EDICIÓN 1.146 DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014 MANIZALES - COLOMBIA
creación y vida
Biblioteca de Babel La peste de Atenas y la plaga de Justiniano
75 años del Museo del Oro de Bogotá
Cumpleaños feliz Una incursión de un gesto osado e inútil Las guerrillas de los Almeida Del director de cine canadiense David Cronenberg Un mapa de las estrellas Disonancias El mundo de las cifras (parte II)
PORTADA - FOTO/CLARK M. RODRÍGUEZ - COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
Balsa Muisca que representa lca leyenda de El Dorado.
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DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
BIBLIOTECA DE BABEL
La peste de Atenas y la plaga de Justiniano
FOTOS/CORTESÍA ORLANDO MEJÍA/PAPEL SALMÓN
Óleo sobre lienzo -La peste de Atenas- (1652), por Michael Sweerts. Los Angeles County Museum of Art, Los Angeles, California (USA).
Nuevas aproximaciones a la etiología de dos epidemias históricas. La peste de Atenas apareció en el verano del año 430 a.n.e. En mayo del año 542 arribó a Constantinopla, una epidemia llamada la plaga de Justiniano. Letal. Orlando Mejía Rivera* Papel Salmón
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e debemos al historiador griego Tucídides (460-¿395? a.n.e**) una de las más detalladas descripciones de una plaga de la antigüedad. En su famoso libro Historia de la guerra del Peloponeso (Libro II, capítulos 47 a 54) él refiere que durante el verano del año 430 a.n.e, en la ciudad de Atenas, apareció de manera súbita una enfermedad, que le dio de manera indiscriminada a toda
la población, caracterizada por fiebre, ojos rojos, flujo nasal, tos seca, voz ronca, enrojecimiento de la faringe y una intensa halitosis. Este cuadro se instauraba en los primeros días. Luego, surgía malestar epigástrico, vómitos biliosos, arcadas, la piel se tornaba amarillenta y además: “El cuerpo, al tacto externo, no estaba ni muy caliente ni pálido, sino ligeramente enrojecido, lívido y recubierto de pequeñas ampollas y llagas; en cambio por dentro ardía tanto que no podían soportar que se les cubriera con los mantos y sábanas más finas, ni ninguna otra cosa que estar desnudos; y de muy buena gana se habrían echado al agua fresca, cosa que hicieron arrojándose a unos pozos muchos enfermos que estaban menos vigilados, víctimas de una sed insaciable. Pero daba igual beber mucho que poco”. (Libro II, cap 49). Después del quinto día tenían agitación, insomnio, diarrea intensa y abundante, pérdida de la memoria,
gangrena de los dedos de los pies, y en algunos casos ceguera. Entre el séptimo a noveno día se morían o se recuperaban. El propio Tucídides cuenta que tuvo la enfermedad y sobrevivió, al igual que el 75% de los afectados, pues la mortalidad era del 25%. La epidemia duró alrededor de cuatro años y medio a cinco años. Los que la habían sufrido, o no les volvía a dar o presentaban una forma leve que no los mataba ni enfermaba de gravedad. Las aves de rapiña y los perros que devoraban los cadáveres de los contagiados morían también. Cuenta el historiador que la epidemia no afectó a los espartanos y que provino (L II, cap 48): “según se dice, desde Etiopía, situada al Sur de Egipto, y más tarde descendió a Egipto y Libia y a la mayor parte del territorio sometido al rey”. Es claro que la afección influyó, a largo plazo, en la derrota final de los atenienses ante los espartanos. La muerte del gran líder Pericles ha sido atribuida, también, a la enfermedad. Se calcula que la mortalidad total alcanzó la cifra de unas 100 mil víctimas, pues la Atenas sitiada había albergado entre 350 mil a 400 mil habitantes (Major, 1941), aunque la población habitual era de 155 mil personas (Gomme, 1933). La causa de la epidemia ha generado múltiples polémicas y las hipótesis diagnósticas superan las 40 patologías. Entre otras enfermedades mencionadas están: la erisipela, la escarlatina el escorbuto, la Fiebre de Lassa, la influenza, la leptospirosis, la malaria, la melioidosis, el muermo, la sífilis, la tularemia, el ántrax, el cólera, el dengue, el virus del Ébola, el ergotismo. También se ha especulado que existió una combinación de enfermedades como: fiebre amarilla y escorbuto, o fiebre tifoidea y disentería, o fiebre tifoidea y fiebre amarilla, o fiebre tifoidea y peste bubónica. Langmuir (1985) acuñó el término de “Síndrome de Tucídides” para postular que la plaga se debió a un brote de influenza y a un Choque tóxico por Estafiloco Aureus. Incluso, Morgan (1994) llegó a plantear que la epidemia no existió y que fue inventada por Tucídides para lograr un efecto dramático colectivo en el transfondo de su narración, que contrastara con la oración fúnebre a Pericles. Sin embargo, las hipótesis más sólidas y recurrentes para explicar la enfermedad son: el tifus epidémico (Powell, 2013; Cunha, 2008; Durack, 2000; MacArthur, 1954), la fiebre tifoidea (Papagrigorakis, 2006), la viruela (Littman, 1969), el Sarampión (Page, 1953; Shrewsbury,1950; Burke y Cunha, 2004) y la peste bubónica (Hooker, 1958; Williams, 1957). La investigación de Papagrigorakis (2006) consistió en el hallazgo de ADN perteneciente a Salmonella entérica serovar Typhi, en la pulpa dentaria de tres esqueletos, encontrados en el antiguo cementerio
de Kerameikos (Atenas) al lado de otros 153 restos humanos que fueron enterrados sin los rituales antiguos y donde se halló cerámica del año 430 a.n.e. Entonces, se planteó que ellos habían sido victimas de la plaga. No obstante, los resultados no han sido reproducidos en otros esqueletos de épocas similares, y se plantea que el ADN encontrado de la salmonella no garantiza que fuese el agente causal puesto que la fiebre tifoidea era endémica en ese tiempo. Además, la sintomatología no cuadra con la descripción de Tucídides, pues la diarrea y la fiebre son la manifestación constante de esta patología, sin que existan los otros signos clínicos descritos. En relación con la posibilidad de la peste bubónica, se ha cuestionado que sus defensores han abusado de la interpretación filológica de la palabra ἕλκο usada por Tucídides con el significado de “úlcera, herida o llaga” y que no es aceptable traducirla como “bubón” (Dagnino, 2011). En definitiva, el sarampión y el tifo epidémico son las mejores posibilidades que existen, tanto desde el punto de vista epidemiológico como clínico, aunque ninguna patología explica la totalidad de los síntomas descritos por Tucídides. El cual, sin ser médico tenía un conocimiento evidente de los Tratados Hipocráticos y usó terminología clínica en su libro, como quedó demostrado con los ensayos de Cochrane (1929), Finley (1942) y Page (1953).
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En el mes de mayo del año 542 arribó a Constantinopla,
capital del Imperio Bizantino (dirigido por el emperador Justiniano y su esposa Teodora) una grave epidemia que según el historiador Procopio de Cesarea (Historia de las guerras) provino de barcos cargados de trigo desde la ciudad de Alejandría y estos, a la vez, se habían contagiado en la vecina población egipcia de Pelusium donde en el año 540 apareció el primer brote. No obstante, el abogado e historiador Evagrio Escolástico, 50 años más tarde y en otro brote de la plaga, refirió, en su Ecclesiastical History, que la enfermedad “Salió de Etiopía, como se sabe ahora, y recorrió todo el mundo, sin dejar, supongo yo, ninguna parte de la raza humana sin visitar. (...) Cuando empezó esta calamidad, yo mismo fui atacado por lo que denominan bubones y, en sucesivas visitas, perdí en diferentes momentos a varios hijos, a mi esposa y a muchos familiares, así como a mis criados del campo y de la ciudad”. Ahora bien, coinciden los dos historiadores señalados y un tercero de nombre Juan de Éfeso en que la mortandad fue de grandes magnitudes. Procopio, testigo directo del primer brote ocurrido entre el año 542 y el año 544, refiere que los muertos en la ciudad del imperio llegaron, en los primeros cuatro meses, a unos 200 mil habitantes, mientras su población total sobrepasaba el medio millón de personas. Sin ser médico, la descripción de los síntomas y signos de los enfermos hecha por Procopio es concisa y clara: “Repentinamente les daba fiebre, el cuerpo ni cambiaba de color ni estaba caliente, como cuando ataca la fiebre, ni tampoco se producía ninguna inflamación, sino que la fiebre era tan tenue desde que comenzaba hasta el atardecer que ni a los propios enfermos ni al médico al tocarlos les daba la impresión de que hubiera algún peligro (...) Pero a unos en el mismo día, a otros al día siguiente y a otros no mucho después les salía un tumor inguinal, no solo en esa parte del cuerpo que está bajo el abdomen y que se llama ingle, sino también en la axila; y a algunos incluso junto a la oreja y en diversos puntos del muslo (...) Unos entraban en coma profundo, otros en un delirio agudo (...) sufrían un terrible insomnio y muchas alucinaciones (...) Y a los que no entraban en coma ni sufrían aquel delirio, se les gangrenaba el tumor inguinal y morían por no poder resistir los dolores” (Historia de las guerras, libro II, 22.). Este cuadro clínico, en especial por la evidente aparición de los bubones y la evolución clínica, dejó pocas dudas, a historiadores y científicos, que estábamos ante la peste bubónica, causada por la bacteria Yersinia Pestis, huésped de la pulga Xenopsylla cheopis, que a su vez es huésped de la rata negra (Rattus rattus). De hecho, en el fragmento de Procopio se puede identificar la variedad bubónica con o sin compromiso pulmonar y las formas más agresivas y rápidas de la variedad septicémica que explica la “gangrena” de las extremidades y cuyo color negruzco le dio origen al mote de “peste negra”, con que se conocería en la Edad Media Occidental. Pero solo fue hasta el siglo XXI, luego de varias investigaciones paleopatológicas de ADN bacteriano en restos óseos y en la pulpa de molares (Drancourt, 2004; Wiechmann, 2005; Harbeck, 2013) que se confirmó que la denominada plaga de Justiniano (el emperador sufrió la enfermedad y luego de casi agonizar durante dos semanas logró curarse y sobrevivir) fue la primera pandemia de peste bubónica causada por la Yersinia Pestis, que al final dejó de 30 millones a 100 millones de muertos (Rosen, 2008) entre el año 542 y el año 750, luego de más de 20 rebrotes que asolaron a las poblaciones del imperio Romano Occidental, el imperio
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Bizantino, la India y la China. Un reciente trabajo de Wagner (2014) aclara que el origen de la peste provino de la estepa china y al aislar el ADN de dos dientes pertenecientes a dos individuos del cementerio medieval de Aschheim, Baviera, pudo identificar una cepa de Yersinia Pestis que es diferente a las cepas que causaron la peste negra en 1343 y a la cepa de la pandemia de Hong-Kong del siglo XIX. Este hallazgo confirma que la plaga de Justiniano fue causada por una cepa filogenéticamente nueva que desapareció después del siglo VIII y que hasta ahora, por fortuna, no ha retornado. La relación de la primera pandemia con el cambio climático como posible desencadenante ha sido señalada por, entre otros, Bilich (2007) quien refiere que durante los años previos a la pandemia, del 535 al 536, la temperatura fue inusualmente fría y la humedad aumentó, en las tierras que luego darían origen a la plaga. Este hecho tiene un mayor significado si sabemos que el riesgo de una epidemia por peste bubónica es mayor si la población de ratas es más densa y que las temperaturas bajas y el aumento de las lluvias incrementan la población de roedores. Además, es posible que la patogenicidad de esa cepa nueva y singular de Yersinia Pestis fuera también más letal *Escritor. Profesor titular Departamento de Salud Pública. Universidad de Caldas. **Antes de Nuestra Era.
Portada del libro de William Rosen, Las pulgas de Justiniano, donde aborda la denominada plaga de Justiniano y sus repercusiones.
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DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
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75 AÑOS DEL MUSEO DEL ORO DE BOGOTÁ
Cumpleaños feliz
El Banco de la República empezó a adquirir piezas en 1939, cuando se adquirió la primera pieza: el Poporo. La Balsa Muisca también es una pieza insignie del Museo del Oro de Bogotá. Celebración.
FOTO/JOSÉ HERCHEL RUIZ COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
El Poporo fue la primera pieza que adquirió el Banco de la República para el Museo del Oro de Bogotá.
Myriam Bautista* Papel Salmón
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l edificio del Museo del Oro en el centro de Bogotá tiene vecinos tan ilustres como la casa donde vivió Antonio Nariño y que fue, por muchos años, la sede única del Jockey Club, uno de los centros sociales más importantes del país. También, son vecinas las iglesias de San Francisco, de la Veracruz y la Tercera. El Museo no solo alberga parte de nuestro más importante patrimonio sino que es una edificación emblemática que se ha colado en el corazón de propios y extraños. El Museo del Oro llegó de manera casual a esta esquina privilegiada del Parque de Santander. La demanda en sábados y domingos para ver las piezas que desde 1939 viene adquiriendo el Banco de la República, llevaron a que sus directivos consideraran conveniente la construcción de un edificio que, de igual manera, sirviera para otras dependencias del Banco que en plena Avenida Jiménez con carrera séptima requerían de un espacio seguro. Así, lo contó en una charla el lúcido y memorioso arquitecto nonagenario, Germán Samper Gnecco, quien recuerda con precisión ese proyecto al que ha estado vinculado de manera estrecha y al que vuelve cada vez que puede, como para llevar a cabo la ampliación en el año 2008. La vecindad del Museo ha cambiado en estos años. El Banco Central Hipotecario, inaugurado a comienzos de 1970, es ahora una sede de la Dian. El Jockey Club se fue para el norte y ahora esta casa, patrimonio nacional, fue comprada por la Universidad de los Andes, sin que se sepa su destinación.
gerente del Banco de la época, Julio Caro, le propuso a su Junta Directiva el proyecto del ministro de Educación Alfredo Arango de comprar “un jarrón de oro de perfecta factura que ofrece en venta la señora Magdalena Amador de Maldonado”, tal como aparece en el artículo escrito por uno de los gerentes más recordados, Miguel Urrutia, con motivo de una publicación en los 90 años del Banco. La Junta dio el sí y de esta manera comenzó la labor filantrópica de la banca en Colombia. Y ese jarrón, de muy buena fabricación, es ni más ni menos que el famoso Poporo Quimbaya, la pieza con la que se inició la colección del Museo del Oro, patrimonio de todos los colombianos y orgullo nacional. El Poporo es un recipiente en donde los indígenas echan huyo, planta molida, con la que se activan las hojas de coca. Desde 1923 hasta 1992, el Banco de la República ejerció el monopolio de la compra de oro en el país. De ahí que las personas naturales y jurídicas fueran a sus instalaciones, durante estos años, para vender piezas adquiridas a guaqueros profesionales o producto de herencias familiares. Y aunque ya no controla esa compra
de oro siguen llegando a sus puertas y a las del Museo muchas personas a vender no solo piezas de oro sino objetos de piedra, de madera, textiles que consideran deberían ser exhibidos en este Museo. Pero, desde hace unos años, el Museo ya no compra más. El Poporo Quimbaya y la Balsa Muisca son por su valor histórico y patrimonial las piezas insignes de la colección del Museo del Oro y, por lo tanto, nunca han salido del país en las periódicas muestras que se hacen de la colección en distintas partes del mundo. Las exposiciones en Nueva York, Londres y París, para citar tan solo tres, han sido muy visitadas y comentadas.
La seguridad ha sido uno de los principales factores en la remodelación del Museo del Oro en Bogotá. FOTO/COLPRENSA/ PAPEL SALMÓN
Pieza de la arqueología Calima. FOTO/RAÚL ARBOLEDA -
EN 1959 SE ABRIERON LAS PUERTAS
Lejos de estas muestras está la primera exposición permanente que comenzó en 1947, de manera muy modesta, en unos estantes ubicados en la Sala de Juntas del Banco, porque las directivas consideraron que valía la pena compartir estas piezas con visitantes ilustres. Solo hasta 1959, en el sótano del edificio se alojó una modesta parte de la colección y se abrieron sus puertas
COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
Pectoral Tumbaga, hecho de con una mezcla de oro y cobre.
al público. La colección crecía y también el público. Así que a finales de la década de los 60 (1968), se inauguró el edificio del Museo para exhibir la casi totalidad de la colección. Y como no paraban de llegar piezas y visitantes se estudió, esta vez de manera minuciosa, una reforma en 2004 para hacer de este simbólico edificio, el querido Museo del Oro, que es hoy en día patrimonio de los cuarenta y siete millones de colombianos y colombianas, y símbolo de nuestra diversidad y riqueza cultural.
DE HACE 500 AÑOS
LA PRIMERA PIEZA
Y si la construcción de su actual sede no fue un proyecto calculado, tampoco lo fue la adquisición de la primera pieza en 1939, hace 75 años. El
FOTO/JOSÉ HERCHEL RUIZ - COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
FOTO/CHRISTIAN CASTILLO - COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
Los objetos arqueológicos que hoy pueden disfrutar nacionales y extranjeros en el Museo del Oro de Bogotá son testimonio de nuestros ancestros.
El Museo recibe a sus visitantes con una de las más características estatuas de la cultura de San Agustín. En cada una de sus salas, muy bien distribuidas, iluminadas de manera especial, tal como se hace en cualquiera de los museos más importantes del mundo, se exhiben materiales utilizados en la minería, manufactura, y acabado, que permitieron la producción de objetos metálicos. También se exhiben piezas únicas que hicieron parte de los rituales celebrados por las sociedades precolombinas, botón de muestra de la exuberancia, festividad y riqueza de nuestros antepasados. Los visitantes nacionales y extranjeros al Museo del Oro crecen día a día, pero lo más significativo es que, en general, todos salen muy complacidos: los extranjeros se sienten privilegiados de haber visto objetos con quinientos años de antigüedad, por lo menos, piezas únicas de las civilizaciones que nos antecedieron y los nacionales muy orgullosos, lo que no ocurre con frecuencia, frente a una obra que se protege y se enseña con excelencia *compaba@yahoo.es
FOTO/COLPRENSA/PAPEL SALMÓN
Vestimenta ceremonial de un cacique de la cultura Quimbaya.
FOTO/LA REPÚBLICA/PAPEL SALMÓN
FOTO/JOSÉ HERCHEL RUIZ - COLPRENSA/ PAPEL SALMÓN
Pieza de la arqueología Tayrona.
El Museo del Oro de Bogotá tiene piezas de todas las culturas nativas del país. En la foto, la sala que corresponde al territorio de Urabá y Chocó.
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DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
UNA INCURSIÓN DE UN GESTO OSADO E INÚTIL
Sus películas impactan bien sea por los personajes o por las historias desquiciadas que lo caracterizan.
Las guerrillas de los Almeida Ambrosio y Vicente eran de San José de Cúcuta y miembros de una acaudalada familia. Juan José Neira desempeñó un papel estelar en la historia republicana. Rebelión. Alfredo Cardona Tobón* Papel Salmón
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ese a la represión, pese a los cadalsos y a la vergonzosa crueldad de una nación que se empecinaba en mantener bajo su imperio gran parte del territorio americano, los republicanos de Venezuela y la Nueva Granada se levantaron en guerrilla para hacer frente a la llamada “Reconquista española”. Por los lados del Socorro la guerrilla de ‘Niebla’ acosó a los realistas; lo mismo ocurrió en la zona de Honda y Guaduas donde ‘El Mosco’ Rodríguez mantuvo en jaque a las fuerzas coloniales. En el Valle del Cauca la guerrilla de Mora puso en alerta a las autoridades de Popayán; los irregulares de Casanare fueron invencibles y por los lados de Machetá la guerrilla de los Almeidas escribió una página inmortal en nuestra historia cuando en operación relámpago ocupó las poblaciones que colindan con los llanos orientales.
LOS HERMANOS ALMEIDA
El uno era Ambrosio y el otro Vicente; eran oriundos de San José de Cúcuta y miembros de una acaudalada familia que hacía causa común con los patriotas granadinos. Doña Josefa Acebedo de
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Gómez describe a Ambrosio Almeida en su romance “Los guerrilleros”: Buen mozo, pálido, flaco de cara fresca y risueña, alto de cuerpo, delgado y con nariz aguileña. En las redadas de Sámano en busca de agitadores y rebeldes los dos hermanos fueron a dar a la cárcel. Fue entonces cuando Policarpa Salavarrieta, haciendo gala de su astucia y valentía les llevó dinero dentro de unas naranjas para sobornar a los guardias y al cabo Pedro Torneros y conseguir la huida de la prisión. Los Almeida se refugiaron en una finca de Machetá conseguida por la Pola y allí con el apoyo de Juan José Neira organizaron una fuerza de caballería con campesinos de la región y con desertores de las tropas del Rey que motivados por las continuas victorias patriotas en los llanos buscaban unirse a las guerrillas insurgentes. El 13 de noviembre los Almeida ocuparon a Tibiritá y ejecutaron a cuatro realistas; el día 18 entraron a Chocontá con 300 hombres a caballo y lanza y 20 fusileros. La campaña guerrillera encendió los ánimos de los vecinos en forma tal que el 19 de noviembre de 1817 se levantó el pueblo de Ubaté al grito de ¡Viva nuestro generalísimo Bolívar! ¡Mueran los chapetones, godos ladrones! El 21 de noviembre la gente de los Almeida estaba en Chocontá de donde salieron partidas armadas hacia Suesca, Nemocón, Ventaquemada y Ubaté donde aún quedaban brasas del rescoldo comunero. Cundió el pánico en Zipaquirá
DEL DIRECTOR DE CINE CANADIENSE DAVID CRONENBERG
Jorge Abel Carmona Morales* Papel Salmón
FOTO/CORTESÍA ALFREDO CARDONA/PAPEL SALMÓN
Los Almeidas organizaron su guerrilla con el apoyo de la gente de Machetá.
y en Santa Fe de Bogotá y ante tan peligrosas circunstancias el general español Juan Sámano dio órdenes a sus mejores soldados para que bajo el mando de Carlos Tolrá, Simón Muñoz y Simón Sicilia, a quién más cruel y despiadado, marcharan al encuentro de los Almeida sin dar cuartel ni perdonar al enemigo. Los guerrilleros rechazaron a Simón Sicilia en el puente del Sisga y horas más tarde chocaron con la avanzada de Carlos Tolrá. Esta vez la valentía no les sirvió a los patriotas superados en número y en armas. En el campo dejaron seis muertos y 10 guerrilleros cayeron en poder de los españoles que los ejecutaron de inmediato.
LA FUGA DE JUAN JOSÉ NEIRA
Ante la inminencia del desastre total, los Almeida con 26 sobrevivientes tomaron el camino de los llanos tratando de escapar de los españoles; fue entonces cuando Neira con algunos guerrilleros trataron de contener al enemigo para proteger la retirada. Uno por uno fue cayendo y al final únicamente Neira quedó con vida, pero solo
para enviarlo a Santa Fe y allí ejecutarlo para que sirviera de escarmiento a los rebeldes. Neira se dejó conducir como si estuviera resignado con el destino que le esperaba, iba con grillos en una bestia en medio de la escuadra realista. Al pasar por el voladero de Machetá los caballos desfilaron uno a uno por la estrecha senda; entonces Neira se arrojó al precipicio pues prefería morir despeñado y ser pasto de los gallinazos que servir de solaz a los enemigos que gozarían con su sacrificio. Nadie se preocupó por recuperar el cadáver, tan seguros estaban de su muerte, pero por un designio de la Providencia los grilletes se enredaron en un arbusto y Neira quedó suspendido en el abismo. Entrada la noche pudo descender hasta el lecho del río Barbosa y al amanecer lo socorrieron unos labriegos que curaron sus heridas. Después se dirigió a Pacho y allí casi lo recapturan; al final se unió a las fuerzas patriotas y con pundonor y heroísmo desempeñó un papel estelar en la historia republicana. Como Carlos Tolrá no pudo
capturar a los Almeida ni a Pedro Torneros, mandó fabricar unos muñecos que ahorcó en nombre de los fugitivos. Los Almeida se sumaron a las fuerzas de Santander y una vez lograda la independencia de Colombia Ambrosio se dedicó a atender los negocios de la familia. De Vicente no se tienen más datos. La incursión de los Almeida fue un gesto osado e inútil. En ese momento y con los recursos que tenían era imposible derrotar a los veteranos españoles. Esa arriesgada campaña solamente sirvió para que Tolrá se cebara con la población indefensa: asesinó más de 100 labriegos en Chocontá, Machetá, Tibiritá y Tenza: se apoderó de todas las bestias de la región, recogió las armas blancas y de fuego, destruyó las cosechas y confiscó todos los elementos de hierro de las poblaciones que apoyaron a los Almeida. Ante todas esas atrocidades y miles más hubo quien llamara a España la madre Patria *http://www.historiayregion. blogspot.com
avid Cronenberg es ese tipo de directores que uno ha visto siempre en el cine, no sólo porque ya cuenta con una filmografía de largo tiempo sino porque sus películas impactan, bien sea por los personajes o bien sea por las historias desquiciadas que lo caracterizan. Parece que su trabajo estuviese plegado indefectiblemente a la industria cinematográfica norteamericana, pero, al acercar la mirada a cada una de sus obras, uno ve que están impregnadas de un tinte de originalidad no fácil de igualar. Varias de sus escenas sorprenden por la caracterización de los individuos que aparecen en sus films, por los argumentos que un espectador ligero podría calificar de poco trascendentes, o por los géneros en los que devienen y que lo erigen en un investigador de la condición humana violenta. A Cronenberg se le pueden endilgar varios de los clásicos cinematográficos de ciencia ficción. Títulos memorables como Scanners, ExistenZ, La Mosca, Rabia, The Dead Zone o Videodrome, hacen parte de una especie de “cine de culto”, que no es otra cosa que la expresión de un trabajo sólido en el mundo del género. Obras como Naked Lunch o Crash, son francamente inaprensibles por la particularidad de esos films, verdaderas producciones maestras de la historia del cine. De sus últimos trabajos, Un método peligroso y Cosmópolis se puede decir que hacen parte de la desigualdad que marca su obra. La primera es una adaptación de la novela de Christopher Hampton, The Talking Cure, en donde se despliega la relación establecida entre Sigmund Freud, Carl Jung y la joven paciente trastornada por la histeria, Sabina Spielrein. La segunda, también está basada en una novela, esta
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FOTO/TOMADA DE HTTP://WWW.UNIVERSITYOBSERVER.IE//PAPEL SALMÓN
Un mapa de las estrellas
Julianne Moore en una escena de la película Un mapa de las estrellas del director canadiense David Cronenberg.
vez del escritor newyorkino Don DeLillo y cuenta la monótona existencia de un multimillonario que ve pasar la vida desde su limusina. Esta vez, su actitud crítica brilla con insistencia al desnudar algunas de las manías desarrolladas entre los miembros del espectáculo que el StarSystem ha construido, especialmente en los últimos años con las astronómicas cifras económicas ofrecidas a las estrellas, con el ritmo de vida avivado por la fama, incluso en infantes que no pueden experimentar su niñez como parte del proceso natural de madurez humana. Entre el dinero, la elevación del ego y el ritmo de trabajo vertiginoso, estas superestrellas se olvidan de las cosas más sencillas como el respeto hacia el otro o la construcción de un mundo personal y no traspasado por las determinaciones de seres ajenos que solo buscan el crédito personal.
ENTRE LA CRÍTICA Y LA COMEDIA NEGRA
Con Maps to the stars, Cronenberg, se convierte en un crítico implacable, usando sus recursos más propios como la
violencia, la displicencia y lo patológico del comportamiento humano. El film muestra la compleja relación establecida por dos hermanos, hijos de una escritora de novelas de autoayuda, cuya paciente más renombrada es una actriz de Hollywood que quiere interpretar un papel biográfico sobre su madre. El niño es un actor afamado repleto de soberbia que tiene una aprehensión especial hacia su hermana, una joven esquizofrénica que tiene prácticas pirómanas. En Maps to the stars se encuentran trazos de comedia negra, con una mordacidad crítica que quizás, muestra la actitud independiente de Cronenberg frente a la industria cinematográfica de los Estados Unidos. En varias declaraciones el director canadiense ha dicho que las películas deben conservar el máximo grado de originalidad y en su financiación, el compromiso estatal debe ser una prioridad. En la historia, los personajes parecen víctimas del sistema, su vida es una gran bomba que en algún momento habrá de explotar por el estiramiento del mundo inflado por productores sin escrúpulos. Esa
especie de autoridad que da el reconocimiento publicitario de los grandes estudios y de las grandes marcas, fungen como el combustible que mantiene a Hollywood como una de las industrias más rentables de la economía mundial. El clima de opresión, generado por el espectáculo fílmico, también es un reflejo condicionado de las obsesiones actuales que hacen de la insatisfacción en todos los órdenes de la existencia humana, un lugar propicio para que las enormes dosis que origina el éxito, palien un poco la desgracia de ser famoso. Por ello, Maps to the stars, funciona como un suave retrato que se hunde en las fauces de lo macabro no obstante la deliciosa levitación que el artificio aplica en seres ya desahuciados por el robo de su vidas.
EL CASTING
Los actores lucen especialmente bien. El niño Evan Bird, ya se avecina como uno de los nombres que en un futuro será lanzado como una superestrella. De Mia Wasikowska, iluminan la dulzura y las apariciones de maldad detrás de su belleza parca y que ya se encuentra en los gustos de varios grandes
directores como Tim Burton. John Cusack, sigue con su ambigua línea que lo erige como un actor ocasionalmente bueno, pero que borra de un plumazo sus buenas caracterizaciones con las producciones innombrables en las que se introduce. Capítulo destacado es el de Julianne Moore, una actriz nacida en Carolina del Norte, Estados Unidos, en 1960, siempre correcta en sus papeles y en algunas ocasiones sobresaliente, especialmente cuando trabaja con directores que logran extraer de ella su verdadero talento. Su trabajo como actriz decadente aparece creíble, su bipolaridad se transparenta naturalmente como una muestra típica del artista obsesionado con su obra, pero presa en una cárcel habitada por la neurosis. Por último, el mapa de las estrellas, no es un mapa sino una radiografía de un universo desnaturalizado por la saturación de dinero y fama que muestran fielmente las obsesiones más prolíficas de un mundo lubricado por el éxito económico como el principal baluarte del reconocimiento humano *Dalisur99@yahoo.com.mx
|DIRECTOR NICOLÁS RESTREPO ESCOBAR | EDITORA GLORIA LUZ ÁNGEL ECHEVERRI|DISEÑO VIRGILIO LÓPEZ ARCE| CIRCULA CON LA PATRIA TODOS LOS DOMINGOS |CRA 20 NO.46-35. TEL 878 1700 |IMPRESIÓN: EDITORIAL LA PATRIA S.A |E-MAIL: salmon@lapatria.com
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DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE DE 2014
DISONANCIAS
CONVOCATORIA
El mundo de las cifras
SERIE DE LOS JÓVENES INTÉRPRETES
(parte II) Sebastián Estrada Robledo* Papel Salmón No sé cómo es la frase ni dónde la leí, pero sé que la escribió o la dijo George Bernard Shaw. En ella, sostiene que una muerte es tan espeluznante como cien mil. Es una certeza intuitiva, un fogonazo, pues cuesta defender que la Segunda Guerra Mundial fue no más catastrófica que una escaramuza de la guerrilla con un saldo de cinco víctimas fatales. Al mismo tiempo, es una certeza lógica: Shaw era escritor, era socialista (fabiano) y, además, era un humanista ilustrado (era también un humorista estupendo, un polemista soberbio, un prosista casi sin par, un hombre de una inteligencia demoledora, aunque esto nada tiene que ver): todo lo llevaba a pensar en cada vida como en un conjunto cerrado, y a horrorizarse con las muertes violentas o por desidia de la comunidad. En la otra esquina está el funcionario gris que se emociona porque en las ciudades de Colombia ha habido menos muertes violentas este año que el anterior. Según la historia, el entusiasta del Excel es normal y Shaw una rareza. Lo usual es poner al hombre por debajo de una gran razón (Dios, la patria, la monarquía, la casta –dentro de todo, nombres embrujadores que han logrado embellecer los más grandes holocaustos– y, hoy día, el dinero y el Excel –obsesiones tan pobres que demuestran que, más que la fuerza del pretexto, lo que importa es tener un pretexto–). Lo que pasa es que después de la Revolución francesa y de las conquistas aún en curso de la Ilustración algunos se han creído mucho el cuento de que a la gente le importa primero la gente, cuando está en la naturaleza humana vivir ante todo de los ideales, sea para explotarlos o para consolarse mediante ellos. Dos momentos de la historia, y dos obras literarias que los interiorizan, lo exponen perfectamente. El primero, la mencionada Revolución francesa: por su gloriosa causa de libertad, igualdad y fraternidad se celebró un festín de muerte cuya diosa tutelar, la guillotina, parecía no hartarse nunca. Dickens, en Historia de dos ciudades, sabe mostrar ese paradójico proceso de reconstrucción de la sociedad a través, prácticamente, de su exterminio indiscriminado. El segundo momento ilustrativo de lo que digo es la Revolución rusa –derivada en alguna medida de la anterior–, y la obra que lo comprende, primero en su grandeza y luego en su inocultable ridiculez, es El cero y el infinito, de Arthur Koestler (los relatos de Una tumba para Boris Davidovich, de Danilo Kiš, desnudan la lógica del estalinismo con igual eficacia). El revolucionario ruso está de tal manera convencido del estado abominable de la sociedad capitalista que no le importa sacrificar cientos de miles de hombres para destruirla y refundarla, así esta refundación haya de tener lugar siglos después. Pensar en la parte (un individuo) y no en el todo (la sociedad) es, para el revolucionario auténtico, una debilidad antinatural, una especie de moda reciente y burguesa. Dar la muerte, o recibirla, no es más que una anécdota en el trayecto hacia la sociedad ejemplar. El hombre del Excel hace honor a sus precursores. Es bastante dudoso que la sociedad alguna vez se tome en serio las consecuencias humanitarias de la Revolución francesa. Solo recordará la guillotina y la irá reemplazando por otras herramientas, por los siglos de los siglos *sebastianestrad@gmail.com
La convocatoria para la Serie de los Jóvenes Intérpretes 2016 contempla dos modalidades solistas y agrupaciones. Para los solistas, las categorías son: instrumentos de teclado, vientos maderas o metales, cuerdas frotadas o pulsadas, canto lírico o popular, instrumentistas de jazz o de música tradicional
colombiana. Para las agrupaciones, son: música de cámara, contemporánea, tradicional colombiana, agrupaciones de jazz o vocales. Los programas de concierto deben durar mínimo 50 minutos y máximo 60. Inscripciones antes del 10 de abril de 2015. Informes en www.banrepcultral.org/musica
RECOMENDADO UNA OBRA DE PATRICK MODIANO
Calle de las tiendas oscuras Berta Estrada* Papel Salmón
R
ue des boutiques obscures (Folio 2011), del Premio Nobel de Literatura 2014 Patrick Modiano, es el libro que he leído últimamente. Mucho se ha escrito en estos días sobre el autor, y tal vez la frase más importante y reiterativa ha sido que “es un arqueólogo de la memoria”. También se ha recordado que él mismo dice que su memoria existe antes de su nacimiento. Elementos que cobran importancia cuando se lee el libro Calle de las tiendas oscuras. Su personaje principal, Guy Roland, al menos uno de sus nombres, de profesión detective, poco carismático, casi un borrador de sí mismo, parte a la misión más importante que ha hecho en los últimos quince años, la recuperación de su propio pasado, la recuperación de la memoria perdida en una mañana hibernal mientras cruzaba la frontera hacia Suiza, tratando de huir la ocupación alemana en territorio francés. Es un libro sobre el exilio, no el exilio en tierras ajenas, sino el exilio en sí mismo. El que surge cuando nuestros recuerdos nos abandonan y nos vemos obligados a trasladarnos a vivir en un cuerpo que no nos pertenece porque todos los sentimientos, olores o caricias, que alguna vez lo poblaron, se fueron sin dejar huellas aparentes. Es un libro sobre la soledad más profunda, la soledad que nace de una vida sin pasado, sin imágenes, sin nombres. Calle de las tiendas oscuras, Premio Goncourt 1978, está escrito como si fuese una novela policiaca. Guy Roland parte a la búsqueda de su propia vida, de sus propios recuerdos, extraviados en una amnesia severa de la cual desconoce las causas. Roland es un personaje gris, sin emociones, sólo lo mueve una especie de intriga sobre su propio pasado, pero sin que tenga mayores consecuencias en su nueva vida. Posiblemente porque es aún más gris que la anterior. El libro es un viaje al interior de un laberinto, sin un Dédalo que sirva como punto de referencia para poder regresar si el encuentro con el Minotauro que habita en su interior es más monstruoso de lo que el protagonista pensaba. Es un libro en que su personaje principal camina bordeando un eterno precipicio, enfrentado al permanente dilema de evitarlo o de lanzarse a sus fauces. Al final el lector es testigo de la pérdida de la brújula de Roland, cuando él mismo, que ha creído caminar en terreno firme, da vuelta atrás y piensa en regresar a su antigua calle, la de las tiendas oscuras, no en París, sino en Roma. Es en ese
momento, en el que el lector, que creía que el rompecabezas había sido armado correctamente, se ve confrontado a la evidencia que faltan piezas para lograr armar toda la memoria. Calle de las tiendas oscuras, es una narración que nos sumerge en arenas movedizas; pero sobre todo es un viaje interior, simbolista, el viaje que podría enfrentarnos con nosotros mismos, el viaje del conocimiento interior, que se revela al final como algo imposible de lograr; posiblemente porque estamos condenados desde siempre al olvido de nosotros mismos *bertaluciaestrada@yahoo.es MODIANO, Patrick. Calle de las tiendas oscuras. Anagrama. España. 2009. Pp. 240.