SUPLEMENTO CULTURAL
No. 145 - 21 DE ABRIL DE 2014 - AÑO 3
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Gabriel Rodríguez Liceaga (Ciudad de México, 1980) ha obtenido el Premio Nacional de Narrativa María Luisa Puga 2010, por Niños tristes, y el Bellas Artes de Cuento 2012, por Perros sin nombre. En entrevista realizada por Joel Flores, Gabriel nos habla de sus inicios en la literatura, cómo se formó Niños tristes y esa larga espera que hace el escritor, tanto cuando escribe un libro como cuando lo arroja de su torre de marfil. [En páginas centrales: “Escribir es comer camote 364 días al año”]
LA GUALDRA NO. 145 / 21 DE ABRIL DE 2014 / AÑO 3
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Mi tía, quien vivía en Guadalajara, había decidido no hacerlo más y regresó con toda su familia a su tierra, cargando con ella sendas cajas que no cabían en ningún lado, por eso les pidió a mis padres que las cuidaran en nuestra casa mientras ella terminaba por mudarse a un lugar más grande. Llegaron las cajas a mediados de los años ochenta. Llegaron las cajas y dentro suyo, nos aguardaba un tesoro. Había libros, muchos libros, y eso en un lugar en el que prácticamente no había nada que hacer era una bendición. Abrí la primera caja y de ella tomé un libro del que recuerdo todavía su inicio “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”. Me quedé con él, sentada en el piso mientras el aire caliente entraba por la ventana, imaginando el traje de lino blanco de Santiago -justo como el que se había puesto un día antes en la boda-, a Plácida Linero mortificada primero por los sueños de su hijo y después por la noticia de su muerte, a los gemelos Vicario –y el dolor punzante de uno de ellos debido al mal de orín-, a Bayardo San Román mientras devolvía a Angela Vicario la noche de su boda… Crónica de una muerte anunciada fue mi primer acercamiento a Gabriel García Márquez, en esa novela todos sabían que Santiago Nasar moriría ese día, menos él. Todos lo sabían, incluso yo cuando empecé a leer el libro y pese a eso, las sorpresas nunca terminaron en la historia. Se convirtió en mi primer libro favorito y después de esa lectura tuve que buscar en las cajas todos los libros que hubiera del escritor colombiano y pasé uno de los veranos más entretenidos de mi vida, el último antes de salir de casa. Curiosamente, Cien años de soledad, lo leí hasta muchos años después; me causaba cierta desconfianza que todos hablaran bien de ese libro y lo leí cuando ya el prejuicio adolescente había pasado. Hoy puedo decir que es grandioso, aunque me gustó mucho más El amor en los tiempos del cólera o la Increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Hace muchos años, cuando inicié a dar clases de español, tenía el
objetivo de fomentar la lectura en mis alumnos –la mayoría adultos que trabajaban por las mañanas y estudiaban por las tardes una carrera técnica- y el primer día del curso les sugería varios títulos para que eligieran el que leerían durante el trimestre. Una de mis alumnas, la más pequeña pues acababa de salir de secundaria, eligió La mala hora, tal vez motivada porque le conté que era la historia de César Montero, quien debido a los chismes había asesinado a un cantante por creerlo amante de su mujer. Cuando me entregó el primer reporte de lectura, constaté que efectivamente había leído lo que correspondía a esa semana; pero al final, me dejó una nota que más o menos decía así: “Maestra, esos pasquines de la novela deben ser una banda de cholos como los que hay en mi barrio, los imagino malos a todos, igual de mal hablados y groseros como los que se ponen a pistear afuera de la tiendita y molestan a las muchachas en las noches. Ya ve cómo son… hay que acabar con todos los pasquines”. Debo confesar que mi hermana Argelia -quien me ayudaba en ese momento a revisar los reportes de lectura- y yo no paramos de reír un buen rato por la ocurrencia. Ya luego le expliqué a mi alumna qué eran los pasquines. Ella no ha dejado de leer a García Márquez desde entonces, el jueves pasado me mandó un mensaje en cuanto supo de su fallecimiento. Gabriel García Márquez murió el jueves pasado a los 87 años de edad. Fue, es y seguirá siendo muy querido y muy leído. Por alguna razón no puedo pensarlo muerto ¿cómo hacerlo si nos dejó tantas historias que leer? ¿Cómo puede morir alguien que está vivo en todos sus libros? Me lo imagino en todo caso, al lado de la carretera con un coche alquilado descompuesto, luego caminando hasta llegar a una casa de paredes blancas y pisos impolutos, y diciendo como María: “Es que yo sólo vine a hablar por teléfono”. Que disfrute su lectura. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Cómo quisiera volver por Beatriz Elizabeth Soto Bañuelos
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El tiempo incontable de la eternidad por Gabriel Luévano Gurrola
Marguerite Duras Un libro abierto también es la noche por Mauricio Flores
Escribir es comer camote 364 días al año [entrevista a Gabriel Rodríguez Liceaga] por Joel Flores
Castillo de sal si puedes por Ester Cárdenas Del oportunismo fúnebre por Eduardo Campech Miranda
Desayuno en Tiffany’s, mon ku por Carlos Belmonte Grey Castillo de sal si puedes por Ester Cárdenas
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Saúl por Pilar Alba Ipsobituario (fragmento) por Armando Haro Márquez Paulina Alcántara por Edgar Khonde
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Una mujer desnuda por Alberto Huerta Concierto para dos por Roberto Galaviz
La Procesión del Silencio en Zacatecas Una mirada de Tomás Hernández Monreal (Fotogalería)
Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
21 de abril DE 2014
Cómo quisiera volver* Por Beatriz Elizabeth Soto Bañuelos
Libros
Los recuerdos de Salsipuedes están presentes en toda la narrativa de Alejandro García Ortega, de ahí que sus textos se antojen como muro de Facebook y lectores entrometidos no evitemos ver en cada personaje a su autor. Y sin embargo es válido: ¿cuántas novelas pueden presumir, siquiera, de lectores? ¿Cuántos escritores han compartido miradas cómplices? Manual muy mejorado de madrigueras y trampas. A zamorita ita ita. Desde culiacas acas acas tiene una estructura precisa de diez partes; diez vueltas; diez idas (por dos); diez (por tres) de ensayos y cuentos. La polifonía narrativa atrapa, es la madriguera, de tal manera que el lector se sume entre las voces del más acá y del más allá; del relato cotidiano de Wenceslao Caratusa; del acercamiento a novelas españolas; de terribles eventualidades como el terremoto del 85, las explosiones del 92; de cantantes y grupos musicales… El tiempo, por otro lado, es la trampa; al cual, siguiendo a Carmen Martín Gaite, me gustaría comparar con el juego del escondite inglés: “-Porque es un poco así, el tiempo transcurre a hurtadillas, disimulando, no le vemos andar. Pero de pronto volvemos la cabeza y encontramos imágenes que se han desplazado a nuestras espaldas, fotos, fugas, sin referencia de fecha, como las figuras de los niños del escondite inglés, a los que nunca se pillaba en movimiento. Por eso es tan difícil luego ordenar la memoria, entender lo que estaba antes y lo que estaba después”. La lógica sugeriría que primero es ir y luego volver, que es un solo tiempo, un solo viaje, pero no encaja el recorrido, ni la construcción que sobre el personaje se hace en el ir. La trampa, que el lector no espera, está en la imaginación de ese personaje, en su sueño más que en su vigilia. El descaro del personaje que vuelve es tal que se atreve a cuestionar: “¿El proyecto que tengo sobre mi escritorio es una novela o un libro de ensayo? Es ensayo. ¿Mi línea está en literatura mexicana o española? Es novela. ¿Es sobre alguien que va o que regresa? ¿Se trata del mismo viaje en su ida y su vuelta?”. La venganza contra ese personaje que vuelve es dar respuesta a sus preguntas: Manual muy mejorado de madrigueras y trampas es, indudablemente, una novela que se engolosina en el discurso en donde cabe la literatura; narra el ir a zamorita ita ita y el volver desde culiacas acas acas. No es fortuita la alusión a Martín Gaite, escritora española –por demás-, quien al final de El cuarto de atrás devuelve al lector al inicio: los papeles de su novela habían volado y un hombre de negro los acomodó
Alejandro García Ortega. Fotografía de Juan Pablo Escalante
tal cual los leemos. El Manual… de García Ortega, a su vez, en el final de “Volver” nos regresa también al inicio: al no lector, ése que no requiere de guías de lectura, ni sugerencias de gusto sino aquél que se pasea por páginas tratando de salvarse. García Ortega nos presenta una novela que, a la manera de Rayuela, podría tener un tablero de dirección, un instructivo o una sugerencia
de lectura pues se puede leer de corrido, a pausas, a saltos; la combinación o el método que el lector prefiera, con la garantía de que en cada caso tendrá un reto distinto. La narración es tan fluida que hace creer a los lectores que todo está dado en lo cotidiano, sin embargo, sólo alguien con el caudal de lecturas de Alejandro podrá identificar las referencias, los guiños de la magistral madriguera.
Finalizo este comentario con el último párrafo de la novela: “Llénese la boca con esta verdad. Qué mayor madriguera que la iglesia, el casino, la casa materna y el cuarto de la traición. Y qué mayor trampa en cada caso. […] Déjense de chanzas y vivan con intensidad su madriguera o su trampa, sean marido y mujer, sean amantes, sean confesor y confesora, sean simples cómplices en la trama de la vida”.
* Texto de leído el jueves 17 de abril de 2014 en la presentación del libro Manual muy mejorado de madrigueras y trampas. A Zamorita ita ita. Desde Culiacas aca acas de Alejandro García Ortega, en el Teatro Fernando Calderón.
LA GUALDRA NO. 145
El tiempo incontable de la eternidad
Literatura
Por Gabriel Luévano Gurrola
“Algo en el aire denunciaba la presencia de una persona invisible que sonreía en la oscuridad”. Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, Gabriel García Márquez
Por uno de esos accidentes históricos nos tocó compartir un poco el mismo tiempo con Gabriel García Márquez. Ahora también nos toca su muerte, equivalente a la de Cervantes hace ya tantos años. ¿Somos entonces conscientes de la magnitud del acontecimiento? Muchos dirán que exagero. Algunos otros se reirán ante los miles de lectores abatidos que a lo largo y ancho del mundo se lamentan y dicen sin cesar que el fallecido es uno de los grandes escritores que la humanidad entera ha visto y disfrutado. Esgrimirán una sonrisa displicente para decir a su vez que no era autor de sus predilecciones, que está sobrevalorado, que era amigo de dictadores, un populacho. Regularmente esas personas gustan más de platicar en las sobremesas sobre cláusulas gramaticales, sememas, teorías aberenjenadas, autores crípticos como Borges (otro grandísimo escritor) y demás personajes oscuros (sin entender absolutamente nada de lo que hablan pero con la sensación de estar por encima de todos los otros), en lugar de emocionarse con mujeres desnudas portando sólo un burdo balandrán que caminan quitadas de la pena por la casa que las
vio crecer, cumbiambas, soledad, lenguaje ígneo que sobrepasa cualquier meta-explicación de terminología ampulosa. Por uno de esos accidentes históricos nos tocó la muerte de García Márquez y son más a los que les duele que los enfurruñados, figurines, o, como se dice, intelectuales de pose (al margen de los que ni fu ni fa porque desconocen que la literatura es tan necesaria al hombre como el agua). El hecho de que tanta gente se conmocione por la pérdida de un escritor, cualquiera que fuese, y de que una obra concreta se siga reeditando desaforadamente, es un saludable recordatorio de que lo popular (que no vulgar, ojo) no necesariamente es malo, y de que no todo está perdido en un mundo barrido por la metralla, bañado en su propia sangre. En el prólogo a su libro Extraños peregrinos: doce cuentos, García Márquez relata un sueño en el que tuvo el privilegio (parecido al de Amaranta Buendía) de saber de su entierro como si fuera una tercera persona. En lugar de ser una batahola de llantos y
desgarraduras, sus honras fúnebres eran un escándalo de fiesta magnífica. Al final de la celebración, cuando estaba a punto de partir junto a los convidados, uno le dice: “Eres el único que no puede irse”. Entendió, dentro de ese sueño, que se le había acabado la fiesta, que morir no era otra cosa que no estar nunca más con los amigos. En alguna ocasión yo sí me quedé sin amigos. Fue hace unos ocho años y estaba a punto de concluir mis estudios secundarios. La decena de muchachos que en primer año consideraba por igual mis camaradas, fue mermando en simple, cortés o ruin compañerismo y al final me quedé con dos solamente: O y J. Este último, por azares cuya explicación jamás supe, se fue distanciando de mí y me quedé con la certeza de que en su lista personal me dejó de considerar cercano a él. Como quien dice, mi mejor amigo resultó ya ser el único que tenía. No obstante, apenas nos entregaron los papeles que acreditaban nuestro ascenso en el gris escalafón que es la educación en México, partió a la frontera para reunirse con su padre, el cual vivía en los Estados Unidos y estaba preparando los documentos para llevarse a su hijo. El periodo vacacional que medió entre el fin de la etapa secundaria y el bachillerato resultó de una soledad absoluta, mas no por eso demasiado triste. Al contrario, quizá fueron los dos meses más luminosos de lo que va de mi existencia. Mi padre sufría de una complicada enfermedad, y tras severas y alarmantes hemorragias fue sometido a una operación que tenía mucho de grave. Mi madre no se separó de él y mis hermanos quedaron al cuidado de una tía, mientras yo decidí prescindir de su buena fe y ejemplar cortesía. Tanto mi madre como esta tía me dieron dinero para pasarme algunas semanas. Con veinticinco pesos al día tranquilizaba un apetito apenas presente y el resto lo junté a unos ahorros de trabajos sabatinos que había aglutinado. Desde hacía varios meses yo traía el interés de conseguir algunos
libros cuyas reseñas había leído en un viejo libro de español. No fui un niño lector, así que éstos serían los primeros volúmenes que leería completos salvo Veinte mil leguas de viaje submarino que fue una agradable obligación en la primaria. Los libros eran El laberinto de la soledad y Cien años de soledad. Apenas hoy me doy cuenta de la coincidencia de la última palabra de esos títulos con mi desesperada e inevitable condición en esos momentos. Del ensayo de Paz francamente entendí poco. Tendría que esperar varios años para emprender su relectura y deslumbrarme. La novela del colombiano, por otra parte, resultó ser otra cosa. En tres días febriles la devoré y quizá fui el ser humano más feliz sobre la tierra (y repito, no estoy exagerando). No entendía cómo podía compartir el idioma con una persona que narraba como si volviera a inventar las palabras, dotándolas de una dimensión tan imponente y hermosa hasta el punto de abrir en mí un caudal de dolor y goce que vendría a hacer de esa experiencia la más importante que me ha tocado vivir. Ahora bien, acabada la novela seguí con otra, que había tratado de abordar antes impelido por las chistosas ilustraciones de un señor llamado Gustave Doré sin superar la primera página pero que después del libro de García Márquez se me abría con una generosidad y legibilidad enigmática y casi mágica. Era el Quijote. Me tardé más de tres días en leer a Cervantes, pero de cualquier modo, los días que me haya tomado aunaron en la alegría de descubrir los placeres de estar solo, pero bien acompañado. De ahí para adelante busqué los demás libros del también autor de cuentos memorables como “Un señor muy viejo con unas alas enormes” o “Alguien desordena estas rosas” y no lo he dejado de leer y releer. Algunas de esas lecturas coincidieron con otros momentos íntimamente profundos. Por ejemplo, en el preciso momento en que acabé esa delirante y espléndida novela, El otoño del patriarca, mi madre, abati-
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Literatura
da, llegaba conmigo para informarme que mi abuela había muerto por una negligencia médica en el Seguro Social ya que había entrado con un leve sangrado y un medicamento erróneo le disparó el azúcar a las nubes. Ahora bien, comento esto no para molestar con detalles de mi vida que nada ha de interesar a nadie. Lo que pretendo es decir que si el autor tuvo el poder de transformar la anodina y ordinaria vida del que escribe este sentido artículo, qué no habrá hecho o qué no hará con usted, querido lector. En uno de sus cuentos más logrados, “Ojos de perro azul”, que por cierto le da el título a la colección, García Márquez habla del amorío entre un hombre y una mujer en el terreno de los sueños que comparten. Al despertar, el hombre no recuerda nada y le es imposible buscar en la diuturnidad a la mujer que ama. En cierto sentido el trajín del mundo, la agresividad cada vez más creciente, la ignorancia, la pobreza y otras lindezas del fracaso del sistema económico que padecemos, el agobio, la depresión, constituyen la diuturnidad mientras que la literatura es la noche en que todo se junta y hierve y se reconoce y nos hace amar la vida. Lo único que necesitamos para sobrevivir al naufragio es hacer un esfuerzo, apenas mayor al del hombre que en el cuento trata de no olvidar a la mujer que pinta en las paredes de su ciudad “ojos de perro azul”, para recordar que el mundo debe llenarse de libros y de historias.
Xulio Formoso: Gabo en Aracataca
Gabriel García Márquez ha muerto y eso duele mucho. Pero habría que recordar el final de El otoño del patriarca y hacerle una pequeña modificación: en este caso las campanas de gloria anuncian la buena nueva de que el tiempo incontable de la eternidad (de Gabo) ha por fin
empezado. Mandémosle todo el amor a esa eternidad, para la vida futura del portentoso autor que nos regaló gitanos piadosos, ángeles desplumados, abuelas despiadadas, coroneles abstraídos, cítaras que no merecían ser de este mundo, ahogados perturbadores, dentistas que sacan muelas
sin anestesia, Blacamanes buenos y malos, niños navegando en la luz, negros que hacen esperar a los ángeles, muertas a las que les crece el pelo, a Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, el matrimonio más conmovedor. La vida entera, como quien dice.
Marguerite Duras
Por Mauricio Flores Alcohol, dolor, pareja, amistad, amor, hijos, política, cine y vulgaridad… son las constantes diseccionadas en la narrativa de Marguerite Duras (Vietnam, 1914-París, 1996). Una autora con quien sucede algo raro: pese a haberse traducido al castellano casi la totalidad de su obra (en buena medida por la dedicación de la española Ana María Moix) se lee poco. De El amante a El amor y de El Vicecónsul a El mal de la muerte, los libros de Duras representan una mirada honesta y original a los temas de siempre. Lo que acompañado de un estilo narrativo “escueto”, atrapan a todo lector. Sinceridad: palabra clave de la obra de Duras. Aunado a ello pude destacarse la traslación al género cinematográfico de El amante de la China del Norte, donde muchos reconocerán estos atributos.
Ahora que conmemoramos el centenario de su natalicio, sirva esta cita para adentrarnos en su obra: Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado. Un libro abierto también es la noche.
Puros centenarios
Un libro abierto también es la noche
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Escribir es comer camote 364 días al año
Literatura
[entrevista a Gabriel Rodríguez Liceaga] Por Joel Flores* Una de las mejores consecuencias de la literatura es hacernos sentir o crear hermandad con aquéllos que la escriben. En mis búsquedas personales como lector, sólo dos veces me ha sucedido con alguien de mi generación. La primera vez fue en España. La segunda en México luego de finalizar el libro de cuentos Niños tristes (Tierra Adentro, 2013), de Gabriel Rodríguez Liceaga (Ciudad de México, 1980). Se trata de una emoción que te trastoca, que te obliga a decir “a mí alguna vez se me ocurrió escribir esto, pero algo me faltó, algo que ese escritor que lees tiene y sabe usar muy bien”. Algo que a cada página te sugiere que posiblemente estás leyendo a tu mejor amigo de infancia, aquél con quien pasaste grandes desventuras, pero por un extraño capricho del destino, de las deidades, aún no has conocido. Niños tristes está integrado por 9 cuentos escritos con sangre, pulmón y músculo, es decir, imaginación, oficio y tesón. Es una obra de tan solo 80 páginas que revela ciertos momentos claves de la vida de personajes que se enfrentan a las aspiraciones muertas, el amor desechable, la amistad plastificada por culpa de la evolución tecnológica, la nobleza poco conocida a sus perros de guardia, el fracaso y más. Pareciera que en estos cuentos, escritos con registros verbales que rescatan desde la voz de microbuseros hasta la de cineastas frustrados, el autor nos invitara a reflexionar nuestra condición como habitantes de un país donde los grandes relatos que forjan al mundo, el amor, la amistad y la muerte, han perdido tuétano (ya no es lo que el amor o la amistad nos hacen sentir, sino cómo nos educaron para amar y sentir), y nos han convertido en una especie que no confía ni en sí misma, porque la vida, ese auto veloz que se conduce a ciegas, con los fanales fundidos, pronto nos llevará al barranco y nadie conoce el freno de mano. En esta entrevista, Gabriel nos habla de sus inicios en la literatura, cómo se formó este libro, los cuentistas, o ecos, que hay detrás de su escritura, el lenguaje, los premios literarios y las becas, las políticas editoriales y esa larga espera que hace el escritor, tanto cuando escribe un libro como cuando lo arroja de su torre de marfil, que no es más que comer camote 364 días al año, porque sabe que en el 365 alguien le dirá “tu libro nació con vida”.
Joel Flores: Tras una serie de entrevistas a escritores nacidos durante la década del ochenta, he descubierto que la mayoría se está formando de manera autodidacta. No es que las universidades que promocionen licenciaturas o maestrías en creación literaria no funcionen, es sólo que les interesa más forjarse en talleres literarios o individualmente. ¿Por qué empezaste a escribir?, ¿cómo ha sido tu formación? Gabriel Rodríguez Liceaga: En efecto, yo también soy mitad autodidacta y mitad formado en un taller, te doy toda la razón: me parece que es una tendencia generacional. Desconfío en general de la educación. Me temo que la mayoría de las universidades funcionan como fábricas de diplomas. Esto, en el rubro de humanidades, es incluso más aberrante. Empecé a escribir motivado por un par de lecturas juveniles. Lo normal. Decidí sumarme a esta infinita fila de ecos que es la literatura. Esta metáfora es padrísima porque nos hace pensar que hubo un grito inicial a partir del cual se han ido generando todos los ecos. Poderosos gritos iniciales: Hemingway, Vasconcelos, Hugo, Melville, etcétera. O más bien: legión de etcéteras. A
la par mi maestro es Eusebio Ruvalcaba. Asistí a uno de sus tantos talleres de creación literaria por más de diez años. Sus enseñanzas están implícitas en cada letra que he escrito. JF: Cada uno de los cuentos de Niños tristes es una alegoría perfecta de la sociedad alienada por la modernidad que nos ha tocado vivir. Creemos en el amor como un proceso desechable. Creemos en las relaciones cada vez más de forma impersonal. Nos educaron para ser el mejor de una sociedad y terminamos siendo parte del ejército de seres que piensan lo mismo. ¿Cómo se formó este libro? ¿Cuál fue su proceso de creación y bajo qué ideas? GRL: Nos educaron para ser una bola de pajaritos enjaulados. La forma como escribí este libro de cuentos es la siguiente: durante cuatro años escribí –no sé– veinte cuentos, luego maté once y me quedé con los nueve que conforman el libro, que a mi parecer eran los mejores. Las ideas que me inspiran son lo de menos. Historias por contar sobran. Basta con señalar una noticia al azar en el periódico, cambiarle de canal a la tele o prestarle el mínimo de aten-
ción a nuestra pareja. Lo realmente importante para el cuentista es pulir la forma como se cuenta, ejercitar la prosa, evocar estructuras, borrar párrafos, intentar diferentes puntos de vista, contar la misma historia con tres páginas o con quince, o con cuarenta. En una palabra: escribir. Y escribir y escribir. JF: Aunque tus cuentos son, en apariencia, piezas accesibles para la definición: realismo jocoso chilango que rescata lo mejor de las estructuras narrativas de Anton Chejov y Raymond Carver, ¿cómo definirías el cuento que conforma Niños tristes? GRL: Ah, esos dos autores que mencionaste son formidables. ¡Poderosísimos gritos! Y sí, me asumo débil eco de ambos. Es curioso, mi libro se llama Niños Tristes pero son puras historias de adultos o jóvenes a quienes la vida sencillamente ha tratado de la patada. Me gusta creer que mis personajes de niños eran, precisamente, tristones. Se enfrentaron al abismo muy temprano en sus vidas. Traté de que el amor en mis cuentos fuera amor deslavado, lo mismo la cogedera, el cariño a una mascota o la muerte o la amistad. Puros sen-
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JF: Hablemos de las políticas editoriales. Veo que tienes publicadas dos novelas en Ediciones B, que es una editorial comercial. ¿Te fue complicado llegar allí o fue más fácil llegar a Tierra Adentro? GRL: En ambos casos me he sentido bendecido por el azar y la fortuna. En ambos casos estoy muy agradecido. Que alguien tome en serio tu trabajo es una sensación muy gratificante. Escribir es comer camote 364 días al año. Y de pronto: un día, un solo día, llega ese mail tan ansiado.
timientos que ya no nos dicen nada. Dice Dostoievski en Memorias del Subsuelo que “nos empeñamos en ser un tipo de hombre corriente que nunca ha existido. Hemos nacido muertos, y hace mucho tiempo que nacemos de padres que no viven, y eso nos agrada cada vez más. Le tomamos el gusto”. Quisiera yo que eso definiera a mis personajes y por ende a mis cuentos. JF: El lenguaje es el patrimonio que una familia, la sociedad y la literatura le heredan a un escritor. Tú te inclinas más por el lenguaje inmediato, el lenguaje que se escucha al abordar el metro, al bajar de un pesero, cuando rompe relación una pareja, al estar fastidiados por trabajo, al burlarnos del otro porque su vida apesta. ¿Por qué rescatar estos registros? GRL: Porque si no lo hago yo no lo hará nadie. Es decir: es responsabilidad del escritor (una de tantas) mantener vivo el registro de lo que el lenguaje es en sus tiempos. Creo muchísimo en la recreación oral. Cuando escucho a un ebrio en una fiesta me maldigo por ser incapaz de escribir como él habla. Lo mismo con los microbuseros o con los fantasmas de Rulfo. JF: Gracias a tu trayectoria veo que eres un autor prolífico, que cuentas con varios premios como el Nacional de Narrativa María Luisa Puga 2010, por Niños tristes y el Bellas Artes de Cuento 2012, por Perros sin nombre. Pero no hay ninguna beca para la creación literaria. ¿Qué opinas de los premios y becas, las ganan quien debería, ayudan a seguir creciendo como escritores?
GRL: De entrada, los premios están trivializados. Diario nos enteramos de que alguien se ganó algo. Yo obtuve el Bellas Artes de Cuento pero el libro sigue huérfano de editorial. Sólo lo han leído las tres personas que conformaron el jurado. Esto me es muy doloroso. Sin embargo con el monto que me dieron pude financiarme un año entero dedicado exclusivamente a la lectura y al ocio heroico. Las becas y premios deberían funcionar para ayudar al escritor a vivir de escribir. Las instituciones te agarran a billetazos y luego a ver cómo le haces tú solo. Siempre he tratado de salir seleccionado para una beca pero no lo he conseguido. Éste es el último año en que las instituciones me consideran “joven”. Pongamos changuitos.
JF: Hoy en día es más fácil contactarte con cualquier autor que hace una década. Te contacté por Facebook y está entrevista pudo lograrse gracias a la red social, que forma parte de la Web 2.0, sus giros en la publicación de contenidos y diálogo literario. ¿Estás abierto a publicar alguno de tus libros en e-book? ¿Crees que el lector y escritor de hoy en verdad sea crítico y mordaz en plena revolución digital? GRL: En lo personal no consumo libros digitales porque no me parecen objetos hermosos. Compro libros para rodearme de ellos, son a la par mi más entrañable compañía y la montaña de basura que me sepultará. Ahora bien, a mí lo que me importa es que me lean. Ya sea en una página impresa o
en la pantalla brillante de un teléfono. Me es indistinto. Sobre lo otro que comentas: el problema de internet consiste en que nos educa a menospreciar el instante. Antes se decía que no había nada más viejo que el periódico de ayer. Hoy no hay nada más viejo que el tuit de hace dos minutos. Eso es muy neurótico. Me aterra. JF: Otro descubrimiento gracias a las entrevistas es que los escritores nacidos de la década de los ochenta se leen poco entre sí. Los que suelen hacerlo son los publicados en Tierra Adentro, gracias a los encuentros literarios o ferias del libro en las que participa la editorial. ¿Tú lees a tus contemporáneos o prefieres la herencia de los clásicos? GRL: Yo prefiero dejar que la obra de un autor madure antes de acercarme a ella. Unos noventa años, mínimo. Hablando un poco más en serio: puedo decir que la literatura mexicana está más que saludable. Ahí vamos. Hay extraordinarios escritores mexicanos haciendo obra en este momento. Tan monumental como reciente, Noticias del Imperio, sigue siendo un auténtico tanque de oxígeno para nosotros escritores del nuevo y joven siglo en este cacho de nación. Hay que desconfiar de las bobas listas de “los diez libros del año” básicamente porque conoceremos cuáles fueron los libros importantes de esta década hasta dentro de veinte años. No manejo cifras exactas. Repito: hay que esperar a que suene el eco. JF: ¿En qué proyecto te encuentras trabajando actualmente? ¿Novela o libro de cuentos? GRL: Mi primera novela es acerca de una madre que se quita la vida, la segunda acerca del padre ausente. Actualmente escribo un tercer libro también acerca de la orfandad. Esta vez: el hecho de que todos somos huérfanos de Dios.
JF: Cambiemos de dinámica, lanzaré un par de palabras y tú me respondes, de forma sucinta, lo que te provocan: México: Hogar. Cuento: Estructura. Realismo sucio: Una etiqueta con fecha de caducidad. Amor: Otra etiqueta con fecha de caducidad. Escritura: Humildad y disciplina. Paciencia. Humor: Los periódicos de nota roja. JF: Aunque tu libro es para mí un primer acercamiento a tu obra, tengo la incertidumbre de si en tus novelas u otros proyectos literarios está el tema de la violencia, el crimen y los daños que provoca la intromisión del aparato de seguridad del gobierno al enfrentar
* Zacatecas, 1984. Ha residido en la Ciudad de México y España. Autor de los libros de relato El amor nos dio cocodrilos (Editorial Vozed) y Rojo semidesierto (Premio Internacional de Literatura Sor Juan Inés de la Cruz 2012). Seleccionado internacional en 2008 por la Fundación Antonio Gala para escribir durante nueve meses un proyecto literario en el Convento de Corpus Christi de Córdoba, España. Actualmente vive en Tijuana, donde termina la patria y comienzan los sueños.
Literatura
la inseguridad del país, sus víctimas, las balas, la sangre. GRL: Para nada. Mi primer novela se llamaba El mismo río dos veces, a propósito del río de mierda que cruza entubado toda la Ciudad de México, pero la editorial le cambió el nombre a Balas en los ojos precisamente para confundir al comprador y que pensaran que era “literatura del narco”. Es lo malo de que los libros sean tratados como productos. Mis temas son la búsqueda del origen, la perpetua orfandad, el problema de la paternidad, la mujer como salvadora de una especie en tránsito.
LA GUALDRA NO. 145
Promoción de la lectura
Por Ester Cárdenas
El coronel siempre tendrá quien le escriba “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Sin duda éste es uno de los inicios más afortunados de la literatura universal, tal como lo son: “Todas las familias felices se parecen unas a otras” (Ana Karenina. Tolstoi), o “Es una verdad universalmente conocida que un hombre soltero” (Orgullo y Prejuicio J. Austen), o “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo” (Pedro Páramo. Rulfo). Hace muchos años cayó en mis manos una hermosa edición de El coronel no tiene quien le escriba, editado por ERA, en cuya portada había un sobre vacío, me encantó, lástima que esa portada no se repitió; años antes tuve la suerte de conocer a René Avilés Fabila quien generosamente me hizo llegar por correo el primer ejemplar que tuve de Cien años de soledad, editado por Sudamericana, cuya portada sigue siendo mi favorita. Al leerlo indudablemente me dejó pasmada su uso desaforado del lenguaje y esa imaginación desbocada que me lo presentaba como un escritor que sin duda era un gran lector de novelas de aventuras, libros de viajes y posiblemente de alquimia e historias relacionadas con ella (ésa fue mi impresión a los 16 años). En 1967 publicó Cien años de soledad, pero ya antes entre 1955 y 1966 se habían editado: La hojarasca, Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora. Y exactamente con cuarenta años cumplidos publica
la novela que lo llevaría al éxito, a la casa de millones de lectores y en 1982 al Premio Nobel, con apenas 55 años de edad. Hoy 17 de abril de 2014 falleció a los 87 años de edad: falleció sabiéndose (casi tengo la certeza) uno de los escritores más leídos y queridos en el mundo. Cien años de soledad, describe el ascenso, decadencia y caída de Macondo. Cinco generaciones de la familia Buendía se suceden a lo largo de la obra. Al filo de los tiempos los nombres de Aureliano y José Arcadio se repiten, las identidades se borran y ciertos rasgos familiares se reafirman, dando la impresión que la vida de Macondo es cíclica y no está aherrojada en el tiempo lineal que nos sojuzga a todos. La narración está poblada de fantasmas, de sirvientas que hablan latín, de sueños premonitorios y sucesos extraordinarios, insomnios colectivos, hombres de doscientos años, otros que vuelven del reino de los muertos, algunos que levitan y otros que se rodean de mariposas. Macondo es una ciudad atemporal, de espejismos, donde las palabras arcaicas congeladas se derriten en sonidos extraños que revelan lenguajes desaparecidos e incomprensibles, José Arcadio Buendía refuta la existencia del tiempo diciendo que éste tiene accidentes y puede astillarse, esparciendo fragmentos completos en determinados lugares. Adéntrese, pues, amigo lector, si no la ha hecho, al fantástico virtuosismo verbal de la novela. ¿Qué mejor manera de homenajear a García Márquez?
Del oportunismo fúnebre Por Eduardo Campech Miranda Hay autores que cuya fama trasciende el reducido mundo de la lectura. Con algunos de ellos se da a través de todo un aparato de mercadotecnia a sus espaldas. Con otros, es la onda expansiva de su obra que alcanzó diversas manifestaciones culturales y el imaginario colectivo. Estos segundos son los que dejan una honda huella en la sociedad, son los que burlan la mortalidad gracias a obra. Los decesos de José Emilio Pacheco, primero, y García Márquez hace unos días, me han puesto a pensar en lo fácil que es subirse al cortejo fúnebre para estar in. En términos generales tanto la obra como el nombre del colombiano son más cercanos al grueso de la población mexicana. No es una percepción, así lo indica la Encuesta Nacional de Lectura. Las redes sociales, en particular Facebook, son termómetro de lo anterior. Las publicaciones de la canción “Las batallas”, eran virales. Sin embargo, pocos publicaban algún poema o fragmento de Pacheco. Por diversas circunstancias su novela Las batallas en el desierto ocultan su demás obra, sin que ello implique una valoración de calidad. Incluso, su participación en el guión de la cinta El castillo de la pureza sólo es recordada por unos cuantos. Menos aún que los que vieron la película Mariana, Mariana. Con García Márquez fue distinto. Quizá porque un mayor número de su obra fue llevada a la pantalla, quizá porque su Cien años de soledad fue lectura obligada en se-
cundaria y preparatoria, quizá porque cada título, después de Cien años…, era esperado con gran expectativa y, hay que decirlo, con una campaña de mercadotecnia. En ambos casos, volviendo a las redes sociales, las manifestaciones de tristeza y pésame no se hicieron esperar. Aún de aquellas personas que sé no leen ni en defensa propia. Las frases y citas del colombiano se comparten una y otra vez, aunque no se sepa de cuál libro fueron obtenidas, al cabo “están bonitas”. Pareciera, parafraseando a John Lennon, que todos te leen cuando estás muerto. Con lo anterior, de ninguna manera trato de afirmar la obligatoriedad de sus obras. No obstante lo políticamente correcto y el oportunismo son dos actitudes que indignan. Por ello, más allá de que su investidura de presidente de México lo obligue a expresar sus condolencias, son un cachondeo los otros dos twitts de Peña Nieto: “Con su obra, García Márquez hizo universal el realismo mágico latinoamericano, marcando la cultura de nuestro tiempo”. O “Nacido en Colombia, por décadas hizo de México su hogar, enriqueciendo con ello nuestra vida nacional. Descanse en paz”. Los twitteros lo saben, por eso hacen burla de ello, aunque pertenezcan a la masa llamada Juan Pueblo la cual tampoco se caracteriza por leer. Ojalá García Márquez, Cortázar, Benedetti, por nombrar a los más recurrentes, dejen de tener millones de lectores en Facebook y los trasladen a sus libros.
21 de abril DE 2014
Desayuno en tiffany’s, mon ku Por Carlos Belmonte Grey
La Mirada de Mastroianni al afiche de Cannes
como alas acompañadas por los holanes de su vestido, Guido la acecha con su mirada a través de sus lentes obscuros, pero para apreciarla mejor, inclina levemente su cabeza y los desliza sobre la nariz dejándonos ver
sus ojos por entre una pequeña rejilla de lentes y cejas. La escena no dura más de un minuto, pero ha sido suficiente para dejar una marca en el espectador y en la organización del 67 Festival de Cannes que
ha retomado la fotografía de la mirada para imprimirla como el póster oficial de este año. “La forma en que nos mira a través de sus lentes obscuros nos lleva directamente a la promesa de felicidad de una cinematografía global. La felicidad de experimentar el Festival de Cannes juntos”, declaró Gilles Frappier, el diseñador del póster que ya ha comenzado a difundirse por el mundo para anunciar el festival. Chiara Mastroianni, la hija del actor, se mostró muy orgullosa y emocionada por el homenaje a su padre que calificó de “muy bello y moderno, con una dulce ironía y una especie de indiferencia, muy a su estilo”. Y nosotros, como hicimos el año pasado, vamos a asistir al festival a partir del 14 y hasta el 24 de mayo, para ofrecerles una cobertura similar, o mejor, a lo hecho hasta ahora para La Gualdra, por lo pronto nos preparamos para caer entusiasmados ante la Mirada Mastroiannense. La secuencia se puede ver en YouTube, por si les interesa, clickear “Otto e Mezzo 8½ - Claudia Cardinale & The Barber of Seville”.
Perla Flores en el cierre del Festival Puertas Abiertas en Argentina Por Alma Esperanza El pasado 5 de abril en Buenos Aires, Argentina, se llevó a cabo el concierto de clausura en homenaje a los veteranos y a los caídos en la Guerra de Malvinas, como parte del Festival de Verano Puertas Abiertas. Dicho festival es presentado por el Ministerio de Defensa de la Nación y la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Este espacio cultural promueve la colaboración entre diversos artistas y bandas militares, con el fin de fomentar la relación entre la sociedad civil y las fuerzas armadas en su nuevo rol dentro de la sociedad argentina. El concierto fue interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina (OSN) en conjunto con el Coro Polifónico Nacional, Coro Nacional de Jóvenes, las Bandas del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea Argentina, en el Regimiento de Infantería 1 “Patricios”. También se contó con la participación del tenor Darío Volonté (ex-combatiente en la guerra de Malvinas). La obra interpretada fue la “Gran misa de difuntos” (Requiem) Opus 5, de Héctor Berlioz, bajo la dirección del Mtro. Guillermo Becerra. Contando con diversas personalidades del ámbito de la cultura y de las fuerzas armadas, el evento fue transmitido en vivo por cadena nacional a través de la TV Pública, así como en internet.i La OSN, creada en 1948 por decreto del presidente Juan D. Perón, promueve la cultura musical universal y nacional, además algunos de sus estatutos establecen su misión de llegar a los lugares más recónditos del país; por
lo que inauguró su temporada de conciertos 2014 en una zona marginada de la capital bonaerense, la Villa 31.ii La violinista zacatecana Perla Flores se integró recientemente a este organismo, después de haber ganado un cargo permanente en la fila de violines primeros por concurso de antecedentes y oposición en agosto 2013. Perla es egresada de la Licenciatura en Violín de la Unidad Académica de Música de la Universidad Autónoma de Zacatecas y de la Licenciatura en Producción Musical e Ingeniería de Audio de Berklee College of Music (Boston, EUA). Un dato que genera una gran expectativa en el ámbito cultural es la nueva sede de la OSN que se estima para el 2015, dentro de los festejos del Bicentenario. El antiguo Palacio de Correos ser convertirá en el Centro Cultural Presidente Néstor Kirchner, iii el
cual albergará la nueva sala sinfónica denominada la “Ballena azul”. Desde dicho recinto se transmitirán sus conciertos a través de la radio y televisión nacional, así como por internet. i http://www.tvpublica.com.ar/programa/ igualdad-cultural-concierto-musica-a-puertasabiertas/ ii http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-31536-2014-03-08.html iii http://www.ccb.gov.ar/entrevistas.php
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Cine
En 1963 Federico Fellini escribió y dirigió una de película que se convirtió en un clásico de la cinematografía mundial inmediatamente y que le permitió ganar dos Oscares y otros premios en todo el mundo, se trata de 8 ½. En ella otorgó el rol estelar a su actor fetiche Marcello Mastroianni quien un año antes había filmado Vie privée del director francés Louis Malle y tres años antes La dolce vita, también de Fellini, lo que lo consagraba como el rostro masculino más seductor y representativo de la Nouvelle Vague italiana y francesa. Pero volviendo a la cinta autobiográfica de Fellini 8 ½ , hay una escena que marca la cinta por su montaje musical y expresionismo facial: Guido (Mastroianni) se pasea por una plaza en busca de inspiración para su próxima película, el ritmo lo marca la ópera El Barbero de Sevilla; repentinamente, la música se apaga, Guido tiene una visión, se topa con Claudia (Claudia Cardinale) que como una aparición divina sale del bosque, atraviesa el pórtico y entra a la plaza extendiendo sus brazos
LA GUALDRA NO. 145
La Cineteca Zacatecas está ubicada en calle Dr. Hierro #303, centro histórico de Zacatecas. La proyección de las películas se realiza de manera gratuita, con fines culturales y educativos.
PROGRAMA FESTIVAL CULTURAL ZACATECAS 2014, CINETECA ZACATECAS
Del 12 al 26 de abril
Lunes 21, 12:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s MODISTO DE SEÑORAS Dir. René Cardona México / 1969/ 85 min. Lunes 21, 17:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s Mesa de reflexión y análisis por críticos y expertos en cine Participan: Sergio Raúl López, Héctor Ávila y Benjamín Contreras Modera: Fernando Otero Lugar: Cineteca Zacatecas Lunes 21, 18:30 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s AHÍ MADRE Dir. Rafael Baledón México / 1970/ 90 min. Lunes 21, 20.00 Hrs. Lugar: Cineteca Zacatecas. Ciclo 90 años de Mosfilm NOCHE DE CARNAVAL (Karnavalnaya noch) Dir. Eldar Ryazanov Unión Soviética / 1956/ 78 min. Martes 22, 12:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s MECÁNICA NACIONAL Dir. Luis Alcoriza México / 1971/ 104 min. Martes 22, 17:00 Hrs. Ciclo 90 años de Mosfilm LA BALADA DEL SOLDADO (Ballada o soldate) Dir. Grigori Chujrái Unión Soviética / 1959/ 88 min.
Miércoles 23, 12:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s KALIMÁN, EN EL SINIESTRO MUNDO DE HUMANÓN Dir. Alberto Mariscal México / 1976/ 103 min. Miércoles 23, 17:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s LOLA LA TRAILERA Dir. Raúl Fernández México / 1983/ 105 min. Miércoles 23, 19:00 Hrs. Ciclo 90 años de Mosfilm SOLARIS (SOLYARIS) Dir. Andréi Tarkovski. Unión Soviética / 1972/ 165 min. Jueves 24, 12:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s LA LEY DEL MONTE Dir. Alberto Mariscal México / 1976/ 115 min. Jueves 24, 17:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s LOS VERDULEROS (LOS MARCHANTES DEL AMOR) Dir. Adolfo Martínez Solares México / 1986/ 85 min. Jueves 24, 19:00 Hrs. Ciclo 90 años de Mosfilm AFONYA Dir. Georgiy Daneliya Unión Soviética / 1975/ 92 min. Viernes 25, 12:00 Hrs. Cine para niños LOS COCODRILOS: EL REGRESO (Vorstadtkrokodile 2) Dir. Christian Ditter Alemania / 2010/ 90 min.
Martes 22, 19:00 Hrs. Función especial Martes de documental en coordinación con La Jornada Zacatecas y Trenza Films PURGATORIO, VIAJE AL CORAZÓN DE LA FRONTERA Dir. Rodrigo Reyes México / 2013/ 80 min.
Viernes 25, 16:30 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s EL CALLEJÓN DE LOS MILAGROS Dir. Jorge Fons México / 1994/ 144 min.
Martes 22, 21:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s BELLAS DE NOCHE Dir. Miguel M. Delgado México / 1975/ 98 min.
Viernes 25, 19:00 Hrs. Ciclo 90 años de Mosfilm VARIOS DÍAS EN LA VIDA DE OBLOMOV (Neskolko dnei iz jizni Oblomova). Dir. Nikita Mijalkov Unión Soviética / 1979/ 160 min.
Martes 22, 21:00 Hrs. Lugar: Plazuela Goitia Cine al aire libre Cortometrajes Zacatecanos. Duración total: 68 min.
Sábado 26, 12:00 Hrs. Cine para niños MINOES Dir. Vincent Bal Países Bajos / 2001/ 87 min.
TODO SE VALE Dir. Edín Alaín Martínez México / 2012/ 30 min.
Sábado 26, 17:00 Hrs. Ciclo de Cine Mexicano Taquillero de los 70´s, 80´s y 90´s COMO AGUA PARA CHOCOLATE Dir. Alfonso Arau México / 1992/ 114 min.
ENTRE AMIGOS Dir. Martín Bautista México / 2010/ 4 min. NICOLÁS Dir. Marco Eduardo Casillas México / 2012/4 min. LOS HOMBRES EN LA COCINA HUELEN A CACA DE COCHINA Dir. Alberto Amador México / 2013/ 7 min. BUDÚ Dir. Iván Pastor México / 2001/ 3 min. B-BOY Dir. Abraham Escobedo Salas México / 2013/ 20 min.
Sábado 26, 19:00 Hrs. Ciclo 90 años de Mosfilm LA SALA NÚMERO 6 (Palata No.6) Dir. Karen Shakhnazarov Rusia / 2009/ 83 min. Taller de cine para niños JACINTO, CAZADOR DE IMÁGENES DE LA REVOLUCIÓN Imparte Colectivo Cine Retina Fecha: Lunes 14, martes 15, miércoles 16, jueves 17, sábado 18 de abril. Horario: 10:00 a 13:00 Hrs. Cupo: 15 niños Requisitos: Tener entre 6 y 15 años Lugar: Cineteca Zacatecas
Nave del Ex Convento de San Francisco Semana de Pascua, 24 y 26 de abril / 18:00 horas Jueves 24 Ensamble de Trompetas Rafael Méndez de la Universidad Autónoma de Zacatecas Dirección: Raúl Valdés Sábado 26 Concierto Sinfónico Orquesta Filarmónica de Zacatecas Dirección: Alfonso Vázquez Auditorio del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez Música de cámara / 13:30 horas Lunes 21 Dúo de piano y violoncello Vladimir Sagaydo, violoncello - Rusia Rodolfo Ritter, piano - México Martes 22 Quinteto Anáhuac – México Arturo Rodríguez Ramos, violín Evelyn García Montiel, violín Judith Reyes Ortiz, viola Salomón Guerrero Alarcón, violoncello David Sánchez García, contrabajo. Miércoles 23 Quartz Trío – México Aníbal Robles Kelly, flauta Rodrigo Garibay, saxofón Antonio Rosales, clarinete Jueves 24 Dúo flauta y piano Józef Olechowski, piano Polonia Rafael Urrusti, flauta – México Viernes 25 Tango Dreams Alexander Sevastian, acordeón - Bielorrusia Sábado 26 Trío San Mariana Flores, violoncello – México Héctor Eduardo Fernández Purata, oboe – México Radek Materka, piano – Polonia. Patio de Casa Municipal de Cultura Foro Infantil, 17 Hrs. Lunes 21 Rock fusión Música para jugar Los Papos Rodantes - León Martes 22 Teatro clown Variaciones cotidianas en
blanco y negro Marabunta Central de Artes Libres - Zacatecas Miércoles 23 Concierto infantil Coro del Estado de Zacatecas Dirección: Arturo García Cuellar Jueves 24 Narración oral y lectura Con el sombrero puesto La Familia Garabato - Zacatecas Viernes 25 Clown unipersonal Puff! Jesús Serrano - León TEMPLOS Música sacra y coral Teatro Ramón López Velarde 18:00 horas Lunes 21 Danza clásica Pedro y el lobo Danzaria - Universidad Autónoma de Zacatecas Martes 22 / 18:00 y 20:30 horas Teatro Extraños en un tren Con: Luis Roberto Guzmán, Luis Ernesto Franco, Sylvia Pasquel o Anabel Ferreira, Salvador Pineda & Claudia Álvarez Dirección: Manuel González Gil Miércoles 23 / 20:30 horas Música El Show de los 10 pianos + Orquesta & Coros Elenco Artístico Renacimiento - México Plaza Miguel Auza 18:00 horas Lunes 21 Flamenco fusión León de Marco – León Martes 22 Música folclórica latinoamericana Ensamble Latinoamericano & Huayrapamushka de la Universidad Autónoma de Zacatecas Miércoles 23 Música de autor Ernesto Ruiz - Zacatecas José Luis Soto - Zacatecas Jueves 24 Música de autor Dúo Kimera - Querétaro Viernes 25 Música de autor - Zacatecas
Pablo Cortés & Adrián Villagómez Sábado 26 Música del mundo Gabi Macaluso & Apadooraï Ensamble – Canadá Plaza Miguel Auza Música del mundo y jazz internacional / 22:00 horas Lunes 21 Jazz Julia Vari, voz – EEUU Marc Osterer, acordeón / trompeta – EEUU Gabriel Hernández, piano – México Antonio Lozoya, contrabajo – México Víctor Monterrubio, batería – México Martes 22 Jazz / Eduardo Piastro Quartet – México Eduardo Piastro, guitarra Federico Hülsz, saxofón Israel Cupich, contrabajo Víctor Monterrubio, batería. Miércoles 23 Jazz / Louise Phelan Ensamble Louise Phelan, voz – Irlanda Agustín Bernal, contrabajo – México Gabriel Puentes, batería – Chile Alex Mercado, piano – México Marc Osterer, trompeta - EEUU Jueves 24 Flamenco contemporáneo Juan Carlos Allende y Los Ibéricos Juan Carlos Allende, guitarra principal – Argentina Miguel Peña Tovar, segunda guitarra – México Fabio Allende, percusiones – Argentina Mariano Allende, bajo - Argentina Viernes 25 Calacas Jazz Band – México/ Haití Sábado 26 Jazz Rafael Zaldívar Trío Rafael Zaldívar, piano – Cuba Rémi-Jean Le Blanc, contrabajo – Canadá Samuel Joly, batería – Canadá. Teatro del Seguro Social Selección de teatro zacatecano /19:00 horas Adolescentes y adultos Lunes 21 Pedro y el Capitán Grupo Trébol Rojo
Martes 22 S.O.S. Inmolación La otra cara de la luna Miércoles 23 Teatro de cama Taller de Teatro Camaleón Jueves 24 Estar La Ciénega Teatro Viernes 25 Revolución 3 o la última afrenta Teatro en Movimiento Sábado 26 Obra invitada: Los niños perdidos de Francisco Hinojosa El Fénix Producciones – México Unipersonal de Esteban Castellanos Teatro Fernando Calderón 20:00 horas Lunes 21 Teatro Exceso de equipaje Kasteel Teatro – México Con Romina Coccio y Miguel Conde Martes 22 Puebla, Estado Invitado Compañía de Danza Contemporánea de la Universidad Benemérita de Puebla Miércoles 23 Concierto para voz y piano Maribel Salazar, soprano – México Pablo Zinger, piano – EEUU/ Uruguay Jueves 24 Música de cámara Trío Bell´ Arte Regina Lürders, violín – Alemania Omar Garrido, tenor – México Karina Peña, piano – México Viernes 25 Ensamble vocal Voz en punto – México Sábado 26 Música de cámara Quartetto Gelato Peter de Soto, violín y voz – Canadá Elizabeth McLellan, cello – Canadá Colin Maier, clarinete – Canadá Alexander Sevastian, acordeón, Bielorrusia.
Una mujer desnuda
21 de abril DE 2014
Saúl Por Pilar Alba es un diablo”. Pero a mí Luis ni me pela, se sale todo el día con sus amigos y se la pasa jugando con la patineta; mientras yo, yo tengo que pasarme toda la tarde estudiando para la escuela y las clases de piano. A veces por las noches cuando él cree que ya estoy durmiendo lo veo sentado junto a la ventana. “Aceite y agua”, dice mi abuelita Chole. Cuando lo veo así tan tranquilo, mirando al cielo, me gustaría tanto saber sus pensamientos. Somos tan diferentes, es raro imaginar que ambos vinimos al mundo al mismo tiempo.
Paulina Alcántara Por Edgar Khonde Tengo un cuento que versa sobre Paulina Alcántara. En él conozco a sus padres una tarde en un restaurante, yo entro y dejo mi sombrilla en la puerta. Paso, todas las mesas están ocupadas, una pareja me invita a la suya, acepto. En la charla, la mujer me dice que es la madre de Paulina Alcántara. Paulina es una intérprete de violín reconocida y famosa. Semanas después, conozco a Paulina Alcántara. Cuando la saludo le digo que conocí a sus padres. Paulina ríe. Me suelta entonces detalles de mi vida. Ante mi confusión, me aclara que no es intérprete de música sino escritora. Agrega que soy una de sus historias. Yo me levanto y me retiro. La tarde de hace dos días recorría Buenos Aires y me detuve a comer en un restaurante. El interior estaba vacío salvo una mesa con una pareja, la mujer me invitó a sentarme
con ellos. Acepté. En el transcurso de la charla, el hombre me dijo, somos los padres de Paulina Alcántara. En el instante no recordé el nombre. Cuando acabé de comer, me retiré amablemente. Caminaba de vuelta al hotel cuando el nombre de Paulina Alcántara retumbó en mi cabeza. Subí aprisa los cuatro pisos hasta mi cuarto. Busqué en la cartelera el programa de la Plaza Principal. Encontré el nombre de Paulina Alcántara. No era intérprete de violín sino cantante de folk. Horas más tarde abandoné Buenos Aires. No quería encontrarme con Paulina y que me dijera que yo era uno de sus personajes; que mi vida estaba siendo escrita por ella desde su estudio. En el avión escribí este cuento, iba camino a Colombia, a buscar los restos de Andrés Caicedo.
Ipsobituario (fragmento) Por Armando Haro Márquez no más egos por favor preferiría ver antes el menú no más licencias culpables profiriendo gritos de pánico al mar cuya culpa líquida no ha sido sino haber sido [llamado mar no importa que me asalte la duda de si debí llamar al mar mar y no océano si he permitido que la incertidumbre me consuma no más el manjar exquisito no el más terrible suceso de bruces frente a la sola idea me hace retroceder arte que no siendo vida ni Dios ni naturaleza satisface la sola idea de un mar de ahogados (Del poemario inédito: Polifonía, México, D.F. 2008) Imágenes de Armando Haro Márquez, de la carpeta de grabado al buril y aguatinta: “El beso”, Museograbado 2001.
“En medio de la noche despierto Y me levanto como para vestirme Como para llorar para ver si duermes lateral y desnuda”. Jorge Enrique Adoum
Una mujer desnuda es un paisaje con colinas y bosquecillos. Una mujer desnuda es como un continente que navega en las aguas arrugadas, blancas, de unas sábanas. Una mujer desnuda es una frase que no termina de pronunciarse, interminable, susurrante, como la brisa que repasa a la arena de la playa. Pintar una mujer desnuda con pinceles que no se ven, porque van develando poco a poco, una hermosa figura. Una mujer desnuda desnuda deseos y pasiones y una sola respiración. Una mujer desnuda muestra su desnudez con una tímida sonrisa que invita a la visita, que cobija el cuerpo amado con ternura, deseo y amor infinitos. Una mujer desnuda da hospedaje, calor y humedades sin límites. Una mujer desnuda es un sueño confuso colmado de delirios y visiones. Una mujer desnuda es una brisa, un desierto de dunas errantes y nómadas, un remanso, un remolino, una cascada, un torrente, una tormenta eléctrica. Una mujer desnuda no es sólo eso: una mujer desnuda.
Concierto para dos Por Roberto Galaviz No es un secreto: nos hemos mentido, nunca fue un inconveniente hemos edificado esta historia en base a la ficción, -pero en la armoníaes una ficción que no duele; una ficción que no aflige esta historia es una música común, un concierto para dos , conocemos la exacta melodía, el paso siguiente, la caricia previa al amor, la sonrisa magra al despedirnos, sabemos estar a tiempo para estar ausentes y llegar tarde para tenernos al instante justo
conocemos la mentira necesaria y el grado de fantasía milimétrico para reconocer el amor desde cualquier ángulo esta historia es una pieza de piano a cuatro manos, una improvisación de jazz al amanecer, una big band extraviada a medianoche, un ragtime inaudito en la habitación cuando la oscuridad se enciende nuestra historia es una mentira escrita en partitura, ésa es la clave amar como si de música se tratara desentonar sólo lo justo y poner un silencio en el momento de mayor tensión.
Río de palabras
“Saulitooooo…”, mi mamá siempre me está llamando de esa manera y no me gusta. Todo el día anda dale que dale con mi nombre y es peor cuando llegan las visitas: “Saúl, baja saludarles”, “Saúl, ofrécele una silla a la señora para que se siente”, “Saúl, toca el piano para que vean cómo has avanzado”, Saulitooooo esto, Saulito lo otro…, la verdad ya me tiene harto. Tengo que andar siempre cuidando que no se me manche la ropa, que no se desgasten mis zapatos. Porque sí no luego luego empieza con su cantaleta: “Te vas a hacer como Luis, ése
Por Alberto Huerta
LA GUALDRA NO. 145 / 21 DE ABRIL DE 2014
La Procesión del Silencio en Zacatecas
Fotogalería
Una mirada de Tomás Hernández Monreal