LA LITERATURA DEL ARTE 4

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LA LITERATURA DEL ARTE

NUEVOS CUENTISTAS Y POETAS DE COLOMBIA


Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra, Más allá de la reverberación.


CONTENIDO

GÉNESIS 4-8

LOS MAESTROS 9 - 18

LOS ARTISTAS CONSAGRADOS LOS DE HONOR

19- 28

29 - 34

NOTAS MÁGICAS 35 -42

LOS OTROS ARTISTAS 43 - 66

NUESTRO TEMPLO 67 - 69


GÉNESIS GÉNESIS DEL MINICUENTO EN TIEMPOS DE ESCLAVITUD Demasiadas obras concluyen mucho después del final. Igor Stravinsky En verdad, nosotros debemos saberlo, los hombres y mujeres todavía vivimos en un mundo demencial. Evidentemente, pasan y repasan las noches infinitas ante nuestras vistas y nosotros de incrédulos, seguimos metidos en pequeños laberintos. Sin concierto aquí, los objetos se nos vuelcan al revés, las deshoras las sufrimos en cavernas, nos perdemos en la vacuidad y mal nos esforzamos por permanecer en la inanición superflua. Para lo otro indiscutible, la mayoría de la gente, hoy no cree en lo maravilloso. Como acabose descomunal, son pocos los lectores quienes se arriesgan a estudiar libros clásicos. Más muy cierto, son demasiadas las personas sin fortuna, que no leen nada. Y esta crisis mental, sucede porque las personas iletradas en su vida social, dicen gritar que los libros los enloquece a ellos, si constantemente se ponen a examinarlos. En medio de esta ignorancia, por tanto, devienen variados fracasos para esta gente atormentada. Nomás ahora en la modernidad, los civiles mantienen a cada momento estresados, trabajando a solas en sus máquinas cuadráticas. Sobre lo rabioso, nadie aspira a sacar más de una tarde para irse a un parque y crear relatos en estado de tranquilidad. En decrecimiento, los compatriotas permanecen enfermos con sus codicias efímeras. Por este defecto, pocos seres viven el divertimento, debido a ser más indispensable el dinero con la riqueza, que hasta la misma vida humana. Decaídos y sin paz, ellos van con la mentalidad hipnótica, sin ir despiertos con la magia de las ilusiones. Igual a lo patético, la gente casi no visita las bibliotecas ni por equivocación. Es este horror el más común, que uno descubre en las ciudades sin futuro.


Aunque bueno, pese al desorden cultural de nuestra humanidad, resurge el aludido minicuento y perdura este regenerado en la infinitud, porque pudo haber existido en otras fantasías, aparte de haber evolucionado como el dinosaurio. En cuanto a su función como texto, lo intuyo igual a un ser luminoso, que logra desdoblarse en pocas palabras, cuando decide obrarlo un escritor artístico. Así es que aquí rebulle la naturaleza de su alma y es en la brevedad. Este regenerado como lo escribiría Rafael Pombo, vive además en una narración fugaz, donde la ficción acaba por ser su eternidad. De este modo, su cuerpo es como un mutante, que puede variar de colores, según el imaginario pensado por el creador. En sí, se pude relatar la historia, contándola desde una información novedosa, con la crónica o con el reportaje, también puede realizarse desde el cuento y hasta con la poesía. Por esta razón, su lirismo escritural, se parece a un mutante de arcoíris. A renacimiento, cada vez mejor, puede tomar el minicuento las estructuras textuales cualesquiera existentes, para luego moldearlas con los personajes de la realidad mágica. Entonces claro, por esta desesperación mundial, sabida entre los ciudadanos, prevalece entre los escritores la necesidad por crear escritos breves y minicuentos. Este revoltoso de la literatura, bien ahora se ha vuelto más popular que nunca antes, por ser infalible cuando es realizado con artística, mediante la literalidad fugaz. Además de todo, hoy se origina tal particularidad, porque la gente obcecada, vive metida en los espejismos del capitalismo, fuera de que reincide en su estresante rutina, permanece ocupada de frente al computador. Debido a esta realidad, los individuos casi no sacan tiempo para las lecturas fantásticas ni mucho menos para apreciar las bellas artes. Ellos mantienen es perdidos en los laberintos de su desconcierto. Igual por supuesto, todavía son pocos los seres pensantes, quienes con felicidad, resuelven salirse del mundo para meterse en la magnitud de las maravillas. Más como consecuencia, reaparecen los conflictos sociales en las metrópolis, se presencian las luchas por lo banal, todas alborotadas en desorden y entonces como reacción opositora, sobresale este duende del cuento, dispuesto a darle ingenio a los alienados mentales.


GÉNESIS Ante estas novedades, ahora claro y por cierto, se parece el minicuento más a un libertador que al rey de la antigüedad. Desde su identidad irónica y también de genialidad, pasa a convertirse este regenerado en un insurgente heroico. Evidentemente, su misterio embrujado, tiende a quitar la demencia de los hombres, para darle luz a sus mentes. De lleno, las verdades están en sus letras irisadas y las exactitudes residen en toda su creación contundente. Entre tanto, por estos tiempos de caos, aquí donde los pobres trabajan como esclavos, debe darse con inminencia a estos hombres, libros con historias breves, para que ellos lean en sus despachos esta literatura y también cuando están encerrados en sus casas, aparte de que repasen los minicuentos, durante las diferentes épocas de sus vidas. De hecho con estas lecturas, ellos cada vez más se ilustran junto a lo cultural, igual van desvelando este inframundo entre las narraciones ficcionales. Y por supuesto, si los minicuentos son bien pensados, uno pasa a los soles surrealistas. Con intuición, se empiezan a ver los otros lados espejados donde moran los fantasmas. Por las obras leídas, se va creyendo en la realidad increíble, uno desvela de a poco con lo escritural, lo maravilloso. De por cierto, Violeta Rojo, plantea este ideal: El género del minicuento es entonces indiscutiblemente narrativo, sólo que se vincula simultáneamente con otros géneros, como la fábula, el poema en prosa, anécdotas y demás, aunque con ninguno de ellos se une en una total propiedad. Ahora bien, lo propuesto por Violeta, parece tener una gran claridad. Ella expresa con certeza la concepción del minicuento. En esencia, muestra que este género es unívoco, que posee su propia composición. De hecho, una vez obrado en arte, se ilumina su creación en complejidad. Y entre la fantasía, para los literatos, pasa este regenerado a ser de imaginarios perpetuos.

De los creadores, La literatura del arte.



Johana Alejandra Nivia, fotógrafa colombiana. Obra, Atardecer milagroso.


LOS MAESTROS


LOS MAESTROS

JOSÉ NIVIA MONTOYA

Filósofo moderno; Licenciado y especialista en matemáticas, laureado por la Universidad del Tolima. Maestro en docencia universitaria. Tiene dos libros científicos publicados. Es además novelista y cuentista colombiano. Ha publicado tres novelas; Violencia en el Paraíso, El Demonio de la Sierra y El Canciller de los Tulipanes. Se encuentra en la mayoría de bibliotecas de habla hispana. Ha tenido varios reconocimientos a nivel nacional. Y fue finalista del concurso internacional de cuento; La Cesta de las Palabras, España.


A LA PESCA DE UN LUCERO A la luz del amanecer, cabalgando sobre el vaivén de las olas del océano Atlántico, por las costas de las Bahamas, una lancha con motor fuera de borda, con cuatro pescadores y un poeta, regresaron de sus labores cotidianas de pesca. Bajo la luz de la luna, dos luceros parecían acompañarlos. Al dirigir la embarcación a la luz, una sirena exhibía incandescentes destellos en los pezones. Con sorpresa, los pescadores observan como el poeta en forma misteriosa es lanzado al agua, en medio de la tempestuosa mar. Eolo celoso, con su furia lo consume en las tinieblas oceánicas, con sus épicos vientos. La amorosa sílfide desafía las simas borrascosas, para rescatar los versos del poeta de sus sueños, lo cobija con sus brazos, adhiriéndolo a sus pechos con pezones de diamante. La luz diáfana le permite al rapsoda respirar en el océano. La lucha por conservarlo entre sus senos, desafiaba la muerte de ambos. Invocando a Poseidón, su protector, pronto se desató una lucha con furia titánica entre los dioses. Al mismo tiempo, la mar se crispó de olas gigantescas, Poseidón, asiendo a Eolo, lo sumergió donde los vientos perdieron su furia. Mientras, la sirena con la venia de Poseidón, condujo al poeta a los arrecifes donde mora en el fondo marino. Canta en el silente azulado de rocas coralinas, la oración a Poseidón. La magia de su canto abre la entrada abismal de su morada. En su castillo de rocas purpúreas, con lecho mullido de algas de todos los colores, muebles en rocas con incrustaciones de diamante, complementan su mundo. Ahora ella descansa en una silla, mitad pez mitad humana, mientras él está bajo una rompiente arqueada. Con los acordes de su quejumbroso saxo, le cuenta sobre su soledad marina. En copa labrada de zafiro, cuyos bordes brillan con iris trémulo, le ofrenda el vino negro, extraído de la sangre del tiburón plateado. Luego se levanta ella, le enseña la colección de diamantes que luce en sus pechos, cada noche. De su colección secreta, le regala uno por cada verso que le cante al acompañamiento del jazz de sus amores, para que redima con sus destellos a un niño de las zarpas de la guerra. Y se libera Eolo; con su encanto, consigue quitarle el poeta a la ninfa, quien yace soñando junto al poeta loco, que inspira sonetos áureos y resplandecientes rimas. Cuando claro, Beodo entre la embriaguez, llega ante Poseidón y por lo que pasa, luchan estos dioses y producen el huracán Katrina, lanzando los náufragos y al poeta a las playas de Luciana, devastando a la ciudad del saxo, Nueva Orleans.

De José Nivia Montoya; el cuento, que perdura en su libro, Prosas de la conciencia.


LOS MAESTROS

SONIA SOLARTE

Artista, quien nació en Cali, Colombia. Ella es psicóloga psicoterapeuta, poeta mundial, cantante del arte, coordinadora del taller de escritura creativa y terapéutica, Cantos de Flores, fundado desde 1992 en Berlín, Alemania. Además es miembra de la Asociación de Escritores Alemanes, del Pen-Club Internacional de Austria y de la Asociación de Escritores de la Costa en Colombia. Tiene varios libros de poesía publicados con altos reconocimientos. Ha participado en numerosos festivales y encuentros literarios en diversos países del mundo y ha recibido varios premios literarios, tanto nacionales como internacionales.


A TIENTAS

Anclé mis rastros en el arrecife del naufragio pregunté por los sobrevivientes en el cementerio de costumbres y un canto destrozado tuvo eco A tientas, entre restos de versos fuí al encuentro del sentido y tomé por asalto Entre el deseo y sus ruinas el tren histórico hubo un prólogo a mi urgencia de corrientes sin mortajas Sombras estallaron en él un amor insobornable en el jardín de mi cuerpo una presencia inobjetable y me apremiaron a escribir para el azar de mi destino sobre memorias tristes los sonetos de la insolencia

Frente al espejo violento de la realidad hablé en lenguas muertas con mujeres que acunaban entre sus senos la desolación Pregunté por América y la aritmética del hambre por la tierra del dolor y por el águila sin alas

Tuve vocación heroica y adjetivé la anárquica ociosidad cada jornada refrendé mi pasaporte di forma a los nombres de miles de batallas

Herida por cóleras ilícitas entre nubes de espanto enronqueció mi esperanza Vi que no basta con ir al encuentro de la comunidad del corazón ni con invertir la realidad

Respuestas silenciosas enquistadas en cada rincón de la geografía avasallada El polvo sepulta en la fatiga de rostros sin defensas las grietas del camino y una mancha imborrable De Sonia Solarte, el poema, araña la pared que decanta a los misterios. donde escribí tu nombre.


LOS MAESTROS

ALMA GRACE PINEDA

Artista de Sincelejo y profesional en Medicina, por la Universidad de Magdalena. Coordinadora en Santa Marta por el Parlamento joven de escritores de Colombia. Ganadora del primer premio en las Olimpiadas de Comprensión Lectora en Lengua Castellana y en Inglés, Corporación universitaria del Caribe: Cecar, 2011. Fue primer premio en la III versión del concurso; Cuenta tu historia de amor, Unimagdalena, 2013 y del tercer premio en la modalidad de poesía en el Festival Regional de Literatura y Narración Oral, Ascun, 201. Sus poemas y cuentos, han sido publicados en revistas del país.


SOBRE EL REY DE AJEDREZ Es su vida, un eterno instante, dotado de aquella pendular magia nocturna de aspaviento, estupor y asechanza, que ardidosa oscila entre la vida y la muerte, sobre un tablero de ajedrez. Como sumido siempre, impasible, casi ausente, pero allí, imperturbable. ¡Dispénsele! que sólo concede un enroque o corto o largo, un paso, una casilla de suspiro, como si le pesara. Y minuciosamente otra vez, van descubriéndose ante su infranqueable faz, cada uno de los escaques. ¡Vaya ritmo circadiano! Pero aún, su presencia no languidece.

A MAMÁ

De Alma Grace Pineda, los poemas, que inspira con encanto.

En medio de este olor a pan fresco y café de descuidados ascensos crotafíticos y conos ubicuos que de mi escapan para delinearte, te hayas, haciendo que me cuestione: si existe otra vida, dónde te hallaré.


LOS MAESTROS

RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

Poeta y cuentista de la ciudad musical de Colombia. Es al mérito, Comunicador Social y Periodista, graduado por la Universidad del Tolima. Y es un especialista en Inglés, reconocido por la Universidad de Ibagué. Tiene dos poemarios y cinco libros de relatos publicados. Es creador del grupo cultural; La Literatura del Arte. Ha sido finalista de varios certámenes de cuento y poesía internacionales. Fue segundo ganador del concurso literario, Feria del Libro de Moreno, organizado en Buenos Aires, Argentina, año 2012. A mayor crecimiento, fue premiado en el primer certamen literario, Revista Demos, España, año 2014. Bien por su virtud creativa, destacado es este artista en su país.


ETERIALIDAD En el instante, provoco la imaginación. Me introduzco rápido en un mundo fabuloso. Voy ya por un espiral de cristales. Todo es de colores azules y blancos. Lo que atravieso es genial, su complejidad me impresiona las vistas. Eso viajo a una velocidad vertiginosa. Las esferas, que por aquí bailan, se revuelven como unas masas acuosas. Entre ellas, se fusionan y crecen a lo grande. En simetría, hacen la evolución. Mientras tanto, yo sigo por un conducto de eclosiones, cada vez yendo más hacia lo creador como hasta lo innovador. Ya de repente, caigo en un laberinto de telarañas. Veo el nuevo sitio muy extenso. A lo curioso, recorro sus pasadizos. Un poco me enredo en los telares. Con esfuerzo agito las manos y consigo zafarme. Sigo igual explorando los espacios. Por allí aparecen varias manchas de intensidad. Unas son estáticas y otras son fosforescentes. Estas dimanan entera purificación. Sus formas oblicuas, me invitan a ir a los otros lados para mejor contemplar estas abstracciones. Entonces, me muevo hacia adelante, voy para allá. Ando sabiamente por entre los hilos y avanzo traspasando un cúmulo de fluidos. Esto lo hago a fiel convicción. Más a denuedo, persevero por este camino con curvas, sin cansancio ni renuncia. A propósito, acabo de encontrar unas rocas, entre varios escarabajos de plata. Yo en verdad, que estoy fascinado con este paraje, personalmente no me lo esperaba. En entera plenitud, lo curioseo durante un tiempo. Creo bello el campo con sus insectos. Se siente hasta la encantación. Las mismas criaturas, saltan sobre las piedras, renacen en la conjunta concordia. Clara, toda esta invención es majestuosa. Ahora bien, yo tomo una bocanada de aire y animado recomienzo la marcha hacia el próximo paisaje. Por lo pronto, sabio aparezco en el nuevo espacio y por aquí en fantasía, vislumbro sus concepciones, que son unas esculturas de faunos. Estas obras artísticas son magníficas. En general acrisolan la dimensión. Además de todo, descubro la puerta del laberinto, cual es como un rombo. Por tal motivo, voy hasta allá con predilección. Apresuradamente atravieso un sendero y ahora quedo frente a la salida. Entonces; yo decidido, giro el picaporte, empujo la geometría y ahora asombrado, comprendo que llegué a la mansión de los iluminados, donde hay mucha realidad fantástica y gran paz. De Rusvelt Nivia Castellanos; el cuento, que permanece en su libro, Noches de Lluvia.


Hugo Schieble, fotógrafo colombiano. Obra, Madre de bondad.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

ADRIANA MORA Nació el año de 1982 en Bucaramanga, Colombia. Estudió Marketing y Publicidad en la Universidad de Santander y el Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional en la Universitat Autònoma de Barcelona. Sobre literatura, ha publicado los cuentos; Bajo la Sombra en la Antología Cuadernos de Renata, Icono Editorial, Colombia, 2007, La Final y Ella No Entiende en la Antología Bucaramanga, Escribe y Cuenta, Sic Editorial, Colombia, 2008 y Tierra Mojada en la Antología, Cada Loco con su Tema, Grupo Editorial Benma, México, 2013. Apasionada por la literatura y los viajes, ha vivido en Barcelona, Boston y Houston. Actualmente vive en Nueva York.

CAROLINA SALDARRIAGA TABORDA Nació en Medellín, Antioquia, para el mes de agosto de 1990. Es periodista de la Universidad de Antioquia y actualmente se desempeña como periodista en la Unidad de Medios, Unimedios, de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. A nivel profesional se interesa por temas relacionados con ciencia, medio ambiente y cultura. La literatura, por su parte, la ha acompañado a través de la lectura y la escritura desde muy temprana edad.


DIEGO NIÑO Nació el año de 1979 en Bogotá, Colombia. Autor del blog; Tejiendo Naufragios del diario El Espectador y columnista del portal Panorama Cultural de Valledupar. Fue ganador del Primer Concurso Literario; Guillermo Meneses. Además, ha sido premiado las maratones de cronistas de Rock al Parque y de La Semana por la Paz.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

ADRIANA MORA EL RITUAL Cuando avanzada la noche, los tambores empezaron a sonar, toda la tribu se reunió en torno al líder, parado frente al bulto que yacía sobre una hilera de troncos, cubierto por una manta blanca que a la luz de las velas del rededor, parecía más como un amarillo marchito, el color de las cosas curtidas de tanto usar. El líder fornido, alto y moreno, que por todo atuendo, usaba un retazo de tela roja mal cortada y atada a la cintura en forma de falda y un collar hecho de colmillos de animales salvajes muertos en las jornadas de caza, símbolo de su poderío, dio inicio a la ceremonia con una invocación a los espíritus de los dioses que los espiaban desde la inmensidad del cielo negro sin estrellas, como si ellas hubiesen huido para no presenciar aquel ritual. Los tambores callaron para dar paso a unas oraciones en las que todos, apiñados en un espacio de tierra blanda al que le habían arrancado el césped para poder posarse descalzos hasta que apareciera el sol, dando por concluida la ceremonia, se tomaron de las manos y cerraron los ojos pequeñitos, casi rasgados, que contrastaban con unas narices aguileñas, el rasgo de mayor seducción para ellos era entre más grande y afiliada, más atractiva y esto aplicaba igual para hombres y mujeres, aunque por lo general la de ellos era más prominente. Después del rezo colectivo, vendría la preparación de la herramienta. Mientras los subordinados del líder sumergían el cuchillo en un tazón que contenía una mezcla de hierbas y agua de mar y afilaban la punta contra una piedra gigantesca, que estaba allí para indicar el lugar exacto en el que debían efectuarse los rituales, las mujeres intercambiaban las flores que adornaban sus cabelleras largas y negras, tan negras como las túnicas que portaban, un velo largo con un hueco a la mitad para dejar pasar la cabeza, el traje de duelo que para los hombres consistía en el misma trapo improvisado, que llevaba el líder, pero negro, el color de la noche y de la muerte.


Las manos del líder, unas manos grandes con callos, de uñas largas y llenas de tierra, también debían ser preparadas, por eso las hundió en ceniza aún caliente y permaneció inmóvil hasta que en su rostro duro, inexpresivo y de facciones marcadas empezaron a aparecer gotas de sudor y la parte delantera del pelo que se extiende más allá de los hombros, se pegaba inevitablemente a su frente. Todo lo que debe ser expulsado, el fuego lo quema y todo lo que se debe preservar, se hace más grande con las llamas, así como las hogueras que se acrecientan con deseos hechos de papel en las noches de San Juan. Los tambores tocaron por última vez y con más fuerza para que las mujeres bailaran la danza del más allá, una danza solitaria, porque no hay nada más egoísta que la muerte, incluso cuando mueren varios, cada uno se va solo, sin saber que los otros están haciendo el mismo viaje sin retorno que él. El líder sujetó el cuchillo con las dos manos y después de ponerlo en lo alto para tomar impulso, lo clavó con fuerza sobre el bulto que a pesar de estar atado a los troncos con sogas de fique, se retorció violentamente y esbozó algo que no alcanzaba a ser un grito, porque quedó ahogado en su propio aliento bajo la manta carcelera y se dejó escuchar más bien como un gemido triste, un clamor sin esperanza. El cuchillo se hundió de nuevo, más arriba del lado del corazón como se suponía, debía hacerse con los demonios y esta vez no hubo movimiento ni gritos frustrados sino una repentina quietud, una entrega sin resistencia, un dolor que cede y se aleja. Los súbditos empezaron a desenvolver el bulto, prepararlo para la cremación y mientras iban quitando, una a una las extrañas prendas, la línea de sangre se hacía más gruesa y hubo un momento de confusión, todos se miraban con asombro, no sabían cómo parar la hemorragia, se supone que los diablos no tienen sangre, ojos azules como este sí, pero no sangre, debía ser un demonio menor, no vestía capa y traje negro sino un pantalón y una camisa ocres y un sombrero de paja con el que se escondía del sol, porque cuando lo capturaron, todavía no anochecía, por eso el pelo amarillo y la piel pálida, por vivir en las sombras. Ellos entonces, terminaron de desnudar el cuerpo rápidamente para echarlo pronto a la hoguera que ya ardía, donde con sorpresa, un cuerpo exactamente igual al de los hombres de la tribu, quedó a la vista de todos. Y cuando el sol empezó a lanzar tímidamente sus primeros rayos, comprendieron que habían matado a uno de ellos.

De la bumanguesa, cuento sobre nativos.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

CAROLINA SALDARRIAGA TABORDA BUSCAR AL SOL

CONTENIDO

Así como la mariposa vuela al sol, busca mi cuerpo tu calor. Lo encuentro en tu presencia, lo encuentro en tu mirada, también en tus tristezas, incluso en tus ausencias; el sencillo acto de pensarte me conforta. Soy yo la mariposa y tú mi sol. Aleteo, me levanto, vuelo a vos.

En el gabinete de las curiosidades, reina el artilugio, la locura por colonizar objetos a capricho, se ajusta y da la talla a la angustia existencial; crisis vital.

De la paisa, poemas libres.


DIEGO NIÑO SOFÍA Mesalina; vivías dos cuadras al sur de la iglesia, El Lourdes. De todas las latitudes venían hombres preguntando por tu domicilio. Daban vueltas por calles y callejones hasta que hallaban la casa. Timbraban dos veces, una pausa y luego dos veces más, los habitantes del inquilinato entendían que llegaban en busca de tus favores. Caminaban por largos y oscuros pasillos que desembocaban en un patio en el que había un árbol denso, malhumorado, que daba chirimoyas cuando se le antojaba. Al lado derecho estaba tu cuarto con las ventanas abiertas al sol y al agua. La habitación estaba ocupada por un armario atestado de ropa de tus mejores tiempos, una cama construida con las tablas que rescataste de todos los naufragios de una vida, que hacía buen rato, que venía en caída. Algunos hombres pagaban la noche para que cocinaras y bailaras con ellos hasta que al cuerpo, le llegaban las ganas de perderse en las arrugas del olvido. Los que tenían poco dinero, entraban, se desvestían rápidamente, descendían a la caverna de tu cuerpo y empezaban a rugir como una cascada. Al final, ponían la cabeza en tu pecho para oír tu sangre embistiendo las bisagras del alma. Después arribaba el sueño. Entonces los arrullabas como los hijos que nunca tuviste. Sofía de los abismos, tuviste un parto de miles de hombres, de millones de noches, de cientos de esperanzas que fueron y vinieron por tu vida, por tus elegantes maneras de caminar, por tu silencio de mujer pública. Ninguno de los miles de hombres que arrullaste en tu pecho, supo cómo fueron tus últimos años. Uno a uno, se consumieron los billetes que tasaste hasta que dieron todo de sí. Los hombres ya no timbraban ni hacían fila al amparo del alero. Al final, sobrevino una soledad que presagiaba la nostalgia de la última frontera. Una noche, acorralada por las amenazas de los dueños del inquilinato, saliste con sesenta y cinco años a buscar futuro, cuando futuro era lo único que no quedaba en tu vida. Nadie supo qué pasó contigo; sólo describían el sonido de tus pasos, internándose en el callejón. Cuentan que al siguiente día amaneció el cuarto con una humedad, que no era de mujer ni de amor. El día se filtró lentamente por la puerta que olvidaste cerrar, por las ventanas que estaban de par en par siempre. Conjeturaba el profesor del segundo piso, que te escapaste con la muerte, gracias a que ella te hizo el amor con la misma ternura del hampón que te raptó en la niñez.

Del bogotano, cuento existencialista.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

A USTEDES COLOMBIANOS DEL ALMA


FELICITACIONES GENIALES


De los creadores, La literatura del arte. Obra, Montañas de tornasoles.


LOS DE HONOR


LOS DE HONOR

JOSÉ ALEXANDER RODRÍGUEZ Nació en 1984 en el Chocó; Médico general y cuentista, con un gusto especial por la narrativa. Ha recibido diversos reconocimientos literarios. Es finalista del concurso; Humberto Jaramillo Ángel, 2008. Mención de honor en el concurso, Augusto Monterroso, 2009. Ganador del concurso nacional de cuento, Rcn-Men, 2010. Mención de honor en el concurso de cuento, Asmedas 2014; entre algunos otros galardones. Ha realizado igualmente publicaciones en antologías y revistas nacionales.

LUIS PARMENIO CANO Nació en Medellín el año de 1947. Poeta de Colombia. Pensionado de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Maestro Comunitario en la Localidad de Engativá, Bogotá, Colombia. Obras inéditas y escritas por el artista: Isolina como Secuencia Inerme Isolina, novela corta, Como Secuencia Inerme, Sucesiones, relatos, Canto Desollado, poemario y Enhebrando el Amor, novela.


JOSÉ ALEXANDER RODRÍGUEZ EN SUEÑO DE OTRO Es terrible ser un desconocido en sueño de otro, más cuando el que sueña es un asesino y yo el invento de sus ansiedades oníricas, y más que eso, su víctima. Por lo tanto, no es normal que sea yo quien narre esta historia. Todos han tenido sueños con personajes desconocidos que son tal vez una conglomeración de características ajenas, de extracciones de uno y otro que se entrelazan para conformar un ser. Debo decir entonces, que soy el resultado del sueño de un joven que duerme solitario en un cuartucho de una ciudad cualquiera, que ha empezado a evocarme en una obsesión de recuerdos y de miedos. El sueño empezó con una nota escrita en un papel y abandonada sobre un nochero, en la cual había un nombre, algunas características: piel blanca, cabello negro, estatura promedio; una profesión; dibujante; una probable dirección de encuentro y la hora en que debía ser asesinado. Es así como me ha contextualizado en su mente, aunque las imágenes de su cabeza son errantes y un tanto borrosas, tiene la convicción de que debe matarme y esa incertidumbre no le permite un sueño tranquilo. Toma su arma y camina hacia el sitio en donde debe encontrarme. En los sueños nada tiene regularidad, las calles solitarias se vuelven un amasijo de concreto y de sombras, pero sumido en lo más profundo del abismo onírico, cree que todo es real. A veces aparecen callejones que le son conocidos, a veces sucumbe a fragmentos de ausencias en donde nada tiene sentido. Me lleva grabado en su cerebro, enquistado en su masa neuronal como un parásito. Al verme, siente miedo, se sobresalta, su respiración es jadeante; sabe que no tendrá otra oportunidad de hacerlo, está escrito que debe matarme. Pero en el instante en que nos cruzamos por la acera, él sabiendo que debe ser mi asesino, yo sabiendo que debo ser su víctima; duda de si es correcto hacer tal cosa. Quiere sacar su arma, pero se pregunta si debería matar a alguien que no conoce, que no le ha agraviado nunca, que debe tener familia; a alguien por quien no siente odio ni amor. Se queda observando mi espalda, buscando en mi figura una razón para odiarme, algo en mi actitud, en mi forma de caminar, en la ropa que llevo puesta. Pero el vestigio de sus preconceptos morales le impide sacar el arma, aunque matarme es su obligación. En su sueño debería poder hacer lo que quiera, pero todos sabemos que escapan a cualquier lógica, que no se pueden dominar conscientemente.


LOS DE HONOR

Siento sus pasos tras de mí, va a dispararme por la espalda. Al buscar el gatillo, sólo encuentra una superficie lisa, en vez de un arma, tiene en su mano una raqueta de pingpong, lo que solía practicar cuando era tenido en la sociedad como un buen muchacho. La tira al suelo, tiembla de rabia, el peso de la obligación lo acribilla, como si su propia vida dependiera de eso. Su desesperación aumenta al ver que voy alejándome. Saca entonces la pistola, corre tras de mí, debe finiquitar esto de una vez por todas, debe cumplir con la orden escrita en el papel. Mientras avanza hay un cambio en el ambiente, en las locaciones. Se encuentra de repente en un salón pequeño lleno de objetos reconocibles, recuerda con asombro aquel espacio de su niñez, cuando aún hacía parte de una familia. Las paredes de pintura desvaída, la rusticidad del piso, los muebles carcomidos, las viejas fotografías. Está en la casa de su progenitora, la cual se ocupa en la cocina, sin percatarse de nada. Me encuentro a su alcance, pero siente vergüenza y culpa; se sabe incapaz de matarme en presencia de su madre y baja el arma. En ese instante, nos encontramos nuevamente en callejones desconocidos. Vuelve a la acción, se acerca a mi espalda de prisa, las callejuelas van surgiendo y muriendo al mismo instante. No hay nadie a parte de nosotros, él sabe que debe matarme, yo sé que debo morir. Si no termina con todo esto su corazón va a estallar. Agarra el arma con firmeza para contrarrestar el temblor del brazo, aprieta el gatillo con brusquedad, la primera bala se clava en mi espalda, pero no siento nada; se produce una segunda detonación, sigo sin sentir nada. Dispara deseoso de que todo termine. Comienzo a sentir que se doblan mis piernas; me dejo caer, pero en vez de dolor o de agonía, siento ganas de reír por su incapacidad de finiquitar este asunto. Se queda mirándome aterrado, vuelve a disparar hasta descargar el arma. Sigo riéndome de él, de su cara, de su estado. Descubro el miedo tatuado en sus ojos, está desesperado, el sueño se ha hecho insoportable, está a punto de despertar. Huye de mi presencia, de su ansiedad, de sus dudas. Lo persigo, sin que pueda dejarme atrás, las palpitaciones de su corazón dominan todo su cuerpo, jadea, quiere gritar, pareciera que va a romperse por dentro. Es inminente su despertar, momento en el que desapareceré, porque no soy más que el producto de aquel sueño. Quizá pueda recordarme, no lo sé, de lo que sí estoy seguro es que al despertar emitirá un grito, se sentará en la cama, encenderá la luz y agradecerá que sólo fue una pesadilla. Pero al mirar hacia el vetusto nochero, verá la nota que lleva un nombre escrito, algunas características: piel blanca, cabello negro, estatura promedio; una profesión; dibujante; una probable dirección de encuentro y la hora exacta en que se convertirá en asesino.

Del artista del Chocó, cuento fantástico.


LUIS PARMENIO CANO COMO JANO ETe vi llegar aquella tarde, imbuida de prepotencia artera. Mirándome ahí y escudriñándome en el entorno, de aquí y de allá. En pura geometría envolvente, con trazos convexos, desafiando a Thales. mirándome como en dossier melifluo, bastardo. En pura lógica apagada, adquirida en mercado de tronera, de alfiles estáticos, informantes vergonzosos. Te vi partir, hoy como ecuación propuesta. A uno u otro lado en lo que es, hoy por hoy, tu oficio.

Del artista paisa, poemas de mística.

CARBONO En esa simpleza de primera doncella, nervadura ansiada, trama más que milenaria, te he erigido en mi diosa herética, con el enlace simple, alotrópico, de esa dación de vida, física o incorpórea, que estando, que yendo, que ansiado, que momento envolvente, lúcido, que ahí todo brilloso. Cierto y perdurable, lo tuyo. En tus ojos, en tu sexo.


Esperanza Castellanos, fotógrafa de Colombia. Obra, Primavera de paz.


NOTAS MÁGICAS


NOTAS MÁGICAS

ANCÍZAR MOSQUERA BERMÚDEZ

Nació en la costa pacífica colombiana, en un pueblo llamado Tumaco, Nariño. Hizo todos sus estudios desde la primaria a la universidad en Ibagué, ciudad donde ha habitado por más de cuarenta años. Estudió ciencias sociales y se postgraduó en la Universidad del Tolima. Igualmente realizó estudios de derecho y especialización en la Universidad Coperativa de Colombia. Terminó aparte su maestría de literatura en la Universidad Tecnológica de Pereira. Actualmente es docente de la Universidad de Tolima y tiene una comisión como fiscal general de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT. En cuanto a sus creaciones, realiza sus poemas en hojas sueltas y es reconocido por sus recitales de poesía.


NOCTÍVAGO El insomne camina en la tarde de una noche opaca. Entre la escalera y la sala, saluda a cada ángulo sin vértice, los pliegues le responden en cada paso, con un sonido sordo, antes de tomar asiento en el lugar de siempre. El gato lo ve, lo espera para conspirar contra el instante, que fragua secretos que sólo ellos advierten, como un pacto de drama o de tragedia. Los dos, saben que los fantasmas gravitan a hurtadilla a través del cristal de la ventana, para asaltar el escenario de la casa sin tregua ni reparos. Sin ningún simulacro; llegan, se aglomeran entre el arco y la tangente, en un sitial sin forma. Como espectadores, asumen que son parte de la civilización del espectáculo, aunque en su atípica forma no se les considere críticos del tiempo. Observan al poeta en su oficio; no permiten que nada lo entretenga, para trazar un punto permanente sin frontera, donde el sosiego no existe como aproximación de tregua y el centinela como generador de tiempo. Escribe un verso que se niega a morir entre palabras, frágiles y disolutas, donde la imagen no pernocta en calidad de espacio, ni en posibilidad de estilo. El escrito se pierde en construcción de una esfera; pelota de papel arrugado que rueda por el suelo, sin alcanzar el fondo de una cesta. El acierto, niega al blanco reciclar borradores, poemas que se estrangulan en noche de insomnio. Cosa distintita hace el animal. Bosteza, asecha, corre tras la pelota de papel que gira irregularmente. Atrapa, rasga, come como si fuera a un insecto impregnado de palabras muertas, sin ritmo ni doliente. Los testigos deleitan la razón de su visita. Aunque ellos no comprendan que es el hambre, aplauden deleitablemente; saben que el felino está en lo suyo, tragar palabras es su oficio. No ríen porque no se ufanan con la burla; no extrañan que un día de estos se atragante, por no dejar que las palabras pivoten por el suelo. Ellos desaglomeran el arco y la tangente, del sitial que tomó una extraña representación de espectro. Los visitantes saben que es hora de partir, antes de que llegue el aura. En artificio nuevamente fisuran la ventana, traspasan los umbrales de la casa. No pueden perder la huella del retorno y ni dejar que los difumine el día El hombre indiferente, evita dar tregua a un adiós. Se confunde en su drama, sin comprender que un día cualquiera, una hoja plana con buen relato, se adhiera entre sus manos. El felino percibe la ausencia, donde él no es el personaje central de la tragedia. Asume que deben volver, porque el poeta no puede vivir sin ellos y estos sin el entretenimiento.


NOTAS MÁGICAS

NATHALY GONZÁLEZ VARGAS

Poetisa, profesional en construcción arquitectónica, por la universidad, La gran Colombia y estudiante de tiempo completo, curiosidad insaciable, amante de la literatura, no podría vivir sin ella, pero seguro lo hará sin mí. Ferviente creyente de las palabras, no se las lleva el viento, si no que posan por siempre en la memoria del tiempo, y la dicha de ser una jornalera del amor, del amor como recurso, como esencia o como don, más principiante soy de este medio literario, y ávida por ser el puente en esta gran labor.


VERANO CONGELADO De esas noches que jugaba con la brisa aun despierta con sonrisas me alentabas del recuerdo que aún persiste entre mi pecho me remuerde cada imagen consumada Cuan ajeno fue ese tiempo a tu presencia fui preso del desprecio de mi alma, a cada cosa que decías o callabas ignoraba la escalera de la aldaba Y la luz que aquellos días iluminó el refugio de esta estrella hoy no quedan ni las sombras ¡Ni la mínima existencia! Y de ese miedo mujeriego en la estancia compartida sólo quedan los postigos los estantes, el corpiño El cariño, el deseo de tu boca han partido entre nubes lujuriosas disuelta luego, por mi olvido.


NOTAS MÁGICAS

OMAR ALEJANDRO GONZÁLEZ

Nació el año de 1984 en Bogotá. Director del taller de literatura y escritura creativa; Hugo Ruiz Rojas del Centro Cultural, Universidad del Tolima. Licenciado en Lengua Castellana, por la Universidad del Tolima. Maestrante en literatura y filosofía, Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad del Tolima. Ha publicado dos libros: Música de Parcas, libro de cuentos y el libro, Sorbos de bBlis, poesía.


EL NIÑO QUE TRAJO EL MAR

Bordeando el amanecer el bulto se detuvo en tierra firme. Allí estuvo sólo por cerca de una hora hasta que un joven pescador se percató de él y fue a ver de qué se trataba. Lo vio y cayeron sus lágrimas. Fue hasta el caserío y dio la alarma: -Del mar están llegando muertos. Al instante las playas se llenaron de curiosos que esperaban ver muertos amontonados, cadáveres juntos como testigos de innombrables catástrofes, relaciones muertas entre cuerpos muertos, sacudones ocasionales de tristeza y pesar. Pero no esperaban ver sólo un pequeño bulto. Días atrás el pescador y sus playas. La tensión de posibles invasiones. Rumores de naufragios, de apariciones. Hoy la confirmación a medias de los temores. Esperaban hombres, quizá mujeres; del mar vino sólo la inocencia para abrigarse con la playa, para fundirse con las algas también muertas. -¡Por Dios! -grito un hombre. Y enseguida todos le abrieron paso al hombre para que cruzara, creyendo que se trataba del padre, juzgando en su alarido, la presencia del dolor, imaginando angustias familiares, hasta que en medio de la circunstancia el grito, se transformó en un clic por aquí y clic por allá, desde abajo, con el fondo en picada, en plano medio, clic para la foto del día, clic para salvar las ventas del periódico. Nadie interrumpió el proceso, como si se tratase de un ritual en el que todos participan. Un centenar de ojos y nadie vio la desnudez del cadáver, nadie, oh piedra, vio la apagada y muerta inocencia, ni siquiera cuando al otro día su agotado cuerpecito inundaba la internet y las portadas de los diarios alrededor del mundo entero.


Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra,La tranquilidad de la arboleda.


LOS OTROS ARTISTAS


LOS OTROS ARTISTAS

CUENTISTA: ÁLVARO FERNANDO BURBANO BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: TATUAJE DE FUEGO

CUENTISTA: CAROLINA VILLEGAS VANEGAS CALI, COLOMBIA OBRA: EL NIÑO Y LA BAILARINA CUENTISTA: KELLY TATIANA BOCANEGRA IBAGUÉ, COLOMBIA OBRA: SIGUENDO PASOS

CUENTISTA: CAMILO ANDRÉS RINCÓN BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: LA VOZ CUENTISTA: EDUARDO VALDÉS CALÍ, COLOMBIA OBRA: LA GUERRA

CUENTISTA: MARÍA ALEJANDRA CORTÉS BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: SISTEMA DE TRANSPORTE PÚBLICO


POETA: ALFONSO JOSÉ ROMERO POLO NUEVO, COLOMBIA OBRA: SENTIMIENTOS

POETISA: DÉBORA ISABEL GALINDO BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: DESEO Y NAUFRAGIO POETA: JOHAN DAVID ARAUJO ACOSTA CALI, COLOMBIA OBRA: POEMAS

POETISA: CLAUDIA MILENA LÓPEZ PEREIRA, COLOMBIA OBRA: POESÍAS POETA: EDWIN RENDÓN FREDONIA, COLOMBIA OBRA: POESÍAS

POETISA: MARTHA GRACIELA ARIAS BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: OLOR A REMEMBRANZA


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NUESTROS CUENTISTAS


ÁLVARO FERNANDO BURBANO TATUAJE DE FUEGO Cuando lo descubriste, creíste que acababas de abrirle la puerta de escape a la más grande confusión, que hasta entonces había pernoctado en el fondo del archivo de la galería de tu vida. Era cual si hubieses empezado a percibir la luz al filo del amanecer, luego de haber existido entre una noche, sin luminarias ni cometas. Y es que siempre supiste que no bastaba con conjeturar, que así tenía que ser, puesto que eso era lo que tu poder de percepción, siempre te había enseñado, así que necesitabas pruebas. Era ineluctable darle pie a tu filosofía. Todo concepto se hacía cierto, cuando su estructura metafísica era concreta. Te habían dicho en la escuela que los científicos no siempre fueron sabios, pero que tampoco pertenecieron al ejército de esos imbéciles que divagaban en la nada. En algún punto de sus hipótesis tenían algo de razón y así no la tuviesen, no se les podía despreciar por ser escépticos; jamás. Simplemente, eran mercenarios de la utopía material; de la no fe. La verdad no pudo quedar entonces oculta por más tiempo. Los reptilianos sí existían allí, alrededor tuyo. Eran humanos, como lo eras tú o humanoides, como lo eran los seguidores de la locura del infierno. La evidencia concluyente acababa de surgir de un evento singular que viviste, uno que parecía haber sido arrancado de las páginas de un relato de ciencia ficción, pero que terminaba por situar la imagen total de esa hipótesis sobre la diapositiva de tu realidad. Todo empezó la noche en la que por primera vez la viste desnuda. El final del día había insistido en ser perfecto hasta ese instante. Ella se acababa de quitar la blusa. Estabas en un cuarto de motel. La observaste y viste aquello. En sus brazos, más exactamente en la curva interior de sus antebrazos, sobre la suave piel de la convexidad de sus flexores, tenía ella dos extensas cicatrices, una a cada lado. Pero eran más que cicatrices, parecían también ser tatuajes, repujados por el fuego de algún tipo de magia. Formaban un sutil alto relieve de color marrón sobre su piel morena. La simetría era absoluta. La figura, indefinida, pero magnética y envolvente.


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-¿Qué te pasó en los brazos? -Manifestaste tu inquietud con un murmullo. -Me quemé cuando era muy pequeña. -¿Cómo sucedió? -Mi madre había dejado aceite hirviendo en una paila. De pronto, desde el patio me llamó y me pidió que cogiera un limpión y le llevase la paila a la mesa del comedor, donde ella estaba. Era demasiado peso para mí. Ya puedes imaginar el resto. Te quedaste parado en la mitad del cuarto, asombrado, pero no sentiste rechazo ni repudio hacia ella; de ninguna manera. Por el contrario, esa perfección de la simetría de sus tatuajes te embrujó. Además, la joven era de tu gusto; muy dulce y sensual. Qué podían en ese momento importar dos tatuajes, que quizás no eran tatuajes si la habías venido deseando durante semanas y allí estaba ella, por fin a tu antojo. Sucedió lo que tenía que suceder. Y al día siguiente, te quedaste nuevamente solo. Ella viajó a su pueblo, lejos de la capital, a casa de su madre. Te dejó supremamente inquieto; cercanamente enajenado. La expresión ingenua, pero voluptuosa de su rostro, la sinuosidad de su joven cuerpo, los tatuajes, todo empezó a dar vueltas en tu mente con el paso de las noches y entre la escalada de las primeras lluvias de noviembre. Tu memoria le fabricó un nido de plata. Un poco más, y la habrías imaginado ascendiendo a la constelación de Las Pléyades o a otra nebulosa parecida. Los días cabalgaron hacia la nada. Ya no lograbas conciliar el sueño. Dabas vueltas sobre las mantas de tu cama. Parecías estar entrando en un vórtice de demencia. Sin embargo, un amanecer lograste respirar profundo. Intentaste apaciguarte, reflexionar, analizar el esquema de tu embrollo por un par de veces. Miraste hacia el techo de tu cuarto en sombras. Pero no encontraste nada. Y estabas así, como jamelgo perdido entre un embudo de neblina, cuando de repente te envolvió la parálisis del sueño, ésa que te daba de niño cuando tu alma estaba inquieta, aterrorizada o tensa. Quedaste quieto allí, sobre el colchón. Se hizo más densa la oscuridad de tu pieza. No podías moverte, sólo tus ojos percibían la realidad de tu individualidad; también tus oídos. Tu mente se vio anclada una vez más al recuerdo de aquel tatuaje. Se desplazó al abismo, el carrusel de los segundos.


Pero súbitamente, sentiste que algo atravesaba el vidrio de la ventana, que daba al patio de ropas. Una sombra; un perfil espeso; un ente indefinido. Se quiso congelar tu razón. Te asfixió el concepto de lo que debe ser hallarse inmóvil y no poder volver más a la dimensión de lo normal. Tus ojos abiertos expandieron las pupilas. Se zarandeó la piel de tu ser etéreo y se quiso congelar tu alma a menos veintisiete grados de temperatura. La silueta se acercó, se posó sobre tu cuerpo, te aprisionó. Deseaste inmediatamente adivinar su verdadera forma, su anatomía; su esencia. Advertiste entonces que tenía varios brazos, que era como una mezcla de arácnido y lagarto, una entidad cálida, pero particularmente extraterrestre y alienada, pero complaciente; un fantasma que no hablaba ni preguntaba nada, pero que te doblegaba. Supiste que era ella, claro que lo supiste. Por eso quizás no te maltrató, ni te devoró, porque no la rechazaste. Pero te subyugó, te poseyó una vez más en cuerpo y alma totalmente. Y tú, caíste en un vacío empalagoso, en un enredo melifluo, insano; meloso. Igual, dejaste de sufrir, se escaparon hacia lo remoto de la nebulosa, tu temor y el hielo de la temperatura y quedaste, dormido, sin saber nada de nada. A la mañana siguiente, decidiste bajar hasta su pueblo; hasta la casa de su madre. Más te hubiese valido no haberlo hecho.


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CAMILO ANDRÉS RINCÓN LA VOZ En 1941, el negro Chivas caminó por la senda de un inmenso humedal rodeado de pinos y matorrales. El negro estaba feliz, pero en cuanto pasó por encima de un tronco, se sorprendió al ver un hombre tirado en el suelo. Lo miró extrañado e intentó socorrerle, pero de un momento a otro aquel sujeto, se esfumó. -¿Qué está pasando aquí? -pensó. Chivas, miró a todos los lados y asustado se sentó cerca de un pino de eucalipto. El árbol era bastante alto y su corteza emanaba un olor aromático al igual que sus hojas. Los pájaros silbaron y volaron muy alto hasta perderse por entre las nubes. El viento soplaba hacia el Este, donde se veían montañas muy altas. De nuevo, Chivas echó un vistazo a todo lo que lo rodeaba y cerca de su oído escuchó una voz. -Todavía estoy aquí. - ¿Quién es usted? - preguntó Chivas. -Soy el hombre que viste tirado en el camino del humedal. -Pero, no te veo. -No importa en estos momentos, te estoy protegiendo de lo peor. -¿De qué? -preguntó Chivas. -Ayudo a los que están perdidos y es probable que pierdas el juicio o la cabeza en este sitio. -Nunca he pensado en perder el juicio, soy muy cuerdo -dijo seguro, Chivas. -Nadie está exento de volverse loco por esta senda. El negro, se tapó con sus manos los oídos, se paró del lugar en el que se hallaba y comenzó a correr como un animal por aquel camino, mientras seguía escuchando la voz. -¡No corras tan apresurado! Te puedes caer. -¿Quién eres? -preguntó horrorizado, Chivas. -Soy yo. El hombre que viste tirado en el camino. -¿Por qué no te puedo ver? -Porque no te has podido controlar. Cuando una persona está muy nerviosa, se enceguece por instantes.


-Creo que ya perdí el control. No estoy seguro de lo que estoy haciendo aquí. Dime, de verdad. ¿Quién diablos eres? -imploró el negro. -Hace mucho tiempo, también me perdí en esta senda. Me volví loco, mientras intentaba huir de aquí. Escuché muchas voces y todas me dijeron que necesitaban seres con razón. -No comprendo exactamente. -Después de escuchar todas esas palabras por muchas horas, dejé de respirar y caí a un charco de aguas diáfanas. En seguida, me vi en un bosque azul y allí, un anciano de rostro triangular, me dijo que yo era el elegido. -¿Para qué? -preguntó Chivas. -Para intimidar a hombres inteligentes o amedrantar a aquellos hombres que tratan de escapar de este camino en el que te encuentras. -Es decir, aterrorizas a la gente que camina por esta senda rodeada de árboles. -¡Sí! -la voz soltó una carcajada. -¿Buscas que una persona como yo, pueda escapar por el solo hecho de ser acobardada por una voz y salga triunfante como si nada hubiera pasado? Eso es ridículo -exclamó furioso Chivas. -Escucha; tienes dos opciones; disimular que no escuchas nada o escuchar todo lo que yo te digo y perder el control. -Si te escucho demasiado, ¿me volveré loco? -Sí. -¿Y después? -Te vienes a trabajar con nosotros. La idea es que seas parte de nuestro equipo. Tendrás que volver loca a la gente. -¡No! Eso no lo voy a hacer. Sin prestarle atención a la voz, Chivas caminó desesperado por la vía y se perdió en la lejanía. Esa tarde, los pájaros volaron en diferentes direcciones. Algunos parecían felices por la forma de ascender, otros volaron muy bajo, cerca del humedal. Los insectos se asomaron por las ramas de los matorrales, sin darse cuenta de que un turista norteamericano, caminaba sin prisa por aquella ruta. De repente, el americano vio a lo lejos a un hombre en el suelo. Era Chivas, estaba acostado boca abajo y con los pies cruzados, ya no tenía conciencia, la voz se había llevado su razón.


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CAROLINA VILLEGAS VANEGAS EL NIÑO Y LA BAILARINA El viento soplaba y el sol resplandeciente de la tarde, alumbraba los pastizales cubiertos con pequeños pétalos de guayacán. Los banderines que adornaban cada una de las astas de la carpa, se movían de un lado a otro, meneando todo el color del cual estaban hechos. Algodones de azúcar, crispetas saladas y acarameladas, helados y otros tantos dulces de los cuales desconozco sus nombres, se paseaban en bandejas llevadas por las manos de los vendedores, quienes con su sonora voz ofrecían a los niños promesas de los bocados más exquisitos, que comerían en sus vidas. El niño con ojos desorbitados, miraba todo a su alrededor, no pronunciaba palabra. Para él era como estar en una gran fiesta donde no conoces a nadie, pero todos te sonríen y te saludan, pasando sus manos por tu cabello como si te conociesen de toda la vida. Prendido de la mano de su madre y de su padre, el niño sentía que no podría esperar por mucho tiempo para entrar. Su corazón palpitaba como un tambor, temía que éste se fuera a salir, sin poder presenciar el anhelado espectáculo circense, quería experimentar la magia y lo desconocido, tal como todos sus amigos del segundo grado quienes estaban comentando sobre las maravillas vistas. En la entrada, un hombre empezaba a recibir los tiquetes y a mostrar las ubicaciones. De pronto del interior, comenzó a sonar música, estaban invitando a los espectadores a que pasasen. El niño cautivado por una mezcla melodiosa de armónica y acordeón, caminó junto a sus padres para encontrar sus sillas. Era su primera vez en el circo y no podía dejar de pensar en cuál sería el primer acto y el segundo y el siguiente al segundo. Estuvo imaginando por algunos minutos hasta escuchar en el altavoz, una voz gruesa dando la bienvenida. Las luces se apagaron y en medio se encendió una luz que arropaba al presentador, quien daba paso al espectáculo. Primero vinieron los acróbatas, luego el hombre tragafuego, más adelante los payasos, los magos y los animales adiestrados correteando y haciendo piruetas por la pista. El niño en excitación, no parpadeaba, no quería perderse un segundo ni de luces, ni de colores, ni de todo lo que allí veía.


Era tiempo del último acto. El lugar quedó en silencio, mientras las luces se atenuaban, tornándose de un tono rosa. Impaciente el niño, al no saber de qué se trataba, pensó que quizá aparecería un enorme hombre, jamás imaginado o una mujer barbuda, pero al iniciar el acto vio a una mujer vestida en un traje de bailarina, delgada y algo pálida, no contaba con mucha gracia para divertir, no encontraba en ella algo de lo que pudiera asombrarse, sin embargo, esperó. Notas musicales sonaron a base de cello, la mujer abrió sus brazos e inhaló, con ellos hizo un par de enérgicos movimientos como las aves al emprender el vuelo y se deslizó por todo el escenario, entre arabescos y pliegues que dejaban al descubierto sus piernas erizadas y firmes. Giraba y en cada giro envolvía a quienes la veían, atrayéndolos hacia ella hasta atraparlos en dulces exhaladas de vida. Algunos cabellos caían sobre su rostro y se podía sentir la suavidad de sus manos, tocando su piel, abrazando su cuerpo solitario. De repente, cayeron telas y el traje de bailarina se envolvió en ellas, subiendo y bajando, dejándose caer, precipitando así al público. Era brillante, lucía como la luz misma. Los ojos del niño vivieron el baile como si le contaran una historia a través de él. Nunca había presenciado un espectáculo de mayor belleza, ni que produjera en él esa extraña sensación de soñar despierto, no alcanzaba a encontrar justificación para su sentir, pero reconocía qué quería hacer en ese mismo instante. Al finalizar la función, dejó las manos de sus padres y salió corriendo hacia los pastizales, empezó a buscar, miraba de un lado a otro hasta encontrar el regalo que buscaba, la tomó con toda la delicadeza posible, la guardó en uno de sus bolsillos y nuevamente se dirigió al interior de la carpa. Los padres angustiados venían a su búsqueda, cuando lo vieron dándose paso entre la multitud, con intensión firme de llegar hasta el lugar donde se encontraban todos los caminantes del circo. El niño, sin quitar sus ojos destellantes sobre ella, haló su vestido para que volteara. Cuando volteó, un rostro ojeroso y lleno de dulzura lo miró a través de un par de grandes ojos color pardo. El niño sacó de su bolsillo la flor que ya empezaba a marchitarse y la puso en sus manos, luego se despidió. -¿Qué hacías hijo? –preguntó la madre. El niño le respondió, -Daba las gracias.


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EDUARDO VALDÉS LA GUERRA Un día cualquiera, las abejas se cansaron de que los humanos les robaran la miel y decidieron irse a la guerra. Sin embargo, cuando las primeras abejas enterraron sus aguijones en los humanos, sintieron como éstos quedaban atrapados y a la hora de retirarlos por la fuerza, sus tórax se destruían, causándoles la muerte. Al ver esto, las demás abejas huían despavoridas, y la batalla quedaba perdida. Los generales abeja, no tardaron mucho en notar esta fuerte desventaja, así que de ese día en adelante, en los campos de entrenamiento, les enseñaron a las nuevas abejas reclutas, que después de herir a sus enemigos, debían simular que morían. Cuando las reclutas cuestionaron esta táctica, los generales aseguraron que se trataba de un avanzado método de distracción, que les permitiría a sus compañeras, seguir con el ataque. En la práctica, cada vez que una reina abeja ordenaba un ataque a los humanos, cientos de abejas fuertemente entrenadas eran enviadas al campo de batalla. Cuando una conseguía enterrar su aguijón, agonizaba y moría, pero las demás abejas creían que estaba fingiendo, como dando su señal para seguir con el ataque y éstas se lanzaban en busca de la propia gloria. Cientos de abejas eran entonces, sacrificadas sin ellas saberlo, para saciar la sed de conquista de sus superioras, las cuales eran indiferentes a la muerte de las jóvenes reclutas.


KELLY TATIANA BOCANEGRA SIGUENDO PASOS

A Luis Carlos Acosta

Un día decidí irme de algún lugar, cansado de todo, caminé. Los pasos uno tras otro, me llevaron a lugares hermosos, increíbles y tristes. Subí montañas, vi cielos estrellados de colores, nublados, vi mares tranquilos, agitados, vi ríos que no mueren, ondulantes, sin orilla, vi lagos que eran mar y ya no extrañan serlo, salados, sin vida. Vi árboles gigantes, enanos y probé todas sus frutas. Vi animales vivos, también extintos, los vi reptar, saltar, correr, volar y estoy seguro de haber visto una vieja hiena solitaria, feliz, de ojos brillantes y llenos de conmiseración por mí. Rodé por ciudades, caminé por entre calles y avenidas, crucé puentes, salté puentes, subí y bajé escalones, entré a lugares resplandecientes y a lugares oscuros, sucios, entré a tugurios, recorrí lugares peligrosos, aburridos y en algún momento, sentí soledad, entonces tuve miedo. Resolví conocer a todas las personas del mundo para no sentirme solo y sí, descubrí a millones de personas, desde recién nacidos hasta ancianos en su lecho de muerte y vi su bondad, amor, maldad, indiferencia, diferencias, vi mil universos con ellos y todos los estados del alma, escuché sus voces, respiré su aroma, comí y bebí en su compañía todos los alimentos existentes, dulces, salados, picantes y me quedé con los amargos. Aprendí todas las melodías, hasta hoy descritas y aún recuerdo cada una de ellas, cada compositor, cada instrumentista, reconozco todos los sonidos de todos los pueblos, de todos los países. Vi también todas las formas de arte, conocí su esplendor y su decadencia. ¿Y alguien entiende lo que esto significa? En todo caso, sólo puedo decir que hasta ese momento y sin importar el número de vueltas que le diera al mundo y los hallazgos encontrados, seguía solo. Un paso tras otro, me llevaron lejos y uno tras otro, me trajeron de regreso, pero el hastío trascendió, lo que quiero decir es que por más lucha, que le di a la vida, en ese momento, no logré incorporarme ni entender mi misión en el mundo, no logré enamorarme de lo que vi y poco a poco, fui perdiendo la mayor capacidad que uno tiene como ser humano; sentir y con ella la posibilidad de creer, imaginar, soñar y el deseo de vivir.


LOS OTROS ARTISTAS

Continué dirigiendo los pies hacia un futuro tácito y una noche justo cuando nada rondaba mi cabeza, fijé todos mis sentidos en un dinámico ser, me vi caminando a su lado, al lado de una desconocida, un poco ebria, ruidosa, totalmente cubierta de abrigos, esperé a que hiciera silencio y sin más motivo que continuar una cordial conversación, le pregunté: -¿Dónde has estado? -Nadie entiende -contestó. -En todos los países, en todos los pueblos, reconozco sus sonidos, cada melodía, cada compositor, instrumentista y los recuerdo a todos, conocí todas las formas de arte antes de que murieran. Probé todos los alimentos y bebidas existentes en compañía de todas las personas del mundo, sí, millones de personas, recién nacidos, ancianos, vi en todos ellos bondad, amor, maldad, indiferencia y diferencias, vi todos los universos posibles en sus ojos, todos los estados de sus almas, escuché sus voces, respiré sus aromas, pero a pesar de todo, siempre me sentí sola y tuve miedo. También estuve en lugares aburridos, peligrosos, en tugurios, en lugares sucios, oscuros, resplandecientes, subí y bajé escalones, salté puentes, crucé puentes y avenidas, caminé por entre calles, rodé por muchas ciudades. Y para serte sincera, estoy segura de que una vez vi una hiena solitaria y feliz, que me miraba con lástima. Vi también animales volando, corriendo, saltando, reptando, hasta vi animales extintos. Probé frutas de árboles de todos los tamaños. Vi lagos salados, sin vida, que no extrañan ser mar, vi ríos sin orillas, ondulantes, ríos que nunca mueren, vi mares agitados, tranquilos, vi cielos nublados de colores, estrellados, subí montañas, vi en verdad lugares tristes, increíbles y hermosos, caminé hastiada de mí y ahora los pasos uno tras otro, me han traído aquí. ¿Y tú? -Yo también -contesté. Cuando de repente, ya no sentí soledad y mientras intentaba interpretar sus palabras arremetió diciendo: -Te estaba siguiendo. Tras lo cual, respondí nuevamente: -Yo también. Una risa nerviosa nos invadió y concordamos en nuestro andar vertiginoso, de tanto en tanto, cruzando efímeras miradas, dando paso a un futuro donde la proeza platónica abonaba el deseo de creer, imaginar, soñar y vivir.


MARÍA ALEJANDRA CORTÉS SISTEMA DE TRANSPORTE PÚBLICO Su yo pertenece a otro ser, desaparecen las personalidades, aumentan los fantasmas. Se reducen las profesiones, los rasgos propios se desvanecen. Todo responde a un movimiento irregular, imperfecto, a un balanceo animalesco dentro del caos que los arrastra a un remolino de gente donde aparecen miradas entrecruzadas, buscando escapar de esa extraña e indescifrable jungla, romper esa náusea colectiva. Salen a flote sus más bajos instintos, quedan atrapados en el decadentismo de seres inconclusos. Consiste en un forcejeo hasta encontrar a un ganador. Se pierde entre la multitud ese yo, esa identidad. La respiración prolongada empieza a aumentar, ya nadie se reconoce como individuo sino como masa. Se someten a un abandono desconocido, que paraliza todas las extremidades. Entran a territorio ajeno, enfrentándose a lo raro, precario, oscuro. Transcurren allí gran parte de sus vidas, intentando adaptarse a la cotidianidad, convivir con lo otro, con aquello que desconocen, que se reproduce en frente suyo, al lado, detrás de ellos. Temen juntarse unos con otros, temen ser parte de ellos, de su tiempo, de su distancia. Son absorbidos a otra realidad, que no es suya, reducida a pequeñas criaturas, seres microscópicos, parásitos sociales, larvas sin destino propio. Su existencia inexistente los traiciona y una ráfaga de silencio los cubre por instantes, segundos de nada, quedan abandonados y aprisionados en un silencio sepulcral. Impera el deseo de salvarse, de huir, de no convertirse en rata multicolor, en oveja sarnosa, en caracolnejo, en rinosaurio, en serpentauro. Ellos no quieren desprenderse de su forma corpórea, luchan por retener su humanidad. Aunque luchen por conservar su individualidad, terminan dentro de un circo parasitario, atrapados en un aniquilamiento sin fin, que despierta en ellos unos instintos salvajes propios de su animalidad. Animalidad caracterizada por la rabia, la histeria prolongada, que los envilece, los degrada y los hace víctimas inmóviles de su delirio, de su anti humanidad.


LOS OTROS ARTISTAS

Y son esos síntomas visuales de disfuncionamiento que ha parido este sistema. El tiempo transcurre en roses de pieles, en miradas maniáticas desbordadas, en respiraciones entrecortadas que empañan los vidrios, impidiendo la circulación del aire. Así se suceden los minutos, horas en un trance de sometimiento que agudiza los sentidos, maltrata la dignidad. Ya no son dueños de su tiempo, son presas fáciles de un vagón que los succiona, los engulle, los traga sin ningún tipo de culpa, de misericordia, los va devorando lentamente, hasta saciarse de sus almas, de sus energías, apoderándose de sus cerebros enfermos, devorando sus restos. Todos quedan reducidos a cuerpos deformes, deseando salvarse, deseando alcanzar esa estación que espera por ellos. Inmersos en la nada, absortos logran finalmente escapar de ese espacio de nadie, de ese lugar de fantasmas, de ese lugar donde habitan fieras dóciles. Lo que ignoran es que al abrirse las puertas, salen aliviados, felices de escapar de ese encierro, se alejan con cerebros atormentados, caras enfermas, cargados de adrenalina, de miedo. Todos terminan condenados a sus demonios.



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NUESTROS POETAS


ALFONSO JOSÉ ROMERO SENTIMIENTOS Osaré regalarte mis pupilas para que veas con ellas el amor, tal vez regalarte mis sonrisas y descubras con ellas la ilusión, podría regalarte toda mi ternura y entonces comprendas lo que sienta mi alma desnuda, hasta tendría alientos de sacrificar mi vida por ti y que así no mueras, sin conocer la pasión.


LOS OTROS ARTISTAS

CLAUDIA MILENA LÓPEZ OTRA NOCHE AGUA MARINA Disfrazada de terciopelo el manjar de la espera se viste de blanco azul. Perla en la punta de los labios dibuja líneas con ceniza palmas hacen un viento llevan la luz del velar su propio escamar de vida. Las perlas, el velo, la seda de piel los ojos fijamente a las estrellas consumen el vértigo amoroso del implorar. La lluvia del encadenamiento plateado barcos alzan anclas rastros en silencio la difusión en plata: Aprendo a rasgar el perfil de mi sombra y persigo al hambriento de seda.


EDWIN RENDÓN FANTASMA Este es un cuento de horror sobre un hombre que no sabe que existe. Contempla su vida como un suceso distante, anda como una sombra. Intenta decir su nombre y sólo emite un quejido.


LOS OTROS ARTISTAS

JHON DAVID ARAUJO ACOSTA LA ERUPCIÓN DEL SUCESO Golpeaste el cielo que se esconde en el destello del agua, descalzo, sin saber recibir el amanecer Cuanto quisieron las esquinas de Octavio, sujetarte de hombros, ponerte trozos de cielo roto, adornarte y marcharse sin saber recibir el amanecer Nada prescindible hablar de los amigos te decías, para ellos no hay perecer, si la fantasía conduce al éxtasis, o sólo se trata de un amor incognito Queda apostar por una nueva esquina, alguna mística voz en el estupor algo tiene que explotar sin haberlo detonado, una palabra, un interrogante reservado para la noche.


MARTHA GRACIELA ARIAS OLOR A REMEMBRANZA Las estirpes esquivas del andamiaje antiguo fueron entretejiendo en sus azares la llegada de la primavera aferradas sin miedos a las huellas escritas por el amanecer en el que su voz bullía como fuego y su canción de recuerdos era un manantial de silencios. Habían sepultado en sus entrañas el olor balsámico de las remembranzas y reconstruido las huellas por donde la canción sería cantada en medio del olor mitigante de las metáforas gestadas lentamente sin ausencias ni presagios sin miedos, ni distancias, en medio de los relámpagos por donde el amor cantaba. Inevitablemente había llegado su hora, ya el amanecer había mudado de trajes y los jueces del camino, habían retomado los surcos por donde ella habría de entrar triunfante y sin miedos a la estancia donde el amado la vestiría de novia para ser eternamente amada aún en sus destierros.


De los creadores, La literatura del arte. Obra, Un ser mitológico.


NUESTRO TEMPLO


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CREADORES DE LA REVISTA JOSÉ NIVIA MONTOYA RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

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PINTOR DE LA PORTADA Y EDITOR GRÁFICO RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

ISSN: 2357 - 5085 . CUARTA EDICIÓN. LA LITERATURA DEL ARTE. AÑO 2016.


LA LITERATURA DEL ARTE


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