Papel Salmòn

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Reconocimiento al trabajo de Hermann Lema

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creación y vida

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El barro y el silencio

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El padre Alfredo y sus poemas

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Una historia mutilada

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Publicaciones


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CORRESPONDENCIA De la lectura de sus poemas

Reconocimiento al trabajo de Un poeta digno de seguir sus huellas. Alcanzó el cenit con el Soneto Profano. El reconocimiento a su vasta producción lo ha tenido más en el exterior que en el país. Creación. Papel Salmón Manizales, 15 de agosto de 2010 Poeta HERMANN LEMA E.S.M. Hago caso omiso de tu advertencia inicial: “Si no tienes nada que dar,/ no traspases los umbrales de mi soledad” porque desde la década de los sesenta del pasado siglo leí tus versos, en algún periódico de Anserma, si no estoy mal en que cantabas a los elementos y con el que obtuviste una medalla de oro, en Bogotá. “Canto a la tierra madre/ por cuyos poros vivo y me alimento”. Supe que teníamos un poeta digno de seguir sus huellas. Pasados los años, llegó la hora del humilde reconocimiento por parte de este avisado lector. De trecho en trecho, he tenido la oportunidad de deleitarme, como con cuentagotas, de alguno de tus huidizos poemas: “Yo soy el trashumante/ de los caminos ciegos.// De las abarcas rotas/ sobre los hombros viejos,// Yo soy el Ashaverus/ de los senderos negros”. Era la temporada en que me deleitaba con Alfonsina Storni, Francisco Luis Bernárdez, Carlos Castro Saavedra, Dora Castellanos, Javier Arias, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o cualquier jardinero de palabras del Siglo de Oro español. Alcanzaste el cenit cuando diste a conocer el Soneto Pro-

fano. Instante irrepetible de la poesía caldense. Muchos elogios se han prodigado sobre estos catorce renglones porque, en ti, como en otros poetas universales al estilo de Argensola, el del “cielo azul que todos vemos” que “no es cielo, ni es azul”, bastaba con que dejaran un texto en que ni una palabra puede cambiarse de lugar, para entrar en contacto con la Gloria. Deja que lo beba de corrido para calmar mi sed: “Esta angustia, Señor, y esta fatiga/ y esta llaga interior que me lacera,/ las abriste, Señor, como se abriera/ la herida que en tu pecho se prodiga.// Y

Herm

me diste, Señor, por sombra amiga,/ otro leño más duro que el que hiciera/ la flor sobre tus hombros; Tu madera,/ reclinada a mi cruz, es una espiga.// No comprendo, Señor, por qué tan fiero/ has clavado mis manos y mis sienes/ y la lanza fatal en el costado.// Y en esta desazón en que me muero/ Tú también me abandonas y no tienes,/ piedad para este cristo derrotado”. Estos versos no los transcribiría yo en letras doradas ni de bronce; yo los imprimiría con sangre de cordero sobre el lino puro de un altar. Sobre el lienzo de otra Verónica. Porto este soneto, en mi faltriquera, por la vida, pues sé que, con seguridad, a todos los mortales nos llegará el momento de repetirlo, paradójicamente, para encontrar la indispensable serenidad. Mil y mil Gracias. Octavio Hernández Jiménez

Hermann Lema ha ganado la Medalla de oro, Concurso Nacional de Poesía con Canto a los elementos, Bogotá, 1961; “Orden de los Caballeros de Santa Ana”, distinción por fundar en su ciudad natal en 1962, la primera Casa de la Cultura en Colombia. Foto/Retrato carboncillo del maestro Pedro Vargas/Papel Salmón

Carta abierta para Octavio Hernández Bogotá, noviembre de 2010 Gloria Luz, la Editora de Papel Salmón, me ha permitido utilizar este conducto para restablecer el diálogo contigo, interrumpido desde hace largo tiempo. Tenía tus coordinadas urbanas en Manizales y tus teléfonos, pero los cacos se me llevaron el celular y la libreta de direcciones y quedé como en el primer día de la creación: sin referentes con nada ni con nadie. Y utilizo el género epistolar, porque me ha llegado copia de una carta que le has enviado al poeta Herman Lema, fechada el 15 de agosto del presente año, en la que haces un sentido homenaje al bardo al consignar tu muy autorizado criterio en relación con su discurrir poético. No solo son certeras tus apreciaciones literarias, si no justas. Carezco de explicación sobre por qué la obra de

Lema ha carecido de la trascendencia que se merece en el panorama de las letras nacionales, pero de manera especial en las comarcanas. Yo diría que el reconocimiento a su vasta producción (tiene editados más de cinco poemarios) lo ha tenido más en el exterior que aquí mismo, lo que deduzco de los juicios críticos provenientes de plumas consagradas como las de José María Pemán, José Manuel Caballero Bonald y Jean Aristiguieta. Pero desde luego, también ha merecido la atención de valores colombianos como Luis Vidales, Agustín Rodríguez Garavito, Fernando Soto Aparicio, Jaime Mejía Duque y Helcías Martán Góngora, entre otros, quienes han considerado la voz poética de Herman como de acerados y exultantes timbres, digna de antologar. Sin embargo, creo que me quedo con las frases que consignaste en la misiva que


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CORRESPONDENCIA

ann Lema tengo en mis manos, por lo coloquiales y sentidas. Y porque vienen de alguien que como tú, no solo eres avisado en las lides literarias si no que conoces del viacrucis que padecen los oficiantes de la estética, de su estremecedor y farragoso itinerario vital. Tú confiesas que empezaste a leerlo cuando en un periódico de Anserma publicó unos versos y que desde ahí oteaste que había que seguirle su trayectoria. Creo que yo también tuve la misma experiencia. Con la ventaja de que los poemas de Lema los he escuchado en su propia voz, que los hace más vívidos y sentidos. Y estamos hablando de los años sesenta del siglo inmediatamente anterior. O sea que lo de nuestro paisano y amigo ya maduró, ya tiene la sedimentación del inexorable almanaque. Y permíteme un paréntesis: digo que nuestro paisano, porque siempre, para orgullo de los ansermeños, te hemos tenido como uno de los nuestros. Sé que nunca has renegado de tu tierra de origen, San José de Risaralda, pero también soy testigo de tu afección por todo lo ansermeño. Al fin y al cabo, tu bachillerato lo obtuviste en el Colegio de Occidente. Pero sigamos con lo que nos ocupa. Dices en tu carta que cargas en tu faltriquera sensorial el Soneto Profano de Herman Lema. Pues yo también. Y comparto lo que expresas: “Alcanzaste el cenit cuando diste a conocer el Soneto Profano. Instante irrepetible de la poesía caldense. Muchos elogios se han prodigado sobre estos catorce renglones porque, en ti, como en otros poetas universales... bastaba con que dejaran un texto en que ni una palabra pueda cambiarse de lugar, para entrar en contacto con la Gloria”. Y en los límites con los laureles, también anduvo Lema en uno de sus poemas para la posteridad: Cinco variaciones y un requiem. El cuento lo echa muy bien echado Abelardo Forero Benavides, en la presentación de uno de sus libros, cuando narra que a un tal

Christian Marchal, científico francés, se le ocurrió proponer que mediante el emplazamiento de una serie de espejos sobre la superficie lunar que reflejaran los rayos del sol sobre la tierra, siguiendo su trayectoria sobre la luna, se acabara con las tinieblas, con la noche. El día y la luz serían de veinticuatro horas. Los poetas se quedarían sin luna y sin estrellas. Y los búhos. Pues bien. Esta terrible premonición, Herman Lema la había puesto en versos que para Luis Vidales son hermosos, fruto de su poder imaginativo, que ideó semejante claraboya hacia el porvenir, mucho antes de que se le hubiera ocurrido a Marchal la terrorífica propuesta. Los poetas desde la antigüedad han sido adivinadores, agoreros. Y muchas veces la ciencia ha repetido en los laboratorios sus sueños y sus predicciones. Pero que ojalá ésta, la de enterrar la noche no se cumpla jamás, porque qué sería de los hombres sin las tinieblas que son su cotidiano ejercicio de aproximación a la muerte. Bueno Maestro, dos asuntos más para terminar porque ya vamos para largo: Fernando Mejía Mejía, nuestro

Hermann Lema Nació en Anserma Caldas, realizó sus estudios de Bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora, Manizales. Estudió Derecho en la U. de Bogotá; Filosofía y letras U. Nacional de Colombia; culminó Diplomacia, Relaciones y Organización Internacional en la U. de la República, Montevideo, Uruguay. Exfuncionario de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), Montevideo, Uruguay; Instituto Colombiano de Comercio Exterior (INCOMEX), Pacto Andino, Lima, Perú; Biblioteca Ministerio del Interior, Bogotá, D. C. Reseñó y comentó libros para la columna Escritos y escritores en las Lecturas dominicales del diario El Tiempo a comienzos de los años 60. Libros publicados: Cantos a Anserma y al Paisaje, Anserma 1959; Al sur de los caminos, Bogotá 1961; Cinco variaciones y un Réquiem (poema

POETA MAYOR, dijo de la inspiración del ansermeño lo que enseguida transcribo y en lo que de seguro estaremos de acuerdo: “En este tiempo antipoético, Herman Lema es uno de los pocos que puede mostrarnos la palabra convertida en milagro de creación sin alteraciones ni artificios que la desfiguren o la vistan de falsos ropajes. Este poeta de asombrosos estremecimientos ha transitado ásperos territorios donde lo ha sorprendido el aullido tenebroso del dolor, el misterio alucinante de la vida, el rostro fugitivo del amor y la súbita presencia de la muerte”.El otro, es que no quiero perder la oportunidad de participarte, a ti y a los lectores de su Soneto de Salutación que es de una mágica orfebrería: “Por la ebriedad del vino de la voz,/ y la música gris de mi letargo,/ por la embriaguez de algún mirar amargo/ y por el trago amargo de un adiós./ Por la risa de histérica efusión/ con que este grito de dolor descargo,/ por la ebriedad de amor, que sin embargo,/ siendo letal, me aviva el corazón./ Por la embriaguez del vino de la luna/ y el vino metafísico de un astro/ destilado en sus filtros de amargura,/ quiero brindar mis copas una a una:/ las de cristal y mármol y alabastro/ en la loca embriaguez de mi locura”.

Cósmico separata), y Perfil del aire, Montevideo, Uruguay 1964 (Poemas); Presencia de Itinerario Bogotá, 1969 (Poemas); Poemas Agónicos, Colección Biblioteca de Escritores Caldenses, Imprenta Departamental, Manizales,1988. Poesía del Instante Final y otros Poemas, Litografía Anbesa, Bogotá. Hermann Lema es el poeta hermano de la Araucaria del parque, es el poeta más leído y reconocido de Anserma su pueblo natal, los amigos de “La reja en el Aire” lo llamamos el poeta hermano de la Araucaria del parque, por su bello poema de Juventud. Para “La Reja en el Aire” es uno de sus Gestores Culturales, su poesía conserva la frescura lírica del hombre que ha vivido la dimensión social de la vida, fiel testimonio de una generación a quien dio su apoyo en su momento adecuado.

Estos versos me los dedicó el poeta Lema en uno de sus libros. Es fruto de su generosa amistad con que me ha distinguido a través de muchos lustros. Espero un pronto reencuentro para brindar por tus triunfos personales y literarios y para que intercambiemos y desgranemos poemas y recuerdos PS Afectuosamente, Augusto León Restrepo


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POESÍA Cantos de cielo y agua

El padre Alfredo y sus Son cantos de cielo por su elevada inspiración, temática y aliento espiritual. Son cantos de agua por la frescura, limpidez y simbolismo sobrenatural. En Bogotá se hizo la segunda edición del libro. Una segunda obra. Jaime Pinzón Medina* - Papel Salmón

Aunque uno viva setenta años y el más fuerte hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan”, sentenció el salmista con sobrada razón, experiencia humana y sabiduría divina. Pero el octogésimo cumpleaños del padre Alfredo Botero Maya, si bien confirma la regla según la cual los días del hombre sobre la tierra pasan aprisa y vuelan, constituye una notabilísima excepción, a saber, que esos años no son fatiga inútil sino todo lo contrario: fatiga sí, ciertamente, por la presencia del trabajo y del dolor, pero fatiga soberanamente útil por las obras buenas que ha realizado y que sigue haciendo con paciencia y humildad.

El personaje

Nació el padre Alfredo en la Ciudad del Agua, Pácora, en el alto nortecaldense. Sus nexos familiares lo relacionan con eclesiásticos entrañablemente queridos por los fieles de la arquidiócesis de Manizales: su tío el padre Javier Botero Gómez, el hombre alegre de la ciudad; su primo el padre Rodrigo López Gómez, el párroco por antonomasia de la localidad; y el hermano hospitalario de San Juan de Dios, Esteban Maya Gutiérrez, el único beato caldense. Después de sus primeros estudios, cursados en Sonsón, ingresó al Seminario de Manizales. La Sagrada Teología la terminó en Montréal, con los padres de la Compañía de San Sulpicio, y en esa ciudad fue ordenado presbítero.

poemas

Fue profesor y prefecto del Colegio de Nuestra Señora en Manizales y luego entró a servir a la arquidiócesis en el Seminario Mayor. Se vinculó a los padres sulpicianos, los que dirigieron el Seminario durante más de cincuenta años. Ellos lo enviaron a Roma y en la Ciudad Eterna obtuvo el doctorado en Teología Moral con una tesis que lleva por título “Moral e inconsciente”, un estudio teológico y sicológico de El Criticón, novela filosófica del insigne moralista español del siglo XVII, Baltasar Gracián. A lo largo de su ministerio, coronado hace pocos años con áureo jubileo (bodas de oro sacerdotales), el padre Alfredo ha desempeñado numerosos e importantes cargos, entre ellos la rectoría del Seminario Mayor Arquidiocesano, la rectoría del Seminario de Bo-

gotá, la del Seminario de Zipaquirá y el oficio de Delegado Provincial de la Compañía de San Sulpicio para América Latina, además de los deberes fundamentales de todo sulpiciano: director espiritual de seminaristas y profesor de ciencias sagradas y eclesiásticas. Es de anotar que trabajó igualmente en el Seminario Mayor de Cali y en el de Rosario (Argentina).

Los poemas

Hace más de cincuenta años vio la luz la primera edición de Cantos de cielo y agua, y en julio de 2010 el autor publicó la segunda edición, bellamente impresa por Editorial Kimpres de Bogotá. El libro hace honor a su título: se trata de cantos, es decir, de poesía lírica; son cantos de cielo por su elevada inspiración, por su temática y aliento espiritual; y son cantos de agua por la frescura, la limpidez y el simbolismo sobrenatural, cualidades todas ellas que ensalzó el Juglar de Dios, San Francisco de Asís, cuando escribió en el Cántico de las Creaturas o Himno del Hermano Sol el siguiente verso: Y por la hermana agua, preciosa en /su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, /mi Señor! También editado por Kimpres el padre Alfredo hace llegar a sus familiares y amigos un segundo libro, titulado Cavilaciones místicas, fruto maduro y fértil cosecha de sus años dorados, pues lo escribió después de largos lustros de silencio literario. En él describe y alaba las virtudes teologales y morales, los misterios del Rosario, los sacramentos, la familia natural y la familia espiritual.

Ambas publicaciones son eminentemente poéticas. La etimología griega de “poesía” y de “poema” nos habla de una composición, de una obra, de una verdadera creación. La poesía de los últimos tiempos no merece ese nombre. La auténtica poesía es la combinación artístico–literaria de estos elementos esenciales: rima, métrica, ritmo, imágenes, sentimientos, pensamiento. Y esta combinación, magistralmente manejada y lograda, es lo que hace de los dos libros genuina poesía y de su autor un consumado poeta.

Epílogo

En diciembre de 1970, cuarenta años atrás, mientras cumplía lo que llamábamos en el Seminario Mayor el mes anual de pastoral, hallándome en la escuela Jorge Robledo del Alto de Pozo o Loma del Pozo, en San Bartolomé, corregimiento de Pácora, llegó a mis manos el libro Pácora en el mapa, una monografía histórica del municipio nortecaldense. En las últimas páginas aparecían los hijos ilustres de la Ciudad del Agua; uno de ellos era el padre Alfredo Botero Maya que ha enriquecido a quienes lo conocemos, mediante el ministerio apostólico y la poesía, y señaladamente con aquello que el maestro y filósofo Aristóteles consideró que es lo más necesario en la vida, esto es, la “amistad” PS *Presbítero.


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CINE Flor del desierto, de Sherry Horman

Una historia

mutilada

Un conflicto humanitario, político y religioso en Somalia. Cuando la idea se expone de tantas maneras, el impacto se vuelve menos contundente. Relato constante.

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a industria cinematográfica produce cada vez más, y con mayor frecuencia, películas que integran lenguajes, culturas y mensajes diversos. Flor del desierto es una producción que se compone precisamente del conflicto humanitario, político y religioso en Somalia; los actuales y difíciles estándares de belleza, la compleja vida de los inmigrantes en Europa y la reivindicación contemporánea de la mujer, con relación a su esencia y su integridad. Desde esas múltiples fuentes, la narración se vuelve un relato en constante tránsito de una mujer somalí que intenta sobrevivir en medio del caos que le significa la vida en una gran ciudad (Londres), alejada del peligro que simboliza un posible o necesario retorno a su país de origen. Su lugar pasa del encierro a la impersonalidad de la multitud y la frialdad de la miseria. Ese primer choque configura un cruce entre su natural curiosidad y el amenazante contexto de un idioma que no comprende muy bien. Lanzada al arrebato de la sociabilidad espontánea, genera lazos que la unen a una forma de vida distinta, donde comprende la necesidad de integrarse a este nuevo sistema. Curiosamente, por su exótica apariencia y su contextura somalí (sí, demasiado delgada y ósea, desnutrida y débil) llega al mundo de la moda de la mano de un fotógrafo que se enamora de su perfil. Este salto implica principalmente una llegada al mundo de lo público, desde donde logra vivir de su

Misael Peralta* - Papel Salmón imagen y narrar una historia de dolor y silencio obligado, a la que la condenó el salvajismo de los rituales femeninos de iniciación de su país. Así, la película como mezcla de temas logra fusionar una línea interesante, pero queda la pregunta por la unión entre un mensaje y un relato que se separan por tozudez en un intento de amalgamiento, que no funciona.

Lo que se espera de una película

Cuando ingresamos a la sala de

cine esperamos varias cosas. Existen algunas propuestas que explican que todo espectador busca cosas distintas y otras que afirman que casi todos buscamos lo mismo. Sin embargo, hay tres aspectos que pueden considerarse mínimas búsquedas de quien se atreve a gastar dos horas de tiempo frente a una pantalla: todo filme debe intentar provocarnos algo, decirnos algo o no aburrirnos. En el caso de Flor del desierto, más allá del mensaje, importante y revelador que deja, se resigna la voz

Soraya Omar-Scego en el papel de Waris niña. Foto/Tomada de Internet/Papel Salmón

Ficha técnica Directora: Sherry Hormann. Guión: Sherry Horman. Basado en la novela autobiográfica de Waris Dirie. Género: Drama Duración: 164 minutos. Reparto: Liya Kebede (Waris Dirie), Sally Hawkins (Marylin), Timothy Spall (Terry Donaldson), Juliet Stevenson (Lucinda), Craig Parkinson (Neil), Anthony Mackie (Harold), Meera Syal (Pushpa), Soraya OmarScego (Waris niña). Música: Martin Todsharow. Fotografía: Ken Kelsch. Edición: Clara Fabry. Diseño de producción: Jamie Leonard. Vestuario: Gabriele Binder. Países: Alemania, Austria y Francia. Año: 2009.

narrativa, la intensidad de la trama y algunos personajes secundarios absolutamente encantadores. Es triste pensar que hay que desmenuzar hasta el hartazgo un contenido que llama la atención y que la película resuelve de múltiples maneras durante su desarrollo, dejándolo en un lugar excluyente y apartado, inserto y sobrepuesto en cada espacio de intensidad narrativa. Recuerdo que en las fábulas de Esopo, había una distancia, un espacio o dos, un título grande, que separaba la moraleja de la historia. En este caso la moraleja se incluye y se camufla sin suerte al interior de la trama, afectándola y deformando su protagonismo. Flor del desierto conmueve de múltiples maneras al espectador, le dice algo y puede que no lo aburra. El problema es que cuando se separan con regla los efectos y se manejan erróneamente sus proporciones, la fórmula puede no resultar o dejar cierta confusión en las personas que pueden considerar innecesario el aparataje audiovisual para comprometerse con un mensaje que quizá no sepan de donde recuerdan. Cuando la idea se expone de tantas maneras, el impacto se vuelve menos contundente (porque no se refuerza: se repite) y el espectador corre el peligro de pensar que, quien le cuenta la historia, lo percibe estúpido a priori. PS *Comunicador social y periodista.


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PUBLICACIONES recomendado

P R E C I S I Ó N

El clamor de la clepsidra Poemas al tiempo, al hombre al cosmos Juan Carlos Acevedo Ramos* - Papel Salmón

siente un aroma a nostalgia, a tiempos perdidos, mejor gastados que ya no regresarán. Su voz poética ya es reconocible entre nosotros, hay simbolismo y melancolía, deseo y reflexión en sus versos. Este es quizá el libro que mejor retrata esa manera críptica con que escribe Ruiz. Los poemas de este nuevo libro nos dejan ver el afán del autor por nombrar otros tiempos que ve pasar desde la ventana poética que lleva dentro. La edad deja rastros y el poeta con su lenguaje los recorre, una y otra vez permitiendo ver el pasado en las cosas simples. Y si hablamos del tiempo, como ese reloj que nada detiene los poemas de El clamor de la clepsidra, reúnen hombre y cosmos haciéndolos partícipes del acto creador que nadie puede detener. Tal vez, lector, estos versos del poema 121 resuman lo dicho. “… Con vueltas de azar regresan las cosas/al sitio de donde nunca debieron partir/Y en el transcurrir de las vidas/hilos siguen tejiéndose/ con el rigor del destino ineluctable” (pag 145).

…Este es el día… en que es dulce la herida de estar vivos nos dice la poeta peruana Blanca Varela (1926-2009) en el inico del nuevo libro de poemas de Carlos-Enrique Ruíz y ahí empiezan las claves para el lector. Pero no nos adelantemos y digamos que escribir poesía es un acto permisivo desde muchos puntos de vista, aunque aclaro de una vez que es un oficio de disciplina, uno puede terminar un libro de poemas en muchos meses que suman años, pero este no es el caso de Carlos-Enrique Ruíz, quien nos ha acostumbrado a leer uno nuevo, escrito por él, cada año. Esta vez nos llega El clamor de la clepsidra, un titulo sugestivo que emplea una de las palabras más bellas del idioma castellano. Antes de empezar, recordaré al lector que la clepsidra es un reloj de agua antiguo, uno que medía el tiempo a través de una vasija partida en dos, dejando pasar agua de un lado a otro por un *Escritor. orificio, al igual que el reloj de arena. Así, la clepsidra es el título indicado para este poema- RUIZ Carlos Enrique. El clamor de la clepsidra. rio del escritor Carlos-Enrique Ruiz donde se Ediciones Aleph. Manizales. 2010. Pp. 164.

en estantería Mercedes Sosa. La negra

Esta es la edición definitiva de la única biografía que se realizó con su palabra viva. En 2003, ‘La Negra’ decidió contar su vida. Como no quiso simularse escritora, la suya es una biografía en voz alta. Ella cuenta y se cuenta. Por un lado, el relato de la suprema cantante-cantora es la columna vertebral. Por otro, emergen voces: la de su madre y hermanos, hijo y amigos. Cada tanto aparecen, con sus recuerdos, figuras como León Gieco, Horacio Molina, Víctor Heredia, Liliana Herrero, Carlos Alonso y Charly García. Ellos completan el retrato de la otra Mercedes, la que estaba lejos de las ovaciones y muy cerca de la gente. BRACELI, Rodolfo. Mercedes Sosa. La negra. Editorial Sudamericano. Random House Mondadori. Bogotá. 2010. Pp. 316. $49.000.

convocatoria Poesía La Universidad de Quintana Roo, la revista mexicana Río Hondo, el escritor mexicano Jorge González Durán y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba convocan al XIII Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén. Los trabajos se enviarán por correo electrónico en formato word a asere40@prodigy.net.mx antes del 30 de noviembre de 2010. El premio consiste en 18 mil pesos mexicanos y la publicación del libro. Informes en la página web http://www.escritores.org/ index.php/recursos-para-escritores/ concursos-literario/3217-xiii-premiointernacional-de-poesia-nicolas-guillen-2010-cuba

C O N C E P T U A L

Hechos y lógica Luis E. García* - Papel Salmón

Hacia la fama En la monumental biografía de García Márquez escrita por el británico Gerald Martin, aparece una anécdota interesante. Le preguntan a Fidel Castro sobre cuál sería ahora su mayor deseo personal, a lo que responde sin titubear: “Poder pararme un rato tranquilo en una esquina”. Moraleja: No hay como pasar INADVERTIDO al caminar, detenernos a fumar un cigarrillo, o entrar a un céntrico burdel a beber una cerveza sin que nadie nos distinga. Porque cuando la figura de alguien empieza a destacarse sobre los demás, la DISTINGUEN; si saben algo de ella, la RECONOCEN, y cuando la gente se interesa por ella la convierten en PERSONAJE; personaje HISTÓRICO si es del pasado, o DE MODA cuando se ocupan de ella los medios de comunicación. Un personaje alcanza NOTORIEDAD cuando alguna acción suya se extiende más allá de su ámbito local, notoriedad que puede incluir ESTIMA, si sus acciones son meritorias o dignas de aprecio, o DESPRECIO, como a la mayoría de los personajes de nuestros noticieros, plagados de asesinos y corruptores (de menores y del erario público). La ADMIRACIÓN es el reconocimiento fugaz hacia un personaje por algún mérito o talento demostrado; cuando los méritos logran mayor impacto social, lo convierten en CELEBRIDAD, que al extenderse en tiempos y espacios, es la FAMA, como la que padece, entre otras dolencias, el presidente-dictador mencionado. Más allá de la fama está la GLORIA, por acciones apreciadas por contemporáneos y sus descendientes. Y todavía más allá de la gloria, está la INMORTALIDAD (incluso sin haber pasado por los estadios anteriores) al convertirse alguien en referencia obligada del pasado humano y presumiblemente del futuro. Así los conceptos, la inadvertencia la disfrutamos casi todos; los administradores públicos y políticos son reconocidos, y quienes ocupan titulares son los personajes del momento. Álvaro Uribe ha logrado notoriedad y estima por la mayoría de los colombianos, y vaya uno a saber porqué otros, como los de la Corte Suprema, parecen despreciarlo. Admiración obtuvieron los gestores de la operación Jaque, y el ministro Santos de ese entonces se convirtió en celebridad, y será famoso si logra exigirle a los militares que acaben con la delincuencia organizada. La tragedia de la fama presente es que muchos se la pasan media vida buscándola, y la otra media intentando huir de ella. *precision_conceptual@yahoo.com

Director: Nicolás Restrepo Escobar Editora: Gloria Luz Ángel Echeverri Diseño: Virgilio López Arce Circula con LA PATRIA todos los domingos Cra 20 No.46-35. Tel 878 1700 Impresión: Editorial LA PATRIA S.A Portada: Volcán Nevado del Ruiz. Foto/Archivo LA PATRIA/Papel Salmón


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LIBROS El escritor bogotano Juan David Correa encontró en la crónica literaria, el medio para traer a la memoria la historia de sus abuelos Otilia y Luis Ulloa, “perdidos en el barro”. Capítulo seis. Juan David Correa* - Papel Salmón

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l 13 de noviembre de 1985, en Bogotá, mi mamá salió para su oficina sin pensar que aquella lluvia picosa, que luego se convirtió en un aguacero que inundó la calle 26, presagiaba la tragedia. A la misma hora, pero en Armero, María Eugenia se despedía de sus dos hijas dándoles una bendición y le comentaba a su mamá, doña Tura, quien la acompañó hasta Ibagué a tomar un taxi hacia Cali, para asistir a la convención en el Hotel Intercontinental de esa ciudad, lo rojo que se veía el cielo encima del Ruiz, que refulgía a esa hora de la mañana. María Eugenia viajó todo el día. En Bogotá, mi mamá almorzó cualquier cosa para salir del paso. A las 5:00 de la tarde, la lluvia se hizo más intensa, y le pidió a un amigo de su oficina, Miguel Dancur, que la llevara en su Simca hasta la casa. En el país entero la temporada invernal causaba los estragos de siempre. En Armero había comenzado a llover ceniza a las 4:00 de la tarde. Ceniza mezclada con agua. Mi mamá no recibió ninguna llamada de sus padres. A lo mejor no quisieron alertarla. La ceniza que cayó ese 13 de noviembre alcanzó ciudades tan distantes del Ruiz como Tunja. Uno no entiende cómo, si a las 5:00 de la tarde ya caía ceniza que se podía coger a manotones, nadie hizo nada. ¿Por qué no hubo una alerta? ¿Por qué todo el mundo era tan obstinado como mi abuelo, que se murió convencido de que el gobierno iba a decretar la alarma naranja e iba a dar la orden de evacuar el pueblo? ¿Por qué la gente siguió en los cafés, hablando como si no

13 DE NOVIEMBRE DE 1985 El domingo los niños cazaban perdices en el monte. Perseguían a las aves pardas y veloces entre los dedos de madera de los arbustos bañados de polvo. En la tarde mansa de las haciendas escucharon el mugido del ganado acalorado y sediento. El lunes sintieron el murmullo del agua corriendo por los canales de riego. Iban al colegio en la mañana tersa de las hojas, y entre las manos cogían los granos vivos del sorgo y los mojaban en la saliva de la boca. El martes les llevaron el almuerzo a los hombres que trabajaban en los cultivos. Vieron los arrozales verdes del agua. Los campos de millo. El viento oblicuo refrescando las espigas y los brotes resecos. El sol alto parecía hundir en los tameros

Armero, noviembre 13 de 1985

El barro y el silencio pasara nada, elucubrando sobre el porvenir como si no se hubieran enterado de que durante ese año, varios medios habían dado versiones de que en Armero podía ocurrir una tragedia natural inmensa? ¿Por qué el gobierno hizo caso omiso de las peticiones del representante a la Cámara por Caldas Hernando Arango, quien advirtió el 24 de septiembre de ese año sobre el peligro que representaban las constantes emisiones de humo del nevado, según se lee en los archivos de la Cámara de Representantes, tal como sigue?: «En el mes de diciembre, les decía, empezó alguna actividad en el volcán. Se hicieron solicitudes a Ingeominas, al Agustín Codazzi. Se hicieron solicitudes al Ministerio de Minas y de Relaciones Exteriores para que entraran en acción y le pusieran cuidado al fenómeno que se estaba presentando, y lo hicieron algunas personas con inquietud más científica que terrorista (sic). Todas esas solicitudes, con excepción de la que se tramitó por intermedio del Ministerio de Minas, no tuvieron éxito. La del Ministerio de Minas era, única y exclusivamente, pidiendo que se llamara a otros cuerpos internacionales con conocimiento en estos procesos y que se les permitiera entrar los equipos. El Ministerio de Minas le trasladó al Ministerio de Relaciones Exteriores, y allí quedamos. En el mes de mayo ya llevábamos cuatro meses, y al alcalde de Manizales de entonces y al señor gobernador se les ocurrió solicitar auxilios a alguna embajada; lo

Gonzalo Mallarino Flórez

las cabezas de los labriegos. Y el miércoles volvieron a la casa con las mujeres después de la misa de seis. El alumbrado eléctrico aclaraba ya la avenida desde la estación de servicio hasta el manicomio. En la casa empezaron a adormecerse bajo la luz metálica de la pantalla del televisor. Los despertó el ruido enorme de las montañas. Los gritos de la gente en la oscuridad. Ya bajaba el brazo grande del agua levantando las paredes de barro y de piedra congelada ¡Salgan, niños! ¡Corran hacia el cerro! ¡Salgan en la noche desnudos y encarámense en el cerro! ¡No pierdan un minuto, niños, miren cómo el lodo lo sepulta todo bajo sus mantas espesas! ¡Corran, niños, corran hacia el cerro con la brisa y la grama dulce que les quede de recuerdo entre los ojos!

hicieron ante la Embajada de Suiza, que lo tramitó de inmediato a un grupo de Socorro que está constituido en ese país, y para sorpresa de todos y, creo yo, que del gobierno nacional, quince días después había aquí un técnico en la materia con los equipos necesarios para hacer los estudios, si bien no muy profundos, sí para conocer lo que estaba ocurriendo en las profundidades, en las entrañas de la tierra. De inmediato, Ingeominas trasladó todo su equipo y mandó cuatro aparatos para detectar movimientos, sismógrafos, tres de ellos malos. Pero uno habría bastado si en diciembre (de 1984) hubiera estado allí para tener una historia de mayor extensión. De todos modos, no aparecieron los equipos hasta el mes de julio, cuando se montaron y, desde entonces, se tiene historia sobre lo que viene ocurriendo en las profundidades del nevado.

quiera que tales fenómenos no lleguen al extremo, pero Dios quiera que esto nos sirva de lección, para que no nos tome por sorpresa una tragedia de mayor cuantía. Aquí hay que terminar como el Presidente lo hace con gran frecuencia en sus intervenciones: “Que Dios nos tenga de su mano”». ¿Por qué esa súplica, tildada de apocalíptica en ese mismo debate por el ministro de Minas, Iván Duque Escobar, mereció una respuesta apenas tibia, la cual aseguraba que ya se habían tomado «las precauciones para posibles evacuaciones debidas al desbordamiento súbito de los ríos que bajan del nevado y abarcan hasta cuarenta kilómetros a la redonda»? ¿Por qué nadie escuchó las siguientes palabras del representante Guillermo Alfonso Jaramillo en la misma sesión de la Cámara de Representantes?: «En caso de súbito y progresivo pero incontenible deshielo, la población de Armero sería gravemente afectada. En esa ciudad no se ha instruido a sus habitantes para enfrentar una situación como esa. Lo peor es que no se cuenta con los mecanismos suficientes y efectivos, y con mentiras piadosas, como las dichas por el gobernador del Tolima, no se remediará el problema».

»Pero cuando se le pidió al Instituto Agustín Codazzi ayuda para tomar aerofotografías que permitieran mantener un control del desplazamiento de aquellas grandes masas de hielo, el Agustín Codazzi se trasladó a Manizales a buscar ayuda. Mientras el departamento pedía la mano del Estado, el Estado se iba a pedir limosna al departamento de Caldas. Da tristeza, y por Al hablar por segunda vez con María Eugenia, cosentir lo menos, diría que se siente rabia. mencé a entender por qué esas preguntas no tenían respuesta, por lo menos para los habitantes del pue»Pero sigamos adelante. Cuando se pregunta qué ha blo. Las otras, sobre la responsabilidad del gobierno hecho el Estado, ya les he contado algo, y cómo ayuda. de Belisario Betancur, no han sido lo suficientemente Es cierto que algunas personas van al sector y ven, y se incisivas a lo largo del tiempo y se han quedado en el vuelven de pronto conmocionadas o van más con curio- olvido, como los miles de sobrevivientes que cada 13 de sidad que por estudio. Y, finalmente, cuando se pregun- noviembre vuelven a ver las imágenes de los noticieros ta la gente frente al Estado cómo coordina todos esos sin que nadie haya hecho mucho por ellos. En cuanaspectos, nos encontramos con que está coordinando to a los habitantes, y en particular María Eugenia, ella bajo presión cívica, con la ayuda de unos hombres que me dijo que jamás creyó que fuera verdad que su puetienen magnífica voluntad, que sacan tiempo de su tiem- blo hubiera desaparecido para siempre de la faz de la po, pero el Estado, como coordinador inmenso, no ha Tierra, cegado por 450 millones de metros cúbicos de hecho acto de presencia. Todavía se lamenta mucha agua que bajaron por el valle arrastrando todo lo que gente de los trámites que hay que hacer frente a algunas encontraron a su paso. Ni siquiera el 14 de noviembre entidades en la ciudad de Bogotá, que son desatendi- cuando se encontró a dos pilotos en el ascensor del Indos en muchos casos, olvidados en los otros, diluidos tercontinental, quienes habían aterrizado de emergenen ese mar de papeles en que se constituye la admi- cia en Cali tras la explosión del Ruiz, y conversaban nistración». sobre la desaparición de Armero. «Yo llegué a las 3:00 de la tarde de ese 13 de noviembre a Cali. A las 7:00 de ¿Por qué nadie escuchó la súplica de Jaime Ramí- la noche tuvimos el coctel de bienvenida. Nos reunimos rez Rojas, otro de los representantes que instaron al con las demás delegaciones, y ya las personas se mosgobierno a tomar en serio lo que estaba por ocurrir? traban preocupadas y me buscaban como presidenta Según Ramírez, «que no se diga aquí, señores minis- de las Damas Grises manifestándome su angustia por tros, representantes de este Estado en el Ejecutivo, que lo que podía pasar en Armero. Había una alerta. Tono es necesario tomar una acción de inmediato. Dios dos me decían más o menos lo mismo: “Oiga, María

Eugenia, ¿y usted por qué no se ha salido de Armero? Mire todo lo que han dicho, lo que están diciendo”. Y yo les respondía: “A Armero no le va a pasar nada”. Yo estaba segura de que a Armero no le iba a pasar nada. Estaba segura. El último deshielo había ocurrido hacía veinte días y había sido por el río Gualí, entonces, como yo era del comité de emergencia nos reuníamos con mucha frecuencia con el alcalde Manuel Ramón Rodríguez y un grupo de gente de Armero, pero lo que estábamos luchando era para que dinamitaran la represa del Cirpe, en donde se había formado un charco de agua. Llamamos e insistimos todo el año con el Ministerio de Obras Públicas. En julio dijeron que no había plata para dinamitar eso. Que así se quedaba. La gente me paraba en la calle y me preguntaba si iba a pasar algo, y yo les contestaba lo que nos habían dicho: que siendo el Gualí el que iba a desbocarse, el pueblo que estaba más en riesgo era Honda. Me da culpa eso. Me da culpa de que le di seguridad a mucha gente. Mucha gente de Armero sí se fue porque estaba angustiada porque el volcán iba a explotar. No recuerdo sus apellidos. Pero me acuerdo de una familia que vivía al lado de una amiga mía, Juliette de Torres, que se fue unos días antes».

Lo importante es que no se vuelvan a exponer las comunidades vulnerables del país como la de Armero, donde hubo cerca de 25 mil víctimas. Fotos/Archivo LA PATRIA/Papel Salmón

que portavoces del gobierno desautorizan esas voces de alarma. Algo parecido le ocurrió, de manera regional, a Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien, a pesar de su insistencia, tuvo que ver desde su finca en Cartago la erupción del volcán, documentada desde la Colonia por fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales. (…) PS

Durante ese año, dice María Eugenia, las noticias fueron contradictorias. Y es cierto. Después de revisar *Escritor. los archivos de los dos periódicos de circulación nacional, El Tiempo y El Espectador, uno puede ver que así CORREA U., Juan David. El barro y el silencio. Seix Bacomo hay argumentos científicos, hay otros casos en los rral. Los tres mundos. Bogotá. 2010. Pp. 182.


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