■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 16 de noviembre de 2014 ■ Núm. 1028 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Neoliberalismo,
Miguel Ángel AdAMe Cerón
educación y juventud
Las normales de Warisata y Ayotzinapa, B oris M iranda • Pájaros de barro, J uan a. González l eón Revueltas y Paz: la confrontación postergada, e vodio e scalante
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bazar de asombros NOTAS SOBRE LA HISTORIA DE LA PRENSA (vi de viii)
La masacre perpetrada en Iguala, Guerrero, en contra de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, es considerada a nivel interno como “la gota que derramó el vaso” de la interminable serie de hechos de sangre, inseguridad y colusión de autoridades y delincuencia que desde hace años tienen enlutado al país entero, y a nivel externo ha encendido focos de alarma respecto de la diferencia abismal que hay entre la imagen del México que pretendía construirse y la que realmente ofrece. Como es natural, esa masacre y otros hechos igualmente deplorables no surgen de manera espontánea, y a la clarificación de sus causas está dedicado el ensayo de Miguel Ángel Adame que ofrecemos en este número, que se completa con un artículo del periodista boliviano Boris Miranda sobre la dolorosa familiaridad entre las escuelas normales de Ayotzinapa, en México, y Warisata, en Bolivia.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Neoliberalismo, educación y juventud
Portada: “El progreso humano es obra de los inquietos” Fotos: Facebook/Internet
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a prensa doctrinaria que difundía las ideas revolucionarias tuvo que refugiarse en el clandestinaje y fue objeto de toda clase de persecuciones. El sistema permitía la crítica, pero la manejaba a su antojo, y sabía cómo mediatizar las voces disidentes. Esto no nulifica los esfuerzos he chos por los escritores independientes que presta ban sus servicios a las empresas periodísticas de la burguesía. Todo lo contrario, la complejidad del sistema represivo agrega mérito a quienes no acep tan sus premisas básicas y mantienen su racionali dad en un mundo ocupado por la irracionalidad del orden burgués. Asimismo, es necesario señalar la meritoria labor de algunos periódicos estaduni denses, franceses, ingleses, mexicanos, etcétera, que, manteniéndose siempre en el filo de la nava ja, conservaron algunos rasgos de independencia y abrieron sus páginas, especialmente las de las secciones editoriales, a los escritores libres e im pugnadores del sistema. Este reconocimiento nos impedirá adoptar una actitud maniquea y maxima lista al acercarnos a los problemas de la informa ción en nuestros días. Los gobiernos de la burguesía, en los primeros años del siglo xx , se enfrentaban a los conflictos que el pensamiento político clásico ha llamado “pugnas interburguesas”. En estas coyunturas, los periódicos encontraban grandes oportunidades para negociar y para intervenir en las pugnas, defendiendo los in tereses del grupo que pagaba mejor sus servicios. Bien conocida es la técnica periodística que consis te en no tomar partido en los inicios de un problema y en ir ubicándose al lado de uno de los grupos con tendientes durante el “nudo del conflicto”. De esta manera, la prensa se convierte en un elemento capaz de orientar el desenlace de los acontecimien tos. Muchos periódicos estadunidenses utilizan estas técnicas para influir, no precisamente por ra zones críticas, en el desarrollo de los aconteci mientos políticos. La campaña de Hearst contra McKinley es un buen ejemplo de esas maniobras
Hugo Gutiérrez Vega
periodísticas que el público, generalmente, no está en actitud de conocer e interpretar. Decía, al principio de este bazar, que la libertad de prensa es, a pesar de todo, uno de los pocos re cursos que nos quedan para evitar el establecimien to del control total del mundo y de las actividades humanas. Aún quedan periódicos que mantienen, a pesar de las dificultades derivadas de las estruc turas políticas y sociales en las que funcionan, un principio crítico (precario, por muchos conceptos) que nos obliga a aferrarnos, como a una tabla de salvación, a la idea de la libertad de prensa y a los derechos, cada día más menoscabados, que de ella se derivan. Lenin, que tuvo que enfrentarse a los rigores de la censura zarista, consideraba que “no existe otro medio de educar a las organizaciones políticas más que un periódico para toda Rusia”. Para lograr sus propósitos de dar coherencia y unidad a la lucha de los grupos de Partido Comunista ruso, creó el pe riódico Iskra. Su idea era que el órgano periodístico actuara como organizador, que difundiera los pro gramas políticos, las consignas partidistas, y que cumpliera, también, las tareas de proselitismo y de “apoyo a toda protesta y a toda explosión” capaces de acelerar la llegada de la revolución. Para Lenin, el periódico del Partido debía ser un organizador social, una tribuna en la que pudieran expresarse los problemas políticos y sociales, así como un instrumento importantísimo para la forma ción de los dirigentes de los cuadros del Partido. El plan de Iskra consistía en promover una “disposición combativa” y la formación de los dirigentes a través de un “enjuiciamiento sistemático y cotidiano de todos los aspectos de nuestra vida política”
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(Continuará)
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Revueltas
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Foto: Fabrizio León Diez/La Jornada
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ermanos de sangre y a la vez escritores en conflicto, tal podría ser una rápida caracterización para designar los períodos de confluencia y de desencuentro que marcan de modo alternativo la relación entre José Revueltas y Octavio Paz. Hermanos de sangre no sólo debido a que pertenecen a una misma generación, la que conocemos como generación de Taller, sino porque la etapa formativa del cardenismo coloca sus respectivos proyectos de vida a la sombra del ideal socialista, al que me parece que nunca habrán de renunciar ni el Revueltas “autogestionario” de los años sesenta, ni el Paz cada vez más proclive a adoptar las posiciones neoliberales de las tres últimas décadas de su vida. Ambos viajan muy jóvenes al extranjero, Revueltas a Moscú en 1935 como representante del Partido Comunista de México al Vi Congreso de la Juventud Comunista; Paz a Valencia como delegado en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de 1937. Ambos realizan trabajo militante en Mérida, Yucatán; Octavio Paz da clases en una escuela para obreros y campesinos, como parte de un plan cardenista de educación popular; dos años después, Revueltas hará algo semejante: estará en Mérida para dar cursos de historia de México y realizar otras tareas menores por encargo de la organización en la que milita. Como resultado de esta experiencia, Paz escribe los borradores de un notable poema de protesta que se publicará unos años después con el título de “Entre la piedra y la flor” (1943), mientras que Revueltas, que ocasionalmente también escribe poesía, redacta “Nocturno de la noche”, dedicado a Efraín Huerta. Es curioso advertir que am-
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al espíritu de los Fruhromantik alemanes. En Paz, Novalis será el puente que hará más fácil su tránsito a la órbita surrealista y una de las presencias que guían la redacción de El arco y la lira; en Revueltas, la teoría de la enajenación, tal y como aparece en este Marx juvenil, recorrerá toda su obra y habrá de culminar con la Dialéctica de la conciencia, texto testamentario que se publica de manera póstuma. No sólo esto. Los dos se perfilan como críticos tempranos de las desviaciones de la idea comunista. Revueltas arremete contra el dogmatismo partidario y la estética del optimismo a ultranza al que obligaban los cánones del “realismo socialista” en su novela Los días terrenales (1949), mientras que Paz denuncia los “campos de concentración” soviéticos en un artículo que habría de publicar Bianco en la revista Sur a principios de los años cincuenta. Al lado de las inevitables concordancias de época y formación, aparecen también los signos de la discordia, no podía esperarse menos dado el temperamento crítico que los caracteriza. En mayo de 1943, ya con un pie en el estribo de un viaje que lo llevaría pertrechado con una Beca Guggenheim a vivir a Estados Unidos, Octavio Paz publica primero en el Novedades y poco después en Sur, una demoledora y me parece que injusta reseña de la novela que acaba de dar a conocer Revueltas: El luto humano (1943). Aunque la obra había merecido el primer lugar en el certamen nacional de novela, lo que le daba derecho a participar representando a nuestro país en el concurso convocado por la Unión Panamericana de Washington, a Paz no le parece que esta sea de verdad una novela, de este talante es el impulso derogatorio que recorre su texto. La prisa y la pereza con la que
confrontación postergada bos escritores comparten una misma visión destructora con la que acaso intentan acabar con el estado de cosas entonces prevaleciente. La estrofa final de “Entre la piedra y la flor”, a la que antecede una violenta requisitoria contra el poder del dinero digna de Ezra Pound, lo expresa con esta invocación: “Dame, llama invisible, espada fría,/ tu persistente cólera,/ para acabar con todo,/ oh mundo seco,/ oh mundo desangrado,/ para acabar con todo.” De modo semejante, el poema de Revueltas anota: “Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros,/ […] que quede nada más un grito clamando, herido eternamente,/ y una sobrehumana colérica voluntad como ramas de un árbol furioso/ para golpear hasta el polvo y el aniquilamiento.” Dos lecturas alemanas dejarán huella imborrable en ambos. Paz lee de modo obstinado a Novalis y Revueltas hace lo mismo con los Manuscritos económico-filosóficos del joven Marx, muy próximo no sólo a Hegel sino
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Foto: Manuel Álvarez Bravo
ha sido escrito El luto humano condenan a la obra a quedarse en una tentativa y en una suerte de exorcismo ritual, a partir del cual su joven autor podrá de seguro tramar ahora sí una verdadera novela. Los personajes están mal dibujados, la acción se interrumpe cada vez que un personaje, antes de morir, hace un recuento de lo que ha sido su vida. Además, en opinión de Paz, el texto de Revueltas está contaminado de sociología, religión e historia pasada y presente de México. En términos literarios, la prosa del autor le parece insatisfactoria: “Otro tanto ocurre con su lenguaje, a ratos brillante, a ratos extrañamente torpe, desaliñado y siempre con un lastre de lirismo sin empleo.” No acaba aquí el dictamen. En seguida, Paz agrega, casi a manera de remate: “También son notables su torpeza para relatar –que nace, seguramente, de esa incapacidad de ciertos escritores para decir las cosas de un modo sencillo– y sus frecuentes confusiones de tiempo y espacio. A la novela le falta el sentido del tiempo, de la duración tanto como del suelo.” Como si anticipara de manera visionaria los juicios que apenas una década después habrá de merecer Pedro Páramo, de Juan Rulfo, Paz sentencia, implacable: “Todo esto contribuye a que la acción deshilvanada transcurra en una atmósfera pantanosa, en la que a veces desaparecen sus fantasmales personajes.” La siguiente estación dentro de esta escalada retórica para hacer trizas el texto de su compañero de generación consiste en negarle la adscripción al género novelístico. El texto le parece a Paz brillante y confuso a la vez, una extraña mezcla de mito, historia y obsesiones de tipo personal, todo junto sin orden ni concierto. Afirma Paz: “Seguramente Revueltas no ha escrito una novela pero, en cambio, ha hecho luz dentro de sí. Seducido por los mitos de México tanto como por sus realidades, él mismo se ha hecho parte de este drama que intenta pintar. Dotado de talento, de fuerza imaginativa, de vigor y sensibilidad nada comunes –y devorado por una prisa y una pereza que no le permiten, por lo visto, reparar en sus defectos–, José Revueltas puede escribir ahora una novela. Pues en esta tentativa se libra de todos sus fantasmas, de todas sus dudas y de todas sus opiniones.” Paz lo podría haber resumido en la friolera de dos palabras: El luto humano le parece en términos freudianos una descarga libidinal. Un documento, acaso muy revelador, a veces insondable y hasta misterioso, pero documento al fin, y no una novela como tal. Recurriendo a sus dotes de crítico de arte, que ya entonces empezaban a manifestarse, lo reitera Paz en los siguientes términos: “Como ocurre con gran parte de la pintura mexicana, que muestra un gran vigor que muchas veces queda fuera de la pintura, fuera del cuadro, Revueltas ha acumulado, sin orden ni concierto, toda su gran potencia plástica y adivinatoria, pero sin que haya logrado aplicarla a su objeto: la novela.” Después de clavar el puñal a la víctima, hay que retroceder dos pasos para que no salpique la sangre. Esto es lo que hace en seguida Paz: “¿Qué es, en resumen, lo que le reprocho a Revueltas? Le reprocho –y ahora me doy cuenta– su juventud; pues todos esos defectos, su falta de
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No descalificar a la historia, sino asumirla: esta es la gran lección de Revueltas.
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sobriedad en el lenguaje, ese deseo de decirlo todo de una vez, esa dispersión y esa pereza para cortar las alas inútiles a las palabras, a las ideas y a las situaciones, esa ausencia de disciplina –interior y exterior–, no son sino defectos de juventud.” A pesar de los pesares, algo ha de haber en El luto humano de positivo que se pudo haber escapado en la recensión y que hay que expresar así sea de último momento para que no se diga que el balance fue todo él injusto: “De cualquier modo Revueltas es el primero que intenta entre nosotros crear una obra profunda, lejos del costumbrismo, la superficialidad y la barata psicología reinantes.” Imagino que Revueltas pudo muy bien haber contestado este texto aduciendo cuando menos tres razones. En un artículo de respuesta o en una carta abierta que se habría reproducido de modo pertinente en el periódico
Novedades, habría anotado algo como lo que sigue: “Estimado Octavio: Me sorprende, primero, que mi libro recién aparecido El luto humano, del que te ocupas en una reseña, te parezca tan mal escrito que ni siquiera le concedes que pertenezca al género novela. Por fortuna, los miembros del jurado que la seleccionaron para representar a México en el concurso interamericano de novela de la Unión Panamericana –todos ellos personas conocedoras y expertas en el asunto– pensaron de otro modo. Con ello me sobra y me basta. Segundo: Me extraña igualmente que encuentres que la narración de mi novela está deshilvanada y que la atmósfera es pantanosa al tiempo que se desdibujan los personajes de la misma. De seguro tus lecturas están orientadas a la novela costumbrista decimonónica, que conoces bien gracias a la biblioteca de tu abuelo Ireneo Paz, y es esto lo que prejuicia tu lectura, impidiendo que aceptes como válidas formas más modernas de narración, que son las que a mí me interesan. Tercero, y último, lamento informarte que tu reseña es autocontradictoria. Me reprochas, y te cito de modo textual, que incurra en una falta de sobriedad en el lenguaje y que peque por exceso de un lirismo mal utilizado. Perfecto. Pero al final de tu nota, justamente lo que alabas de mi novela es que se aparte por fin del costumbrismo, la superficialidad y la barata psicología reinantes. ¿En qué quedamos? Justamente, para darle la vuelta a este costumbrismo, a esta banalidad y a esta barata psicología que tú mismo denuncias es que he creído necesario recurrir a un lenguaje recargado, en gran medida lírico, y que toma distancia del uso denotativo y hasta periodístico que prefiere la mayoría de los narradores de este país. Este lenguaje es el que verdaderamente me representa.” Nunca faltan razones para responder a la bilis de un opositor, así sea éste un destacado miembro de la propia generación. Lo extraordinario del asunto, y lo que sigue permaneciendo enigmático, es que Revueltas no contestó. Quien calla, otorga, asegura el refrán. ¿Por qué este silencio, no sólo inexplicable, sino también ominoso? ¿Por qué se quedó Revueltas mudo y como sin argumentos? Aunque escritor eminentemente crítico, pertrechado además con las armas ideológicas del marxismo, del que él llegó a ser en México uno de los más agudos representantes, Revueltas, me lo sospecho, estaba lastrado por su inicial formación religiosa como lector de vidas de santos y por su temprana afición a los Evangelios. Era un ateo de “hueso colorado”, como luego se dice, y un marxista consecuente con una envidiable formación teórica y filosófica, pero este aspecto de su personalidad se daba sobre un trasfondo de profunda religiosidad, que no lo abandonará nunca. Los títulos de algunas de sus publicaciones ya lo indican de modo significativo: Dios en la tierra, Los días terrenales, Los motivos de Caín, En un valle de lágrimas… Pues bien, el Evangelio de Mateo nos deja leer: “No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa.” Sólo una interiorización de estos consejos evangélicos, acordes sin duda con un tono o
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una contextura proclive a la desvaloración de la persona, puede explicar el silencio de Revueltas ante sus críticos y opositores. Se diría, todavía más, que su reacción inmediata era la de concederle la razón a su contrario. Como si estuviese congénitamente incapacitado para responder por su propia obra y para salir en defensa de ella. Pasan los años y otras circunstancias modulan lo que podríamos llamar la conjunción y la disyunción que acompaña la vida de estos dos escritores. Paz publica en 1950 lo que es acaso su libro ensayístico más celebrado, El laberinto de la soledad. Aunque Revueltas también se interesó durante unos años en la llamada “filosofía de lo mexicano”, no parece haber ninguna referencia en sus textos a esta obra fundamental. En México: una democracia bárbara (1958), Revueltas incluyó una sección titulada “Posibilidades y limitaciones del mexicano”. Aunque éste es sin duda un punto de confluencia, las alusiones a Paz, a Uranga, a Ramos y a otros representantes de lo “mexicanero” en filosofía brillan por su ausencia. El Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1962), memorable por muchas razones, entre otras, por el conocimiento de la historia de México que ahí despliega su autor, acaso intenta polemizar con un ideólogo reformista como Vicente Lombardo Toledano pero nunca con Paz. En algún pasaje de su Diario de Cuba, según vemos en el segundo tomo de Las evocaciones requeridas, se localiza una leve referencia que aquí interesa. En conversación con sus amigos Joaquín Sánchez MacGregor y Ramón Martínez Ocaranza, que se encontrarían también en la Isla en los años iniciales de la Revolución, sale a relucir el nombre del autor de El laberinto de la soledad. A decir del poeta Martínez Ocaranza, las meditaciones de Paz serían a la vez “brillantes y disparatadas”. Lo que Revueltas agrega de su ronco pecho sería lo siguiente: “Pienso, pero no lo digo, porque de pronto no recuerdo de quién es la imagen: el pensamiento de Octavio Paz se dispara al aire. (Después me acuerdo que es Engels el que lo dice, en algún lugar: pensamientos que se disparan al aire. ¡Qué justo por cuanto a Paz!: todo él se dispara al aire; es un castillo pirotécnico, la pólvora de un torito de feria. Cuando menos en sus intentos de reflexión filosófica.” ¡Lástima que esto se haya quedado como una meditación personal que Revueltas ni siquiera compartió en ese momento con sus interlocutores! Luego viene el ’68. Octavio Paz no sólo renuncia a la Embajada de México en India, sino que escribe un poema, “México: Olimpiada de 1968” condenando la matanza de Tlatelolco. A mayor abundancia, en este poema, como ha demostrado de manera fehaciente el investigador de la Universidad de Cornell, Bruno Bosteels, Paz incorpora en cursivas unos versos que habría tomado de la correspondencia alemana de Marx. Gesto de radicalidad política y a la vez poética que no tiene antecedentes entre nosotros… Revueltas se rinde ante el genio de Paz, quien Foto: epistografo.com
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Era un ateo de “hueso colorado”, como luego se dice, y un marxista consecuente con una envidiable formación teórica y filosófica, pero este aspecto de su personalidad se daba sobre un trasfondo de profunda religiosidad, que no lo abandonará nunca.
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además, acompañado de Marco Antonio Montes de Oca, lo visita una vez en la cárcel. Conmovido hasta los huesos por este gesto, Revueltas le escribe a Paz que su compañero de celda, el joven Martín Dozal está leyendo sus poemas en la prisión: “Hay que darse cuenta de todo lo que esto significa, cuán grande cosa es, qué profunda esperanza tiene este hecho sencillo.” Revueltas da rienda suelta a su impulso lírico: “No, Octavio, el sapo no es inmortal [alusión al siniestro “cacique gordo de Cempoala” del poema “El cántaro roto” de Paz], a causa, tan sólo, del hecho vivo, viviente, mágico de que Martín Dozal, este maestro, en cambio, sí lo sea, este muchacho preso, este enorme muchacho libre y puro.” Revueltas fallece cuatro años después de salir de la cárcel, en abril de 1976. A finales de ese mismo año, Octavio Paz da a conocer “Nocturno de San Ildefonso”, incluido en el libro de poemas Vuelta. Este poema, que viene ya de regreso del impulso contestatario que había distinguido al Paz de una época mejor, sostiene lo que sigue a propósito de los ideales socialistas que caracterizaron a su generación: “El bien, quisimos el bien:/ enderezar al mundo./ No nos faltó entereza:/ nos faltó humildad./ Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia.” Subrayo la palabra inocencia y me pregunto ¿qué habría pensado Revueltas en caso de poder leer este poema? ¿Es que acaso la inocencia es un valor político o revolucionario? ¿Se trata de ser inocentes para hacer la revolución? Ahí mismo señala Paz, con un dejo de amargura: “La rabia/ se volvió filósofa,/ su baba ha cubierto al planeta.” Me pregunto, ¿el marxismo es acaso esta filosofía de la rabia a la que se refiere Paz? Para rematar, casi en seguida. “La historia es el error.” ¡Tremendo dicterio! ¿Esto quiere decir que los jóvenes iracundos, de los que habla Efraín Huerta en su extraordinario “Borrador para un testamento”, donde está incluido por supuesto Paz, estaban equivocados? Yo no creo que José Revueltas, de haberla leído, hubiera comulgado con esta retractación de alguien que calumnia a la historia y la pone entre paréntesis como si practicara una insidiosa epojé auxiliado con las armas de la santa poesía. Los errores, en dado caso, contestaría Revueltas, son constitutivos de ese ser radicalmente insatisfecho que es el hombre, ser erróneo por excelencia que no puede establecerse en ninguna parte, pero esto no implica despachar con un dictum el laborioso trabajo de la Historia que es, a fin de cuentas, la que nos constituye y nos otorga dignidad en tanto seres actuantes y pensantes.* No descalificar a la historia, sino asumirla: esta es la gran lección de Revueltas
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*Las reflexiones de Revueltas acerca del carácter intrínsecamente “erróneo” del ser humano se encuentran en José Revueltas, Los errores. México, Ediciones Era, 1979, de modo específico en el capítulo Vii .
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Juan Antonio González León
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ra 1968 y mi papá me regaló varios números de la revista Life. Estaba orgulloso de que su hijo fuera uno de los mejores estudiantes de la secundaria; él era un trabajador rudo que no se expresaba fácilmente y procuraba siempre algún regalo para hacer notar su reconocimiento. De los que más recuerdo fue el número de Life en el que se trataba la revuelta estudiantil en Francia. La revista dedicada al Mayo Francés tenía una de las fotos que sería de las más famosas del movimiento: una multitud de estudiantes manifestándose de camino a la Bastilla y, en el centro, una joven hermosa de pelo lacio, rubio, no muy largo, subida en hombros por algún compañero y ondeando una bandera, otros con los puños en alto y otros más con la V que distinguiría a todos los movimientos estudiantiles que después se desatarían como en cascada por todo el mundo. Desde los primeros meses, 1968 se dejaba sentir como un año muy especial. En la escuela se organizaron varios grupos para participar de alguna manera en las Olimpíadas que se iban a celebrar en México. Uno de los grupos se prepararía con meses de anticipación para que los estudiantes fueran guías de los visitantes extranjeros, por lo que recibirían cursos especiales de inglés y de apoyo a los turistas. Otro grupo participaría en la magna tabla gimnástica del 12 de octubre para dar la bienvenida a las delegaciones extranjeras en la explanada del Zócalo frente a Palacio Nacional. A mí me acomodaron en el grupo de los guías por mis calificaciones en inglés; a César y a Guízar, que eran mis mejores amigos, les tocó en el grupo de la tabla gimnástica. Apenas asistí a las primeras reuniones de los guías pues extrañaba a mis amigos. Ellos me llevaron con el instructor para la tabla gimnástica; la primera vez me miró con cara de desaprobación e incredulidad. Yo era más bien bajito y flaco, para nada algo que se pudiera llamar atlético, vamos, ni siquiera saludable, como mis compañeros que ya habían sido aceptados sin problemas. Ellos estaban expectantes, mientras el instructor daba vueltas en torno mío y no acababa por encontrar algo de qué agarrarse para aceptarme. Hasta que por fin se llevó la mano al mentón y dijo: –Al final de la tabla hay grandes pirámides y necesitamos a alguien más bien ligero... puede servir. Durante meses asistimos varios días a la semana a las jornadas de instrucción para repetir una y mil veces los movimientos de la tabla gimnástica y lograr que ejecutáramos con exactitud cada uno de los movimientos, en perfecta sincronía. Por el mes de julio ya nos juntaban con otras escuelas para afinar detalles de todo el conjunto. El señor Robledo era nuestro maestro de matemáticas. Ingeniero de profesión, trabajaba para la compañía eléctrica y era un defensor apasionado del movimiento estu-
diantil desde que empezó. Yo apreciaba mucho al maestro Robledo y era su mejor alumno, siempre escuchaba con atención sus peroratas a favor de los estudiantes. Un día de agosto fuimos a jugar futbol a los camellones empastados frente al Hospital de la Mujer y la Cruz Verde; más adelante, después de una bocacalle, se veía la Escuela de Medicina del Politécnico y más allá, hacia al fondo, el resto del conjunto de escuelas conocido como el Casco de Santo Tomas. Cuando terminamos de jugar, vimos cómo se comenzaban a congregar cientos de estudiantes en la bocacalle de la Escuela de Medicina. Luis y yo nos quedamos y nos acercamos poco a poco a la multitud; caminamos entre los estudiantes, escuchando sus pláticas, gritos y risas. El ambiente era contagioso y festivo, más que de protesta; acompañamos a los manifestantes unas cuantas cuadras cuando comenzaron a avanzar y regresamos impactados a nuestras casas. Después de ese primer acercamiento, el movimiento estudiantil me jaló con una fuerza como la del mar cuando te retiene y no te deja regresar a la playa. Iba a la puerta de la Escuela de Economía y pedía volantes para repartir, pero me los negaban. –Ve con la compañera Ana, de Prensa y Propaganda –me decían. La camarada Ana me decía, con una cara de incredulidad que yo no podía entender: –¿Cómo crees? No te puedo apuntar en una brigada. Me conformaba con que me dieran unos cuantos volantes y me dejaran repartirlos a los tripulantes de los pocos carros que pasaban por el lugar. Por la noche me presentaba en la asamblea que casi a diario había en el auditorio de Economía. Me quedaba hasta atrás, cerca de la puerta; pensaba que estando cerca de la puerta y si no estorbaba no me correrían. Aun cuando sentía la mirada curiosa de algunos, después de un rato agarraba confianza y me sentaba en alguna banca de la última fila. Oía atento los relatos y alegatos apasionados de los asistentes. No faltaban los discursos encendidos de algunos que daban ánimos y calentaban la asamblea. Cuando pasaban lista de los brigadistas que habían sido detenidos por la policía, tampoco era raro que se oyera un grito entre los asistentes: “Ya estoy aquí de nuevo.” Yo no me quedaba hasta que terminara la asamblea, sólo unas horas, y salía corriendo a mi casa para que no se dieran cuenta de mi ausencia.
HortenSia Se Sentaba HaSta adelante, en la primera banca de la fila. Tenía varios admiradores, a pesar de no ser de las más bonitas; su madre peinaba su cabello negro con trenzas, sus labios eran gruesos y carnosos y tenía un lunar en la mejilla derecha. Algunos fines de semana íbamos a su casa César, Guízar y yo, además de otro más alto que nosotros y que al final se convertiría en su novio. Nos sentá-
bamos en una roída sala y el papá de Hortensia aprovechaba para hablarnos a favor del movimiento estudiantil, que era la conversación obligada. Yo sacaba los volantes que juntaba en mis visitas a las escuelas y los aportaba a la plática. Por supuesto que ellos no sabían que yo ya era para entonces una especie de guardián de las escuelas, pues lo mantenía en secreto. Los meses de agosto y septiembre del ’68 fueron muy agradables. A pesar de ser temporada de lluvias, no se presentaron los chubascos de otros años, las tardes en particular eran cálidas y luminosas. Yo me paseaba por los frentes de las escuelas, a veces me sentaba en los jardines, entre los álamos, con las bolsas repletas de piedras y montones más colocadas en lugares estratégicos para estar listo ante cualquier posibilidad de ataque. Por supuesto, los compañeros dentro de las escuelas no sabían que contaban con ese fiel guardián que todas las tardes y sin faltar un solo fin de semana cumplía rigurosamente su cometido. Un día, ya casi para terminar septiembre, me habló César por teléfono. –Te invito al cine, paso por ti en la tarde. Fuimos al cine Ariel a ver una película estadunidense. En la noche, cuando regresé a casa, los vecinos y mi familia se encontraban en la calle, espantados y platicando entre ellos. A ratos pasaban camiones del servicio público repletos de estudiantes, como huyendo del lugar. El ejér-
barro
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mantas, palos y pancartas, restos de los terribles armamentos de los defensores, y sacaba fotos para ilustrar una historia de conjuras inexistentes. Seguí caminando hasta Economía. En la puerta no encontré a nadie, sólo palos, piedras y delgados lazos rotos con los que los compañeros pretendieron detener al ejército con sus soldados y sus tanques. En las paredes, las columnas y los árboles estaban los agujeros de los disparos del enemigo. Yo tocaba con mis dedos las heridas en los árboles, en las columnas, como queriéndolas sanar, y pedía perdón por no estar en mi puesto de guardia la noche del asalto. Entré y subí las escaleras. En el primer piso a la derecha se encontraba la oficina del comité de lucha. Adentro todo estaba tirado, los anaqueles, las mesas, las sillas; también las revistas y los volantes regados por todo el piso, como si ya una vez tomado el lugar sólo la destrucción y el desorden los hubiera saciado. Tomé revistas, volantes y los guardé escondidos debajo de mi camisa. Salí de la escuela y sentí que al menos en mi pecho llevaba algo para continuar la lucha. Nadie del ejército que vio pasar a un niño frente a ellos se dio cuenta de que era un rebelde que se les escapaba. Llegó octubre y nos llevaron a todos los de la tabla gimnástica muy temprano al estadio de Ciudad Universitaria. Se hicieron las pruebas de la organización, de la ilumina-
cito está tomando las escuelas del Politécnico, nos dijeron. Hasta el barrio llegaban los ruidos de las sirenas de las patrullas y las ambulancias, también las nubes de los gases lacrimógenos de la cruenta batalla. Mucho tiempo después supe que César a propósito me invitó ese día al cine. Su papá era el general a cargo de la zona militar de Morelos, los soldados de los estados vecinos habían sido movilizados para tomar varias zonas escolares al mismo tiempo. El general le dijo a su hijo que por ningún motivo se acercara a las escuelas ese día porque algo muy feo iba a pasar. César inmediatamente pensó en mí, y la invitación al cine era para garantizar que yo estuviera lejos para cuando iniciara el asalto. Al otro día por la mañana, muy temprano llegué al Casco de Santo Tomás, como siempre por la parte de atrás de Medicina. En la calle de Carpio, como esperándome para pasar revista, estaba formado un batallón completo de soldados y muchos tanques que habían sido llevados en un acto de fuerza desproporcionado para tomar las escuelas. Pasé frente a ellos sin miedo, más bien con coraje. Toda la alambrada alrededor de las escuelas estaba tirada. La idea era tomar por todos los flancos a los defensores del sitio y aplastarlos con una fuerza abrumadora. Aun así, la resistencia de los estudiantes fue heroica y duro varias horas. A la vuelta, un reportero tiraba unas botellas con gasolina que llamaba bombas y avivaba un fuego sobre
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Al subir, apoyándome en mis compañeros, voy decidido, llego hasta arriba y levanto las manos, pero en lugar de las palmas extendidas hago la v de la victoria, del venceremos de los estudiantes en rebeldía...
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Ilustración y foto tomadas de: lasheridasdel68.blogspot.mx
ción, y nosotros fuimos los atletas del simulacro, corriendo y más bien jugando incansablemente hasta la tarde. Cuando los camiones que nos regresaban a las escuelas pasaron por avenida Guerrero, pensé que yo debía estar en el mitin que iba a haber ese día; volteaba a la derecha como queriendo ver hasta Tlatelolco. Era 2 de octubre, la tarde caía y ya no era posible. El día había terminado para mí. ¿Para cuántos más? El 12 de octubre llegó y era el día en que formalmente daban inicio las Olimpíadas, con la bienvenida a las delegaciones y la magna tabla gimnástica que se presentaría en la explanada del Zócalo. Nos llevaron muy temprano, nos cambiamos en los autobuses, esperamos impacientes y nerviosos el momento para el que nos preparamos meses atrás. Cuando recibimos la orden nos desplegamos a todo lo ancho de la explanada en una apenas perceptible cuadrícula que nos marcaron en el piso. Iniciamos los movimientos y todo se desarrolló con una gran perfección. Al final de las rutinas se alzaron las pirámides con los jóvenes abrazados y formando anillos concéntricos en niveles cada vez más pequeños, subidos en las espaldas de los que precedían, hasta que el último debía subir por encima de sus compañeros y, escalando los círculos de los diferentes niveles, hincarse en los hombros de aquéllos y levantar los brazos con las manos extendidas como pájaro dispuesto a levantar el vuelo. Al subir, apoyándome en mis compañeros, voy decidido, llego hasta arriba y levanto las manos, pero en lugar de las palmas extendidas hago la V de la victoria, del venceremos de los estudiantes en rebeldía, con ambas manos hasta que la cuenta que llevamos todos termina, la pirámide se deshace y caigo sobre mis compañeros. Es mi pequeño gran desafío al tirano que está en el balcón de Palacio, que con los dientes de fuera y sonriendo, voltea a ver al generalote que está a su lado y con la mano parece señalar algo a la distancia. Cuando le conté a mi maestro años más tarde la historia, me dijo: –Te regalo una frase de Octavio Paz para ilustrar tu relato: “Ese adolescente que acaudilla un ejército de pájaros al asalto del sol…”
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Neoliberalismo,ed
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Foto: María Rodríguez/desinformemonos.org
Miguel Ángel Adame Cerón
a adolescencia y la juventud fueron –según paleoantropólogos– etapas que se generaron en el proceso evolutivo biocultural, y su peculiaridad consiste en el comportamiento experimental y creativo remarcado. Desde entonces las diversas sociedades humanas han creado diferentes modalidades socioculturales para identificarlas. En las sociedades modernas se ha subrayado a la pubertad, a la adolescencia y a la primera juventud como etapas formativas críticas y transitorias; por esa razón, las diversas instituciones, pero principalmente las estatales, han diseñado directrices específicas para tratar y atender a sus integrantes. En la época de fuerte crecimiento de la población adolescente-juvenil, el entonces existente Estado benefactor mexicano creó institutos y programas para atender sus necesidades conforme a una perspectiva paternalista y autoritaria, misma que no pudo ni quiso comprender los cambios en la época de la rebelión juvenil-estudiantil mundial. Entonces, ante las demandas democráticas y justicieras de los estudiantes mexicanos en 1968-1971, el gobierno presidencialista autoritario del Pri les dio como única respuesta la violencia policíaca y militar. Ante el clamor juvenil de apertura moral, social y artística durante 1967-1977 (manifestada paradigmáticamente en el festival de Avándaro), el Estado mexicano y sus instituciones públicas y privadas impusieron la cerrazón y la censura.
Estudiantes custodiados por el Ejército, 2 de octubre de 1968
El nEolibEralismo mExicano y los jóvEnEs En los últimos treinta y dos años de dictadura neoliberal, bajo el decrecimiento de la población joven y con la efervescencia contracultural radical disminuida, las políticas y opciones para los adolescentes-jóvenes y estudiantes se han ensombrecido más allá de la cooptación política, la comercialización artística y las seducciones postmodernas del placer y el escapismo inmediatista. Junto con la disminución drástica de oportunidades de desarrollo y de reconocimiento a las necesidades y las capacidades juveniles, la represión en todas sus modalidades no ha cejado y, por el contrario, se ha convertido en una constante. Eso explica la anatematización de las huelgas universitarias (por mencionar las más destacadas: dos de la unam , y una de la uaCm ), del ala solidaria de los jóvenes neozapatistas, de los movimientos críticos y pro-aperturistas como
Protesta de un profesor ante la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014
el #Yosoy132, así como de la dramática lucha de las escuelas normales, la pugna incisiva del maeS (Movimiento de Aspirantes y Excluidos de la Educación Superior) y el reciente paro estudiantil del iPn , entre otros. Una rápida revisión general de la situación actual de la juventud y el estudiantado nacional revela que en México hay 38 millones de adolescentes-jóvenes-adultos de doce a veintinueve años. Específicamente hacia 20122013, había más de 21 millones de jóvenes entre quince y veinticuatro años de edad, de los cuales, más de 11 millones son adolescentes (quince a diecinueve años) y 10 millones son jóvenes (veinte a veinticuatro años). Para 2010,
Policías municipales, estatales y federales tomaron ileg Tiripetío, Arteaga y la Normal Indígena de Ch
la juventud representó cerca de diecinueve por ciento de la población total del país y, para 2013-14, cerca de la quinta parte de la población total (aproximadamente 17.8 por ciento). De acuerdo con indicadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ( oCde ), México tiene el tercer porcentaje más alto de jóvenes que no estudian ni trabajan: 24.7%, entre las treinta y cuatro naciones que integran ese organismo. Suman en total 6.2 millones. Instituciones de magro actuar, como el Instituto Mexicano de la Juventud ( imJuVe ), con cinismo se justifican diciendo que ese porcentaje de jóvenes está en la “informalidad”. En efecto, por informalidad se puede entender muchas cosas: desde los trabajos no reconocidos y superexplotados, el vagabundeo urbano, los vendedores callejeros y metronáuticos, la delincuencia y el pandillerismo, hasta la participación de los adolescentes y jóvenes en grupos de edad y de pertenencia en búsquedas de identidades, euforias, compañerismos y canalización a sus inquietudes creadoras, artísticas y/o políticas en las llamadas tribus urbanas: metaleros, punks, anarcos, progres, neomarxistas, neojipitecas, emos, hiphoperos, raperos, góticos, pokemones, reggaetoneros, cholos, raperos, eskatos, darketos, funks, rockabillys, rastas, graffiteros, capoeiros, etcétera.
la prEcariEdad Educativa y sus consEcuEncias Desde hace catorce años, para contrarrestar las políticas de los gobiernos neoliberales, muchas instituciones edu-
ducación yjuventud
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(para entender el origen de la masacre en Iguala)
Durante la represión a estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en diciembre de 2007. Foto: Pedro Pardo/La Jornada Guerrero
al y violentamente las escuelas normales de herán en Michoacán, 15 de octubre de 2012
Integrantes del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior realizan una protesta frente al Senado de la República, julio del 2011. Foto: Iván Castaneira/Latitudespress.com
cativo-culturales han tenido que adoptar medidas de sobrevivencia, mientras otras han sucumbido a las políticas derechistas. Dos muestras palpables de los resultados de agudización de esta problemática de precariedad educativa son: 1. La violencia, la agresividad, el bullying y el consumo de sustancias alcohólicas y enervantes que ocurren en las escuelas (y sus alrededores), desde las primarias hasta las universidades, y que se extiende al uso de internet para esas actividades: en las llamadas redes sociales, a través de los teléfonos móviles y en blogs, páginas y e-mails se desarrolla toda una parafernalia de ciberviolencia, ciberacoso y “juegos de la muerte” (Véase mi libro Violencias, bullyings y juegos de la muerte, Edit. Navarra, México, 2014.) 2. Los miles de jóvenes rechazados de la educación media superior y superior se convierten en nonos (no pueden, no Durante una de las múltiples protestas por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, octubre de 2014. Fuente: Facebook
los aceptan), en ninis (ni trabajan ni estudian), en “informales” (ambulantes y niños-adolescentes de la calle), o ingresan a las actividades delincuenciales de los mercados negros, destacando la trata de personas, la prostitución, el tráfico de drogas y de otros productos. Investigaciones recientes han mostrado que, en promedio, desde los catorce años los adolescentes ya son reclutados por los grupos de la delincuencia organizada (cuando hace una década ingresaban a sus filas jóvenes entre los veinticinco y los treinta años). En efecto, a quienes conforman este sector se ha dado en llamarles “tonas”, pues dada su situación no tienen ya nada que perder y se juegan el “todo o nada”. Muchos de ellos pierden la vida en los levantones o en las balaceras. Por otro lado, y como es bien sabido, el estado de la infraestructura de las escuelas primarias, secundarias y de bachillerato es deplorable. La deserción es un mal nacional desde las primarias y secundarias, pues más de un millón de niños y adolescentes las abandonan por falta de recursos; la matrícula de los centros educativos superiores y medio superiores se ha estancado, lo que significa que, en los hechos, ha retrocedido, pues mientras la población joven ha crecido un treinta por ciento o más, los lugares para nuevos aspirantes prácticamente no se han incrementado. Por ejemplo, para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México ( unam ), específicamente para licenciaturas, noventa y uno por ciento de los jóvenes que hicieron examen en 2014 quedaron fuera. El gasto relativo al Pib nacional que en México se dedica a la educación pública (5.3% aproximadamente) es infe-
Uno de los tres normalistas de Ayotzinapa asesinados en 2011. Foto: Internet
rior al de Cuba (14%) e incluso al de Costa Rica y El Salvador; ya no se diga al de los países europeos (España, con cerca de 11%). Para la educación superior no se ha cumplido el mínimo recomendado a nivel internacional (Unesco), que es de 1.5%; sólo se asignó para este año 0.59%. Estos magros recursos han significado, para las instituciones que sobreviven, la paralización e incluso la descomposición de la vida académica, moral y de convivencia. La educación como un derecho humano no se cumple en México en lo absoluto; por el contrario, con los gobiernos neoliberales se maneja-proyecta como un bien mercantil que se vende y compra, quedando precarizados, excluidos y rechazados millones de niños, adolescentes y jóvenes. A nivel de la educación superior nacional, México sólo cubre oficialmente el treinta por ciento, es decir, sólo tres de cada diez jóvenes en edad de asistir a planteles de educación superior pueden hacerlo. Esta cifra queda por debajo de la media de América Latina que, de acuerdo con datos de la Unesco, es de cuarenta y uno por ciento. El treinta por ciento mexicano es vergonzoso respecto a porcentajes de países como Chile, con sesenta por ciento (aunque aquí con alta participación de las escuelas privadas), Argentina con setenta por ciento o Cuba ¡con noventa y cinco por ciento! El contumaz neoliberalismo mexicano ha deteriorado toda la educación, y si se logra implementar en los hechos (y no sólo en derecho) la llamada reforma educativa promulgada por Peña Nieto, esto se agravará, sobre todo a nivel de calidad, pues la educación superior es el resultado de todos los demás niveles educativos, desde la preprimaria hasta el bachillerato. sigue
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ENSAYO situación dE los jóvEnEs En El mEdio rural mExicano Los adolescentes y jóvenes rurales e indígenas son los que menos oportunidades tienen para realizar sus aspiraciones de mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias, así como de ser útiles profesionalmente a sus comunidades y pueblos. Ante el desastre del campo mexicano y de su modelo agroproductivo, propiciado por el Estado neoliberalizado y por la codicia privatizadora y prospectiva de las trasnacionales bio-fármacoquímicas, los niños, adolescentes y jóvenes del campo se ven presionados a migrar (principalmente a las urbes mexicanas y a Estados Unidos, pues las carencias y pobrezas en sus lugares de origen son enormes). Justo en el despegue neoliberal en la década de los años noventa del siglo pasado, la migración de estos grupos de edad se incrementó, hasta llegar a situaciones desbordantes en los últimos años (no sólo en México sino en todos los países centroamericanos). Otra “opción” que el neoliberalismo les da para resolver esas miserias es la venta de artesanías y toda clase de “chucherías” en las ciudades cercanas, o convertirse en pordioseros, sea ellos solos o con sus padres, o asumir trabajos informa-
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a la movilización, solidaridad y empeño de los estudiantes,* no obstante haber sufrido constantes agresiones y discriminaciones, sobre todo porque los jóvenes de dichas normales, desde su fundación, han mantenido un perfil de lucha y compromiso social con su realidad; también porque su estancia allí es de estudio y vida colectiva. Como afirma Tanalís Padilla en su texto “La criminalización de los normalistas rurales”: “Las excursiones, encuentros deportivos y culturales y la explicación de que su estudio y activismo da al porqué de la pobreza, hacen de estas instituciones experiencias de vida formativas. Las normales rurales son el camino hacia una profesión digna y, a veces, otorgan, despiertan y cultivan el derecho a soñar.” Aunado a lo anterior, en muchas de ellas, como en la de Ayotzinapa en Guerrero, se ha desarrollado una disciplina militante y politizada de izquierda que a los sectores de derecha y conservadores incomoda sobremanera. En el conflicto de 2012, cuando dos estudiantes normalistas de Ayotzinapa fueron asesinados en Chilpancingo, la propia SeP emitió un comunicado que, entre otras cosas, decía que en las normales rurales la “vida interna está marcada por prácticas autoritarias desde el ingreso de la carrera y ese ambiente en ocasiones de-
narcoestado policíaco militar mexicano son los verdaderos responsables de toda esta situación de catacumbas que viven la adolescencia y la juventud mexicanas. Y no sólo son responsables; son sus impulsores. En las páginas de este diario, Alejandro Nadal ha dicho que “los crímenes contra los estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa tienen la huella de un modelo económico en el que los jóvenes campesinos y su cultura son redundantes”. Insertos en este contexto oprobioso, los estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa fueron víctimas, el 26 de septiembre pasado, de una celada criminal en Iguala, Guerrero. Ante las preguntas: ¿quiénes dispararon contra los autobuses que transportaban a los jóvenes?, ¿quiénes hicieron el macabro acto de desollar y desorbitar a un estudiante de Ayotzinapa?, ¿quiénes asesinaron a los cinco jóvenes e hirieron a veinticinco de ellos?, ¿quiénes secuestraron y desaparecieron forzadamente a cuarenta y tres estudiantes de Ayotzinapa? Junto con los responsables, que cuentan con nombre, apellido y filiación partidista (desde el presidente Enrique Peña Nieto, el gobernador Ángel Aguirre y el presidente municipal José Luis Abarca y su esposa, etcétera), están el sistema y el régimen de dominio explotador, corrupto, racista, entreguista y asesino, como propiciadores.
Hacia la movilización gEnEralizada contra la violEncia sistémica
Desalojo de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, perpetuada por la Policía Federal, la Policia Ministerial, la Municipal, el Grupo de Operaciones Especiales y el Agrupamiento Femenil del estado de Michoacán. 15 de octubre de 2012
les de todo tipo. Uno de los más peligrosos consiste en ponerse al servicio de las bandas delincuenciales (principalmente de narcotraficantes) como halcones –espías–, mandaderos, o aprendices en el “arte” de traficar, extorsionar, secuestrar y matar. Enrolarse en las policías municipales oficiales también se ha convertido en una vía para ganarse “las tortillas de cada día” pero, como ha visto el mundo entero, en el caso de Iguala, Guerrero, entre dichos cuerpos policíacos y las bandas delincuenciales existen contubernios, alianzas y filiaciones mancomunadas –una vigente durante el día y la otra durante la noche.
situación dE las normalEs ruralEs En México, las Normales rurales son una entre las pocas opciones que hay para poder acceder a escuelas de educación superior, mismas que, desde el giro a la derecha –después del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), que fue quien las creó– de los gobiernos del Pri han sido abandonadas y muchas de ellas clausuradas. Las que sobrevivieron lo han hecho de manera precaria y gracias
termina la salida de jóvenes que no se adaptan a la voluntad de una minoría… Las normales rurales tienen el problema de incumplimiento de calendarios escolares, de horarios de trabajo, asistencia, exámenes y acreditaciones, lo cual repercute en el bajo rendimiento escolar”. Amparados en este tipo de descripciones, a las escuelas normales rurales se les ha caracterizado como “nidos comunistas”, “kínderes de bolcheviques”, “semillero de guerrilleros”, “escuelas ácratas”, etcétera. De esta manera han sufrido no sólo la agresión oficial y su ahorcamiento presupuestario, sino al mismo tiempo una criminalización de su funcionamiento y de sus participantes. Es por eso que la exlíder del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo, propuso en 2010 convertirlas en escuelas que formaran “técnicos en turismo”.
nEolibErato y narcoestado policÍaco-militar, los rEsponsablEs En suma, el capitalismo neoliberal, el neoliberato mexicano –con sus delincuentes de cuello blanco, de uniforme militar/policíaco y los civiles embozados– y el
Las respuestas a esas interrogantes hoy se nos muestran horrorosamente patentes. Como explicó Omar García, uno de los normalistas sobrevivientes de la masacre del 26 de septiembre: “Aunque haya quien lo considere un discurso del pasado, es la lucha de clases.” En efecto, se trata de una guerra de clases violenta en todos los planos, particularmente agudizada por la pobreza extrema, el uso de la represión contra movimientos político-populares, por el asesinato, la desaparición y el encarcelamiento de líderes en resistencia, etcétera. Una lucha de clases que ahora se nos muestra más sórdida, maliciosa y sucia, acorde con los tiempos y espacios turbulentos del capitalismo mundial. Como lo planteara el mismo Omar, contradictoria y dolorosamente la matanza de los de Ayotzi “crea condiciones favorables para impulsar esa movilización generalizada. Esta es una oportunidad única para acabar con la violencia”. La violencia de Estado y de sistema es generalizada, y su contraparte debería ser la movilización generalizada de todos los sectores populares que la padecemos. Pero ésta tiene que ser preparada, organizada, unificada con tácticas y estrategias populares y de clase, pues, como ha señalado Guillermo Almeyra, si se quiere paz y un nuevo orden se necesita una nueva revolución de masas. Revolución que tendría como tarea inmediata desmontar las instituciones represoras del capitalismo neoliberal e instaurar un nuevo gobierno orgánica y democráticamente asentado en la participación y las necesidades colectivas y vitales de las clases y sectores explotados y oprimidos
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*La creación de universidades Interculturales en zonas rurales indígenas de ciertos estados de México es reciente, desde 2003, y son sólo alrededor de una docena. Véase Silvia Schmelkes “Las universidades interculturales en México ¿una contribución a la equidad en educación superior en México?” en http://www.colombiaaprende.edu.co/html/ mediateca/1607/articles-174704_archivo.pdf. Consulta 5 de octubre de 2014.
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Ayotzinapa Mariángeles Comesaña
La tierra se levanta con el viento de octubre Las piedras escuchan sigilosas Nos rafaguearon declara un sobreviviente, Nos rafaguearon Flores bajo la lluvia, viento frío en el atardecer de sus cuerpos Charcos de sangre en las playas En la costera de todos En los ojos que no ven Octubre es una fosa que se abre en el corazón de la tierra Aparece el carbón de las fogatas, Que incendiaron el miedo; Los zapatos, las botas, la ropa desgarrada Entre huesos sin nombre ni reclamo Una tormenta viene en camino Los estudiantes salen a las calles de Iguala y de Cocula La carretera vieja, las palmeras, los árboles, Las llantas de los coches que pasan, los retenes, Nudos de pánico En la cabeza de alguien se urdió la trama Se trazó el escondite Se dio la orden de abrir fuego y matar Caen los nombres, los 27 policías municipales: 14 de Iguala y 13 de Cocula ¿Alguno esparció el diésel? ¿Alguno encendió la chispa que los incineró? Hedor a Muerte en los cerros de Iguala Afirman los periódicos Detener la violencia ya es un lugar común, Un juego siniestro en el reloj Con qué madeja se recompone el miedo En el telar de cuál de las fosas perdidas Se remienda la urdimbre del horror Un relámpago amargo atravesó el destino de Ayotzinapa Un puntito pequeño marcado en el mapa de Guerrero En el mapa de México En el municipio de Tixtla de Guerrero A 1,344 metros sobre el nivel del mar Con sólo 84 habitantes
Con su código postal Y su prefijo telefónico Domicilio conocido Ayotzinapa, Ayotzinapa, Ayotzinapa Río de las calabazas Un puntito pequeño, nueve montañas. Sólo a cinco kilómetros al sur de Tixtla, Cabecera del municipio del mismo nombre, Antes Cerro Grande, hoy Lomas de Zapatero Ahí está la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, En la espera del regreso de sus 43 estudiantes Ahí sus caminos, sus mesas de madera, sus paredes llenas de dibujos y grietas, La humedad de los muros, en la espera. Ahí la Escuela Normal Rural que se atrevió a escribir un pliego petitorio, Pintura blanca para las viejas paredes, un poco de cal y de cemento... Ahí cerca la carretera federal 93, Muy cerca de Chilapa, Tlapa y Chilpancingo, Loma del Zapatero, Cerro Grande Pueblo guerrerense lleno de fruta, Ahí donde las iguanas hacen sus nidos Tierra Caliente, montes llenos de espinas, Desconocidos huecos que derraman miseria Árboles de la vida en sus entrañas Cerca de Zihuatlán, lugar junto a las mujeres Nuu Ra en mixteco Lugar de refugio Lugar de canciones y de hamacas Cueva encantada Hombre Jaguar Olmeca en sus entrañas Lloran las milpas. Lloran los surcos y sus semillas lloran Las manos, las palabras, los objetos lloran en la espesura de las sombras En el voraz infierno de las incertidumbres En el silencio obscuro y doloroso de las sombras ¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!
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arte y pensamiento ........
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Naief Yehya
Ricardo Guzmán Wolffer
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uiEN lEA Rebelión en la granja o 1984, no pensaría que George Orwell (India, 1902–Londres, 1950) escribía obras que décadas después serían consideradas humorísticas, pero su sátira Que no muera la aspidistra (1936) es una muestra de ello. En el Londres de los años treinta, estas flores representaban cierto estatus social, narra con precisión el autor; de ahí que el mero título desglose el sentido del texto donde se desarrolla el martirio autoimpuesto por el extremo Gordon Comstock, quien está cierto de su lucha contra un sistema donde todo gira alrededor “del dinero”, no importa que en tal cruzada viva sufriendo por falta del mismo: habita un cuarto que apenas calienta con una lámpara, come porquerías, trabaja en una librería barata y vive con la idea obsesiva sobre las monedas que carga y para cuán poco le servirán. Y sufre porque quiere: tiene opción de varios empleos con buena paga, pero los rechaza argumentando su personal lucha contra el sistema; uno de ellos es como escritor de frases publicitarias y lo rechaza argumentando, además, que per vier te su vena como poeta. Es verdad que tiene un libro publicado, pero apenas ha sido reseñado y leído. Durante toda la novela intenta escribir otro que, lo sabe, no terminará. Su obsesión con “el dinero” le alcanza incluso en el acto sexual: cuando está a punto de consumar su noviazgo con la mujer a la que ha esperado uncir por meses, recuerda sus pocos fondos y supone que si tuviera más dinero no estaría intentando copular en pleno campo, sino en una cama: eso lo desconcentra y ambos se quedan desvestidos y alborotados, ella sin entender qué le pasó a Gordon, él cierto de que la culpa de su impotencia súbita la tiene su situación económica (que él solo se ha buscado). Lo risible de la postura de Gordon es su necedad en adjudicar todos sus fracasos a ese “dinero” abstracto que lo consume por su ausencia y por su necedad en no trabajar para ganar más. Claro, su “teoría” no le impide pedírselo a su hermana (a quien ha condenado a una existencia miserable, pues ella decidió que si alguien podría salvarse de esa familia, era Gordon: por ello, todos sus ahorros se los va dando; inútilmente, claro). Para hacer más risible al personaje, Orwell lo hace poeta fracasado y así logra el contraste del artista despegado de la realidad que vive tratando de renombrar el mundo mediante su visión etérea, contra el materialista extremo y autoflagelado. Peor aún: cuando inesperadamente cobra un poema enviado a Estados Unidos, se emborracha absurdamente con su amigo burgués y su novia abnegada, y pierde la pequeña fortuna (para él) recibida. Como si tuviera el ánimo de ser más ridículo, Gordon golpea a un policía que intentó detenerlo y termina encarcelado y con una cruda moral terrible. En ello ha influido que normalmente no bebiera, por falta de dinero y por la insistencia en no dejarse invitar por su novia o sus pocos amigos: pobre, pero orgulloso.
El Comic Con de Nueva York, Apocalipsis y Carnaval Diez mil Divas por minuto Una Alicia, salida sin dudas de un país de maravillas, portando el característico vestido infantil azul y delantal blanco (aunque notablemente más corto que el imaginado en las ilustraciones del propio Lewis Carroll y John Tenniel, así como el de la caricatura de Disney) pasa entre un grupo de personajes de Dr. Who dejándolos azorados, y hace que se detenga en seco un Superman, la mandíbula Wolverine amenaza con tocar el suelo y dos Spidermans casi caen de espaldas al verla. Hay muchas razones para obsesionarse con la Convención de cómics de Nueva York, el segundo Comic Con en importancia de Estados Unidos (con unos 150 mil asistentes anuales) después del de San Diego. Sin embargo, una de las principales es que se trata de un desfile incesante de provocaciones y de visiones seductoras de Wonder Woman, Khalessi, Gatúbela, Sailor Moon y Poison Ivy entre muchas otras féminas prodigiosas que llevamos impresas en la memoria.
por un puñaDo De nerds
Para Gordon, la falta de dinero es un impedimento para adquirir cultura y para escribir refinadamente: envidia no sólo el dinero ajeno, sino las oportunidades académicas y editoriales que ello supone: “invención, energía, ingenio, estilo, encanto… Todo tiene su precio, que por supuesto hay que pagar”. Se supone de la clase media, el “más deprimente de todos los estratos”: enriquecido por una generación, la fortuna familiar apenas ha durado cincuenta años: “la nobleza sin tierras”. Esa apatía ante la vida, derivada de la ausencia de dinero, se advierte en la falta de descendencia, pues “las personas vitales de verdad, tanto si tienen dinero como si no, se multiplican casi de manera tan espontánea como los animales”, pero la familia de Gordon llevaba muchas muertes y ningún nacimiento. En voz del personaje, Orwell comenta las obras de los escritores de moda de aquella temporada: señala como “estrellas muertas” a Yeats, Thomas, Hardy, entre otros; y como “fiascos recientes” a Eliot, Pound, Campbell y otros. Con esta obra, Orwell redondea su concepto de la vagancia y los bajos fondos que ya mostrara, sin el mismo afán humorístico, en la notable Sin blanca en París y Londres (1933), donde el narrador indigente salta de un refugio a otro, pasando por la calle y listo para comer donde le permitan las circunstancias. Que no muera… es una novela que termina en tragicomedia, más por la claudicación del personaje que por los actos que a ello le llevan. Orwell tenía una vena poco publicitada ante la inamovilidad literaria del Gran Hermano de 1984 •
Las convenciones de cómics aparecieron como reuniones de fanáticos, coleccionistas y aficionados en las que se podían comprar, cambiar y vender historietas, juguetes, videos y toda clase de memorabilia y objetos relacionados con la cultura y el culto del cómic, la fantasía y la ciencia ficción. Era una oportunidad para los autores, editoriales y fabricantes para ampliar mercados, evaluar productos y entrar en contacto con su público: una comunidad relativamente subterránea de nerds con cierto poder adquisitivo. El Comic Con de San Diego comenzó en 1970 con trescientas personas en el sótano de un hotel. Se estima que en la más reciente edición del Comic Con de Nueva York alrededor de 40 millones de dólares cambiaron de manos en el Centro Jacob Javits. Hoy este evento domina el mainstream, la corriente principal de la cultura popular, y tiene ecos en docenas de convenciones semejantes en numerosos países, desde Dubai hasta Rumanía. Poco a poco el Comic Con fue creciendo, diversificándose y convirtiéndose en un acontecimiento masivo con enormes inversiones de la industria del entretenimiento, en particular de las televisoras, estudios de cine, grandes editoriales y creadores de juegos de video.
Coporativismo vs exhibiCionismo Se trata de una oportunidad para ver los próximos lanzamientos, asistir a paneles con actores, artistas, ilustradores, animadores y escritores. Y si bien algunas mesas redondas y conferencias pueden ir de lo delirante a lo estrepitosamente hollywoodense (este año George Clooney hizo una aparición sorpresiva), el verdadero atractivo radica en los asistentes, en las hordas de cosplayers que dan un colorido intenso a los pasillos, salones y foros de la convención, como si se tratara de un fastuoso Halloween para adultos cargado de una sexualidad pulsante. El cosplay (costume play o juego de disfraces) es una celebración enfebrecida del fanatismo por las historietas, el cine fantástico, los juegos de video y los zombis, que lleva a hombres y mujeres (en su mayoría
adultos) a disfrazarse de personajes, a imitar sus gestos, expresiones y a posar ante las cámaras en una apropiación juguetona y solemne, homenaje y parodia, narcisismo erótico y caricatura de seducción. Este evento grotesco y pantagruélico es en gran medida una gigantesca sesión fotográfica en la que se toman instantáneas y video de todo mundo. Por todas partes hay asistentes posando para otros asistentes. Pedir una foto es un elogio y un reconocimiento (aunque este año la campaña en contra del acoso sexual fue muy prominente), señal de admiración y solidaridad.
apoCalipsis ritual El Comic Con es un gran mercado, un conglomerado de eventos tan nostálgicos como apasionados por ideas exóticas del futuro, una apoteósica bacanal distópica donde año con año la ingenuidad y la perversidad entran en violenta colisión en una celebración de la fertilidad y decadencia de la cultura pop. En gran medida el tema dominante es siempre el Apocalipsis y la Caída del Hombre, en ese sentido es una forma de purgar el horror cotidiano, como si fuera un carnaval postpostmoderno, un festival satánico de utilería, un walpurgisnacht enfebrecido y a la vez dócil. Si bien inicialmente este evento reflejaba una visión marginal y alternativa de desencanto y cuestionamiento de la cultura de masas, hoy se trata de un espectáculo interactivo financiado por corporaciones gigantes. Y sin embargo, la obsesión de miles y miles en participar, de desfilar enfundados en los disfraces más enloquecidos y absurdos, es una forma (retorcida y contradictoria sin duda) de rescatar esta cultura del agujero negro del consumismo •
jornada virtual
Orwell y el absurdo risible
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........ arte y pensamiento
Jornada Semanal • Número 1028 • 16 de noviembre de 2014
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola
artbo: la feria de arte de Bogotá
E
n días pasados se llevó a cabo la décima edición de la Feria Internacional de Arte de Bogotá, conocida como artbo . Comenzó tímidamente sin llamar mucho la atención pero cada edición ha sido más ambiciosa y actualmente se puede decir que cuenta con un prestigio que la coloca en la mira internacional. Sin la pretensión de ser un evento inabarcable como otras ferias que resultan desbordantes, artbo ha logrado reunir una seria selección de sesenta y seis galerías, en su mayoría latinoamericanas –Perú, Brasil, Argentina, Venezuela, México, Chile, Panamá–, que ofrecen un vasto panorama del quehacer contemporáneo de la región. También hubo presencia de España, Holanda, Suiza, Estados Unidos, Italia, Alemania, Eslovenia y Portugal. De México participaron omr , Arróniz Arte Contemporáneo, Enrique Guerrero, la española Travesía Cuatro recién instalada en Guadalajara y la joven Marso. La apuesta de los galeristas es incidir en el mercado sudamericano y, en este sentido, al parecer esta feria cumple con el objetivo. La sección “Proyectos” realizada por el curador José Roca tuvo como tema “El uso estético del objeto” invocando el diálogo entre el diseño y las artes aplicadas. De nuestro país fueron invitadas la omr con algunas piezas de Atelier van Lieshout, creador holandés que desarrolla una poética estremecedora con sus esculturas taciturnas, y Travesía Cuatro, que presentó las lámparas del cubano Jorge Pardo, obras que oscilan entre la escultura y el objeto utilitario. Paralelo a la feria se llevan a cabo hasta 130 eventos en galerías, museos y algunos espacios alternativos, así como otras ferias pequeñas como la del Millón, Odeón y Sincronía, que buscan otros fines. El propósito de Odeón es acoger galerías más jóvenes que no son recibidas en artbo, mientras que Sin emergentes ofrecen directamente su trabajo al público, así como en la Feria del Millón, que además no vende obra que exceda el millón de pesos colombianos (alrededor de $500 dólares). Uno de los organizadores –Diego Garzón– afirma que su apuesta es la desmitificación del arte en términos de ponerlo al alcance del gran público: “Vemos a jóvenes que llegan con su primer sueldo a comprar una obra de 200 mil pesos ($100 dólares). Esto no pasa en las grandes ferias en las que sólo los más adinerados pueden acceder al arte. Y nosotros vendimos el noventa y dos por ciento de lo exhibido.” Esto es consecuencia de la creciente aparición de espacios autogestionados en Bogotá y en otras ciudades del país, así como otros proyectos independientes liderados por destacados profesionales del medio, como el renombrado artista Óscar Muñoz y el curador José Roca, creador de Flora, un centro cultural que cuenta con una biblioteca, varias salas de exhibición y talleres a los que invitan a artistas recién egresados de la facultad a hacer residencias. Dentro de los eventos organizados por fundaciones privadas, el proyecto más espectacular para quien esto escribe fue el de Rafael Lozano-Hemmer (México, df , 1967) –Signos e índices– presentado por la omr en nc -arte, un soberbio espacio que alberga
Atelier Van Lieshout, Swing
un centro cultural auspiciado por el matrimonio Claudia Hakim y Nayib Neme quienes, a su vez, poseen una de las más importantes colecciones de arte del país. La exposición consta de cuatro instalaciones, entre ellas la espectacular Almacén de corazonadas que considero una obra maestra de la creación digital, y que consiste en la colocación de más de un centenar de focos suspendidos del plafón en hileras, los cuales parpadean al compás del latido del corazón de los visitantes, mismo que es captado a través de un sensor que el público sujeta durante 15 segundos para registrar su ritmo cardíaco. Es una pieza interactiva que propicia una carga fuertemente emotiva al hacer que cada persona pase a ser colaboradora de la pieza y se sienta literalmente parte de ella. El arte contemporáneo colombiano está atravesando un gran momento. Hay una producción muy potente que ya ha alcanzado el reconocimiento internacional. La próxima edición de la Feria de Arco en Madrid que se llevará a cabo el próximo mes de febrero tendrá como invitado especial a Colombia con diez galerías participantes y el trabajo de alrededor de cuarenta artistas en exposiciones en diversas instituciones y museos. Seguramente art bo ha tenido que ver en el posicionamiento del arte colombiano contemporáneo y se ha convertido en una importante referencia en el circuito comercial en América Latina •
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artes visuales
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16 de noviembre de 2014 • Número 1028 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
F
ABriCA A uN viAjErO. Llévalo a un aeropuerto, el que sea. Fórmalo con sus maletas en una fila, dos filas, cien filas. Pídele que explique quién es y a dónde va, que muestre los papeles una, dos, cien veces. ¿Trae líquidos en la maleta, trae explosivos, animales, plantas venenosas, bombas molotov? Que se quite el cinturón, los lentes, los zapatos. Que se tome un café y unos refrescos, que camine y camine y mire las tiendas, que se siente a mirar al infinito en su celular y luego siga caminando y mire los periódicos, que no porte líquidos explosivos, que enseñe el pasaporte al salir, al entrar, al saludar, al estornudar. Que se quite ese enorme sombrero comprado en Ajijic, esas
maracas que le cuelgan del cinto. Que ponga sus maletas en la máquina de rayos equis, saque la computadora y la ponga en la charolita y que ponga sus llaves y su cinturón y sus dientes postizos en otra charolita y si puede ponerse él en una charolita mejor; que pase por el arco cuando le indiquen, no ahora, cuando le indiquen, no ahora. Y que levante los brazos para que le busquen armas, drogas y explosivos debajo de las axilas y entre las piernas. Y qué es eso que lleva en el portafolio, no lo puede llevar en el portafolio, nos lo tenemos que comer o untar o espolvorear aquí. No ahora, aquí. Que se dé cuenta de que el mundo es un lugar incierto. Que camine por largas bandas móviles y escaleras eléctricas y si le piden que lleve un bulto sospechoso contacte al personal de seguridad. Que mire a los demás viajeros como él como si fueran especies de un raro zoológico y recuerde que ya no son viajeros, ni pasajeros como románticamente se decía, sino clientes que exigen la cuenta por favor, como en cualquier restaurante. Que mire las pantallas una, dos, trescientas veces, que el vuelo se retrase o se reterretrase o salga de la puerta más lejana de la que dijeron antes. Que siga tomando café y botellitas de agua y no traiga líquidos, explosivos ni perro que le ladre. Que contacte al personal de seguridad si porta un perro o una planta. O que se tome un tequila en algún bar y se deje perfumar en el duty free sin contactar al personal de seguridad. Fabrica a un viajero al que vienen a despedir sus familiares, como si fuera antes, hace muchos años. Con abuelas que lloran porque no saben si lo volverán a ver, niños que ya no están interesados en ver despegar a los aviones porque saben que en un futuro les bastará con doblar un poco las rodillas para salir volando. Fabrica aviones que hacen cola para despegar y cola para volar, discipli-
nados como los patos cuando van al sur. Y un hombre al que va a despedir una secretaria o un asistente furtivo en el lugar de la mujer. Fabrica a una multitud cargada de carteles con nombres para ser leídos por viajeros huérfanos sin el transporte y sin el hotel de la convención, la feria o el festival. Fabrica a los taxistas que repiten de ida y vuelta la emoción de los viajes que no van a hacer y el cansancio de los que tampoco hicieron. Fabrica la incertidumbre y las maletas que giran y giran en la banda sinfín. Y la consigna que al final no se entrega. Fabrica las maletas que se pierden y muchas veces para siempre, en esa dimensión que existe detrás de la banda y los muros de cartón piedra. Imagínate esa dimensión que existe detrás del aeropuerto, llena de perros, policías, maletas perdidas y expuestas como mujeres con las piernas abiertas y muchas drogas, armas y explosivos, y unos cuantos quesos y vinos franceses que se toma el personal de seguridad. Contacta al personal de seguridad si ves una maleta olorosa a queso gruyere. Imagina una película de un hombre que vive en un aeropuerto, pero el hombre de la película vive bastante bien. Imagínate viviendo en el aeropuerto; mejor no te lo imagines. Imagínate también alguna bonita historia de amor o de lo que sea, para no perder la ilusión, algo apasionado y fugaz en medio de los asientos de vinil, los bares a mitad de los pasillos y los baños elegantemente alfombrados. Lugares hay de sobra para un poco de vida en el aeropuerto, mientras la voz gangosa del altavoz no los urja a terminar la historia. Fabrica a un viajero: no te lo imagines porque el viajero pasa por puertas, bandas, pasillos y túneles, igual que los pastelillos de alguna extraña fábrica. Que entre por una puerta y salga por otra, que lo manden literalmente por un tubo volador. Pero que llegue al mar, por ejemplo •
la puerta abierta
“S
in ley y orden (cámbiese aquí por ‘instituciones’ u ‘orden y respeto’) no existiría el crimen organizado.” Aporema sutil, esa frase pronunciada con sevicia por Carmine Falcone en la nueva serie estadunidense –y precuela de Batman–, Gotham (Fox Television, 2014, creada y producida por Bruno Heller y Danny Cannon), de no haber nacido en una ficción de cómic sería ideal para resaltarla en letras doradas en cualquiera de las cámaras de lo que llamamos parlamentos en México, esas vergonzantes buhardillas que acuartelan auténticos pandilleros como Don Falcone (alguno hay de larga trayectoria en el cochinero po-
lítico, apodado de forma parecida) o en la fachada del edificio de inepcias que esconde los aposentos del exhausto procurador general, Murillo Karam, o en el frontispicio que guarde las negras togas de negras conciencias de la inefable pequeña corte o, claro, en el de Palacio Nacional con todo y puerta indemne y su presidente ausente aunque no ande de viaje. Los mexicanos solemos bromear, amargos, que nos gobierna el crimen desorganizado. Ése de corbata y discurso y almuerzo anual con los industriales apapachados o los empresarios favoritos del sexenio; Ése para el que irresponsabilidad es no largarse de viaje de promoción artística justo cuando el país se hunde en una crisis espiral de violencia y enojo generalizado; el que en los hechos es culpable, como penitente en misa, por hecho y por omisión, aunque el sofisma sea esférico y termine, en mítines de campaña o discursos televisados, llenándosele el buche con la frase “la ley y las instituciones”, aunque todos sabemos del divorcio entre una y otras que se traduce en este infierno de violencia, prepotencia, corrupción e impunidad que dura desde que existen las siglas de los partidos políticos en México, más las del pri que la de cualquiera de sus malas actuales copias. Los mexicanos solemos bromear, pero la verdad es que ya estamos hartos. Ya nos colmaron el hígado con sus transas y cochupos que van desde sobres con dinero hasta mansiones de ochenta millones de pesos; ya estamos hasta la coronilla de sus jetas graves hablando de transparencia en la televisión mientras en los rincones de la administración pública se abandonan al estraperlo de jugosos cheques con cargo al erario; estamos hasta la madre de que asesinen a los que levantan la voz y se oponen a la trapacería, la trácala y el saqueo. Estamos hasta el carajo de que nos mientan en los noticieros, de que se use la televisión para avivar odios de clase o azuzar la opinión pública en contra de la disidencia política y social,
de que se porfíe en anestesiar a la sociedad con espectáculos cutres y circos abominables que son en sí un turbio negocio, allí el futbol o el exacerbamiento de la afición deportiva que alimenta la sucia industria de las apuestas, clandestinas o lícitas. Estamos hasta la chingada de niñas robadas y maleantes armados, con uniforme o sin él, y de que nosotros seamos las víctimas propicias que siempre aportan muertos, desaparecidos, violadas, golpeados y cualquiera de las muchas secuelas que el miedo va dejando en la gente. Por eso se tienen que ir. Por eso este país tiene que cambiar, pero ya, ahora mismo, no en las próximas elecciones que seguramente, si no cambiamos nada, serían otro circo esperpéntico que volvería a entremezclar con mentalidad de cuarto de guerra promesas que no se cumplirán nunca a cabalidad con catapultas de mierda y un lucrativo negocio para los mismos perversos de siempre. La democracia debe dejar de ser un simulacro en la sociedad mexicana. Y debe dejar de ser un negocio para blandengues mafiosos. No debe haber caciquillos, ya no, ni secretarios de Estado con las manos metidas en los negocios de su cartera ministerial. Basta de Azcárragas, Salinas o Pedros Joaquines. Basta de títeres parlantes en la silla presidencial. Basta de alfeñiques petulantes, de principitos prepotentes. Acabemos de una buena vez con la arrogancia de los mirreyes. Cuarenta y tres muchachos suman sus rostros ausentes y sus nombres evocados con dientes apretados a cientos de miles de desaparecidos en una lista que no debería existir. Sabemos que muchos de esos miles, aunque no podemos demostrarlo, fueron asesinados por esa cruza repugnante entre servidores públicos y delincuentes. Pero su desaparición y nuestro hartazgo pueden ser la llave que descalabre la odiosa cerradura. No hay más que sumar, juntar las manos y dar el paso. Sin miedo. Con fuerza y coraje, que sobran. La puerta está abierta •
cabezalcubo
Aeropuerto
paso a retirarme
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Jornada Semanal • Número 1028 • 16 de noviembre de 2014
Orlando Ortiz
E
N CiErtA OCAsióN, dOs amigos caminaban tranquilamente cuando pasó volando una paloma y se zurró en la cabeza de uno de ellos. El otro lo vio y dijo: qué suerte tienes, carnal. ¿Suerte –preguntó mientras se limpiaba el excremento– porque me cagó una paloma en la cabeza? Sí, suerte, porque imagínate cómo estarías si las vacas volaran. Recordé esa anécdota porque tiendo a ser un tanto huraño, y cuando me presento en público, por el motivo que sea, ya en el diálogo con los (generalmente escasos, pues no soy un autor de cartel) asistentes surge la pregunta, o más que pregunta, la aseveración
de que nada ha cambiado desde el siglo pasado; en pocas palabras, se niega que la lucha por la democracia haya servido para algo; con la mano en la cintura borran de un plumazo, para no ser exhaustivos, el movimiento estudiantil de 1968 y eso que nunca se menciona: las guerrillas que surgieron a raíz del movimiento citado y que tal vez fueron aplastadas durante la guerra sucia (porque estaban mal organizadas, mal armadas, porque eran más voluntaristas que requerimientos oportunos, etcétera) pero que de alguna manera hicieron su aportación a la lucha por la democracia en el país. Muchas vidas de jóvenes y no jóvenes fueron quedando en el camino hacia esto que ahora se pretende negar. Con tranquilidad asombrosa se asevera que nada ha cambiado. Aceptaría, tal vez, si se dijera “ha cambiado muy poco”, pero jamás aceptaré la aseveración de que nada ha cambiado. Tal vez los cambios han sido mínimos, tal vez no han sido los que se necesitaban, tal vez han sido insuficientes, tal vez. Pero ha habido cambios. Los llamados “datos duros” operan en contra de mi aseveración, según parece, pues la deuda pública ha crecido escandalosamente, y esto era previsible, pues históricamente los gobiernos priístas han “resuelto” los problemas políticos y sociales recurriendo al endeudamiento, y con el regreso de este partido al poder era de esperarse que la deuda creciera aceleradamente, lo cual ha ocurrido con la agravante de que la velocidad ha sido mayor de lo que se esperaba. Por otra parte, también con base en “datos duros”, ha sido brutal la caída del poder adquisitivo del salario. Instancias especializadas en averiguar esas cosas revelan que, de acuerdo con sus estudios, en los últimos cuarenta años a los trabajadores les ha correspondido la parte menor de la riqueza del país. En 1975 les tocaba, aproximadamente, el 40.2 por ciento del pib, y en la actualidad a duras penas alcanzan el 27 por ciento. Obvio que esa diferencia de 13 por ciento, aproximadamente, ha ido a parar a la bolsa de los capitalistas y políticos corruptos, acentuando así la polarización, pues el número de pobres ha crecido y el de ricos se ha reducido o, mejor dicho, ha crecido muy poco, o nada, porque siguen siendo los mismos pero en conjunto han concentrado la mayor parte de la riqueza que se produce en México.
Los sindicatos... creo que ya nadie se acuerda de qué cosa son, su extinción es ya inminente. Antes, eran “blancos”, ahora, los pocos que han sobrevivido son transparentes, pero no porque sus negociaciones y recursos se manejen con transparencia. Más que transparentes, son invisibles: ya no se ven. A lo anterior podríamos agregar que aunque según declaraciones oficiales se han generado “muchos” empleos, la verdad es que se han generado “muchos menos” de los necesarios para que no aumente el número de desempleados: se generó uno pero diez se perdieron, en todos los sectores (público y privado). En el campo los ejidatarios, ya también en vías de extinción, y los parvifundistas no logran salir del hoyo y deben emigrar a las ciudades o al gabacho; la corrupción sigue permeando todas las instancias de las administraciones, públicas y privadas. No dejamos de oír, por un lado, declarar a las autoridades que la inseguridad se ha reducido, que cada vez hay menos secuestros y muertos, y por otro lado, como monstruos inoportunos y siniestros, aparecen los fantasmas de Tlatlaya y de Iguala. ¿Y la delincuencia organizada? Bien, gracias por preguntar, la saludaré de su parte. Los males, en fin, son muchos y tal vez más que los existentes a mediados del siglo pasado. No obstante, insisto, las cosas han cambiado. ¿Para bien o para mal? Es la réplica inmediata. Hay algo de lo que estoy muy seguro: en mi próxima aparición en público, si surge la tan malhadada pregunta, o mejor dicho, el tan sobado comentario de que nada ha cambiado, de que todo sigue igual que en el siglo pasado, tendré que responder: Imagínense entonces lo que sería si Pinochet y Videla... perdón, quise decir: si las vacas volaran •
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de dictaduras perfectas y otros secretos a voces
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E vAriAs EsCENAs pOdríA decirse algo similar, pero quizá la que mejor contiene el espíritu del filme en su conjunto es aquella en la cual un alto ejecutivo de una empresa llamada Televisión Mexicana habla por teléfono celular con el presidente de la República, mientras éste preside algún acto protocolario que está siendo televisado. El meollo de la conversación versa sobre cómo deshacerse de cierto político opositor que ya está resultando demasiado incómodo, pero al final de la llamada, y puesto que el ejecutivo de la tv está mirando lo que su propia empresa transmite en ese momento, como quien no quiere la cosa le dice al presidente algo así como “oye, ¿quién te está diseñando las corbatas, ¿eh? Porque están horribles, te ves de la chingada”. La película, como de seguro lo sabe el amable lector, lleva por título La dictadura perfecta, es dirigida por Luis Estrada y debe su título a la célebre definición que hace ya algunos años hiciera Mario Vargas Llosa del sistema político mexicano –definición que por otro lado, no está de más recordar, le valiera disputa y distanciamiento con su otrora amigo Octavio Paz, a la sazón beneficiario y defensor de un régimen que, tiempo atrás, fuese claramente definido por el propio Paz en El ogro filantrópico y que, burla burlando, muy recientemente ha recibido de un contradictorio Vargas Llosa una suerte de extraño perdón, a saber si honesto o interesado. Sin embargo, y aprovechando la breve digresión del diferendo pazvargasllosiano, debe aclararse que, en el filme, la definición de marras experimenta algo así como un desdoblamiento o, quizá, una exponenciación, ya que si en aquel histórico Coloquio convocado por la paciana revista Vuelta, Vargas Llosa se refirió al régimen priísta que renovaba cada seis años a su dictador en turno, Estrada se refiere más bien al mexicano secreto a voces contemporáneo, según el cual el verdadero dictador de estos días no es tanto un ente político sino uno mediático. Un segundo secreto no a voces sino a gritos, claramente expuesto en el filme, consiste en que a partir de 2012 este país es gobernado –aunque tal palabra sea no más que un decir– por un sujeto sin mayor merecimiento que el de haberle pagado a la televisora más poderosa en habla hispana lo que ésta determinó para elevarlo, en la percepción del público masivo, a la imposible categoría de estadista/ salvador de la patria/restaurador del orden/líder carismático más todo lo que se le pudiese haber ocurrido al cuerpo de estrategas propagandístico-publicitarios. Tercer secreto a voces, conjugable lo mismo en tiempo presente que en futuro, y en el cual consiste la ultima ratio narrativa de la cinta:
no importa qué tan corrupto, sátrapa, impreparado, torpe, mendaz, autor intelectual de asesinatos, cómplice de criminales institucionalizados y también de criminales sin placa y sin legislación a modo, más un terrible etcétera, pueda ser este o aquel político, dicho sujeto impresentable puede acceder a la primera magistratura nacional por obra y gracia del poder de la televisión, capaz de hacer que el miasma parezca oro. Eso y no otra cosa es el personaje Carmelo Vargas (Damián Alcázar), que el lector seguro recordará por La ley de Herodes; eso y nada más es lo que se vive –quizá mejor dicho, se ve en la pantalla televisiva– ahora mismo con Peña Nieto en el poder ejecutivo y al menos un par de enanos políticos de la talla del mexiquense Chapitas Eruviel y el neoniñoverde chiapaneco Velasco, haciéndose una promoción mediática que nos deja, como país, dos o tres niveles debajo de la categoría de país bananero.
el realismo fársiCo En similar tono fársico al de la citada Ley de Herodes, así como de El infierno y Un mundo maravilloso–, La dictadura perfecta concentra sus baterías en el desmenuzamiento de otros dos secretos a voces: la existencia de un contrato mercantil político-televisora, cuyo objeto puede ser desde el mero “control de imagen” hasta la instalación en un cargo gubernamental determinado, y el modo de operar de eso que se conoce como “la caja china”: la creación mediática artificiosa de focos de interés público a conveniencia del que paga: escándalos que cubran otros escándalos, invocación y explotación de sentimentalismos varios, diseño de falsas personalidades mitad políticas mitad farandulescas, etcétera. Farsa realista o exactamente lo contrario, y no obstante funcionar como vehículo para la exposición de tanto secreto a voces, a La dictadura perfecta parece faltarle o sobrarle algo para ser redonda: quizá nada menos que el tono narrativo, máxime considerando los resultados espeluznantes, en la realidad y no en la farsa cinematográfica, de todo aquello que aquí se cuenta •
cinexcusas
¿En verdad nada ha cambiado?
Luis Tovar
prosaÍsmos
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ensayo
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a Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fue fundada en 1926 con el objetivo de llevar educación a las poblaciones casi olvidadas de México, con una perspectiva emancipadora, productiva e indígena. Cinco años después, la Normal de Warisata, “la escuela ayllu”, se creó en el altiplano boliviano con similar orientación emancipadora, productiva e indígena. Ambas experiencias se encontraron por primera vez en 1940, en el Primer Congreso Indigenista Interamericano. Warisata, que ya se había ganado algo de reconocimiento de la comunidad educativa latinoamericana, fue elegida como la primera sede de aquel encuentro. Sin embargo, conflictos de último momento provocaron que el evento se realizara en Michoacán, México. El organizador de y principal impulsor de la cumbre fue el fundador de la Normal de Ayotzinapa, Moisés Sáenz. Allí se presentó y ovacionó la ponencia boliviana que resumía los principios ideológicos y educativos de la “escuela ayllu” del altiplano. Aquella vez, Lázaro Cárdenas agradeció “muy especialmente” a Bolivia por haber permitido que la realización del Congreso se trasladara a México. La triste verdad, sin embargo, es que en La Paz ya había comenzado el boicot a la educación indígena. Durante el siglo xx, de la Normal de Ayotzinapa salieron guerrilleros, maestros comunistas, dirigentes campesinos marxistas y no pocos reconocidos luchadores sociales. En la “escuela ayllu” de Warisata se organizó una de las columnas de resistencia de importancia fundamental para la debacle del neoliberalismo boliviano en el nuevo siglo. Ambas escuelas saben de masacres y desapariciones. Ambas saben de ataques desde sus propios Estados y gobiernos. Ambas fueron y son cuna de guerreros. Casi setenta y cinco años después del abrazo de Michoacán, un nuevo puente de lucha y resistencia surge entre estas golpeadas experiencias de educación para la liberación. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa por parte del
16 de noviembre de 2014 • Número 1028 • Jornada Semanal
Estado mexicano convocó a sus pares de Warisata y, como en aquel encuentro de 1940, los unificó y encontró como parte de un mismo proyecto que no deja de insistir con ese viejo sueño de emancipación y descolonización. “Con vida se los llevaron, con vida los queremos”, se grita en La Paz, al igual que en Buenos Aires o en el Distrito Federal. No confundirse: suena como una de nuestras históricas consignas reclamando justicia para los desaparecidos durante las dictaduras militares, pero no. El reclamo esta vez es por los 43 de Guerrero. La herida de Ayotzinapa lastima a toda Latinoamérica. Nos muestra de la manera más violenta que el pasado no está tan lejos como creíamos. Que la noche sigue ahí, a la espera de una nueva oportunidad. Ahora, como antes, no podemos perder de vista que el responsable fue el Estado. Fue un crimen de Estado y los responsables tienen nombre y apellido. Y como con los delitos de lesa humanidad que cometieron los militares, no nos cansaremos de reclamar justicia y castigo para los culpables. La lucha contra la impunidad y el olvido es insepara-
Las normales de Warisata y Ayotzinapa: puentes
Boris Miranda Ilustración de Juan G. Puga
ble de nuestras tradiciones. Desde México hasta Argentina. No olvidamos, no perdonamos. “No fue el narco, fue el Estado”, se repite con vehemencia y con razón. Si antes fue “el comunismo internacional” y “los subversivos”, ahora la guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico sirven para consolidar un esquema de criminalización de nuestras sociedades. Sin embargo, los verdaderos delincuentes y asesinos no se encuentran en una escuela normal o en la Federación de Campesinos en Guerrero. Ellos están bien incrustados en los engranajes del poder y la institucionalidad. Operan a través de políticos corruptos y emisarios en las casas de gobierno. Entre policías comprados y militares que son parte del “negocio”. Con informantes oportunos y legisladores funcionales. Los nexos del exalcalde de Iguala y su esposa con algunos cárteles mexicanos sólo confirman el modelo. Estas organizaciones están cada día más especializadas y su modelo de negocio más segmentado. Las economías del narco, la trata, el sicariato, el tráfico de personas y órganos, el secuestro selectivo y el lavado de dinero están articuladas en circuitos y corredores que cruzan todo el continente. Por México pasa la cocaína que se cristalizó en Bolivia o en Colombia y que antes fue convertida en pasta base en Perú. Allí operan los tratantes y traficantes de personas que reclutan y secuestran con ayuda de las pandillas de Centroamérica. También circulan las armas que se compran y venden en contubernio con policías y los “comandos” de Brasil, en un negocio bien montado desde Estados Unidos donde participan bolivianos. Las bandas ultravioletas como la que operó en Guerrero se multiplican en toda la región. Ya desembarcaron en El Salvador y Honduras al igual que en Brasil y Colombia. La narcopolítica cruza nuestros países y hoy es tan visible en Iguala como en Paraguay. Ahora México nos duele y nos debería doler más porque su tormento está mucho más cerca de lo que imaginamos. Claro que nos incumbe. Las decenas de miles de desaparecidos y los miles de m u e r t o s e n e s t a d é c a d a también son parte de nuestra realidad. El 19 de septiembre de 2003, para justificar la masacre y la toma de la Normal de Warisata, un expresidente boliviano delirante emitió una orden en la que instruía a los militares el uso de la fuerza necesaria, “habiéndose constatado la grave agresión de un foco guerrillero”. Misma l ó g i c a , c a s i mismos métodos. Criminalizar, mentir, disparar, desaparecer. No estamos tan lejos y el pasado no quedó tan atrás. Ayotzinapa nos recuerda la historia del continente y no debemos desentendernos jamás de ella. Sus heridas son las nuestras. Compartimos puentes hace décadas. Incluso antes del abrazo de Michoacán. En aquel pletórico 2003, en el funeral de los normalistas de la "escuela ayllu" fue donde las veinte provincias de La Paz juraron no parar hasta lograr la renuncia del gobernante masacrador. Lo lograron después de setenta caídos y centenares de heridos graves. Así terminó la pesadilla. Nuestros muertos, los de acá y los de allá, fueron y serán la semilla •
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