UN PERIODISMO ADULTO PARA INFORMAR SOBRE NIÑOS Por: JAVIER DARÍO RESTREPO Ponencia para el lanzamiento de La Huella de la Niñez en la Prensa Colombiana Bogotá, 26 de julio de 2011
Pandi ha leído y analizado 50.000 noticias de prensa sobre niños en los últimos seis años, y acaba de publicar su informe sobre las 9.593 noticias de 2010. Su examen le permite afirmar que en Colombia murieron a diario, tres niños, y cada día fueron abandonados 50, y 65 fueron golpeados. Son conscientes, a la vez de que en sus datos no está dicho todo y de que sus crueles estadísticas y análisis solo versan sobre las esquirlas de esta guerra; o sea, que la imposibilidad de conocer la realidad total de la historia de nuestros niños la podemos entender, o como un alivio, puesto que nos libera del peso abrumador y desmoralizador de una realidad dura y desgarradora, o, por el contrario, nos condena al desconocimiento y a la irresponsabilidad sobre lo que está sucediendo. Este acceso a unas esquirlas y no a la dimensión total de esta explosión de inhumanidad, tiene que ver, no con los periodistas ni con los medios sino, ante todo, con las fuentes de información. A pesar de los silencios y reticencias de las fuentes oficiales, destaca el informe, aparecieron en 2010 328 artículos sobre los niños víctimas de las violencias armadas. Hay un silencio de las fuentes oficiales que va a la par con otra forma de velar la realidad, que es la acción de relacionistas, agentes de prensa o periodistas al servicio del poder gubernamental que inducen noticias, que influyen de distintas maneras en la agenda de los medios, y que finalmente condicionan la mirada de la sociedad sobre su realidad. Afirma el profesor Lorenzo Gomis que “si no fuera por los interesados en que algo se publique muchas noticias no aparecerían nunca.” Afirmación en que esos interesados aparecen como influencias bienhechoras que enriquecen nuestro conocimiento. Pero ¿cuáles son esas noticias que ellos dan a conocer? Según el dato publicado por Eduard Jay Epstein en el caso de la televisión solo el 2% de las noticias proceden de hechos no predecibles; el restante 98% tiene que ver con eventos anunciados, o documentos dados a conocer por los interesados. Complementa el dato León V. Sigal con su investigación 1
mantenida a lo largo de 20 años en la que comprobó que el 60%de las noticias publicadas, llega por canales habituales como declaraciones oficiales, conferencias o notas de prensa sujetas a control de las fuentes oficiales. Por tanto, concluía, funcionarios y altos cargos de gobierno fueron más de las tres cuartas partes de las fuentes noticiosas. Otra investigación, esta sobre noticias de portada o de primera página, encontró que se basan por lo general en fuentes gubernamentales “a veces tan veladas que es difícil saber algo sobre su identidad,” observan los autores de esta investigación. Pero así como las fuentes inducen noticias, imponen silencios. En una proporción parecida a la eficaz inducción de declaraciones, noticias y comentarios oficiales, tienden mantos de silencio sobre toda clase de hechos que el poder quiere mantener lejos de la mirada del público. Esta intervención interesada de gobernantes, políticos o empresas en la agenda de los medios, explica en parte que solo tengamos acceso a las esquirlas del fenómeno, por cuanto el drama de los niños no hace parte de sus intereses porque un mínimo pudor democrático indica que en ese drama se patentiza el fracaso de gobiernos e instituciones. ¿Es esta la explicación del encarnizamiento con que se persigue y se castiga a los violadores? Cada uno de ellos es la cabeza de turco sobre la que recae el fracaso de todos. Uno de los ejemplos de ese fracaso aparece en el caso de los niños reclutados por los grupos armados. A ellos se refiere el 3.4% de las noticias estudiadas por Pandi. Es un hecho que afecta a más de 11 mil niños, cuya historia ha sido conocida a pesar de los vacíos y silencios de la información oficial. Y que tiene reclamos como los contenidos en la cifra del 52% de nacimientos no deseados. Fuentes que silencian, fuentes que alteran los hechos, fuentes que ponen la información al servicio de sus intereses, operan como trasfondo de la realidad que descubre esta investigación, centrada en las informaciones de prensa sobre los niños. Al mismo tiempo se perfilan los valores que hacen de periodistas y medios unos defensores eficaces de los derechos de los niños. Son valores que fueron formulados por distintas entidades y en ocasiones diferentes, como códigos o como principios para los medios de comunicación. Utilizaré como guía el documento adoptado en Panamá por el Encuentro Iberoamericano de Periodistas en noviembre de 2000, paralelo a una cumbre iberoamericana de jefes de Estado, dedicada al tema de la infancia. La Federación internacional de la Prensa (FIP) a su vez había aprobado en Recife (Brasil) unas directivas y principios para informar sobre los niños en un congreso de mayo de 1998, con asistencia de delegados de 70 países. Un tercer documento es el de UNICEF: Principios éticos para informar sobre la infancia, concebidos
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para que los periodistas sirvan al interés público sin comprometer los derechos de la infancia. Son trabajos que hacen parte de un proceso puesto en marcha para crear una cultura de respeto al niño, que impone prácticas de protección y de defensa de sus derechos. UNICEF ve la tarea de los medios en la creación de esta cultura, como un reto que supone la existencia y aplicación de unas elevadas normas éticas y técnicas. Es decir, que estamos contemplando un periodismo de excelencia que corresponde a uno de los mejores momentos de la humanidad. Anota el español, José Antonio Marina, que “la evolución moral de la humanidad lleva a la defensa del valor intrínseco de cada ser humano como supremo valor a proteger.”. Esta protección del niño no es en razón de su poder, puesto que por definición el niño es débil, ni por la contundencia de sus acciones, que no lo son puesto que el niño es solo presente promesa; sino por su valor intrínseco, valor que siempre ha sido designado como dignidad. (Marina, 27) Este alto objetivo de la cultura de respeto al niño contrasta con esa corriente de sensacionalismo que atraviesa las informaciones sobre el niño, centradas en su condición de víctima. Es un periodismo que convierte el sufrimiento humano en un espectáculo que divierte. El tema del niño, es, por tanto, complejo y difícil, aunque no lo perciben así los editores que mientras entregan el tema político o el económico a sus redactores más avezados, dejan los niños a los más niños de su redacción, bajo la persuasión de que es un tema elemental. Se trata, sin embargo, de un asunto que pone a prueba la capacidad del periodista para superar la etapa del simple intermediario y llegar a la del mediador. Una cosa es limitarse a transcribir datos, declaraciones o boletines sobre obras sociales, y otra asumir todo el proceso de que hacen parte los problemas o las acciones del niño. Una cosa es observar al niño y contar sus historias y otra entrar en su personalidad y en la raíz de cuanto le sucede para cambiar algo en sus vidas. Es fácil y superficial valerse de las historias de los niños para conmover a lectores sensibles; pero es profesional y exigente, más que conmover, hacer pensar y estimular decisiones. “El deber ser de los periodistas es hacer análisis profundo de las causas y de las responsabilidades del drama y develar el rostro oculto de los eventos, “anotaba Eduard Markiewicz en un congreso internacional sobre estos temas, reunido en Castellón en 2001. (Aldás, compiladora, 181)
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Es un reto de excelencia, además, porque dentro de unos medios de comunicación, comercializados, la causa de los niños solo encontrará espacio si esta información es de alta calidad. Un periodismo respetuoso de los niños tiene que ser excelente; o podría decirlo en términos negativos: un periodismo mediocre o malo es el que lastima la dignidad y los derechos del niño. Como quiera que se mire, para alcanzar el nivel de excelencia que reclama este tema serán necesarios estos valores, a la vez técnicos y éticos. 2.1.- Una fina sensibilidad hacia el Otro. En la conferencia magistral con que Ryszard Kapuscinski recibió su doctorado honoris causa en la Universidad Ramón Llull de Barcelona, el célebre reportero manifestó que en sus viajes por el mundo recordaba que no le preocupaban tanto las penalidades y peligros de esos viajes, como otro asunto crucial: “cómo transcurriría cada nuevo encuentro con los Otros…Siempre supe que de ese encuentro dependía mucho, muchísimo, si no todo.” El tenía en mente unos adultos que se movían en los escenarios de algunas de las múltiples y sangrientas guerras africanas. Pero si uno piensa en ese Otro que es el niño, las dificultades de ese encuentro aumentan. No le basta a usted su manejo del lenguaje, en el que se supone que es diestro todo periodista, porque el niño tiene su propio lenguaje, o de medias palabras, o de palabras a las que él les ha dado sus propios contenidos. Usted con su experiencia para abordar personas de toda clase, ha elaborado unos recursos retóricos efectivos para lograr el acercamiento a sus fuentes…los ensaya con el niño y los descubre inefectivos. En el mundo del niño las cosas son o no son, sin retóricas. Usted es un adulto aviado con las prevenciones y marcas que le ha dejado la vida; en el niño todo es nuevo, original e intacto y eso marca otra diferencia. Usted como periodista quiere hacerle una entrevista y él le responde con monosílabos: sí, no. Y es que, mientras usted ha perfeccionado los mecanismos y trucos de la entrevista con la minuciosidad con que un cazador arma una trampa, el niño solo acepta conversar de sus asuntos, no de los que figuran en su agenda. El periodista, cómodo y prepotente en su papel de entrevistador, se siente incómodo y extraño conversando, sobre todo si es con un niño, para hacerlo tendría que adoptar las siguientes actitudes: afinar su sentido del Otro y su correspondiente de tolerancia activa para con ese mundo diferente del niño; capacidad de escuchar, para percibir, entender y recibir otra mirada sobre el mundo; una sensibilidad fresca y fina; y también necesitaría compasión, que en su sentido literal es sentir con el otro. Decía el inolvidable reportero polaco que “sin los otros no podemos hacer nada. La cuestión fundamental de este oficio es el entendimiento con el otro;” y una condición esencial para ejercer este oficio consiste en ser capaz de funcionar en conjunto con los 4
otros.” Y esta es la clave de todo buen periodismo, especialmente cuando se trata de ese singular Otro que es el niño. La investigación de Pandi capta y mide con especial finura la asimetría del encuentro reportero-niño cuando compara las cifras de 2008 con las de 2010 y encuentra que en un 17% del material examinado en 2008, los niños fueron fuentes; en 2010 ese porcentaje bajó al 13%, y explica que han podido operar estas causas: -
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O la protección de las organizaciones sobre los niños y en contra de los periodistas a quienes se mira como un peligro potencial para su intimidad o alguno de sus derechos; O la sensibilidad creciente sobre los derechos del niño, que reacciona cuando se plantea su exposición ante los medios, como una posible explotación comercial o de espectáculo.
Esa sensibilidad hacia el otro impone el mandato de los derechos humanos. La insistencia de códigos y enunciados de principios que prescriben normas a los periodistas sobre la defensa de los derechos del niño, tiene un sólido fundamento. Los derechos humanos han sido descritos como el dialecto moral universal que recoge las demandas de los débiles. La expresión es de Ignatieff quien agrega que esos derechos son universales porque definen los intereses universales de los débiles y otorgan poder a los débiles. Históricamente se formularon después de la segunda guerra mundial para defender lo que le había quedado de humanidad al mundo después de esa orgía de inhumanidad que fue la guerra. Cuenta el mismo Ignatieff que la proclamación de los derechos humanos quedó como un aviso para que el resto del mundo no repitiera los errores de esa guerra. Son, pues, el reconocimiento de la dignidad que se había negado a las víctimas de la guerra, la reconstrucción de sus vínculos rotos con el otro, el llamado al respeto por todo ser humano. Y entre todos los seres humanos afectados, humillados, torturados, débil entre los débiles, está el niño. La apertura y la justicia hacia él, comienzan con el reconocimiento de sus derechos. 2.2.- Otro valor aparece como fundamento de la mayoría de las normas y principios que estamos examinando en los códigos sobre el niño. Al tomar los textos de esos documentos sorprende encontrar que la mayoría de sus normas responden al valor de la responsabilidad social. Ser responsable es tener capacidad de responder por todos y cada uno de nuestros actos, actitud indispensable para quien actúa en los medios de comunicación, si se tiene en 5
cuenta que no hay comunicación sin efecto. El periodista responsable puede y quiere responder por los efectos de sus comunicaciones. El experto Hugo Aznar publicó un libro sobre Pautas Éticas en el que incluyó un capítulo sobre el periodista y los niños e introdujo el tema con la historia de una emisión de televisión en la que los televidentes asistieron al siguiente diálogo entre el periodista y una menor de 17 años: ¿Está ahora más tranquila? le dijo. -
Sí. ¿Su hermana sabía que usted tenía relaciones con su tío? -Sí. ¿Es cierto que usted intentó suicidarse? Sí. ¿Fue su padre quien la violó a usted? No. ¿Me ha mentido en alguna pregunta que le he hecho? No. ¿Es cierto que fue violada por su padre? No.
Después de este diálogo, la gran originalidad del programa era un detector de mentiras que reveló al público que la niña había dicho la verdad sobre las violaciones, pero no en lo que se refería a su padre. Entonces el periodista, tras una tanda de comerciales, volvió a las preguntas inquisitoriales para saber sobre las violaciones padecidas por la niña. No sé si este relato les haya recordado casos parecidos, que tienen importancia si nos hacen caer en la cuenta de la irresponsabilidad con que en una emisión, una sola emisión, se pueden violar los derechos y la intimidad de una persona. A esta niña se la irrespetó ante una audiencia de millones de personas, su padre y sus familiares resultaron agraviados públicamente, el periodista invadió los fueros de la justicia con la misma o peor torpeza que la de un elefante en una cristalería. Cuando se trata de informaciones sobre o para los niños todo cuidado es poco en materia de prevención de los efectos de una comunicación. Las directivas de la Federación Internacional de Periodistas lo expresan así: Los periodistas analizarán cuidadosamente las consecuencias de la publicación de cualquier material concerniente al niño” Es una norma que no se limita al presente y que abarca el futuro que una publicación puede manchar, condicionar o frustrar.
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Junto con este principio general hay otras normas de parecida amplitud: los intereses del niño habrán de prevalecer sobre cualquiera otra consideración, ordenan los principios de UNICEF. Agrega la FIP el pleno derecho que tiene el niño a una vida privada. La observancia de otras normas supone ese elevado sentido de responsabilidad. Piensen ustedes en casos como estos contemplados en los códigos:
Para entrevistar a un niño, los periodistas de la FIP acordaron que no se le identifique visualmente, salvo que se trate de un tema de evidente interés público; UNICEF a su vez exige que el periodista obtenga antes de una entrevista, o de una fotografía o video, el permiso del niño o de sus tutores, y que se eviten preguntas que lo enjuicien, o puedan humillarlo o revivir su dolor ante el recuerdo de experiencias traumáticas. En cada uno de estos casos el periodista debe estar en capacidad de responder ante el niño y la sociedad por los efectos de su comunicación. Coinciden los códigos en un reclamo que sorprende a padres y adultos autoritarios, acostumbrados a exigir que los niños se callen: “al entrevistar, dice UNICEF, se tendrá en cuenta de manera especial, el derecho de los niños a que sus opiniones sean escuchadas.” Los códigos del menor, lo mismos que los códigos éticos, urgen el sentido responsable del periodista para ocultar el rostro y nombre de los niños de manera especial cuando son víctimas de maltrato o explotación sexual, o de maltrato físico, o afectados por el sida, o en los casos de imputados o condenados por un delito.
Al imponer estas normas, la Federación de Periodistas, lo mismo que UNICEF imponen al periodista el deber de adoptar frente los niños una actitud de protección de sus derechos. Que es la que preside las actividades del buen periodismo. El acuerdo de los periodistas del mundo en Recife pide a la prensa verificar las credenciales de las organizaciones que hablan en nombre o representación de los niños y de sus intereses; esa norma demuestra hasta dónde deben llegar el cuidado y protección que se les debe. El informe de Pandi trae como referencia central la historia de Esperanza en la que aparecen los elementos para un vivo relato dramático, pero además, una actitud de respeto hacia los niños que constituye una aplicación de estas normas. Presumo que la intención en el informe no fue la de incluir un ejemplo práctico sino la de contar con un caso vivo, para destacar la naturaleza del drama de los niños. Sin embargo cuando estas normas se hacen carne de convicción su vigencia resalta en cualquier pieza periodística y de convierten en reflejos condicionados. 2.3.- El cumplimiento de cualquiera de estas normas urgidas por el sentido de responsabilidad del periodista, supone batallas silenciosas contra las presiones en contra, que las hay y las habrá. 7
Si usted quiere dar a los niños oportunidad de expresarse, o respetar su opinión, tendrá que luchar contra una cultura y unas prácticas que hacen callar al niño cuando el adulto habla, y a eso se le llama respeto por los mayores. Si el periodista quiere velar el rostro de una niña o de un niño que han sido manoseados o violados, no faltará el editor que considera necesario mostrarlos para agregarle atractivo y mercado a la información. Los derechos de los niños están en la contravía de los intereses comerciales y del mercado de imágenes e informaciones excitantes, que parecen dominar el mundo de la comunicación. Dar esas batallas en unos medios en que la lógica del negocio está superpuesta a la del servicio, exige independencia, esa táctica con que se llega a la libertad. Son tantas que no intentaré cifra alguna, las veces en que he oído la pregunta del “cuando,” construida así: “cómo respetar la opinión del niño en las informaciones de mi periódico, cuando los editores exigen que se entreviste solo a las autoridades. Ese “cuando” marca la línea divisoria entre el periodismo responsable, de excelencia, y la realidad grosera de la cotidianidad. ¿Qué hacer? Quedan dos caminos: el de los resignados, que obedecen pasivos y sometidos a la lógica comercial del editor; o el de los que no se resignan y escuchan el mandato de sus conciencias y de su vocación a la excelencia. Es entonces, cuando se echa de menos el valor ético de la independencia, bajo la persuasión de que nadie pide ni espera permiso para ser libre. No puede haber un periodismo de excelencia sin esa necesaria cuota de independencia personal. Las batallas para mantenerla son la inevitable parte del costo que hay que pagar para hacer un periodismo decente, el único con el que pueden defenderse los derechos de los niños. 2.4.- Estos valores de la responsabilidad social y de la independencia dan por supuesto el valor central de la profesión que es el compromiso con la verdad. La principal sindicación que recae sobre el periodismo centrado en el niño es su sensacionalismo. Es sensacional, y así aparece en los titulares y noticias, el niño violado por un sacerdote, o la niña prostituida por su madre; lo es el niño torturado en su hogar, y lo es aún más el niño soldado o guerrillero. Son noticias que tienen garantía de éxito, pero que examinadas con ojo profesional son incompletas como todas las noticias sensacionalistas que destacan, con intención comercial, lo que excita la curiosidad, el morbo o los sentidos de la audiencia, y omiten los elementos de comprensión y análisis del hecho. Un niño violado, por ejemplo, hace parte de la naturaleza perversa de una sociedad, manifiesta su hipocresía, expresa la insensibilidad ante los derechos de los más débiles y deja en evidencia el atraso moral de nuestra civilización permisiva e injusta. Son demasiados acusaciones y, por supuesto, debo explicar.
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Dije que en el niño violado se manifiesta la naturaleza perversa de la sociedad. Aludo allí a la suma de condiciones y manifestaciones del desarrollo de lo humano en una persona y en una sociedad. Significa la cultura de esa sociedad el crecimiento y enriquecimiento, el paso de lo primitivo y germinal al florecimiento y enriquecimiento humanos; pero un niño violado muestra lo contrario: es una vida tronchada y privada repentinamente de futuro y de esperanza. ¿Es esto lo que tienen en mente los que titulan y se regodean al informar sobre la violación de un niño? Dije que en ese hecho se manifiesta la hipocresía de la sociedad. En efecto, en los mismos medios en los que se propone la prisión perpetua para los violadores, o exhibirlos ante el público en estridentes paredones de vergüenza, como se propuso aquí, en esos mismos medios se estimula y se cultiva un constante reclamo a un sobredesarrollo del ser humano de la cintura para abajo y al subdesarrollo del cerebro. Todo, o casi todo en la publicidad tiene que ver con el sexo como motor, como actividad, como objetivo. Hojeen el periódico o la revista del día, observen las tandas de anuncios comerciales y los contenidos y encontrarán sin mucho esfuerzo el constante reclamo al uso más primitivo y elemental del sexo. Se propone desmitificarlo, derribar tabúes, gozarlo y mirarlo como una actividad banal, como un símbolo de poder. La palabra impotente no se refiere a la pérdida de poder político, gubernamental, intelectual o moral; impotente es el que perdió el poder manifiesto en la erección y la penetración. Es el único poder que parece predominar en los medios. En un mundo dominado por esa obsesión fálica, ¿tiene algún sentido el derecho del niño a que no lo violen o manoseen? ¿Es esta ambigüedad, esta hipocresía, la que desnudan las informaciones sobre este agravio a los niños? La de los derechos humanos se ha mirado como una conquista, entre las más dignificantes de la humanidad. El ser humano ha crecido, no porque haya saltado a la luna, ni porque haya avanzado en su lucha contra las enfermedades, ni por su descubrimiento y manejo de la dinamita, ni por los progresos de la tecnología de las comunicaciones, sino por su creciente convicción de respeto a los derechos humanos. Desde esta perspectiva, la existencia de los niños violados, repentinamente despojados de todos sus derechos a la dignidad y al futuro, por un depravado o por alguien demasiado excitado para contenerse, ese hecho es un retroceso por la inhumanidad de la acción misma, pero sobre todo por la naturaleza de la víctima. ¿Es esto lo que destacan las informaciones sobre niños violados? ¿Es este estado de cosas el que buscan cambiar los medios con propuestas e investigaciones? Me he extendido en esta descripción y análisis porque debo destacar que el carácter sensacionalista de la información sobre el niño atenta contra la verdad. Deja sin conocer ni patentizar la mayor parte de la verdad de los hechos. El compromiso del periodista con 9
la verdad no es el mismo de una cámara fotográfica o de video, que reflejan los hechos. Estos aparatos ven y oyen, pero no entienden ni analizan. Por eso tienen razón los viejos periodistas que han enseñado que no basta ver los hechos, es preciso descubrir lo que hay detrás de los hechos, aunque eventualmente nos horrorice. Ese compromiso con la verdad, además, obliga a mirar y descubrir más allá de lo evidente. Un estudio de las informaciones sobre niños reveló que en Colombia los niños sólo le interesan a la prensa cuando son víctimas o números de circo. Los investigadores repasaron periódicos, revistas y emisiones y sólo los encontraron como protagonistas de crímenes y catástrofes. También figura el niño que a sus tres años lee, o el bebé ileso después de la caída de un cuarto piso, o los bebés que comparten cuerpo y corazón al nacer. O la tragedia o el circo, son las credenciales con que el niño puede entrar a los medios de comunicación. No por lo que es, ni por lo que aporta a la vida humana. También desde esta perspectiva, la verdad de los medios sobre los niños es incompleta. El informe de Pandi mira esta realidad y percibe además la frecuencia con que se la elude cuando se convierte la defensa en ataque. Es lo que sucede cuando se califica al periodismo que revela la realidad del niño que la fuente oficial oculta, como amarillista. No es amarillismo, afirman los investigadores: “allí se lee el reflejo de un país.” Los medios, además, no pueden olvidar que los niños descifran el mundo y la vida con su ayuda. Quiéranlo o no, la verdad de los medios se vuelve la verdad de los niños. Aunque no lo queramos ni lo admitamos, el hecho está ahí, inmodificable y contundente; ellos nos toman como guías para entender cuanto sucede a su alrededor. Somos por tanto culpables de su enriquecimiento o de su empobrecimiento interior, y en todo ello intervenimos con nuestras verdades incompletas, pero sobre todo con nuestra riqueza o indigencia interior. El compromiso con la verdad es, pues, el valor fundamental para el periodismo de excelencia que merecen los niños, que es el que propician trabajos como el que estamos comentando. 3.- Propuestas. Sería incompleto este examen si tras la descripción del problema y la enumeración de los valores éticos y técnicos necesarios para enfrentarlo, no intentáramos la formulación de unas propuestas. Sé que algunas coincidirán con lo que ya hacemos, otras pueden ser expresiones en voz alta de algunos de nuestros pensamientos; aspiro a que otras tengan el carácter de inspiraciones para la acción. 10
3.1.- Al informar sobre niños ¿por qué no pensar y tener en mente al hijo, al nieto, al sobrino, es decir, ese niño cercano a nuestros afectos? Al fin y al cabo los niños convierten el mundo en un hogar común, y a los adultos en padres o abuelos universales. Tomar ese ángulo para nuestras notas, al menos nos aleja de la frialdad notarial, de la arrogancia de adultos o de la irresponsabilidad de los indiferentes. 3.2.- Poner distancia, una definitiva distancia, de los intereses de los publicistas, entre cuyas habilidades profesionales está la de convertir a los niños y sus intereses en un gancho comercial. Los publicistas siempre querrán la nota que acompañe al aviso, tendrán ideas brillantes y espectaculares para el informe especial, el suplemento o la publicación sobre los niños que en último, término utilizan para vender cualquier producto para niños o para inducir el consumo de alguno con el argumento del niño. 3.3.- Si uno deja a un lado el estereotipo de que el adulto enseña y el niño aprende, el adulto manda y el niño obedece, el adulto habla y el niño calla, da con la clave de un cambio.. Cuando el adulto se libera de esos prejuicios y se dispone a aprender del niño, descubre, maravillado, que en los niños existe una sabiduría de la que ellos no son conscientes. Tienen mucho que enseñar sobre verdad, sobre justicia, sobre respeto a la palabra dada, sobre humildad y sobre pobreza; todas esas realidades que a los adultos se nos invisibilizan cuando de nuestros ojos y de nuestra conciencia desaparecen la trasparencia, la sencillez y la inocencia. ¿Qué tal proponerse la investigación y el hallazgo de los valores específicos de los niños para responder qué es lo que los niños le aportan al mundo y desterrar la idea estereotipada de que ellos están solo para recibir y ser ayudados? Parafraseo la conocida sentencia de Kennedy en su discurso de posesión para decir no preguntes por lo que como adulto puedes darles a los niños; investiga lo que los niños pueden darle al mundo. 3.4.- Ante el dilema práctico que plantea una información sobre niños, de utilizarla como expresión de poder personal o del medio; o la de convertirla en un servicio para alguien, hay que preferir siempre el servicio. Anotaba Victoria Camps: los medios deben sentirse corresponsables no solo de informar bien, sino del servicio de interesar a la ciudadanía y hacerla partícipe de aquello que debe importarle.” Más que simples testigos, los periodistas somos agentes de cambios sociales tan importantes como el de la creación de una cultura de respeto a los derechos del niño. 3.5.-El buen periodismo tiene claro el principio de que esta profesión no se vale de la gente, ni la convierte en medio para un fin. El mundo recordará la imagen de los niños de Biafra que se convirtieron en el símbolo del hambre. Lo que no se llegó a conocer fue la utilización política que se hizo de esos niños que agonizaban de hambre, para disimular la
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corrupción e incapacidad de un régimen político. El periodismo decente y de calidad nunca utiliza al niño como un medio, sino como un fin. 3.6.- Libérese de la retórica fácil que suele ser mentirosa. El niño no es el futuro, como rezan las frases fáciles y vacías de la publicidad; el niño es el presente de ese futuro. En él hay posibilidades presentes, oportunidades de hoy, carencias actuales, exclusiones o inclusiones de ahora, que deben afrontarse porque de ellas depende su futuro, pero ese futuro se está construyendo hoy y esa construcción no admite espera. Es hoy cuando debe hacerse. El reto que nos plantea la niñez es grande y difícil: enriquecer el mundo de los niños, poblarlo de valores y de seguridades; pero, además, descubrirle al mundo las riquezas de los niños. 4.- Concluyo haciendo homenaje a la paciencia con que ustedes han seguido este extenso discurso y a dos grandes motivos de inspiración. El primero, mi nieto de diez años, que mientras escribía iba y venía alrededor de mi mesa de trabajo pidiéndole al abuelo un papel en blanco, una engrapadora, un lápiz de colores o el significado de la palabra mito, que acababa de oir en la televisión. Cada interrupción dejaba de serlo cuando caía en la cuenta de que allí estaba, con sus ojos vivos y su dentadura en crisis, el objeto concreto de estos pensamientos. El otro reconocimiento es para el equipo de Pandi. Desconocía su existencia hasta que me llegó la invitación a leer su nuevo trabajo en el que, como pocas veces he sentido el profundo afecto inteligente por los niños que lo anima. Siento que ha sido un privilegio esta invitación y de nuevo la agradezco. Quiero, finalmente compartir con ustedes una experiencia, la que viví gracias al novelista Cormac Mc Carthy premio Pulitzer de novela 2007, con su obra La Carretera, que es la descripción de un mundo desolado por la guerra o por alguna otra catástrofe, visto desde la perspectiva de un adulto y un niño, su hijo, que atraviesan por entre la devastación dejada por el colosal desastre. Fue una feliz casualidad que en los momentos de descanso de mi trabajo, hubiera emprendido la lectura de este libro. Desde la carretera ellos ven, comentan y padecen la destrucción que ha dejado al mundo como un desierto sin vida y sin color, cruzado por la cinta gris de la carretera. Los dos, acechados a la vez por el hambre y por la crueldad de los otros sobrevivientes, escasos pero peligrosos, porque se han convertido en manadas de lobos que persiguen a los otros humanos para asaltarlos, despojarlos y comerlos. 12
En un mundo así, este hombre – designado así, el hombre, no tiene nombre ni nacionalidad, es eso, el hombre- le encuentra sentido a su agónica lucha diaria para sobrevivir, porque se ha jurado proteger a ese niño hasta su último aliento. Es un adulto que descubre el sentido de la vida, cuando todo ha colapsado, porque en la mirada limpia del niño todo se descifra, lo bueno y lo malo, la misericordia, el respeto, la dignidad, la vida y la muerte. Ese niño le habla con sus silencios, con su llanto, con sus miedos, o cuando le interpela desde sus dudas. ¿Vas a matar al ladrón? ¿Por qué no ayudamos a los sobrevivientes? ¿Por qué no trajimos con nosotros al niño que vimos? ¿Por qué no has comido tu también? ¿Por qué cuando despierto tú estás sin dormir? Es una conciencia viva que le impide al adulto resignarse a lo inhumano, es una llamada incansable a ser fiel a su condición de hombre, pero también es algo frágil y vulnerable. El hombre debe asegurarle siempre, quédate ahí, que estaré a la vista y donde me puedas ver y oir. A veces uno piensa si ese hombre protege a su hijo, o a lo único que queda en el mundo por lo que valga vivir como ser humano. Ese niño, en un mundo que ha fracasado, envuelto en la ruina, es más que la flor que revienta en una piedra, es más que el agua que brota en un desierto, es mucho más que la chispa que brilla en la oscuridad de un túnel. A lo largo de las estremecedoras páginas que siguen paso a paso ese recorrido.de agonía entre los abismos del hambre y de la crueldad, el niño es la esperanza, es la vida de un mundo muerto, o como dice el autor y lo he subrayado para todos nosotros: “el hombre solo sabía que el niño era su garantía y dijo: si él no es la palabra de Dios, Dios no ha hablado nunca.” De ese tamaño es la interpelación del niño al mundo y la razón que ustedes han escogido para trabajar por el niño y protegerlo…
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