Papel Salmón Junio 10 de 2012

EDICIÓN 1022

domingo 10 de JUNIO de 2012 Manizales - Colombia

creación y vida

A tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar

De paso sobre las islas flotantes Octavio Hernández Jiménez

Foto|Octavio Hernández|Papel Salmón

Embarcación hecha en totora, en el Lago Titicaca (Bolivia-Perú)

Vallejo y Barba–Jacob

Basada en la novela del Nobel colombiano

Carlos Alberto Villegas Uribe

Jorge Abel Carmona Morales

Hermanos en el desarraigo

Ripstein y el Coronel

Figuras de las luchas contra la esclavitud en el siglo XIX

Sindéresis

José E. Mosquera

Luis Enrique García

Frederick Douglass. Vida de un esclavo americano

Deshipocresía a la prostitución

2 | POESÍA|

domingo 10 de JUNIO de 2012

domingo 10 de JUNIO de 2012

Vallejo y Barba–Jacob

Foto|Tomada de http://www.terra. com.pe|Papel Salmón

César Abraham Vallejo nació en marzo de 1892 en Santiago de Chuco, aldea peruana a tres mil quinientos metros de altitud.

Hermanos

en el desarraigo

ropeos con la sangre milenaria que ascendía por sus venas desde las alturas de Machu Pichu hasta su creciente conciencia universal. Aquel primer y principal desarraigo es sobre todo un desarraigo con su tierra, con sus circunstancias históricas, con el propio lenguaje.

Trilce introduce en este continente la personal vanguardia de Vallejo, es una manera nueva de asumir el verso libre y la expresión inicial de su desasosiego. Desarraigo de sí mismo.

Carlos Alberto Villegas Uribe* Papel Salmón

D

(Con reconocimiento a Laura Ospina)

ecid cuando yo muera y el día esté lejano, soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento, en el vital deliquio por siempre insaciado, era una llama al viento. De esta manera, otro poeta de la angustia, el dolor y el desarraigo, el colombiano Porfirio Barba Jacob, podría reflejar la personalidad atormentada del poeta peruano por excelencia: César Vallejo. Porque de alguna manera, estos hombres eran hermanos, y no sólo en poesía; sus rostros angulosos, sus huesos fuertes y una estampa alargada hasta la sombra, les conferían aire de familia.

Abordar Sermón de la Barbarie, poemario póstumo de Vallejo, salvado del olvido gracias al persistente amor de su esposa Georgette, es volver a la poesía profunda del poeta americano.

Ya en Trilce, César Vallejo hacía sonar las trompetas de la vanguardia en su propio continente, cuyos ecos repercutían en una Europa aún adormecida por las triunfales fanfarrias del modernismo de Rubén Darío y José Asunción Silva.

Los ecos modernistas, es necesario acotarlo, aún resonaban en el Vallejo de Los heraldos negros –1918– (Sauce, Medialuz, Ascuas) pero el desarraigo empezaba a abrir un camino de salida a su angustia insondable.

Hay días en la vida, tan fuertes… yo no sé, golpes como el odio de Dios…

(Los heraldos negros)

Estos versos aislados en su primer poemario ya portaban el germen de ese dolor incógnito o de ese conocimiento lúgubre y letal que vibraban en su acento y acompañaría al poeta peruano, como bien podría haberlo señalado Barba Jacob.

Trilce –1922–, poemario angular de la poesía universal, profundiza ese dolor intenso de Los heraldos negros e introduce un malestar en la forma y en el lenguaje para instaurar a este lado del Atlántico, la personal vanguardia de Vallejo, precursora de la voz timbrada de Huidobro en su poemario Altazor –1931– otro de los hitos de la vanguardia poética en Occidente.

Una nueva estética en las letras

Trilce es para Vallejo una manera nueva de asumir el verso libre y vulnerar el lenguaje canónico con voluntad de señorío, pero también una conciencia de nadar contra la corriente como lo señalara el libertario José Carlos Mariátegui en el libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana –1928–. En el ensayo “El proceso de la literatura”, el Amauta, nombre con el cual reconocen a Mariátegui en el Perú, cuenta cómo Vallejo remitió una carta a Antenor Orrego donde defiende su posición y evidencia su conciencia poética, su voluntad de instaurar, a través de Trilce, una nueva estética en las letras.

“El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy más que nunca quizá, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista. ¡La de ser Libre! Si no he de ser libre hoy, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mejor cosecha artística”.

Trilce constituye entonces la expresión inicial de su desasosiego, de su primigenio desarraigo: la lucha desde la palabra escrita contra ese lenguaje impuesto que de alguna manera no podía conciliar los ancestros eu-

Desarraigo desde un lenguaje ajeno Sermón de la Barbarie, parecería ahondar en ese desarraigo vallejiano, extremándolo: Yo no soy el único que parte, de este barro me voy, de mis calzones de mi gran situación, de mis acciones, de mi número hendido parte a parte, de todo estoy yo soy el único que parte.

(París, Octubre de 1936) Pero en esta oportunidad escribe desde la conciencia de sentirse desarraigado, ya no de un lenguaje impuesto pero propio, sino desde un lenguaje ajeno, extraño, de sonoridades hermosas pero de realidades inicuas. Un lenguaje que segrega y hunde en más oscuras profundidades a pesar de su mito libertario.

Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá para mí? ya no más he de ser lo que siempre he de ser, pero dadme una piedra en que sentarme, pero dadme un pedazo de pan en que sentarme, pero dadme en español algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarme, y después me iré.

Vallejo, lejano de su tierra, encuentra en la íntima conversación consigo mismo –sus poemas no son editados como libro, hasta después de su muerte– el reflejo de esa otra patria lejana que, como todo desarraigado, añora, desea, adolece.

El desarraigo tiende puentes a otras partes, quema las barcas, pero deja intacta la orfandad para que se añore el regreso o se valore un pedazo de tierra que tampoco será del desarraigado, ni cuando éste regrese y, menos aún, cuando ese regreso se produzca. Quizás por esta razón los poemas de Sermón de la Barbarie le cobran a la tierra que lo acogió, el despojo históricamente padecido por esa América lejana a la cual él tampoco pertenece.

Reclamo que su militancia ideológica y su conciencia

|POESÍA | 3

política demandan con persistencia, en compensación por el dolor de todos los despojados.

Juegos del lenguaje

Esos desarraigos los entiende César Vallejo desde la entraña y por eso, ante la perspectiva de algún improbable regreso, prefiere y predice su muerte en esa tierra ajena pero también suya en el dolor, como cualquier tierra que sus plantas pise. Terrenalidad y añoralgia –añoranza mezclada con nostalgia– pan de cada día del desarraigado, y juego de tiempos y regresos imaginados, como en los versos premonitorios donde hoy será ese mañana que nunca regresa.

Me moriré en París con aguacero una tarde de la cual tengo ya el recuerdo Juegos del lenguaje entre la materialidad y lo espiritual construyendo, dialécticamente, una escalera de significaciones para dejarnos al borde del abismo. Tesis y antítesis que puede llegar a ser síntesis impronunciable en los labios arrobados del lector silencioso, quien apenas intuye un asomo de la verdadera intención del poeta, pero a quien le han sido abiertas las puertas del asombro profundo, inenarrable, ese abismo del dolor compartido, pero apenas enunciado.

Consolado en terceras nupcias pálido, nacido.

Voy a cerrar mi pila bautismal, esta vidriera, este susto con tetas este dedo en capilla, corazonadamente unido a mi esqueleto.

Foto|Tomada de http://carlosmsotomayor.lamula.pe|Papel Salmón

Dos libros de César Vallejo Los heraldos negros y Trilce.

Desarraigo de la tierra, de la historia, desarraigo del lenguaje, pero igualmente, como lo ha señalado con propiedad, el también poeta peruano, Paul Guillen, desarraigo de sí mismo, de su propia materialidad, magistralmente expresado en los poemas de Sermón de la Barbarie.

Foto|Tomada de http://api.ning. com|Papel Salmón

Porfirio Barba Jacob nació en Santa Rosa de Osos (Antioquia) en 1885.

Encuentro en la vidriera de los tiempos y los templos Y de nuevo los grandes vuelven a mirarse en el espejo de las hermandades, porque César Vallejo y Porfirio Barba Jacob, a pesar de sus distantes latitudes, vuelven a encontrarse en la vidriera de los tiempos y los templos, las mismas angustias, los mismos ojos hundidos, los mismos rostros angulosos y altaneros, los mismos húmeros hendidos parte a parte. Entonces el espejo del desasosiego los refleja en sentimientos para hermanarlos en la palabra, en la conciencia de visiones compartidas, en los incesantes pasos por tierras y latitudes distintas que los acogen a pesar de ellos mismos, de su insondable desarraigo.

Por eso cualquier fragmento de la palabra, cualquier verso, tiene en ese espejo compartido, las propias imágenes del otro. Por esa condición de hermandad profunda, Porfirio Barba Jacob no solo habla de sí mismo en el poema Futuro, por el contrario parece retratar con sus versos a ese otro grande desarraigado de América: César Vallejo.

De simas no sondadas subía a las estrellas, un gran dolor incógnito vibraba por su acento, fue sabio en sus abismos –y humilde, humilde, humilde– porque no es nada una llamita al viento…

Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales, que nunca humana lira jamás esclareció, y nadie ha comprendido su sórdido lamento…

Era una llama al viento y el viento la apagó (Porfirio Barba Jacob, Futuro) *Ph.D. en La Lengua, La literatura y su relación con los medios de comunicación, Universidad Complutense de Madrid –UCM–.

Teaching Assistant en la Maestría Creative Writing, University of Texas at El Paso –UTEP–.

4 | DE VIAJE|

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Las islas están construidas en totora, una planta acuática de la región y el tapete sobre el que se mueven las personas se llama “khili”. Las habitan los “uros”, nombre que significa hombre de agua o hijos de la aurora. Cultura.

Octavio Hernández Jiménez* Papel Salmón

P

uno es una ciudad de hermoso templo colonial, activo comercio, plaza de mercado atiborrada de productos sorpresa como la serie de anilinas comestibles de diversos colores, cantidad infinita de papa y maíz de colorido insospechado, hoja de coca que venden pesada para medicina doméstica, ubicada a orillas del Lago Titicaca, en el sector correspondiente a la república de Perú.

En la superficie del agua se refleja el próximo cielo pues se trata del lago más alto del mundo, a más de 3 mil 800 metros sobre el nivel del mar.

Ese lago tiene mucho trajín en embarcaciones de distinto calado. Así lo revela el gran número de lanchas y yates de descanso amontonadas en sus áridas orillas.

A seis kilómetros de Puno y dos horas de viaje, lago adentro, aparecen las islas flotantes construidas con totora, planta acuáticas endémica de esta zona. Durante el recorrido se ven indígenas, en sus embarcaciones, recogiendo las espigas de dicha planta para ampliar las islas o levantar viviendas. La utilización de la totora es la forma como el hombre combate la expansión de un vegetal que, de dejarlo crecer espontáneamente, podría llegar a apoderarse de gran parte del lago.

Entre las treinta islas artificiales, las más importantes son: Santa María, Los Wily, Q’anan- Pacha, Tribuna, Toranipata, Chumi, Kapi, Tupiri, Tinajero, Titino y Negrone.

Los habitantes

Los “uros” o habitantes indígenas reciben con entusiasmo e interés económico a los turistas que arriban a sus islas. Han aprendido a venderles servicios y los objetos de una incipiente industria artesanal.

Reproducen en totora y lana, las islas, las viviendas, las embarcaciones, los trajes y sus vasijas.

Los uros aparecen, al pie de la lancha a motor que viajan desde Puno. Uro quiere decir hombre de agua, en unos casos y, en otros, hijos de la aurora. Los cuerpos de las mujeres son voluminosos lo que no les impide para danzar.

En los vestidos típicos de las mujeres priman colores chillones como el rojo, el solferino, el rosado, el anaranjado, el verde biche y el azul. Los sombreros de paño negro son usados más por las mujeres que por los hombres que utilizan gorros de lana con orejeras.

Ellas utilizan suéteres y una mantilla que les sirve para cargar equipajes al

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hombro; debajo de la falda un tanto larga llevan combinaciones blancas de floridos letines. Usan zapatos negros que para nosotros serían de hombre. Adornan sus trenzas con grandes bolas de lana.

Cada comunidad está preparada para ofrecer a los recién llegados una lección ilustrada sobre esa cultura ancestral. Los expositores pueden utilizar las lenguas aimara, quechua, chipaya o la lengua española, para hablar del proceso para convertir la totora en tierra. Como material didáctico, en una escuela, enseñan trozos de esa tierra construida con totora apelmazada colocada en distintos sentidos como si estuvieran tejiendo una estera.

Costumbres sociales

Cuando se camina sobre la superficie de la isla se siente como si se caminara sobre el asiento de una silla con resortes. Es acolchada. El tapete de totora sobre el que se mueven las personas se llama “khili” y se percibe su fragilidad pues, en las capas superiores, aún no se ha compactado por la acción del sol, el agua y de quienes lo pisan.

Dicen que el terreno de las islas flotantes puede tener unos tres metros de espesor.

Las casas son bajitas, como ranchos familiares, también edificadas de totora. En su mayoría constan de un solo cuarto con puerta de totora amarrada con lazos aunque ya se ha ido imponiendo el uso de bisagras. Las paredes y el techo son esteras extendidas a lo largo.

Cuentan con escuelas, templos, locales comunales, tiendas y corrales para cuyes.

El gobierno ha levantado construcciones con materiales propios de la civilización moderna de Occidente que rompen con las costumbres y el panorama habitual de las islas.

Se alimentan de pescado, sobre todo trucha, sacado del mismo lago y de cuyes que crían en corrales y cajones, lo mismo que de papas, habas y otras plantas cultivadas en las orillas del lago o en ciertas islas flotantes de suelo formado por totora vieja y compacta.

El área social de cada isla está en el exterior de las viviendas en donde las mujeres se dedican a tejer sacos, bufandas y otras prendas artesanales para turistas, en las que campean los motivos precolombinos.

Los asientos son esteras largas, como tubos rellenos de totora que les asemejan a boas que toman quietas el frío sol.

El transporte

Las embarcaciones que circulan entre las islas, manejadas por los uros, son construidas, no de metal o madera, sino en totora como si se tratara de un elegante sombrero tejido, de grandes proporciones.

Las hay que constan de dos pisos con escalinata y terraza abierta para los turistas que buscan divisar más allá.

Por el lago se ven mujeres de atuendos típicos que conducen en forma experta esas góndolas mientras los varones holga-

zanean tirados en el mullido piso.

En vez de dorados mascarones de proa, muchas embarcaciones en estas islas ostentan, como motivos decorativos, cabezas de animales mitológicos al estilo de monos y jaguares realizadas en la humilde totora.

Hay góndolas que, en vez de una pesada lona, exhiben al aire azul, leves esteras de totora que se sacuden con el viento y deslizan tan grácil silueta por el lago rizado como si se tratara de embarcaciones en el lejano mar de la China.

Se puede disfrutar de un paseo, en las estilizadas embarcaciones de totora, entre varias islas, antes del regreso a Puno, a cambio de un pago que no siempre es reducido. En cada isla hay torres edificadas

de totora y madera que sirve para divisar el lago, en donde se encuentran los pescadores y si alguna embarcación se acerca a su isla.

Cómo llegar

Antes de concluir el viaje por los alrededores del Lago Titicaca, se debe conocer la población de Chucuito, de renombre por sus monolitos fálicos tallados por antiquísimos pobladores, según se dice, implorando a sus deidades la fertilidad en las mujeres. Cuestión de fetichismo ancestral.

El viaje a Puno se puede hacer de Lima a Cusco y de esta ciudad, por carretera, a través del Valle Sagrado enriquecido de sitios arqueológicos como Andahuaylillas,

Raqchi y Pucara. Ese valle, por su fertilidad, montañas vecinas y río, tiene cierto parecido al Valle del Risaralda aunque el nuestro es más amplio y exuberante.

También puede hacerse el viaje, en ómnibus, de Lima a Arequipa y de esta a Puno. En tren, el viaje entre Arequipa y Puno dura ocho horas. Se puede ir en avión para lo que se utiliza el aeropuerto Manco Capac, en Juliaca, un sitio muy distante del luminoso Lago del que escribiera Neruda: “Vuela una montaña marina/ hacia las islas, una luna/ de aves que van hacia el Sur/ sobre la algas fermentadas/ del Perú” *Escritor. octaviohernandezj@hotmail.com

Las mujeres y los niños de las Islas flotantes usan vestidos típicos de colores que llaman la atención y sombreros negros. Los hombres utilizan gorros de lana con orejeras y sus casas son hechas en totora.

A tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar

De paso sobre las

| DE VIAJE | 5

Los habitantes de las Islas flotantes convierten la planta acuática totora en tierra y con ella también construyen sus casas, embarcaciones, y hacen trajes y vasijas.

En la isla Los uros, una valla da la bienvenida a los visitantes y hay una torre hecha en totora y madera para divisar el Lago Titicaca.

Fotos|Octavio Hernández|Papel Salmón

Hermosas embarcaciones hechas en totora recorren el Lago Titicaca y trasladan no solo a los habitantes sino también a los turistas entre las Islas flotantes.

islas flotantes

A la llegada a la Isla Río Wily hay un mapa que indica el lugar en que se encuentra y datos generales de la misma.

6 | PER SONA JE S|

domingo 10 de JUNIO de 2012

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Figuras de las luchas contra la esclavitud en el siglo XIX

Basada en la novela del Nobel colombiano

Frederick Douglass.

Ripstein y el Coronel

Lo esencial de la novela permanece. La película extrae lo mejor de la obra de García Márquez pero adquiere vida propia. Inspiración.

Vida de un esclavo americano Douglass y Charles Lenox Remond lucharon contra la esclavitud. El primero fue autodidacta. Autor de cuatro libros, entre ellos La vida de un esclavo. Poco recordados.

José E. Mosquera* Papel Salmón

C

uando se habla de los grandes líderes negros en la historia de Estados Unidos, inmediatamente se recuerdan las imágenes de los activistas del movimiento por los derechos civiles Martín Luther King, Malcom X, Rosa

Frederick Augustus Washington Bailey, luego conocido como Frederick Douglass, nació esclavo en el condado de Talbot, Maryland (USA).

Ambos dejaron profundas huellas en la historia norteamericana, pero como sucede en ciertos casos por el desconocimiento de sus trayectorias son poco reconocidos. Charles Lenox Remond (1810-1873) fue uno de los 17 miembros de la primera sociedad antiesclavista que se formó en Estados Unidos. Se destacó como profesor, orador, militar de las tropas de la Unión durante la Guerra Civil y líder de la Sociedad Abolicionista de Massachusetts.

En cambio Frederick Douglass, fue un autodidacta que nació en el Condado de Talbot, Maryland en 1818 y murió en Washington en 1895, quien aprendió las primeras letras de manos de una esclavista y que cuando el esposo de ésta se enteró que le estaba enseñando a leer se lo prohibió, pero fueron tantas ganas que tuvo de aprender a leer y a escribir que por iniciativa propia se las ingenió hasta que aprendió por su propia cuenta.

Escritor, orador… autodidacta

Charles Lenox Remond nació en Salem, Massachusetts (USA). Comenzó su oposición a la esclavitud a los 20 años de edad como orador en reuniones públicas y conferencias en varias ciudades norteamericanas.

L

theatlantic.com|Papel Salmón

Desconocimiento de sus trayectorias

Foto|Tomada de http://teh.salemstate.edu|Papel Salmón

Jorge Abel Carmona Morales* Papel Salmón

Foto|Tomada de http://cdn.

Parks y otros más que lucharon contra la discriminación y la segregación racial en la segunda mitad del siglo XX y que se convirtieron en grandes símbolos de las luchas raciales en el mundo.

Pero más allá de la importancia que tienen estos tres personajes en la historia política norteamericana por sus luchas contra la discriminación y la segregación racial, existen otros personajes que también fueron precursores de las luchas contra la opresión del negro en Estados Unidos, y que formaron parte del movimiento contra la esclavitud como Frederick Douglass y Charles Lenox Remond, dos ex esclavos que se destacaron durante en el siglo XIX por sus luchas contra la esclavitud, Sin embargo, en la actualidad son pocos recordados.

Narra en su autobiografía que “el plan que adopté, y con el que tuve un gran éxito, fue el de hacerme amigo de todos los chiquillos blancos que veía por la calle y a muchos niños blancos pobres del vecindario les ofrecía pan, en agradecimiento me dan a probar el más valioso pan del conocimiento”.

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Douglass se destacó como escritor, editor, orador y un luchador del movimiento abolicionista y participó activamente en las luchas y en los movimientos que se formaron en Estados Unido y Gran Bretaña por la abolición de la esclavitud.

Autor de cuatro libros, entre los cuales su autobiografía La vida de un esclavo, libro que fue reeditado hace poco, por la editorial Capitán Swing Libros de Madrid, cuya presentación hace la escritora y activista de los derechos humanos Ángela Y. Davis. Éste es un descarnado y conmovedor relato sobre su vida miserable de esclavo, en donde hace una descripción magistral sobre la radiografía de las crueldades y de los abusos de la esclavitud, al igual que sus pericias y sus vicisitudes para escapar y alcanzar su libertad.

Texto que se convirtió en su época una especie de best seller, entre los miembros del movimiento abolicionista en Estados Unidos y Gran Bretaña hasta el punto de considerarse paradigma de la narrativa esclavista norteamericana.

Fue tan destacada la trascendencia que alcanzó Douglass, dentro del movimiento abolicionista que, William Lloyd Garrinson, uno de los fundadores de la Sociedad Antiesclavista, quien hizo la presentación de la primera edición del libro de la autobiografía de Douglass en 1845, escribió en el periódico The Liberator sobre la arrolladora elocuencia y la extraordinaria capacidad intelectual de Douglass: “Muchas personas del público parecían incapaces de dar crédito a las afirmaciones que hacía sobre sí mismo y no se creían que realmente hubiera sido un esclavo. No podían concebir cómo un hombre, sólo seis meses después de obtener la libertad y que no había ido a la escuela en toda su vida, podía hablar con tanta elocuencia, con un lenguaje tan preciso y un pensamiento tan poderoso”.

Frederick Douglass fue conocido en su época como “el sabio de Anacostia” y sin dudas es uno de los escritores negros más destacado del siglo XIX y unos de los grandes íconos de la lucha por la abolición de la esclavitud y los derechos humanos en la historia Norteamérica *jemosquera@une.net.co

a trigésima segunda película del director mexicano Arturo Ripstein, es un canto a la honestidad como creador cinematográfico, porque, partiendo de una obra literaria, es capaz de conservar eso que sólo el cine tiene de particular: el movimiento audiovisual que, como dice uno de los personajes de Win Wenders, en su Historia de Lisboa, crea su propia realidad en el marco de un fotograma.

El Coronel no tiene quien le escriba de 1999, supone cargar con el enorme peso que se desprende de una novela tan importante para la literatura latinoamericana, debido a que, dentro de la obra del nobel colombiano, ésta es sin duda, la más sobria de todas, la que por ello, si tenemos en cuenta la ostentosidad de muchas de sus otras novelas, podemos encontrar a un García Márquez más cercano a los hombres que vemos en las calles, con la miseria reprimida por las apariencias, como un producto de las exigencias sociales que desbordan dignidad en unos y sadismo en otros.

No obstante, lo esencial de la novela permanece. Su talante conserva los visos de universalidad pese a que los escenarios cambien.

El Mexico que se observa en la película, sólo tiene el formalismo de una denominación que funciona para uno y otro rincón de lo que podría enmarcarse dentro de un territorio común. Tanto la pobreza física como la tristeza espiritual que irradian los personajes, son una prueba fehaciente de que las particularidades no hacen más que confirmar ese extraño sesgo de identidad que

nos caracteriza a todos aquellos quienes vivimos en el continente americano. La topografía es similar. Ríos de reflejos naranjas como en cualquier espejo tropical por el que corren las aguas de una tierra virginal, al menos en algunos lugares.

Pero el hábitat, nos remite a la desolación, una recurrencia a toda esa de literatura garciamarquiana que se caracteriza por construcciones derruidas por el oxido y la melancolía de un edén ya consumido por nuestra propia intervención.

Los actores

En ese panorama crepuscular, entran en escena los magníficos actores mexicanos como Fernando Luján (nacido en Bogotá), un hombre de largo recorrido en la televisión y el cine, familiar de artistas y dueño de un aptitud excepcional para la simplicidad, lo que hace deslumbrar su talento sin quitar ni poner lo que la

Foto|Tomada de http://www.network54. com/Forum/|Papel Salmón

Fernando Luján, aunque es un destacado actor de la Época de oro del cine mexicano, nación en Bogotá en 1939.

medida exacta del personaje le requiere.

Junto a él, la actriz española Marisa Paredes interpreta de manera precisa a la esposa del Coronel, exprimiendo las angustias de una existencia que se muestra atormentada por los fantasmas que el pasado ha dejado sin contemplaciones.

La exigua vida que lleva al lado de su marido es bien expresada por la “mujer Almodóvar” que ha incursionado en películas como El espinazo del Diablo de Guillermo del Toro, o Tacones lejanos y la excepcional Todo sobre mi madre. Su trayectoria, podría decirse, es una de las carreras mejor conformadas por actriz alguna, al lado de mujeres como Liv Ulvman o Ingrid Thulin, que constituyen las musas de inspiración de grandes directores como Ingmar Bergman.

También, encontramos a Daniel Jiménez Cacho, el asesino de Agustín, y Zalma Hayek, quien representa a la compañera del hijo del Coronel que fue inmolado por la guerra política en un país cualquiera que bien podría llamarse Colombia.

Los planos y sensaciones

La película extrae lo mejor de la novela pero adquiere vida propia, cuando los planos se adscriben a lo que podríamos denominar el mundo ripsteiniano. Esa realidad que denuncia un laberinto de sensaciones que caben en una geografía característica, con seres atrapados por las circunstancias, en donde el destino rompe las incertidumbres de quienes viven la vida como un peso que ya no quieren soportar, pero que tampoco quieren terminar, debido a que aún existe algo que ata; algo indefinible, tal vez un realismo que no se parece en nada a la realidad, precisamente porque excede las circunstancias de ella.

En el film, el movimiento no sufre cambios abruptos porque las cámaras contribuyen a armonizar el movimiento interno con su propio devenir. Esos travellings, se toman el tiempo prudencial para registrarlo todo, como un anfitrión que guía a unos visitantes por cuartos alumbrados apenas por unas cuantas luces opacas, lo que contribuye a enfatizar esa desesperante sensa-

Foto|Tomada de http://nnm.ru/blogs/vidokss/|Papel Salmón

Afiche de la película El coronel no tiene quien le escriba, del director mexicano Arturo Ripstein.

ción de no esperar nada, o para decirlo en palabras del Coronel “el destino siempre tiene la razón”. Y eso es el tiempo, un eterno trascurrir por lugares que no desaparecen.

A lo largo de toda la película, los personajes se imbrican en un juego de relaciones, que nos recuerdan que en los seres humanos conviven tanto potencias maléficas como benévolas. Que en ambas transitan individuos apabullados de una u otra manera por las situaciones predeterminadas pero que no guardan esperanza alguna de cambiar un momento, un instante cualquiera con un hecho pequeño que conlleva hermosos sentimientos. Así se comporta la prostituta con los suegros que sienten un tanto de resentimiento hacia ella, o el compadre del Coronel, que pese a sus quebrantos de salud brinda un algo de apoyo al viejo militar, que aún conserva el orgullo que representa la vida castrense para algunos.

Legado y talento

El Coronel, más que un personaje es un valor, es la vuelta al pasado que rige sus propósitos por la dignidad y la palabra, que se comporta de la misma manera porque respeta los principios inculcados por la sabiduría de un viejo que se aferra a una esperanza que parece no tener posibilidades de realizarse.

Captar todo esto y expresarlo con la sutileza hiperrealista de Ripstein, nos permite admirar su talento cada día más. Su obra ya está hecha. El legado del director mexicano ha inspirado y debe seguir inspirando a los nuevos creadores. El talento cinematográfico no puede obnubilarse por la parafernalia desproporcionada de propuestas en las que abundan los choques y la destrucción de objetos que, hoy en día, están arrojando poco en materia de calidad *Dalisur99@yahoo.com.mx

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10 de JUNIO de 2012

SINDÉRESIS

CONVOCATORIA

Deshipocresía* a la prostitución

Artículos para revista

Luis E. García** Papel Salmón

Y

mencionando por última vez la “exitosa” Cumbre, hasta le pidieron la renuncia al jefe del Servicio Secreto de USA por las aventurillas de sus agentes en Cartagena… De ser consecuentes, habría que exigírselas “con más veras” (Quijote) al comandante en jefe y a los generales por el asesinato de civiles inermes, para no hablar de los 6 mil soldados caídos y del trillion de dólares malgastados, en esas torpes ocupaciones de territorios ajenos, Irak y Afganistán.

Y qué escándalo han armado con una actividad diurna, nocturna, universal que intentan cubrir con velos de hipocresía. Porque las trabajadoras sexuales son tan tradicionales como la historia misma, y las hay de varias clases, según sus tarifas; sólo que las más bajas reciben los calificativos denigrantes, pues las otras son modelos, acompañantes o, en Cuba, enfermeras o jineteras, pues según el Comandante allí no hay prostitución.

Resulta muy cómodo afirmar, como lo he escuchado a algunas encopetadas: “Que se pongan a trabajar en otra cosa más digna”, o como replicaron en Cartagena: “No es necesario trabajar como prostitutas para mantener a la familia: cartageneras” (El Espectador, 5-05).

Si eso cierto, que les expliquen el cómo a las miles de jovencitas que andan en ese malhadado oficio. Porque salvo pocas que lo ejercen por vocación o ninfomanía, la mayoría lo hacen por la necesidad imperiosa de sobrevivir, o criar a unos hijos con progenitor pero sin padre.

Objetivamente, el oficio nada tiene de censurable, porque todos nos ganamos la vida con la mente y con lo mejor de nuestro organismo psicofísico. Un trabajador de escritorio no resistiría un día pegando ladrillos, un futbolista profesional vende su musculatura esquelética y especialmente sus piernas, un pianista asegura sus dedos, y otros –mujeres y ahora hombres también- se ganan la vida con su figura y sus genitales, en un oficio que así no requiera ninguna preparación, ha de ser duro y a la larga denigrante, tanto así que ninguna lo recomendaría para sus hijas.

En vez de inútiles llamados uribescos a la castidad, las autoridades debieran producir un documental de impacto, a ver si las jovencitas aprenden a temer las consecuencias de una sexualidad irresponsable que las lanza a la calle, víctimas de chulos y explotadores. *A falta de mejor antónimo, toca un neologismo

**lugares@une.net.co

La Revista colombiana de las Artes escénicas invita a quienes quieran participar en esta publicación con ensayos inéditos que exploren con rigor teórico el tema “El cuerpo en la escena contemporánea”, resultados de creaciones e investigaciones académicas e independientes.

Los artículos, que serán revisados por un comité de re-

dacción deben ser enviados antes del próximo 15 de julio a revartescenica@ucaldas.edu.co. Es indispensable asumir “las pautas para publicar” establecidas en la revista, que pueden ser visualizadas en: http://200.21.104.25/artescenicas/downloads/Artescenicas_pautas.pdf

RECOMENDADO Cien poemas colombianos

Poemas para una lectura íntima

Juan Carlos Acevedo Ramos* Papel Salmón

U

n libro de poemas sugiere intimidad y un poco de silencio para ser leído y entrar en sus versos.

Para un ambiente así está hecho Cien poemas colombianos un nuevo libro de la editorial Luna Libros. Esta selección que realizan los poetas Juan Felipe Robledo (Medellín 1968. Poeta, literato, Magister en Literatura y profesor de la Universidad Javeriana) y Catalina González Restrepo (Medellín 1976. Poeta, Licenciada en Literatura de la Universidad de Antioquia y editora) es un registro de los siglos y siglos en que se ha escrito poesía en Colombia. A fin de cuentas, los autores y los lectores -de esta amplia muestra- saben que los nombres y los rostros se borran de la memoria literaria y sobreviven las palabras.

Así, sin la vanas pretensiones de quienes se creen los recitadores oficiales de cenas y tertulias, el lector advertirá poemas que lleva pegados a su quehacer cotidiano sin saber el nombre del autor, sin imaginar siquiera a qué siglo pertenecen, poemas que son, digamos, de dominio públi-

co y que en reuniones, charlas y cócteles suelen ser traídos de las amarillentas páginas de nuestra memoria y nos recuerdan tiempos mejores.

En Cien poemas colombianos se rastrean casi cuatro siglos de poesía en tierras del realismo mágico. El libro inicia con la mitología Kogui y Huitoto en tiempos del descubrimiento, poesía indígena de alto valor estético y cosmogónico que presenta poemas sobre la creación, pasando a vuelo de pájaro por la época de la conquista y la colonia para llegar a los siglos XIX y XX donde se centra la mayor parte de los poemas selectos.

Y es en estos siglos donde poemas y autores se vuelven uno, el lector recordará clásicos de nuestras letras como aquel que dice: Joven aún entre las verdes ramas/ de secas pajas fabricó su nido… O éste otro que inicia así: Una noche/ una noche toda llena murmullos, de perfumes y de música de alas… Y dos poemas más que nos llenarán de recuerdos, el primero dice: Hay días en que somos tan móviles, tan móviles/ como las leves briznas al viento y al azar…; y el segundo: Juego mi vida, cambio mi vida./ De todos modos la llevo perdida… Cuatro poemas que g e n e r a c io n e s de colombianos hemos escuchado, leído y aprendido porque la poesía es un espejo don-

de nos podemos mirar sin indiferencia. Hablamos entonces de sólo cuatro poemas del siglo XIX que más que a un autor, retratan a un país.

De página en página el lector se adentrará en poemas escritos en el siglo XX, allí Robledo y González han realizado un inventario que llega hasta la década de los 50. En este inventario notables títulos en la poesía contemporánea nacional hacen presencia y de nuevo tiempos mejores vuelven a nosotros cuando leemos por ejemplo Oración de los bostezadores, Morada al sur, Domingo, Llanura de Tulúa, Raíz antigua, Nocturno, Se juntan desnudos, El transeúnte, Cómo me convertí en monstruo, El legado, Este lugar de la noche, Alguien se salva por escuchar un ruiseñor, Tengo miedo, De lo que soy, Una carta rumbo a Gales o Razones del ausente, poemas que ya hacen parte de nuestra historia poética en el siglo XX y que vienen a reafirmar un país con un fuerte tradición poética.

Da gusto sentarse un domingo bajo la luz débil del final de la tarde, o una noche de martes soportando el frío de un invierno extenso acompañado por este pequeño libro donde nos vemos una vez más reflejados.

Los dejo con un breve poema que hace parte de ésta selección: Bitácora de viaje. Y lo que más recuerdo del infierno/ es que no había ni un solo demonio/ que no escribiera versos.

Solo un nombre de los 75 poetas que aparecen aquí voy a dejar: Flóbert Zapata Arias, el autor de los versos anteriores, los demás usted lector los descubrirá cuando tenga en sus manos Cien poemas colombianos *Escritor.

ROBLEDO, Juan Felipe/ GONZÁLEZ Catalina. Cien poemas colombianos.

Luna Libros. Bogotá. 2012. Pp. 204.