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SALUD

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EDITORIAL

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Objetivo, Una enfermera muestra un vial con varias dosis de la vacuna contra la COVID-19. EFE/Sergio G. Cañizares. inmunidad de grupo

Cada persona inmunizada es un obstáculo para la propagación de una enfermedad. Cuando la mayor parte de una población es inmune, el microorganismo que causa esa afección lo tiene mucho más difícil para circular en esa comunidad. Así, quienes aún son vulnerables a esa enfermedad, quedan en parte protegidos gracias a las personas inmunes.

Cuando un patógeno infecta el cuerpo humano, el sistema inmunitario, es decir, el sistema defensivo del organismo, se activa, ataca al patógeno y lo destruye o lo reduce.

“Un patógeno es una bacteria, un virus, un parásito o un hongo que puede causar enfermedad. Cada uno consta de varias partes, por lo general, exclusivas de ese patógeno específico. La parte del patógeno que provoca la formación de anticuerpos se llama antígeno. Se puede considerar que los anticuerpos son los soldados del sistema de defensa del cuerpo”, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

CÉLULAS DE MEMORIA

Desde este organismo añaden que cada anticuerpo “está entrenado para reconocer un antígeno específico. Cuando alguien se expone a un patógeno por primera vez, el sistema inmunitario necesita tiempo para responder y producir anticuerpos específicos. Mientras, la persona es vulnerable a la enfermedad”.

Una vez que el organismo ha producido anticuerpos en su respuesta primaria a un antígeno, “también crea células de memoria generadoras de anticuerpos. Así, si el cuerpo se viera expuesto en el futuro al mismo patógeno, la respuesta sería mucho más rápida y eficaz que la primera vez”, agregan desde la OMS.

Pero el organismo también produce anticuerpos como respuesta a la vacunación. Las vacunas tradicionales contienen partes atenuadas o inactivadas de un antígeno específico. Las más recientes, llevan las instrucciones para producir antígenos.

Vacuna Moderna, para hacer frente a la COVID-19. EFE/IREKIA.

“Independientemente de que la vacuna contenga el antígeno o las instrucciones para que el cuerpo lo produzca, no causará la infección en la persona vacunada, pero inducirá al sistema inmunitario a responder como lo hubiese hecho en su primera reacción ante el patógeno real”, detalla esta organización para la salud global.

De igual modo, María Luisa Morató Agustí, médica de familia, explica que la inmunidad frente a algunas enfermedades infecciosas se adquiere tras superar la enfermedad o mediante la vacunación.

La doctora aclara que el concepto de inmunidad de grupo solo puede aplicarse a enfermedades que se transmiten de persona a persona. En otras, por ejemplo, el tétanos que se puede transmitir tras una herida o por la mordedura de un animal, no se puede hablar de inmunidad de grupo.

BLOQUEAR LA CIRCULACIÓN DEL PATÓGENO

La inmunidad de grupo, también llamada comunitaria o de rebaño “es un efecto indirecto de los programas vacunales que permite bloquear la circulación del agente patógeno en la comunidad, protege a los no vacunados, llega un momento en el que se bloquea la transmisión del agente infeccioso, y es un elemento esencial para el control y la eliminación de las infecciones de transmisión interhumana”, detalla la galena.

También añade que, cuando la mayor parte de la población está inmunizada, “es más difícil que la enfermedad circule. De esta manera, se protege a las personas

con ciertos factores de riesgo que no pueden vacunarse”, detalla.

La Unión Europea, a través de su portal de información sobre vacunación, indica que, mediante la inmunidad de grupo se protege a otros que son vulnerables a la enfermedad como bebés, niños, ancianos, pacientes inmunodeprimidos, enfermos de cáncer, etc.

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Pedro Montilla (d), técnico especialista en Radiodiagnóstico en el Hospital San Pedro de Logroño, es vacunado contra la COVID-19. EFE/Raquel Manzanares.

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