No. 13
afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un
gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente ,
valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Se dice, se rumora,
Agradecimientos 5
Editorial 7
El trabajo de escribir Las palabras perdidas y el escritor vencido Danniela Almazán Santuario
9
Lo que sólo uno escucha Aldo Rosales 10 Macedonio Fernández o el trabajo de la desescritura Marco Antonio M. Medina 14 Sobre la insanía de leer Karina Posadas Torrijos 19 Mi oficio de escribir Alejandra C. L. 23
Galería Moreliana y madera Karina Posadas Torrijos
27
Creación literaria Realidades Sergio Fernando Palacio Pérez 29 La maldición de Roma. Capítulo 7. La leyenda del cetro mágico 30 Alejandra C. L.
Convocatoria 44
4
Nos hemos quedado sin palabras para agradecer el apoyo recibido durante un año de publicaciones mensuales ininterrumpidas. Sin más preámbulos, nuestras menciones especiales, todas de igual importancia: A nuestros lectores, quienes mantienen vivo cada uno de los escritos que se publican. Gracias a todos por leernos, seguirnos, amarnos u odiarnos, tanto a los que nos ojean cada mes, como a los que nos encuentran por casualidad en la red.
A nuestros difusores culturales anónimos, quienes, además de leernos, se
toman el tiempo para recomendarnos y compartir nuestros enlaces. Al Señor… al señor internet que nos ha dejado llegar a rincones inimaginables con esta publicación, evitándonos el gasto de papelería y permitiéndonos ofrecerla de forma gratuita. A la publicación independiente Literatura Barata, que ha sido un ejemplo a seguir para nosotros y no ha dudado en recomendarnos con sus lectores. A Hilda Catalina Galindo García, quien nos ha permitido tener una de sus obras en la portada de este número. A todos los escritores y artistas que han colaborado mes a mes, ya que sin ellos esta publicación no tendría razón de ver la luz. Y al heroico equipo editorial que trabaja arduamente, sin paga alguna, para que esta publicación exista. Un reconocimiento especial para ellos, porque no les importa morir de hambre (todavía). Como datos especiales de este número: en esta ocasión el tema del mes, “El trabajo de escribir”, fue elegido para honrar a todos los colaboradores que han publicado aquí; así mismo, nombraremos a todos los escritores y artistas que nos han acompañado a lo largo de estos 13 números y pasaremos la lista de quienes conforman el misterioso equipo editorial de La pluma…; además, presumimos que esta edición es la primera en contar con una portada donde la ilustración no tiene más de 100 años. Gracias nuevamente y esperamos seguir publicando hasta el fin del mundo, es decir, por allí de diciembre. 5
No. 13
Ilustración de portada: Hilda Catalina Galindo García, Manera de hacer una luna de Alberto Chimal. Cita: Jaime Sabines, “El peatón”, (fragmento). Derechos Reservados. La
pluma en la piedra , Toluca, México, No. 13, agosto 2012.
La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citando la fuente.
http://laplumaenlapiedra.blogspot.com/
La pluma en la piedra
laplumaenlapiedra@gmail.com
@PlumaenlaPiedra
Han escrito
La pluma en la piedra
Marco Antonio M. Medina Hugo Posadas Torrijos Anaid Vallejo Orduña Juan Javier Pineda Tovar J. M. Falamaro Karina Posadas Torrijos Alejandra C. L. Lorenzo Conejo López José J. González Dolores I. García Dr. Salomón Espinoza M. Serena Torres Peralta Gerardo Flores Moreliana Negrete Susana Santos Mateo Manuel Arduino Pavón Patricia Garfias Cáceres Amanda García Casandra Ariceaga Arturo Ortiz Heraz Carlos Alberto Aguirre Bani García Graciela Díaz Jesús Iván Hernández del Prado Danniela Almazán Santuario Aldo Rosales Sergio Fernando Palacio Pérez
Artistas y fotógrafos Juan Javier Pineda Tovar Marco Antonio M. Medina José Jesús González Karina Posadas Torrijos Hugo Posadas Torrijos Alejandra C. L. Jesús Alberto Araujo Ayala
Equipo editorial Arturo “El Ajolote Indomable” Ortiz Heraz Supervisor gramatical, de buenas costumbres y difusión cultural.
Alejandra “Correctora Veloz” Cruz Correctora de estilo, atención de medios y difusora cultural.
“El Perifrástico Asesino” Medina Supervisor del diseño editorial, corrector de estilo, atención de medios, difusor cultural e ideador.
Karina “La Acentuadora” Posadas Editora general, dictadora, correctora de estilo, atención de medios, difusora cultural, planificadora e ideadora.
Y un ideador anónimo, alias Falamaro… 6
E
l tiempo pasa rápido cuando uno se divierte. Así es como llegamos al volumen 13 de La pluma en la piedra, donde el tema de esta edición gira en torno al trabajo de escritura, a propósito de nuestro primer año ininterrumpido de publicaciones mensuales gratuitas por internet.
Dicho tema está dedicado a todos los que han colaborado con nosotros y, también, a
aquellos quienes escriben en la privacidad de sus aposentos, arrojándose al difícil trabajo de escribir, sean textos de realidad o ficción, narrativos o líricos, sencillos o abstractos. Por que ellos, quienes se han permitido el lujo de vaciar palabras sobre el papel, saben de primera mano lo devaluado de tan bello arte. Dedicamos, pues, este número a todos aquellos a quienes se les ha tratado de persuadir para que abandonen la escritura, a los que superan la frontera del miedo y permiten que un lector reciba su mensaje, a los que ocupan sus momentos de descanso para pintar con las palabras, a todos aquellos dispuestos a leer y ser leídos, así como a todos los que han colaborado en este proyecto y a todos los que vendrán… Va por ustedes: En la sección temática presentamos el poema “Las palabras perdidas y el escritor vencido” de Danniela Almazán Santuario, la narración “Lo que sólo uno escucha” de Aldo Rosales, y los ensayos: “Macedonio Fernández o el trabajo de la desescritura”, “Sobre la insanía de leer” y “Mi oficio de escribir” de Marco Antonio M. Medina, Karina Posadas Torrijos y Alejandra C. L. respectivamente. La Galería trae en esta ocasión una fotografía de Karina Posadas Torrijos, titulada: Moreliana y madera. Y la sección en la que todos quieres publicar, Creación Literaria, trae para ustedes a Sergio Fernando Palacio Pérez con su poema “Realidades” y a Alejandra C. L. con la entrega número siete de su novela La maldición de Roma. Así llegamos sin dificultades a un año de divertimentos y sin saber, a ciencia cierta, si alguien lee los editoriales. Sospechamos que no. Agradecemos su atención y aseguramos que todavía habrá más de La pluma… de aquí hasta el fin de los tiempos.
La pluma en la piedra 7
Las palabras perdidas y el escritor vencido
E
Por Danniela Almazán Santuario
sta vez las palabras se rehúsan a abandonar mi pluma.
Por más que intento formularlas en mi mente y escribirlas, es como si cualquier conocimiento de adjetivos y sustantivos me hubiera sido arrebatado. Y ahí estaba yo: indefensa e ignorante frente a mi hoja de papel. Del tintero a las líneas, goteaban las metáforas. Ni siquiera tenía un sujeto a quién escribir. Una situación absurda o trivial a la cuál recurrir; cambiarle cada gramo de ordinariez y volverlo en sublime. Estaba yo esta vez, con la mente en blanco. No podía escribir porque no sentía, o al menos, no quería sentir. El bloqueo no era más un elemento aislado; absorbía el todo: las hojas, las letras, las ideas y los signos de puntuación. Quizá debía empezar con: Tú eres, o Yo quisiera. Quizá debía evitarme la migraña y hacerlo todo a un lado. Nuevamente dirigí mi pluma al tintero, después la acerqué a la hoja blanca. Se derramó una gota; después otra. Después se me escurrieron las ganas y decidí no escribir nada. Porque en realidad, no tenía nada importante que decir.
9
Lo que sólo uno escucha Por Aldo Rosales
S
Al maestro José Revueltas obre la mesa de la cocina se desplegó una sombra que recorrió toda la extensión de la madera, partiendo de lado a lado como un peregrino sin certeza de reposo; luego que la mano hubo cruzado el cielo del cuarto —y bloqueado de ese modo inconsciente la luz débil del foco amarillento—, Rafael se volvió a mirar las falanges como si fueran algo
que jamás se había visto sobre la tierra. Volvió a levantar la mano y un nuevo cuervo arrastró el vuelo sobre las botellas vacías y los restos de alimentos ya más allá del umbral del reconocimiento. Era algo notorio, de una belleza inaudita y, sin embargo, tan cotidiana que asustaba el corazón. —No puede ser —se dijo a sí mismo volviendo a levantar una de sus manos y observarla contra la luz del foco; la acercó tanto que la luz transparentó en tonos naranja, por un segundo, la carne de uno de sus dedos. Era como cuando en la televisión se observa a una criatura dentro del vientre de la madre, con su piel translúcida, una dermis sin secretos para nadie que tenga el valor de mirar en las entrañas de una mujer embarazada. Sin embargo, y a pesar incluso de la necedad del acto, Rafael levantó la otra mano y la acercó también al foco; la carne volvió a descubrirse en su desnudez de venas y arterias. Las botellas, todas ellas de las más disímbolas formas y etiquetas, formaban sobre la mesa el sistema montañoso de una patria que se eclipsaba a intervalos increíbles, intermitentes y armónicos. Y ahí, justo sobre una de las falanges —o quizás enterrada en la carne en el justo espacio sobre tal punto en la falange— estaba, tan delgada y frágil que bien pudo haber pasado por una fisura en el tejido óseo, una letra que no correspondía a alfabeto alguno; y tenía una presencia tan aterradoramente perentoria, tan necesariamente viva y pugnante por ser descubierta, que dolía no haberla visto
antes, y ni siquiera
haberla imaginado. Significaba, en cualquier idioma, en cualquier nación trazada en mapas por el hombre, el inicio de algo supremo que era preciso no desobedecer. Caminó
temblando hasta la
cama y se arrodilló. Retiró la sábana y ahí estaba la máquina de escribir, como reposando del martilleo eterno y sin frutos de Rafael. Después de las más amargas incertidumbres, hoy era por fin el nacimiento nuevo. Sus manos eran mujeres huesudas danzando sobre placas de concreto que contenían una sola letra del alfabeto, y danzaban con un ritmo que les nacía de algún lugar íntimo y perfecto, formando así, con
10
Lo que sólo uno escucha
esa danza de la vida nueva, un ritual increíble y purificador. Cada tecla era presionada en el momento justo y sucedida por otra que sabía exactamente cuál era su papel en la vida desde qu e nació. Era como si sus dedos hubieran esperado ese momento preciso para revelar su verdadera y preciosa misión en la vida, como si hubieran permanecido quietos para guardar la energía preciosa que en ese momento los llevaba a la sincronización; la ruta de la epifanía de escribir justo lo que era necesario. Ni un vocablo más. Aquello sería entendido en cualquier idioma, en cualquier tiempo. —No puede ser, es demasiado hermoso —Rafael se detuvo por un momento, temeroso de que aquella autonomía en sus manos y en su mente se diluyera; sin embargo, necesitaba verlas una vez más, saber que en ese trozo de tierra, en ese montículo de tiempo, sólo él era capaz de verlas en el momento mismo de la génesis: las palabras antes de que se vistieran de un alfabeto cualquiera —el suyo, digamos— las palabras siendo esencia, siendo algo que no podía ser descrito porque ellas mismas eran el lenguaje. Caminó hacia la mesa y levantó la mano a la altura del foco como lo había hecho antes: ahí estaban fluyendo entre los huesos, arando los músculos, sumergiéndose en la sangre y luego atropellándose en la punta de los dedos. Era imposible dejar de verlas, y, sin embargo, necesario. Las puntas de sus dedos se hinchaban a causa del aglutinamiento de palabras en esa zona de la mano. Regresó a la cama. Continuó. Todos esos problemas que siempre sufrió para encontrar el tiempo adecuado en que debía estar escrita la frase, el adjetivo preciso, la palabra justa y evocadora, eran un mero recuerdo. De sus dedos fluían las palabras y lo único que hacían era cobijarse en un trozo del carbón en la cinta de la maquina; luego reposaban tranquilas, heráldicas, impasibles, pontíficas, porque sabían que su misión en la vida había sido concluida. Ahí estaba él, describiendo el tiempo, resignificándolo, maleándolo como un metal cualquiera al fuste del fuego; la vida también era descrita, todo hallaba su lugar en esa danza. Por momentos se detenía a leer lo que ya había escrito y apenas si podía creerlo: era algo que estaba escrito en todos los tiempos y en todos los idiomas, un texto que sería capaz de apaciguar a la tierra misma o destruirla; de algún extraño modo, tenía un significado universal a la vez que una particularidad infinita. Era voz y oído, mensaje y medio. No lo podía creer. No supo cuánto tiempo la vida misma modeló desnuda ante él, de tal manera que había sido capaz de plasmarla en el carbón hasta en su más mínimo detalle. La cabeza le dolía, y podía sentir en las articulaciones de las manos una ligereza que nunca antes había sentido. Volvió a caminar hacia la mesa, pero esta vez con un sigilo de animal aterrado: sentía horror de que aquello tan inefable que había erigido con las letras se derrumbara con el aire de sus pasos.
11
Aldo Rosales
“No es posible; jamás creí, más allá del sueño universal de conocerlo, que un texto así, co n presencia en todo tiempo y en todo evento, fuera posible. Un texto que habla todos los idiomas , que es tan claro que se comprende al instante, y tan profundo que jamás terminará de ser leído”. Sentía fiebre y volteaba a cada instante a la máquina de escribir para ver si algo había cambiado; todo seguía igual. “Ahora sabrá que todo valió la pena; con sólo verlo entenderá”. Pensaba en su mujer como en un cuadro desgastado que se mira alguna vez en un museo y que, sin previo aviso, sin razón lógica o aparente, se recuerda en el momento menos relacionado a lo que se está viviendo en ese justo instante, muchos años después. Su mujer, apenas viva de tan esquelética, como un dibujo enfermo de una palúdica de algún siglo oscuro. “Dios, apenas creo que me haya pasado a mí”. —¿Te sientes mal? —le había dicho su mujer a la hora de la comida. Él permaneció callado, ahogando los ojos en la sopa que le había servido, una sopa que parecía estar hecha de los escombros de una ciudad destruida por un terremoto. Luego, apenas con un gesto, le indicó que era sólo la cabeza—. ¿Te sientes mal? —repitió ella, pero en su voz se adivinaba que eran otras las palabras que deseaba pronunciar; quería decirle que notaba un temblor inusual en su cuerpo, que sus ojos habían huido más adentro de su ser, que sus labios eran más grises que todas las mañanas cuando ella regresaba del supermercado luego del turno de madrugada en la bodega. Quería decirle que algo debía cambiar, que no podían seguir esperando aquella revelación que le daría por fin la solución. Que era necesario que trabajara en algo más, que se levantara y consiguiera algún trabajo de lo que fuera, uno donde la salvación no dependiera de qué deseaba decirle al mundo o qué deseaba callar. Lo que le daban por sus cuentos en las pocas revistas y periódicos que los aceptaban, apenas si alcanzaba para mantener la mesa de la cocina siempre atiborrada de botellas de la más baja calidad. “Lo he conseguido mujer, por fin, luego de tantos años, por fin lo he conseguido; lo he escrito. Lo escribí yo pero es de todos, tuyo también”. Pero no dijo nada, sólo encendió una colilla de un cigarrillo, dio dos bocanadas y la volvió a apagar para dejar algo para la noche; las noches sin fumar antes de recostarse le daban ganas enormes de llorar. “Pero no puedo decírtelo mujer, todavía no. No sé quién me dictó lo que escribí, y tampoco sé si aún es tiempo de compartirlo”. Caminó hacia una gaveta junto a la ventana y tomó unas hojas donde estaba su último cuento, el que debía aparecer en el periódico de la ciudad, uno de los más ruines en circulación. Pero ella se lo impidió. —Lo entregarás después; ellos vendrán por él.
12
Lo que sólo uno escucha
Lo condujo a la cama y lo ayudó a recostarse luego de quitar la máquina de escribir y ponerla a un lado. Cuando sintió que se había quedado dormido, caminó hasta el otro extremo del cartucho y encendió la televisión con el volumen muy bajo. Él la miró en un parpadeo: encorvada por levantar las cajas tan pesadas e inagotables, con todos los huesos de su cuerpo filosos contra la piel. “Hasta eso cambiará mujer, y ahora sí, cuando ya no tengas que hacer tanto trabajo, tendremos un hijo”. Dormitaba y despertaba intermitentemente, como en las pesadillas. Luego escuchó cómo tocaban a la puerta: debía ser el mensajero del periódico. Su mujer extendió las hojas a una mano sin cuerpo que se asomó por la puerta. Sentía fiebre. —Todo estará mejor luego de un rato, se me pasará mujer —quiso consolarla al verla tan quebradiza, como una estatua de agua que existe sólo por un segundo. Luego volvió a mirarse las manos: “Es increíble, un total milagro”. Sus manos volvieron a ser de carne; lo que antes había estado ahí ya estaba en donde debía estar. —¿Es el alcohol? —dijo una vecina que había llegado hasta ahí a petición de la mujer, al verlo tan mal. Su voz era como un sueño imposible de borrar. Ni siquiera había notado cuándo llegó. —Ojalá y fuera eso; es más, creo que eso lo ayudó muchas veces a controlar los efectos. —Junto a la cama, entre borradores y frases sueltas en hojas desperdigadas, había una jeringa. Él seguía mirándose las manos. Sus movimientos eran cada vez más apagados. “¿Serías capaz de entender, si es que yo mismo soy capaz de explicártelo, mujer, lo que me acaba de pasar hoy? Pero no importa, lo podrás leer. Y entonces todo cambiará: tu trabajo, por ejemplo. Y cambiaremos los muebles, nos mudaremos a una casa más grande, que tenga por lo menos dos cuartos. Ahora sí, tendremos al niño. Será mi regalo de gratitud por esperar todos estos años a mi lado con tanta paciencia. Pero me pregunto: ¿debo decirte lo que me pasó hoy? Es como un pecado que no sé si deba confesar”. La mujer se iba a acercar pero tropezó con la máquina de escribir. Algunas teclas estaban trabadas hasta abajo, y el rodillo inmóvil y martillado hasta el cansancio en un solo punto; el seguro estaba puesto. Quién sabe qué cosas, y de qué modo, había intentado escribir su marido. Bien. La vecina regresaba en ese momento con una pequeña biblia. Ambas se arrodillaron para entonar una serie de jaculatorias por el hombre que acababa de entregar su alma.
13
Macedonio Fernández o el trabajo de la desescritura Por Marco Antonio M. Medina I. El torturador de un mundo
“
“Elegida entre millares, te tocó a ti serlo, serlo para el Dolor. Aún no; ¡desde mañana seré contigo un artista del Dolor!” -Tantalia, M.F.
Tantalia” fue el cuento elegido de
quién recorre por primera vez esas ocho o
Macedonio
ser
nueve líneas introductorias, la impresión es de
incluido en la Antología de la literatura
total desconcierto. El lugar que ocupa en la
fantástica de Borges, Ocampo y
Antología… contribuye a reforzar esta primera
Fernández
para
Casares. No conocemos las razones que,
impresión.
personalmente, tuvieron sus compiladores para elegir
este
Las
mental, no tengo una imagen de Macedonio
clasificaciones tradicionales de lo fantástico
Fernández. El hombre que vivió, según Borges,
literario señalan entre las cualidades propias del
“entregado
género las de, por ejemplo, sobresaltar al lector
pensamiento”.
a través de un hecho insólito, o bien contar con
Macedonio
elementos sobrenaturales, como espíritus o
apasionado por la intuición existencial. César
fantasmas. No los hay aquí. “Tantalia” es
Fernández
simplemente un relato extraño. Sería incluso
“existidor”, una extraña síntesis de idealista
necesario estudiarlo para considerarlo como un
metafísico
cuento, si vamos a los detalles técnicos. Ya de
Macedonio suelen distinguírsele dos facetas:
entrada, la Antología… constituye en sí un
una, la de filósofo, que no es tal porque él
volumen fascinante. Una alocada selección de
declaró repetidamente que no simpatizaba con
escritores incógnitos y excéntricos. También
la fría disciplina de la filosofía positiva. La otra,
incluye,
vaga
de autor, con la que sostuvo una lucha agónica
clasificación, a medio camino entre géneros.
por dar extensión, por traducir al lenguaje, las
“Tantalia” viene a ser como un modelo
formas de su pensamiento. Estas dos facetas
primigenio del ensayo fantástico borgiano. Para
son, al fin y al cabo, una sola visible; la de su
por
cuento
en
supuesto,
particular.
En términos de idea, de construcción
obras
de
14
a fue
los Para un
Moreno y
puros ser
deleites más
pensador lo
escritor
define
del
precisos, que
vivió
como
barroquizante.
el A
Macedonio Fernández o el trabajo de la desescritura
extraña obra literaria. No tengo, decía, esta
se descubre repentinamente incapacitado para
imagen de Macedonio como autor de dicha
sentir. Concretamente, para sentir amor. Entre
obra, a diferencia de lo que ocurre con el resto
tanto, va siendo desplazado tenazmente en su
de los escritores occidentales. El sello de
papel protagónico por una pequeña planta de
carácter,
que
trébol, misma que él se había encargado de
presupone la existencia de la obra literaria, no
adoptar con el propósito de reeducar su
está presente en él. No quiero decir con esto
sentimentalidad. Sin embargo, este inocente
que por algún ingenioso mecanismo Macedonio
trébol pronto se revela como una demandante
se haya ocultado de su obra o que se haya
máquina de afecto insaciable. Él tratará de
inventado como un álter ego o más. Por el
reparar ese primer error de adoptarla, sólo para
contrario: Macedonio está verdaderamente en su
descubrir que ya no es posible. La pequeña
obra, porque logra a través de esa escritura suya
planta ha pasado a ocupar el sitio del universo,
un vínculo directo de comunicación entre
al
escritor,
el
autor
texto
menos,
del
universo
perceptivo
que
autor,
ese
Macedonio entiende como realidad. A partir de
desaparecido
aquí
por
este punto, el personaje se fija un destino fatal:
completo y ésta es una cualidad que hace de su
deberá forzar al universo-trébol a desfallecer, a
prosa algo sorprendente.
revelar el secreto de la pasión. Sólo la tortura
ha
lector.
modalidad
El
comerciante,
y
como
El argumento de “Tantalia” es más bien
sistemática de un trébol puede abolir el
vulgar. No así el asombroso destino que su
universo instaurado y devolver al personaje el
protagonista se traza. El personaje central, “él”,
asombro de vivir.
II. Una metafísica cucurbitácea Zapallo, lla. (Del quechua sapallu). 1. adj. coloq. Arg. y Ur. tonto (falto de entendimiento o razón). 2. m. Am. Mer. y Hond. Calabaza comestible. 3. m. Am. Mer. güira (árbol bignoniáceo). 4. m. coloq. Arg. y Ur. En el fútbol, gol. 5. m. coloq. Chile y Ur. Éxito inesperado logrado por casualidad. 6. m. coloq. Ur. Cabeza de una persona.
E
n “El zapallo que se hizo
que se propone abarcar todo el conocimiento
cosmos” Macedonio intenta a
del mundo, se convierte también en un
la vez una alocada caricatura del
instrumento de negación de la muerte. No
afán
de
siendo esta muerte sino una cualidad más del
conocimiento y una delicada metáfora de su
universo perceptivo, resulta sobrepasada por el
sistema de pensamiento. El zapallo, la cabeza
autodescubrimiento del Ser. Así, realmente no
acumulativo
15
Marco Antonio M. Medina
tiene importancia ser devorado por el zapallo
“Valéry recomienda a los otros el
cósmico, pues de hecho, todo objeto de Su
pensamiento,
pero
no
piensa”.
La
realidad pasa a ser relativo en referencia a sí
transfiguración del hombre vulgar, del primitivo
mismo.
hombre-lenguaje, en esta conciencia absoluta de sí,
Paul Valéry, en “La velada de Monsieur
nutrido de las raíces secas del mundo, había
Teste”, exploraba la posibilidad de trascender la
sido ensayada anteriormente, como refiere H.
función meramente utilitaria del lenguaje a
Bloom en El canon occidental, primero por
través del pensamiento simbólico. Teste, (Del
Tolstoi en Hadji Murad, y después por J. Joyce
francés, cabeza), “el señor cabezota”, o “Don
en la frustrante Finnegan’s Wake. Bloom discute
Cacumen”,
literatura
y acaba por señalar aquí que la escritura literaria
latinoamericana convertido ya en pasto fecundo
del ser es una empresa desde siempre
de la ironía borgiana, específicamente en El
condenada al fracaso. La discusión sobre la
Aleph y en la caricatura desorbitante de Carlos
obra de L. Carroll y Wittgenstein podría
Argentino Daneri. La sátira se acentúa,
formarnos una opinión semejante. Desde esta
igualmente, en Seis problemas para Don Isidro
perspectiva, el ser que se sabe a sí no podría
Parodi, el vaudeville policial del dúo dinámico
describirse, estaría condenado al silencio
Casares-Borges, en la traducción popular que
místico o al soliloquio característico de la
hace el personaje José Formento de la célebre
locura. Pienso ahora que Joyce pudo haber
“velada” y a la que coloquialmente intitula “La
arrojado el anzuelo muy lejos con Finnegan’s…,
serata
Pero
pero ¿quién sino Molly Bloom en su aberrante
Teste se encuentra además personificado,
monólogo llega a ser esa portentosa todo
metafóricamente, en ese otro relato que es
conciencia de sí? Conciencia discursiva que
“Funes,
termina, en la rotunda afirmación de su
con
el
ingresará
Don
en
la
Cacumen”.
memorioso”,
y
donde
este
Funes, un incógnito provinciano (literalmente
zapallesco egoísmo: “SÍ”.
“zapallesco”), se transforma súbitamente en una máquina mnemotécnica infalible gracias a un afortunado accidente cerebral.
16
Macedonio Fernández o el trabajo de la desescritura
III. Elena Bellasiesta
E
“No eres, Muerte, quien por misterio pueda mi mente hacer pálida cual eres ¡si he visto posar en ti sin sombra el mirar de una niña.” -Elena Bellamuerte, M.F.
n “Vera”, Villiers de L’Isle
más o menos: “Nada de lo que he escrito puede
describe la resurrección del ser
perderse, puesto que a mí se me ocurren
amado a través del pensamiento
siempre las mismas cosas”. Macedonio, que es
del amante. Bajo los infinitos
un modelo fiel de Borges como personaje, se
poderes del amor, según Villiers, la muerte no
sabe condenado a repetir lo que otros ya han
pasa de una pueril travesura donde los amantes
hecho antes, y en un cierre irónico, esa visión lo
juegan a esconderse el uno del otro1. Para
condena
quienes lo conocieron consta que Macedonio
Macedonio tuvo la conciencia de ser en uno
Fernández practicó este juego con devoción.
solo
Elena de Obieta, quien en vida fuera su Vera,
recalcitrante, su poética metafísica, su filosofía
precedió a su amante en la pronta partida. Ante
existencial, su ascetismo hindú, su paciencia
una pérdida semejante, los hay quienes se fijan
búdica, tomaron la forma de un hombre que,
como destino irrevocable inmortalizar, a través
como Monsieur Teste, vivió en el esfuerzo
del arte, al objeto perdido de su amor. No
infinito de fundirse con el Ser. Este esfuerzo
Macedonio. Él, como D’Athol, se propuso
casi le cuesta el completo anonimato en vida,
revivirla.
pero como prueba de la existencia del espíritu
y
todos
lo los
salva
al
hombres.
mismo Su
tiempo. idealismo
Según consta, Macedonio Fernández
más allá del cuerpo, su producción textual ha
cifró su vida, más aún después de la muerte de
venido incrementando su vigor con el paso del
Elena de Obieta, en un esfuerzo constante por
tiempo.
sostenerse sobre el vértice de la experiencia
Para J. Cortázar, el arte literario consiste,
existencial. Vida y obra fueron en él coherentes.
en términos generales, en la producción
Tuvo la intuición simultánea de lo finito y lo
sostenida de ese vértice existencial que es,
infinito. Cuando se le reprocha esa desidia que
como para O. Paz, integración productiva del
tuvo por no publicar sus documentos, responde
individuo y su realidad histórica. La obra
Véase: “Dialéctica del espacio y la ensoñación según Bachelard en Vera, de Villiers de L’Isle Adam”, en La Pluma en la Piedra, no. 4, noviembre, 2011. 1
literaria de Cortázar traza, en su mayor parte, ese trayecto que supone el redescubrimiento de una realidad que trasciende la esfera del 17
Marco Antonio M. Medina
egoísmo y la razón individuales. La tragedia del
negación total del mundo causal, dejando para
héroe en todo tiempo, según Cortázar, es
la realidad apenas el espectro difuso de los
apertura del yo a la escala de lo trascendente. En
fenómenos, especialmente de aquellos relativos
Macedonio,
drama
a la percepción. La metafísica macedoniana no
constituye una muerte primera y un segundo
es otra que la del asombro del Ser: “Busca de la
nacimiento. El amplio teatro en que se
causa a combatir o extirpar de esa impresión
desarrolla es el de la realidad aparente, como la
desconfortante de infamiliaridad…”. Donde no
denunciaba Cortázar. La muerte constituye el
existe un sujeto absoluto del conocimiento, no
velo
realidad
puede haber muerte, pues la muerte misma ha
verdadera. No es casual que el filósofo francés
sido derrotada desde el nacimiento. La
Jean Baudrillard elija para dar comienzo a uno
manifestación del Ser y la muerte pueden ser
de
de
comprendidas como ciclos de ocultación o
Macedonio. Para Baudrillard, la entropía de los
visibilidad del cuerpo. La Pasión es la energía
acontecimientos dispara la virtualidad de la
de la creación que sobrepasa al pensamiento. La
muerte. En tanto que para el argentino, la
manifestación más pura de la Pasión es el
muerte se disuelve en el encuentro con el todo
Amor. La única muerte posible es esta del
Ser. Para el metafísico idealista que es
Amor, entendida como olvido:
la
vivencia
primero que
de
corrompe
sus mejores libros,
un
este
la
epígrafe
Macedonio, la muerte no pasa de ser otro actor en la huelga de los acontecimientos, consistente
“Esto es muerte: olvido en ojos mirantes”.
en el ocultamiento perceptivo del otro yo. El idealismo berkeliano que profesa le llevará a la
Para saber más sobre Macedonio Fernández: - BORGES, J.L. "Prólogo a Macedonio Fernández" en Prólogos con un prólogo de prólogos, Alianza, 1998. - FERNÁNDEZ, Macedonio. Textos selectos, Corregidor, Buenos Aires, 2008. - FERNÁNDEZ Moreno, César. "El existidor" en Macedonio Fernández, Museo de la Novela de la Eterna,
Aya-
cucho, Caracas, 1982. - GARCÍA, Germán. Macedonio Fernández: La escritura en objeto, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2000. - JÍTRIK, Noé. "La novela futura de Macedonio Fernández" en: El fuego de la especie, ensayos sobre seis escritores argentinos, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971.
Escríbale al autor: letrapurpura@hotmail.com
18
Sobre la insanía de leer Por Karina Posadas Torrijos He de advertir al amable lector que no, no me he equivocado con el tema propuesto en tan perínclita publicación. Soy plenamente consciente de que la colaboración gira en torno al trabajo de la escritura, sin embargo, creo firmemente que hablar sobre las vicisitudes de este arte, es hablar, antes que nada, de lo otro, de esa actividad pacífica de sostener frente a los ojos (o debajo de los dedos o vibrando cerca del oído) un libro. Ese artefacto demoniaco que lleva a los más avezados, a llenar de palabras hojas en blanco.
L
eer sólo ha propiciado los males
Por si fuera poco, la persona que
de la humanidad entera, tanto a
comienza a leer y descubre que la actividad le
escala mundial como a escala
agrada, después de fomentarlo como un hábito,
personal. Alguien que se regocije
en algún instante sentirá el gusanillo de la
y alardeé de que es feliz leyendo, debe tenerse
imaginación carcomiéndole el pensamiento y
por seguro que miente. Si bien tienen razón
terminará escribiendo sus propias historias,
aquellos que dicen que los libros son ventanas
formándose un círculo infinito de escritos que
al mundo, también es cierto que cada una de
buscan lectores, de lectores que los leen y de
ellas se nos cierra en la cara golpeándonos con
nuevos escritos en busca de más lectores, para
verdades que ningún ser reflexivo puede
que después, de tanto leer y escribir, se termine
soportar.
ciego como un Borges cualquiera.
El saber no puede propiciar la felicidad
Los ejemplos que enmarcan las vidas
de las personas, alguien quien pretenda que con
tormentosas de quienes acostumbran leer
un
obtendrá
abundan a lo largo de la historia; he allí el caso
seguridad y una nube confortable desde la cual
de la pobre Sor Juana, quien fue una víctima
podrá ver al mundo, únicamente conseguirá
más del vicio de la lectura, trayéndole desgracias
darse cuenta que entre más lee, menos sabe;
y sufrimientos. Primero, porque tuvo que
porque el conocimiento, que desde hace
resignarse a la negación social que le impedía
muchos años se adquiere a través de la lectura,
asistir a
es como millones de alfileres que se van
conseguido (o quizás dado) los favores del
clavando en la piel y ante el intento de moverse,
virrey y/o de la virreina (que para el caso es lo
cambiar de posición o intentar sacarlos, sólo se
de menos) y haber entrado al convento de San
conseguirá acrecentar el dolor de saberse
Jerónimo, en donde se le permitió tener
menos y más ignorante al mismo tiempo.
aposentos alejados del resto de sus compañeras
cúmulo
de
conocimientos
19
la
escuela. Después,
al
haber
Karina Posadas Torrijos
y con el privilegio de tener libros prohibidos
Confieso que mi madre no tuvo culpa
regalados por sus amistades, sufrió el castigo de
alguna de mis inclinaciones, pues, al fin y al
perder su biblioteca, precisamente porque
cabo, los Reader’s Digest son inofensivos. Su
también comenzó a fomentar aquel otro vicio
simplicidad
del cual ya comentábamos: la escritura.
existenciales, únicamente buscan brindar el
Entonces, ocurrió que algún obispo misógino,
apoyo superacional que todo humano “normal”
ofendido porque Sor Juana le dijo que era un
necesita. Pero, ya más adentrada en edad,
estúpido, siempre bajo la retórica barroca y
después de haberme alejado de las revistas de
erudita que distinguía a tan infeliz mujer, se
cosas paranormales que tanta paranoia me
hizo acreedora a la destitución de todo su
dejaban, un día, movida por el influjo
acervo bibliográfico. Piense, amable lector, en
demoniaco de Lucifer, vi aquel libro de pastas
el sufrimiento de un abstemio; pues al igual que
rojas que sólo tenía en la portada la palabra
él, Sor Juana fue sumida en una depresión que
“Mujercitas”. Yo, a quien siempre el misterio ha
terminó con su prolija obra y con su vida. Así
despertado curiosidad (tradúzcase: el chisme),
de peligroso es toparse con uno de esos
lo pedí a mi buena madre que no dudó en
artefactos llamados libros.
comprarlo, aún sin saber el daño terrible que
Sin embargo, pese a ésta y otras
no
pretende
crear
conflictos
me estaba haciendo.
historias similares, resulta común ver los males
Después de ese, siguió otro libro y
que aquejan a los otros, tan ajenos, creyendo
luego otro y luego otro. Y entre más leía,
que “eso” jamás podría ocurrir en nuestro seno
menos me gustaba mi monótona vida, la vida
familiar. Precisamente esto pensaban mis
de los otros y el cause del mundo. Comenzaba
padres, quienes casi desfallecen al ver sus
a
esperanzas rotas por este mal que yo había
tranquilidad de mi hogar. En un intento
adquirido quién sabe cuándo, quién sabe cómo
desesperado por redimir su error, mi madre
y quién sabe dónde. Recuerdo todavía que mi
comenzó a comprar revistas de divulgación
madre, como todas las madres inocentes que
científica, esperando que con eso leyera cosas
intentan sembrar en sus hijos la semillita de la
menos perturbantes.
hacer
preguntas
que
desquiciaban
la
cultura y la sensibilidad, tomaba el Reader’s
El daño estaba hecho: en medio de las
Digest del mes y, antes de abandonarme en los
lágrimas de mi progenitora y los gritos de mi
brazos de Morfeo, leía, antes de que yo supiera
padre, los escasos libros habían sido castigados
siquiera qué eran las palabras, alguna lecturilla
en un rincón por haberme dado la idea de
de grandes proezas humanas.
estudiar literatura, de destruir al mundo y, de
20
Sobre la insanía de leer
paso, construir uno nuevo. La idea de
inocentes y los apasionados, los paseos de la
presumirles a sus amistades a su hija cirujana,
mano, el pecho donde se aseguran nuestros
arquitecta o abogada se diluía entre los
miedos, los sueños compartidos, las caricias
mamotretos que iban invadiendo toda la casa.
secretas y entonces, como todos los vicios que
“Estudiaste lo que querías”, dirán
afectan a quienes rodean al adicto, tarde o
algunos. Sí, pero ¡a qué precio! Ya no puedo ir
temprano, con la confianza y familiaridad del
por las calles y enternecerme con cada pequeño
noviazgo,
que retoza en los brazos de sus padres. No
preguntarle al otro: “¿Préstame este libro?”.
puedo sostener conversaciones donde, ante las desventuras
y
malas
charadas,
alguno
de
los
amantes
osa
Maldita sea nuestra suerte, porque el
algún
sufrimiento vuelve. Sospechas… ¡No! Tienes la
interlocutor espera que yo le profiera palabras
certeza de que el Todopoderoso está jugando
de aliento y optimismo. (¿Para qué decirlas si yo
contigo y puedes sentir cómo te arranca las alas
misma ya ni me las creo?). Porque me doy
para volver al mundo, junto con la bofetada
cuenta que puedo morir sin haber tenido hijos,
que sabes pone a prueba al amor, el cual
sin haber sembrado un árbol y sin haber escrito
supondría entrega total y confianza. Entonces,
un libro (aunque mi pluma insista en destilar
te ves comprometido a soltar algún ejemplar en
litros de tinta); y porque se ha vuelto
las manos del amado para demostrarle que se le
intrascendente acumular fortuna, conseguir un
ama. Sin embargo, pese al amor loco y
trabajo poderoso, comprar una casa grande y
apasionado, después de dejar de sentir las
un auto de lujo. Porque al descubrir el mundo
pastas sujetas con los dedos, se abren nuestros
desde tantas perspectivas, he aprendido a
labios para decir un: “Pero es mío, eh”, y sacar
odiarlo y a tener el granito de esperanza que me
del bolsillo un contrato de préstamo donde, en
lleva a confrontarme cada noche conmigo
el caso de que el amor se finiquite, la otra
misma, buscando una solución para salvarlo,
persona tenga que entregar la mitad de toda su
concluyendo siempre en destruirlo.
biblioteca, si al momento de terminada la
Leer es sufrir a diario. Darse cuenta que todos los días se agoniza. Y los libros se
relación, posee aunque sea un solo ejemplar de nuestra propiedad.
vuelven el único afecto de valor que nos
Confieso que yo lo he hecho y no
enajena para soportar el amanecer del siguiente
porque sea egoísta, ni mucho menos quiere
día. “Existe el amor”, me dirá usted, “el amor
decir que no ame con el corazón a mi amado,
sirve de aliciente para soportar tales desdichas”
quien ha sido la escusa para enfermarme de
y vendrá acompañado de los besos, los
l i r i s m o . L a e x pl i c a c ió n r a d ic a e n q ue ,
21
Karina Posadas Torrijos
simplemente, como los alcohólicos, la culpa no
le venden un libro de arena; al que mató a otro
es del enfermo, sino de esta espantosa
quién sabe por qué; al Orlando siempre furioso
enfermedad que me impide pensar con claridad.
y al Cid campeador; al Fausto, al Don Juan y a
Por desgracia, el vicio y la mala
Altazor cayendo… Y escuchar a Sherezada
costumbre de leer, no tienen remedio. Lo he
contando uno de esos cuentos interminables
intentado todo, incluso quemar mi biblioteca.
para salvar su vida una noche más; y la valentía
Hay noches en que estoy decidida a poner fin a
de Nanahuatzin al inmolarse en la pira para
todo esto y tratar de volver a la senda del bien y
surgir majestuoso como el sol; y las mujercitas;
la
el
y a Truman Capote platicando con su amor
encendedor en la mano, siendo la única
asesino; y a Dante cantándole a Beatriz; y
iluminación del lugar, y dejo caer sobre mí esa
Bocaccio con sus historias indecentes; y al
luz lúgubre donde se develan mis ojos
Marqués con sus historias aún más indecentes;
dementes a la Archibaldo de la Cruz,
y el “poesía eres tú”; y el “yo no lo sé de
protagonista de Ensayo de un crimen de Luis
cierto”; y el “bienaventurados los que sufren”; y
Buñuel, que por cierto, ejemplo más de los
el “¡Rómpete corazón!”; y el “ñam ñam”; y …
normalidad,
pero
cuando
tengo
males que deja la lectura, al provocar la
Leer no deja ningún beneficio. Sólo crea
enemistad entre el autor de la novela, Usigli, y
tormentos, infinitas dudas, muy pocas sonrisas,
el cineasta...
y en muchas ocasiones puñetazos sobre el
Bueno, como sea, ya con el libro en la
rostro. Pese a ello, el gobierno y las personas se
mano donde se dará inicio al incendio, juro que
quejan por el bajo nivel de lectura en el país,
puedo ver… ¡Créame!, puedo ver a Úrsula
por el escaso vocabulario de los niños y
Buendía recorrer la casa y me sigo preguntando
jóvenes, por el desinterés en la cultura. ¿Qué no
si en verdad estará ciega; o a Amaranta Buendía
se dan cuenta que se expone a nuestros niños a
y a Penélope tejiendo y destejiendo juntas sus
un gran peligro? ¿Acaso quieren, en el acto más
mortajas; a Fortunata y Jacinta peleándose por
grande de misantropía, romper la burbuja de la
un Juanito cualquiera; a Raskolnikov perdiendo
felicidad ignorante, quitarles la dicha de no
la cordura por haber dejado caer su machete
saber nada y la posibilidad de vivir en el placer
sobre la inocente hermana de la usurera, muerta
del automatismo?
también pero sin remordimientos; a Aquiles
Pensemos en ellos, en los jóvenes a quienes
persiguiendo a Héctor por la ofensa proferida;
podemos salvar de tan terrible vicio, porque las
al Rey Lear con Cordelia, ya muerta, en los
personas como yo sabemos, que este mal nos
brazos; al hombre que vomita conejitos; al que
lleva a pelear contra molinos de viento.
22
Mi oficio de escribir Por Alejandra C. L.
U
na vez en una clase de
vi una portada en mis pensamientos justo con
literatura
que
ese título y me decidí a abrirlo: las palabras
una escritora comentó en una
comenzaron a surgir en mi cabeza y de esta
ocasión:
manera es como comenzó a construirse la
mencionaron “Escribir
es
un
sufrimiento”. Hasta ese momento, yo nunca lo
historia.
había pensado de esa manera, puesto que para
Como me gustaba tanto, empecé a rayar
mí, el oficio de la escritura era un placer, una
detrás de mis libretas o en algunas hojas vacías
posibilidad de escaparme a otros mundos,
las líneas correspondientes, comencé a esbozar
aquellos que yo siempre quise vivir al juntar
escenarios y, claro, no paraba de contarme la
todas las aventuras leídas en los diferentes
historia en mi cabeza, como he venido
libros de literatura fantástica, así como de los
haciéndolo todo este tiempo.
animes que vi durante mi infancia.
Normalmente para escribir, desde ese
Y pensé: “creo que cada quien tiene su
entonces, utilizo música para describir las
manera de vivir la escritura”. Coincido en que a
acciones, los paisajes y las sensaciones, por lo
veces es un sufrimiento: planear historias y que
que confío mucho en mi reproductor de
de pronto se salgan de control, dándote
música. Y cuando ando en la calle, para
sorpresas que no esperabas, no es nada grato. Y
descubrir nuevas imágenes o sensaciones,
esto es lo que me lleva a considerar en
siempre ando escuchando música.
ocasiones que la historia es la que llega a ti, para
¿A mano o computadora?
que tú seas la voz de la historia y no al revés
He conocido a mucha gente que todas
como muchas veces pensamos: que un escritor
sus líneas comienza a escribirlas frente a la
es el director de aquella obra.
computadora desde que se le ocurren. A mí
Digo eso porque es así como llegó La
parecer, es un poco arriesgado puesto que he
maldición de Roma, novela que se publica cada
perdido obras de esa manera, por lo que, en la
tanto en esta revista. Supongo que muchos de
medida de lo posible, escribo mejor primero a
los lectores se han de preguntar cómo surgió
mano y después paso la historia con todas sus
semejante historia. Pues bien, les contaré. Tenía
anotaciones de las libretas a computadora.
14 años, eran las doce de la noche y no podía dormir. Tratando de hilar imágenes, de pronto
Tengo muchos borradores, eso no lo voy a negar, pero no los tiraría por nada del mundo 23
Alejandra C. L.
a la basura, puesto que a mi consideración es
hay que pensar muy bien qué reacción tendría
divertido ver cómo te equivocaste, checar los
una persona como nuestro personaje ante tal o
rayaderos que hiciste con la idea de que “ya no
cual situación. Por esa razón, yo me pongo a
quiero esto”; para luego tomarlo en cuenta
describir en una libreta con lujo de detalles sus
cuando lo pasas a la computadora. Además,
manías, sus traumas, rasgos físicos, carácter,
creo que al verificar tus borradores, te puedes
para luego ya colocarlo en la narración en
percatar de inmediato sobre lo que puedes
específico; aunque insisto, hay veces que la
mejorar y lo que no, cosa que no sucede con la
historia saca una que otra sorpresita.
computadora, puesto que cuando borras es para
Otra de las cosas que hago es dibujar a
siempre y si quieres volver a colocar una frase
los personajes, para darme una idea de cómo
que te gustó, es probable que ya no la
tengo que describirlos, aunque a veces es al
recuerdes.
revés, primero describo y luego los dibujo. Y
Personajes
esto de los rasgos físicos hay que cuidarlos
Creo que los personajes tienen la esencia
mucho, porque es bien cierto aquello que me
de las personas que conocemos a nuestro
dijeron en la carrera: “la descripción física da
alrededor o un modelo a seguir y quien me diga
una idea inmediata de cómo es el personaje”;
que no, es porque no se ha puesto a analizar a
digo, no por nada por mucho tiempo se
profundidad sus personajes, puesto que no
consideró que las mujeres rubias eran puras e
podemos separarnos de nuestro alrededor, por
inocentes, mientras que las de cabello negro
lo que ciertos rasgos se quedan.
eran las malvadas o, incluso, las hechiceras
No voy a negar, por ejemplo, que a
capaces de aniquilar a quien se metiera en su
Xavier lo creé a partir de modelos chicos lindos
camino pues, ¿no acaso el negro es símbolo de
para mí a los 14 años, conjugado con la
oscuridad?
personalidad de uno de mis mejores amigos,
Investigaciones y observación
que era muy dado a hacer bromas o que Adela
El escritor debe tener muy en cuenta la
la creé a partir de los rasgos físicos descritos en
observación de lo que sucede a su alrededor
“El Perfume”. Y es que ciertas características
para otorgar un buen pacto de ficción.
de lo que lees o ves se van quedando en tu
Y si desea hablar de un suceso en el pasado, o
consciente.
colocar su historia en una época distinta a la
Sin
embargo,
conforme
uno
va
suya, debe investigar muy bien cómo se
escribiendo, les va dando su toque, de acuerdo
conformaba la sociedad en aquel tiempo para
a las escenas que se van presentando, porque
otorgar un relato de veracidad, puesto que
24
Mi oficio de escribir
muchas veces puede cometerse el error de
Por lo que trato de no parar de leer e
ubicar un evento en un lugar donde no pasó
investigar. Especialmente, porque mi obra se
nada, colocar costumbres que no son acordes
centra en diferentes épocas, al igual que en
con la época (me ha pasado). Por eso mismo,
criaturas mágicas, leyendas y mitología, cosa
no basta sólo con escribir, sino que también
que uno no sabría de su existencia si no fuera
debe uno estar leyendo. Una vez, hace muchos
por los libros.
años leí: “para ser un buen escritor, uno tiene que ser un buen lector”. Y agrego otro: “para escribir, primero se necesita leer”.
25
La GalerĂa
La Galería
Moreliana y madera. Karina Posadas Torrijos, fotografía a color.
Moreliana piensa que el alma de los árboles se queda en cada objeto hecho con ellos. Eso explica por qué se escucha el crujir de muebles y puertas por las noches, pues lo que se cree como un fenómeno físico de dilatación, no es más que un simple sistema de comunicación ininteligible para nosotros. Así, los muebles recuerdan cuando el viento agitaba sus hojas, el canto de las aves al pasar y a los niños jugando sonrientes, en vez de apacibles, sentados en ellos.
27
Realidades Por Sergio Fernando Palacio Pérez
L
os demonios se sirven con el cáliz de mi sangre,
Mientras antiguos dioses se burlan de mis circunstancias, Los fantasmas de mi vida me atormentan, Introduciéndome a la dama de hierro por mis crímenes, Mi pregunta es: ¿Qué fue lo que cometí? O acaso todo lo que veo es una ilusión, ¿Y sí sólo soy una hormiga más en la palma del universo? Estando rodeado de mudos y sordos, Dentro de un cementerio de bustos rotos, Los cuales son los rostros de quien fui, Mientras recibo puñaladas y escupitajos, ¿Acaso debo sufrir mientras otros gozan felicidad? Soy ceniza de ave fénix maldito, que no puede renacer, Estrella caída, castigada a no ver la luz de nuevo, Para poder convertirme en el caballo salvaje mancillado, El león que gozó de ser salvaje y hoy yace muerto por dentro, Con mis nudillos sangrantes, mi lengua seca, Viajando como paloma con alas rotas Y me pregunto: ¿Qué significa este camino?
29
La maldición de Roma Por Alejandra C. L.
D
7 La leyenda del cetro mágico ebido a que no tenían un mapa que los condujera hacia la casa de Amelia, no se valían de otra cosa para ubicarse que la ballesta. Y a veces, cuando pitaba molestamente, era porque María y Martha en ese instante tenían una discusión, así que por lo general se desubicaban y ya no
sabían en ocasiones si hacerle caso al sonido de la ballesta. —De verdad, ya me cansé de no encontrar una ciudad —se quejó Xavier una noche— mis pobres manos ya se cansaron de arrear los caballos. Y —suspiró—, los víveres ya se nos acabaron. En los malditos pueblos no encontráis casi nada y, claro, sin dinero no nos dan nada —volteó a ver a su madre—. Si llegamos a una ciudad, ¿me dejaría trabajar por un ratito? —Es como si dijeras que pretendéis acabar con esto —reprendió Victoria. —Yo no pedí estar en esta misión —bufó Xavier— y no estoy diciendo eso, sólo que necesitamos dinero para los víveres. —Pues no os tenéis que preocupar por eso —dijo Iván que contemplaba la ventana— por allá lejos hay un pueblo más o menos del tamaño de Zacatecas. —Bueno, Xavier, a lo mejor es una ciudad minera como la mía —sonrió María después de asomarse a la ventana. —Eso espero porque necesitamos muchos víveres —anheló Xavier— para este viaje tan largo. Y —miró suplicadoramente a Victoria— déjeme trabajar para tener dinero. —Está bien, Xavier, sólo por unos días —sonrió Victoria— y porque necesitamos víveres. —¡Viva! —exclamó Xavier dando saltitos por la habitación. —Pues yo creo que lo conveniente ahora es buscar asilo, ¿no? —sugirió Adela—, pero será mejor que sea en una casa donde trabajemos de algo. En aquel instante Iván comenzó a temblar. Un sudor frío le recorría la frente y parecía estar a punto de entrar en un colapso nervioso. —¿Qué tenéis, hermanito? —preguntó María asustada al ver cómo Iván se balanceaba de un lado para otro con los ojos muy abiertos de par en par con susto. —Aquí hay muchos fantasmas —sollozó Iván—. No quiero entrar.
30
La maldición de Roma. Capítulo 7. La leyenda del cetro mágico
—¿De qué estáis hablando? —preguntó Adela asustada. —Las minas ocultar muchos secretos —anunció una voz aburrida desde el rincón— es lo que referir Iván. —Martha, por eso os admiro —exclamó Xavier. La chica agachó la mirada ruborizada. —¿A qué os referís? —preguntó María conmocionada, luego volteó a ver a su hermano que tenía la mirada agachada en el suelo, aún asustado. —Tierra de ranas —leyó Adela al mirar por la ventana la entrada con la inscripción Guanajuato. —¿Teméis entrar acaso a Guanajuato porque fue el último lugar que visitó papá antes de morir? —inquirió María con cautela, pues aún era muy sensible tocar el tema de la muerte de su padre. Iván levantó la mirada con ojos tristes y negó con la cabeza. —The city is hiding many secrets —dijo Martha—. It’s beautiful, but rather specters don’t have the eternal rest. —Dilo en español —reclamó María con aburrimiento. —La ciudad esconde muchos secretos, es hermosa, pero raros espectros no tienen el descanso eterno —tradujo Xavier. —Entonces eso, ¿es a lo que teméis, Iván? —preguntó con dulzura Victoria. Iván asintió—. No os pasará nada. Os lo prometo. Al día siguiente mientras buscaban hospedaje y trabajo para Xavier, lo cual les resultaba fácil ya que su atractivo le ofrecía muchos puestos pero él los rechazaba, pues no quería ser acosado sobre todo sí de salir se trataba; Iván asustado miraba para todos lados señalando fantasmas que se aparecían en los callejones. Guanajuato, al igual que Zacatecas, era una ciudad minera en la que se podían distinguir las soberbias casas de los peninsulares y algunos criollos, poderosos hacendados que dentro de su propiedad había por lo menos una veta de oro y plata. María sorprendida de los grandes callejones, no sabía para donde voltear, sobre todo porque estaba admirada de la cantidad de monasterios en el lugar, Iván se mantenía aferrado a la túnica de su hermana escondiéndose de los espectros que solo él veía. Al comenzar la noche, arribaron a una colina muy empinada que estaba alejada de la ciudad. Xavier estaba feliz porque acababa de conseguir trabajo en el archivo de la Iglesia, solament e
31
Alejandra C. L.
ordenando las fechas de nacimiento y defunciones. —¿No es hermoso? —sonrió Xavier— así nadie me ve como si jamás hubieran percibido un hombre en su vida. —Sí, pero os quedaba mejor el de panadero —dijo Adela con sarcasmo—, con vuestra canasta de pan cargando sobre los hombros para que llegaran los pájaros y se comieran todo el pan. Al llegar con vuestro dueño os regañaría y ya no duraríais ni un día —terminó con una carcajada. —Ja, ja, qué graciosa —replicó Xavier con fastidio. — Mirad— señaló Iván una luz en la cima de la colina— una luz, no hay fantasmas, es una casa. Con cautela subieron la colina y al llegar a la casita que parecía de una sola habitación, sin el esplendor de las residencias dentro de la ciudad, les abrió una anciana con una hermosa hija que tenía las mismas facciones que Martha. La anciana aceptó darles asilo, así como también algunos víveres para el viaje. —Ah, qué amable señora nos salió ahora —dijo Xavier después que la señora comenzará a acomodar las camas—. Ojalá así fuera mi mamá. —¡Xavier! —espetó Victoria. —Sólo decía —anunció éste con inocencia—. No se la crea, no se la crea. Los demás se rieron, con excepción de Martha que no sabía qué habían dicho. Aquella noche Iván no durmió bien. Constantemente soñaba a una mujer con aspecto extraño que lo invitaba a entrar a un anillo perteneciente a algo resplandeciente. Se despertaba inquieto para luego escuchar dentro de su cabeza: “El último anillo del cetro mágico posee el verdadero poder para destruir la maldición”. Al amanecer, en el desayuno, Iván comentó su sueño sin importar que las mujeres ajenas al equipo Balzac estuviesen ahí. Victoria dejó caer la cuchara cuando la muchacha dio un grito de sorpresa. —¿Qué estáis diciendo? —inquirió con sorpresa Victoria, pues no podía concebir que el niño hubiera visto eso. —La mayor entre los muertos es quien poseerá el cetro mágico —dijo Iván con la mirada perdida y una voz ronca y profunda muy diferente a la que el niño poseía. Todos abrieron los ojos de par en par atónitos a lo que acababan de escuchar, con excepción de Xavier. —Son puras tonterías —sonrió éste al ver el espasmo que había causado en todos los dicho— sólo es un sueño, ¿quién dice que los sueños son reales?
32
La maldición de Roma. Capítulo 7. La leyenda del cetro mágico
—Muchas de las desgracias se anticiparon con sueños —declaró Adela—. Así que hay que tomar en cuenta lo que dice Iván. Además… ¿Qué cosa es el cetro mágico? —Alguna vez en mi infancia escuché algo sobre él —murmuró Victoria preocupada—, decían que sólo era un mito, que no existía pero, de ser cierto, era lo único que podía matar a Amelia. La chica estaba temblando del miedo al escuchar esas palabras, mirando constantemente a su madre que parecía no haberse percatado de lo que acababan de decir. —Por favor, no mencionéis esto enfrente de mi madre —suplicó la chica en susurros con un extraño acento parecido al de Martha, salvo que ella hablaba con delicadeza—, si queréis saber algo sobre ese cetro mágico, buscad en los archivos de la Iglesia, seguro ahí hay algo. Pero, por favor, no mencionéis nada. Todos se quedaron atónitos ante lo que acababan de escuchar. Se suponía que ninguna persona ajena a la familia Balzac, salvo amigos demasiado íntimos, tenía que saber de su misión. —Ha de ser una clave para acabar con la Maldita —dijo Xavier con petulancia— gracias linda —y acto seguido salió de la casa, acompañado por la comitiva del equipo. ***** —Pues no hay nada en los archivos de la Iglesia, salvo de una mujer que vivía en la casa #43 del Callejón de La Condesa, donde tenía guardado un cuadro de una mujer con un extraño cetro. La quemaron —anunció Xavier preocupado, cuando regresaban a la casita en la colina—. Si no, pues a lo mejor y le preguntábamos. Mamá, ¿hubo otro Balzac que llegó aquí a la Nueva España, antes que mi tía Laura? —Sólo un tío mío que murió al llegar al puerto de Veracruz, pero no conozco a nadie más —respondió Victoria, luego dudó un poco—. A menos… —¿A menos qué? —inquirió Adela con curiosidad. —No, no lo creo —negó Victoria. Al llegar a la casita de nuevo los atendieron bien. Ellos, sin importar la advertencia que les había hecho la muchacha en la mañana, siguieron platicando sobre la premonición de Iván como algo cotidiano en sus vidas, sobre todo por el legendario cetro que tanto los intrigaba. —Por favor, ya no lo mencionéis —volvió a suplicar la muchacha, esta vez casi llorando—. Mi madre se pone muy mal al escucharlo. —¿Por qué? —preguntó Xavier muy interesado con cierta intriga—. ¿Acaso sabéis algo de ese cetro mágico?
33
Alejandra C. L.
—Solamente lo que mi madre me platicó. Algo sobre una pintura que hay en una casa, que una bruja anda persiguiendo a la reencarnación de un chico… —calló la mujer asustada, tapándose la boca con una mano. Agregó con un susurro, sin dejar de temblar en la voz—: Por favor, ya no digáis nada, os lo suplico. —No lo entiendo —susurró Victoria—, la reencarnación de Armando debe aparecer dentro de 230 años, ¿por qué la está empezando a perseguir ahora? —Una pregunta muy interesante debo admitir —dijo Xavier y tomó un sorbo de su chocolate que le acababan de servir. —En el libro de los elegidos debe haber algo —sugirió María y a continuación lo comenzó a hojear. ¡Cuál fue su sorpresa, al ver una silueta extraña detrás de ella que parecía abrazar a Iván! María se levantó de un brinco asustada, dio un grito y aventó el cuadernillo hacia la taza de Xavier que se cayó derramando el chocolate por la mesa. —¡Pero qué demon…! —exclamó Xavier al ver como el chocolate recorría la mesa como un río café, sin embargo, se interrumpió al ver la figura extraña en el libro y cogió el librillo antes de que se ensuciará por el chocolate—. ¿Qué es esto? —¿Cetro mágico? —preguntó Martha con inocencia casi a gritos. —¡No! —gimió la dueña del lugar tirando los bocadillos de la cena y tumbándose en el suelo. —Are you fine? —preguntó Martha al tratar de levantarla. —Dice que si estáis bien —tradujo Xavier al ver la cara de ingenuidad de la anciana. —No es necesario que me traduzcáis joven —contestó la mujer con frialdad—. Ahora, sí me hacen el favor de irse de aquí… —Pero, ¿por qué? —enjaretó Iván. Era el único lugar donde no tenía miedo. —¡Mildred, hacedme el favor de sacarlos de aquí antes de que sea tarde! —gritó la señora. La chica asintió y trató de sacarlos, pero el equipo Balzac fue muy astuto al protegerse con un escudo para que Mildred no los sacara. —Decidnos que teméis del cetro mágico —murmuró Xavier con chispas en los ojos. Aquella mirada profunda y penetrante se volvía fría sin ningún brillo, y eso lo hacía ver más guapo. —El cetro mágico está reservado… —Suspiró Mildred, pues la mirada del chico y la forma en cómo habían convocado el escudo de protección, la asustó. Sabía que eran más poderosos que su propia madre, una cabalista, ahora ya retirada, al servicio de Amelia, escondida de la Inquisición;
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La maldición de Roma. Capítulo 7. La leyenda del cetro mágico
la zahorí le había hecho un embrujo: cuando los chicos entrarán a Guanajuato y se enterarán del cetro mágico, la señora se transformaría y raptaría a la más pequeña. Pero a Mildred ya no le importaba, su madre estaba incluida en aquella Maldición de Roma desde un principio. —El cetro tiene grandes poderes, incapaces de controlarse, matando incluso a quien lo use. —¿Pero qué tiene que ver con Amelia y la familia qué estamos protegiendo? —susurró María intrigada. —El cetro mágico sólo puede acabar con Ella, él y quien lo use. —¿Por qué buscan en este momento a la reencarnación de Armando y al cetro mágico? —volvió a preguntar María. Mildred no supo contestar, se escuchó un grito desgarrador. Todos voltearon y vieron como la señora se transformaba en un extraño ser con cabellos demasiado blancos como la espuma del mar y su piel se caía en el suelo mientras otra más arrugada y del color de la tierra mineral la iba sustituyendo. La muchacha rompió el escudo con una espada de luz que guardaba en el cinto y jaló a todos hacia fuera por medio de la magia, explicándoles de la maldición que se cernía sobre su madre. Al llegar al carruaje, Mildred se transformó también pero, a diferencia de su madre, a ella le salieron alas y su rostro angelical se iluminó. —La única forma de que no caiga en la maldición de mi madre es que me deis algo muy valioso para vosotros —anunció Mildred con tristeza—. Que no les va a servir en este viaje, sino en el otro. —¿A qué os referís? —inquirió Adela mientras veía la ballesta con tristeza. Xavier miró la figurilla de una virgen que sostenía María con fuerza. El chico se la arrebató. —No, no Xavier, es un regalo de mi madre —chilló María—. Es mi protección, me ayuda a pensar en ella. —No os preocupéis, ella nos los devolverá cuando sea el momento —dijo Xavier dulcemente al ver la tristeza de María—. Vuestra madre siempre estará con vos, sin necesidad de que tengáis una extraña figura. Ya veréis cómo lo vamos a recuperar cuando de verdad la necesitemos. —María asintió con sollozos. Xavier en cambio puso la figura en manos de Mildred y agregó: —Mildred, ¿veis la punta de aquél cerro? —señaló un montículo atrás de la casa de ella, la chica asintió—. Esperaréis abajo todo lo que sea necesario para regresarnos esta virgen. El primer chico que os suba hasta la punta de esa loma seré yo, pues, según las profecías de mi familia, reencarnaré para recuperar algo que dejé hace mucho tiempo. Sólo a ese chico le devolveréis la figurilla y entonces será cuando la necesitemos. No importa si pasan siglos para que vuelva.
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—¿Y cómo sabré sí sois vos él chico que me la dejó? —preguntó Mildred dulcemente. —La señal será esta: Vendrán varios, lo sé, pues se difundirá la leyenda; pero sólo habrá uno que no volteará hacia atrás mientras os sube a la cima. Aunque esté a punto de caerse y le gane la tentación de saber cuánto ha subido, no volteará. Si voltea uno de ellos hacia atrás, entonces os desvaneceréis y ellos serán devorados por una serpiente. —Con aquellas palabras Xavier hizo uno de los más extraños encantamientos pues, mientras lo decía, Mildred se elevaba poco a poco asintiendo con la cabeza. Cuando ya estaba a escasos centímetros a la altura de Xavier, el chico le dio un beso en la mejilla y Mildred se perdió en el cielo con el resplandor de una estrella. Martha dio un brinco con coraje y golpeó a Xavier. —¿Yo qué hice? —chilló Xavier con ojos llorosos, sorprendido al ver los ojos de Martha que mostraban centellas de fuego. Al poco rato sonrió, le dio una palmadita a Iván en la espalda: —¡Me ama! —exclamó con brillo en los ojos mientras se sobaba la mejilla. Cuando se metieron al carruaje, Xavier lo hizo andar con rapidez. No quería encontrarse con aquella figura extraña que había dejado desamparada a la doble de su querida. Sin embargo, la bruja se les apareció en menos de cinco minutos, parándose enfrente de los caballos. El chico los tranquilizó al verlos asustados y piafando de miedo. —¡Armando! —comenzó por gritar la bruja con una voz aguda—. ¡Armando! —¿Armando? —inquirió Xavier confundido. Reaccionó y movió la cabeza para todos lados, tratando de encontrar alguien entre las calles empedradas y oscuras de Guanajuato—. No creo que se refiera a… —¡Armando! —seguía gritando la bruja—. ¡Armando! —¿Podrá ser qué…? —Xavier se miró a sí mismo, preocupado. Jaló la cuerda de los caballos para forzarlos a dar la vuelta y evitar que la bruja se abalanzara por él. Mientras tanto, adentro del carruaje, Adela perpleja comenzó a buscar entre los presentes sí había alguien más, pero sólo consiguió ver los rostros de espanto de cada uno de los integrantes que se encontraban en ese lugar. Victoria, quien era la única que no parecía alterada, aventó a María y Adela para que le hicieran frente a la bruja. Antes de que se negaran a salir, Victoria ya las había arrojado a la acera, cerrando la puerta detrás de ellas. —¿Y ahora qué? —preguntó María algo enojada, mientras se levantaban del suelo. —No sé —contestó Adela indignada, preparando la ballesta—, preguntadle a la loca de vuestra tía. María caminó temerosamente hacia la bruja con miedo.
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—¿Y para qué lo querréis? —preguntó con temor al estar frente a la figura. —¡Armando! —gritó la bruja mientras se abalanzaba sobre María. —¡Yo no soy Armando! —chilló María mientras corría a refugiarse en los brazos de Xavier. Éste, al ver que su prima atraía al espectro, abrió los ojos espantado ya que pensó en su accidente de Zacatecas. María gritó: —¡Mi nombre es María y soy mujer! ¿Verdad Xavier? —miró con dulzura a su primo. —No sé, a mí ni me preguntéis —anunció Xavier con sarcasmo. Se separó de su prima, la aventó de nuevo a la acera y corrió hacia la entrada del carruaje aporreando con fuerza. Ya no le importaba si los caballos volteaban la diligencia, sólo quería salvar su vida, pues gritaba mientras iban a abrirle—: ¡No quiero morir tan joven! María resignada, mientras le abrían a Xavier, se levantó y caminó hacia el espectro. —Decidme, ¿para qué lo querréis? —Yo no, Ella es quien lo quiere —dijo la bruja con un susurro. —¿Acaso os referís a Amelia? —pronunció María con naturalidad y un viento frío pasó, haciendo que su cabello ondulara por el aire al igual que su vestido. La bruja rió con una risa maligna que María reconoció inmediatamente. “No puede ser” pensó con miedo, “pero puedo sentirla. No puede ser Ella, no es Ella”. —Si querréis que se salven vuestros amigos de las torturas que siguen, ven Balzac y sacrificaos por ellos —dijo una voz fría con un extraño toque de amabilidad. La mujer le extendió la mano. María vio la mano con extrañeza. Todo comenzaba a parecer dudoso, creía que la bruja la confundía con su antecedente, incluso Amelia a quien consideraba muy inteligente. Sin embargo, aún estaba en duda la reencarnación de Armando Balzac de la cual se hablaba en la primera profecía y de la que había hablado Victoria días atrás. Pero… ella no podía ser la reencarnación, porque él nacería 230 años después. A menos que… —Lo que teméis Amelia es que nazca, ¿no es así? —rió María con malevolencia—. Yo voy a ser la que de origen a su nueva reencarnación, por generaciones hasta que vuelva a nacer. Por eso me queréis llevar, ¿no es así? La cabalista hizo una mueca desagradable y se abalanzó sobre María. Ella abrió los brazos esperando lo inevitable, esperando que se la llevaran, no estaba dispuesta a que sus amigos sufrieran por que en su descendencia reencarnaría Armando Balzac. —¡No! —gimió Adela en el silencio al disparar una flecha perdida a la bruja, quien ardió inmediatamente. 37
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—¿Por qué lo hicisteis? —reclamó María después que el hechizo se hubiera desvanecido, sin voltear a ver a su amiga. —No voy a dejar que muráis sin mí. Prometimos acabar con esta misión juntas María, y no voy a dejar que os vayáis así, sin dejarme vengar a mis padres —replicó Adela. —Vaya, parece que os queréis llevar el crédito —rió María con amargura, luego volteó a ver a su amiga con una sonrisa amable en sus labios—. Por eso… os admiro. Pero… ¿Qué le pasa a mi tía? ¿Sacrificarme así? Está loca. A continuación comenzaron a reírse mientras se abrazaban y caminaban hacia el carruaje. Sin embargo, antes de entrar, Adela se soltó de María con espasmo y comenzó a temblar. —¿Qué pasa? —preguntó María asustada, pues era raro que de un momento a otro estuvieran riéndose y de repente Adela la viera con miedo. —¡Alejaos de mí! ¡Alejaos! —sollozaba Adela tratando de separarse lo más que podía de María. A continuación aporreó las puertas del carruaje—: ¡Abridme, por favor! ¡Abridme! La puerta fue abierta por Martha quien les sonrió felizmente. —¿Bien todo? —preguntó con una sonrisa—. ¿Porqué espantada, María? —¿Acabaron con ella? —preguntó Victoria asomando la cabeza por detrás de Martha, antes de que una de las dos chicas pudieran responder a la pregunta de Martha. —¿Y os atrevéis a preguntar después de lo que la pobre María tuvo que sufrir? —replicó Adela con rencor, mirando a Victoria fría y calculadoramente. Victoria la contempló severamente y Adela suspiró con furia al ver a Xavier escondido debajo de uno de los asientos, demasiado asustado y abrazándose a Iván como un niño de cinco años. —¡Eres un cobarde! —espetó Adela mientras jalaba a Xavier de los cabellos para sacarlo del lugar donde se había ocultado—. ¡Tú debías ayudarnos! —siguió gritando y a continuación le dio un golpe en el estómago con la base de la ballesta, los demás, quienes habían volteado a ver inmediatamente que Adela comenzó a gritar, abrieron la boca de espasmo. Victoria trató de disuadirla pero mientras la mujer la apartaba de Xavier, la chica le seguía gritando—: ¡Tú no eres hombre! ¡Eres todo menos un caballero que debe ayudar a las doncellas en peligro! —¡Hoy no es mi día! —jadeó Xavier ya que apenas podía respirar por el golpe que le había dado Adela. Se apretaba con las dos manos el estómago, como si quisiera retener el poco aire que le quedaba. María, intrigada como los demás por el comportamiento feroz de su amiga, se empezó a reír
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por la forma en cómo Xavier había chillado momentos después que Adela acabara de mencionarle insultos, reprimiéndoselo rápidamente al recordar la actitud de su amiga momentos antes de que entraran en el carruaje. —Por nada, Martha —contestó secamente María mientras pasaba. —What happened? —inquirió Martha mientras pasaba María con extrañeza. —¿Cuántas veces os tengo que repetir que habléis en es-pa-ñol? —espetó María. Martha arqueó las cejas. —I just wanted to know if you were fine with the witch out there —susurró mientras cerraba la puerta. —Decidme, ¿qué pasó allá afuera que alarmó a los tres? —inquirió Victoria con severidad, mirando penetrantemente a través de sus ojos azul profundo a María, Adela y Xavier. —Pues… —Xavier se levantó jadeante— la bruja esa se quería llevar a María. —Yo intuyo que es porque en mi descendencia va a nacer la reencarnación de Armando Balzac —dijo María con petulancia—. Por eso creo que gritaban Armando. —Tal vez —suspiró Victoria—. Amelia quiere acabar con esa familia de una vez, por eso no puede permitir que Armando vuelva a nacer. —María tenía un aspecto extraño después que maté a la bruja —argumentó Adela asustada. —Y… ¿eso qué nos importa? —ladró Xavier, estaba sumamente molesto por la actitud de Adela al entrar. María se acercó a Adela, pero esta se alejó de ella asustada, sacando los ojos de espanto. —¿Por qué esa actitud? —preguntó María intrigada—. ¿Qué es lo que vistéis afuera? —Yo… yo… estoy confundida —contestó Adela con agitación—. ¿Quién sois vos en realidad? —agregó asustada, mientras miraba a María como si no creyera en que era ella la que estaba frente a sus ojos—. ¿Por qué seis luces extrañas sobrevolaban como luciérnagas a vuestro alrededor María? —Yo, yo —María comenzaba a alterarse— no sé de qué me estáis hablando. —¿Por qué cuando me quise acercar, esas luces se pusieron enfrente de vos, como una barrera, dispuestas a atacarme? —siguió sollozando Adela. —Yo… yo… —María no sabía que decir. —¿Las conjurasteis acaso porque estabais enojada por lo que acababa de hacer con la bruja? —siguió preguntando Adela alterada. Todos seguían la conversación, espantados y mirando a María con otros ojos.
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—¡No lo sé! —vociferó María a punto de llorar. Se dirigió a la ventana—. Yo no las conjuré —susurró con tristeza. —Cetro mágico —susurró Martha—. Cetro mágico tener que ver. —Tal vez —concluyó Victoria con agonía pues estaba sorprendida de lo que acababa de decir Adela. —Será mejor que vaya yo sola —anunció María—, así les ahorraré menos problemas. —Vamos —sonrió Xavier—, la profecía dice que son cinco niños y una anciana, sin ofender, madre —agregó Xavier con delicadeza. —No hay problema Xavier —sonrió Victoria. —… y no vamos a dejaros sola en esto. Si habla así la profecía, es porque debe ser de ese modo —terminó Xavier. María bajó la mirada con tristeza. Aún tenía miedo y más con lo que acababa de mencionar Adela. ¿Qué quería decir con seis luces? En la mañana del día siguiente, en el desayuno, Martha sugirió que lo mejor era ir a la casa de la supuesta pintura para averiguar sobre aquel mito y sí tenía alguna relación con la transformación de María, acaecida la noche anterior. —¿Acaso tenéis que creerle todo a esa impertinente? —exclamó Xavier después que Martha hubiera terminado de hablar, refiriéndose, por supuesto, a Adela. —Pues si quieres no me hagas caso —replicó fríamente ella. —Entiende, Xavier, que es un caso extraño —dijo María asustada. —¿Entender qué? —aulló el chico y aventó la sal a Iván que trataba de alcanzarla. —Pues… esas extrañas luces —suspiró María— no son… normales. —¿Por eso se emocionan? ¿Por una visión de…? —volvió a aullar Xavier, luego con cierta furia susurró a María—: Bueno, vos sabéis a que me refiero, María, ella no es como nosotros. —Stupid! —estalló Martha al escuchar las palabras de Xavier—. ¿Querer herir sentimientos de Adela? —No, no os enojéis, Martha —suplicó el chico y abrazó a la chica, pero ella se soltó. —No os preocupéis por mí —recompensó Adela con una sonrisa—, sí no me quiere creer es su problema. —Maldita —bufó Xavier. —Sí, desde que nací —replicó Adela— pero tú más. En ese instante la ballesta comenzó a pitar pero su sonido era parecido al latido de un
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corazón, el zafiro parpadeó. Al escucharlo, todos se quedaron extrañados e incluso Adela no supo a qué se debía. —¿Qué es esa casa fea? —preguntó Iván mientras señalaba por la ventana una vieja casa colonial que había tenido en algún momento cierto esplendor. —La casa de mi tía viuda —anunció Victoria con sorpresa—, murió por quema. Ella transportó los pergaminos de Armando acá, aunque no sé por qué. Al escuchar esto, Xavier paró el carruaje y todos bajaron con inquietud. Al entrar a la casa se dividieron de dos, con excepción de Xavier y Martha que se fueron solos. Después de tres horas de búsqueda resonó por toda la vieja mansión un grito de euforia. —Xavier encontró algo —le dijo María a su hermano e inmediatamente corrieron hacia el lugar de donde provenía el grito. Al llegar a la habitación oscura y lóbrega, encontraron a Xavier dando saltitos de júbilo. —¡Mirad, mirad! —exclamaba mientras señalaba hacia la pared. Los demás chicos y Victoria voltearon hacia donde Xavier apuntaba. La pintura que Xavier había descrito hacía apenas dos días estaba colgada en la pared, con la excepción de que estaba rasgada como sí la hubieran querido desprender, aunque todavía se distinguía perfectamente la silueta de una mujer. En la esquina firmaba Thomas Balzac. —Es una mujer joven —murmuró Victoria e inmediatamente volteó a ver a su sobrina con una sonrisa. María estaba sorprendida. No oyó lo que había dicho Victoria. Se acercó a aquel retrato misterioso, inquieta no sólo por la hechicera retratada que miraba con esa tristeza infinita dibujada en sus ojos y vestida con una túnica negra, sino también porque atrás de la mujer había miles de jóvenes con capa, de una belleza extraña parecida al de la hechicera. María extendió su mano para sentir la tela en que estaba dibujada la doncella, pero al tocar la pintura miles de cuartillas comenzaron a caer del fondo del cuadro, deshaciéndolo. El equipo Balzac estaba atónito ante lo que acababa de acontecer y María con una extraña felicidad, que no entendía, comenzó a bailar y dar vueltas mientras los pergaminos caían al suelo como las hojas de los árboles en otoño. Cuando terminaron de caer los miles de pergaminos, María y los demás comenzaron a juntarlos. Algunos tenían dibujos, otros varios escritos y unos tantos incluían títulos interesantes en latín. Al terminar de juntarlas asemejaba un cuadernillo de miles de hojas. —¡Esto es lo que quería encontrar! ¡Viva, viva! ¡Viva yo! —exclamó Xavier con alegría. —Yo encontré los pergaminos —se defendió María.
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—Pero yo la pintura, así que… ¡Disfrutemos juntos! —exclamó Xavier abrazando a María para dar después saltos. La muchacha se sintió extraña con un insólito cosquilleo que le recorría por el cuerpo. Martha agarró las hojas recién terminadas de ordenar. —Folius —pronunció e inmediatamente las hojas comenzaron a ordenarse solas, las cuales al volver a su regazo organizadas, se empastaron con un cuero de animal—. Ya no llevar el viento vuestras hojas —mencionó Martha con una sonrisa cuando se las entregó a María. —Gracias —agradeció ésta. Salieron de la mansión y mientras caminaban hacia el carruaje, María comenzó a hojearlas, ansiosa por saber su contenido: “¡Aún con su tristeza infinita, acabará con vos, Amelia! ¡El cetro la reconocerá y le temeréis por siempre, por haberla despertado!” Armando Balzac Al leer la cita que se encontraba a mitad del cuadernillo, María dio un grito de júbilo. —¿Qué ha pasado? —preguntó Adela sorprendida por el comportamiento de su amiga. —¡Habla de una profecía hecha por Armando! —exclamó con emoción María y a continuación leyó la cita. —¿Será el libro de las profecías de Armando Balzac? —interrogó Xavier cuando concluyó María. —Yo sólo sé que Tomás Balzac fue el único que supo todas las profecías de nuestro primer descendiente —explicó Victoria. María sonrió. Estaba segura, aunque no entendía por qué ese cuadernillo contenía las profecías de Armando, escritas hacía 1297 años. Comenzó a hojear cuando subían al carruaje. Ya adentro, María se sorprendía cada vez más al encontrar infinidad de dibujos sobre espadas, anillos e incluso sobre la maleta de cristal que Martha utilizaba. Pero de lo que más se explicaba era del cetro mágico, sobre sus partes, los hechizos que podían realizarse con él y los efectos de los mismos en el hechicero que lo utilizará. Cuando Iván se acercó, María leía rápidamente el hechizo más potente que podía hacer aquél báculo, un hechizo que podía acabar con la vida de quien lo poseyera al momento de hacerlo: el llamado “Mucha Miseria”.
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Fecha de publicación
Temática
No. 14
3 de septiembre
Violencia
No. 15
1 de octubre de 2012
Comunicaciones. Los lenguajes y las lenguas.
No. 16
5 de noviembre de 2012
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