Series de TV
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LA GUALDRA NO. 426
Desayuno en Tiffany’s, mon ku
Los Soprano y Breaking Bad 6 Por Paula Markovitch
con la colaboración de Adriana Jiménez
Los Soprano: “Hay suficiente basura para todos” En estos momentos extraños y apocalípticos, quiero continuar reflexionando acerca de las series de TV que acompañan nuestras tardes. Sin embargo, noto un cambio profundo; las producciones del presente me parecen pobres en calidad y riesgo (con excepciones, por supuesto) comparadas con algunas piezas emblemáticas, del pasado. Recuerdo en este momento el relato memorable: Los Soprano. Un mafioso regordete, asesino y entrañable. Un hombre común, algo ingenuo... podríamos decir que es más bien inocente y bonachón. Un hombre como cualquiera... Tiene angustias: problemas con su madre y su esposa, tiene sentimientos contradictorios, vergüenzas y debilidades (necesita ir a terapia). Y, claro, además es un asesino despiadado. Pero su condición de mafioso no es “un problema” para él... Los problemas de Tony son, en cambio, los “de todos”: desacuerdos con su mujer, ataques de pánico, encuentros y desencuentros con sus amigos. Quizás él puede asegurar que “le tocó ser mafioso”, así como a otros les toca nacer en tal o cual zona del planeta. Este punto de partida es novedoso y revelador en mi opinión. Nos podemos preguntar si los generales nazis, o los torturadores sudamericanos, o mexicanos.... también tienen problemas familiares cotidianos. Es fácil imaginar que así es. También resulta evidente que no se arrepienten de sus crímenes en ningún momento (ni siquiera cuando son juzgados y muy justamente condenados). Hannah Arendt, en su célebre ensayo “La banalidad del mal” despertó la terrible sospecha de que los criminales
nazis solo eran unos pobres burócratas, estúpidos y cobardes. Adolfo Bioy Casares dice sabiamente: “El mundo atribuye sus males a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que subestima la estupidez”. ¿Los problemas que enfrentan los asesinos, son, entonces, los de todos? ¿Un amor no correspondido, un ascenso en su puesto... diferencias con sus padres o hermanos? Cuando presenciamos la serie “no culpamos” a Tony por sus atrocidades, porque, además, los demás personajes no son “inocentes”. En todo caso, todos los personajes de la serie han aceptado las reglas de ese juego... así “es” su vida. Por otro lado, llama la atención que, dentro del mundo de Tony, él es el más ecuánime, el más humano. Es el personaje que demuestra mayor flexibilidad e incluso sabiduría. Así, Tony le recomienda a Pauli (un niño avejentado de 60
años, egoísta y cruel) tener piedad para con su tía; Tony se resiste a asesinar a su socio homosexual y perdona la vida a muchos de sus enemigos; en uno de los casos, su reflexión está acompañada de la metafórica frase “hay suficiente basura para todos”. Esta es la gran diferencia entre Tony y su sobrino Chris: irreverente, desbocado. El personaje de Tony... es al fin de cuentas, un hombre humano y sensato. Después de todo solamente mata a sus mejores amigos cuando “es absolutamente necesario”. Pero creo que la historia central de este proyecto, planteada desde el primer episodio, es el vínculo de Tony con su terapeuta: una historia de amor imposible. Es imposible porque no es amor en absoluto. Él le dice en una escena memorable: “la amo”, “he soñado con usted”. Y ella se defiende de la evidente tentación del
beso, a través de la distancia profesional: le dice que su declaración “es en realidad un gran signo de evolución en el tratamiento”. ¿Pero cuál es “el tratamiento” exactamente? ¿Y cuál es la enfermedad? La terapeuta le advierte a Tony, en el primer capítulo, que si él le confesara sus crímenes durante las sesiones, ella “no tendrá más remedio” que denunciarlo. Es decir, la terapeuta le advierte que no diga la verdad.... le anuncia la omisión. Como si existiera una “salud emocional posible”, que no contemplara la ética… ni siquiera la sinceridad... ¿la terapia de Tony consistía entonces en “omitir” la verdad? ¿Los crímenes necesitan siempre entonces cómplices silenciosos? En esta gloriosa serie, donde nadie tiene consciencia ni principios, cada quien tiene en cambio la muerte “que se merece”. La única justicia cósmica parece asentada en el hecho de morir. A dife-