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Por Nancy Berthier
/// México. Dominio público.
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/// México. Dominio público.
la mecánica, hasta ese momento bien engrasada, de nuestras vidas.
Temas originales La novedad han sido las síntesis de temas perfectamente inéditos con un cotidiano profundamente metamorfoseado, ubicado bajo el signo de la singularidad y del espacio de lo que, algún tiempo antes, habría parecido ser un mal guion de ciencia ficción. La capacidad de reacción de los internautas, en fase con la evolución de una situación de la que tomaban conciencia de manera casi inmediata, ha sido prodigiosa. Han explicado el día a día de la situación a través de un tipo de mega-relato compartido, narrativamente constituido por la suma de micro-relatos anónimos que llegaban un día tras otro y, a veces, hora a hora a las mensajerías o a las redes sociales.
El miedo inicial a la penuria se ha traducido por ejemplo en una avalancha de producciones alrededor del papel higiénico y de los paquetes de pasta que habían sido desvalijados de los supermercados por razones, cuanto menos, misteriosas. Este miedo fue rápidamente seguido por variaciones innumerables alrededor de los efectos de la convivencia sobre las relaciones conyugales y extraconyugales, pero también, y sobre todo, sobre las “joyas” de la vida en familia, animales de compañía incluidos. Pasados los temores de la carencia, uno de los grandes temas concernía directamente a
los nuevos regímenes o ritmos alimentarios, alrededor del picoteo y de la toma de peso. Pasando el tiempo, los medios, para conjurar el aburrimiento forzoso, ofrecían una nueva fuente de creatividad a través de la puesta en escena de pasatiempos irresistiblemente absurdos. Para aquellos que, al contrario, estaban cargados de teletrabajo, la explosión literal de las reuniones y las citas en videoconferencia abastecían el molde de parodias desviadas.
Más allá del espacio doméstico, que ha sido un auténtico teatro en miniatura para los sainetes sobre lo cotidiano, las reglas impuestas para salir al espacio público se han puesto en escena a través de imágenes transgresoras. Los famosos certificados autorrellenables y las mascarillas se han convertido en motivos recurrentes del humor Covid. Con el anuncio del fin del confinamiento la imaginación colectiva ha urdido puestas en escena apocalípticas sobre la salida del espacio privado, en particular en lo que respecta a la vuelta a la escuela. Desde el 11 de mayo, fecha de la primera fase de la vuelta a la tan ansiada “libertad” en Francia, la producción humorística alrededor del Covid parece haberse ralentizado. La vuelta a la normalidad, a pesar del mantenimiento de las medidas de distanciamiento social, es naturalmente menos rica, y la vuelta a la actividad laboral ha reducido el tiempo de disponibilidad de los internautas.
Una inventiva extrema Más allá de la capacidad de reacción de los creadores y de sus talentos para restituir el flujo de una vivencia compartida, lo más chocante ha sido la extrema inventiva de la que han dado muestra para dejarlo patente. Se trataba de una producción doméstica, cuya principal característica era el uso de los “medios cotidianos”, la mayoría del tiempo muy rudimentarios. Esta libertad bajo presión ha generado una capacidad de imaginación pasmosa y polimorfa, como suele ser a menudo estos casos, paradójicamente, en un contexto de sometimiento. Las producciones podían ser de una extrema simplicidad, bajo la forma mínima de un texto humorístico jugando en general con lo absurdo. La aparición de las primeras teorías llamadas “conspiranóicas” alrededor del virus entrañó por ejemplo lo hilarante: “¿Y si nos están engordando para luego comernos?
La utilización de imágenes incluía un grado más en la sofisticación técnica, manteniendo siempre una gran sobriedad. Una parte de la producción se componía de imágenes propias, en el espacio del confinamiento personal, con los propios objetos como accesorios y, a modo de personajes, los propios compañeros y compañeras del confinamiento, humanos o animales o, en la mayoría de los casos, uno mismo. Las fotografías venían acompañadas de textos bajo la forma de leyendas subrayando la dimensión hu
morística de la situación. Bajo un mismo principio de juego entre texto e imagen fija, toda una serie de “memes” ofrecían variaciones alrededor de imágenes muy conocidas de la cultura “sabida” o popular, pinturas, esculturas, fotogramas de películas muy conocidas, modificadas aunando los temas Covid 19.
El summum de la sofisticación (pero no necesariamente del humor) fue la realización de videos a modo de sainetes, yendo del simple plano secuencia, con la cámara fija, en posición frontal, de un individuo frente a la cámara de su ordenador contando, con un sentido agudo de la autoburla, un (o unos) aspecto(s) de su cotidiano confinamiento, a cortometrajes familiares extremadamente elaborados tanto desde el punto de vista narrativo como del montaje, visual o sonoro. Entre estos dos extremos, la creatividad no tenía límites para los escenarios más o menos complejos.
La cortesía de la desesperación Más allá de la dimensión de crónica de lo cotidiano de millones de individuos en confinamiento, el humor en tiempos del Coronavirus ha estado dotado de una evidente dimensión catártica, incluso terapéutica. Lo que Freud calificó de “don raro y preciado”, en El chiste y su relación con lo inconsciente [1905], representa en efecto la victoria del “principio de placer […] pese a las realidades exteriores desfavorables” y es “sin dejar el terreno de la salud psíquica”. La victoria de aquellos que, frente a una situación traumática, “rechazan el sentirse afectados, a dejar que se imponga el sufrimiento de las realidades exteriores”. La práctica del humor ha representado para sus autores una suerte de escapatoria liberadora de un cotidiano difícil, probablemente debido a condiciones tanto físicas como psicológicas del confinamiento. Pero también para sus consumidores que han constituido una comunidad aun mayor de risueños. Un contravirus, no mortal en este caso.
*Nancy Berthier es catedrática de artes visuales en la Sorbona, de París. La traducción del francés al español fue realizada por Jordi Macarro: L’humour au temps du Corona: contrevirus pour une pandémie.