitario y marchas y movilizaciones por las calles de los barrios lindantes al relleno sanitario. Las distintas organizaciones de la zona, articuladas por la asamblea barrial conforman una red denominada: ‘Asamblea de vecinos autoconvocados afectados por el CEAMSE’ (…) En enero del 2004 se cierra definitivamente el relleno (cuando los contratos de concesión ya estaban vencidos)” La cita es extensa pero vale para resaltar los riesgos de una gestión empresarial sin controles ciudadanos claros, aún en democracia. La extensión del contrato a la empresa Techint, que era la concesionaria, autorizándola a elevar la cota de los enterramientos y la realización del relleno sin los recaudos técnicos de impermeabilización requeridos, según denunciaron los vecinos afectados, transformó el relleno en un asesino silencioso de niños del lugar. Esta lucha vecinal fue parcialmente silenciada por el enorme estrépito de la crisis del 2001 -2002. Pero a la vez ese contexto promovió la permeabilidad del sistema político ante la impugnación popular al relleno. Sin embargo, el cierre no cambió el método usado para resolver el tema de la basura. Sólo modificó el lugar donde se concentraron los
enterramientos. Fueron a parar al lugar en el que había menos resistencia, porque sus pobladores estaban y están demasiado preocupados en sobrevivir, como para defender su salud. El CEAMSE en la actualidad Luego de 34 años de existencia, la posibilidad técnica que ofertó el CEAMSE en su momento se agota. Sin considerar las múltiples impugnaciones al propio método del enterramiento y sus consecuencias ambientales que habrán de persistir por décadas, los vaciaderos están colmados. En abril de 2013 el relleno de José León Suárez habrá completado su capacidad de recepción de residuos. Ampliaciones secundarias podrían extender su vida útil algunos meses, pero no resuelven el fondo de la cuestión. La decisión política de la Presidenta de no habilitar terrenos en Campo de Mayo para posibilitar una expansión del relleno de José León Suárez, enfrentó críticas del gobierno porteño y del sindicato moyanista del CEAMSE. Sin embargo, resultó la única medida eficaz para promover un replanteo integral de la estrategia de enterrar los residuos. No se trata solamente de un problema de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, como indicamos anteriormente, es un recorte administrativo más o menos arbitrario de la ciudad global. Todos los municipios bonaerenses que integran la gran ciudad afrontan el mismo desafío: ¿qué hacer con la basura? Los rellenos son un despropósito ambiental. Enterrar recursos naturales que no sobran, para envenenar el suelo y el agua, gastando enormes masas de dineros públicos en ese sinsentido, parece más una acción suicida que un acto racional. Solo anulando la pregunta por el futuro se pudo sostener por un tiempo. Pero ese tiempo terminó. Y ahora son necesarias y urgentes otras respuestas. Consignemos también que aunque con un método condenable, impuesto manu militari, y que llegó a los límites de su posibilidad física, el CEAMSE expresó la comprensión de que la ciudad era una sola, más allá de las jurisdicciones diversas que la parcelan política y administrativamente. Hacia adelante, las alternativas de políticas públicas tendrían que contener esa perspectiva regional del problema que, como otros semejantes -la cuenca del Riachuelo-Matanza, por caso- sólo encuentran posibilidad de resolución en la intervención convergente y articulada de los distintos actores institucionales involucrados. Así las cosas, para algunos expertos consultados, el organismo no debería desaparecer, no sólo porque asegurar el manejo de los enterramientos ya realizados implica labores que se extenderán por décadas, sino porque implica un espacio de articulación que debiera preservarse, con las adecuaciones que propongan la experiencia y los nuevos desafíos ambientales planteados. Otros, en cambio y como también veremos, abogan por su desarticulación inmediata.
Un problema, muchas soluciones. El hombre sorprendió con sus declaraciones. La dura carta pública que había hecho circular a finales de noviembre de 2012 no se compadecía con su imagen de tipo moderado y cauto. “Mi paciencia tiene un límite”, había advertido. Todo indicaba que ese borde estaba próximo. En seguida Macri respondió atónito. Por el tono y la forma. Acusó a Scioli de actuar como “kirchnerista”, politizando un tema de gestión. Como si la gestión no fuese política. Scioli retrucó que si no se hacía algo, y él ya se lo había advertido varias veces antes, “el tema iba a estallar”. Interrogado por La Nación el 2 de diciembre del año pasado acerca de cuándo sería ese estallido, el gobernador bonaerense respondió: “En un año”. El diario consignaba “sus colaboradores creen que podría ser antes, a mediados de 2013. Pilas de basura en las esquinas porteñas podrían convertirse en una catástrofe electoral para Macri. Pero también para Scioli.” En seguida vino la reunión conciliatoria (el lunes 3 de diciembre en un hotel céntrico de Buenos Aires) y el compromiso inmediato de la Ciudad de reducir un 10 por ciento el volumen de los residuos derivados para su enterramiento en José León Suárez. Un objetivo ambicioso por el corto plazo establecido para alcanzarlo. Máxime considerando que la ciudad arrastraba cinco años de incumplimientos en su propia Ley de Basura Cero, todos en la gestión Macri. 43 Un mes más tarde se develó el misterio. Macri y Scioli posaron juntos para la prensa al inaugurar el jueves 3 de enero de 2013 una novísima planta de tratamiento de residuos construida velozmente por el Grupo Roggio (el mismo de Metrovías y Cliba) en terrenos del CEAMSE, que servirá para que la ciudad cumpla su promesa de reducir un poco sus enterramientos. Claro que Roggio no tardó un mes en edificar la planta de tratamiento. La obra duró más de un año. En noviembre solo se trataba de acordar cuándo y cómo se la inauguraba. Algo que seguramente conocían tanto Scioli como Macri antes de hacer su pequeña comedia en público. Álvarez nos confirmó en una entrevista que le hicimos para este libro, que la planta había iniciado sus operaciones en agosto de 2012 y que hubo negociaciones con el sindicato de trabajadores del CEAMSE y las cooperativas de cartoneros que trabajan en el relleno, recuperando material reciclable, para postular los operarios que allí se desempeñarían44. También nos señaló que la instalación se encuentra sobre el deslinde de los municipios de San Martín y 3 de Febrero, ninguno de los cuales acuerda con el destino asignado de ser el basurero de los porteños. Al tema también se refirió el ministro De Vido en una columna de opinión publicada en el diario Página/12 luego de la ceremonia de inauguración. Señaló las ausencias en la foto que se sacaron Scioli y Macri. Eran las de los intendentes de los municipios bonaerenses afectados por el basural de Suárez, “que no fueron consultados”, para habilitar la planta de tratamiento. Ley de Basura Cero Lo que puso de relieve la polémica pública entre las principales autoridades de la provincia y la ciudad, es que el mecanismo diseñado en el año 77 para intentar “resolver” el problema de los residuos sólidos urbanos está agotado y no puede continuarse. A esta altura, es una noticia vieja. Como editorializaba La Nación el 15 de noviembre de 2012 “Cuando en enero de 2004 se cerró el relleno sanitario de Villa Dominico, en Avellaneda, porque ya no podía recibir más basura, la ciudad y la provincia de Buenos Aires tuvieron el primer indicio de que todo lo que iba a venir después no sería menos problemático 43
Publicó el diario La Prensa el 4 de diciembre de 2012: “Scioli, al hablar con la prensa al término del encuentro, subrayó: “Quería una propuesta, quería un resultado. Hoy veo que tenemos una base de trabajo importante que habla de reducir la basura que se entierra en la provincia en un 44 por ciento en menos de un año, y 78 por ciento, ellos han planteado, hasta junio de 2014. Buscaba esto, una reacción positiva”. Días atrás, el gobernador bonaerense había asegurado que la problemática de la basura “llegó a un límite” y había advertido a Macri que iba a impedir el depósito de los residuos en el territorio provincial si la Capital no cumplía con la Ley de Basura Cero.”
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El 9 y 10 de julio del 2012, los recuperadores cooperativizados del CEAMSE habían bloqueado los accesos de camiones de basura, en reclamo de puestos de trabajo en la nueva planta recicladora que se estaba construyendo y “mejoras en sus condiciones de trabajo”, según se publicó http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/83600/peligra-la-recoleccion-de-basura-por-un-piqueteen-la-ceamse.html
ni caótico. Sin embargo, pasaron más de ocho años y aún no se ha encontrado una solución para las 14.250 toneladas de residuos que ambos distritos producen diariamente.” Tan vieja es que los porteños contamos desde 2005 con una normativa, la Ley 1854, de la que ya hablamos, llamada de “Basura Cero”, con metas programadas de reducción paulatina de los desechos que se enterrarían en los vertederos, recolección diferenciada de residuos, generación de plantas de reciclado e integración de los recicladores urbanos a la tarea de recuperar los residuos. Reducir, recuperar y reciclar eran los tres objetivos convergentes de una norma de avanzada que, de haberse aplicado, hubiera mejorado notoriamente el panorama en pocos años. Pero claro, el diablo metió la cola. Sancionada en noviembre de 2005, tuvo que esperar hasta mayo de 2007 para contar con su reglamentación. ¡Un año y medio! Aún así, comenzaron a realizarse algunas de las directrices de la Ley 1854. “A partir de 2007, el Gobierno de la Ciudad, en el marco de una readecuación del contrato vigente con la empresas concesionarias del servicio, implementó un programa de disposición inicial selectiva para la posterior recolección diferenciada de los residuos según dos fracciones: húmedos y secos, utilizando un sistema de contenedores…”45 Por entonces 12.000 contenedores estaban emplazados en diferentes barrios de la ciudad, seleccionados por su baja densidad poblacional y poco tránsito. Algunos de ellos, los de tapa color naranja, fueron reservados para receptar residuos secos, destinados a su recuperación. Las empresas los recolectaban de manera diferenciada y, por pocos meses, la iniciativa fue un éxito. Los vecinos separaban los residuos que depositaban, los camiones los recolectaban de igual manera y los residuos secos llegaban a las plantas de tratamiento sin “contaminación” (de basura húmeda, se entiende). Estos datos fueron tomados del mismo informe citado. Pero en eso llegó Macri. El heredero de MANLIBA tiene en sus genes que el negocio de la basura es enterrarla (pero lejos de donde vive la gente como uno). “No sólo no se continuó con la evaluación del funcionamiento del programa, sino que además literalmente se abandonó la implementación, no se continuó con la difusión ni se supervisó el funcionamiento de la separación en origen y la posterior disposición inicial selectiva en cada uno de los barrios”, evaluaron las organizaciones mencionadas. Las metas comprometidas en la reglamentación de la Ley se fueron olvidando. Veámoslas en detalle. El artículo 6º del Decreto 639 del 200746, firmado por Jorge Telerman, que reglamentó la ley de Basura Cero, dice textualmente: Art. 6°.- Establécese como línea de base para la determinación del cronograma de reducción progresiva de la disposición final de los residuos sólidos urbanos recolectados por el Servicio Público de Higiene Urbana en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aries, la cantidad de UN MILLÓN CUATROCIENTAS NOVENTA Y SIETE MIL SEISCIENTAS CINCUENTA y SEIS (1.497.656) toneladas. La cantidad de toneladas máximas a ser dispuestas en rellenos sanitarios, son las detalladas a continuación…” Año 2010, 1.048.359. Año 2012, 748.828. Año 2017, 374.414. El decreto contenía un detallado programa de acciones conducentes al logro de las metas establecidas que abarcaba una primera etapa de disposición final selectiva y recolección diferenciada de residuos secos y húmedos y proseguía con la separación en origen de secos y húmedos. Establecía también mecanismos de recolección diferenciada de residuos especiales (restos de demoliciones, neumáticos, aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y baterías, muebles en desuso, entre otras). Nada de esto se cumplimentó. Por el contrario, la ciudad aumentó año tras año el volumen de residuos que remitió a los rellenos sanitarios del CEAMSE. El incremento fue una de las consecuencias (un daño colateral, dirían los estrategas militares) del crecimiento económico registrado por el país en el período, expresado en una expansión consistente y continua de la capacidad de consumo de los habitantes de Buenos Aires (y por la tanto, en un aumento de su posibilidad de generar desechos). Esto no sólo ocurrió dentro de los límites de la Ciudad Autónoma. También sucedió en todos los municipios del conurbano. Pero además fue el resultado de una gestión que infringió la ley que debía hacer cumplir y miró para otro lado. La misma que en diciembre de 2012 todavía reclamaba porque la Nación no autorizaba la ampliación de los rellenos sanitarios, avanzando sobre Campo de Mayo. 45
Informe Recomendaciones para el desarrollo de un sistema de recolección diferenciada de residuos sólidos urbanos en la Ciudad de Buenos Aires. Greenpeace, El Ceibo, FARN, Arca Group, Cooperativa del Oeste. Noviembre 2009.
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Se puede consultar en: http://www.boletinoficial.buenosaires.gob.ar/areas/leg_tecnica/boletinOficial/documentos/boletines/ legacy/20070509.htm#4
Muy lejos de la meta establecida, en el 2010 la Ciudad remitió al vertedero 2.110.122 toneladas de basura, casi exactamente el doble de lo comprometido. En tanto que en 2012, para el mes de abril se había superado el tope establecido para todo el año.47 Ahora, luego de las presiones públicas hechas por el gobernador bonaerense y la constatación de que el problema puede estallarle en las manos, la administración Macri se comprometió a realizar en un año y medio lo que no pudo resolver en cinco años. Tiempo de soluciones Cuando hablamos de la basura, presumimos algo homogéneo, que tiene una cualidad o característica común. La definimos a partir de su falta de valor para nosotros. Pero no hay una basura. Se trata de muchas basuras diversas, que pueden tener destinos diferentes. Esas muchas basuras, cuando las separamos, comenzamos a transformarlas en residuos reciclables. Materias útiles para otros usos que nosotros no podemos darle. A la inversa, cuando las mezclamos, las condenamos a ser un veneno para nuestro ambiente. Algo cuyo único destino es hacernos daño. Por eso es mejor hablar de las basuras. Porque hay muchas y cada una puede tener un destino diferente. Además, no se trata solamente de los desechos que se generan en el hogar o en la oficina. Son muchos los generadores y distintos los volúmenes que generan. En sentido amplio, se puede entender por residuo cualquier producto que, carente de valor actual para su poseedor, éste decide desechar o abandonar. La Ley 4120, que establece el marco regulatorio del Servicio Público de Higiene Urbana en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo define así: “Residuo Sólido: Cualquier sustancia u objeto sólido (seco, húmedo o semihúmedo) que su poseedor deseche con la intención clara y sin lugar a dudas de abandonarlo”. A su vez, establece que el abandono se configura con “el depósito de los residuos en contenedores o en la vía pública” y “genera la presunción iuris et de iure del abandono de su dominio a favor de la Ciudad…” (Art. 6º.- Propiedad de los residuos). Así las cosas, el estado porteño es el propietario de la basura que se genera en su territorio. Propietario extraño, por lo visto, que en vez de intentar sacar provecho de lo que obtiene gratis, gasta grandes sumas en enterrarlo. Volvamos al detalle de cómo se conforma la basura. Los residuos pueden clasificarse de diversos modos. Según su estado físico: sólidos, líquidos o gaseosos. De acuerdo con su procedencia se dividen en: industriales, agrícolas, sanitarios y residuos sólidos urbanos. A éstos últimos se los discrimina a su vez, en dos grandes subconjuntos: los residuos “secos” y los “húmedos”. De ellos nos ocuparemos centralmente de ahora en adelante. No todo desecho es un residuo sólido urbano. La normativa que rige en la Ciudad excluye a los “peligrosos”, radioactivos, o los generados por barcos y aviones.48 ¿Qué se puede encontrar en la basura? En líneas generales, los residuos sólidos urbanos están compuestos de los siguientes materiales: • Residuos orgánicos. Son los restos de comida, de jardinería, etc. En peso son la fracción mayoritaria en el conjunto de los desechos urbanos. Son los que la ley denomina “húmedos” y con los que se puede hacer compost o generar biogás, por ejemplo. • Vidrio. Son los envases de cristal, frascos, botellas, etc. • Papel y cartón. Periódicos, revistas, embalajes de cartón, envases de papel, cartón, etc. • Plásticos. En forma de envases, embalajes, utensilios, muebles y otros objetos. • Textiles. Ropas, vestidos y elementos decorativos del hogar. • Metales. Son latas, restos de herramientas, utensilios de cocina, mobiliario, etc. • Madera. En forma de muebles, mayoritariamente. • Escombros o áridos. Procedentes de pequeñas obras o reparaciones domésticas. 47
“En abril de 2012 ya fue superada la cifra de 748.828 toneladas dispuesta para todo el año por la ley 1854”, en “Ley de Basura Cero. Crónica de un incumplimiento anunciado. 2005 – 2012”. Informe sobre el incumplimiento de la Ley de Basura Cero elaborado por la Diputada María José Lubertino, Vicepresidenta de la Comisión de Ambiente de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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“Quedan excluidos de los alcances de la presente ley los residuos patogénicos regidos por la Ley Nº 154, los residuos peligrosos regidos por la Ley Nacional Nº 24.051 (B.O. Nº 27.307 del 17/1/92) “Residuos Peligrosos” y la Ley Nº 25.612 (B.O. Nº 29.950 del 29/7/02) “Gestión Integral de Residuos Industriales” o las normas que en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el futuro las reemplacen, los residuos radioactivos, los residuos derivados de las operaciones normales de los buques y aeronaves.” (Artículo 5º, Ley 1854).
Clásicamente el vidrio, el papel y los metales son reciclables, como vimos al repasar la historia de la basura en nuestra ciudad. Lo mismo sucede con los textiles. Los plásticos pueden reutilizarse en gran medida, según estén compuestos y los áridos encuentran su destino en nuevas obras de construcción o pueden disponerse en rellenos sin mayor riesgo ambiental. En el caso de La Plata planean recuperar por este medio las cavas que resultan de la extracción de tosca para su uso como soporte de pavimentos. Esos huecos de grandes dimensiones, que nadie remedia y suelen inundarse con aguas de origen pluvial o subterráneo, son una amenaza para las poblaciones circundantes. Cada año se cobran víctimas entre bañistas inadvertidos de sus riesgos, generalmente niños y adolescentes de barriadas pobres. Rellenarlos con áridos es una solución. Casos especiales los conforman los envases de tetrabrick y los pañales descartables (usados, claro). La combinación estructural que contienen de plásticos y celulosa en forma de fibra o de papel, los convierte en desechos de difícil degradación natural y reciclado complejo. Sin embargo, aparecen soluciones. Con el tetrabrick se pueden producir placas compactadas para utilizar en construcción49. Con los pañales, poco y nada50 por ahora, salvo procesarlos con otros materiales para su reutilización como combustible. Dependiendo de los hábitos de consumo dominantes, en diferentes lugares pueden observarse variaciones en las proporciones entre los distintos materiales, de acuerdo con el nivel de industrialización y desarrollo. En nuestra ciudad, la fracción húmeda de los desechos (restos orgánicos) conforma aproximadamente la mitad de la basura. A todo lo anterior hay que añadir una parte de los residuos producidos en los domicilios, menor en volumen, pero que por su toxicidad tienen la consideración de peligrosos y deben tratarse aparte. Por caso, las baterías y aceites usados de autos; material electrónico (teléfonos móviles, computadoras, etc.); heladeras y acondicionadores; medicamentos; pilas; pinturas, solventes y ceras; termómetros de mercurio; lámparas y tubos fluorescentes, que también contienen mercurio. Según la ley vigente en la Ciudad, “La recolección será diferenciada discriminando por tipo de residuo, en función de su tratamiento y valoración posterior, concordante con el artículo 3º inciso c) punto 2 y el artículo 13 previstos en la Ley Nacional Nº 25.916.” (Artículo 17. Ley 1854). Pero todos somos testigos de que en Buenos Aires no existe más recolección diferenciada que la que realizan esforzadamente los cartoneros. El grueso de la basura se junta mezclada, se compacta y se deriva para su entierro en el vertedero.
49 Un fabricante español los describe así: Aglomerado para panelería constructiva elaborado con envases tetrabrik triturados y prensados en placas de 2240 x 1220 mm con recubrimiento de plástico PET. Este material se puede utilizar como revestimiento vertical en paredes ya sea en obra nueva o en rehabilitación como aislante termo-acústico. El aglomerado se emplea también para elaborar muebles de oficina. Se considera como alternativa a los aglomerados de madera que utilizan en su fabricación compuestos fenólicos tóxicos para proporcionarles consistencia. 50 Una empresa británica inauguró a fines 2011 la primera de una serie de cuatro plantas destinadas a reciclar pañales y toallas femeninas usados. La empresa Knowaste espera recuperar materiales reciclados tales como: madera plástica, baldosas de plástico para techos, materiales de absorción y productos de papel reciclado, entre otros. , se publicó en la web el sitio http://www.vidamasverde.com/
La ciudad y los cirujas En 1977, al crear el CEAMSE, la dictadura también condenó a la clandestinidad el trabajo de los cirujas y reprimió el acceso de los botelleros y carreros a la ciudad. La recuperación democrática primero y las sucesivas crisis económicosociales de los 80 y 90, aflojaron la vigencia de esas prohibiciones y fueron habilitando de hecho las calles para la reaparición de la recolección informal. Fue una suerte de válvula de escape de la enorme presión social existente. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías, había arrojado a contingentes enteros al borde de la supervivencia y el hambre, condenándolos a buscar sus alimentos en los desechos de la ciudad. Pero como señal de la persistencia de la dictadura entre nosotros, el cirujeo se hizo predominantemente nocturno. Mariano Perelman51 señala que “Las transformaciones sociales ocurridas durante los noventa en Argentina y la devaluación de la moneda nacional a comienzos de 2002, fueron procesos que contribuyeron a la aparición masiva de cirujas por las calles de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, si bien desde entonces adquiere visibilidad, la actividad cuenta con una prolongada historia que, como dice Schamber ‘ha coexistido, con diferentes niveles de rechazo, reconocimiento e integración, con los distintos mecanismos empleados por el estado para la disposición y eliminación de las basuras’ (Schamber, 2006: 81)”52. Anota una definición. “Se entiende por cirujeo/cartoneo la actividad de recolección de materiales de la basura que pueden ser reciclados, ya sea a nivel industrial o doméstico. Además de la recolección, la actividad está compuesta por muchas otras acciones como son la separación y clasificación de algunos materiales, la limpieza de otros, el preparado de los medios de trabajo, etc. Existen diferentes formas de vender lo recolectado. Muchos de los productos que tienen valor de reciclado (como el cartón, papel, vidrio, metales, plástico, telgopor, etc.) son vendidos a acopiadores. También se recolectan elementos para uso personal (ropa, alimento) y otros que pueden ser vendidos o cambiados (ropa, electrodomésticos, muebles, etc.). Generalmente, de la actividad participa todo el grupo familiar. Muchas veces sale el grupo entero y se dividen tareas: los chicos y madres piden alimentos, monedas y los hombres revisan bolsas. Otras veces, sólo algunos de los integrantes salen a cirujear. Sin embargo, a la hora de la separación, limpieza y venta, toda la familia presta su trabajo.” “Existe una puja en torno al sentido del cirujeo. Durante el trabajo de campo, notamos que las personas que realizan la actividad utilizan en su discurso el cirujear o cartonear indefectiblemente, pero muchos prefieren que se los reconozca como recuperadores (término que ha impulsado el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde 2002). Schamber (2006) da cuenta de los significados con que se la ha asociado. En un diario porteño se relaciona a la palabra (y la actividad) con la ‘vagancia’ y con las personas en situación de calle. En este caso, prosigue, se lo equipara al de ‘linyera’, ‘atorrante’ o ‘croto’, pero se diferenciaría de éstos por el hecho de realizar la actividad. Existe otra corriente que ve a los cirujas en relación a la basura. Así, ‘desde esta parcialidad del sentido, no se acentúa ni la vagancia ni la situación de calle, sino la actividad concreta que realizan para obtener su sustento: la recolección de residuos re-aprovechables’ (Schamber, 2006: 83)”53. El ciruja hace con una parte de la basura una mercancía a través de la recolección diferenciada. Es por esta selección y por su posterior acondicionamiento (lavado, diferenciación, secado, limpiado) que ciertos materiales de desecho adquieren un valor. Luego los materiales son vendidos a depósitos, que a su vez los revenden a otro mayor (especializado) y éstos, a su vez, a la industria donde son reciclados y reutilizados como materia prima para nuevos productos de consumo masivo. Es en este proceso que comprendemos el lugar que ocupan los cartoneros dentro de una cadena productiva, siendo ellos el eslabón más explotado de todos, utilizados como mano de obra barata. Los cartoneros en el sistema público Cuando habían trascurrido apenas unas pocas horas de enero de 2013, 12 cooperativas de trabajo que nuclean a unos 3600 trabajadores, firmaron un contrato con la Ciudad de Buenos Aires. Según el mismo, por 4 años y mediante zonas asignadas, las cooperativas trabajarán en recolectar, acondicionar y clasificar desechos reciclables en los denominados Centros Verdes, con el fin de comercializarlos. 51
Perelman, Mariano. De la vida en la Quema al trabajo en las calles. El cirujeo en Ciudad de Buenos Aires. Revistá Avá nº 12. Universidad Nacional de Misiones. Posadas. Marzo 2008. http://www.scielo.org.ar/pdf/ava/n12/n12a07.pdf
52
Schamber, Pablo 2006. “Morfología del fenómeno cartonero en Buenos Aires”, En: Guillermo Wilde y Pablo Schamber (comp.) Culturas, comunidades y procesos urbanos contemporáneos. Buenos Aires: San Benito. Citado por Perelman.
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Ídem anterior.
El contrato proviene de un concurso de proyectos que debieron presentar las cooperativas, compitiendo entre si. Se hizo hace dos años y desde entonces, esperaban su reconocimiento. La firma debía celebrarse a mediados del 2012, pero se demoró hasta el 2 de enero de 2013. En virtud de ese contrato, a la actividad realizada por las cooperativas se le asignará un presupuesto, que será del 10 por ciento del total destinado a higiene urbana. La medida da un marco formal a lo que muchas cooperativas realizan desde hace años en los barrios porteños. El gobierno les dará uniformes de trabajo, obra social, seguro de accidentes personales y un subsidio económico individual (por ahora, $1.100 mensuales), a cambio de que aseguren que no trabajen chicos, el cumplimiento de las normas de higiene y de seguridad laboral. También establece que el Estado les brindará guarderías para el cuidado de sus niños durante la jornada laboral. El convenio divide a la Ciudad en catorce zonas, asignadas a las cooperativas que presentaron planes de trabajo, incluidas las zonas donde ya realizaban la recolección. ¿Qué hacen? Por su cuenta, en barrios como Mataderos, Palermo o Villa Pueyrredón incentivaron a muchos de los vecinos y empresas a hacer la separación de la basura en origen. Así logran juntar los residuos secos, en lugar de que sean llevados por las empresas recolectoras, que se dedicarán en los planes del gobierno a los húmedos. Este trabajo garantizará la disminución del envío a rellenos de materiales que pueden ser reutilizados. Pero obliga a la separación en origen en el territorio porteño. Algo que se hace poco y mal. La separación es necesaria por dos motivos: para facilitar la tarea de los recuperadores y para que los residuos húmedos también puedan ser reciclados como compost e integrados al suelo sin riesgo de contaminación. Algunas experiencias Los integrantes de la Cooperativa El Ceibo pudieron construir en Palermo una fuerte relación con muchos vecinos. Al separar la basura en distintas bolsas, los integrantes de la cooperativa no tienen que revolver desperdicios y logran procesar unas 15 toneladas diarias de material reciclable. Las bolsas que requieren son, al menos dos: una para los materiales reciclables o secos y otra para los residuos desechables o húmedos. Avisan que es importante que los residuos reciclables se encuentren secos y lo más limpios posible. Una buena forma de diferenciar los secos es colocándolos en bolsas transparentes o de color diferente a la de los residuos húmedos. El proceso comenzó en el barrio por una etapa inicial de concientización a cargo de “promotores ambientales” de la propia cooperativa. Se centraron en dos tipos de usuarios, el vecino particular (agrupado en consorcios) y las empresas (hoteles, oficinas) y escuelas, a quienes se los educó ambiental y gratuitamente respecto de qué materiales separar y cómo. Cuando estos usuarios disponen de una cantidad considerable de material, la cooperativa lo retira sin costo alguno. Luego sigue el ciclo. En el interior del depósito, los recicladores ocupan diferentes roles. El taller cuenta con espacio suficiente para albergar y clasificar enormes cantidades de basura. Una vez separado, cada tipo de residuo requiere de un proceso particular. Por ejemplo, el cartón es prensado por máquinas que fueron donadas a la cooperativa, y el vidrio se muele a mano. Los fardos finales son vendidos a empresas que se ocupan de retirarlos. “El trabajo que realizamos es altamente beneficioso para el medio ambiente”, dice uno de ellos, orgulloso de su rol. “Recuperamos materiales reciclables, que de otra forma se enterrarían generando contaminación en la tierra y en la napas de agua. Además, evitamos que se talen miles de árboles”. La ciudad de Buenos Aires es el primer municipio de Latinoamérica que reconoce formalmente a los cartoneros y a las cooperativas de recuperadores como los principales actores en la recolección diferenciada. Las principales son Amanecer de los Cartoneros del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) , Las Madreselvas, Recuperadores Urbanos del Oeste, El Álamo, El Ceibo, Cooperativa del Oeste, Cooperativa Baires 0 Con, Cooperativa Trabajo y Dignidad y la Cooperativa Obreros del Cartón. Aquellos cartoneros que empezaron a caminar las calles y a revisar la basura una vez desatada la crisis política y financiera de 2001, lograron hoy ubicarse en un panorama muy distinto al del sálvese quien pueda individual que los empujó a buscar trabajo en los restos. De la marginalidad absoluta y las condiciones de trabajo indignas pasaron a la organización formal y son, además, los actores clave para la solución a una problemática cada vez más difícil de
controlar: qué hacer con los residuos urbanos. Ante la imperiosa necesidad de empezar a reciclar la basura en el lugar de origen, los recuperadores proponen un contacto directo con los vecinos para la separación y la recolección diferenciada. Cerca de 4.000 cartoneros se encuentran cooperativizados en la ciudad de Buenos Aires que, pese a las deficiencias de su política para la basura y la cantidad de personas que siguen trabajando en la informalidad (otros 4.000, aseguran), es la que acumula más experiencia en reciclado. En la actualidad, los porteños generamos unas 6.000 toneladas de basura diaria. CEAMSE le cobra a la ciudad 310 pesos por tonelada que entierra. Y un reciclador recupera 150 kilos de residuos por día. En veinte días de trabajo al mes habrá reunido un total de tres toneladas. O sea, le ahorra a la ciudad 930 pesos en gastos de gestión de residuos. Casi lo mismo que cobra de “subsidio”. Para algunos de sus referentes, entre otras cosas, se debe cambiar la lógica de los programas municipales: Pretenden que las cooperativas que realizan recolección de reciclables se sostengan sólo con la venta de esos materiales, mientras pagan a las empresas de recolección de basura cuantiosas sumas por un trabajo similar . Insisten en que los cartoneros son los únicos que le pueden dar una solución al caos cotidiano en el que se encuentra la ciudad a la hora de decidir qué hacer con la basura generada. En vez de hacer propagandas inútiles que salen millones de pesos, deberían asistirnos de acuerdo a toda la cadena de actividades que emprenden los recuperadores de residuos día tras día.” El mundo del revés54 Mucho se habla de la basura en el último tiempo. Sin ir muy lejos, este viernes pasado, al inaugurar los períodos de sesiones ordinarias de sus respectivas legislaturas, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli y el mandatario porteño, Mauricio Macri, hicieron referencias al tema. Temprano Macri había confesado “Nos costó encontrar el camino para empezar a reducir la basura, pero finalmente lo encontramos, esperamos que la Provincia también lo haga”, señaló. No abundó en explicaciones acerca de por qué habían demorado tanto, nada menos que seis años, cuando existe en la ciudad una normativa que estipulaba esa disminución progresiva desde el 2007. Pero no perdió oportunidad de señalar las supuestas limitaciones de la provincia. Siempre mirando la paja en el ojo ajeno. El bonaerense no se quedó callado. “Vuelca toda la basura en la provincia. Así cualquiera anuncia una ciudad verde”, le contestó Scioli a las pocas horas. En efecto, el 40 por ciento de los residuos que se entierran en el relleno sanitario de José León Suárez, provienen de Capital. Los porteños generamos en promedio el doble de basura por persona que nuestros vecinos del conurbano, y se la tiramos a ellos. Reducir, reciclar, recuperar y valorizar señalan diferentes acciones orientadas a disminuir el desperdicio de recursos que implica el enterramiento. Desperdicio por partida doble: se pierden los materiales que se entierran y se arruinan el suelo y las aguas del basural. Por si esto fuera poco, la descomposición descontrolada de las sustancias enterradas genera afecciones letales en la población circundante. Razón suficiente para que nadie quiera un basural cerca. Enterrar lo menos posible y sólo cuando no hay otra solución mejor, es el camino adoptado en el mundo con la basura. ¿Qué se hace entonces? Lo dicho. Por diversos caminos, se procura reutilizar todo lo que se pueda seleccionar entre los desperdicios. ¿Quiénes lo hacen? Entre nosotros, sólo los cartoneros. Además de lo que cada uno pueda hacer en casa, claro, que es bien poco e insume tiempo y esfuerzos que casi nadie está dispuesto a realizar. Las empresas recolectoras de basura, la juntan, la mezclan, la compactan y la trasladan al relleno. Nada más. Si después de todo eso, se quiere hacer el duro trabajo de entresacar lo que podría ser útil, cualquiera se va encontrar con el problema de que los restos valiosos para un uso, están contaminados con cosas que los deterioran. Es lo que sucede con la moderna planta inaugurada en enero por ambos gobernantes. Como lo señala la página web del gobierno porteño: “La nueva planta MBT (Tratamiento Mecánico-Biológico) recuperará el 10% de las 6000 toneladas de 54
Texto publicado el 3 de marzo en www.elmensajerodiario.com.ar
residuos que produce a diario la Ciudad de Buenos Aires. De este modo, de las 1000 toneladas que tratará por día, se estima que se podrán recuperar 590 toneladas. De las cuales, 410 toneladas de residuos orgánicos serán tratadas para luego ser utilizadas como cobertura del relleno sanitario y 180 toneladas de residuos secos (plástico, papel, cartón, vidrio y metal) serán enfardadas y comercializadas.”55 Esta planta fue construida por el operador del CEAMSE y de Metrovías, Roggio. Una empresa que, de más está decirlo, cobra por sus servicios. El material orgánico recuperado será utilizado como cobertura del relleno sanitario , según dicen, porque no se puede usar como tierra. No sirve como compost, por ejemplo, pues está contaminado por el proceso de recolección. Así las cosas, esa instalación es un paso adelante, pero no resuelve el problema, dado que uno de sus principales productos sólo tiene como destino el mismo relleno. ¿Cuál es el inconveniente? Que la capacidad física proyectada de ese gran pozo excavado en las afueras de Suárez, partido de San Martín, está casi colmada de basura. En abril de este año -en un mes más- se habrá completado. Intentarán usarlo un poco más. Pero básicamente, ya no hay dónde llevar los desechos. Cualquiera diría que lo más urgente, lo estratégico, es tratar de recuperar el máximo posible de todos los residuos, para evitar enterrarlos o amontonarlos en cualquier lugar. Sin embargo, esas no son las prioridades del gobierno porteño. Veamos. El presupuesto de la Ciudad destina a la recolección y el enterramiento de basura ¡18 veces más dinero! que a la tarea de recuperación que realizan los cartoneros. Todo al revés. Por si esto fuera poco, las empresas cobran una tarifa a la ciudad por recoger la basura y la CEAMSE también, por enterrarla. En cambio, los cartoneros reciben un subsidio. $1.100 para cada uno. El resto de sus ingresos se lo procuran vendiendo lo que logran recolectar. ¿Dónde están las prioridades para el gobierno? Valor de mercado Los ingresos de los cartoneros o recuperadores urbanos, según los denomina la legislación porteña, dependen en el mejor de los casos y como vimos, de un subsidio estatal y de la ganancia que logran por la venta de los materiales que recolectan de los desperdicios, ordenan y clasifican para su comercialización. ¿Por qué decimos en el mejor de los casos? Porque no todos acceden a subsidios estatales. Son una minoría, los agrupados en las cooperativas de trabajo contratadas por la Ciudad para realizar la tarea de recolección de los residuos llamados “secos”, compuestos por los materiales potencialmente reciclables. De las dos partes de sus ingresos, la primera (el subsidio) tiene componentes individuales, por ejemplo la asignación de $ 1.100 mensuales en la actualidad, y otro colectivo, que fortalece las capacidades operativas y de gestión de las organizaciones formadas por los cartoneros. Algunos de esos subsidios colectivos son de origen privado y otros, provistos por el estado. Se destinan a equipamiento, formación, indumentaria y otros bienes y servicios necesarios para el desenvolvimiento de la empresa cooperativa como tal y para el mejoramiento de las condiciones de trabajo de sus asociados. Como informa la página web del Gobierno porteño al momento de escribir este texto, “Actualmente, más de 2100 recuperadores ya están trabajando sin menores, con uniforme, credencial, recursos y logística provistos por el Gobierno de la Ciudad, en el marco de las leyes de Basura Cero (Nº 1854) y la 992 (recuperadores urbanos). A su vez, cuentan con la tarjeta de débito del Banco Ciudad para cobrar los incentivos que les otorga el Gobierno porteño.”56 La segunda parte, que corresponde a los ingresos obtenidos por la comercialización de los materiales recuperados de la basura, depende de su valor de mercado. Según evolucionen los precios del papel, cartón, plásticos, vidrio o metales para reciclar, serán las entradas de las cooperativas y de sus asociados. Casi nadie discute esta lógica. Está establecida. Hasta el punto que las cooperativas diseñan estrategias para compensar las fluctuaciones estacionales de precios, de forma de asegurar la percepción más o menos estable de dinero a sus integrantes. La naturalización de este estado de cosas no sorprende. Finalmente, es la continuidad de aquella forma 55 56
http://www.buenosaires.gob.ar/areas/med_ambiente/higiene_urbana/reciclado_09/plantas_clasificacion.php?menu_id=30498 http://www.buenosaires.gob.ar/areas/med_ambiente/higiene_urbana/reciclado_09/recuperadores_urbanos.php?menu_id=30500
de valorización de su trabajo que caracterizó desde siempre al ciruja, y que sigue siendo la lógica económica en la que están inmersos la mayoría de los que realizan la actividad por su cuenta. El cambio que introducen las formas asociativas consiste en que, al manejar mayores volúmenes de materiales, pueden negociar directamente con las industrias que los utilizan como materias primas o con grandes acopiadores. Así se saltan algunos eslabones de la cadena de comercialización de los materiales usados y ganan algún dinero adicional. Nada más. Las empresas recolectoras de residuos, en cambio, operan en base a otra perspectiva. Son contratadas para brindar un servicio que es pautado por el estado y supervisado por éste. Entonces, estiman los costos de proveer la prestación, de equiparse como se les demanda y de cumplimentar todas y cada una de las exigencias contenidas en los pliegos de condiciones elaborados por el estado para precisar en detalle qué espera de su contratista. Calculan además, qué ganancia procuran lograr por la inversión de su capital y por realizar la tarea. Los costos totales más los beneficios deseados, conforman el precio del servicio que cotizan al estado. Compiten con otras empresas. Pero no son muchas las que se dedican a la tarea y se conocen entre sí, lo que facilita la capacidad de cada una de anticipar los valores con los que se manejará la otra. Al fin y al cabo, no hay grandes novedades que cambien radicalmente el panorama de la actividad de una licitación a la otra, de una ciudad a otra, de un país a otro. Las más grandes de estas empresas ocupan además distintas posiciones en el sistema de gestión de residuos urbanos. En el caso de Roggio, emblemático por varias razones, en nuestra ciudad opera la principal zona de recolección a través de Cliba (pero también recolecta basura en San Isidro, Rosario, Santa Fe y Neuquén), maneja el único relleno sanitario habilitado en el conurbano (José León Suárez III), tiene además empresas que se especializan en residuos peligrosos y otras que implementan tecnologías para la explotación del gas metano que se genera en los rellenos57. Todo un holding, para usar una palabrita inglesa, un conglomerado que no se limita al negocio de la basura. Un Grupo, que no es puro grupo. Cuando hablamos de cartoneros, los ingresos dependen del valor de mercado de lo recuperado. Cuando hablamos de grandes empresas, no. Sucede que la basura no se vende. Lo que venden las empresas es un servicio de recolección y disposición de residuos, al más alto precio que esté dispuesto a pagar el estado. Mientras los cartoneros dependen de lo que pueda y quiera pagarle la industria, las empresas trabajan si el estado les paga lo que ellas pretenden ganar. ¿Parece desigual? Es desigual. Por supuesto, estas diferencias se expresan en los presupuestos distintos que manejan las administraciones públicas para una actividad y la otra. La tarea de los recuperadores urbanos es una labor secundaria, que el estado subsidia por razones de promoción social. Apenas un parche que no remedia el problema ambiental de la basura. O una “obra de bien”, destinada a dar señales de que se pretende un cambio, para adormecer conciencias culposas. El valor social del trabajo de recuperación Ahora bien, si desde la perspectiva del cartonero, su actividad le sirve para obtener unos ingresos (generalmente, bastante escasos), desde el punto de vista de la protección de recursos naturales limitados y de un ambiente que no soporta cualquier tipo o grado de intervención sobre él sin volverse un problema para la sociedad que lo dañó, su labor es de alta significación. Son casi las únicas personas que actualmente hacen algo concreto para evitar la contaminación a la que sometemos a nuestro mundo, además de hablar del tema. Si en verdad fuera una prioridad gubernamental la agenda ambiental, más allá de las publicidades oficiales que hablan de la “ciudad verde”, la tarea de los recuperadores urbanos debería ser considerada de primera importancia. No se trata de gente con la que hay que ser “solidarios”, porque atraviesan una mala situación y se las rebuscan revolviendo basura para ver qué pueden obtener, que se pueda vender o usar. Nuestra lástima o nuestra desaprensión es un indicio fuerte de que todavía no nos dimos cuenta de dónde estamos parados, como sociedad, a esta altura del problema. Al contrario, la labor de los recuperadores, que debiera en todos los casos ser protegida y asegurada como trabajo decente, es valiosa para que aminoremos el impacto ambiental negativo de nuestras comunidades y dejemos de 57
Consultar http://www.roggio.com.ar/ingenieria-ambiental.asp
derrochar recursos naturales, desperdiciados como veneno de nuestra tierra, nuestras aguas y nuestro aire. Son trabajadores necesarios para una tarea de alta significación social: rescatarnos de la catástrofe ambiental a la que nos estamos precipitando con nuestras acciones. Trabajadores que deberían ser recuperados y valorizados como primera línea de ataque frontal al problema de la basura. Vista así la cuestión y puesta como prioridad social la reducción de los desperdicios por múltiples vías, entre las que sobresale la recuperación de todo aquello que pudiera ser reutilizado, el tratamiento de la basura, que debe ser diferenciado para poder acopiar de manera ordenada los distintos elementos que desechamos, demanda mucho trabajo. Una parte se podrá mecanizar o automatizar en el futuro o ya lo está. Pero mucha de esa tarea es trabajo de personas, que deben estar bien pagas y desempeñándose en ambientes dignos. El valor de ese trabajo no puede derivar del precio que se obtenga en el mercado por los materiales recuperados para ser reciclados o reelaborados para nuevos usos. Debería surgir de la valoración que se tenga del servicio ambiental que esos trabajadores nos prestan a todos, en tanto que sociedad, ¿quién querrá hacerlo, si no tiene una remuneración digna? ¿Sólo los desheredados, los que no tienen otra salida? Si colocamos las cosas al revés y usamos con ellos, con los cartoneros, la lógica que aceptamos en las empresas, la tarea debería ser suficientemente atractiva, estar dotada de los necesarios y adecuados incentivos materiales y sociales, como para que muchos quisieran realizarla. Eso no lo resuelve la lógica del mercado. Depende del debate democrático acerca de la asignación de prioridades en el gasto público. Una cooperativa publicó su opinión: “Lo que exigimos es la adecuación a la ley estableciendo: -La reducción de la basura mediante la separación en origen y la recolección diferenciada. -Que esto se lleve a cabo por emprendimientos de gestión social, realizando recolección puerta a puerta, la más exitosa y sustentable para el ambiente de las opciones posibles. -Exigimos ser reconocidos como servidores públicos y poder recibir de parte del Estado el pago por los servicios prestados, los cuales no sólo reducen los residuos sino que están en concordancia con las leyes establecidas. Las empresas de recolección de estos grupos concentrados no pueden decir lo mismo.” 58
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Cooperativa Reciclando Sueños, La Matanza. http://www.recisu.org.ar/
El contexto jurídico “¿Quién no oyó hablar de Borges? Jorge Luis, el gran escritor argentino. Seguramente, todos. En uno de sus mejores cuentos, El Aleph, narra una historia maravillosa. En el sótano de una casa del barrio de Constitución, acá nomás, existía un objeto extraordinario, diminuto, de múltiples luminosidades. Era el Aleph. En él, cuando el ojo que lo miraba se acostumbraba al esfuerzo, era posible verlo todo sucediendo simultáneamente.” “La basura es nuestro Aleph”, proclama Juan, mi amigo, que quiere arrimarme ideas para sacar adelante este texto. “En ella se puede ver todo lo que somos y hacemos como individuos y como sociedad. Por eso es necesario tirarla. ¿Quién soporta verse entero, sin máscaras ni disfraces? Ese es el destino de la basura: esconderla, enterrarla, deshacerse de ella para siempre. Ya se sabe: ¡ojos que no ven, corazón que no siente!”. Juan sonríe satisfecho. Se ilusiona pensando que la idea le resultó buena. Cada tanto Juan me sorprende con sus juegos de ilusionista del lenguaje, mientras trato de mantenerme concentrado en la escritura de un texto. Siempre más difícil cuanto más técnico sea el tema. Es el caso de los asuntos legales. Pero hay leyes. Y hay que hablar de ellas. Leyes que dicen qué es basura y que no. Cómo se debería proceder con ella y de qué manera. Leyes de la Ciudad, leyes nacionales y leyes de la Provincia de Buenos Aires. Veamos un poco. La evolución del marco legal Cuando hablamos del CEAMSE, señalamos al pasar que fue una decisión de la última dictadura militar. Quedó plasmada en un Decreto Ley y fue refrendado por normas convergentes de la entonces Intendencia porteña y del Gobierno bonaerense. La creación del CEAMSE significó un cambio radical de paradigma en el manejo de los residuos sólidos urbanos, como ya se dijo. Se erradicaron la incineración y los basurales a cielo abierto. En cambio, toda la basura debía enterrarse en grandes rellenos sanitarios ubicados en zonas bajas de la periferia urbana de Buenos Aires. La normativa del régimen militar era taxativa. Veamos un ejemplo, el Decreto Ley 9111/197859, dictado por Poder Ejecutivo provincial y publicado el 26/07/1978: Art. 3.– En los partidos comprendidos por la presente, la disposición final de los residuos se efectuará exclusivamente por el sistema de relleno sanitario. Art. 4.– La disposición final de los residuos mediante el sistema de relleno sanitario se efectuará únicamente por intermedio de “Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado” (C.E.A.M.S.E.), y a medida que dicha sociedad del Estado se encuentre en condiciones de recibir todo o parte de los residuos originados en el territorio de los partidos involucrados y en lugares especialmente habilitados a tal fin, dentro de una distancia máxima de veinte (20) kilómetros fuera de los límites del partido en el cual fueran aquéllos recolectados. Art. 6.– Las municipalidades comprendidas abonarán a “Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado” (C.E.A.M.S.E.) las tarifas que ésta facture por los trabajos que realice en los terrenos habilitados para la disposición final de los residuos por relleno sanitario, con más los reajustes y/o intereses punitorios que pudiera aplicarles dicha sociedad por eventuales moras en su pago.” Más adelante agrega algunas precisiones: En los mismos partidos queda prohibida la disposición final de la basura mediante su quema o incineración o por cualquier otro sistema no autorizado expresamente por esta ley. (…) Igualmente prohíbese en los mismos partidos la realización de cualquier tipo de tarea de recuperación de residuos, aun por parte de quienes tengan la adjudicación de la concesión por recolección de residuos. Tal prohibición comprende también al denominado “cirujeo”, aun en terrenos 59
Consultar texto completo en http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-9111.html
de propiedad de particulares.”
Vale subrayar algunas ideas centrales de la disposición: 1- Los municipios mencionados en el texto quedaban obligados a entregar los residuos recolectados en su jurisdicción al CEAMSE para que éste los vuelque en los rellenos sanitarios. 2- Los municipios estaban obligados a pagar al CEAMSE la tarifa que ese organismo determine por la tarea de hacer el enterramiento. 3- Se prohibía cualquier otra forma de tratamiento de la basura. 4- El CEAMSE se establecía como el único organismo de asesoramiento técnico de los municipios en materia de residuos sólidos urbanos. 5- Se prohibía cualquier tarea de recuperación, aún por parte de quienes efectuaban la recolección, incluido el cirujeo. En sus fundamentos, el Decreto reconocía el fracaso de una normativa anterior, el Decreto 10.961 de 1961, que ya prohibía los basurales a cielo abierto en la provincia y señalaba la existencia en ese momento de una “caótica situación hasta ahora existente en los municipios comprendidos por la ley, donde se habían establecido los más diversos sistemas de disposición de basura, aun contra la prohibición de la formación de depósitos de basura ya existentes.” Si en la Capital el móvil explícito de la nueva política pública era la erradicación de los incineradores públicos y particulares, además del basural del Bajo Flores, en la provincia aparecen en primer término la voluntad de eliminar los vertederos existentes y recuperar tierras bajas y anegadizas para el uso urbano recreacional. En ese sentido, se hace manifiesta la intención de reprimir el cirujeo. Así lo dicen los fundamentos del Decreto: “Paralelamente el Gobierno provincial persigue la concreción de una intensa acción de saneamiento de los basurales existentes en los partidos involucrados, previéndose también la represión de la recuperación manual de basura y el denominado ‘cirujeo’.” Debieron pasar muchos años para que este marco legal empezase a cambiar. Lo que no cambió demasiado es la existencia de vaciaderos clandestinos. Un relevamiento realizado en forma conjunta por el CEAMSE y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, publicado en 2008 con el título de Atlas de la Basura AMBA60, registra más de 150 basurales, tanto en Capital como en casi todos los municipios bonaerenses del área de cobertura de la empresa, muchos de estos vaciaderos ubicados dentro de villas de emergencia. La existencia de esos vertederos a cielo abierto, en clara violación a todas las normativas vigentes, denuncia varios hechos, además de la evidente trama corrupta que los posibilita, un estado capturado por intereses sectoriales, que es ciego, manco y mudo. Uno de esos hechos es que a muchos grandes generadores privados les resulta más barato desechar sus residuos por “izquierda”, que en el CEAMSE. Por lo demás, al impedir la empresa estatal la recuperación de las partes transables de la basura, aparece allí una oportunidad que justifica la operación clandestina de recuperación. Dos razones que erosionan el aparente control monopólico de la disposición final por parte del aparato edificado en 1977, como pretendieron los militares genocidas. Las nuevas normativas La reforma constitucional del 94 trajo aparejadas algunas novedades auspiciosas en materia ambiental, expresivas de la creciente preocupación internacional y local sobre los efectos de la actividad humana sobre el ambiente, que se registra desde los setenta. Por caso, el Artículo 41, que dice así: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y educación ambientales.” 60 Atlas de la Basura. AMBA 2008. Centro de Información Metropolitana. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Nacional de Buenos Aires.
Unos diez años más tarde, en sintonía con este apartado de la Constitución Nacional, el Poder Legislativo nacional sancionó en el 2004 la Ley 25.916 de Gestión de Residuos Domiciliarios61. Esta nueva norma presupone otra mirada sobre la cuestión, que hasta el momento no ha impactado de forma notable en la transformación de las prácticas. En su artículo 4 establece que: “Son objetivos de la presente ley: a) Lograr un adecuado y racional manejo de los residuos domiciliarios mediante su gestión integral, a fin de proteger el ambiente y la calidad de vida de la población; b) Promover la valorización de los residuos domiciliarios, a través de la implementación de métodos y procesos adecuados; c) Minimizar los impactos negativos que estos residuos puedan producir sobre el ambiente; d) Lograr la minimización de los residuos con destino a disposición final.” La ley preveía un plazo de diez años (que vencen en 2014) para “la adecuación de las distintas jurisdicciones a las disposiciones establecidas en esta ley respecto de la disposición final de residuos domiciliarios.” La misma ley se define como de “orden público” y por lo tanto reivindica para si un carácter imperativo que, en el sistema federal argentino, no goza de buena salud. La diferencia conceptual significativa con el régimen vigente, es que fija como un objetivo central “la valorización de los residuos” y la reducción de aquellos “con destino a la disposición final”. Dos conceptos retomados al año siguiente en la Ciudad de Buenos Aires por la llamada “Ley de Basura Cero” (2005). Ley que modifica varios de los contenidos del sistema establecido por el régimen militar, básicamente en cuanto a que abre paso a una variedad de alternativas conducentes a minimizar la cantidad de residuos destinados a ser enterrados en rellenos sanitarios, pero no deroga los instrumentos jurídicos que ataron la Ciudad al CEAMSE. En su artículo segundo la Ley 1854 dice: Artículo 2° - Se entiende como concepto de Basura Cero, en el marco de esta norma, el principio de reducción progresiva de la disposición final de los residuos sólidos urbanos, con plazos y metas concretas, por medio de la adopción de un conjunto de medidas orientadas a la reducción en la generación de residuos, la separación selectiva, la recuperación y el reciclado. En la Provincia de Buenos Aires, entre tanto y paralelamente, en 2006 se avanzó en la sanción de la Ley 13592, de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos. 62 Esta disposición marcaba un claro viraje respecto del CEAMSE en tierras bonaerenses. Básicamente, liberando a los municipios para que puedan implementar en sus territorios sus propias políticas ambientales. Pocos lo hicieron, hasta ahora, como veremos más adelante. Sin embargo, con sus limitaciones de implementación, muestra en el terreno legislativo la creciente insatisfacción existente en la provincia respecto del mecanismo instituido con la creación del CEAMSE. Otra evidencia fuerte en el mismo sentido la aporta la existencia en el Senado bonaerense de un proyecto de ley estableciendo63, a partir del 1° de enero de 2014, “el ingreso al territorio de la Provincia de Buenos aires de cualquier tipo de residuo que provenga de otra jurisdicción para su disposición final”. El mismo proyecto, en su artículo 5° propone: “Autorízase al Poder Ejecutivo a adoptar las medidas que correspondan tendientes a liquidar la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE)…” 61
Norma que integra un conjunto elaborado y votado en la misma época, destinado a diferentes categorías de residuos, según sus características o sus generadores. Son la Ley Nº 25.612, Ley de Presupuestos Mínimos. Gestión Integral de Residuos Industriales y de Act. de Servicio, la Ley Nº 24.051, Ley de Residuos Peligrosos, la Ley N° 25612, de Gestión integral de residuos industriales, la Ley N° 25916, de Gestión de residuos domiciliarios, y la Ley N° 25670, Presupuestos mínimos para la gestión y eliminación de los PCB´s.
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Sus contenidos principales son “Fijar los procedimientos de gestión de los residuos sólidos urbanos de acuerdo con lo establecido por la Ley Nacional 25916 de “presupuestos mínimos de protección ambiental para la gestión integral de los residuos domiciliarios” y derogar los artículos 5°, 6° párrafo segundo, 8°, 9°, 10°, 11°, 12°, 13°, 14°, 16° y 17° del Decreto-Ley 9111/78 que regula la disposición final de los residuos de los partidos del área metropolitana.”
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Senado de la Provincia de Buenos Aires. Exp. E-45 2012-2013.
Por ahora, es sólo un proyecto de ley, que quizás no llegue siquiera a tratarse en comisiones. Pero también es una señal. Estos elementos, rápidamente revisados en esta sección, más la decisión de un consorcio de municipios (La Plata, Berisso, Ensenada, Brandsen y Punta Indio) de avanzar en la búsqueda de alternativas por fuera del relleno sanitario y el CEAMSE, evidencian que la demora de la Ciudad de Buenos Aires en cumplimentar las metas fijadas por la Ley 1854 de Basura Cero, no ha hecho más que complicar un panorama de gestión que, de por sí, no es sencillo.
La variante platense “Nos parece a nosotros que sin políticas de estado, sin intervención concreta del estado haciendo posible que haya una conciencia ambiental, no la vamos a construir, por más que todo el mundo esté claro de que haya que separar la basura.” Quien afirma esto es Sergio Federovisky, Presidente de la Agencia Ambiental La Plata desde 2008. Lo entrevistamos en su despacho, ubicado en el emblemático bosque platense. La experiencia de gestión que él conduce recorrió un camino contrapuesto al experimentado en la Ciudad de Buenos Aires. GC: La Plata logró una disminución del 10% en la cantidad de residuos que entierran en Punta Lara. ¿Cómo lo hicieron? SF: “Básicamente se trató de poner al estado al servicio de una gestión de residuos que contemple la disminución de la cantidad de basura que se genera y que se deriva a la disposición final como elemento central de esa política.“ “Lo que habitualmente estamos acostumbrados a escuchar es que todo es un problema de conciencia, que la gente tiene que separar en sus casas, que la gente tiene que reciclar y que se tiene que hacer cargo de todo lo que no hace el estado. En La Plata, muy modestamente, lo que hicimos fue dar vuelta la ecuación: si efectivamente la gente tiene algo de conciencia y de voluntad para responder a una consigna de separación domiciliaria, que después va a derivar en que haya menor cantidad de residuos volcados en un relleno sanitario, eso no tenía ninguna viabilidad si el estado no lo tomaba como política central de su gestión. Entonces, lo que nosotros hicimos fue poner el énfasis en una recolección diferenciada. Lo hicimos para que quien separa en su casa la basura común de la potencialmente reciclable, inicialmente de manera voluntaria o respondiendo a su propia conciencia, encontrara que eso era operativo y que había un camión que, con un recorrido distinto del resto de los camiones y con un destino diferente del resto de los camiones, tomaba esa basura potencialmente reciclable y la llevaba a otro lugar para que sea reciclada.” GC: ¿Cuándo empezaron con esta experiencia? SF: “A fines del 2008, comienzos del 2009, aproximadamente. Con la intención de vincular claramente con el mundo del reciclaje, en particular con el mundo cartonero que es hoy, lamentablemente, la mano de obra asequible para el reciclaje. De tal modo de cumplir también algún tipo de rol social, sacando al cartonero de la calle y ofreciéndole desde el Municipio la materia prima para que pueda trabajar. Entonces, nos hacemos cargo de la recolección diferencial con camiones identificables que solamente recolectan la bolsa verde que lleva el material potencialmente reciclable.” GC: ¿Son residuos secos? SF: “Residuos secos. Esos camiones van en horas y en días distintos que los camiones de la recolección convencional, y llevan su carga a las cooperativas de cartoneros. No van y no está dentro de su recorrido ir al relleno sanitario. Ese creo que es el secreto de cierto éxito. Porque lo que nosotros vimos que, lamentablemente ocurre en la mayoría de los casos, es que poner en marcha una política de separación de residuos se reduce simplemente a que el estado reta a la población porque no lo hace, y a lo sumo pone tres o cuatro contenedores para que aquel que separa en su casa pueda volcarlo en ese contenedor y después, en general, lo que ocurre es que hay un camión que mezcla todo y va todo al mismo destino y el cartonero termina trabajando o en la calle para separar en el mismo contenedor o en el basural directamente, para poder encontrar eventualmente allí lo que había sido separado o pueda separar en ese lugar.” GC: ¿Con esta política sostenida a lo largo del tiempo han ido logrando una reducción significativa de los residuos destinados al entierro? SF: “Sí, una reducción significativa. Acá hay una cuestión de mitos muy acentuada. Un estudio de la UBA dice que el porcentaje que es reciclable de la basura que se genera en la Ciudad de Buenos Aires no supera el 20% o 22%. Lo importante de ese estudio es que señalaba, no todo es reciclable. En todo caso todo es tratable, pasible de ser valorizado a través de su transformación en combustible, abono orgánico…, pero reciclable, entendiendo por reciclable aquello que uno puede recuperar y reinsertar en un circuito productivo para reemplazar materia prima, es sólo un 20% o 25% del total de la basura.”
GC: Vidrio, papel, metal… SF: “Claro. ¿Reciclable qué es? Este plástico que puedo reinsertar en el circuito productivo como plástico y, de ese modo además, reduzco la cantidad que necesito fabricar a partir del petróleo. Eso es reciclable. El problema es que la palabra ‘reciclar’ se ha bastardeado hasta el punto que se supone que el reciclaje es la solución para la basura y todo es reciclar. No, no es verdad. El resto es tratar la basura, generar valor a partir de la basura o enterrarla. Pero reciclar, lo que se dice reciclar, recuperar un material y reutilizarlo, eso es el 25% del total de la basura, no más. Digo esto porque a los fines de ser verosímil en ese discurso, si nosotros en La Plata estamos logrando en cuatro años de trabajo una recuperación real del orden del 10 al 12% y siempre en términos crecientes, es muy importante, porque estamos casi en el 50% del potencial de lo que podría ser reciclable.” GC: Esto que vos estás contando impacta en el relleno de Punta Lara. SF: “Sí, ese relleno tiene su orden de cierre. Cierra este año o el año que viene. Y está por ser reemplazado por una planta de tratamiento que ya está en construcción y que no tiene relleno sanitario.” GC: ¿Cómo será? SF: “Una planta de tratamiento que recicla la parte que se puede reciclar y recupera el resto, a través de distintos sistemas tecnológicos: la materia orgánica para generar compost o abono, la materia seca para producir combustible. Nosotros vamos a tener una planta sin rellenos sanitarios para La Plata, Berisso, Ensenada, Brandsen y Punta Indio. Todo lo que se conoce como región capital de la Provincia de Buenos Aires.” GC: ¿Hay otras experiencias similares? Porque la Capital sólo genera el 40% de lo que se entierra en José León Suarez. SF: “Sí, explica sólo el 40%. Pero estás hablando del 20% de la población. O sea que el 20% de la población produce individualmente más del doble de basura que cualquier habitante de cualquier otro distrito del conurbano. Un solo distrito explica el 40% del total de la basura, contra casi veintiocho distritos.” GC: En defensa de los porteños se puede decir que un millón seiscientas mil personas ingresan todos los días a la ciudad para trabajar o estudiar. Una cifra que es más o menos, un 50% adicional a la población porteña. SF: “Soy porteño y vivo allí. Lo digo críticamente, porque si no, parece que lo digo desde La Plata. No, vivo en Buenos Aires y trabajo acá. Pero aún si, cosa que no es cierta, ese millón y medio de personas que viajan todos los días a la ciudad generaran la misma cantidad de basura que un habitante, cosa que es imposible porque el millón y medio que entra no produce toda la basura que alguien que vive, porque no come, no cocina, que son actividades que generan mucho residuo.” “Aún si nos diéramos esa licencia sería imposible equiparar la generación de basura del porteño versus alguien del conurbano. Imposible e insisto en algo, el millón y medio de personas que entran todos los días a la Ciudad de Buenos Aires no realizan allí las actividades que generalmente producen la mayor cantidad de basura.” “De todos modos, tanto la Ciudad de Buenos Aires como los otros distritos, independientemente de la cantidad de basura que genere cada uno de ellos, están todos inmersos en la lógica de lo que yo denomino la lógica del enterramiento. Es un paradigma que tiene treinta años de existencia, que nació con la dictadura, lo cual no es un dato aleatorio y que considera a la basura como algo que hay que eliminar y la mejor manera de eliminarlo es en un pozo que, por mejor o peor que sea tecnológicamente ese pozo, no deja de ser eso.” “En cambio hoy en el mundo, en cualquier lugar más o menos sensato del planeta lo que prevalece es otro paradigma, que reemplazó a esa idea de enterramiento hace ya bastante tiempo y que considera que la basura es un bien del cual hay que recuperar valor. A partir de distintos procesos tecnológicos, pero siempre para recuperar valor. ¿Por qué hago esta aclaración? Porque el CEAMSE, que es el organismo que debe determinar por ley dónde y cómo se dispone la basura en el Área Metropolitana de Buenos Aires, vive del enterramiento. Su facturación es por el enterramiento. Por lo tanto, sería impensable que escupiera al cielo promoviendo una actividad de recuperación de valor de la basura que va en contra de su facturación.” GC: ¿Basura Cero en La Plata entonces?
SF: “Si. Basura Cero obviamente es una consigna y en todo caso es un norte hacia el cual uno debe ir. Basura Cero no existe, eso está clarísimo. Nadie puede pretender que exista basura cero y yo creo que se ha utilizado, como la excusa para no poner en marcha tecnologías que permitirían reducir la cantidad de residuos que van a disposición final. La basura cero es la idea de que todo aquello que yo genero como basura es potencialmente recuperable y que por lo tanto uno debe tender a un ciclo cerrado en el cual no exista basura, tender hacia eso. Que no exista basura significa que no existe nada que se elimine. Esto tiene muchas falacias, la primera es esto acerca de lo que yo hablaba antes que es que la porción de reciclables no es más del 20% o 25% del total de los residuos.” “La segunda falacia es suponer que uno puede hacer el socialismo en el medio del capitalismo. Que uno puede negar el sistema en el cual está inserto. Nosotros estamos metidos en una sociedad de consumo que además premia, en especial, el consumo suntuario. No solamente eso, lo estimula diariamente y ese consumo suntuario es un gran generador de residuos. Saquemos un minuto el tema del residuo más convencional y tomemos el residuo duro, digamos, esta computadora está diseñada para ser obsoleta en equis tiempo porque el sistema determina que así sea. Por lo tanto, que yo me rasgue las vestiduras proclamando basura cero, es decir, proclamando la no obsolescencia programada de los materiales, en un sistema que justamente está diseñado para eso es, uno podría decir utópico, pero para mí es francamente pelotudo.” “Ahora, se puede sostener eso ideológicamente, pero al mismo tiempo hacer algo operativo porque todos los días hay que recoger dos kilos o un kilo y medio de basura por persona. Todos los días. Entonces, sentarse a decir que el sistema debería funcionar idealmente, que la basura cero es aquello que nos debe enaltecer como sociedad, etc. etc., cuando efectivamente el sistema va hacia un lado absolutamente opuesto a eso, no resiste. Tengo que ver qué hago con la basura todos los días y lo que más se acerca es esto, el paradigma de que la basura es un bien del que se puede recuperar valor. Recuperar valor es reciclar lo que se puede reciclar, recuperar la totalidad de la materia orgánica, es decir, los restos de comida produciendo compost o biogás o aquello que permite la fermentación de la materia orgánica, generar electricidad con materia inorgánica, producir combustibles. Darle uso a todo lo que está adentro de la basura. Por supuesto, hay distintos sistemas de recuperación pero lo importante es que la base sea la recuperación. Que se entienda que dar valor a la basura es aplicarle tecnología.” GC: Con la planta de tratamiento que van a desarrollar acá, ¿también van a generar electricidad? SF: “No en una primera etapa. Sí en una segunda. En una primera etapa se va a producir con la parte inorgánica de la basura una especie de…, se lo tritura y se lo seca sin ningún tipo de tratamiento químico, sino solamente tratamiento mecánico y con eso se produce una especie de papel picado. Eso es material de alto poder calórico. Y se va a utilizar como reemplazo del carbón en hornos cementeros en una primera etapa. Luego se va a instalar una generadora de electricidad in situ para utilizar ese combustible.” GC: Hay toda una discusión en torno de la incineración por la producción de gases, dioxinas y demás… SF: “Sí, la incineración históricamente tuvo problemas por la producción de algunos gases como resultado de la quema de compuestos que contienen cloro principalmente, no tanto plásticos. Ahora, nosotros en La Plata hicimos una ordenanza de basura cero en conjunto con las asociaciones ambientalistas que votaron por unanimidad y se decidió no prohibir la incineración. ¿Con qué pensamiento? Con la idea de que nosotros no prohibimos tecnologías, porque eso presupone que nunca van a evolucionar o van a tener una performance ambiental acorde a lo que uno está pretendiendo. Sería como decir ‘yo prohíbo el reciclaje’, cosa que hizo la dictadura de hecho. O prohíbo el enterramiento. No, una tecnología es un instrumento, una herramienta, que puede ser perfeccionada a lo largo del tiempo. En todo caso tiene que haber límites respecto de para qué usar esa herramienta o para qué no usarla, pero no prohibirla. Uno no puede prohibir un hacha, lo que tiene que decir es que con un hacha podés cortar un árbol, pero no cortarle la cabeza a un tipo.” “Entonces nosotros no prohibimos la incineración pero sí le fijamos limites muy concretos a la eventualidad de utilizar la incineración. ¿Cuáles son los límites? La normativa más moderna que establezca la Comunidad Europea en tal situación en que se apruebe eventualmente una actividad de incineración. O sea, si mañana viene a La Plata alguien a proponer una actividad de incineración, lo que dice la ordenanza de basura cero es que tiene que remitirse en su performance ambiental a la última disposición normativa que tenga la Comunidad Europea. Nosotros entendemos que la Comunidad Europea está funcionando con una inmensa cantidad de incineradoras en Alemania, en Suecia, en Holanda, en Noruega, en países que no son precisamente sospechados de tener una mala performance ambiental dentro de su territorio.”
Otras iniciativas en el Conurbano El 16 de julio de 2012, los intendentes Fernando Gray (Esteban Echeverría), Darío Díaz Pérez (Lanús) y Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) anunciaron en conferencia de prensa que aunaron sus esfuerzos para implementar una planta de tratamiento de residuos sólidos de manera conjunta.64 El plan contempla la clasificación y procesamiento de los residuos valorizables urbanos, desde los hogares hasta el fin de su ciclo en la planta. Por eso, su concreción significaría un avance inédito en materia de residuos sólidos urbanos (RSU) para más de 1.600.000 vecinos de la región. “El objetivo que tenemos es que los residuos que nosotros enterramos en el CEAMSE, que generan un impacto ambiental importante y un perjuicio económico sobre los recursos públicos, sean tratados de manera eficiente para que, por ejemplo, puedan ser convertidos en energía, obtener bloques para la construcción, bancos, etcétera. Hay innumerables oportunidades si alcanzamos un tratamiento correcto”, detalló el jefe Comunal lomense. Durante dos años, los municipios estudiaron la obra y sus importantes consecuencias en materia ambiental para delinear este proyecto, que comprende la construcción de una Planta de Termo Valorización que permitirá el tratamiento de residuos sólidos no reciclables a escala regional. En un plazo que ronda los dos años se construiría la estructura de la central, que tendrá alrededor de 10 hectáreas y una capacidad de tratamiento de 1.500 a 2.000 toneladas diarias de RSU, generando 70 mil MW diarios. Un tiempo más atrás, el 20 de mayo de ese año, los intendentes de Tigre y San Miguel, anunciaron la realización conjunta de tareas de monitoreo sobre el relleno ubicado en José León Suárez, en la proximidad de ambos municipios. Al respecto el Jefe Comunal de Tigre sostuvo: “’Tiene que ver con algo actual, que es el monitoreo y la fiscalización conjunta del CEAMSE, con su funcionamiento, su sistema de enterramiento, su tratamiento de líquidos, olores, tapadas, funcionamientos de barreras ambientales’, dijo y advirtió que si es necesario podrían suspender o cancelar las tareas ‘si no se cumplen con los requisitos del buen tratamiento que tiene que llevar adelante’”.65 “Hacemos hincapié en ejes fundamentales como la basura que sólo significa enterramiento y daños a nuestros municipios. ¿Qué pasaría si Tigre y San Miguel deciden hacer algo? Pagaríamos por la irresponsabilidad de quienes tendrían que haber hecho un plan estratégico. Queremos controlar para que no nos dejen un enorme pasivo ambiental por culpa de la imprevisión y la falta de gestión”. Asimismo, Massa explicó que el convenio firmado busca “ir juntando fuerzas en lo que seguro se vendrá que es el intento de ampliación del relleno y nosotros volvemos a tener una mirada prudente. Si quieren quedarse, necesitamos que
nos digan cómo vamos a ir reduciendo la basura y asegurar el control. Es lo mismo que reclamé hace casi cuatro años atrás, sin embargo los temas se abordan cuando están por estallar. Ahora otra vez estamos con la soga al cuello”.
Otras opciones con la basura La noticia circuló por las redes el año pasado. Suecia importaría basura. Cuando todo el mundo quiere sacarse de encima los residuos, la nación nórdica se propone lo contrario. Traer desechos de otros países para alimentar parte de su sistema de generación de electricidad. Inmediatamente, circularon los comentarios. “¿Qué es más caro, comprar petróleo, gas o basura? La respuesta seguramente parezca bastante obvia porque nadie quiere desechos.”, argumentaban en un portal.66 Si llegaron a esa situación es porque en Suecia, reciclan y, sobre todo, reducen, desde hace tiempo. Cada sueco produce, de media, aproximadamente, una tonelada de basura por hogar y año. La media europea es 6 veces mayor. 67 La mayoría de los 10 millones de habitantes de aquel país prefiere vender lo usado antes que tirarlo y finalmente, lo que ya no sirve para nada, se vuelca en contenedores clasificándolo por tipo de basura, para que sea reciclado o reutilizado. En un caso, como combustible. Sólo envían alrededor del 4% de su basura a vertedero. Ese porcentaje, que ya parece sorprendente por sí mismo, impresiona aún más si tenemos en cuenta que en los EE.UU. los vertederos reciben un 67% de la basura generada. 64 65
http://www.diariopopular.com.ar/notas/107351-lomas-lanus-y-echeverria-firman-acuerdo-tratamiento-residuos
66 67
http://tec.nologia.com/2012/10/27/en-suecia-importan-basura-para-generar-energia-en-lugar-de-comprar-gas-o-petroleo/
http://www.lanoticia1.com/noticia/tigre-y-san-miguel-firmaron-acuerdo-por-la-basura-y-el-ceamse-30005.html http://24con.infonews.com/conurbano/nota/67952-la-basura-en-la-mira-de-los-intendentes-del-conurbano/ Este record sueco puede impresionar comparativamente. Se trata de la basura que generan en países desarrollados. Entre nosotros, los porteños ensuciamos menos: apenas 0,8 tonelada por habitante al año.
Suecia quema sus desechos para obtener aproximadamente el 20% de sus necesidades energéticas, pero los suecos son tan diligentes en materia de reciclaje, que el país sencillamente no está generando suficientes residuos como para producir toda la energía que necesita. Mientras que esto es muy bueno para el medio ambiente sueco, no lo es tanto para su programa energético Waste to Energy (Generar energía a partir de residuos), que es capaz de tratar hasta 2 millones de toneladas anuales de basura para convertirlas en electricidad y calor sostenible. Hace unos años Suecia puso en marcha ese un plan. El sistema se ha vuelto tan eficiente que ahora se encuentran con un problema inesperado, tienen que traer basura de otros países. Así las cosas, Suecia importará unas 800.000 toneladas de basura al año. La mayoría proviene de la vecina Noruega, que, además, paga a Suecia por llevarse sus residuos. De este modo Suecia, no sólo produce energía de desechos, sino que ganará dinero con ello. En esta forma de obtención de energía, se generan restos contaminantes, en especial, metales pesados, que quedan acumulados en forma de cenizas. Estas cenizas se devuelven a Noruega. Con todo, los responsables públicos no creen que sea una buena solución a largo plazo y piden a los suecos que mejoren (aún más) en la reutilización y el reciclaje. Pero no sólo los suecos eligieron ese camino. También los holandeses. No les sobra territorio para andar construyendo vertederos, de modo que debieron ingeniarse para resolver el problema en poco espacio. La ciudad de Amsterdan “ha creado una planta increíblemente eficiente, Afval Energie Bedrijf W2E, capaz de producir 1 millón de MWh de electricidad al año. Más allá del factor de energía, la planta también se utiliza para calefaccionar varias comunidades en las cercanías de la capital”.68 Continua diciendo González: “Lindera a la planta de generación de energía se encuentra la planta de tratamiento de agua Waternet. Ambas plantas funcionan en simbiosis, la planta de incineración de residuos suministra energía eléctrica y calor para los procesos de tratamiento de agua, y la planta de tratamiento de agua proporciona a la primera, lodos y biogás como fuente adicional de combustible. De esta forma, en un estrecho corredor industrial, Amsterdam gestiona una gran parte de sus funciones municipales.” No se tratan allí pequeños volúmenes. En cuanto a basura, uno semejante al que produce Buenos Aires: 1,4 millones de toneladas anuales. Respecto de los efluentes cloacales, los generados por dos millones de habitantes. Tanto los holandeses como los suecos, reciclan primero todo lo posible. Y de las cenizas de la combustión de basura extraen los restos metálicos para su reutilización por la industria. Lo que queda es usado en la construcción.
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González, Gisela Laura. Residuos Sólidos Urbanos Argentina. Tratamiento y disposición final. Situación actual y alternativas futuras. Cámara Argentina de la Construcción, diciembre de 2010. http://www.igc.org.ar/megaciudad/N3/Residuos%20Solidos%20Urbanos%20 CAMARCO.pdf
Las alternativas después del CEAMSE El modelo de gestión de los residuos sólidos urbanos que expresa la CEAMSE está terminado. Más allá del despilfarro ambiental que supone gastar enormes sumas de dinero en enterrar recursos que no sobran, para contaminar el suelo, el agua y el aire, nadie quiere tener un “relleno sanitario” a la vuelta de su casa. Los que existen están agotados y no hay alternativas de nuevos vertederos o de ampliaciones que prolonguen el servicio de los actuales. Se impone pensar un nuevo modelo de políticas, que debe plasmarse además en otras normativas. Un ejemplo de las opciones posibles lo evidencia la iniciativa de la región platense ante el agotamiento del relleno de Punta Lara. Un camino que la propia Ciudad de Buenos Aires puede recorrer para hacerse cargo de la basura que genera y dejar de tirarla en el patio de los vecinos. El programa de acción determinado por la Ley de Basura Cero en la Ciudad Autónoma requiere también de compromiso y voluntad política por parte de las administraciones de turno. Dos condiciones que escasean en el elenco del PRO, a estar por lo visto desde el 2007 hasta la fecha. Es evidente que no alcanza con el voluntarismo del activismo ecologista para llevar adelante un cambio sustancial como el planteado en esa normativa. Se requiere del protagonismo del estado. Quizás termine por imponerlo la realidad del agotamiento de los rellenos. Pero está por verse. En la medida que se comience a implementar la ley 1854, deberán revisarse asimismo los compromisos asumidos con la provincia de Buenos Aires al conformar la empresa que hoy centraliza formalmente la disposición final de la basura del área metropolitana. Algo que quedó pendiente al momento de la sanción de esa ley. El divorcio no tiene que ser traumático y como ocurre con las parejas que tienen hijos, más allá de la separación habrá muchas cuestiones que resolver en común. Cierto es que de estos vástagos no pueden esperarse muchas satisfacciones. Salvo que no causen grandes problemas. El pasivo ambiental depositado en el conurbano por el CEAMSE, más todos los basurales clandestinos que todavía persisten en la región, implicarán acciones sostenidas de remediación y control por varios lustros, según todas las opiniones expertas consultadas. Que algo ya no pueda continuar, no implica que exista claridad acerca de lo que puede reemplazarlo. Hay atajos tentadores, soluciones fáciles en apariencia, que pueden implicar un retroceso de varias décadas. Es el caso de la incineración de todos los residuos, sin hacer los esfuerzos de reducción, recuperación y valorización de las porciones reutilizables de la basura. Este camino expeditivo es repetidamente examinado como eventual salida por los responsables porteños de resolver la transición. Frente a esas vías rápidas están en guardia organizaciones como Greenpeace. Ellos se han juramentado en contra de cualquier forma de sacarse de encima la basura quemándola, como se hacía en el siglo pasado. Un nuevo modelo regional El final del CEAMSE está anunciado. ¿Qué lo reemplazará? Sobre esto también dialogamos con Federovisky. GC: ¿Tenés idea de qué política tiene planteada la provincia de Buenos Aires en relación con la basura? SF: “La Provincia de Buenos Aires tiene el mismo problema constitutivo que la Ciudad de Buenos Aires, son los dos socios de CEAMSE.” GC: Pero al tener estos dos socios, no es de ninguno. SF: “No es de ninguno y es de los dos. O sea, no es de ninguno y esto permite que el CEAMSE haga una política de libre albedrío pero, al mismo tiempo, es de los dos, de tal modo que ninguno de los dos distritos puede divorciarse formalmente del CEAMSE y llevar una política opuesta porque son socios y están sometidos al chantaje.” GC: La idea de pensar la Ciudad como un todo que supone CEAMSE, de no fragmentar a las diversas parcelas administrativas, ¿no es una idea rescatable? SF: “Es que yo no creo que el CEAMSE esté creado ni tenga una gestión que responda a la idea de pensar a la Ciudad como un todo. Yo creo que el CEAMSE simplemente parece cubrir esta lógica regional pero en verdad es un monstruo
que toma de rehén a los municipios. Una cosa es regionalizar y otra cosa es crear un super organismo que toma a las partes como rehenes de su actividad.” “Por empezar, la consideración del área metropolitana como un todo no puede negar la existencia de las partes. Un sistema no niega sus partes constituyentes. La creación del CEAMSE convirtió a los municipios en rehenes directos y mutiló a cada uno de ellos de la posibilidad de tener políticas ambientales propias, entendiendo que en la lógica municipal el manejo del ciclo de los residuos sólidos urbanos es una parte inescindible y casi diría prioritaria y si no única, de su política ambiental. Retirarle al municipio todo tipo de intervención sobre el manejo del ciclo de los residuos sólidos urbanos, es impedirle hacer política ambiental.” “La lógica del CEAMSE, desde su creación es la siguiente: cada municipio tiene que llevarle la basura al CEAMSE, lo cual ya es un gesto ¿no? Pagarle al CEAMSE el precio que arbitrariamente fije por enterrarla en tierras que son de algún Municipio, quizás de este mismo que está llevando la basura, Ensenada por ejemplo. Y al cabo del ciclo que plantea el CEAMSE de relleno, lo que recibe el municipio que cedió las tierras y que durante treinta años pagó por ese tratamiento, es un pasivo ambiental. Como está demostrado en los rellenos de Villa Domínico, Ensenada y González Catán.” “O sea, el ciclo es toda pérdida dentro del Municipio, pérdida en política, pérdida en instrumentos de gestión, pérdida de dinero porque el municipio no sabe por qué le cobran lo que le cobran, no tiene ni siquiera la posibilidad de licitar o de concursar el costo del tratamiento, pérdida de tierras y después un pasivo ambiental del cual nadie se hace cargo. Eso no puede ser considerado una política regional.” GC: ¿Y qué reformas requeriría el organismo? SF: “A mi modesto entender, dinamitarlo, disolverlo. Lo que sí haría por una cuestión de escala, es generar pequeñas regionalizaciones para que municipios más poderosos y municipios con menos recursos, puedan gestionar volúmenes manejables de residuos en su propia región. Por ejemplo, el caso de La Plata que lo está haciendo con una escala que le permite a la ciudad de La Plata, más Berisso, Ensenada, Brandsen y Punta Indio. Por ejemplo, podría ser algo que está planteándose en la zona norte: Tigre, Escobar, San Fernando, San Miguel y San Martin. Esas pequeñas regionalizaciones tienen que tener sí, un paraguas institucional que le dé un direccionamiento filosófico al sistema de tratamiento. No debería ocurrir que una región haga un tratamiento adecuado, recuperación, reciclaje, compost, generación de residuos, etc., y que otra haga un pozo. Pero todo esto sólo es posible si la Ciudad de Buenos Aires se hace cargo de sus residuos.” “Si hoy la Ciudad en lugar de seguir proponiendo nuevos rellenos sanitarios pegados al Norte tres, exigiendo las tierras de la Nación, estuviera por ejemplo, licitando cuatro plantas de tratamiento de mil toneladas cada una, con un rechazo del 20% y estaríamos hablando de que en lugar de seis mil toneladas, la Ciudad sacaría afuera mil toneladas. Y mil no sería un problema. Mil, mil doscientas, no sería un problema.” “El punto central de esta historia, es que la Ciudad no se hace cargo de su basura. Tiene de rehén al conurbano para que funcione como patio trasero donde enterrar la basura propia. Y eso es injusto socialmente, es injusto políticamente y además es falso desde el punto de vista tecnológico.” GC: Porque se puede resolver de una manera mejor, ahora. SF: “La ciudad de La Plata con la planta que está en construcción, va a tratar mil toneladas en un predio de cinco hectáreas. ¿La Ciudad de Buenos Aires no tiene cinco hectáreas? ¿No tiene cuatro predios de cinco hectáreas para un tratamiento igual en cada uno? Son cuatro mil toneladas, más dos mil de la planta de áridos, que la propia Ciudad reconoce que son de demoliciones.” GC: Si, esa planta están empezando a construirla en el bajo Flores. SF: “Entonces la solución es, no digo fácil, pero sí posible. Cuatro plantas de mil toneladas cada una más la planta de áridos. La planta de áridos no deja rechazos, son dos mil toneladas. Quedan cuatro mil toneladas. Estas cuatro plantas dejan un rechazo de entre el 20% y 25% cada una. Cuatro mil toneladas, el 20% de cuatro mil son ochocientas. O sea que el problema que hoy se llama seis mil quinientas toneladas se puede llamar ochocientas.” GC: Aún haciendo todo un dispositivo de recuperación y de tratamiento diferenciado de la basura, de todos modos queda un resto que eventualmente hay que disponer en algún lado. Pero nadie quiere un relleno en su casa…
Bibliografía
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Perelman, Mariano. De la vida en la Quema al Trabajo en las calles. El cirujeo. Ciudad de Buenos Aires. Avá nº 12. Posadas, 2008.
INDICE
Diccionario…………………………………………………………...3 Ciudad Basura ………………………………………………………5 Tiempo de descuento ………………………………………………..7 Por qué la basura. ……………………………………………………9 No se trata sólo de basura ..................................................................14 Cada vez más rápido. Más potente. Más brillante. ………………17 La nueva basura. …………………………………………………….19 La crisis ambiental como crisis civilizatoria. ………………………..21 Más cerca del nuevo contrato de recolección.……………………..27 La yapa.................................................................................................37 El problema moderno de la basura………………………………...39 El problema de la cantidad…………………………………………...41 Las consecuencias de nuestra civilización……………………………43 La porción de los argentinos………………………………………….45 La historia de Buenos Aires desde la basura. ..................................49 De la “quema” a los hornos. ...............................................................53 Decadencia y fin de la “quema” ..........................................................56 CEAMSE, la apuesta fracasada. …………………………………...59 El enterramiento como solución………………………………………61 El lugar de la basura…………………………………………………..63 Los conflictos no se pueden enterrar.....................................................66 La CEAMSE en la actualidad. ………………………………………..69 Un problema, muchas soluciones…………………………………....71 Ley de Basura Cero................................................................................73 Tiempo de soluciones…………………………………………………..76 La ciudad y los cirujas………………………………………………..81 Los cartoneros en el sistema público…………………………………..83 Algunas experiencias…………………………………………………..84 El mundo del revés……………………………………………………..87 Valor de mercado………………………………………………………89 El valor social del trabajo de recuperación……………………………92 El contexto jurídico…………………………………………………...95 La evolución del marco legal…………………………………………..96
Las nuevas normativas…………………………………………………99 La variante platense…………………………………………………103 Otras iniciativas en el Conurbano…………………………………….110 ¿Qué es más caro, comprar petróleo o basura?...................................112 Las alternativas después de la CEAMSE…………………………..115 Un nuevo modelo regional…………………………………………….116