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Aquellos años: el Archivo General de la Nación, el CEMOS y el Salón Victoria

De tarde en tarde comía con Carlos Payán en el Salón Victoria, en las calles de López. Siempre asistía entusiasmado, pues era muy grato conversar con él y con quienes llegaban a su mesa. Lo había conocido desde que trabajaba en el Archivo General de la Nación y, ya a cargo de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, colaboré con él en algunos proyectos del CEMOS (Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista), que conserva acervos muy importantes. Curiosamente, desde el año 1982 había participado junto con otros compañeros de la Galería 5 en Lecumberri por instrucciones de la doctora Alejandra Moreno Toscano, a la sazón Directora General del AGN, ayudando a Arnoldo Martínez Verdugo quien quería reunir testimonios –los hay abundantes en los archivos de Gobernación–, especialmente los de la Dirección General de Gobierno, para lo que sería precisamente el CEMOS. Muchos años después, ya con Payán al frente, apoyamos en las tareas de ordenación inicial de alguno que otro de sus archivos, por ejemplo, el de Gerardo Unzueta.

Recorrer las habitaciones del CEMOS en Pallares y Portillo con Payán era muy interesante y enriquecedor, pues se detenía en mil anécdotas al ver un grabado del Taller de Gráfica Popular, una fotografía o un libro tomado al azar. Le tenía un inmenso cariño a esos acervos y era desde luego muy consciente de lo que significaban como herencia intelectual, artística y política. A veces llegaba a la Biblioteca para mostrarle a alguien los murales de Vlady, a quien admiraba

Juan Manuel Herrera mucho y siempre contaba, entrecortadamente entre risas, acerca del “amarillo que había usado Vlady”. Le tenía un especial aprecio a esa obra mural monumental Las revoluciones y los elementos. Como yo siempre tenía en mi oficina grabados o pinturas, se detenía a verlos y comentar algo sobre la obra o los artistas y elogiaba al paso el taller de su hijo Emilio, actual director del Museo Nacional de la Estampa.

Me hice cliente habitual del Salón Victoria hasta que cerró definitivamente. El dueño –que también lo era de Casa Rosalía en San Juan de Letrán– vendió el edificio y ahora hay negocios dedicados al ramo de las lámparas. Pero siempre que fui a comer ahí recordaba con gran gusto las comidas y la conversación de Carlos Payán, pilar del periodismo en México l

Di que me amas

Di que me amas grítalo murmúralo a mi oído escríbelo en los muros de la calle en las paredes de tu casa anúncialo en la radio en el aviso oportuno ráyalo en las mesas donde comes mándalo a bordar en tus sábanas en tu almohada tatúamelo en la espalda en el vientre en las nalgas o, si quieres, sólo di.

Regresé a Ixqui

Regresé a Ixqui. Aún no llegaba la primavera y ya era verano.

El aire estaba seco, la tierra, leonada.

En los aguajes, las ranas celebraban la noche.

Volví a sentir calor en el cuerpo

Volví a sentir calor en el cuerpo. La distancia se hizo polvo, el viento, la respiración, la ventana, transparencia, el río, agua lustral, su voz, mi garganta, su risa, la luminosidad del aire.

*Poemas tomados de Ixqui, Carlos Payán Velver, Papeles Privados, México, 2004.

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