Solo deja
que vayan los días Celebrando tres ediciones de CARMINA de Andrés García Cerdán
Publicaciones de La Galla Ciencia
Coordinadores de La Galla Ciencia: Joaquín Baños Noelia Illán Samuel Jara Manuel Pujante Diseño y Maquetación: Manuel Pujante Ilustra: Carmina Ramírez Belmonte Edita: La Galla Ciencia Contacto: lagallaciencia@gmail.com www.lagallaciencia.com © La Galla Ciencia © Ilustraciones: CARMINA RAMÍREZ BELMONTE © Poemas: ANDRÉS GARCÍA CERDÁN © ANTONIO AGUILAR, JEAN PAUL CARIBDIS, VICENTE CERVERA SALINAS, ALBERTO
CHESSA, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JUAN DE DIOS GARCÍA, NOELIA ILLÁN, SAMUEL JARA, JAVIER LORENZO CANDEL, ANTONIO MARÍN ALBALATE, RUBÉN MARTÍN DÍAZ, CONSTANTINO MOLINA MONTEAGUDO, LUIS MORALES OLIVAS, JAVIER MORENO, DAVID MOYA GARCÍA, ÁNGEL PANIAGUA, JOAQUÍN PIQUERAS, LUCÍA PLAZA, MANUEL PUJANTE, ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, DAVID SARRIÓN, JAVIER TEMPRADO, ARTURO TENDERO, VICENTE VELASCO, NATXO VIDAL GUARDIOLA
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Solo deja
que vayan los días Celebrando tres ediciones de CARMINA de Andrés García Cerdán
ANTONIO AGUILAR, JEAN PAUL CARIBDIS, VICENTE CERVERA SALINAS, ALBERTO CHESSA, JOSÉ DANIEL ESPEJO, JUAN DE DIOS GARCÍA, NOELIA ILLÁN, SAMUEL JARA, JAVIER LORENZO CANDEL, ANTONIO MARÍN ALBALATE, RUBÉN MARTÍN DÍAZ, CONSTANTINO MOLINA MONTEAGUDO, LUIS MORALES OLIVAS, JAVIER MORENO, DAVID MOYA GARCÍA, ÁNGEL PANIAGUA, JOAQUÍN PIQUERAS, LUCÍA PLAZA, MANUEL PUJANTE, ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, DAVID SARRIÓN, JAVIER TEMPRADO, ARTURO TENDERO, VICENTE VELASCO, NATXO VIDAL GUARDIOLA
CUIDADO CON EL PERRO
Antonio Aguilar
He ido a mi casa, la otra casa, la que antes era casa y ahora es edificio, estancia vacía, como Carmina, que antes era casa de Andrés, pero que ahora ya no lo es, porque ya andamos por otros sitios. No obstante barrunto que las casas que has habitado un tiempo te enraízan un poco, una sucesión de casas y de instantes que fluyen día a día como fotogramas, como segundos de un reloj de dinteles, cornisas, ladrillos. Y al entrar, decía, ya era consciente de que no necesita entrar en casa, en la otra, a coger Carmina de la estantería donde
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aguarda, como un gato agazapada, la lírica de Carmina desde una realidad ya exenta, independiente. Carmina se ha convertido en un heterónimo o en un heterobiblio de Andrés, porque nace en él pero no se agota en él, porque es él y es otra cosa, otro habitante de esa casa que es cantante, poetas, pintores, soñador. Es Carmina independiente. Cualquiera ya podría firmarla, llegar a su puerta, poner su felpudo con un “bienvenido a casa” o “cuidado con el perro” o “cuidado con los críos”, y habitarla.
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¿EXISTE ANDRÉS GARCÍA CERDÁN?
Jean Paul Caribdis
¿Existe el megalodonte? ¿Existen las sirenas? ¿El Infierno? ¿Dios? ¿Existe Slender Man? ¿Y los fantasmas? ¿Existen los vampiros? ¿Las hadas, las casualidades, las rosas azules? ¿Los dragones, los ovnis, los ojos grises, los ángeles, los agujeros de gusano, los asesinos profesionales, los bisontes o Big Foot? ¿Los centauros, las comas en inglés, la reencarnación, las ideas innatas, la depilación definitiva, la Democracia? ¿Existen las espadas láser, las feromonas, las Frutas del Diablo, los zorros de Inari? ¿Existe un quinto estado de la materia, el queso sin lactosa, el planeta Nibiru, existe el ondulado permanente, la telequinesis, la vida después de la muerte, la magia, la
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Utopía, la Titanoboa, existe la yumbina, existe el Mal? ¿Existe el verdadero amor o el bosón de Higgs? ¿Existe el hembrismo, la guerra justa, la antimateria, el Jardín del Edén, la quintilla en el póker o los leones albinos? ¿Existe el Fogasa? ¿Existe el kraken? ¿Existen uñas postizas para pies o urólogas? ¿Existen universos paralelos, almas gemelas, japoneses rubios, existen volcanes en Murcia o casas rurales cerca de Arnedillo? ¿Existen los celos o cuerpos que no producen sombras? ¿Existe el jinete sin cabeza, las drogas auditivas o el bar Reinols? ¿Existen, decidme, por favor, el talento, el instinto maternal, el Éter, los illuminati o las katanas
Hattori Hanzo, la envidia sana o la resurrección? ¿Existe la Unidad de Análisis de Conducta del FBI? ¿Existe la Libertad? ¿Existen lectores de poesía? ¿Es posible que un libro de poemas alcance su tercera edición en dos años? ¿Conocen a alguien capaz de conseguirlo, y que además sea un gran libro, un libro enorme? ¿Qué hace de Carmina un libro especial, único? ¿Quizá que nazca al mismo tiempo de la observación de la naturaleza y de la inspiración de las ideas, como nos invitan Platón y Aristóteles en La escuela de Atenas, el cuadro magnífico de Rafael? ¿Puede que también porque fue un libro fermentado por la enfermedad de la lectura, esa fuente de felicidad que Andrés celebra en su poema Lejos? ¿Tiene algo que ver que habla de sí mismo para decirnos que “la vida está aquí, con su crueldad, con su fuerza”, dotando de autenticidad a lo escrito? ¿A alguien se le pasa por alto que los viajes, las lecturas, la niñez, la luz como una bola mágica en la que todo está y los poetas, como estaciones que visitar, convierten este poemario en una
auténtica experiencia literaria? ¿Alguien duda de que en Andrés hay un hombre cosmopolita al mismo tiempo que “un muchacho al borde de un barranco” que se atreve con sus miedos y tiene la costumbre admirable de lanzar palabras sanguíneas y benévolas sobre ellos? ¿Puede un libro hecho para sentir el mundo, el sexo y la palabra como una fuerza oscura pasar desapercibido? ¿No merece tres ediciones un libro que dentro de un universo descomunal y a veces deforme define el lirismo como un paso hacia la esencialidad del ser humano? ¿No merece tres ediciones, tres mil si pudieran ustedes? ¿Por qué este libro lo he tirado contra la pared tantas veces como lo he leído, al igual que Andrés dice hacer con los grandes libros, al desatar la emoción que hasta ese momento permanecía recóndita, sumisa?¿Podría no serlo alguien que se ofrece a la vida porque en el fondo se ha dado cuenta de que el tiempo se agota y que el tiempo hace polvo de la libertad más absoluta? ¿Dudarías de alguien que demuestra haber leído a Dante, Verlaine, Píndaro,
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Dylan thomas, Shakespeare, Anne Sexton, René Char, Dostoiesvsky, Wordsworth, Montale, Spender, Marco Aurelio, los Machado, Claudio Rodríguez? ¿Alguien que también te refresca el gusto con Picasso, Bachelard, Turner, Warhol, los Cohen, Tiziano, The Cure, Van Gogh, Lou Reed? ¿En algún otro lugar se puede leer y tocar al mismo tiempo el dolor, la luz, el fuego, atravesando orillas, piedras, cielos, de la mano de un verdadero espíritu rebosante de inteligencia? ¿Cómo desde un punto de vista a veces enormemente escéptico y otras locamente vitalista resulta igualmente creíble? ¿Por qué traspasa nuestra piel y nos lo imaginamos mirando al sol en Fuenteálamo, Ibiza, Yeste, Firenze, Toledo? ¿No están de acuerdo en que Andrés es un poeta más de amaneceres que de atardeceres, como diría Arturo Tendero de él tras la lectura de este mismo libro?¿No es maravilloso encontrar que alguien te demuestra que leemos porque es lo único que sabemos hacer para olvidarnos de la muerte? ¿Acaso no hay mejor forma de eludir la erudición que
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haciendo de ella virtud en forma de inteligencia? ¿Para qué nos sirve un libro tras su lectura si no es para tomar conciencia de nuestros placeres pasajeros y rechazar nuestra herencia pesimista sobre el amor, la juventud, las heridas del aprendizaje, y así salir de la oscura noche del mundo que cantaba años ha Luis Alberto de Cuenca? ¿Puede existir alguien capaz de todo esto y de convencernos de que al margen de las trivialidades literarias de patio de colegio podemos reivindicar la inocencia de pensamiento, la única capaz de sacudir nuestro espíritu? ¿Pueden darme otro libro donde haya más riesgo, donde se proclame un SÍ más desatado para con la vida? ¿Cómo no leer y recomendar a alguien que dice “he nacido para leer a Borges y a Kavafis”? ¿Hay algún modo de ser ajenos a un personaje que hace fortaleza de su fragilidad y cuya hambre del cuerpo es tan importante como la del intelecto, la de la cultura, la del civismo? ¿Cuándo hemos tenido en nuestras manos un libro que clarea entre las tinieblas de lo cotidiano y no huele a espejismo? ¿Es posible creer que
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existe Andrés García Cerdán y que es capaz de todo esto? ¿Es el mismo Andrés que tituló su primer poema Deja que vayan los días, publicado en la revista THADER, allá por el otoño de 1994? ¿Qué queda en este Andrés de aquél? ¿Alguna vez dejó de gravitar sobre las palabras -para hacerlas luzaquel Andrés que conocí? ¿Acaso dudaría de alguien que se obstina en no ser réplica de nadie pero al mismo tiempo se reconoce en sus maestros constantemente? ¿Por algún motivo se puede impedir que siga creciendo ese verso sensitivo, al borde del colapso que busca Andrés desde aquellos años? ¿Quién cree más en la poesía que Andrés,
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alguien para quien la poesía es la única forma digna y verdadera de vivir? ¿Se siente alguien capaz de frenar este espíritu huérfano de maldades? ¿Podría evitar que siga construyendo poco a poco este material afectivo que lucha contra los esquemas aberrantes de nuestra civilización y que no renuncia a preguntarse quiénes queremos ser, porque tenemos que aprender a ser libres desde nuestros deseos y necesidades? ¿De qué manera puede ponerse fin a esta aventura, alguien apostaría por su abandono de esa música que siempre vuelve de las manos de Andrés? Vais a tener que matarle.
GLOSA LÍRICA A CARMINA Vicente Cervera
Entre los versos y las hojas que estremecen los “pinos homéricos” de Carmina resuena la lira de Píndaro. Atrás quedaron los dísticos elegíacos de la Historia y de tu historia, Andrés. Ahora, “con una voz propia que nunca antes/ lo había sido tanto”, ya no te pregunta Lesbia por la cantidad hechizada de los besos, sino que brota un huracán y vibran
las montañas donde excavas y hurgas al fondo de ti mismo, para compartir la emoción de “haber sido una vez inmensamente feliz”. Abrimos tus poemas y dejamos que sea la tarde quien los lea. Y cuando anochezca nos seguirán acompañando en el profundo sueño de nuestros días, porque en ellos se hizo la palabra luz.
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Inferno ¿Sintió Dante Alighieri compasión ante el relato infernal de Francesca? Sí –dice Borges–, una compasión infinita.
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AL MARGEN DE LOS SIGNOS Alberto Chessa
«Nunca real y siempre verdadero», estampaba en lo alto de uno de sus dibujos iluminados Antonin Artaud. En su zumbido original («jamais réel et toujours vrai»), es también el aviso con el que Andrés García Cerdán (Fuenteálamo, 1972) nos abre la puerta de Carmina, tras el recibimiento en la antesala de (¿cómo va a ser casualidad?) otros dos anticristos demasiado humanos como son Trakl y Nietzsche. Hay quien se muere sin advertir ni un solo día que las palabras trasuntan una sustantividad azarosa y quien empeña todo su tiempo precisamente en denunciarlo. García Cerdán es de los malos, claro está, de estos últimos: los
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delatores. Por eso, obliga a su poesía a que amanezca «del otro lado de los límites», en «los márgenes de todo», porque sabe que siempre hay otra orilla y que lo verdaderamente perturbador es que esa otra vera no es la que tenemos enfrente o detrás, sino la misma que pisamos. Tras dejar la casa «ordenada», el sujeto de estos versos, alma desorientada y reptante («como una cobra»), sale a buscar la luz; algo que no debe confundirse con una laxante salvación (que no, que no la hay; que con luz se forma también Luzbel) sino que haremos bien en ensanchar el concepto hasta el plural de las
iluminaciones (¿y cómo se decía esto en francés?), de manera que, como es lógico, como es necesario, como es insoslayable, «La luz se hace palabra». ¡Claro! Todo es mensurable en su iconografía, en su semiótica. Pero cada medida es también volátil: los signos se escriben, como el nombre de Keats, con letras de agua («el agua de tu nombre», juguetea Andrés)..., aunque, durante algún siglo, una lápida en piedra lo recuerde. No es un adorno esta última alusión. El contorno epigramático de estos poemas, suerte de epitafios vigorosos (valga el oxímoron), está revelado en el mismo título latino de la colección (pronúnciese esdrújulo, si tibi placet): Poemas. ¿Y ya está? ¿Sólo poemas (Carmina) en la época del descrédito rimbombante y el adiós a todos los caracteres? No, ya está no: Poemas. Ninguna declaración, ningún propósito de intenciones serán más rotundos... ni menos cándidos. La sospecha de andar bastardeando con arbitrariedades y dobles articulaciones en el signo tiene un reflejo evidente
en el hecho de que, en la peana de cada cita del libro, aparezca su autor entrecomillado, tal si su nombre propio no fuera más que un remedo de sí, un simulacro, una invención, una suplantación. ¿Y cuál es la mayor usurpación del individuo que responde por «Andrés García Cerdán»? De nuevo, la luz: «Ya sólo quise ser / luz. Desde entonces sólo he sido luz». Y «sólo soy ya luz», insistirá poco después, dejando en muelle la supuesta súplica de Goethe en su lecho mortal: aquel «Licht, mehr Licht!» que entendemos -¡y cómo!hasta los que no sabemos alemán. Hay sitio en las palabras: son armarios donde esconder todo lo que se dice, todo lo que se escribe; para ocultar, al fin y al cabo, el lenguaje del lenguaje («En tu nombre / dejo escrito mi nombre»), que es, a la vez, condena y remisión, balbuceo y sintagma. El tropo del diamante, tan repetido en estas páginas, no es fortuito: su fractal, el prisma que construye un todo que no tiene sentido sin la autonomía de cada una de sus partes, es ni más ni menos (¡más!) el
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faro desde el que Andrés entona su soliloquio. El tiempo no es lineal, y la vida entiende poco de rectitudes: sigamos, entonces, las vías de un tren («de cualquier tren») porque podremos llegar, a paso tartarugo o corriendo como atletas pindáricos, sueño de sombras, «a una tarde de hace veinte años», donde se pueda dialogar sin distingos con los ángeles de Rilke y la gente abollada que trenza el estribillo de Surfin’ Bichos. Carmina es un libro que turba, perturba y conturba. Bueno: también conmueve, asombra,
desconcierta. Como esa «manzana de las aguas» que, por vez enésima (¡qué pesado, Andrés!), nos apremia a que repensemos el globo terráqueo, no vaya a ser que lo esférico de la armilla no sea más que el manchurrón azul de los océanos. Que, cuando se trata de signos, los márgenes se ponen tontos y gustan de confundir al personal, bien por sobreactuación o también a veces por incomparecencia. Para despedir (o no) el libro («Me despido sin despedirme»), por si no nos había quedado claro, García Cerdán (puede que ya sin comillas) nos lo repetirá trilingüe: «No border. No termini. No fronteras».
MADRID, 1 DE JUNIO DE 2014
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José Daniel Espejo
Carmina (pronúnciese por favor “cármina” en adelante) es un libro de poemas cegador. La luz baña los textos y los impregna de amor, de simetría, de formas clásicas como las que Andrés lleva toda la vida estudiando y que maneja con la precisión de un tahúr o un neurocirujano. La mesura, el amor y el equilibrio que inundan todo convierten a la voz poética en un ganador, en un ser que mira a su alrededor y solo halla belleza y luz. ¿Es ése Andrés García Cerdán? No. Como la de cualquiera, la
vida de Andrés contiene zonas ingobernables, caos y detritus. Entenderemos este libro, por tanto, como un santuario. Donde postrarse. Donde celebrar y recuperar la fe. ¿Entonces, ése no es Andrés? ¿Estos poemas son una impostura? Si crees eso, si para ti es más importante la identidad que la fe, lo que se tiene que lo que se invoca, entonces cierra este libro. Porque no te lo mereces. Y déjanos a los demás. Nec spe nec metu. Carmina.
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Las lunas jamais réel et toujours vrai «Antonin Artaud»
La mañana de un día que no importa encontré una brecha en el cuerpo del poema, esa boca secreta, escrita en un costado, con que soñaron Swedenborg y Borges. En mis propias brechas hurgué y excavé y traduje. Las esquirlas de sangre me abrazaron y ahora vivo dentro, encantado en la herida, soñando luz de huesos, nervios, venas, latidos. Cada día que pasa me muero en una fiesta. Cada día que pasa nazco en una palabra maravillosa. Bajo lunas de carne soy tejido biológico para un poema más que amanece y amanece.
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Juan de Dios García
Carmina es un libro en el que el jazz, Borges y Kurt Cobain conviven en armonía, en el que se abrazan Dante, Verlaine y Fernando Alfaro, un espacio donde Trafalgar Square incluye horizontes manchegos, donde puede resucitar Claudio Rodríguez trabándosele la lengua
en mitad de un after a ritmo de drum and bass, un combinado bien agitado de licor tradicional con las frutas variadas que exprime un hedonista contemporáneo. En definitiva, Carmina es uno de esos libros que cuando lo terminas te hace pensar: «Irse de fiesta con este tío tiene que ser la bomba».
os m a sd o n r, ue uz o q j l l e a La uz final m , l e a d a un as í s o d c un nos de las y o a d H dán audito o com rfil in gaz. e al p agia fu m a su 20
Noelia Illán Conesa
Carmina hay que leerlo. Leerlo y releerlo varias veces, tenerlo muy a mano para los momentos bajos. Notar cómo te empapa su música, esa misma música que recorre la pierna de Andrés (desde el dedo gordo del pie hasta la médula) cuando recita en público. Y es que la poesía de Andrés, aunque tiene mucho de tripa, está perfectamente ensamblada en un engranaje auténtico, formando un puzle de palabras y símbolos como pocos saben hacer. Y el ritmo: qué bien lo hace Andrés. Y no es el halago –todo hay que decirlo- por la amistad que existe entre nosotros, sépanlo bien. No: Andrés es un poeta hecho y derecho, y su Carmina un poemario perfectamente estructurado que –no me sorprende- bien le valió
su premio. Recuerda, en cierto modo, al viejo pero añorado culturalismo de décadas pasadas, y su poemario se convierte a veces en una enciclopedia de autores, lugares y obras. Un culturalismo que no es forzado; porque de casta le viene al galgo… Poco más se puede decir a modo de aperitivo de este Carmina, pero con permiso le quitaré a Andrés unos versos que, adaptados para la ocasión, bien podrían valer para describir su lectura: Me quedaría sesenta años más en la ciudad / para quedarme en ella, en su nombre./ En Carmina.
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Samuel Jara
Himnos que ordenáis los cantos de la lira, ¿A qué dios, qué héroe, qué hombre vamos a celebrar hoy? Píndaro
Hoy celebramos a Andrés García Cerdán. En estos Carmina ninguna palabra está fuera de lugar. El lenguaje y los signos alcanzan su máximo potencial. Los escenarios se suceden descritos con verso certero y la ascendencia clásica se deja ver en cada página.
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La banda sonora suena en el coche de Andrés: desde Píndaro hasta The Cure o Lou Reed, terminando con el Drum and bass en una furgoneta. Podemos parar en las estaciones de tren y ver a Shakespeare, Dylan Thomas, Blaise Cendrars, Cervantes, René Char, Warhol... Un poemario imprescindible en nuestras estanterías, lleno de contemplación, paisajes y luz, mucha luz.
Javier Lorenzo Candel
Si los apasionados lectores de poesía buscaran en los libros la fuerza de las palabras trufada por un armazón firme en el que el verso fuera sustento necesario, si buscaran la luz y el mensaje al mismo tiempo, como si un fogonazo dejara la retina preparada para un fluir de experiencias, de sentimientos, de causas mayores que esa de la comunicación cotidiana, si pusieran en sus requisitos indispensables el amor por una poesía capaz de hacer experimentar más allá del verso escrito, de poder adueñarse del poema para hacerse poeta, si la
mayoría de los lectores buscaran el compromiso con el arte, la hilazón profunda con lo clásico para hacerlo material de actualidad, si demandaran poesía como quien demanda respiración, sangre, música estrenada, y si fueran todos a una buscando la experiencia verdadera de un escritor ante el mundo, Carmina sería, sin lugar a duda, uno de esos libros de referencia que todo lector busca para trazar un compromiso con sus necesidades y con la voz extensa de Andrés García Cerdán. Eso es todo, o nada menos.
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Ad贸nde va, se precipita ad贸nde, de d贸nde viene. 24
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MI RE-IMPRESIÓN DE CARMINA
Antonio Marín Albalate
Andrés García Cerdán es un poeta que canta con voz de madero bueno. Leñador del árbol caído de las palabras posibles, extrae de ellas su música para estamparla en el pentagrama que interpreta los signos del universo del poema que nos habla y nos nombra. Es un poeta, por tanto, que lleva escrito un bosque en la mirada. Carmina
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se llama. Un bosque de 47 poemas donde habita la belleza convulsa de su verbo encendido, trallazo de la cuarta persona del singular, como lengua de fuego purificándolo todo en cada nueva lectura. Tras esta tercera, la re-impresión que tengo es que estamos ante un libro que de no existir habría que inventarlo.
SOBRE CARMINA
Rubén Martín Díaz
Cuando uno se enfrenta a la lectura de un libro de poemas desconocido e inédito lo hace siempre adoptando inconscientemente una postura de defensa. Esto es así. Y es así porque lo que suele suceder en la mayoría de ocasiones es que pronto se dejan entrever ciertas carencias que hacen que el libro sea un libro más, es decir, un libro del montón. Esto es lo normal. Lo que no es tan normal es encontrarse con un primer poema soberbio, de esos que atraviesan velozmente la retina del lector para profundizar hasta la médula y recorrerla con un suave y punzante destello de genialidad. Y que, después de decidirse a dejar atrás tan celebrado hallazgo, uno cambie
de página y se encuentre con un segundo poema todavía mejor y más logrado. Para entonces, todo aquel que sepa apreciar lo bueno ya estará relamiéndose en su gozo, porque si lograr un buen verso resulta ser una tarea complicada no diré lo que supone conseguir dos poemas excelentes. Pero, además, si el lector sigue leyendo y va de un poema a otro y se detiene para releer y continúa y se sorprende y vuelve y para y lee de nuevo y todo, absolutamente todo, está escrito desde la pura esencia del ser humano, quiero decir, desde un vacío absoluto de sí mismo para armonizar plenamente con la vida, entonces sólo queda dejarse llevar y disfrutar de aquel que
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tiene como don la mirada de un poeta auténtico. Carmina, el libro que ha resultado ganador del XXVI Certamen Internacional de Poesía Barcarola, sorprendió gratamente a los miembros del jurado por ser un libro redondo y que aúna una serie de virtudes que lo hicieron despuntar muy por encima del resto de candidatos. Para mí, éste debía ser el libro ganador porque sencillamente después de leerlo y releerlo varias veces, no podía ser otro. Como digo, el acuerdo fue unánime y el fallo del premio no dio lugar a dudas. Un libro puede estar mal escrito o puede estar bien escrito. Si el libro está bien escrito será un libro correcto. Para que el libro sea una pieza de arte auténtica ha de tener vida propia más allá del adecuado oficio de la escritura, o, lo que es lo mismo, ha de tener “alma”; una palabra que aplicada como concepto literario viene a significar presencia, profundidad, reflexión, sabiduría, ritmo y buen hacer. Todo en uno. Pues bien, esto es
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Carmina. Dice el autor en uno de sus poemas: “Todos los días das tu vida entera/ la das como quien da/por ganado su tiempo/y no regresa ya nunca a la muerte.” Y yo me pregunto: ¿de qué otra forma puede alguien escribir estos versos sino es entregándose por completo a la palabra, borrándose y dejando paso a ese manantial secreto que es la poesía? Pero, además, resulta que los poemas no dependen del contexto en el que están escritos, que no es otro que la propia vida, sino que ambos se fusionan y coexisten. Así queda claro en los siguientes versos: “Algo habrá de lo hermoso y lo infinito,/de lo increíble y lo herido en la luz/que atraviesa la torre de una iglesia,/se escurre desde un callejón estrecho/y se derrumba aquí, sobre esta página.” También, el autor, es capaz de transportar al lector hacia lo más profundo de sí mismo, hacia donde debe reposar un buen poema después de ser leído, y dice así: “Viajas hacia el fondo de ti mismo, y lo haces/ ganando en un instante lo que pierdes después.” Y sin ningún
alarde demuestra su bien nutrida cultura literaria y su buen gusto citando algunos autores y pasajes de obras cuya calidad ha sido bien asimilada por él durante el hábito de la lectura; la mejor muestra de ello la encontramos en el que creo es uno de los poemas más conseguidos del libro, el titulado “Lejos”. Hay un juego que se practica en Carmina, entre tradición y ciertos rasgos novedosos, donde tienen cabida multitud de matices que no
voy a enumerar porque la lista es tan infinita como el propio tiempo. En fin, existe un latido intenso que recorre el libro desde el primer verso hasta el último y que se expande dentro del lector con calidez humana. Nada se ha dicho a la ligera. Todo está bien meditado, bien modelado. Gracias, Andrés, por escribir este libro maravilloso.
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Un cuento de hadas Sentado en las escaleras violetas de la National Gallery, con los ojos clavados en el sol de Trafalgar Square, bajo esa luz ficticia de la mañana londinense, uno se dice un día que alguien de verdad tiene que mirar a la vida de frente. Y entonces, sólo entonces, se da cuenta de que es la vida la que lo mira de verdad, que lo mira sin piedad, lo mira con una dulzura hermética y prodigiosa. Con esa mirada especial clavada en el cuello, se va por la avenida viva de ese día, a su lado, y descubre que todo está por descubrir y que lo que ha sido escrito con sangre debe ser leído en el lenguaje 30
de lo que no se acaba. La vida está aquí, con su crueldad, con su fuerza y con ese dolor tranquilo de las estaciones, que pasan y pasan y pasan y te dicen lo que tú eres y lo que te queda esperar. Es ahora, entre los latidos de Turner, de Tiziano, de Picasso, cuando las luces de la mañana vuelven a ser lo que eran. Tú eres el alma de un corazón subterráneo y su gozo sin freno y su aventura de aventuras. Ella es la princesa de verdad de los cuentos de hadas.
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CARMINA: EQUILIBRISMO HACIA UNA REALIDAD TOTAL Constantino Molina Monteagudo
La mañana de un día que no importa llegó a mis manos un libro titulado Carmina. En sus páginas encontré la voz, más suya que nunca antes lo había sido, de un equilibrista que se mueve con agilidad y precisión entre la realidad del signo y la de su objeto hacia una realidad total. Esa realidad total es la que se escribe con el cincel de los siglos en las hojas de un presente vivo, la que se nutre de palabras que clavan su raíz en el fondo del lenguaje y de esas otras que hieren por su novedad. Así, la palabra Calvin Klein se transforma en palabra precisa y necesaria: pura alquimia que nos lleva hasta ese altar increíble de palabras que es cada
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poema. Respira en cada uno de sus versos el misterio y el asombro de quien escribe en el espacio en blanco que hay en las palabras, dentro de ellas. De lo que late con una música de otro mundo. Pero esta música no se pierde en el eco vacío del silencio, del purismo o del metalenguaje hueco. Esta música ahonda en el humanismo. Quien nos la hace llegar tiene los pies bien anclados a la tierra, y se sirve de la celebración, del vitalismo y de la cultura para constatarnos que todo ello es inseparable, que la vida, la vivida de verdad sin que nadie lo haga por nosotros, necesita de esos ingredientes para seguir siendo ese hecho humano, enigmático y esperanzador: ese poema más que
amanece y amanece. La mañana de otro día que no importa vuelvo este libro, porque a Carmina se vuelve. Se vuelve como uno vuelve a la ciudad que es para vivirla y no esa otra ciudad que uno visita, fotografía, y luego olvida en el recuerdo maravillado
de su asepsia. Aquí los poemas se quedan, te acompañan y uno quiere llegar al centro del diamante, participar de ese funambulismo entre su transparencia y su dureza, y ser la luz. Uno vuelve, aunque no llegue a ser la luz, para leer de vez en cuando poemas como El día total.
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d s o j , o o o g s lo finit Lue o n m i t E el in elo. e, l ú i l t c e o n l e l l de ame con in. e s l d u a i z c d K a lá heri vin p tan mis e Cal o d r u e c m u f r pe
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DE LA EXPERIENCIA ADOLESCENTE A LA MADUREZ DE LA EXPERIENCIA
Luis Morales Olivas
Diversos avatares de nuestra trayectoria como profesores de Lengua y Literatura me han permitido seguir, casi en directo, la trayectoria poética de Andrés García Cerdán y vivir, ahora sí, en directo, la evolución personal y literaria (¿son la misma cosa?) del poeta de Fuenteálamo de Albacete. Iniciado en la “poesía de la experiencia”, Andrés conseguía en sus primeros libros y poemas que, con frecuencia, la poesía superara a la vida, -nada extraño si hablamos de un poeta que tenía más armas literarias que vivenciales en razón de su edad-, su poesía reflejaba su mundo y
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en su mundo empezaba apenas a alborear. Pero el tiempo no pasa en balde, y menos para quien no está dispuesto a que ni un solo segundo pase sin haber sido sometido al juicio de la reflexión poética que, más allá del anatema platónico, se nos muestra hoy como camino único hacia el conocimiento. La madurez de aquel “artista adolescente” se hace verso en Cármina como cénit natural de una juventud intensamente vivida, -humana, literaria e intelectualmente-, y la vida se nos muestra ahora, en todas sus dimensiones, en
clarísimos poemas con los que Andrés, generosamente, nos hace partícipes, sin haberlo tenido que transitar nosotros, del arduo camino (veinte años son nada) que nos lleva de la experiencia adolescente a la madurez de la
experiencia. Vida plena y poesía plena se han encontrado y se dan, nos dan, la mano en Cármina, que, a buen seguro, inaugura años de plenitud que esperamos seguir compartiendo.
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Bienvenido el instinto claro de la noche en que vas por la ciudad y te encuentras contigo mismo y te reconoces en otro al borde de una calle. 36
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Javier Moreno
Este libro está hecho de poemas encarnados. Este libro va de la transubstanciación de la palabra en carne, un proyecto espiritual, en el sentido más pagano de la palabra. Leer este libro es por tanto comulgar –quiere decirse un modo de mirar y experimentarcon las cosas. Leer este libro es algo así como una especie de eucaristía y, en consecuencia, de celebración. Pero para que haya religión este cristo que es la realidad tiene que ofrecer alguna herida, algún resquicio, porque una religión es siempre una herida compartida (Las lunas, poema inaugural). La grieta de la que habla el poema las lunas me recuerda a Lo que vemos, lo que nos mira, de Didi-Huberman, donde el autor contrapone las
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lecturas estrictamente alegóricas (el sentido habita fuera de la obra) con las minimalistas (el sentido es la obra y para de contar) e intenta encontrar un camino intermedio, que es el de la grieta, la herida por donde la obra sigue supurando sentido (Interpretando los signos, Clase de lengua). Este es un libro vitalista y eso me gusta. Me gustan los poetas vitalistas. Hay algo de canto whitmaniano en Carmina. Leyendo a Andrés me venían a la cabeza los poemas de Manuel Vilas. Son poemas que hablan del amor a la vida, no el amor ingenuo del que la desconoce (a la vida), sino del que, precisamente por conocerla, se hace cargo de todas sus contradicciones, del dolor y del amor, del bien y del mal que anidan conjuntamente en ella, y
asiente así doblemente, como dice Deleuze que dice Nietzsche (otra de las constantes de este libro): sí a lo bueno, sí a lo malo, y sí a esta doble afirmación, el bucle afirmativo que cierra la puntada del eterno retorno. Como dice en uno de sus poemas, el titulado Aude: Atrévete a decir manzana, fresa, tulipán, huracán, peligro, alma, estiércol, paradoja, día, águila, estiércol, belleza, histeria, hierba, mar y amor. El poeta, Andrés, habla en estos versos de viajes (Londres, Venecia, Toledo…), de otros poetas (Verlaine, Montale…), de música… pero no late aquí el viejuno corazón culturalista, no constituyen aquí las referencias cultas un decorado más o menos postizo para soportar el poema sino que todos esos referentes son la materia que, como decíamos al principio, se transforma en las palabras, son signos que sirven como motor e impulso de esos otros signos que acaban cuajando en la página en blanco y que llamamos escritura. Hablaba antes de vitalismo. Más que eso, hay poemas que rondan el éxtasis. El poeta parece dejarse llevar por
un instinto fototrópico, el de las polillas, el de los girasoles y el de los politoxicómanos. La realidad, con sus experiencias y su cúmulo de detalles es materia suficiente para que el poeta se precipite hacia ella al precio incluso de a aniquilación. Este fototropismo llega a su punto álgido cuando el poeta declara literalmente su deseo de ser luz, la única manera de acceder al corazón del diamante sin romperlo (La luz se sume en la materia y es./ Eso es lo que yo hago/ y eso es lo que yo soy. (Ciencias naturales)), un proyecto que roza la mística, pero también extensible al deseo de exprimir al máximo la noche y experimentar la lucidez del que atiende en un parque de madrugada la llegada de un nuevo día. Me gusta mucho la versión de la primera elegía de Duino, de Rilke (Quién: Quién, si yo gritara…), el homenaje a Verlaine y a Montale. Este es un libro donde la carne se hace literatura y donde la literatura, no solo la propia y no solo la nacional, se hace carne. También se deja traslucir en este libro la idea de que la disciplina poética no es sino un modo de aprender a
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hablar y escribir (Viaje al fin de la mañana), una manera de instalarse permanentemente en el parvulario del lenguaje. Y todo ello lo hace Andrés a través de una escritura que yo calificaría de sensual, con una musicalidad que va más allá de la métrica y que yo asocio a una posible escuela murciana –hablo de la sensualidad y de una manera de entender el ritmo del poema, no de la temática- que va, por poner
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dos ejemplos extremos, desde Eloy Sánchez Rosillo a Cristina Morano. Por último decir que este libro es transmisor de una alegría contagiosa, que tras su lectura dan ganas de zambullirse en la vida y en la literatura, algo que Andrés parece no haber perdido en todo este tiempo. Habría que leer este libro por prescripción médica, y más en los tiempos que corren.
David Moya García
Únicamente la guitarra que estalla entre las manos, el agua de tu nombre y las letras glaciales del cielo no pueden ser prostituidas por el juego de un logos obstinado en perpetuar un modelo de realidad donde la nieve ya no es un don del cielo, pues sólo cae exactamente en los sitios marcados para los
deportes de invierno. Como los ojos y los labios, Carmina es un órgano de adivinación donde se retiran el tiempo y la historia y se dibujan los contornos de una secuencias supratemporales que sólo pueden ser comprendidas fuera de una forma carnal de la oferta y la demanda.
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Verde Las cosas van muy bien últimamente. La casa está ordenada. El corazón late a un ritmo brutal. Tus sueños tienen el desenlace ágil que quisieras. Has encontrado algunos libros nuevos y aprendes y descubres y despiertas. Disfrutas de tu tiempo. Te dedican canciones en los bares y te buscan para sitios de culto. Desayunas en Londres o en Venecia. Te protegen de la desdicha y de la soledad las musas, que además pagan las copas. Tú lo agradeces todo. Las palabras se presentan sin avisar y dicen esas cosas hermosas de la vida. Y la gente te quiere. También tú te entregas a los otros como nunca. Hay una chica que te ama y vas a esa orilla del mar como una ola de alegría. Te ven llegar las calles, se echan a tus pies sin ningún límite.
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DURCH LEIDEN FREUDE Ángel Paniagua
La luz y las palabras. La luz de las palabras, la soledad donde el lenguaje nace. Pero el lenguaje es luz (“Llevas escrito un bosque en la mirada”), luz que se sume en la materia para que ésta sea, para que cobre vida. Y Andrés se entrega plenamente al rito de ser luz, con esa sutileza / animal del brillo interior: Ya sólo quise ser luz / luz. Desde entonces sólo he sido luz. Tienen los poemas de Carmina ese misterioso olor de lo conforme con la vida, ese verde color de quien da siempre por ganado su tiempo y se entrega
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feliz a la aventura de buscarle a la vida las palabras: “Ungido de lenguaje, despierto con la luz de la mañana y digo mi palabra nueva. Así amanece del otro lado de los límites”,
porque todo lo abarca esta pasión celebratoria que aprovecha los márgenes de todo para que la luz se haga palabra, con la mirada retorciendo el hambre de ideas
que no dejan de arder. Y ese todo incluye siempre junto al amor el dolor, junto a la alegría el sufrimiento, como en aquellas palabras de Beethoven (en su carta a la condesa Maria Erdödy del 19 de octubre de 1815) que de nuevo me vienen a la mente leyendo los
poemas de este libro de Andrés: “Nosotros, seres limitados de espíritu ilimitado, hemos nacido sólo para el sufrimiento y para la alegría, y casi se podría decir que los más eminentes se apropian de la alegría a través del sufrimiento”*.
. r o . a am pur , o ás y u t m s z e l u l a ot a la t a y í e l d nec e o a d To lo am Só
*
[“wir Endlichen mit dem unendlichen Geist sind nur zu Leiden und Freude geboren und beinah könnte man sagen, die Ausgezeichnetsten erhalten durch Leiden Freude”]
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CARMINA: LITERATURA NO DOMESTICADA POR EL ESTABLISHMENT DE LAS LETRAS
Joaquín Piqueras
La poesía de Andrés García Cerdán nace con vocación de canto, de himno que atraviesa el corazón de la noche para celebrar el amanecer del nuevo día y deja constancia de que la experiencia del ser no es sino la experiencia del lenguaje. La palabra, para el poeta, como la primera luz del día, nos revela “el perfil inaudito de las cosas” y nos brinda lúcidos puntos de fuga en el rostro de la muerte; por ello, el espacio blanco del papel se convierte en un “vertedero hermoso”, que con el tiempo se puede materializar en un magnífico libro, como es el caso de Carmina. Los versos de Andrés hurgan en el interior
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de la experiencia cotidiana, en su sentido más amplio, desde el sol duro de Toledo hasta una clase de lengua, desde unos versos de Rimbaud hasta una canción de Nirvana- por poner sólo unos ejemplos-, todo deviene vívida materia para gozar sin límites dentro del poema, dentro de la vida, y cantar sin dejarse domesticar por el establishment de las letras, conservando el ritmo de los que ya saben, de los que han dado su vida entera por la poesía. Píndaro se va de fiesta con Lou Reed. Enhorabuena, Andrés, terceras impresiones siempre fueron buenas.
VERDE Lucía Plaza
Las cosas van muy bien últimamente. La casa está ordenada. El corazón late a un ritmo brutal, y los libros que atesoran vitalidad y optimismo entre sus páginas son editados una vez y otra y otra. Este es el caso de Cármina, un poemario brillante que merece
la pena vivir; la dolce vita sintetizada en versos que renacen de incombustibles cenizas; un canto a la plenitud del momento, al goce del ahora, a esa rara especie de felicidad que -como el rayo verde de Eric Rohmer- brilla sobre el horizonte ayudando a comprender lo que de verdad el corazón siente.
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Van Gogh Aúllan los trigales y los cuervos como jinetes locos que llegaran envueltos en harapos de luciérnaga, sobre sí mismos vueltos los colores en espiral de madrugada y día, sobre sí misma vuelta la ceguera, sobre sí mismo vuelto el pincel, como clavándose a lo lejos, impreciso en su daño, en su luz, en su agonía. El girasol reparte cartas, no queda suerte, no hay fortuna, nada estropea los círculos fanáticos. El corazón chorrea niebla, ajenjo. En Auvers-sur-Oise brotan las manías, demonios poderosos por la piel desnucada de la conciencia azul.
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LA HOSTIA Manuel Pujante
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Cerdán es un bicho raro. Un tipo alto que descoloca. Cuando recita no hay impostura, no hay voz tenue, no hay miraquéprofundosoyy comomeafectatodocuandoleo .
que disfrutemos. Cómo un tipo del que ya habías dicho joder, qué bien me cae pasa a ser alguien del que quieres leer hasta el último verso que publique.
Andrés se sube a leer poemas con la actitud de un roquero. También es un roquero pero sólo la actitud es la misma en sus dos facetas. Esa actitud de ¡coño, vamos a pasarlo bien que para eso hemos venido! Luego, sorprende ver cómo diferencia ambos lenguajes, la poesía y las canciones, cómo domina los dos terrenos y los ofrece para
Andrés vuelve a hacerlo con este libro. Vuelve a hacernos disfrutar como enanos con su lectura. Con tipos como Andrés solo podemos decir lo que decimos al escuchar nuestras canciones favoritas: ¡es la hostia! Así es la poesía de Andrés, quien la probó lo sabe.
EL DON DE LOS AUDACES Antonio Rodríguez Jiménez
Si algo ha tenido siempre Andrés García Cerdán es audacia; y los audaces nunca duermen dóciles en el lecho paterno. Se mueven con soltura en el peligro y tienden a expandirse hasta los límites. Pero no nos engañemos: la poesía de verdad no se deja atrapar por apariencias ni etiquetas fáciles. Carmina no solo es un viaje lúcido y apasionante a través del lenguaje y del arte, una exploración de los
límites, sino que es además un canto a la belleza, a la vida y –por qué no decirlo- también al amor, en todas sus formas. Carmina es un libro rotundo y espléndido, un libro en el que Andrés García Cerdán ha sabido moldear la dureza de las preguntas de siempre para que todo fluya como pocas veces, como todo lo que hay que decir, como la buena música. Audaz y peligrosa. Salvaje. Bella.
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David Sarrión
Viene la noche, su desplazamiento leve consigue seducirme y no me escondo. Observo el libro, me ha mirado muchas veces, como la noche, y cada vez me ha dicho algo distinto. Estoy solo, intento diferenciar la causa y el efecto de la luz que viertes en mi memoria oscura. Estoy perdido también, pero encontré una gruta en el camino de la tarde y he parado
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a descansar. Aquí, como el que espera sus designios en la brecha del poema o un milagro o el surco del paso del tiempo, me encuentro contigo de nuevo y no solo disfruto del viejo placer subjetivo sino que me digo, con tu voz de rock entre caladas, Tú no sabes hablar. Sólo aprendes y aprendes mientras viajas al fin de la mañana. Gracias.
Javier Temprado
Acudo a la palabra de Andrés, y más allá, en esa nueva piel donde habita, Carmina, y vuelvo a buscar lo que siempre hallo, un recodo en el lenguaje, una palabra que me alimenta, una ventana con vistas a Firenze donde conviven viejos filósofos y enterradas estrellas del rock. Andrés, lo vuelve a hacer. Amplifica la luz que germina en un campo de trigo igual que la luz escondida en los ojos de
la medianoche. Traza puentes donde conviven la música y el peligro y no teme bajar al inferno a dar una clase de lengua. De la mano de su palabra conozco a los grandes maestros y ya no me da miedo pronunciar palabras como lejos, baile o equilibrio. Porque me atrevo. Y me atrevo a decir que Andrés lo vuelve a hacer. Y ya van tres.
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MECIÉNDOSE AL BORDE DEL ABISMO
Arturo Tendero
Andrés García Cerdán se balancea cuando recita sus poemas. Su trance requiere ese mecimiento, una especie de baile ciego entre la música del verso y la música del aire. Al otro lado está, por fin, el precipicio: “Hay un muchacho al borde de un barranco. / En él empieza todo y todo acaba”. El barranco es el amor y al mismo tiempo la constatación de que la vida va en serio. La cita de Marco Aurelio que preside el poema
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Quién es muy elocuente: “Eres un alma que sostiene un cadáver”. Pero cualquier cita es redundante, porque los versos contienen el precipicio entero: “Entre el deseo y todo lo que es, / todo lo que será, todo lo que ha sido, / cabe una orilla más. Voy a llamarla / Muerte.” Se llama Verlaine, pero es García Cerdán “con una voz propia que nunca antes / lo había sido tanto”.
Stephen Spender [Andrés Gómez-Flores] Esta misma tierra que pisas, estos mismos árboles que trenzan la llanura, los charcos de ayer que hoy son barro, el canto fiel del río en su desprecio de lo inmóvil, el mismo cielo vieron pasar el cuerpo de Stephen Spender, lo oyeron decir unos pocos versos de una Ilíada antigua, supieron el sabor del vino que las gentes le ofrecían. Como llegó se fue hacia otro frente. Lo esperaban Malraux y Altolaguirre.
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Vicente Velasco
Carmina de Andrés García Cerdán representa, mejor que ningún otro poemario que haya caído en mis manos en los últimos años, el hallazgo interno de la madurez poética de un escritor. Hallazgo circunscrito entre la mesura de unos versos que nos arrastran silenciosamente a una Oda oculta a lo vivido y a un sentimiento elegíaco por todo aquello que, como hombre y palabra escrita, ya sólo permanece como una cicatriz abierta, íntima e inseparable de la propia esencia del poeta.
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Andrés que vive “...dentro, encantado en la herida, soñando luz de huesos, nervios, venas, latidos.” y vive con la certeza de ser la única senda para curar las fracturas del tiempo. Porque sin conocer el color de la propia sangre no se puede tener consciencia del sabor definitivo de la existencia. Y Andrés nos habla de ello. Como poeta y compañero.
Natxo Vidal Guardiola
He dormido dos veces en casa de Andrés. Una de ellas en el sofá. Las dos con motivo de lances poéticos (he visto cosas que no creeríais, que diría aquel…). Una de ellas (además de con Andrés) con Alberto Chessa, después de un itinerario épico por la noche de Albacete. Otra con José María Ramón, escudero en la música, en mitad de una noche (otra) de cuyos efectos no quiero acordarme. Al día siguiente (dijimos mañana, pero mañana ya era hoy) conocí a Carmina. La de verdad.
sombra. Una espiral de fuego y de ceniza. Un cartucho de dinamita dentro de la boca (donde hay peligro, ahí estoy yo). Carmina crece desde dentro (desde dentro de dónde?) hasta que te golpea, en mitad justo de la boca. Las cosas van muy bien últimamente. La luz se hace palabra. Y luego está su amor. Creedme. Yo lo vi junto a los cuadros de Pilar Belmonte, una mañana rara. Lo dijo y yo lo creo. Leyó un poema, justo a mi lado. Para Carmina, dijo. El amor de mi vida.
Carmina (la otra, el libro) es un disparo de luz. Un diapasón de
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NDRÉS GARCÍA CERDÁN
(Fuenteálamo –Albacete–, 1972) es escritor y músico. Se dedica profesionalmente a la docencia y es doctor en Literatura por la Universidad de Murcia. Su carrera literaria se desarrolla fundamentalmente desde la poesía, con libros como Los nombres del enemigo (Aula de Poesía, Universidad, Murcia, 1997 y 1999), Los buenos tiempos (Ciudad Real, 1999), La cuarta persona del singular (ERM, Murcia, 2002), Curvas (Celya, Salamanca, 2009), Carmina (Nausícaä, Murcia 2011) y Libro de las heridas abiertas (Poesía en Viktor’s, Albacete, 2012, plaquette). Es, además, autor del relato largo Las primaveras del lobo (Jóvenes Artistas de Castilla La Mancha, Toledo, 2002), del ensayo La realidad total. Desde la poesía de Julio Cortázar (Editum, Murcia, 2010) y de la colección de artículos y escritos varios sobre literatura contemporánea, filosofía y reflexión social El porvenir del cianuro. Como actor cultural, ha sido fundador de las revistas Libreto, Thader, Los deseos y Magia Verde y co-director de las distintas ediciones del Festival Fractal de Poesía y Artes de Albacete. Entre otros, ha obtenido los premios Barcarola, Ciudad de Pamplona, Antonio Oliver Belmás, Ciudad Real de Poesía, Ateneo de Alicante,
Biografías Ciudad de Oviedo, Jóvenes Artistas de Castilla La Mancha (Poesía y Narrativa) o Murcia Joven. Su obra ha sido recogida en múltiples antologías (Mar interior, Generación fanzine, Ardentissima, Poetas con mar, Trazado con Hierro, Manifiesto azul, Aula de Poesía, Dáctilo, El llano en llamas...). Publica el blog Un cántico cuántico: dylanismo.blogspot.com En el terreno de la música, Andrés García Cerdán lidera la banda de indie-rock Leñadores, con la que acaba de presentar Grizzly! (Párrix Records & Perdido Studios, 2013).
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Ilustra:
ARMINA RAMÍREZ
(1976) ha desarrollado su actividad artística, de forma fulminante, en los terrenos del dibujo, la ilustración y el diseño. Algunas de sus obras, que arraigan en el pop art, el expresionismo y una muy visceral forma de entender la creación, han sido recogidas en tres exposiciones individuales: “Pale blue eyes. La mirada de Brenda” (2011), “Brenda’s Blues” (2012) y “I’m a loser, baby, so why don’t you kill me” (2014). Colaboró con la ilustración de portada de Carmina, “Electrizados”, y con el diseño principal de “Grizzly!”, el disco de debut de Leñadores. 61
Este especial de La Galla Ciencia está dedicado a la tercera edición de Carmina de Andrés García Cerdán. Se terminó de editar en Murcia el 31 de julio de 2014
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