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LANGOSTA PARA TODOS
Desde finales del siglo XV hasta el fin del XVIII durante la era colonial estadounidense, la langosta era un “alimento menospreciado” por un sector de la sociedad, era la comida para sirvientes, prisioneros y familias pobres que no podían pagar nada más. Incluso las tribus indígenas que vivían cerca de la costa usaban langostas como fertilizante o cebo para peces en lugar de consumirlas.
El político de Kentucky del siglo XIX, John Rowan, dijo una vez: "Las conchas de langosta en una casa se consideran signos de pobreza y degradación". Era común que las personas ocultaran los caparazones de langosta en su patio trasero para evitar que sus vecinos los vieran.
A principios del siglo XIX, las personas pagaban 53 centavos por libra de frijoles horneados en Boston y pagaban solo 11 centavos por una libra de langosta. Fue también comida para gatos.
Hacia finales del siglo XIX, la opinión pública con respecto a la langosta comenzó a cambiar. A medida que los ferrocarriles comenzaron a expandirse en todo el país, las compañías ferroviarias decidieron servir langosta porque era barata, abundante y en gran parte desconocida para los pasajeros que la encontraban deliciosa. La demanda fue aumentando. Para entonces la carne de langosta también se estaba vendiendo enlatada en todo el territorio. La langosta estaba ganando popularidad entre los estadounidenses.
POR: JOSE ELISEO GUZMÁN B PROFESIONAL EN GASTRONOMÍA
En la década de los años 20 del siglo pasado, había menos langostas, pero la demanda estaba en aumento. En la década de los 50, la langosta había consolidado su condición de manjar y deleitaba los paladares de estrellas de cine, celebridades y millonarios. Y nunca más nadie se preocupó por esconder los caparazones.