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Maliyel Beverido María Helena González Tere Velázquez Navarrete

Maliyel Beverido

8M2021 Mujeres en la cultura

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En la Casa del Lago de la Universidad Veracruzana no hay un “Mes de la mujer”, es nuestra casa todo el año. Dirijo un Centro Cultural Universitario cuyo objetivo es la promoción y difusión de disciplinas artísticas. Bajo el techo a mi cargo hay un teatro, un foro al aire libre, un auditorio pequeño, un patio de conciertos, dos terrazas multiusos y una galería. Eso que suena tan importante, tan solemne y tan excitante es un reto con muchas aristas burocráticas y administrativas nada glamorosas. Cuento con un equipo de colaboradores entusiastas e imaginativos, pero para un espacio de 2500 m2 con diversas funciones somos solo 5 operativos, tres intendentes y dos guardias.

Mis dificultades tienen que ver más con una comprensión deficiente de las dinámicas culturales que con cuestiones de género, aunque también se dan. Aunque podría pensarse que en el medio cultural una mujer en una posición directiva sería mejor aceptada que en otros ámbitos (finalmente, estamos entre gente culta, inteligente y sensible ¿no?), no siempre es el caso. Con mis colaboradores directos nunca he tenido problemas por ser mujer. Siendo un equipo tan pequeño, aunque cada uno conoce sus tareas y responsabilidades, todos le entramos a todo cuando hace falta (y es seguido que haga falta), y eso incluye trepar, trapear, cargar, clavar, lavar…

Con otros interlocutores la cosa puede no ser tan fácil. Como yo contesto mi teléfono directo, algunos de los que llaman -proveedores, funcionarios y directores de otras dependencias- piden de inmediato hablar “con el administrador o el encargado”, asumiendo que soy la secretaria, y tengo que explicarles que probablemente con quien quieren hablar es conmigo, que hay un administrador, pero es mi subalterno, y que la que toma las decisiones finales soy yo. Hay casos en los que, a pesar de esta explicación, insisten en dialogar con un hombre.

/// Maliyel Beverido, poeta y directora de La Casa del Lago en Xalapa, Ver.

En la programación de nuestras actividades el género, por supuesto, es un factor que tomo en cuenta, y no siempre como se espera. En enero organicé un ciclo de lecturas dramatizadas de obras escritas por mujeres: cinco talentosas jóvenes que cruzaron por las aulas de nuestra universidad y que han sido reconocidas y premiadas en diversos certámenes de dramaturgia. Muchas personas (hombres y mujeres) me preguntaron entonces “¿por qué no te esperaste a marzo, para hacerlo en el ‘mes de la mujer’?”, ¡pues precisamente porque pienso no debe haber un ‘mes de la mujer‘!; porque me parece que estas son mujeres talentosas que merecen atención en cualquier momento del año; y porque no quiero constreñir en una ventana de tiempo a las creadoras para cumplir con una agenda que solo es de apariencia. Todavía queda mucho por desbrozar para la normalización del liderazgo femenino.

María Helena González

Soy directora general de Museos y Exposiciones del Estado de Morelos. Me especialicé en crítica de arte; el haber sido sobrina del pintor Manuel González Serrano propició que desde chica estuviera involucrada con el arte y los artistas; mi papá era abogado y estaba en contacto, además, con periodistas. Desde chica he sido asidua a los museos; ahí tiene que ver la noción de vocación y de profesionalización; la historia del arte se entiende también a veces de una forma un poco romántica, y esto significa que pensemos que el arte nos tiene que gustar así, como por arte de magia, sin que tengamos la necesidad de entrarle a la teoría, a la crítica.

Después, me convertí en “metiche profesional” de talleres de artistas, publiqué muchísimas cosas; y manejé la “Fundación Noval para la cultura y las artes”. Durante muchos años publiqué como “María Helena Noval”, por recomendación de José Avilés Fabila –mi editor en El Búho de Excélsior, donde publiqué durante 10 años-; hace 3 años me divorcié del Sr. Noval y retomé mi apellido.

He publicado muchos libros. No concibo mi vida sin ir a los museos. Mis hijos me dicen “Trabajas en museos y todavía vas a ellos los fines de semana”, la respuesta es sí. Me gusta muchísimo mi trabajo y estoy enamorada de la historia del arte. Ahora, al frente de un grupo de museos públicos me enfrento a la falta de presupuesto, y también a la situación complicada de que se habla de “la muerte de los museos”, de la posibilidad de que esto suceda y de ver que muchos de ellos han cerrado sus puertas. Durante la pandemia hemos seguido trabajando; desde que entré a trabajar a la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos hemos realizado semana con semana “los Miércoles de Museos” ininterrumpidamente; sin estar encantada con la “virtualidad”, hemos recurrido a esta modalidad para no parar con las actividades.

A propósito del Día Internacional de las Mujeres, recuerdo a Rosario Castellanos y a Ana Mendieta; estamos viviendo una época enmarcada conceptualmente en los derechos humanos, estamos exigiendo todo el tiempo que nuestros derechos sean respetados en todos sentidos. El tema es de todos, el mes de marzo no es exclusivo de la mujer, y no es para andar haciendo festejos light; hay que ir mucho más allá del lugar común y de lo políticamente correcto. Finalmente es un tema de respeto.

/// Tere Velázquez Navarrete, directora del SIZART. Las mujeres de mi vida

Tere Velázquez Navarrete

Las mujeres de mi vida

La equidad, la igualdad y el respeto, empiezan en casa. Me consta. Tres mujeres me definieron. Las celebro. Mis abuelas y mi madre explican por qué soy la mujer que soy. Por distintas circunstancias, quizá sin saberlo, ellas colaboraron a romper el pacto patriarcal, lo cual les agradezco siempre.

Mi abuela materna quedó sola muy joven. Sus hermanos fueron muertos durante la revolución, en distintas batallas y su única hermana fue alcanzada por una bala perdida. Rosa Zavala, que así se llamaba, quedó sola y sola enfrentó al mundo.

Mi abuela paterna, Eleuteria Campos, supo cuándo agarrar rumbo al norte a buscar fortuna, y cuándo regresar al no encontrar el sueño americano. Allá nació mi padre, en Phoenix. La abuela se opuso terminantemente a que fuera zapatero como mi abuelo y tampoco quería que fuera cantante, lo que él más anhelaba. Bernardino no fue ni una ni otra cosa. La abuela fue determinante, para bien o para mal.

María Ignacia, madre de siete, asumió riendas tal como había aprendido. A mi padre le vino bien siempre una mujer con tanta determinación, de gran carácter -como su madre- con la que vivió 56 años, diez meses y 30 días. Él llevaba esa cuenta, y él sabía bien por qué. Con ella formó una familia en la que todos aprendimos y colaboramos sin distingos. Entre Velázquez Navarrete nunca hubo un “sírvele a tu hermano”; jamás “primero los hombres”; y ni esperanzas de que solamente nos encargáramos de los quehaceres domésticos las mujeres. Ahí hubo siempre piso parejo.

Mis abuelos, mi padre y mis hermanos, tuvieron la fortuna de vivir su masculinidad poderosa, respetando a las mujeres, escuchándolas, entendiéndolas, haciendo equipo con ellas.

Los Velázquez Navarrete somos siete hermanos con familias estables, donde replicamos un modelo colaborativo, donde nadie es más que nadie; donde se asumen responsabilidades en aras de sacar adelante a cada familia, con buen trato y respetando las diferencias.

Así que cuando por estas fechas me preguntan si he sentido alguna vez que por ser mujer se me niega algo, recuerdo que soy quien soy gracias a tres mujeres de mi vida que mostraron con ejemplos cotidianos que la decisión y la fortaleza está en nosotras mismas.

Por eso es importante abonar a la cultura de la equidad con justicia y empezar a practicarla en casa, rompiendo la organización patriarcal. Empecemos en casa.

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