La Gualdra 426

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 426 /// 6 DE ABRIL DE 2020 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

William Henry Jackson. Parroquia [de Zacatecas]. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016798717. Library of Congress, USA.

William Henry Jackson fue un fotógrafo norteamericano que viajó a México a finales del siglo XIX en tres ocasiones diferentes gracias a una serie de contratos que el Ferrocarril Central Mexicano le brindó; sus dos primeros viajes se caracterizaron por la captura de amplias panorámicas de la ciudad. En esta ocasión abordaremos su tercer viaje durante el cual tomó 8 placas; fue su recorrido más productivo en cuanto a fotografía de carácter arquitectónico; en este, Jackson mostraría una sensibilidad sorprendente por los puntos representativos de la ciudad de Zacatecas.

[“Imágenes icónicas del pasado zacatecano. William Henrry Jackson y su fotografía II”, por Juan Carlos Basabe B., en páginas centrales]


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LA GUALDRA NO. 426 /// 6 DE ABRIL DE 2020 /// AÑO 9

La Gualdra No. 426

Editorial Una sensación de desfasamiento en el tiempo me ha invadido. Aquí, en este espacio del que no he salido más que para lo mínimo indispensable, sigo laborando como lo hago cotidianamente, pero sin salir. Desde el sitio en que trabajo en esta computadora, tengo frente a mí una ventana que da a la calle y me conecta con el mundo -que ha bajado su ritmo-, muy poca gente pasa durante el día, no ha habido problemas de estacionamiento frente a mi casa y eso ya es mucho decir. El Domingo de Ramos ocurrió algo sorprendente por la mañana: no había carros en la calle, ni circulando, ni estacionados. Solo casas con puertas cerradas. La calle vacía me dio tranquilidad y después un poco de miedo; el silencio en estas calles suele ser inusual, no recuerdo haber vivido un momento así. Abrí la puerta y me quedé contemplando por un momento este episodio de soledad urbana, de belleza y cielo claro. Un perro blanco, desde la azotea de la esquina, me miró y emitió un breve ladrido, como compartiendo mi sorpresa. Supe que era Domingo de Ramos porque mi vecina encendió su televisor para escuchar misa y aunque el volumen era bajito rompió un poco con la quietud de la mañana. Mi amiga Lucía preguntó en FB hace unos días, sorprendida, si era verdad que ya era jueves y yo sonreí en ese momento porque me pasaba lo mismo, el tiempo no parece trascurrir igual. He recordado también un ejercicio que solía hacer en clase con mis alumnos. Yo lo escuché de alguien y luego lo repliqué con frecuencia como preámbulo para definir cuál es la diferencia entre “misión” y “visión”. Les pedía que se concentraran y que imaginaran por un momento qué sucedería si Dios se apareciera en esos momentos y nos anunciara que teníamos solo 5 minutos de vida... luego les pedía que pensaran muy bien lo que harían en esos últimos 300 segundos antes de morir y formularan bien su respuesta. Recuerdo que la mayoría empezaba a reír nerviosamente, pero el éxito del ejercicio era no caer en el chiste y mantenernos firmes en la reflexión. Casi todos decían que llamarían por teléfono con un ser querido, porque cinco minutos no eran suficientes para trasladarse de un lugar a otro. Muchos eran los que decían que hablarían con sus padres, con su pareja o con algún otro integrante de su familia para pedirles perdón, o para decirles que estuvieran tranquilos, que se iban en calma, que los estarían esperando, que esperaban volverlos a ver... muchos también -y aquí solían aparecer algunas lágrimasdecían que hablarían para decir “te quiero”, o “gracias” porque no lo decían con la frecuencia necesaria. Después de ese “lloradero” en el que participábamos todos, seguía la otra pregunta: ¿Para qué te quieres quedar aquí más tiempo?

Para ser feliz, era la respuesta más frecuente. Para ser feliz. Ese ejercicio en clase cobra nuevamente sentido ahora, cuando ante la inminencia de aumento en el número de afectados por el coronavirus, nos hemos vuelto más sensibles -aunque todavía existen excepciones que insisten en minimizar el problema-; el sabernos vulnerables nos hace poner más atención a ciertas cosas que no considerábamos importantes: hablamos más, escribimos y mensajeamos más, mientras en silencio repetimos el terrible “por si no te vuelvo a ver”. Quédate en casa. Esa es la frase que hemos visto y escuchado a lo largo de los últimos días y a la que recordaremos durante mucho, mucho tiempo. Como una especie de mantra, lo hemos repetido en voz alta, lo hemos escrito y hasta cantado: quédate en casa, quédate en casa... Dicen quienes practican yoga, que “mediante la repetición constante y de forma rítmica, en voz alta o de forma interna, se consigue que la persona se relaje y se concentre eliminando todos los pensamientos que le puedan distraer, permitiéndole enfocar su mente en la respiración”. Hay quienes dicen “Om”, otros dicen “Om śāntiḥ śāntiḥ śāntiḥ” para relajarse; usted, durante la contingencia que vivimos, escoja su mantra, su propio sonido, su ritmo, pero quédese en casa. A propósito de quienes se niegan a seguir las recomendaciones, comparto con ustedes antes de terminar por hoy lo que escribió Constantino Cavafis, en 1911, en “La Ciudad”: Dijiste: “Iré a otro país, veré otras playas; buscaré una ciudad mejor que esta. Todos mis esfuerzos son fracasos y mi corazón como muerto, está enterrado. ¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos? A donde vuelvo la mirada, veo solo las negras ruinas de mi vida, aquí donde tantos años pasé, destruí y perdí”. No encontrarás otro país ni otras playas, llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad; caminarás las mismas calles, envejecerás en los mismos suburbios, encanecerás en las mismas casas. Siempre llegarás a esta ciudad; no esperes otra, no hay barco ni camino para ti. Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra, la has destrozado en todo el universo.

Contenido Replantearse a Obregón La comida transcurría con toda normalidad… Por Mauricio Flores

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Imágenes icónicas del pasado zacatecano [William Henrry Jackson y su fotografía II] Por Juan Carlos Basabe Bañuelos

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Desayuno en Tiffany’s, mon ku Los Soprano y Breaking Bad Por Paula Markovitch con la colaboración de Adriana Jiménez

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The invisible man, de Leigh Whannell Por Adolfo Nuñez J. Sol Por Edgar Khonde

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Encierro Por Pilar Alba

#QuédateEnCasa Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Replantearse a Obregón La comida transcurría con toda normalidad… 6 Por Mauricio Flores*

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Dibujando al caudillo “La comida transcurría con toda normalidad —reconstruye el autor—. Ricardo Topete fue el único que desconfió del dibujante [De León Toral]. Llamó a uno de los agentes para preguntarle quién era el que estaba sentado dibujando al caudillo. Toral se dio cuenta de la desconfianza de Topete, se paró y caminó a la mesa de honor. Se dirigió al diputado preguntándole cuál le parecía mejor de los bocetos que había hecho. Enseguida se acercó a [Aarón] Sáenz para enseñarle el boceto del mismo y del general, a lo que Sáenz respondió que luego lo viera para quedarse con ellos”. “Enseguida, Toral se acercó al caudillo para mostrarle el dibujo —abunda Serrano Álva-

Op. Cit.

maginémonos la frialdad de un hombre, llevado a los más insospechados extremos, en vísperas con la historia. Una persona común, de nombre aún desconocido, que con su fanática decisión delineó los rumbos del país e incorporó el hecho al anecdotario histórico, vigente durante décadas. Quién mató a Obregón, se preguntaba en el México de los 30, 40, 50… caaaaállese la boca, era la respuesta. ¿Obregón? Sí. El político mexicano ahora revisitado en Álvaro Obregón. Ranchero, caudillo, empresario y político, libro coordinado por Carlos Silva con textos de Joel Álvarez de la Borda, Javier Garciadiego, Jorge F. Hernández, Carlos Martínez Assad, Álvaro Matute, Jean Meyer, Miguel Ángel Morales, Yves Solis Nicot, Susana Quintanilla, Alejandro Rosas y Pablo Serrano Álvarez. Obra miscelánea que no se presenta como una “biografía definitiva” sino una manifestación múltiple acerca de la importancia del personaje en la historia contemporánea nacional. “Luces y perspectivas frescas” de quien muriera asesinado a manos de José de León Toral, el 17 de julio de 1928. Un Obregón necesario para el mexicano de nuestros días, y quien lo refiere como “una calle que lleva su nombre, un gigantesco monumento marmóreo y su mano, que por tantos años fue conservada en formol al interior de la edificación que el gobierno de México erigió en su memoria en 1835, justo en el sitio donde fue ultimado”. Corresponde a Serrano Álvarez la reconstrucción del magnicidio, en el contexto de su visita a la Ciudad de México, en su calidad de Presidente electo. “Una semana antes de la llegada del caudillo a la capital —escribe Serrano Álvarez—, José de León Toral, un fanático católico guiado por el ejemplo de los hermanos Pro y las lucubraciones de Concepción Acevedo y de la Llata —La Madre Conchita— en torno a la necesidad de matar al presidente Calles y al presidente electo Obregón para terminar con la persecución religiosa, había decidido convertirse en mártir de la causa católica y asesinar al Rayo de la Guerra”. Ese martes de julio el caudillo asistiría a una comida en el sur de la capital, “La Bombilla”, donde el menú incluía coctel, entremés a la mexicana, crema portuguesa de tomate, huevos con champiñón, pescado a la veracruzana y pastel “Bombilla”. rez—. El general movió la cabeza para ver los dibujos, en ese momento, Toral sostuvo con la mano izquierda el cuaderno y con la derecha sacó la pistola para disparar a la cabeza el primer disparo a cinco centímetros, luego fueron cuatro disparos más sobre espalda y otra más en el muñón derecho. En total seis disparos. Eran las 14:20 horas, justo en el momento en el que se servían los postres “Bombilla”, que eran del gusto del caudillo. Mientras, se escuchaba la canción del “Limoncito”, confundiéndose el sonido de los disparos con los toques de la orquesta”. “Obregón inclinó la cabeza hacia adelante y hacia la izquierda, se flexionó sobre la silla, dio con la cabeza sobre la mesa, luego cayó al suelo

lastimándose la frente. Sáenz alargó los brazos, tratando de atrapar el cuerpo del caudillo sin lograrlo. La confusión se apoderó de los personajes en la mesa de honor”. Concluye Serrano Álvarez: “José de León Toral y la Madre Conchita fueron juzgados durante los próximos meses. Hubo muchos involucrados, exculpados, alegatos, amparos y testigos. El escándalo en la opinión pública continuó durante el tiempo en que se celebraron las audiencias, sobre todo, en el juicio popular que se celebró en San Ángel, cuyo resultado fue la sentencia de pena de muerte para Toral y la pena de veinte años a la Madre Conchita”. “El sábado 9 de febrero de 1929, José de

León Toral fue ejecutado por un pelotón en la Penitenciaría de Lecumberri. De inmediato se hizo mártir de la causa católica, como lo corroboraron sus funerales. Fue sepultado en el Panteón Español, pasando a la historia como un hombre fanático, diminuto, delgado, oscuro, tembloroso y arrepentido, que había apagado la vida del “Rayo de la guerra”, el “estadista” por antonomasia de la revolución vencedora”. *** Álvaro Obregón. Ranchero, caudillo, empresario y político, Carlos Silva, coordinador, Cal y Arena, México, 2020, 294 pp. * @mauflos


Ollin Memoria en Movimiento

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LA GUALDRA NO. 426

/// William Henry Jackson. Zacetecas [sic]. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016817772. Library of Congress, USA.

/// William Henry Jackson. An old aqueduct, Zacatecas. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016817613. Library of Congress, USA.

Imágenes icónicas del pasado zacatecano [William Henrry Jackson y su fotografía II] 6 Por Juan Carlos Basabe

Bañuelos*

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omo lo mencionamos en la primera parte de este artículo -en la Gualdra 424, publicada el día 23 de marzoWilliam Henry Jackson fue un fotógrafo norteamericano que viajó a México a finales del siglo XIX en tres ocasiones diferentes, gracias a una serie de contratos que el Ferrocarril Central Mexicano le brindó; sus dos primeros viajes se caracterizaron por la captura de amplias panorámicas de la ciudad. En esta ocasión abordaremos su tercer viaje, durante el cual tomó 8 placas; fue su recorrido más productivo en cuanto a fotografía de carácter arquitectónico; en este, Jackson mostraría una sensibilidad sorprendente por los puntos representativos de la ciudad de Zacatecas. La primera imagen que tomó fue un paisaje cercano a la estación del tren, repitiendo un encuadre que había realizado en su primer viaje, una vista del Barrio de Caleros, contiguo a la propia estación; sin embargo, el formato y algunos elementos arquitectónicos que no aparecen en la primera imagen, como son troneras y el frontón del rebote, nos indican que son tomas realizadas

/// William Henry Jackson. Plaza and fountain, Zacatecas. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016797389. Library of Congress, USA.

/// William Henry Jackson. Vista general de Zacatecas desde La Bufa. Detroit Publishing Co. Catálogo 430153.

/// William Henry Jackson. Zacatecas. General view from the Bufa. Detroit Publishing Co. Catálogo

INAH-SINAFO.

474363. INAH-SINAFO.


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6 DE ABRIL DE 2020

*Centro INAH Zacatecas

Ollin Memoria en Movimiento

en años diferentes. En su incursión a la ciudad debió repetir la ruta que ya conocía, ingresando por la Plaza de las Carretas (hoy Jardín Niños Héroes) e incorporándose a la Calle de Los Arcos (hoy avenida Rayón), es en este punto en donde tomó la segunda imagen de su recorrido, una vista de la infraestructura hidráulica de la ciudad, el Acueducto del Cubo. Su tercera imagen la tomaría al final de esa calle, en la Plaza de Villareal (actual Jardín Independencia), en donde años antes había tomado la vista estereoscópica; las fuentes y el surtimiento del agua fueron una constante en su trabajo. Esta imagen nos presenta una encuadre bastante amplio de la plaza, donde vemos en primer plano varios hombres ataviados con sombrero que miran directamente a la cámara, en un segundo plano vemos la fuente y el bullicio a su alrededor; de fondo se observa el portal de la antigua alhóndiga, las casas que la delimitan, un poco más arriba La Ciudadela, que servía de cuartel y el Cerro de La Bufa. En su camino rumbo al corazón de la ciudad debió seguir por la Merced Nueva (actual Avenida Hidalgo) para realizar su cuarta placa (imagen de portada de esta edición), una toma del mercado que aparece en primer plano; en segundo plano podemos ver las fachadas de casas particulares y de fondo, como imponente remate visual, la portada principal de la Catedral, que contrasta con el segundo piso del mercado construido en hierro vaciado y lámina (el cual sería consumido por un incendio diez años más tarde). Posteriormente, Jackson pasó por el callejón de las Campanas, para internarse en los barrios del Rebote o del Patrocinio y llegar a las faldas del Cerro de La Bufa, desde donde capturó dos imágenes panorámicas de las que no existen negativos, solo se conservan las postales impresas en la Fototeca Nacional del INAH, en Pachuca, Hidalgo. De regreso, en el centro de la ciudad, tomó una placa de la fachada del Templo de Santo Domingo, la cual encuadró desde el inicio de la antigua Calle de los Gallos (hoy Fernando Villalpando), colocando las escalinatas de los juzgados (entonces ubicados en el antiguo Colegio Jesuita) en primer plano. La última placa que tomó fue al extremo sur de la misma Calle de los Gallos, en donde su objeto de interés fue el quiosco de la Alameda; en dicha toma vemos un andador arbolado con algunos hombres y niños viendo al fotógrafo, así como a varias personas sentadas en las bancas, algunos leyendo el periódico. Llama la atención que a pesar de ser su trabajo más amplio en la ciudad, Jackson omitió algunos puntos de gran relevancia como el templo de San Agustín, la plaza de toros “San Pedro”, la calle Tacuba (donde se encontraba el monumento al Gral. J. Jesús González Ortega, hoy ubicado en el parque Enrique Estada y conocido simplemente como “el Caballito”) o el jardín que antecedió a la actual Plaza de Armas; no obstante lo anterior, sus imágenes resultan sumamente pertinentes y un valioso testimonio pues nos dan una idea muy clara de cómo era la dinámica social y económica de la ciudad, así como de la morfología arquitectónica y urbana que presentaba la Cuidad de Zacatecas hacia el ocaso del siglo XIX.

/// William Henry Jackson. A church in Zacetecas [sic]. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016817773. Library of Congress, USA.

/// William Henry Jackson. Zacetecas [sic], the Alameda. Detroit Publishing Co. Número de archivo: 2016817612. Library of Congress, USA.


Series de TV

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LA GUALDRA NO. 426

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

Los Soprano y Breaking Bad 6 Por Paula Markovitch

con la colaboración de Adriana Jiménez

Los Soprano: “Hay suficiente basura para todos” En estos momentos extraños y apocalípticos, quiero continuar reflexionando acerca de las series de TV que acompañan nuestras tardes. Sin embargo, noto un cambio profundo; las producciones del presente me parecen pobres en calidad y riesgo (con excepciones, por supuesto) comparadas con algunas piezas emblemáticas, del pasado. Recuerdo en este momento el relato memorable: Los Soprano. Un mafioso regordete, asesino y entrañable. Un hombre común, algo ingenuo... podríamos decir que es más bien inocente y bonachón. Un hombre como cualquiera... Tiene angustias: problemas con su madre y su esposa, tiene sentimientos contradictorios, vergüenzas y debilidades (necesita ir a terapia). Y, claro, además es un asesino despiadado. Pero su condición de mafioso no es “un problema” para él... Los problemas de Tony son, en cambio, los “de todos”: desacuerdos con su mujer, ataques de pánico, encuentros y desencuentros con sus amigos. Quizás él puede asegurar que “le tocó ser mafioso”, así como a otros les toca nacer en tal o cual zona del planeta. Este punto de partida es novedoso y revelador en mi opinión. Nos podemos preguntar si los generales nazis, o los torturadores sudamericanos, o mexicanos.... también tienen problemas familiares cotidianos. Es fácil imaginar que así es. También resulta evidente que no se arrepienten de sus crímenes en ningún momento (ni siquiera cuando son juzgados y muy justamente condenados). Hannah Arendt, en su célebre ensayo “La banalidad del mal” despertó la terrible sospecha de que los criminales

nazis solo eran unos pobres burócratas, estúpidos y cobardes. Adolfo Bioy Casares dice sabiamente: “El mundo atribuye sus males a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que subestima la estupidez”. ¿Los problemas que enfrentan los asesinos, son, entonces, los de todos? ¿Un amor no correspondido, un ascenso en su puesto... diferencias con sus padres o hermanos? Cuando presenciamos la serie “no culpamos” a Tony por sus atrocidades, porque, además, los demás personajes no son “inocentes”. En todo caso, todos los personajes de la serie han aceptado las reglas de ese juego... así “es” su vida. Por otro lado, llama la atención que, dentro del mundo de Tony, él es el más ecuánime, el más humano. Es el personaje que demuestra mayor flexibilidad e incluso sabiduría. Así, Tony le recomienda a Pauli (un niño avejentado de 60

años, egoísta y cruel) tener piedad para con su tía; Tony se resiste a asesinar a su socio homosexual y perdona la vida a muchos de sus enemigos; en uno de los casos, su reflexión está acompañada de la metafórica frase “hay suficiente basura para todos”. Esta es la gran diferencia entre Tony y su sobrino Chris: irreverente, desbocado. El personaje de Tony... es al fin de cuentas, un hombre humano y sensato. Después de todo solamente mata a sus mejores amigos cuando “es absolutamente necesario”. Pero creo que la historia central de este proyecto, planteada desde el primer episodio, es el vínculo de Tony con su terapeuta: una historia de amor imposible. Es imposible porque no es amor en absoluto. Él le dice en una escena memorable: “la amo”, “he soñado con usted”. Y ella se defiende de la evidente tentación del

beso, a través de la distancia profesional: le dice que su declaración “es en realidad un gran signo de evolución en el tratamiento”. ¿Pero cuál es “el tratamiento” exactamente? ¿Y cuál es la enfermedad? La terapeuta le advierte a Tony, en el primer capítulo, que si él le confesara sus crímenes durante las sesiones, ella “no tendrá más remedio” que denunciarlo. Es decir, la terapeuta le advierte que no diga la verdad.... le anuncia la omisión. Como si existiera una “salud emocional posible”, que no contemplara la ética… ni siquiera la sinceridad... ¿la terapia de Tony consistía entonces en “omitir” la verdad? ¿Los crímenes necesitan siempre entonces cómplices silenciosos? En esta gloriosa serie, donde nadie tiene consciencia ni principios, cada quien tiene en cambio la muerte “que se merece”. La única justicia cósmica parece asentada en el hecho de morir. A dife-


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6 DE ABRIL DE 2020

Series de TV

rencia de otras series, esta historia tiene un enorme desparpajo formal, personajes secundarios brillantes, una estructura sorprendente y singular lo que la convierte en mi opinión en una verdadera obra maestra, completa y elocuente. Los Soprano nos reflejó, de una manera que nunca nos habíamos atrevido a vernos, como seres ingenuamente crueles e indiferentes. Breaking Bad Es mucho lo que se ha dicho y comentado sobre esta serie formidable que narra la epopeya de un hombre que se hace a sí mismo, se reconstruye partiendo de sus cenizas y atraviesa el mal para llegar a algún otro sitio. Pero quisiera mencionar un punto que me llama la atención especialmente: el género dramático de esta obra no se aleja, en mi opinión, ni un centímetro de la tragicomedia tradicional. Los matices del personaje son únicamente morales; en realidad, el héroe, (sin ninguna duda) triunfa al final. Y triunfa exactamente en su medida de héroe, es decir, cumple el propósito original de su aventura. Al final Walt consigue lo que quiere, su primer y elemental objetivo: dejarle dinero a su familia. Claro que en el camino se vuelve cruel, poderoso, millonario, pero al final pierde casi todo y se queda con “lo justo para cumplir consigo mismo”. Si hubiera obtenido más dinero hubiera fallado en su recorrido heroico. Por eso, en mi opinión, nos sentimos tan seguros, tan plenos al final del último capítulo: lo ha logrado. Walt alcanza la “meta”. Le deja dinero a su esposa e hijos, aunque su esposa e hijos no lo sabrán nunca. Es un hombre completo y realizado, que se despide con una sonrisa. Otro punto que quiero mencionar es la relación con la extraña y dominante Skyler. La constante impaciencia de ella en los primeros capítulos por “definirlo”. Ella parece gozar comprendiéndolo, reduciéndolo con su compasión. Quizás por eso, la lucha de Walt parece encaminada, al comienzo, a zafar de la definición, escapar de la conmiseración de Skyler, cargada de asco. La lástima que lo debilita... Ella lo mira y lo reduce en cada par-

padeo, lo comprime y desprecia. Entonces Walt empieza a mentir... Decide “ser” más allá de la mirada de ella... Creo que Skyler es el verdadero contrincante en este duelo incesante. Walt lucha por “ser”... Y para ello se convierte en lo que ella nunca podría asimilar o comprender. Sin embargo, en la mitad del recorrido, Skyler decide perseguirlo hasta “el mal”, acepta ser su cómplice a cambio del beneficio de controlarlo nuevamente. En la cuarta temporada, en el segundo capítulo, Skyler escribe un discurso. Walt ensaya el texto preparado por Skyler. Deberá repetirlo luego ante su familia. Ella ha redactado una confesión: Walt deberá confesar que se siente.... “terriblemente, terriblemente avergonzado”. Walt protesta ante esta indicación escénica. “¿Por qué auto-defenestrarse de ese modo?”, “¿qué necesidad de descender tan bajo hacia la humillación?”. Skyler contesta que, si quieren seguir adelante, él deberá seguir con el texto al pie de la letra: “Esta deberá ser la historia”, dice Skyler. Ella quiere “escribir” la leyenda de su esposo, una leyenda de impotencia, de

castración y de renuncia. Y es ante esta claustrofóbica versión de su figura que Walt se revela una vez más. Ella avanza aún más en la condescendencia... Después de una cena con su cuñado Hank, en la que Walt se traiciona al sugerir que “el genio de la meta-anfetamina”, es decir, él mismo, seguramente sigue en las calles, Skyler decide “interpretar” este traspié en la conversación: deduce que Walt está tan asustado, que propicia “inconscientemente” su caída. Walt escucha la versión de Skyler. Parece sorprendido la descarada subestimación de su propia alma. Walt la mira a los ojos y le dice: “No sabes con quién estás hablando”, “no sabes nada de mí”. “No le tengo miedo al peligro”. “Soy el peligro”. Así Walt se convierte en “el peligro”. Se salva a sí mismo de la extinción... Quizás por eso la temporada termina de manera tan formidable cuando después de hacer estallar al Sr. Gus, quien muere elegantemente desnudando su esqueleto... después de burlar con toda ternura la candidez de su entrañable cómplice...

Walt llama a su esposa y le dice: “Gané” (Walt puede querer decir quizás... que triunfó y salvó momentáneamente su vida. Pero yo prefiero entender que esa frase significa). “Te gané”, soy lo que no entiendes, lo que no puedes adivinar. Soy un ser vivo fuera de tu definición de mí. Así Walt vuelve a huir. Se va más lejos ahora, prefiere extraviarse, para poder escapar de esos ojos azules que consumen su espíritu... Walt celebra su triunfo, se recompone de la sofocación, se eleva sobre la mirada de Skyler. Walt gana, ha recuperado para sí la libertad y el misterio... e incluso le ha hecho un regalo que ella no puede comprender. Los ojos perplejos de la Skyler tienen que aceptar que no sabe nada de ese hombre, que no podrá inscribirlo en su versión de los hechos. “El guerrero tiene que hacerse inescrutable, aquel que te comprende de algún modo te aprisiona”, dice Víctor Hugo. Walt encuentra la manera de huir de la definición de sí, encuentra los resquicios, llega a un territorio que ella no puede alcanzar con la mirada... para construirse a sí mismo.


Cine

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LA GUALDRA NO. 426 // 6 DE ABRIL DE 2020

The invisible man, de Leigh Whannell 6 Por Adolfo Nuñez J.

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na noche, Cecilia (Elizabeth Moss) huye de casa con ayuda de su hermana Emily (Harriet Dyer), para así poder alejarse del infierno en el que se ha convertido su vida a un lado de su pareja Adrian (Oliver Jackson Cohen), un científico brillante y exitoso, pero también un novio abusivo y maltratador. Tiempo después, Cecilia se entera de que Adrian se ha suicidado, y ve en este acto final una oportunidad para empezar a reconstruir su vida. Luego de dicha noticia y al pasar de los días, ella empieza a notar que una presencia extraña e invisible la sigue a todas partes; mientras que todos a su alrededor la consideran una mujer trastornada con comportamientos paranoicos, Cecilia sigue percibiendo una amenaza cada vez más cercana que la comienza a atacar. Con The invisible man (2019) el director Leigh Whannell (Upgrade) demuestra que en el cine no importa qué tan inverosímil pueda resultar una premisa, en tanto sea desarrollada con ingenio y creatividad. También recuerda que el terror más interesante es aquel que representa miedos reales, en los que como espectadores nos veamos reflejados y con los cuales logremos empatizar. Esta nueva adaptación del clásico personaje creado por H.G. Wells resulta ser una producción de terror de buena manufactura que se mueve hacia los terrenos del thriller de suspenso. El filme cuenta con movimientos de

Río de Palabras

6 Por Edgar Khonde

A

penas salí, la luz del sol me encandiló. Sentí, además, náuseas, vértigo y ardor en la piel. Me volví, entré a casa y miré por la ventana. Habían pasado 120 días desde la última vez que nos habían permitido salir a la calle. Todos deseábamos caminar sobre las aceras y escuchar los cláxones del tráfico. Yo extrañaba el transporte público, la mugre, la impertinencia de la gente; añoraba la prisa y el estrés. Tenía pensado que en cuanto pudiera salir, me dirigiría a casa de mi exmujer y le pediría disculpas por todo lo imbécil que me porté cuando estuvimos juntos. Mientras estuve encerrado,

6 Por Pilar Alba

C

ómo escribir una historia de amor en tiempos de encierro, cómo hablar de la pasión cuando los suspiros se encuentran enjaulados. Miro a través de la ventana a los pájaros que vuelan en libertad, se detienen en la rama que quieren, bajan cuando les da su gana y buscan migajas en el suelo… Aquí adentro hace calor…

/// Fotograma de la película The invisible man, de Leigh Whannell.

cámara ágiles y calculados para acrecentar la sensación de peligro inminente en espacios cerrados. Como ejemplo hay varios momentos en los que la cámara se mueve lejos de un personaje hacia un encuadre vacío, y cuyo propósito es resaltar la amenaza que puede o no encontrarse en la nada. Así Whannell logra construir tensión con sutileza en lo que no se logra ver y en el vacío del silencio. Además de volverse un relato de suspenso insostenible, la cinta es una relevante mo-

dernización del personaje que gira en torno a temáticas como el maltrato doméstico, la violencia de género y el acoso. Para ahondar en estas cuestiones, el peso de la historia recae en la increíble actuación de Elizabeth Moss, quien, haciendo una interpretación unipersonal a lo largo de casi toda la película, logra encarnar el temor, la paranoia y la impotencia de una mujer que es perseguida por un enemigo invisible al mismo tiempo que es ignorada por el resto de la sociedad.

Sol

no hice otra cosa que imaginarme en el futuro. No volvería a quedarme en casa más de un día; no iba a trabajar en una oficina o fábrica; de ser posible me volvería un sintecho. Las paredes no eran para mí, las jaulas no iban con mi deseo de libertad. Pero ahora simplemente no soportaba el sol, el viento, la humedad de la intemperie. Quise saber si alguien más tenía esa sensación, esa alergia. Pregunté por chats, redes sociales, mensajería instantánea: todo mundo estaba

impedido para volver a la realidad, nadie podía abandonar su celda casera. Pensé que el sistema nos había vencido y convencido sin usar un solo disparo. Teníamos miedo, tuvimos miedo y eso había sido suficiente. Me pasé así toda la tarde hasta que anocheció, pensando en lo inocentes que nos habíamos comportado. Me asomé un poco para mirar la luna, puse un pie fuera de casa y me percaté de que podía hacerlo. Y en ese momento una idea cruzó mi cabeza. Me di-

Encierro

pero las puertas deben permanecer cerradas; así como los corazones de aquellos que no me dejan que asome ni siquiera las narices. Alma cierra

su diario, se dirige a la ventana, vuelve a ver a los pájaros de los que escribió hace rato. Espera ver a Luciano cuando baje por

Siendo incisiva en su discurso y sin descuidar sus valores como cine de entretenimiento, The invisible man es una prueba clara de que una producción comercial de escala masiva no tiene que estar peleada con el querer narrar una buena historia. Se trata de una película cuyo guion logra desarrollar temas tan relevantes como acordes a lo que ocurre en el mundo actual, y que escudándose en la ficción del cine de género -en este caso, del terror- también logra ofrecer un escape de esa misma realidad.

rigí a la puerta del vecino, toqué. Este se asomó por la ventana, sorprendido. Me dijo a través del cristal que no podía salir, que lo intentó y que casi se quema. Le dije que lo sabía, que yo estaba en una situación similar, pero que al parecer la noche nos permitía deambular por la calle. Antes de que me entendiera y abriera la puerta, me tenté la dentadura, intenté sentir mi nueva naturaleza, pensé que existía la posibilidad de que no fuera el único transformado. Finalmente cuando el vato se salió, lo abracé, necesitaba tanto el contacto humano, y lo mordí. No sé cómo supe succionar hasta dejarlo seco. Tampoco supe cómo supe que me había convertido. Tenía sed, así que me dirigí a la siguiente casa.

las tortillas para que al menos le diga adiós con la mano mientras ella le responde nerviosa: qué onda. Ya no falta mucho para que pase y lo espera impaciente, pero ya su mamá le está hablando para que le ayude a barrer el patio, para que lave los trastes. No me dejan vivir el amor; escribe; mira una vez más por la ventana y baja a trapear la cocina.


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