LA LITERATURA DEL ARTE NUEVOS CUENTISTAS Y POETAS DE COLOMBIA
Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra, Al otro lado del puente.
CONTENIDO
GÉNESIS 4-6
LOS MAESTROS 7 - 14
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS 15 - 24
LOS DE HONOR 25 - 30
NOTAS MÁGICAS 31 - 36
LOS OTROS ARTISTAS 37 - 60
NUESTRO TEMPLO 61 - 63
GÉNESIS GÉNESIS
LA POESÍA DE LA ETERNIDAD En esencia; la poesía es creada por los espíritus sensibles, quienes con magia, inspiran lo profundo y también lo bello. A sincero deseo, ellos figuran cosmogonías en sus mentes para con el tiempo trascendido, plasmarlas en lo metafórico del arte con superioridad. Desde lo inmemorial, bien los poetas del alma, han entramado sus versos hermosos en tablas de piedra así como en lienzos y sobre el papel. Por las diversas épocas del mundo, muchos genios, iluminaron ciertamente la vida con sus obras fantásticas. A lo virtuosos expresaron las creencias míticas, propagaron sus ilusiones asombrosas. Dedicados estos seres en espiritualidad, claro a través de los saberes suyos, consiguieron ensoñar la realidad. De repercusión, fue muy importante la inmensidad de imaginarios, que ellos como sabios, decantaron para nuestra humanidad, porque nos abrieron encantaciones al eternal. Más aún en el hodierno, los artistas y rapsodas, reaparecen en las cosmópolis para dar esperanzas a la noche, presentan sus composiciones de amor, radiándolas con dulzura a la gente, conciertan magnitudes de fascinación al porvenir. Por un nuevo vanguardismo, ellos se mueven en bien, tocan lo misterioso de la vida, diversas formas de innovación sobre lo universalista, promueven en sus odas con tal de elucubrar la revolución artística. De concordancia, hay al día muchos creadores de poemarios, dedicados a la sincera evanescencia. Con probidad, logran armonizar lo estético en sus obras y por el aura de sus sentimientos con sus ideales, sorprenden regeneraciones de utopías. De hecho, ellos sobre lo etéreo, revelan los espectáculos del parnaso.
En tanto, cabe recitar que la poesía es inherente al ser sapiente y vidente. De por cierto claro, porque él intuye lo excepcional según como con su afinidad, trasfunde la poética en el lenguaje alegórico. Además de todo, tal como propone Octavio Paz: “El lenguaje es poesía en estado natural. Cada palabra o grupo de palabras es una metáfora. Y asimismo es un instrumento mágico, esto es algo susceptible de cambiarse en otra cosa y de trasmutar aquello que toca; la palabra pan, tocada por la palabra sol, se vuelve efectivamente un astro y el sol a su vez, se vuelve un alimento luminoso. La palabra es un símbolo que emite símbolos. El hombre es hombre gracias al lenguaje, gracias a la metáfora original que lo hizo otro ser nuevo y lo separó del mundo natural, el hombre es un ser que se ha creado así mismo al crear un lenguaje, por la palabra, el hombre es de sí mismo una metáfora”. Así lo elucidado, por estos pensamientos, superlativo decir que el ser humano creativo es poesía. En trasfondo preciso, muy desde lo íntimo, dispuesto vibra él en armonías fabuladas. De hecho, nace de su propia libertad, la gesta poética, que versifica con fervor igual como la fusiona y prospera con lirismo, para después extasiarla en el arte y dejarla burilada en el poemario. Ya bien con razón, precisó el maestro, Gastón Bachelard: “La palabra por sí misma del poeta habla. No es necesario haber vivido los sufrimientos del poeta para recibir la dicha hablada que ofrece su drama, la sublimación en su poesía, supera la psicología del alma terrestremente desgraciada, es un cimiento, la poesía tiene una felicidad, que le es propia, sea cual fuere el drama que descubre”. Entonces por supuesto, los poetas de verdad viven todo un sacrificio comprometido, con la intención de superarse y columbrarse en las odas, ellos evidentemente perseveran sobre lo etéreo, sacralizan lo cósmico y dan hasta su amor por lo inmarcesible, los poetas son unos libertadores de la poesía.
De los creadores, La literatura del arte.
Esperanza Castellanos, fotógrafa de Colombia. Obra, Más allá del sol.
LOS MAESTROS
LOS MAESTROS
JOSÉ NIVIA MONTOYA
Filósofo moderno; Licenciado y especialista en matemáticas, laureado por la Universidad del Tolima. Maestro en docencia universitaria. Tiene dos libros científicos publicados. Es además novelista y cuentista colombiano. Ha publicado tres novelas; Violencia en el paraíso, El Demonio de la Sierra y El Canciller de los Tulipanes. Se encuentra en la mayoría de bibliotecas de habla hispana. Ha tenido varios reconocimientos a nivel nacional. Y fue finalista del concurso internacional de cuento; La Cesta de las Palabras, España.
MADRE Madre, hermoso ser que nos dio la vida, vocablo sublime que el amor condensa, su visión, ciñó rica aureola pura y densa, Ella, dio de su saber, educación fluida. La madre nos ofrece el amor que vivifica, cuando la nostalgia nos invade con recelo, si es preciso, implorando con piedad al cielo, al Dios lúcido y divino, con el amor que fortifica. Madre que de su alma, con dones y caricias, haces que al hijo, en el mal el dolor descienda. Al ofrendar con amor, su dulce y bella prenda, enseñas a los hijos, que el afecto no desperdicias. Madre, lejos de su lindura, no hallamos el descanso del sueño, en la lucha diaria, sin sus consejos la esperanza falla, y tristemente en la playa del destino, nuestra alma encalla, queriendo alcanzar el logro imposible del empeño. De José Nivia Montoya; el poema, que inspira en su libro, Prosas de la conciencia.
LOS MAESTROS
ÁNGELES CABRERA
Poetisa y cuentista de Ciudad de México; México. Es también profesional en contaduría pública y finanzas. Desde pequeña, sus padres han infundido en ella el arte por la literatura. De relación con su genialidad, ha escrito para varias revistas de su país. Esencialmente, ella es una activista social y artística. De por cierto, sus ideales son rojos y sus escritos, profusos de hermosura. Y bien, Ángeles, se desempeña como una gestora cultural de la revista literaria, Factum.
SÚPLICA Ven, vamos a mirar al cielo buscando figuras en las nubes, antes de que la tormenta nos alcance. Ven, siéntate conmigo a esperar cosas que nunca pasarán, porque en cuestiones de amor lo hemos dado todo, pero nunca lo suficiente. Ven, vamos a descubrir si es acaso mala suerte en el juego o sólo la tendencia de apostar siempre a los números equivocados. Ven, vamos a tumbarnos en el pasto, antes de que nuestras almas se sequen y el corazón se agriete, porque todas las historias tienen un final y el amor puede acabar. Ven, no olvidemos que el corazón traiciona, pero los recuerdos perduran, porque puede que olvide tu rostro, pero nunca la sensación de tus labios sobre los míos. Ven, porque el pasado ya no regresa y el futuro que esperamos puede jamás llegar, las palabras pueden no bastar y la espera, llega a cansar. Ven, sólo ven.
De Ángeles Cabrera, la prosa poética, que inspira en amor.
LOS MAESTROS
RUSVELT NIVIA CASTELLANOS
Poeta y cuentista de la ciudad musical de Colombia. Es al mérito, Comunicador Social y Periodista, graduado por la Universidad del Tolima. Y es un especialista en Inglés, reconocido por la Universidad de Ibagué. Tiene dos poemarios y cinco libros de relatos publicados. Es creador del grupo cultural; La Literatura del Arte. Ha sido finalista de varios certámenes de cuento y poesía internacionales. Fue segundo ganador del concurso literario, Feria del Libro de Moreno, organizado en Buenos Aires, Argentina, año 2012. A mayor crecimiento, fue premiado en el primer certamen literario, Revista Demos, España, año 2014. Bien por su virtud creativa, destacado es este artista en su país.
SILBIDO DE ROMERÍA Desde lo oriundo, atesoro tus flamas de beatitud, las guardo en las sinfonías, por ellas, te confino a esta vigilia. Urdes en los vaticinios. Hacia lo rebosante, te simpatizo como colombiana, cuando me rindes los versículos; eres tú, la dueña de nuestra querencia.
Venerada en las faunas. Suscitas letanías, redoblas benevolencias. Munífica en las serranías. Desde la antigüedad, estás aplacando mis depresiones, con tus barullos alcanzas a primorearlos todos, por ello, te retengo en esta floresta. Polinizas en las lealtades.
De Rusvelt Nivia Castellanos; el poema, que perdura en su libro, La embriaguez del poeta.
Hacia la profusión, me apeteces en medio de los líquenes, cada vez que el plenilunio aurea; eres tú, la privilegiada de nuestro nidal.
Hugo Schieble, fotógrafo de Colombia. Obra, El loro radiante.
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS
CRISTIAN CAMILO HIDALGO Es poeta de Itagüí, Antioquia, investigador y estudiante en Estadística de la Universidad de Antioquia. Trabajó dos años como auxiliar contable. Al ingresar a la Universidad, realizó estudios en portugués y literatura; ha encontrado en la escritura una forma de salvarse. Es coordinador del parlamento nacional de escritores jóvenes de Colombia. Posee una gran pasión por la ciencia y trata de conjugarla con la otra cara del mundo, que es la literatura, así crea su visión sobre este mundo.
JOSÉ DAVID MORA Cuentista de Cúcuta, Colombia. A temprana edad, despierta su inquietud artística, rodeado de instrumentos musicales y libros. Cuando con el tiempo, crea el arte, forja lo literario. Ya por novedades del destino, se pasa a vivir a Bogotá y se hace profesional, un egresado de la facultad de ingeniería, por la universidad de América. Y bien en la actualidad, trabaja escritos de corte social, artículos científicos como de opinión para diarios del país.
CRISTHIAN CAMILO INUSASTY
Poeta de Sandoná, Nariño. Estudia control de calidad en el Sena. Desarrolla sus estudios en la ciudad de Pasto. Desde joven ha elucubrado la literatura. En el año 2011, ganó el concurso departamental de cuento, Encuentate. Ha escrito para la revista, Urcunina. También ha publicado para la revista, Talento Comunicaciones de España. En el presente, está dedicado a la creación de una novela llamada, Mr Brahams.
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS
CRISTIAN CAMILO HIDALGO DESPERTARÉ UN DÍA DESESPERO Me despierto encerrado en un espejo, no hay sombra en este pedazo de sueño obscurecido. Camino sobre moles de piedra que malgastan las huellas en su llanto, busco cumbres habitadas por el ave de grito inerte que me engulle. Los caminos son teclas de piano disonante, vibrando en mis miedos. El aire, una danza de cañones riéndose, camino en un espejo que me duele. Empiezo a desmoronarme a cada paso. Llego a la vigilia: He vuelto a despertar. Soy el enfermo extinguiéndose en la misma cama.
He de despertar precipitado en vacíos evocando el hambre con rencor. En esta pesadilla que irrumpe el paso de muertes, he de despertar con ríos en la sombra, con el despojo gritando las ganas al vacío. Y una fe mentirosa en las manos. He de despertar un día en que hombres sin memoria dejen de cantar la canción, que me amarra a la muerte.
Del artista de Itagüí, poemas a la conciencia.
JOSÉ DAVID MORA MURAL DE HORMIGAS Lunes a la tarde, la llave azul entre sus dedos ejecutó bruscamente la maña para abrir la chapa. Tumbado en el sofá, Martín Sánchez encendió un cigarrillo, rutina de oficinista. Sentarse y esperar que la corneta furiosa del vecino rompa el delicado silencio de la tarde para anunciarse en el hogar. De pronto pilló una hormiga solitaria en la pared. El martes no cambió nada en su rutina, pero eran dos las obreras que ya formaban en fila india, el miércoles tres, el jueves cinco. Diminutas y en aumento llegaron a inquietarle. Para el fin de semana no podía contarlas, advirtió las amenazas de una plaga y con agua de cubetas arrastró a las sedientas, urgido y asustado las trapeó por cientos. Al rato volvieron, no podían ser las mismas que atestaban el sifón, pero todas se seguían infinitas, la siguiente y la anterior. Naturalmente quiso ocuparse, hacerse cargo, entonces llenó el aire y todas las superficies de insecticida, aun en contra de su tacañería. En esta avanzada muchas murieron boca arriba, moviendo sus patitas al sol, pero a la larga ninguna escala del genocidio trajo alivio a la invasión y el pobre Martín terminó tosiendo y con los ojos irritados. Se le agotaban las ideas, hasta dejó un platillo con melado del desayuno a manera de trampa, pero en su mayoría se continuaron inamovibles, como si seguirse entre ellas, fuese religión. Apenas dos o tres infieles cayeron en su emboscada y se dio el gusto de acabarlas con fuego. Entraban por una rendija de la cocina, cruzaban la sala usando su pared más extensa, allí rodeaban un gran pedazo de tela que fungía como cuadro y salían por el balconcillo exterior, perdiéndose en el césped del vecino.
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS
La poca comida que Martin guardaba en la despensa permaneció intacta, se dio cuenta que las hormigas sólo estaban de paso y ya no sabía cómo oponerse. Pensó en el mar que antaño diera paso a los errantes y una noche medio ebrio y desesperado, le dio por incluir la caravana a su rutina de oficinista. Quitó de la pared el retazo de tela que siempre criticaron sus visitas y que las obreras rodeaban en contra de las manecillas del reloj. Al principio todas iban dibujando la ruta de sus predecesoras, bordeando el cuadro inexistente, luego notó que de vez en cuando una pionera valiente, cortaba el camino en diagonal y poco a poco la gruesa multitud cambiaba su ruta. Dibujó sobre la pared blanca, puntos y cruces azules, registrando las huellas de los caminos utilizados y cada día después del trabajo, fue poniendo y quitando obstáculos en la pared aleatoriamente, dibujando con diversos colores y formas el nuevo tramo del camino, que encontraban las hormigas hacia el jardín del vecino. Al cabo de dos semanas encontró que un lindísimo mural, testigo de obstáculos flanqueados y rutas caprichosas daba tono e historia a lo que antes era un espacio vacío. Aprendió de las hormigas su comportamiento solidario, su soledad disfrazada de compañía, admiró a las rebeldes que abandonan el camino preestablecido y por extensión estudió la cultura de los beduinos que se siguen por fe en el desierto. Un día sin anuncios se fueron las hormigas, plantaron cara desde el jardín a la casa del vecino, también se fue Martín Sánchez y tuvo que mover sus cuatro chiros, los nuevos inquilinos pintaron de blanco el mural y casi todo en este cuento quedó perdido.
Del artista de Cúcuta, cuento sobre un escultor.
CRISTHIAN CAMILO INUSASTY NOCTURNO Insondable aura de esta noche escamoteada; desde la periferia la ciudad se contempla y se incendia, la luna ruje como un toro esperando una estocada , la femineidad de los pinos al pie del asfalto mendigan resurrección. Todo es tan incomprensible hoy, tan voraz, como mis ojos en el mundo suplicando ausencia de llanto.
HORA DEL CANSANCIO
Asecho la hora del cansancio. Un minuto resopla como silbido de noche aletargada , los cuadros de Vermmer segregan su nostalgia viril y desalmada. ¿Cuándo vendrá tu caricia venenosa a entorpecer mis labios de cereza madura? el respiro denota entrega, el preludio de la muerte arde en el azar de la torpeza, cuerpo que se vence en esta noche escamoteada. Del artista de Pasto, poemas contemporáneos.
LOS ARTISTAS CONSAGRADOS
A USTEDES COLOMBIANOS GENIALES
LOAS FANTÁSTICAS
Johana Alejandra Nivia, fotógrafa de Colombia. Obra, La belleza florida.
LOS DE HONOR
LOS DE HONOR
DAYANA GONZÁLEZ FAJARDO Es una escritora de Bogotá, Cundinamarca, también diseñadora industrial y empresaria. En el campo artístico, participó en el taller de escritura, Localidad de Los Mártires y ella egresada del taller de cuento, Ciudad de Bogotá. Respecto a sus reconocimientos; premiada de plata en el concurso nacional de cuento, Cámara de Comercio de Montería, año 2015. Segunda finalista en el concurso interno de cuento, 2015. Y finalista en el concurso de microrelatos eróticos, Diversidad Literaria, España, año 2015. En el presente, ella trabaja en la creación de narraciones fantásticas.
ANGÉLICA VIVIANA ROSERO Es una cuentista de Pasto, Nariño. En la misma ciudad, ella estudia derecho, vive con sus padres y sus dos hermanos. Direge el grupo de jóvenes cine club, Catambuco. Además de todo, le gusta escribir, se encanta por el cine y lee con asombro los cuentos de Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft. Sobre lo personal, cree que los sueños son la expresión del alma y que nuestro deber como seres humanos es hacer las ilusiones una realidad, para que nos conozca mejor el mundo.
DAYANA GONZÁLEZ FAJARDO OBRA PÓSTUMA DE MARCO LAVERDI Cada quien es dueño de su propio dolor. René Dexé Exponer en el MoMA de Nueva York era el sueño de Marco Laverdi, y trabajaba duro para lograrlo. Pintaba el día entero con todas sus fuerzas hasta que enfermó hacia mediados de enero. Primero, percibió un leve tic, un pestañeo acelerado involuntario. No le prestó mayor atención y siguió pintando su cuadro. Luego, un agudo dolor se apoderó de su ceja izquierda, bajaba desde el párpado superior y volvía a subir de manera circular. Ése dolor se volvió crónico. Una semana después, llegaron las punzadas, sentía arañas diminutas con patas de alfiler corriendo en su pupila y empezó a llorar sangre. Ningún doctor le decía qué tenía, y después de innumerables exámenes y procedimientos médicos, al final siempre lo remitían con otro especialista. En febrero, se inició el cerramiento de los párpados que escupieron una a una cada pestaña y empezaron a unirse en una sola masa. Era como si desde siempre su ojo hubiese sido una herida y su cuerpo ahora la estuviera cicatrizando. A final del mes tenía un hilo perfectamente soldado sobre su esfera óptica. Intentó convencer a los médicos de que le practicaran una cirugía, pero después de varias juntas le notificaron que era imposible, su cerramiento era tan perfecto y natural que si le hacían una incisión quedaría como una herida abierta. En abril, dejó de acudir a médicos y especialistas y decidió recluirse en su apartamento. Se dedicó a pintar su cuadro, su obra maestra. A mitad del mes sintió un impacto fuerte, como un martillazo sobre su ojo izquierdo. Un fuerte dolor de cabeza se adueñó de él, sintió como si un animal se resbalara detrás de su cara hasta bajar a su garganta. Corrió al baño y vomitó una maraña de sangre y baba junto a la órbita que alguna vez fue su ojo, lloró con su único ojo. Ante el espejo, Marco no se reconocía, la imagen al frente era ajena a él. En mayo percibió de nuevo el tic que ya conocía, ahora en su ojo derecho. Comprendió el proceso que iniciaba y ni si quiera se molestó en acudir al médico. A finales de junio ya no tuvo ojos para llorar, tampoco para pintar.
LOS DE HONOR
Aprendió a ser ciego y desarrolló sus demás sentidos. Su tacto, oído y olfato se hicieron más audaces, hasta que llegó septiembre y comenzó a estornudar en lapsos seriados que se hacían cada vez más frecuentes. Percibió que los cartílagos de su nariz se estaban desintegrando y una tarde lluviosa con una fuerte exhalación, los arrojó por las fosas y se estrellaron en el piso. La piel colgante de la nariz se empezó a retraer hacia la cara hasta que se pegó por completo, dejando sólo dos pequeños orificios semejantes a la nariz de una serpiente. Estaba desolado, abandonado y deprimido, su rostro estaba implosionando y no podía detenerlo. No podía ver a nadie ni quería que nadie lo viera él, se sentía humillado y solo. En noviembre sus encías se inflamaron como un globo y en dos semanas sus treinta y dos dientes comenzaron a caer uno a uno, los sentía picoteando su lengua e inundando su boca. No tuvo más opción que escupirlos en el lavamanos. Diez días después, sus labios se soldaron de las comisuras hacia adentro, dejando una única perforación del tamaño de un pitillo. Agradeció no tener vista para no ver su cara sin rostro. Tomó como hábito rozar las yemas de los dedos con su cara y aunque la sensación era espeluznante, no podía dejar de hacerlo. Ya en diciembre no se sentían las cicatrices de sus ojos ni de su boca, simplemente se sentía una larga piel lisa y tersa, como si hubiera sido así siempre. El veinticuatro de diciembre recordó al pintor René Magritte, en especial, su cuadro del hombre con bombín y una manzana al frente. De pronto se le ocurrió que era como él; un hombre sin rostro detrás de una gran manzana. Pensó como se vería ese hombre volando, que podría ser un cuadro muy singular. Lamentablemente no podría pintarlo, pero sí podría representarlo. Entonces se vistió con un traje elegante, se puso un sombrero y cogió la única corbata que tenía, que era roja, tomó una cámara Pollaroid, la puso sobre su caballete y accionó el temporizador. Ató la punta de la corbata a una viga en el techo y con sus pies quitó la silla, voló. La fotografía se exhibe ahora en el MoMA de Nueva York. De la bogotana, cuento fantástico.
DAYANA GONZÁLEZ FAJARDO ENTRE MIS SUEÑOS
Los sueños son el suspiro del alma, la expresión oculta de nuestro pensamiento. L´ange lekis
Soy Alicia, viajo entre musarañas, creo en los sueños porque tal vez ellos son el reflejo de mi alma. Hoy me levanté de un salto como si me hubiera caído. Hice lo de siempre, salí de mi casa temprano, tomé el bus de las siete y quince de la mañana, saludé al conductor, recibí el cambio, busqué donde sentarme. En la primera banca había una pareja, la tercera la ocupaba la colegiala de los audífonos, parecía en una letárgica, viendo la ventana y escuchando música. A mi izquierda el señor de la oficina con su corbata mal arreglada, no iba a tiempo, se nota su expresión afanada, yo me senté en la quinta banca a la izquierda, habitualmente la utilizo, su terciopelo rojo no tan suave algo incómodo para movilizarse, pero qué más da, tal es mi transporte. Ahí estaba otro día más, mirando mi recorrido, sin encontrar algún sentido a la vida. No había tenido una buena noche, pues mi vecino había llegado tarde a seguir la fiesta en el apartamento de arriba, no pude conciliar sueño, me sentía cansada, estaba somnolienta, lentamente se fueron cerrando mis ojos, mientras yo sentía apacible, confortable el asiento. Cuando de pronto estaba vestida de blanco, mirando un gran jardín hermoso, lleno de flores de colores, sentía una brisa cálida, junto a mí una señora estaba asustada, me pidió que corriera hacia una casa de campo muy antigua, un poco desgastada, descuidada y de color blanco con un pórtico, bajo un gran balcón y muchas ventanas. Corrí hacia ella, entré, todo se puso oscuro, tétrico, olía a muerte, me asusté, sentía escalofrió, empecé a subir unas escaleras escabrosas, me llevaron a un pasillo lúgubre. A la distancia podía observar una ventana entre abierta, caminé hacia ella, tratando de ver el jardín. Era de noche, abrí un poco más la ventana, saqué mi cabeza, miré las estrellas. Era un espectáculo fascinante, la luna creciente a la mitad como un cachito. Casi la podía tocar, su luz empezó a reflejar mi vestido, exactamente mi vientre, pensé en él, mi corazón se hizo trapos. Al voltear mi cabeza, miré hombres ojerosos, pálidos con palas, sus picos estaban enfurecidos, con ganas de matarme, corría entre pasillos turbios, oscuros, negros, horribles y llenos de gritos, sangre con bombillas moviéndose de lado a lado. Entonces con desespero, llena de lágrimas en mis ojos, abrí una puerta y después al cerrarla, encontré a la mujer del jardín, un poco más vieja, con su cabello desaliñado, con canas, una mirada peculiar, tranquila como la de un ángel, cuando asentando con su cabeza, me dijo, que la luna estaba llena. Y por tal novedad, ya no me perseguían, ella sonriendo acarició mi vientre, todo quedó oscuro, nuevamente tenía frío, pavor, sentía que algo se movía en mí y se desprendía para siempre, caí a un abismo saliendo de mi cuerpo y al despertar, yo estaba muerta. De la artista de pasto, cuento de maravillas.
Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra, Los peregrinos del lago.
NOTAS MÁGICAS
NOTAS MÁGICAS
ALIRIO QUIMBAYO DURÁN
Poeta de Girardot; Colombia. Es especialista en la enseñanza de la Literatura, Universidad del Quindío. Actualmente, trabaja como docente de Lengua Castellana e inglés en la Institución Educativa, Joaquín París, Ibagué, Tolima. Escribe además para distintos periódicos y revistas del país. En cuanto a sus reconocimientos ha sido varias veces Primer puesto durante el Concurso Departamental de minicuento, Colegio Champagnat. Por otra parte; Primer puesto, Día Universal de la Poesía: poetas leyendo y presentando su poesía inédita. Premio Nacional de Poesía El Quijote de Acero, con el poemario: Residencia en la otra orilla, Pereira, 2010. Y Premio Nacional de poesía Porfirio Barba Jacob, con el libro: El tiempo líquido de las mariposas, Envigado, Antioquia, 2011.
SENTADO A LA ORILLA DE ESTA SOMBRA Sentado a la orilla de esta sombra follaje de mis luchas contra el viento; estoy a la espera de la flor del día convertida en savia, en sangre de pueblos, en incienso camino de hormigas hacia las estrellas en el insondable firmamento. De Alirio Quimbayo Durán, Mis manos vienen de las orillas de los desheredados dedicado al poeta, saben cómo palpar la escritura en el corazón Kahil Gibran. del árbol; mi oído aprendió cómo traer a la vida los versos ocultos entre sus círculos tallados por los años. Savia convertida en danza de guerreros, en mares poblados de barcos, en ronda de niños trepados en las nubes; en lluvia tejiendo sus hilos sobre tejados, en vuelo de aves migratorias que hacen sus nidos de agua y sonidos, de plumas y gorjeos entre las hojas de las noches mientras arrullan la luna los enamorados con sus voces y cantos. Estoy sentado a la orilla de la vida para ver cómo la Tierra escribe sus poemas cuando de las semillas de los árboles brotan en los ojos de los ausentes los versos reverdecidos.
NOTAS MÁGICAS
XIMENA CORREA
Socióloga de profesión, graduada por la Universidad de Antioquia, demoledora de vocación. Me describo como una persona que siente profunda admiración por la gente humilde, los que siempre quieren aprender y no creen tener la verdad revelada, creo que la nobleza de este mundo proviene de este tipo de personas. Me encantan mis amigos y las conversaciones hilarantes y claro, la escritura, que en mi caso es una necesidad vital.
QUINCEAÑERA Eran las cinco de la mañana y Mariana no veía la hora de que fuera de noche, iba a ser una gran noche; no sólo era su fiesta de quince años, no cualquier fiesta, la genial fiesta, además que después de la media noche se iría a ver a escondidas con Juan, no cualquier Juan sino el gran Juan. Juan había sido su gran amor desde que lo vio y eso hacía ya casi dos años, dos años de miradas que iban y venían, de muchos suspiros y notas rosadas en su diario, de monotema en las conversaciones y de un insoslayable pensamiento en su cabeza, Juan, su amor. Mariana era una niña, un poco tímida, pero a su vez era muy querida por sus compañeros de curso, por los profesores, los enfermos a los que iba a leerles después de la escuela, pero sobretodo Marina era de don Carlos, su padre; la niña de sus ojos. La idea de Mariana era aprovechar el descuido de todos en la fiesta y escaparse con Juan a un lugar privado donde pudieran estar solos, no se le ocurrió otro sitio mejor que el granero de su padre. Ella con mucho sigilo le había sacado duplicado a la llave y todo estaba ya dispuesto, cuidadosa y tiernamente. Había rosas, una selección de la música que más les gustaba y hasta un vino no muy caro, que había comprado con el ahorro de sus mesadas. Don Carlos por su parte si bien estaba entusiasmado por la felicidad que veía en su hija, no podía apartar cierto acento sombrío, porque estaba en bancarrota. A don Carlos nunca le gustaba mucho hablar de sus problemas económicos con su familia, pues era el hombre de la casa y su deber era responder por ella; pero las malas ventas del granero y sus acreedores, que no daban espera, lo habían llevado a tomar una decisión desesperada, prender el granero para así cobrar el seguro. Y la fiesta comenzó, pasó el brindis con el baile y después Mariana y Juan, se escaparon. Cuando al rato don Carlos hizo lo propio. Esa noche hubo una gran explosión en el pueblo, nadie entendió porque ni como pasó tal tragedia, dos jóvenes habían muerto encerrados y entre el fuego. Entonces ante tal fatalidad, hay quienes dicen que en medio de la explosión, se dibujó un gran corazón, un corazón en llamas, todo como un fuego pirotécnico, mientras otros dicen que esa noche, ardió el amor. De Ximena Correa, un cuento sorprendente.
Johana Alejandra Nivia, fotógrafa de Colombia. Obra, Atardecer amazónico.
LOS OTROS ARTISTAS
LOS OTROS ARTISTAS
CUENTISTA: CARLOS MANUEL RENTERÍA BOGOTÁ, CUNDINAMARCA OBRA: LA PROPUESTA
CUENTISTA: JUAN DAVID VARGAS VILLAVICENCIO, META OBRA: EN UN BENDITO TRANCÓN
CUENTISTA: SARA MANUELA GRACIANO MEDELLÍN, ANTIOQUIA OBRA: LA ÚLTIMA MUERTE
CUENTISTA: JORGE ELIÉCER VACCA POLO NUEVO, ATLÁNTICO OBRA: LA MAGIA DE LA TORMENTA
CUENTISTA: MANUEL GONZÁLEZ ASPRILLA VIGÍA DEL FUERTE, ANTIOQUIA OBRA: EL GABO Y LA DAMA NEGRA
CUENTISTA: YENNY KARONLAINS ALARCÓN SANTA ISABEL, TOLIMA OBRA: ONDA ELUSIVA
POETA: FRANCISCO ALFONSO PINEDA BOGOTÁ, CUNDINAMARCA OBRA: HOMERO
POETA: JHONATAN RODRÍGUEZ FLORIDABLANCA, SANTANDER OBRA: EL SECRETO
POETA: NÉSTOR GUEVARA PAILITAS, CESAR OBRA: DE LA VIDA Y LA MUERTE
POETA: JHON FREDY CARABALÍ CALÍ, VALLE DEL CAUCA OBRA: ALMA
POETISA: LEONOR RIVEROS HERRERA CALARCÁ, QUINDIO OBRA: YO TE SOÑABA
POETA: OSWALDO GÓMEZ TOLEDO BOGOTÁ, CUNDINAMARCA OBRA: CUANDO ME HAYA IDO
LOS OTROS ARTISTAS
NUESTROS CUENTISTAS
CARLOS MANUEL RENTERÍA LA PROPUESTA Ella, una mujer de ciudad, pero ante todo una dama de sociedad, víctima de los comentarios de propios y extraños, era una mujer alta con buenos pechos, un cuerpo envidiable por muchas e incluso para las mujeres más jóvenes, unos ojos azules como el mar, una mirada dulce, cariñosa, amable, deseada. Esa noche todas las miradas estaban puestas en ella, todos los hombres la deseaban, pero ella sólo sentía amor, deseo y pasión por su esposo, el hombre que sembró en ella sus hijas, fruto del deseo y la pasión, del amor y del respeto que sentía cada uno por el otro, el hombre que hasta hace una semana le hacía el amor con extraña pasión y a ella le gustaba y cada vez lo repetía en público, que ella era mujer de un solo hombre. Paolo, como se llamaba, murió semanas antes de un infarto extraño por demás. Ella, sin embargo, en medio de su duelo asistió a la reunión, sin medir las consecuencias que esto le podría causar, además por su condición de viuda deseada por hombres e incluso por algunas mujeres sin medida. En medio de la noche, había un hombre extraño que la miraba tímidamente, pero ella sólo tenía ojos para su marido, aunque muerto estuviera, ella no podía dejar que las habladurías de los asistentes opacaran su dolor por su ausencia. Pero de repente se le acercó un hombre y le dijo algunas palabras dulces al oído, ella sin embargo celosamente lo escuchó y sonrió por unos instantes, la mirada oculta, sus pechos erectos por las palabras de un desconocido que tocó hasta lo más intimo de su ser, una lágrima temerosa apareció súbitamente y sus pensamientos expresaron sentimientos. Cuando se dio cuenta de que la naturaleza de un hombre, cualquiera saciaría su deseo, sintió compasión, una extraña compasión, que se dirigía a quien fuera que fuese el escogido, ya que competía al hombre sucumbir ante las propuestas, sin derecho a rechazarlas.
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Ella sin embargo, salió aterrorizada del lugar y corrió hacia su casa esperando que el hombre no la siguiera y ella por no desfallecer ante sus halagos, llegó a su casa, abrió la puerta y entró a la sala principal, cerró la puerta con fuerza, se recostó en ella y empezó a cavilar sobre lo sucedido, su piel estaba mojada, sus ropas transparentes, ella sabía que aquel hombre había hecho pedazos su luto y que todo lo que deseaba en ese momento era tenerlo entre sí, pero sabía que eso no iba a suceder, pero quería soñarlo y lo estaba logrando. Luego salió despacio para su cuarto, se sentó al lado derecho de su cama, se acercó por un momento a la mesa de noche, donde reposaba su rosario, una vela y una imagen de su marido ya fallecido, luego miró hacia afuera de la calle y vio que la gente corría de un lado para otro y no se explicaba por qué en sus pensamientos, sólo estaba la imagen de aquel hombre que minutos antes la miró fijamente y se le acercó tímidamente, no era parte de un sueño, por el contrario era la mejor propuesta que le habían hecho, luego de que su amado esposo en su lecho de enfermo, le había comunicado que nunca nadie se fijaría en ella, porque él había sido el primero y único hombre en su vida y que esos besos y caricias, nunca se podrían repetir. A pesar de ello, en su corazón y en su pensamiento, descansaba la imagen de aquel hombre. Horas más tarde se tiró en su cama y fantaseó por unos instantes. Las palabras de aquel hombre, daban giros en su cabeza y ella tenía que soñarlo, para percibirlo, para imaginarlo y para desearlo, la propuesta de ese hombre había cambiado su duelo, las palabras de su marido en ese momento se habían esparcido en el aire, en el ambiente, en sus recuerdos. Sólo existían en su ser, las frases impertinentes que había dicho ese hombre, pero que ella en el fondo las creía como propias, porque a esa mujer eso le había hecho falta, que un verdadero hombre la tratase como una cualquiera para que ella reaccionara. Eso hizo que esta mujer se derrumbara del pedestal en donde se había posado por toda su existencia. Luego de esa noche, fue una mujer cualquiera, una mujer común y corriente, igual que todas las mujeres que son poseídas, toda su vida por un solo hombre.
JORGE ELIECER VACCA LA MAGIA DE LA TORMENTA Todos los días, cuando nos instalamos frente al campo de la reflexión, el ensueño toma sus alas para reencontrarse con sus imágenes cósmicas y así establecer un diálogo con los recuerdos. En ese primer crepúsculo de silencio nuestras almas vagan expectantes como si esperaran lo impredecible, lo misterioso; ese algo que se mueve sigilosamente al compás de los rumores del designio. El alma del campo se agiganta y forma un coro de sortilegios; un murmullo avanza con la complicidad del presagio. El aire se envuelve en olor a caña seca y hace parir del fondo de la tierra su aroma ocre. Un sabor a lluvia recorre nuestras papilas gustativas, recubiertas por un amasijo dulce de yerbas salvajes, almidonadas con los estiércoles y las arenas bruñidas de terciopelos. El cielo se torna oscuro y frío. Las ventiscas galopan con la muerte altanera que se campea por los caminos de vientos. La arcilla se convulsiona en serpentinas de llantos; las casas se atrincheran para armar sus defensas y aúnan fuerzas para resistir hasta el final, cual leonas recién paridas que protegen a sus cachorros, que en un rincón cálido esperan el zarpazo de la tormenta. Los hombres caminan y saltan por encima de obstáculos del espacio y tiempo. La premura abre sus puertas y cierra sus ventanas. Ya casi llega, se oye el lejano son de cumbia. Los primeros gritos de silencio llenan el espacio; primero como un eco lejano y pequeños destellos. El cielo comienza a tomar sus fotografías con relámpagos geométricos y luces multicolores. La angustia se mezcla con la alegría y los corazones cargados de esperanzas ascienden al firmamento como queriendo desgajar los racimos de lluvia.
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Las nubes coquetean con aires de invierno, de espera, de calma; pero en la medida que los ecos del ruido aumentan su tono, nace la duda; surge la incertidumbre de si resurgirá la lluvia con tormenta. Los pájaros alzan sus vuelos y recogen sus nidos. Las chicharras inician sus ritos de lluvia, los sapos entonan sus danzas croando toda la noche; los burros rebuznan con sus caras estiradas al sol que duerme cansado y vencido por la oscuridad, que se muestra fría y preñada de lluvia. Parece que viniera lo inesperado o tal vez lo ya anunciado. Una brisa helada enjuaga y peina nuestro rostro y peina las crines desordenadas de los caballos. Como en un acto prepotente y soberano, Zeus levanta sus rayos poderosos y embiste la humanidad del universo y la gran bóveda del cielo se desgaja en millares de flechas como en la batalla contra los filisteos. La noche desciende por encanto. Una policromía de fuegos artificiales abraza el infinito. La lluvia ha llegado. Las centellas crepitan en las raíces de los techos, y como una plomada, la maravilla del trueno ensordecedor invade el interior de las casas; pero que por un milagro se tornan ufanas e imbatibles, logrando concertar un diálogo de tolerancia entre la fuerza y la resistencia para poder sobrevivir a este holocausto. El agreste tintineo de la lluvia trepida sobre los techos de zinc; el olor a yerba mojada se enloquece y dimana su aroma. La noche enmudece en una complicidad con la vida. La tormenta nos brinda las ansias de vivir. Ella se graba en el sueño de la eternidad y establece un pugilato entre las imágenes y el ensueño; la nostalgia y el terror toman cuerpo en nuestros sentimientos. La tormenta no traspasa el umbral de las cortinas. No toca a la puerta. Se queda afuera. Lluviosa y mojada. La ciudad destruye la metáfora del silencio; degüella el regazo de la noche. Los truenos acallan las voces en el tumulto de la civilización. El arco iris establece la alianza ante Dios, los hombres y los campos. Sus colores son menos matizados. La polución opaca su brillo mágico. El mito se desborona y la noche cae con un asomo de terror y miedo. En el campo, la tormenta grita y vive. En la ciudad, calla y muere.
JUAN DAVID VARGAS EN UN BENDITO TRANCÓN A ella le gustaba salir temprano. Disfrutaba ver a la gente afanada, corriendo; ver a las mujeres maquillándose en la buseta, a los hombres arreglándose la correa en el paradero. Ella, que había vivido en la capital desde chiquita, se reía de los campesinos de este pueblo, en el que ningún trayecto duraba más de media hora y en el que nadie llegaba puntual a sus citas. Él llegaba siempre tarde a clase. Por su pinta, debía ser músico o algo parecido como un poeta. Siempre andaba solo y en la buseta, siempre se le veía organizando papeles u organizándose la camisa o amarrándose los zapatos. Un día iba temprano para su clase, no a propósito, obviamente por que decidió coger esa buseta que dice; Virrey, que él sabía que se demoraba más y le gustaba la idea de darse un paseo. Fue ahí donde la miró, fue ahí donde se dio cuenta que nunca antes había mirado a nadie, tan distintamente. Y bendito fue el trancón, que le permitió contarle cada pequita de su nuca; bendita esa silla, justo detrás de la de ella. Benditas frenadas que le servían de excusa para enredarse la cara en su cabello, sólo un poquito, para que no se fuera a dar cuenta, para que no se fuera a alarmar. Bendito ese día, bendito el destino, benditas monedas con las que pagó el pasaje, bendita su mamá por haberlo mandado al banco esa tarde. Y bendita ella, allá sentada, cambiándole la vida, así como si nada. Y ese día en que pudo sentársele al lado, que sí, que él sabía que la silla era amplia, pero es que estaba haciendo como frío. Cómo gozaba cuando el chofer cogía esas curvas rápido, obligándolo a recostársele. Cómo la miraba, así como cuando se mira fijamente a alguien para voltear la cara apenas se da cuenta. Ahí, como rogándole que le pidiera que le abriera la ventana, porque hacía calor y ella tan abrigada.
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Que se diera cuenta, que hasta se había vuelto puntual para poder verla en la buseta, que la invitaba a montar la buseta todos los jueves a las cinco de la tarde, que cogiera la del Virrey, aunque la de Galán sirviera, que él ya no había vuelto a llegar tarde a clase. Que ahora se perfumaba. Que hasta intentaba peinarse. Que la pensaba demasiado. Que la miraba muy bonito. Que se diera cuenta, que la suspiraba. Que se moría por que se quedaran a solas en la buseta, por que el trancón se alargara hasta las siete, por que les tocara bajarse y coger taxi, juntos. Los días pasaban corriendo y él iba a acabarla perdiendo. Necesitaba la forma de llamar su atención. Y es que aún había esperanza, después de todo, se seguían encontrando en la buseta, mientras a él no le cogiera la tarde. Hace unas semanas venía dándose cuenta de algo particular; la cara que ponía cuando sonaban los boleros en la radio y él los tarareaba, se los tarareaba. Las sonrisas que se le salían, seguro al sospechar que era ella a quién se los cantaba. Y es que no sabía de verdad, no sabía decirle como era contemplarla. Y es que de verdad estaba ansioso, por conocerla, por que le regalara una tarde, por tenerla en sus brazos y musitarle, palabras de amor. Cuando por sorpresa, hoy ella lo miró al subirse. Hoy se sentó en la silla de adentro, para guardarle, con disimulo, la silla de la ventana. Hoy reconoció la esquina en que se subía y esperaba también que el trancón se alargara hasta las siete, hasta las diez. Hoy cogió la del Virrey, porque ya la de Galán no le servía.
MANUEL GONZÁLEZ DE LA ASPRILLA EL GABO Y LA DAMA NEGRA Aquella mañana era muy distinta a todas las demás del mundo. El día estaba oscuro como si el astro rey se rehusara a salir al cielo. El ambiente se sentía plúmbeo. El habitual viento cálido apaciguador se había esfumado. La temperatura había descendido como nunca antes y casi no se podía percibir nada, pues la neblina que ingresaba por el techo y las ventanas, hasta el interior de la casa, impedían ver con claridad de una a otra pared. El señor Márquez a tientas, con pasos taciturnos, que evidenciaban el inexorable paso de los años, en una eterna travesía, logró llegar hasta la ventana, cuya vista daba al parque principal del pueblo. Desde allí, furtivamente observaba todo lo que acontecía; las parejas prodigándose amor, los niños jugando y saboreando ricos helados, algunas personas leyendo libros. Y él miraba con profunda nostalgia a quienes deambulaban; unos con afán, otros con serenidad y alegría. Por un momento, se dejó encantar por las múltiples melodías de los pájaros que cantaban y volaban alegremente de rama en rama. Todo ese pintoresco paisaje inevitablemente le hacía recordar los buenos e inolvidables momentos de antaño. Un fortísimo dolor en el pecho interrumpió la catarsis y le hizo regresar del viaje en el tiempo. De pronto, sintió que un puñal enrojecido por el incandescente fuego del infierno, atravesaba su corazón. Trató de llamar a su esposa, pero no pudo articular un solo fonema. Perdió el equilibrio y cayó al piso. Al cabo de unos minutos, que se le hicieron una eternidad, logró tener control sobre su macilento cuerpo. Como pudo, se arrastró y llegó hasta el sofá. Luego se sentó. Estaba a punto de ser vencido por el sueño cuando advirtió que la puerta se abría, sintió un inusual y aterrador escalofrío.
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Era la dama negra. Al verla, sacó él fuerzas de donde no tenía y con gran dificultad, logró ponerse de pie. Fue enseguida hasta la licorera y tomó la mejor botella de vino, pronto la destapó, bebió un poco y respiró profundo. -¡Qué frío hace hoy! Siento el aire muy pesado, casi no puedo respirar -expresó con dificultad el señor Márquez. -Sí, hace mucho frío, un frío aliviador -le respondió con ironía la dama negra. -Sabía que vendrías a visitarme, pero jamás pensé que llegarías tan rápido expresó con preocupación el señor Márquez. -¿Cómo así que jamás pensaste que llegaría tan rápido? ¿Acaso no me esperabas desde hace un par de días? -preguntó la dama negra. -¿Un par de días? No te entiendo -expresó con extrañeza el señor Márquez. -Tenías razón -respondió con pesar la dama negra. -¿Razón de qué cosa? -preguntó el señor Márquez. -A ver, hace un par de días en una entrevista, pronunciaste que los seres humanos dejamos de vivir cuando empezamos a perder nuestra memoria. - ¿Yo dije eso?, no lo recuerdo. -¿Entiendes, ahora, por qué he venido tan pronto por ti? - ¡Ah, ya entiendo! Puedes llevarme contigo. Fue así entonces, como la inexorable dama negra, tomó de las manos al conspicuo hijo de Aracataca, Gabriel García Márquez y lo invitó a montarse en el deletéreo barco para zarpar el río Aqueronte.
SARA MANUELA GRACIANO LA ÚLTIMA MUERTE Encuentro a Alicia desnuda, llorando en una hamaca. El crepúsculo la dibuja con su magia de carmines y anaranjados. Cuando me acerco, descubro que tiene un esfero en la mano y que unas hojas arrugadas y manchadas están tiradas en el suelo. Si no fuera por las lágrimas de Alicia y sus enormes ojos, ya hinchados y rojos por el llanto, yo pensaría que acaba de tener una fogosa faena con su propio cuerpo. Despeinada y toda tirada, sin aliento en la hamaca, me mira y sonríe levemente y yo me estremezco de dulzura. La veo hermosa y curiosamente más atractiva que nunca. Me parece que todas las canciones de Yann Tiersen y de Ludovico Einaudi, se posaron en su cuerpo y en sus ojos. Alicia, sombra derramada en mi pecho, me abraza y llora de nuevo como quien agradece la aparición y al mismo tiempo la lamenta. Me dice al oído mientras me aprieta muy fuerte: -He muerto, Mauricio. Y yo, frágil por mi existencia y por saberme culpable de mi presencia en su vida, comienzo a llorar con ella. El río carmesí que corre por su cuello, me indica que Alicia ha muerto por última vez.
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YENNY KARONLAINS ALARCÓN ONDA ELUSIVA La oscuridad repta por las mareas de cemento, hace que nosotros nos hundamos en la vibración citadina, que nos postremos en muros de concreto destinados a nosotros, los jóvenes, pero sobre las tinieblas nos levantamos y soñamos con la libertad, con el día en que podamos eludir la programación. Estos movimientos son clandestinos, prohibidos, delictivos. Ellos, los que crean la programación, nos han marcado como delincuentes, nos han vetado el derecho de reunirnos en nuestras calles, nos han obligado a esconder lo que realmente somos. Nosotros decidimos que lucharíamos y que abriríamos senderos para los que vienen. Durante meses pudimos eludir a los guardianes, enseñamos a otros lo que nos es prohibido nombrar. Pero todo tiene un final. Hace tres días el primero de nosotros fue capturado. En su voz los sueños encontraban cánticos de dignidad. Cada vez que componía, la libertad cobraba forma bajo la toga que lo escondía. Según los guardianes, sus palabras infestaban a los jóvenes y para matarlas, le quemaron la garganta con letras de plomo al rojo vivo. Anteayer, uno de nosotros fue torturado. Su sombra siempre furtiva iluminaba la libertad con colores chillones, las tachas revolucionarias tinturaron sus dedos con los tonos de la desobediencia. Se los arrancaron de raíz para que recordara el precio de la palabra incorrecta y el color prohibido.
Ayer, uno de nosotros desapareció. Él comunicaba los senderos volando entre caracteres. Había entregado su cerebro a la maquina conectora, pero logró despertar luego de sinuosos caminos entre redes. Cuando le rompieron la espalda, la voluntad se le quebró como una fina porcelana y todos pudimos ver el proceso en la televisión, en el canal dedicado a los jóvenes y la programación. Hoy vienen por mí. Romperán mis dedos, estallarán mis ojos, arrancarán mi lengua y pervertirán mi cerebro. Acabarán conmigo como con tantos otros soñadores, pero las voces están creciendo, los ecos tienen resonancia, ahora la red nos comunica. Si aún crees en desprogramarte, no eres el único. Hay otros como yo.
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FRANCISCO ALFONSO PINEDA HOMERO Eres tan grande y violento que tus palabras habitan en mí: aún las lanzas se quiebran y el gemido de mil mujeres traspasa la dúctil muralla. Todavía el veloz Aquiles atraviesa la llanura tiñendo de sangre el Escamandro y aún Príamo se arranca los cabellos ante el cadáver de Héctor. Ulises idea el caballo de madera: triunfa inmortal pero recibe mil naufragios y tampoco llega aún a los brazos de Penélope porque lo retiene el vino y el talle de Circe. Eres tan grande que todavía no has muerto y no eres uno sino todos los hombres.
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JHON FREDY CARABALÍ ALMA Mi alma brilla como el sol en medio de la oscuridad y arde la llama que se enciende la inmensidad. Quema tanto que no puedo parar es lo que me motiva a ir más allá.
Mi alma brilla y resplandece con una gran luz no hay oscuridad que la apague puedo ver hacia el sur. Ya no hay límites que puedan detenerme todo el impulso que tengo es demasiado grande.
JHONATAN RODRÍGUEZ EL SECRETO Cuenta la arcana leyenda perdida que hay un acertijo creado por todos los dioses en donde se condensan los conflictos más feroces del hombre entendido como ser y existencia. Se dice que los dioses, dieron a los humanos cierto apetito y una eterna demencia y como al arte bien logrado, ocultaron al amor de la inteligencia. Hicieron los hombres de razones un bordado, y a los amantes siglos colmaron de experiencia, amaron mortalmente sin ser amados, y en noches de dolor imploraron clemencia.
Todo es cual si fuese una balanza, el destino es pragmático en ello, la sencillez del deseo encarna cualquier desarrollo y contingencia.
Los dioses les dieron equilibrio, de dulces atracciones y crueles repelencias, donde orbitalmente levita el humano, entre febriles amores y apariencias.
La palabra del humano es ligereza, un conducto para dos esencias, el cuerpo es fiel muestra del beso, que ata al movimiento y a la paciencia. Así todo nace y desemboca en una guerra de contrapesos ideal, donde el índice hace fuerza al extremo y la balanza se comienza a equilibrar.
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LEONOR RIVEROS HERRERA YO TE SOÑABA Yo soñaba acariciar vientos otoñales contigo, pasear mi figura encorvada de tu mano, que mis ojos serenos y sin brillo, se fijaran en los tuyos, pequeños y opacos. Me veía anhelante frente al ventanal escarbando lejanías hasta verte llegar. Al calor de un vino, un té o un chocolate, reírnos de nuestra torpeza y ver caer la tarde. Yo imaginaba nuestros días de desteñido cabello y lento andar, sonriendo a veces, otras en silencio, o llorando tal vez, al recordar lo amoroso.
Pero tú, sin avisar, te fuiste un día; sin algún saludo de cariño, me dejaste. Como golondrina, tu nido encumbraste y entre niebla y silencio, se escondió tu vida. En alas de olvido, volaron ilusiones blancas, tibias lágrimas de amor hoy me acompañan cuando de pie al mundo, estrenando las mañanas, solamente atino a pensar que te soñaba.
NÉSTOR GUEVARA DE LA VIDA Y LA MUERTE Sentarse al borde del alma, poder divisar las encrucijadas y el laberinto que la vida nos prepara, postrarse detrás del ojo y contemplar desde una mirada fugaz lo rápido que cambia el mundo, lo fácil que una persona se olvida de ti, lo simple y profundo que es la respiración, lo divertido de ver a un niño reír. No somos mártires, sólo guerreros conscientes, existenciales, humanistas, espirituales y cualquiera que sea la batalla estaremos en frente, dispuestos a morir en el vano nombre del amor, dispuestos a vivir en la gloria caótica del odio y que nos quiten la piel a ver si así, por fin podremos sentirnos vivos, podremos sentirnos muertos. He muerto de amor y ahora sólo vivo de besos, de huesos, de versos, de caricias y de pasiones, aún sé volar, pero sólo quiero hacerlo contigo, con el pasar del tiempo, tú sigues siendo quien sabe moverme entre las longitudes inestables de la vida y la muerte.
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OSWALDO GÓMEZ TOLEDO CUANDO ME HAYA IDO Cuando me haya ido, no me guardes luto; no me llores que la muerte no es una hoja en blanco, no me eleves plegarias y no trates de resucitarme en un grito, enciérrame en tu memoria como los sueños, ellos nunca mueren. Cuando me haya ido y veas mis despojos mortales al viento, no me circundas con cirios ni candelabros, léeme un poema, y no busques tu mochila arhuaca, en ella me llevé tu sonrisa, también el arete con la luciérnaga, que me guiará con su destello. Cuando me haya ido, no fenezcas conmigo, vive por los dos, siembra un árbol, busca en el buró mis poemas y mis canciones, acicala tu vestido de flores de azahar y baila mi mejor canción frente al espejo y si escuchas algún susurro, no te asustes, que es el viento trayéndote mi voz. Cuando me haya ido, busca mis poemas aromados bajo tu almohada; descálzame que cabalgaré como potro salvaje en las alas del viento, desgaja el racimo de poesía, que parió mi memoria extinta y declama mis poemas que la poesía es la única luz que no se apaga. Cuando me haya ido sabrás por qué forniqué con las hetairas de los burdeles; abre la bitácora de los amantes furtivos, allí viven orgiásticos sueños eróticos, sepúltame en la praxis de la memoria, inmortalízame en un poema de Neruda, quiero que sepas que nunca me entregué a la muerte, ni le temí a los adioses. No permitas que mi marcha, sea la ruina de todos tus sueños, porque cuando me haya ido, seré un habitante más del silencio estoico.
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De los creadores, La literatura del arte. Obra, Universo de estrellas.
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