Quiero empezar por agradecer al Tribunal Superior de Caldas, y en especial a su presidente, el magistrado Carlos Arturo Guarín, por la invitación a estar hoy acá con ustedes en el marco de este IX Encuentro Regional de la Jurisdicción Ordinaria. La idea con esta disertación es contribuir a mejorar la relación entre la justicia, muy bien representada por ustedes, y la prensa, de la que no pretendo ser vocero, sino simplemente compartir algunas experiencias personales. La justicia y la prensa, aunque muchas veces tienen fines comunes, no es normal que se entienda entre ellas cuáles son las prioridades de cada una, lo que por supuesto genera roces y tensiones. Como en una relación romántica, y solo por utilizar el símil, el éxito de la convivencia parte del respeto mutuo y del conocimiento que cada uno tenga del otro, para entender las diferencias y marcar los límites. Es por ello que trataré en unos pocos párrafos de explicar cómo entiendo este oficio. El periodismo es una actividad casi tan antigua como la historia misma. Si se piensa en ella como el oficio de escribir, o contar la historia, tendríamos entonces que han existido periodistas desde siempre. Hay, sin embargo, hitos relacionados con el surgimiento de los sistemas democráticos que marcan puntos de quiebre en su función. En el siglo XVIII, con la declaración de independencia de los Estados Unidos de la corona británica, apareció la prensa libre, con todas las implicaciones que trae este concepto, como una de las primeras exigencias que le hacía el pueblo a sus gobernantes. Desde ese momento se concibió que la prensa seria debe servir a los gobernados, no a los gobernantes.(1) Hill Kovach y Tom Rosenstiel, en su libro Los elementos del periodismo, resumen así su inicio: “si echamos la vista atrás trescientos o tres mil años, comprobaremos que resulta imposible disociar información de comunidad, y si avanzamos un poco en el tiempo, nos percataremos de que información y sociedad democrática son también conceptos indisociables.” Se deduce de esa definición que una sociedad bien informada, en la que todos sus integrantes tengan la posibilidad de recibir información veraz, oportuna y plural, seguramente conducirá a un sistema democrático sólido e incluyente. O para decirlo de forma