EL
VOZ COLECTIVA, MEMORIA Y TRASCENDENCIA Actualidad del ’68: entre Revueltas y el infierno Gustavo Ogarrio 2 de octubre de 1968 Vilma Fuentes 1968 Marco Antonio Campos
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE DE 2018 NÚMERO 1230
Carlos Payán, Salvador Martínez Della Rocca, Rolando Cordera, Alejandro Encinas, Luis E. Gómez, Argel Gómez Concheiro, Carlos Martínez Assad, Inti Muñoz Santini
LA JORNADA SEMANAL
Archivo del IPN
2 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
EL ’68 MEDIO SIGLO DESPUÉS
P ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz y Jorge García Báez PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
rácticamente sin dilación, los acontecimientos ocurridos en 1968 en México –altamente simbólicos pero también trágicamente concretos y definitivos– fueron amplia y debidamente historiados, analizados y puestos al servicio de la causa más trascendente: incidir de manera positiva en el presente y el futuro del país. Al sumar aniversarios, inevitablemente signados por la masacre genocida que se perpetró hace cincuenta años en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la constante revisión del ’68 ha dejado clara para todos la naturaleza de ese momento histórico, político y cultural como lo que es: un parteaguas nacional, insoslayable para entender quiénes somos y hacia dónde nos hemos dirigido desde entonces como sociedad. Esta entrega se dedica a la conmemoración reflexiva sobre aquellos hechos, con el propósito no sólo de contribuir a la persistencia de la indispensable memoria –resumida inmejorablemente en la célebre consigna “2 de octubre no se olvida”– sino con el objetivo, más amplio e igual de imprescindible, de aquilatar la trascendencia histórica, política y cultural de un movimiento estudiantil inmediatamente convertido en un amplio fenómeno sociocultural que abarcó a la realidad del país entero. De diversas formas protagonistas, haya sido en calidad de participantes, de testigos o de analistas acuciosos, los autores convocados aquí enriquecen un mosaico de voces que necesariamente ha de crecer y cuya fuerza nos acerca al cumplimiento de las demandas sociales más importantes, ya enunciadas hace medio siglo: justicia, democracia, libertad y participación colectiva en el destino de México l
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
2 DE OCTUBRE DE 1968 Testimonio directo y grabado en la memoria de una joven mujer embarazada y de un país entero, de la matanza que marcó la historia de México a sólo unos días de acoger las Olimpiadas, emblema clásico de la concordia en la era moderna.
Vilma Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
H
ay recuerdos inmóviles que los años no cambian, intocables en los recovecos de la memoria. Aparecen como si siguieran con vida, momias embalsamadas, estatuas esculpidas por el tiempo aprisionado y detenido en su interior. El que conservo del 2 de octubre de 1968 es uno de ellos. La mañana era radiante, el cielo despejado, se anunciaba un día caluroso de otoño. Nos sentíamos contentos: el Ejército había desocupado Ciudad Universitaria y el movimiento estudiantil iba a continuar su camino. La palabra se impondría a la violencia. Hacia mediodía, David y yo nos dirigimos al Zócalo. Llevábamos los resúmenes de libros solicitados por Henrique González Casanova, ejercicio que nos permitía a la vez ganar algo de dinero y aprender algunos secretos de la escritura. José Emilio Pacheco, Felipe Campuzano y Sara Sefchovich participaban también con sus resúmenes de novelas y ensayos. Asesor del secretario de la Presidencia, Martínez Manatou, simpatizante de la lucha estudiantil, don Henrique tenía sus oficinas en Palacio Nacional. Ese 2 de octubre, el Palacio era un hervidero de gente, ruido, sol y sudor. El calor subía sin llegar a su apogeo. El aire envenenado, tembloroso, levantaba el ardor de los rayos del sol. Era la una de la tarde. Mientras esperamos que don Henrique nos recibiera, platicamos con el poeta Óscar González, su secretario particular. Hablamos de alejandrinos, flamboyanes, del retiro del Ejército, la sucesión presidencial. Óscar nos expuso sus sospechas sobre esa desocupación militar que podía esconder otros designios de Díaz Ordaz. González Casanova, en cambio, optimista, de buen humor, satisfecho, veía sus ambiciones cumplirse pronto. Se anunciaba un mitin triunfante en la plaza de las Tres Culturas.
3
–Si van al mitin, escríbanme un reportaje. Todo ha cambiado, ya verán. El gobierno ha dado un gran paso hacia el diálogo. Lo estudiantes deben dar ahora el otro. Salimos de Palacio a la reverberación del sol sobre el cemento de la vasta plaza del Zócalo, ese brasero que era el apogeo del calor a las tres de la tarde. Decidimos comer en una fonda. Lo avanzado del embarazo, el olor a gasolina, la comida aceitosa y el calor me provocaron náuseas. David me propuso regresar a casa. El iría a entregar unas traducciones antes de asistir al mitin. Me dirigí a una esquina donde pasaba el camión para regresar a Pitágoras. Tardó mucho tiempo en pasar. La gente se iba acumulando en su espera. El cielo se nubló estancándonos en una cubeta de calor. Sentí algo anormal cuando logré treparme a un camión: la calle parecía más amplia, sin vehículos, vacía. Llegué a casa después de las cinco de la tarde. El mitin debería haber comenzado a esas horas. Sin radio, televisión ni teléfono, traté de leer en vano, sumida de nuevo en la desesperante espera. Me refugié en un juego tras otro de solitario. Oí el sonido de las patrullas policíacas y la sirena de las ambulancias, distantes, escasas. El silencio de la calle comenzó a pesarme, denso como una red en cuyas mallas hubiera quedado la vida en suspenso. El crepúsculo había pasado: David volvería pronto. Eran más de las nueve de la noche. Tocaron a la puerta la hermana de David y su marido. Pálidos. Eugenia me dijo que habían reprimido. Habían agarrado a los muchachos como a ratas. Con ametralladoras. Asesinaron en masa, sin piedad. De nuevo a solas, no recuerdo qué hice. No sé cuánto tiempo después, escuché los pasos de David en la escalera. Abrí la puerta y lo vi: salpicados de sangre el pantalón y la camisa. Sonreía. Tardó en regresar porque perdió el dinero, me explicó. Una buena mujer le dio un tostón para el camión, pero no encontró ninguno y volvió a pie. Su cara no expresaba ninguna señal de lo vivido. “Estás cubierto de sangre”, le dije. “No entiendo cómo pude mancharme”, se preguntó. Vi esculpirse en los rasgos de su rostro el miedo, la violencia, la carrera, el horror. Se dejó caer en el sofá, las manos tapándose los oídos para no volver a escuchar los gritos, la balacera. Bajamos a telefonear. Era urgente tranquilizar a su familia. Ningún teléfono funcionaba. A condición de mantenerse agachado en el asiento trasero, un chofer de taxi aceptó llevarnos a causa de mi embarazo. “Están matando”, nos dijo. David comenzó a recordar lo vivido esa tarde cuando ya de noche miró las imágenes en la televisión. Había corrido por los pasillos de los multifamiliares, perdido en esa ratonera dando vueltas en un laberinto cuyas salidas daban a la muerte, instalada en cada vuelta de esquina, los soldados disparando a quemarropa, los muchachos cayendo adelante en la carrera desquiciada de quienes alcanzaban a escapar, protegidos por la muralla de los cuerpos desplomados, saltando sobre ellos en una danza macabra. La carrera había durado dos horas en el seno del miedo. Sólo algunas imágenes de la pesadilla volvieron a su mente esa noche. Otras volverían después. Ni el olvido ni la muerte pudieron devorar esas dos horas petrificadas en el laberinto del tiempo l Mujer embarazada observa impactos de bala en un escaparate durante el conflicto estudiantil de 1968. Foto: Archivo del IPN
LA JORNADA SEMANAL
4 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
ACTUALIDAD DEL ’68:
entre Revueltas
Un repaso oportuno de las ideas políticas del gran novelista –“que escribía mal”, según la crítica literaria de su tiempo– contenidas en sus obras México: democracia bárbara, Diario, sus notas sobre el movimiento estudiantil del ’68 y El apando, que ponen en perspectiva política el contexto de los trágicos acontecimientos del 2 de octubre de ese año. Cincuenta años después, el 13 de septiembre pasado, en una demostración masiva, estudiantes de todas las universidades y centros de educación media y superior en Ciudad de Mexico y en provincia, salieron a las calles para rechazar la violencia porril en sus planteles y generalizada en el país, retomando así la famosa “marcha del silencio” y su infortunada vigencia de motivos.
Gustavo Ogarrio ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Para Joel y Naomí, para Emilio, para las y los estudiantes golpeados el 3 de septiembre
Las raíces autoritarias de una democracia bárbara: Revueltas antes del 68
L
as reflexiones de José Revueltas (1914-1976) sobre el autoritarismo mexicano encuentran en 1958, diez años antes del movimiento estudiantil del ’68, un punto de inflexión importante. En el prólogo a la segunda edición del opúsculo México: democracia bárbara, Revueltas se refiere a una anécdota que se contaba de Porfirio Díaz: “Requerido acerca del porqué no se implantaba la democracia electoral en México, el dictador había contestado cazurramente: ‘si nada más como experiencia ofrecemos la libertad del voto a los ciudadanos del distrito M. (parece que se refiere a la colonia de Santa María la Ribera, muy conservadora por entonces –anota Revueltas–), podríamos estar seguros que el representante electo no sería otro que el señor Arzobispo de México’”. La dictadura de Díaz se había eternizado bajo el argumento de conducir autoritariamente a una sociedad que no estaba preparada para elegir políticamente otro destino diferente al de una regresión religiosa. Un padre Estado dictador, cruel y benevolente al mismo tiempo, que se encargaba de ejercer su autoridad ante una sociedad infantilizada que todavía no estaba preparada para la democracia electoral y mucho menos para un régimen de libertades políticas amplias. Para José Revueltas, el siempre vigoroso militante de izquierda que se conducía bajo la
redención política de la lucha de clases y uno de los pensadores y escritores más complejos del siglo xx mexicano, tal argumento porfirista era un “cuento” político que en 1958, año en el que publica México: democracia bárbara, se podía ya analizar en toda su dimensión ideológica, es decir, como una fábula de la dominación autoritaria e incluso como una ficción de Estado que ayudaba a narrar desde el poder la necesidad histórica de la dictadura porfirista, la justificación misma de un régimen de longevidad autoritaria. Afirma Revueltas, para extraer de la anécdota de Díaz su actualidad en el año ’58: “Pero lo que sí funciona y sigue siendo válido, es el hecho de que la camarilla del Poder en el México actual, no sobreviviría ante el empuje crítico de una democracia auténtica con todo lo que esto comporta: libertad de expresión, de libre asociación, de libre sufragio y demás.” Revueltas, profundamente dialéctico en su concepción de la historia y de la política, anuncia tempranamente la formación de un comportamiento al que identifica como una cultura política “a la mexicana”, una “singular propensión… hacia considerar al país y determinadas de sus expresiones como algo único, privativo, que no tiene precedentes de ninguna naturaleza ni analogías respecto a nada que sea ajeno al propio México y a su peculiar idiosincrasia”. Revueltas está describiendo los fundamentos del autoritarismo mexicano como una “autarquía ideológica”, una “indefinición por excelencia” que es también esa actitud autoritaria que en nombre del nacionalismo absorbe los fenómenos más variados para transformarlos en una conducta típicamente “mexicana”, es decir, unilateral, la cultura política de la corrupción que se hace nombrar democracia, una “democracia bárbara”.
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
5
y el infierno
Página anterior: Ficha de detención de José Revueltas. Mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Arriba: La reciente marcha que partió de la facultad de Ciencias Políticas a la Rectoría de la UNAM, en protesta por los actos de violencia ocurridos días antes, 5 de septiembre de 2018. Foto: Roberto García Ortiz / La Jornada
El análisis de Revueltas se ubica en un momento histórico en el que las contradicciones de clase que deja al descubierto la Revolución mexicana se están definiendo a favor de una emergente clase empresarial y de un nuevo autoritarismo que “subsume” al México latifundista de la dictadura de Porfirio Díaz. Se estaba produciendo un nuevo tipo de explotación obrera y campesina acorde con las exigencias de un capitalismo de Estado benefactor o “burgués”. José Revueltas suelta una hipótesis tan vigente como coyuntural en 1958: “Por ello hay que insistir en que el problema de una renovación de los sistemas electorales y de una regeneración de la democracia en México no debe esperarse del poder público”. El Estado “a la mexicana” del ’58 se perfeccionó en su vocación autoritaria a través de esa simbiosis autoritaria entre partido y poder público, entre Estado e imposición corporativa que arrollaba cualquier proceso de democratización. Revueltas remata esta parte de su reflexión con una afirmación política sobre la “misión” de la izquierda ante esta dialéctica de la explotación: la regeneración de la democracia “es una tarea que está en manos de la oposición. Pero no de toda la oposición, sino de la única que puede ser eficaz y consecuente en un país como el nuestro: la oposición de izquierda”.
Inserción del CRU (Comité Renovador Universitario) en agosto de 1968 denunciando a los agitadores comunistas dentro de la UNAM (empezando con el rector Barros Sierra) y señalando a José Revueltas como jefe de la Liga Comunista Espartaco, quien fue detenido tres meses después.
“Nos persiguen por eso”: Revueltas y el infierno del presente en el año 68 En 1977, un año después la muerte de José
Revueltas, el crítico uruguayo Jorge Rufinelli ya advertía sobre los estigmas que la crítica literaria vertía sobre algunos escritores latinoamericanos a los que se acusaba de “escribir mal”; entre ellos estaban el argentino Roberto Arlt, el uruguayo Felisberto Hernández y el mismo José Revueltas: “los conceptos de escritura eran sensiblemente diferentes a los actuales”, sentenciaba Rufinelli para indicarnos que las obras de estos tres escritores partían de una concepción de la ficción absolutamente distinta a la dominante en los años setenta del siglo xx. En el caso de Revueltas,
la conciencia extremadamente política de sus textos fue vista con recelo por el poder ilustrado y conservador de mucha de la crítica literaria en México y por sus mismos “camaradas” de partido. El motivo era esa simbiosis perturbadora entre ficción y su referente político inmediato; la narrativa de Revueltas tocaba los extremos de la condición humana mediante la enunciación artística y directa de los horrores del siglo xx, entre ellos “los procesos de Moscú”, los crímenes de Stalin, pero también la vida de perseguidos y exterminados de los campesinos, obreros y militantes comunistas, en el capitalismo mexicano del siglo xx. Afirma el mismo Rufinelli: “el activismo le trajo aparejado el silencio clamoroso y previsible de algunos sectores culturales y el rechazo de sus libros cuando éstos llegaron a ser polémicos para la misma izquierda que él integraba”. / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
LA JORNADA SEMANAL
6 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
En la novela Los errores, que ocasionó la expulsión de Revueltas del Partido Comunista Mexicano, se puede encontrar, en la voz del personaje Olegario Chávez, uno de los pasajes más desgarradores de esta condición trágica que caracterizaba el “infierno” político en la Tierra mediante la pugna entre dos fuegos: Escucha, camarada Cano, mi viejo Eusebio; y tú también, Serafín Jiménez, desde el fondo de la tierra. Escúchenme los que aún están de pie del mismo modo que los caídos. Estamos en el infierno, en el regocijante infierno de la vida humana, de donde no quedará de nosotros nada más que las cenizas. Cenizas de Copérnico, cenizas de Galileo, cenizas de Hegel y de Marx, cenizas de poetas, de grandes pensadores y de simples hombres que nos hemos limitado a alimentar el fuego con la esperanza de convertirlo en llamas no infernales.
Revueltas también provocaba una “devoción sin límites”, como aseveraba José Agustín, a partir de esta misma condición política de toda su narrativa y que entra en una nueva tensión a partir del movimiento estudiantil de 1968. José Revueltas asume también de manera trágica su propia intervención en el movimiento y su posterior encarcelamiento en el Palacio Negro de Lecumberri. El Diario de Revueltas, titulado por él mismo con una frase de Goethe, Gris es toda teoría, y sus notas durante el movimiento del ’68 y la persecución posterior a la matanza del 2 de octubre, es también un registro de esos hechos que van a constituir la experiencia de un Revueltas cronista con resonancias ecuménicas de un profundo dolor que lleva al límite la condición humana ante el exterminio gubernamental de estudiantes: Pero todo está prohibido, el cielo, la tierra. No quieren que seamos habitantes. Somos sospechosos de ser intrusos en el planeta. Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas. Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada de nuestras manos, de los besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama. Está prohibido que nos vean. Ellos persiguen toda dicha. Ellos están muertos y nos matan. Nos matan los muertos. Por eso viviremos. (28 de octubre de 1968.)
¿Quiénes son “ellos”, los muertos que matan? Revueltas escribe una crónica del ’68 cargada de acentos trágicos y de resonancias míticas, la caracterización de los “ellos” es una simbolización del poder destructivo del Estado. Pero tam-
bién son los “monos” de la novela El apando, esa obra maestra de Revueltas que también se puede leer, paradójicamente, como la culminación artística de este ciclo revueltiano que forma el arco que va del movimiento del ’68 a su último encarcelamiento. Una sociedad del castigo permanente, una metáfora de presidio que sirve para comprender la pulsión carcelaria del Estado: todas y todos presos en el ejercicio de un autoritarismo con rasgos totalitarios que, una tarde lluviosa de octubre de 1968, asesina estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. La “mona” y el “mono” del poder político y carcelario que vigilan a los presos-ciudadanos en una tensión narrativa en la que nadie escapa de una prisión mayor: la realidad misma. Estaban presos ahí los monos, nada menos que ellos, mona y mono; bien, mono y mono, los dos, en su jaula, todavía sin desesperación, sin desesperarse del todo, con sus pasos de extremo a extremo, detenidos pero en movimiento, atrapados por la escala zoológica como si alguien, los demás, la humanidad, impiadosamente, ya no quisiera ocuparse de sus asuntos, de ese asunto de ser monos, del que por otra parte, tampoco querían enterarse…
¿Quiénes son actualmente esos “ellos” que desde su propia muerte en vida tratan a los estudiantes como si fueran de otro planeta? ¿Será necesario afirmar la vigencia de José Revueltas en el “infierno” del presente?
Notas sobre el ahora del ’68: a 50 años Los hijos del “desarrollo estabilizador” fue-
ron los que, de alguna manera, hicieron posible el movimiento estudiantil del ’68. Esos hijos que no cumplieron cabalmente con el llamado de modernidad que el nacionalismo revolucionario y el sistema educativo les ofrecían, esa movilidad social que estaba supuesta en la universidad de masas. La juventud del ’68, aquella que estaba convocada para concluir la ardua y comprometida tarea del “progreso”, del “milagro mexicano”, se rebeló contra este destino y pateó con trágica alegría el sueño del autoritarismo desarrollista, hizo evidente que ese “milagro” se había construido sobre la unilateralidad e intolerancia del Estado mexicano. Si el ’68 fue la voz colectiva que desató la sospecha sobre la armonía ficticia de la política dominante, también irrumpió como la gran experiencia de la desobediencia, de
Las dos Marchas del silencio en Ciudad de México: el 13 de septiembre de 1968 y 50 años después este 2018 en conmemoración de la primera. Arriba: Brigadistas en mítines relámpago provenientes de todas las escuelas en paro. Fotos: a50del68.com
lo insólito y de un lúdico discurso político que se oponía a las costumbres de la dominación, a las rutinas despóticas que hacían “innecesaria” una actitud política distinta. Lo más escalofriante es que la represión del ’68 y la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco se dan con la anuencia y complicidad de la gran mayoría de los medios de comunicación y son prácticamente “borradas” por un espectáculo de masas: las Olimpiadas en México. Y a esta anuencia que intenta a como dé lugar clausurar el panteón de la matanza, los heridos, desaparecidos y presos políticos, se suma el alivio de una gran parte de la sociedad dispuesta a trabajar en su propio olvido mediante los aplausos por las medallas y la celebración por los Juegos Olímpicos, que por fin habían llegado al “Tercer Mundo”. La actualidad del ’68 no sólo se manifiesta en esa protesta y movilización libertaria que cuestiona la base misma de un Estado autoritario; la
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
herencia negra de la matanza está también en el poder de los medios de comunicación para montar una política inmediata del olvido, eficaz; es el primer ensayo contemporáneo en el que gobierno y medios de comunicación se articulan para suprimir las huellas del crimen, para trabajar sobre la inmediatez de la vida cotidiana y poner en escena, literalmente, una estrategia de pantallas sobrepuesta a una realidad homicida; el delirio olímpico y la fiesta de la “fraternidad entre los pueblos” cumplían con un ritual que, al intentar huir de la esquizofrenia que conjugaba muerte y carnaval olímpico, no hacía más que expresar el núcleo de una sociedad marcada, hasta el día de hoy, por esta simbiosis envenenada entre represión, muerte y espectáculo. Sobre el ’68 se ha construido una fábula optimista de la democracia: se ve al movimiento estudiantil como el inicio de un proceso de largo plazo que llevó al país a la democracia en los años ochenta, al resquebrajamiento del Estado autoritario que surge de la institucionalización de la Revolución mexicana y que culminó con la “alternancia” en el poder en 2000 o con el mismo rechazo al pri y al pan del 1 de julio pasado; un legado que hace posible la paulatina instauración de los derechos humanos. Sin embargo, esta no es la única lectura posible. El ’68 es también la cancelación violenta, represiva y homicida de una alternativa de democratización popular, es la primera comprobación contemporánea de que el Estado y el espectáculo de masas se necesitaban mutuamente para debilitar la palabra política y la movilización de la sociedad. Quizás la actualidad más recóndita del ’68 y de su memoria, que se ha activado en un momento actual de peligro –con la criminal agresión porril contra estudiantes del pasado 3 de septiembre–, está ahora oculta en la “transparencia y en la diversidad informativa”, en la apropiación conservadora, episódica y descontextualizada que la celebra como origen de nuestra democracia, en la “presentación” mediática de cada 2 de octubre, colmada para los medios de comunicación dominantes de marchas, paros y protestas que ocasionan el “caos” de la vida moderna, en el pronóstico de ese tiempo nublado, el mismo que enunciaron en primer plano al otro día de la matanza del 2 de octubre del ’68, el mismo con el que callaron y ocultaron el panteón de la desobediencia: el fetiche ideológico de lo inmediato. Los llamados "nietos del ’68" salieron a marchar el pasado 13 de septiembre en protesta por el ataque de porros… y salieron por miles, de todas las escuelas, prepas, cecehaches y facultades de la unam; se sumaron contingentes del ipn y de muchas otras instituciones educativas, en una réplica de la célebre marcha del silencio de hace cincuenta años, el mismo día, 13 de septiembre. Y con ello levantaron su silencio que crujió demandando "Fuera porros de la unam". Se va generando una equivalencia histórica, un paralelismo entre aquel trágico 1968 y la posibilidad de un nuevo movimiento estudiantil que por fin termine con esas violencias que se resisten a morir: porros, autoridades no democráticas, discriminación contra jóvenes, pero también feminicidios, acosos, impunidad, ausencia de justicia... los días otra vez con sus años… crónica de un instante que ya dura cincuenta años y en donde resuenan las palabras del camarada Revueltas: “Estamos en el infierno, en el regocijante infierno de la vida humana … No quieren que seamos habitantes. Somos sospechosos de ser intrusos en el planeta…” l
7
1968
Marco Antonio Campos Éramos como estrellas iracundas. Efraín Huerta, “Borrador para un testamento”
Hay fechas que vuelven como iluminación o niebla repentina. Tú no sabías entonces que esa fecha sería como cuña de plata en pleno oro. Como una canción que niega hasta las lágrimas, como una emoción que niega hasta las lágrimas, te vuelven –se graban– dos imágenes, se vuelven sagradas dos imágenes: cuando al atardecer entras por 5 de Mayo frente a Bellas Artes y la sensación de la multitud en plaza del Zócalo, picoteada la plaza por miles de puntas de alfileres en luz. Eso que no sabían definir los diecinueve años, lo entiendes ahora en dos palabras: Libertad y Sueño. Pero la historia son momentos, dices, y aquel adolescente no sabía, ¿cómo lo iba a saber?, que México, en vez de engrandecerse, se precipitaría en un pozo ciego: guerrillas, crímenes, desempleo, una sociedad en grito, la esperanza, la furia en la calle, la amarga decepción por los traidores y los claudicantes, repentinas luces, sueños que se volvieron como trigo emponzoñado, el río revuelto donde todo era la pérdida. La historia echó a andar por las calles, y muchos creyeron, viéndola tan cerca, que podía cortejársele. Pero la historia no se hace con buenas intenciones ni con halagos falsos, menos con las manos sucias o llenas de sangre. Pero te quedan de entonces dos imágenes como rítmica plata en doble olivo, como alondra cortada por la luna.
LA JORNADA SEMANAL
8 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
’68 EL
Tomadas del libro colectivo Otras voces y otros ecos del 68, compilado por Salvador Martínez Della Rocca y publicado en 2013, con motivo del 45 aniversario de nuestro negro 2 de octubre, los textos a continuación son fragmentos de algunas de las voces esenciales que han hablado respecto del amplio movimiento social, político y cultural englobado bajo el sencillo pero tremendamente simbólico nombre de “el ’68” y cuya vigencia permanece intacta.
VOZ COLECTIVA, MEMORIA Y Momentos de fundación histórica Carlos Payán Volver Sobre esos hechos se ha escrito mucho. No ha
sido suficiente, tal vez. Cada nuevo testimonio aporta nuevos datos, pues hay en cada participante de esa lucha un testigo, una visión particular de cada momento en el que pudo haber participado, y se ha contribuido así a la elaboración de un colectivo que va construyendo en su conjunto una especia de rashomón, una suerte de rompecabezas que momento a momento aporta nuevos datos sobre lo sucedido en el ’68. Lo importante del grito “Dos de octubre no se olvida”, radica no sólo en los hechos de la matanza y el encarcelamiento de jóvenes que, por supuesto, no debe permanecer en el olvido, sino que abarca toda la gesta que corresponde a momentos de fundación histórica, cuyas consecuencias se palpan hasta el presente. Sus líderes han continuado en la lucha desde diferentes trincheras: en partidos políticos, escribiendo en periódicos o revistas, dando opiniones desde la televisión o en mesas redondas, entre otras. […] Esos hechos no se olvidan y deben permanecer en la memoria de las generaciones por venir.
Una huella imborrable Salvador Martínez Della Rocca El desenlace del movimiento es harto conocido: la triste tarde de aquel 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco; la masacre de un mitin que
se desarrollaba pacíficamente; el Estado mexicano que impone su solución… Un crimen que se cometió en un mitin, repetiremos, absolutamente pacífico, en el que participaban aproximadamente 10 mil personas, entre estudiantes, padres de familia, niños, obreros y, en general, gente del pueblo mexicano. El saldo de la masacre, del genocidio, fue terrible: centenares de ciudadanos muertos, cientos de heridos, millares de detenidos y, por fin, la dirección del Consejo Nacional de Huelga aprehendidos casi en bloque, por las fuerzas del “orden”. […] Sin embargo, como todas las grandes derrotas históricas, militarmente hablando, aunque no tuvo la capacidad de reorganización y de respuesta a la violencia estatal, y aun cuando no encontró la forma de darse continuidad orgánica, el movimiento estudiantil popular de 1968 ha dejado una huella imborrable en el desarrollo de la configuración de nuestra nación. […] Los nuevos movimientos sociales, como los feministas o de género, urbanistas, de ecologistas, religiosos y de todo tipo de minorías, como homosexuales y discapacitados, se desarrollan a partir de la actitud contracultural del ’68, pero siempre en el marco de la lucha por las libertades democráticas, de la perspectiva libertaria. […] El movimiento estudiantil ha permeado todos los poros del sistema sociopolítico y económico impuesto autoritariamente a la sociedad mexicana, creando así no sólo ideología, sino una nueva concepción del mundo. En todos estos años no ha habido un momento en que se deje de luchar, en todos los campos de la cultura, por el México que todos soñamos: libre, justo y democrático.
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
TRASCENDENCIA Significado y actualización del movimiento Rolando Cordera Campos Con todo lo traumático que fue el fin del
movimiento, hoy resulta absurdo negar o minimizar los efectos múltiples y multiplicadores desprendidos de esas intensas jornadas, tanto en el juego político nacional como en el tejido sociocultural que definen el presente mexicano. A la vista de lo acaecido desde entonces, resulta pueril minimizar la naturaleza política transformadora del movimiento […] Entre otras riquezas del movimiento puede ubicarse el hecho de que se trató de una movilización colectiva en la cual, por primera vez en el México moderno y cada vez más urbano, se dieron cita no sólo los jóvenes estudiantes de los niveles medio superior y superior, sino varias generaciones de mexicanos, de profesionistas, comerciantes, amas de casa o empleados. Fue al calor de la protesta y el movimiento estudiantil que estas capas empezaron a descubrir la calle como un espacio creativo, no sólo para las diferentes expresiones ideológicas o políticas, sino para las más variadas convergencias de grupos y personas identificados por el reclamo de libertad política, ante un sistema que cada vez era menos capaz de prestar oído a las necesidades de expresión de amplias capas sociales. El movimiento, entonces, tuvo la enorme significación de volverse, sin previo aviso, un gran foro de expresión de una conciencia cívica que, si bien incipiente, reclamaba derechos cívicos, rechazaba al autoritarismo, la corrupción y la impunidad,
9
Detenciones, ejército en el Zócalo de Ciudad de México y en las calles durante el movimiento estudiantil de 1968. Fotos: https://a50del68.com
aspectos que solían darse por inconmovibles en la vida pública mexicana. Estas exigencias tenían un indudable carácter político, pero pronto lo trascendieron para conformar un severo reclamo ético. Estas llamadas fueron respondidas con métodos y medios, retórica y coacción sin límite, que conformaron una nueva imagen del poder en México: un sistema autoritario de cuerpo entero y sin mediaciones; sin capacidades ni disposición ni mecanismos para encauzar los conflictos por ámbitos institucionales. Al descubrirse desnudo, a este poder no le quedó más camino que el ridículo de ver en ese despertar cívico la puesta en acto de una conjura internacional. […] Balbuceante y hasta torpe, si así quiere verse, la gramática política que emergía, sin sofisticación alguna, sin tradición cercana de la que echar mano, era la de una ciudadanía que veía en las libertades democráticas la simiente de su identidad. “Dos de octubre no se olvida”, porque, simplemente, no podemos olvidarlo; pero su recuerdo tiene que inscribirse en una historia pasada y del presente larga y compleja, agresiva y poco generosa. Hacer de este recuerdo el punto de partida de una reflexión comprometida con la razón histórica, a la vez que con un reclamo político, obliga a volver los ojos a la nación en su conjunto, su historia y formación económica y social. Es en este sentido que la del ’68, más allá de memoria, es historia presente y debe ser una lección de futuro que nos obligue a una permanente recuperación teórica y crítica. […] Tenemos que volver a preguntarnos si es que en verdad puede pensarse en una vida colectiva alentadora, donde la convivencia se traduzca en / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
Victorias aplazadas Carlos Fuentes He pensado en el antiguo rey Pirro en estos días para preguntarme su las derrotas aparentes de los movimientos estudiantiles de 1968 y, ese mismo año, del “socialismo con rostro humano” en Checoslovaquia, no fueron en realidad fracasos pírricos, es decir, derrotas aparentes cuyos frutos sólo pudieron apreciarse a largo plazo: derrotas pírricas, victorias aplazadas.
LA JORNADA SEMANAL
10 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
cooperación social y democracia política incluyentes. Así como el ’68, decía Monsiváis, hizo creer que otro México era posible, ahora sólo es posible pensar en un México habitable con una cooperación socialmente productiva que se haga cargo de la pobreza, el empobrecimiento y la más aguda concentración del ingreso y la riqueza. Sin duda, hay mucho que actualizar y poner en acto en materia de justicia social.
Reflexiones y rememoraciones sin nostalgia Alejandro Encinas Rodríguez ¿Cuáles fueron [las] consecuencias inespe-
radas y perdurables del ’68 mexicano? El movimiento desnudó las bases autoritarias y artificiales sobre las que descansaba el hasta ese momento llamado “milagro mexicano” y la hegemonía del priismo en el régimen político. Asimismo, minó el gran acontecimiento que implicaría la presentación al mundo de la modernidad y el progreso del país a través de los Juegos Olímpicos, cuyo lema “Todo es posible en la paz” se hizo añicos en Tlatelolco, pero también marcó un hito histórico que inició un proceso de reformas y transformaciones políticas y culturales, sobre las que se cimentó la nueva sociedad mexicana. El ’68 abrió paso a una agenda social que, en muchos sentidos y a pesar de la distancia, sigue estando vigente, basta revisar las demandas y exigencias actuales de reformas que el país requiere para constatar que continúan pendientes de resolver los problemas de pobreza y desigualdad; las libertades políticas plenas; la limpieza electoral; el respeto a los derechos humanos; el combate a la corrupción; el derecho a la información y la transparencia gubernamental, así como la democratización de los medios de comunicación, sobre las que nadie puede afirmar que han concluido. Con el movimiento estudiantil se inició la inconclusa transición a la democracia mexicana, la misma que hoy enfrenta las pretensiones por restaurar el viejo régimen autoritario, pero tam-
bién catalizó la irrupción de cambios culturales profundos, que perduran y han sido base de los nuevos cimientos de la sociedad de nuestros días. […] Muchos de quienes crecimos en ese momento fuimos influenciados por ese cambio de época y nos convertimos en ciudadanos críticos, activistas sociales, militantes políticos, profesionistas, intelectuales, líderes sindicales y de opinión, artistas en diversos ámbitos culturales, profesores y académicos que forman parte hoy de la conciencia pública fundamental en las transformaciones nacionales, y que pueden considerarse herederos de esa gran explosión plural y diversa que convergió en un movismiento que de manera inesperada impactó tanto en el contexto nacional como en el haber formado parte de la más importante transformación cultural del siglo xx. Hablar del ’68 no puede circunscribirse a la nostalgia, a la remembranza de una gesta heroica –que lo fue– de los jóvenes mexicanos que ha quedado en el pasado, como un episodio consumado, sin actualidad ni porvenir. Por el contrario, es necesario insistir en que el legado del ’68 y de los movimientos de aquella década continúan vigentes, que su espíritu sigue vivo y actual, y se renueva en la medida en que el anhelo democrático y libertario, traducido en una nueva cultura política y en nuevas formas de convivencia, son aún incipientes, frágiles e inestables en nuestra sociedad.
El mundo en 1968 Luis E. Gómez No es un secreto para nadie afirmar que el ’68
fue un año especialmente convulsionado para el mundo global. Las explicaciones van desde el surgimiento de un ambiente contestatario, juvenil y emulador del cambio social y cultural en el mundo; la revolución de las telecomunicaciones y el mayor intercambio de señales, mercancías y personas […] Es claro que 1968 es un año de acontecimientos inéditos, muchos de los cuales son hoy antecedentes necesarios para la comprensión
de nuestro tiempo. Sin ellos, para bien y para mal, el mundo seguramente sería distinto. Los años 60 vivieron una serie de sucesos que desembocaron en movimientos de liberación nacional contra las políticas coloniales tanto en Asia (Indochina y Vietnam), como en África (Argelia) y en América Latina. El combate a las dictaduras y el impulso a las guerrillas latinoamericanas dado por la Revolución cubana y también por las protestas frente a la guerra de Vietnam, la luchas contra el Apartheid en Sudáfrica con Mandela en la cárcel, todo ello fue esencial para constituir una masa crítica antiimperialista, fundamentalmente juvenil, que buscaría en esos años hacerse oír con la finalidad de influir fuertemente en el destino de la humanidad.
Esos necios del ’68 Argel Gómez Concheiro Los necios del ’68, los sobrevivientes de Tla-
telolco, los José Arcadios Segundos del México real, lograron, no sin dificultades, imponerse sobre la versión oficial. A 45 [hoy 50] años de distancia, resulta difícil encontrar a alguien que aún repita las viejas descalificaciones contra el movimiento y las mentiras que sostuvo el régimen priista. Ha sido una larga lucha por la justicia y contra el olvido, que inició en el mismo instante en que la gran maquinaria de propaganda e información del movimiento estudiantil fue apagada. Desde el 3 de octubre, mientras los periódicos ocultaban a coro lo que miles de personas presenciaron en la Plaza de las Tres Culturas; mientras el gobierno seguía deteniendo estudiantes y torturaba a algunos de ellos en el Campo Militar Número 1; mientras decenas de personas buscaban a sus hijos en cárceles y morgues, Elena Poniatowska se echó a andar con su libreta para escribir el testimonio más importante y leído sobre el movimiento estudiantil y la noche de Tlatelolco. A la par del trabajo que realizaba Elena, entre finales de 1968 y 1971, desde la marginalidad y en un ambiente de zozobra, se publicaron algu-
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
Efraín Huerta, Rosario Castellanos, Marco Antonio Campos, Thelma Nava, Carmen de la Fuente, Leopoldo Ayala y Juan Bautista Villaseca, entre otros. Pronto se sumó el canto, en voz de Judith Reyes, pionera de la canción de protesta mexicana, secuestrada en 1969 y obligada a salir al exilio. Judith grabó, entre 70 y 74, diez corridos que cuentan los sucesos más relevantes del movimiento, desde la represión del 26 de julio y la ocupación militar de la Universidad, hasta los combates del Politécnico y la masacre del 2 de octubre. También comenzaron a escucharse las canciones de Óscar Chávez, Ángel Parra y José de Molina. En esos primeros años se presentó en los círculos universitarios El grito, México 1968, un testimonio audiovisual invaluable, realizado desde el interior del movimiento. Este documental es una edición de las más de ocho horas que filmaron los estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (cuec), coordinado por Leobardo López Arretche, representante del cuec en el Consejo Nacional de Huelga. En noviembre de 1968 nació la revista La Garrapata, el azote de los bueyes. Sus fundadores Rius, Helioflores, Naranjo y ab continuaron con humor y sarcasmo criticando al régimen, hasta finales de 1969 cuando, debido a presiones del gobierno, concluyó su primera época.
68: una revolución sin revolución Carlos Martínez Assad Para Emmanuel Wallerstein, 1968 fue más Página anterior: El 18 de septiembre de 1968 Ciudad Universitaria es ocupada por el ejército buscando arrestar a los dirigentes del CNH. Arriba: El saldo de la batalla por el Casco de Santo Tomás: dos muertos, dice Excélsior; 133 heridos, señala Novedades. Fotos: https://a50del68.com
nos más, encabezando la lista de los más de 80 libros que a la fecha se han publicado sobre el ’68 mexicano [lista que, cinco años después, es decir en este 2018, es obviamente más larga]. Sobresalen de aquellos primeros años el libro de un profesor comunista de la unam, Ramón Ramírez. En dos gruesos volúmenes compiló una gran cantidad de documentos sobre el movimiento –manifiestos, cartas, entrevistas– así como la primera cronología de los sucesos. Pronto se volvió un referente obligado para todos los demás estudios, aunque durante años estuvo agotado. […] [En 1970] Carlos Monsiváis publicó Días de guardar, volumen con el que inició una larga historia de textos sobre el ’68; cada tanto regresaría, a lo largo de su vida, a escribir y reflexionar sobre el movimiento que apoyó desde las páginas del suplemento México en la Cultura de la revista Siempre!, junto con Fernando Benítez y otros intelectuales. Pero probablemente las primeras palabras contra el olvido anidaron en la poesía. Apenas el 30 de octubre de 1968 José Emilio Pacheco escribía: “El llanto se extiende/ gotean las lágrimas/ allí en Tlatelolco.” En la tristeza y la soledad que siguieron a la represión también escribieron los poetas
importante por las preguntas que hizo sobre el futuro que por su crítica al pasado. Pero su interpretación lo coloca como uno de los sucesos constitutivos del moderno “sistema mundo”. La protesta se encaminó contra la hegemonía de Estados Unidos con la aquiescencia de la Unión Soviética, pero fue, ante todo, un movimiento de contracultura opuesto a las formas burguesas de vida que se frecuentaban. Por eso el movimiento se expresó de forma inmediata en la moda, en la música, en la literatura y en los nuevos comportamientos sexuales. “La revolución de 1968 tuvo, por supuesto y de forma particular, un fuerte componente de espontaneidad y (…) la contracultura se convirtió en parte de la euforia revolucionaria.” Fue, sin embargo, un movimiento contra los esquematismos de la vieja izquierda y “la tumba ideológica del concepto de ‘papel dirigente’ del proletariado industrial”. Se expresó también contra el sexismo y el racismo, fue profundamente individualista y despartidizante. Por eso luego de 1968 se impulsan nuevos movimientos sociales como los feministas o de género, urbanistas, de ecologistas, religiosos y de todo tipo de minorías como homosexuales y minusválidos. Para Edgar Morín, lo que consideró la comuna juvenil irrumpió entonces como una fuerza político social, algo que aspiraba a otra vida, a otra sociedad, a otra política. Era recuperar el sentido libertario de Montesquieu: “el derecho de todos a la libertad”. […] Así, pese a todo, lo simbólico del movimiento estudiantil como cuestionador antisistémico, y con su valor libertario, en México fue aderezado por la aspiración política de enfrentarse al Estado-gobierno, detentador y forjador del auto-
11
ritarismo. […] La mayoría de los estudiantes y de los profesores coincidieron en esa protesta ambigua que reunía elementos diversos de las lecturas de la época, de las influencias del “sistema mundo”, del crecimiento poblacional en los campus universitarios, contrarios al tradicionalismo y verticalismo de la universidad, un pluriclasismo dominado por la clase media y formalmente contrario al Estado autoritario que abandonó los principios orientadores de la Revolución mexicana. […] La historia se ocupa de varias interrogaciones y busca arrojar luces para llegar a ciertas conclusiones. “Esta es la razón por la cual la historia es también presente, pues el presente nos lleva hacia el pasado y el pasado no tiene sentido sino cuando está todavía vivo, actuando entre nosotros”, según la divisa de Fernand Braudel. Él mismo se interrogó, en relación con el mayo francés de 1968, si podía tratarse de “una revolución cultural”, que buscó demoler lo existente aunque no tuvo final porque “cuando sucede una revolución es porque las máscaras antiguas se revelan como insuficientes para esa situación”. Pero hay que demoler las fachadas mientras la sociedad permanece, aun cuando resiste como un espectáculo cambiante y móvil que asume rostros contradictorios.
Cambio y resistencia: el 68 aún no termina Inti Muñoz Santini Por donde se le vea, el ’68 mundial fue una
batalla contra el autoritarismo y la violencia de los poderosos; el reverso oculto de la democracia occidental y de los regímenes estalinistas. Una batalla urdida por un actor colectivo inesperado. Inesperado por su magnitud y por el desafío a un conjunto de reglas y nociones que se pretendían inherentes a la sociedad humana, preescritas e inamovibles. Este conjunto de normas se habían erigido en una cultura política que tras de sí sostenía un entramado hecho de injusticias y restricciones para una mayoría asfixiada por las envejecidas y solemnes élites del poder –las que habían triunfado en la posguerra– que se mostraban incapaces de entender un discurso que no fuera el de la fuerza y el orden para garantizar el estado de las cosas. La razón de Estado maquiavélica y con ella el monopolio del uso legítimo de la violencia por el Estado –esos supuestos fundamentos modernos convertidos en tradición intocable por el progreso– fueron frontalmente cuestionados, sacados de su órbita por un factor más inesperado aún: un discurso colectivo compuesto de ideas e imaginación, mayoritariamente pacifista, irreverente, ávido de igualdad, libertades y de un futuro diferente. En efecto, el ’68 no triunfó en todas sus aspiraciones. Más aún, sería derrotado en muchos de sus frentes. Sin embargo, esa fisura […] sería la continuación de otras fisuras abiertas antes, en otros momentos históricos de cambio y por otros influjos colectivos de cambio y resistencia. Un resquicio de dimensiones inéditas, ahora más abierto, por el que desde entonces ha transitado y crecido un caudal que hasta nuestros días no ha cesado de cambiar al mundo l
12 LA JORNADA SEMANAL
30 de septiembre de 2018 // Número 1230
Leer
EL DERECHO DE CALLAR Alias Grace, Margaret Atwood, Traducción de María Antonia Menini Pagès, Ediciones Salamandra, España, 2017.
Enrique Héctor González ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EL NOMBRE DE Margaret Atwood (Ottawa, 1939) lleva algún tiempo sonando en las quinielas del Nobel de Literatura. Aunque este año (¡otra vez!) vaya a escatimársele, pues se suspenderá la entrega tras los escándalos de corrupción y acoso en la Academia Sueca, sus fieles lectores sabemos que carecer de dicho galardón no demerita en nada su obra, ya tan profusamente premiada, traducida y adaptada. Alias Grace, cuya edición prínceps data de 1996, ha cobrado un nuevo auge debido a la serie televisiva basada en ella. La autora recrea un caso verídico acontecido en el Canadá del siglo xix: Grace Marks, joven empleada doméstica irlandesa, es condenada a cadena perpetua por su complicidad en los asesinatos de su patrón, Thomas Kinnear, y el ama de llaves, Nancy Montgomery, quienes sostenían una relación clandestina.
Si bien esta monumental obra está narrada a retazos, tal como un quilt (edredón) de ésos que Grace confecciona primorosamente, un avezado lector sabrá hilar esta trama enrevesada, donde la temporalidad adopta un vaivén caprichoso y la verosimilitud es cuestionada –y cuestionable– a cada paso: ¿Grace Marks es una idiota o una manipuladora? ¿Obró por envidia y resentimiento o sólo porque no le quedó de otra? ¿De verdad no recuerda lo ocurrido o nada más busca salvar el pellejo? ¿Está arrepentida? Grace, quien ha vivido una existencia llena de privaciones y maltratos, ejerce lo único de lo que no han podido despojarla: el derecho a callar. “Mientras no le dijera a nadie lo que pensaba, no tendría que darle cuentas a nadie ni nadie tendría que corregirme.” Su empecinado mutismo ha dado pie, incluso, a que su otrora abogado defensor, Kenneth McKenzie, la apode, burlonamente, “Nuestra Señora de los Silencios”, al referirse a ella ante el doctor Simon Jordan, quien se encuentra desesperado por lograr algún diagnóstico que permita a Grace ser indultada, encomienda que un comité de personalidades respetables le ha asignado. En las numerosas elipsis y contradicciones de Grace es donde habrían de buscarse sus posibles motivos. Ella está consciente de ser vista como un experimento o una atracción circense; de suscitar miradas morbosas, comentarios maliciosos y notas rojas distorsionadas. Muchos dudan de su cordura, pero… ¿hay lucidez en el doctor Jordan, cuyas teorías se empeña en comprobar a costillas de la inculpada? ¿En los espiritistas que la creen una poseída? ¿En la esposa del alcalde, que lleva un álbum con recortes periodísticos de criminales famosos, entre los que figura la propia Grace, de quien, sin embargo, se aprovecha? No es la primera vez que Atwood recurre a una trama acerca del encierro y sus secretos: en otras dos portentosas obras suyas, El cuento de la criada (1985) y Por último, el corazón (2015), los personajes principales se encuentran prisioneros, aunque, claro, en contextos muy distintos. Sin embargo, Alias Grace se distingue por un triple confinamiento: la casi esclavitud del servicio doméstico, el manicomio y la prisión. Situaciones terribles que procura sobrellevar con entereza: “pretenden ponerme a prueba y tengo que aceptarlo sin quejarme, tal como suelo hacer con todo lo demás”, medita cuando se rumora que las presas serán
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
bañadas grupalmente y sin ropa, idea que le incomoda. Aun siendo semianalfabeta, Grace busca cómo expresarse correctamente y discernir lo que debe escamotear en cada confesión: “No lo recuerdo, señor, digo. No recuerdo lo que soñé anoche. Era algo confuso. Y él anota mi respuesta. Ya es bien poco lo que tengo, no tengo pertenencias ni posesiones, no tengo intimidad y necesito guardarme algo para mí; y en cualquier caso de qué le iban a servir mis sueños”, reflexiona cuando el doctor Jordan le pregunta al respecto. Más adelante, al omitir durante otra plática las alusiones escatológicas, dice para sí: “El hecho de que me importune en su afán de saberlo todo no es razón suficiente para que yo se lo diga.” Grace constantemente se muestra indignada ante lo que considera una tergiversación de los hechos: “Siempre hay quienes te proporcionan sus propias palabras e incluso te las ponen en la boca.” Al preguntársele acerca de una afirmación incriminatoria de su excolega y presunto cómplice, responde: “El hecho de que una cosa esté escrita, señor, no significa que sea verdad.” Su aserto aplica, también, para el manejo sensacionalista del caso, pues la prensa inescrupulosa ha añadido toda clase de extravagancias y truculencias para tener al público cautivo. Ella se encuentra al tanto, pues el álbum macabro de su anfitriona ha quedado al alcance. Eso le otorga alguna ventaja: la de prevenirla. ¿Acaso esa contención no es la que observaría una persona medianamente coherente, que desea conservar la vida, por más miserable que ésta sea? Pues, como ella afirma: “Si nos juzgaran por nuestros pensamientos, nos ahorcarían a todos.”
•
Albricias Felicitamos a nuestros colaboradores
Jair Cortés por haber obtenido el Premio Hispanoamericano de Poesía San Román 2018 así como a
Carlos Martín Briseño por haber hecho lo propio con el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares 2018
FERNANDO DEL PASO Y PALINURO DE MÉXICO Elena Poniatowska
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
13
Artes visuales Germaine Gómez Haro
germainegh@casalamm.com.mx
Nahui Olin: entre la melancolía y el arrebato (iii y última) LAS DOS ENTREGAS pasadas (2 y 15 de septiembre) estuvieron dedicadas a la magnífica exposición Nahui Olin. La mirada infinita, que se presentó en el Museo Nacional de Arte, y que reveló el potencial de esta artista como pintora, poeta, ensayista, musa y modelo, precursora del performance y de la caricatura. Esta exhibición, realizada bajo el concepto original de Tomás Zurián –acérrimo investigador de la artista– finalmente la coloca por encima de su leyenda. El curador Mariano Meza expresó que la reciente reedición del libro Nahui Olin, la mujer del Sol, de la escritora y periodista Adriana Malvido –Premio Nacional de Periodismo 2011– contribuyó de manera definitiva a la realización de la muestra. El libro apareció originalmente en 1993, un año después de que Tomás Zurián y Blanca Garduño revivieran la imagen de Nahui en una exposición memorable en el Museo-Estudio Diego Rivera: Nahui Olin, una mujer en los tiempos modernos. “Y Nahui volvió a la prensa. Y sus desnudos a imprimirse en todos los diarios y revistas. Como en los años veinte. Y sus ojos se volvieron, de pronto, patrimonio colectivo”, escribe Adriana Malvido en el libro que desempolvó a este personaje inclasificable hasta ese momento, ensombrecido por una leyenda negra que la tildaba de loca y de frívola. Pero Nahui Olin comenzó
a resurgir de sus cenizas. Elena Poniatowska comentó en la presentación de la nueva edición: “Romper los cánones es más complejo en México que en otros países. Considerar locas a quienes infringen barreras y códigos sociales es una práctica común, ser tildada de ´bicho raro´ paraliza y hasta asfixia muchas vocaciones.” Así la consideraban quienes la conocieron y se acordaban de ella: una loca que se autorretrataba y posaba desnuda sin el menor recato, porque se propuso rechazar los corsés impuestos a las mujeres de su época y se erigió en una feminista avant la lettre. Nahui Olin cautivó a Adriana Malvido, quien desde hace veinticinco años persigue sus huellas: “Todo comenzó con la lectura de las cartas de Nahui al Dr. Atl. Cuando leí eso supe que no podía soltar a un personaje que se atreviera a escribir así a principios del siglo xx.” El libro atrapa al lector de principio a fin. Con su pluma fresca y amena, Adriana reconstruye la fascinante vida de Nahui con gran oficio y rigor documental, a través de entrevistas a los familiares, amigos e investigadores, consultas a archivos y hemerotecas, y una recopilación de imágenes fotográficas que van tejiendo la trama de la historia. En entrevista para La Jornada Semanal, comenta la autora: “Para esta edición, escribí un capítulo nuevo: El deseo infinito de ser, que incluí a manera de epílogo. En este texto hago una reflexión acerca de la vida de Nahui Olin en su época final, esos años en que se sumerge en sus libros y gatos, los estudios del cosmos, los recuerdos… A partir de la lectura del libro El desplazado, de Colin Wilson, identifico a Nahui en esa categoría de seres a quienes la sociedad desplaza porque no comprende, porque incomodan y no se someten a sus reglas. Argumento que la supuesta ´locura´ en la que
se ha encasillado a la artista, es más una leyenda que se utiliza para etiquetar a quien no se comprende. Es más fácil decirle ´loca´ que intentar entenderla, porque es compleja, porque su libertad hiere y desafía, pone en jaque, hace pensar, inquieta.” Otra aportación de esta nueva edición es una serie de fotografías que no se conocían, así como documentación inédita. Agrega que el curador Mariano Meza y ella están indagando en las actas de nacimiento y defunción del hijo de la artista y Manuel Rodríguez Lozano que recientemente les fueron reveladas. Con todo esto, la historia y el personaje siguen creciendo. Se dice que al final de sus días, Nahui advirtió a su sobrina: “¿Sabes qué? ¡Yo no me voy a morir!” La leyenda cobra realidad y la despampanante musa de ojos verdes sigue viva, ahora reconocida como una creadora cabal. En gran medida, gracias a la pasión y tenacidad de Adriana Malvido, una escritora imperdible
•
Bitácora bifronte Ricardo Venegas
Escritoras del siglo xix en su escritura ENCONTRAR BIBLIOGRAFÍA seria de investigación sobre el siglo xix es una verdadera proeza, tal vez porque son contados pero renombrados los estudiosos que han incursionado en las entrañas de ese siglo (Vicente Quirarte, Carlos Monsiváis, Jorge Ruedas de la Serna…). Por ello, al abordar los volúmenes La pluma es para mi alma una necesidad. Testimonios de mujeres de escritura creativa, ensayos, cartas y otras prosas (México 1866-1910) y Poetas mexicanas del siglo xix. Ensayos críticos sobre autoras y temas, libros de la doctora Leticia Romero Chumacero espléndidamente editados por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, son gratos hallazgos para quienes se consideran fans de uno de los siglos más convulsos en la historia de México. En La pluma es para mi alma una necesidad. Testimonios de mujeres de escritura creativa, ensayos, cartas y otras prosas (México 1866-1910) se recogen
algunas de las voces de las primeras escritoras profesionales del México independiente, e incluye testimonios de editoras, ensayistas, dramaturgas, narradoras, poetas y periodistas, a través de cartas públicas y privadas, prólogos a libros propios, dedicatorias, artículos y biografías de otras colegas. El leitmotiv de estas autoras es variable; algunas afirman componer versos para obsequiarlos a la familia; otras lo hacen para complementar su manutención a través del pago de sus colaboraciones en diarios y revistas. Se confiesan también desbordadas por “un impulso de solidaridad”, con la intención de registrar las historias de otras literatas y para refutar a quienes no las consideran dignas de figurar en el parnaso mexicano. En Poetas mexicanas el siglo xix. Ensayos críticos sobre autoras y temas, Romero Chumacero conserva la misma tónica de la investigación que revela y ofrece un acercamiento a la rica y variada obra poética de escritoras mexicanas, activas entre mediados del siglo xix y los primeros años del xx. Destacan el arco temporal y la diversidad regional de las autoras. Las poetas examinadas son Refugio Barragán, María Enriqueta Camarillo, Rosa Carreto, Laura Méndez, Josefa Murillo, Josefina Pérez y Esther Tapia.
Tal como lo demuestra el estudio introductorio del volumen a cargo de la autora, esas escritoras desafiaron un contexto que las colocaba más en el ámbito doméstico que en los espacios que ocuparon gracias a su escritura pública. Dos libros de gran ayuda para comprender el siglo xix desde la otra trinchera
•
14 LA JORNADA SEMANAL
30 de septiembre de 2018 // Número 1230
Arte y pensamiento
Tomar la palabra Agustín Ramos
TlatelolcoAyotzinapa “LA MASACRE DEL 2 de octubre fue un acto planeado, fría y cruelmente, por funcionarios gubernamentales especializados.” Así sintetizó Raúl Álvarez Garín la forma en que los genocidas quisieron acabar con el movimiento estudiantil de 1968. Líder sobresaliente de dicho movimiento, Álvarez Garín agregó: “La responsabilidad completa de lo ocurrido recae directa y únicamente en las más altas autoridades del país.” Ahora también sabemos que los elementos del Batallón Olimpia y la tropa desconocían los verdaderos planes y que, además de la balacera en la Plaza de las Tres Culturas, se descargó artillería pesada y metralla desde helicópteros en toda la tercera unidad de Tlatelolco, en represalia por el apoyo vecinal a los estudiantes. La frase “2 de octubre no se olvida” cifra la batalla histórica por la justicia en México y persiste como símbolo. Los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a cuatro años de su desaparición (vivos se los llevaron, vivos los queremos), renuevan el símbolo y la cifra: más de 30 mil
víctimas directas y cientos de miles de víctimas indirectas de la desaparición forzada durante las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto: medio millón de vidas suspendidas. Y contando. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (giei) formado por Alejandro Valencia, Ángela María Buitrago, Carlos Martin Beristaín, Claudia Paz y Francisco Cox, a pedido de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y del gobierno mexicano (que hizo de todo para sabotear la misión), vino y elaboró un informe de 560 páginas titulado La noche de Iguala. Descripción de los hechos del 26 y 27 de septiembre que llevaron a la desaparición y asesinato de los normalistas de Ayotzinapa y otras víctimas. En él se narra el contexto y los antecedentes de lo ocurrido, la fundación de esta normal guerrerense, las agresiones que sufrieron sus alumnos desde 2011 por parte de fuerzas federales y estatales (sin abundar en los añejos propósitos gubernamentales de extermino contra todas las normales de su tipo), la tradición de las colectas y toma de autobuses, los sucesos propiamente dichos, las versiones sobre los mismos y su factibilidad y veracidad, sus conclusiones y recomendaciones (en general para el fenómeno de la desaparición forzada en México y en particular
para Ayotzinapa). El informe incluye varios anexos e incinera la “verdad histórica” hecha a base de torturas y deja mal parada la disposición de las autoridades para investigar el caso. Enlace: https://drive.google.com/ file/d/0B1ChdondilaHd29zWTMzeVMzNzA/view?pli=1 Algo más. El filón de la pugna entre narcos, insuficiente a juicio del giei, no tuvo más fin –ahora se sabe– que descargar en ellos y en la autoridad municipal toda la responsabilidad del crimen (¿es coincidencia que al revelarse la compra oficial de armas alemanas usadas en la noche de Iguala se reavive otro Cocula en forma de grabaciones telefónicas para inculpar mediáticamente a dichos narcos?). Los normalistas rurales del país conmemoran el 2 de octubre en Ciudad de México. En 2014 los de Ayotzinapa debían recibir a sus compas y conseguir autobuses para el traslado de todos a la capital del país. Entonces ocurrió que ese ritual pisó sin querer un callo del monstruoso negocio del tráfico de heroína desde el triángulo dorado de Guerrero hasta Chicago: negocio hecho, consentido y protegido por quienes todos saben aunque no lo digan porque ante ellos hasta López Obrador parece cuadrarse… Y aunque los documentales Ayotzinapa. El paso de la tortuga, de Enrique García Meza, y Mirar morir, de Témoris Grecko, y el libro La verdadera noche de Iguala, de Anabel Hernández, no dejen la menor duda sobre qué, por qué y cómo, aún no se sabe dónde están los 43 estudiantes de Ayotzinapa y su búsqueda renueva lo consignado cada 2 de octubre: mientras no haya verdad ni justicia tampoco habrá olvido ni perdón
•
Biblioteca fantasma Eve Gil
Check in INVESTIGACIONES SERIAS han demostrado que manijas de puertas, controles remotos y teléfonos de los hoteles, incluidos los más lujosos, poseen una peligrosa dosis de bacterias, como la escherichia coli o la candida albicans, eso sin contar los poco higiénicos hábitos de huéspedes consuetudinarios que acostumbran sentarse desnudos en los muebles, donde se han encontrado restos de heces, por no mencionar colchas y otros puntos más sensibles. Se ha extendido el hábito, entre viajeros frecuentes, de ingresar con sus propios sacos de dormir. Pero nada de lo que nos digan estos quisquillosos investigadores, que seguro viven con los guantes puestos, nos hará retroceder a los que amamos los cuartos de hotel, ni impresionarán a los Ulises postmodernos como Bas Kwakman, cuyo estilo de vida lo obliga a pasar la mayor parte del tiempo en hoteles de diversa índole. Narrador, poeta, editor y poeta visual, Kwakman (Holanda, 1964) es director de la Poetry International de Rotterdam y presencia casi obligada en festivales de poesía alrededor del mundo. En su libro Habitaciones de hotel (Visor libros, México, 2018, traducción de Maribel Sánchez de Roldán) ha dejado plasmadas sus alucinantes experiencias como viajero en países tan culturalmente apartados como, por ejemplo, Moldavia o Alemania… o la estancia en un mismo país donde la diferencia la marca el número de estrellas del hotel en turno. Cada hotel constituye un pequeño país dentro de un espacio geográfico determinado. No es lo mismo el
Rodford Lodge que el Royal Marine, ambos en Dublín, Irlanda. Cada uno ofrece dos facetas distintas, cuando no opuestas, de la misma ciudad. No obstante, sin importar que cada capítulo lleve el nombre del hotel en turno, no todas las cuarenta y dos crónicas señalan las características del mismo, pues Kwakan privilegia sus experiencias extramuros. No obstante, ha bosquejado a lápiz, y desde diversas perspectivas, cada uno de ellos en láminas incluidas al final del libro. Reconocemos en seguida la alucinante habitación del antes citado Rodford Loodge, en la que la cama se encuentra sitiada entre las ventanas y la puerta de un sauna que abarca casi todo el espacio, “sólo se puede acceder a través de la cabecera”. Nos reencontramos también con la extrañísima arquitectura del Iris Chisinau, de Moldavia, en donde pareciera que se duerme en los pasillos del hotel, las paredes colmadas
Bas Kwakman
de cuadros de las habitaciones del St. Adrews, en Albany, Escocia, o la exótica decoración del Xin’an Country Villa Hotel de Huangshan, China, cuyo propietario, curiosamente, es un poeta que forma parte de un grupo de poetas empresarios que hicieron el juramento de no volver a tocar la poesía hasta hacerse millonarios con negocios menos etéreos. Lo que estos sensatos artistas persiguen no es la riqueza per se, sino su absoluta independencia financiera del gobierno de China que les permita, además de crear, organizar festivales que pudieran parecer subversivos. Por recepciones, vestíbulos y bares desfilan variopintos personajes; Seamus Heaney extrae del bolsillo de su saco una licorera con Black Label que, sin decir agua va, escancia entre las tazas de café de sus acompañantes. Déjà vu de un plantón en medio de una espera en el lobby del Hotel Plaza, de Bruselas, aunque esta vez el antillano Derek Walcott, otro Nobel, se presenta acompañado de su paciente esposa. Mientras corrige con pluma un error ortográfico de la carta de bebidas y solicita postres imposibles, Walcott presume de que la gente de su isla, Santa Lucía, es mejor lectora de Dickens y de Shakespeare que cualquier londinense y saca a relucir, con molestia perdurable, que el Nobel tiene un “jodido impuesto”. Y así, entre poetas mongoles que afirman hablar con los animales, libreros excéntricos y celebridades locales de cada ciudad que pisa, Kwakman narra la sorprendente historia de la biblioteca que terminó con la criminalidad de Medellín, en Colombia –ciudad donde, por cierto, coincide con Cees Nooteboom– estrategia de su alcalde, Sergio Fajardo, vuelto héroe entre los escritores
•
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
15
Galería Antonio Valle
Canciones y poemas del '68 NO ES UNA CASUALIDAD que la Titánide Mnemósine (que para los griegos clásicos encarna a la memoria) sea la madre de las Musas. Tampoco que los poetas alcancen su mayor poder gracias a su capacidad para generar memoria (y por lo tanto de establecer relaciones predilectas con las Musas). En las cartografías mitológicas de Grecia pueden ubicarse dos ríos en el mundo de los muertos, uno es el Lete –en cuyas aguas beben los caídos para olvidar sus vidas anteriores antes de que resuciten–, el otro es el río Mnemósine, afluente en el que beben los iniciados en la poesía de Orfeo, padre de los cantos. Existe una memoria a largo plazo que, como consecuencia del reforzamiento de la sinapsis (mecanismo de comunicación entre dos o más neuronas),
Mercedes Sosa
posibilita una función consistente de la misma. La música, como gran productora y conductora de emociones, al excitar los misteriosos mecanismos de “sinapsis” produce verdaderas fonotecas y bibliotecas capaces de codificar y almacenar un sinfín de letras que Enrique Ballesté generan redes muy complejas, no sólo de memoria sino de procesos cognitivos directamente ligados a la poiesis (la poesía, la creación), activando áreas del cerebro como la límbica, relacionada directamente con las emociones, fenómenos que algunas veces aparecen ante nuestros ojos (y oídos) como déjà vus; por ejemplo, en canciones del ’68 como “Me gustan los estudiantes”, interpretada por Mercedes Sosa, que entre otros versos dice: “Que vivan los estudiantes/ Jardín de nuestra alegría/ Son aves que no se asustan/ De animal ni policía/ Y no le asustan las balas/ Ni el ladrar de la jauría/ Caramba y zamba la cosa / ¡Qué viva la astronomía!” Versos que, a medio siglo de distancia, tienen gran vigencia en México; o en canciones como “Jugar a la vida” de Enrique Ballesté: “Y de nuevo en la calle me remiendo la ilusión/ y de nuevo en la calle yo me muerdo el corazón/ y de nuevo en la calle yo me vuelvo aparador/ y me ofrezco en barata sin abonos, sin fiador…” Situación de calle que experimentan no sólo algunos románticos trasnochados, sino las legiones de desempleados (generalmente inmigrantes de provincia) que circulan como fantasmas por las grandes ciudades de México.
De verdad no hay nada como la poesía para recuperarse de la amnesia post ’68 y del Alzheimer histórico producido por el terror. Por ejemplo en estos versos de Jaime Sabines (“A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados”), de José Emilio Pacheco, (“ataviados de hierro/ fueron a cerrar las salidas,/ las entradas, los pasos”) de Rosario Castellanos (“No busques lo que no hay: huellas, cadáveres/ que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,/ a la Devoradora de Excrementos”), de Juan Bañuelos (“¿Ensartaremos cráneos como cuentas/ y se ha de repetir lo que el augur/ grabó en el silencio de la piedra?”). Finalmente, los siguientes versos tomados de “Recuerdos de Coyoacán”, que Adolfo Castañón dedicó a Octavio Paz, resumen bien no sólo el espíritu cultural de aquella época, también expresan la actual cultura vintage postmoderna: (“Eso sí mucho cine:/ Bergman Buñuel Passolini/ Además budismo/ Zen/ Y Meditación/ Yoga/ Tarot y Tantra”). Así, gracias a Mnemósine y a Orfeo, con cierta frecuencia experimentamos déjà vus y “Karmas instantáneos”, fenómenos psicológicos y estéticos que forman parte de una estrategia colectiva para sanarnos de la historia nacional de las infamias
•
Cinexcusas Luis Tovar
@luistovars
2 de octubre “ERA UNA PELÍCULA muy deteriorada. Los sonidos no estaban bien. A duras penas si se escuchaba la narración basada en un texto de Fallaci [Oriana, periodista italiana presente en Tlatelolco el 2 de octubre]. Ahora, restaurada, sí se escucha y se ve de manera distinta.” Quien afirma lo anterior es Albino Álvarez Gómez, subdirector de Rescate y Restauración de la Filmoteca de la unam, en entrevista concedida a Columba Vértiz para Proceso, y se refiere al estado en que llegó a la Filmoteca el mítico largometraje documental El grito. Empero, sus palabras parecieran aludir involuntariamente a la realidad misma, si se considera el modo como el tiempo y la historia determinaron que el movimiento estudiantil de 1968 en México fuera abriéndose paso en la memoria colectiva: la “película” comenzó a ser deteriorada por los mismos perpetradores de la masacre ocurrida el 2 de octubre del ’68, pues el propio Ejército Mexicano dejó las bayonetas, todavía humeantes, y tomó los arreos de limpieza en el intento igualmente criminal de borrar las evidencias de su barbarie. El deterioro no empezó, sino simplemente prosiguió,
a través de las voces periodísticas oficialistas que acerca de los hechos acaecidos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco repitieron una versión oficial extremadamente ofensiva para cualquier mexicano con dos dedos de frente y uno de dignidad, en la que se hablaba de estudiantes armados, “agitadores comunistas” y ¡de veinte muertos! Dirigido por Leobardo López Arretche y en cuya elaboración participaron, seguramente entre varios más, Alfredo Joskowicz, Francisco Bojórquez, Raúl Kamffer, Federico Villegas y Jorge de la Rosa, El grito es un elemento fundamental para la memoria colectiva de este país. Vaya si, como bien dice Álvarez Gómez, ahora se escucha y se ve de manera distinta, y de nueva cuenta no se habla aquí sólo de la magnífica restauración de la que fue objeto, sino de la dimensión histórica: medio siglo después, el innegable parteaguas sociopolítico y cultural que significó la ensangrentada versión mexicana de lo que en otros países fue considerado “la primavera del ’68”, cuenta ya con un bagaje no sólo denunciante y desmentidor de las falacias gubernamentales propaladas de manera insidiosa durante demasiados años, sino también analítico, reflexivo y útil para articular, asimilados, aquellos hechos –los ocurridos, de manera sintética y simbólica, entre el 26 de julio y el 2 de octubre– hacia atrás y hacia delante en la historia, lo primero para entender el ’68 como parte nodal de una prolongada lucha por los derechos más elementales, tercamente negados desde el mismísimo arranque de la historia moderna mexicana –y desde mucho antes, claro–, que para comprender su función de lanzadera libertaria, no únicamente en busca de una democracia de la que ape-
nas cinco décadas más tarde comenzamos a gustar de su sabor, sino en búsqueda también de la preservación presente, y sobre todo a futuro, de la dignidad individual y colectiva, así como la obtención de justicia por medio del castigo a los culpables del genocidio cometido. Finalmente, para entender la gesta juvenil de hace medio siglo como el tardío, reprimido, difamado, pero a la vuelta de los años victorioso arranque de una modernidad en la que no hay lugar para ningún tipo de autoritarismo, menos aún para el castigo represivo a la manifestación de las ideas.
…no se olvida Estas líneas podrán ser leídas cuando ya tuvieron lugar varias exhibiciones no sólo de El grito, sino de otros trabajos fílmicos igualmente indispensables. No obstante, aún quedan proyecciones y pueden consultarse en el sitio www.arcadia.unam.mx Arcadia es el nombre de la Muestra Internacional de Cine Rescatado y Restaurado, cuya primera edición incluye, entre otros títulos, Dos de octubre, aquí México, así como Historia de un documento y Únete pueblo, los tres de Óscar Menéndez, quien recibirá un merecido homenaje. Pero hoy, a las 20:15, si está en Ciudad de México, deje lo que esté haciendo y vaya a la Plaza de las Tres Culturas a ver Olimpia, de José Manuel Cravioto
•
16
LA JORNADA SEMANAL 30 de septiembre de 2018 // Número 1230
Ilustración de Juan Gabriel Puga
Ensayo José María Espinasa
El Alcaraván de Toledo
E Atinado elogio de una revista publicada por el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca creado por Francisco Toledo, este año en su treinta aniversario, que dejó huella en su ciudad natal, pero también en el medio editorial nacional, veinte años después de la publicación de su último número pero de diseño, propuesta y contenido aún vigentes.
l Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (iago) cumple treinta años y la Feria Internacional del Libro de Oaxaca se lo reconoce. La feria de esta ciudad ha tenido en los últimos años un éxito notable. También lo tuvo la pasada Feria del Libro del Instituto Politécnico Nacional. Mientras las librerías se pierden en el marasmo de una política absolutamente incompetente y rutinaria, las ferias, como se muestra en esta última parte del año, cuando se vienen en cascada (Zócalo, Antropología, Monterrey, Guadalajara), les quitan protagonismo. Resulta casi inverosímil la actitud del gremio librero, incapaz de plantearse una estrategia que responda al momento cultural del país. Pero esta nota no se trata de Ferias sino del iago, y más específicamente de una revista que editó durante algunos años, El Alcaraván. Las virtudes del iago, creado por Francisco Toledo, son muchas y muy variadas; ya las he señalado en otras ocasiones. Aquí quiero glosar las virtudes de la revista antes mencionada, una de las mejores que se han editado en nuestro país sobre artes plásticas. El primer número es de abril-mayo-junio de 1990 y se presenta como Boletín trimestral del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. En la portada una xilografía de dos sirenas de Rufino Tamayo. Su sumario está formado por textos y grabados interrelacionados, ya sea poemas escritos para un grabado o a la inversa, grabados hechos para un poema, puestos en conjunción por el editor: Alberti y Picasso, Saint-John Perse y Georges Braque, Giacomo Leopardi y Juan Soriano, Álvaro Mutis y Vicente Rojo, Rene Char y Vieira Da Silva, Hans Arp (texto e imagen), y en la contraportada una sección titulada Impresiones, con noticias sobre el iago. No lleva directorio y el diseño es de Bernardo Recamier. Su nombre, El Alcaraván, proviene del ave así llamada y en su cabezal ostenta una viñeta. Se une en su voluntad de bautismo ornitológico a proyectos editoriales de la época, como el Taller Martín Pescador, el Tucán de Virginia y Ediciones Colibrí. Ese primer número parece un anzuelo echado al mar editorial. El segundo incluye dos textos, de Aldoux Huxley sobre Francisco de Goya y de Alberto Blanco sobre Paul Klee, y parece ir tomando forma. Ya cuenta con un consejo de redacción: Patricia Álvarez, Gilda Castillo, Jesús Ramos y Francisco Toledo. Y de allí en adelante constituye un verdadero tesoro de lecturas y reflexiones sobre el arte, la literatura y la cultura. Él último número que yo conocí fue el 19, pero creo que salió al menos uno más. Entre la primera entrega y ese número 19
–octubre-noviembre-diciembre de 1994– pasaron cinco años copeteados. Hubo números deslumbrantes, como el 7, con portada de Toledo, y el 8, de Rodolfo Nieto. Hubo números de 96 páginas –el 15– que contrasta con las modestas 16 de su inicio. En todo caso nunca hubo una entrega que no tuviera algo sugerente que ofrecer a los lectores. Tuvo, además, una interacción con los escritores que impidió que se volviera una publicación con tufo académico y consiguió siempre una ausencia de solemnidad sin perder rigor, una voluntad festiva y una necesidad de preguntarse sobre la relación entre la imagen y el texto, tan estrecha desde que Baudelaire las puso en íntima relación. El Boletín es ejemplar en cómo, sin lujos ni excesos tipográficos, se puede hacer una buena revista sobre el tema. ¿Por qué se acabó? Suponemos que por razones económicas, y tal vez como anticipándose a la fiebre digital que entonces ya se anunciaba y que hoy muestra una realidad mucho más triste de la que entonces se pronosticaba: ha terminado con la vida de muchas publicaciones en papel sin conseguir que las digitales ocupen ese espacio y esa labor de plaza pública, de espacio de discusión colectiva. Valdría la pena hacer una edición digital facsimilar y subirla a la red. Toledo ha impulsado importantes proyectos editoriales, no sólo libros de artista y carpetas de grabados, sino otros de carácter más amplio, entre los que cabe destacar Ediciones Toledo y Ediciones Calamus, además de la revista Guchachi Reza (Iguana Rajada), siempre con un singular tino tipográfico y de diseño. No es ajeno a esa labor el éxito que tiene hoy la Feria del Libro en Oaxaca ni la existencia de un proyecto editorial tan notable como Almadía, ni el rescate histórico bibliográfico que se ha hecho, ni los diferentes eventos que se realizan allá como parte de la activa vida cultural del lugar, por no hablar de la recuperación de arquitectura patrimonial. El iago se inserta, además, en el contexto de un bien pensado sistema de espacios culturales que incluye el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo. El Alcaraván no es una curiosidad de ratón de hemeroteca sino una publicación que se deja leer hoy día con interés y provecho, a más de veinte años de que dejó de publicarse. Esa es para algunos la prueba del añejo para una publicación periódica, ya que si bien está ligada a su tiempo también lo trasciende y va más allá de él
•