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Abril 2012
No. 9
¿y de quién son?”, dijimos con la curiosidad al filo de los ojos. De mi general
al camposanto”.
“¡Tripitas, qué bonitas!
Sobarzo–dijo el mismo soldado-,las llevamos a enterrar
La pluma en la piedra Consciente de la responsabilidad social y cultural que tiene con el medio ambiente, imprime sus páginas en pantallas 100% recicladas. Todo esto se logra con el apoyo del equipo editorial, de los amables seguidores y de los aguerridos colaboradores, quienes, sin ellos, nos veríamos en la penosa necesidad de hacer avioncitos de papel. Gracias a todos por continuar leyéndonos cada primer lunes.
Portada: William-Adolphe Bouguereau, At the Edge of the Brook, 1879. Cita: Nellie Campobello, Cartucho, 3a. ed., Factoría Ediciones, México, 2003, p. 59. Derechos Reservados. La
La pluma en la piedra es
pluma en la piedra , Toluca, México, No. 9, abril 2012. una publicación mensual e independiente de distribución
gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citando la fuente.
Escribieron este número:
Amanda García Moreliana Negrete Alejandra C. L. José J. González
Fotógrafa
Karina Posadas Torrijos
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Editorial 5
Artículos y ensayos Quejas de infancia Amanda García
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Moreliana Negrete
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Memorias
Galería Moreliana en el arroyo Karina Posadas Torrijos
Creación literaria La maldición de Roma. Capítulo 4: El cuarto elemento Alejandra C. L. 15 Voy a donde han ido las moscas del verano, trata de alcanzarme José J. González 29
Convocatoria 50
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T
odos los que formamos el heroico cuerpo editorial de
La pluma en la
piedra, cuando niños, nos enseñaron que nuestro planeta se encontraba en el Sistema Solar, el cual estaba compuesto por una estrella (el Sol) y nueve, sí, nueve planetas: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano,
Neptuno y Plutón. Así es, nueve planetas que fueron memorizados al dedillo para el examen de Geografía. Cuál va siendo nuestra sorpresa que, ya en la edad adulta, los científicos nos informan que toda nuestra infancia vivimos equivocados, que el pobre de Plutón no era un planeta, sino otra cosa y nada más. ¡Ah, la niñez! Años dorados de magia, cuando nos creíamos todo lo que nos contaban y donde la felicidad corría a raudales… o al menos eso dicen quienes tuvieron el valor suficiente para reprimir todos los malos recuerdos e injusticias de las que fuimos víctimas. En honor a aquellas desventuras que determinaron y traumaron a la persona que hoy se encuentra hojeando esta magistral publicación, se presentan con bombo y platillo: “Quejas de infancia” de Amanda García y “Memorias” de Moreliana Negrete. Para acompañar algún trago amargo, Karina Posadas Torrijos nos regala “Moreliana en el arroyo”, fotografía que forma parte de la colección: Las andanzas de Moreliana, proyecto realizado con la valiosa participación de la famosa modelo y poeta Moreliana Negrete. Como postre, en la sección favorita de todos, Alejandra C. L. nos deleita con el cuarto capítulo de La maldición de Roma: “El sexto elemento”, en tanto, José J. González nos muestra un poema iniciado por Harry Haller y el cual él ha intentado concluir. Ésta es La
pluma de abril y quien la lea al último las trae.
La pluma en la piedra
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Quejas de infancia
E
Por Amanda García n los últimos dos años he tenido muchos recuerdos de mi infancia, especialmente unidos a la pregunta: “¿por qué hasta apenas me doy cuenta de lo maravillosa que era?”. Realmente no tenía preocupaciones, todo parecía tal fácil con tal sólo abrir la puerta de la casa y correr por la calle imaginando ser la reina del viento o con colocar
unas cajas de cereal simulando que eran casitas para ambientar las calles donde caminaban mis barbies. Lo cierto es que no me había detenido a pensar en ella como algo maravilloso durante los últimos diez años, porque a mí venían siempre recuerdos desagradables de acuerdo a esa etapa de la vida, comenzando porque siempre fui una niña solitaria a quien siempre se le dificultó hacer amigos, por lo que veía a los demás niños de mi edad como entes anormales que sólo se preocupaban por presumir qué tenían, contar chismes para desviar la atención de la maestra y hacerse los favoritos de la misma. Desde pequeña, se me inculcó ganarme las cosas por mí misma y esa es la verdadera razón por la que nunca supe “hacerle la barba” a los maestros, así que ver cómo lo hacían los demás niños me daba un profundo asco, causando que me alejara de ellos. Por supuesto, que había ocasiones donde me juntaba con ellos, pero poco a poco todas esas amistades comenzaban a desesperarme, por lo que no duraba realmente con ellas. No fue hasta cuarto año de primaria donde tuve lo que se podría decir amigas. Pero hasta eso llegué a tener problemas con ellas, ya fuera por celos de quién es la preferida de la profesora o porque siempre poníamos en condición a una de ellas para que decidiera con quién se quedaría en tal o cual juego. Sinceramente, aunque las amistades de infancia las hayan contado muy bonitas en algunas historias, en la mía no es el caso. Cada una de las amistades que tuve, son llenas de referencias tanto dolorosas como llena de pleitos, que porque si ya no quiero jugar a la cuerda, que la víbora de la mar ya me tiró y por eso no quiero jugar, que si en el tin marín nunca me escogen. Recuerdo en una ocasión cómo jugábamos una historia fantástica de reyes y princesas, donde por supuesto había una bruja y un monstruo. El papel que yo hice, si mal no recuerdo era de una princesa. Sin embargo, el juego se salió de control y todos los niños terminamos peleados porque cada quien quería que hiciera lo que todos querían. Y yo, con mis lecturas, quería recrear al pie de la letra lo que había leído, cosa que no le convenció a ninguno de los niños, quienes comenzaron a gritar porque
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Amanda García
a fulanito le tocó ser el príncipe y no él que era más atractivo o porque yo era la princesa y no la otra niña… en fin, un juego que terminó en desastre. Quien dice que los niños no conocen la envidia está equivocado. Creo que en esta anécdota se nota que son los más propensos a padecerla. Otra anécdota que recuerdo con mucho ahínco en relación con desastres de infancia, son esas veces que veía a todos mis compañeros accidentarse. Afortunadamente, yo nunca tuve una fractura por la cual lamentarme, aunque no voy a negar que siempre quise saber qué se sentía traer un yeso en la pierna o en el brazo. Tal vez, por esa razón, una vez me aventé al río que pasaba por la casa de mi abuelita materna. No era profundo y tampoco es que nunca lo hubiera atravesado para cruzar al otro lado, es sólo que deseaba un poco de acción en mi infancia, algo digno de contar. Ya me imaginaba llegando al salón con mi yeso y contando como había sobrevivido a la corriente del río de aguas pútridas, al momento de lanzarme al agua. ¿Resultado final? Sólo conseguí empaparme la ropa, que mi hermana me sacará del mismo llorando, mientras yo me reía de no haberme roto nada y una reprimenda de mi abuelita, así como una paliza de mi mamá. Lo cual me lleva a recordar todas las tundas recibidas durante mi infancia. ¡Ah, cómo nos educaban los padres en los 90’s! O al menos a mí. Para cualquier travesura que no les parecía estaba el palo o las famosas nalgadas, a las cuales yo les tenía pavor, por lo cual, sabiendo lo que me esperaba, terminaba o bien huyendo o escondiéndome hasta que presentía que a mis padres se les había pasado el coraje. Aunque nunca se les pasaba el coraje, siempre sucedía que escondiéndome sólo agravaba las cosas, por lo que la tunda era mayor. En realidad, no sé qué tan malo sea recibir azotes como castigo por portarte mal, eso ya se lo dejo a consideración de los psicólogos. Lo único que puedo decir de ellos, es que eran bien dolorosos y en ocasiones no podía sentarme bien o sentía que la cabeza me iba a estallar…Y esa era la razón por la que siempre lloraba pegando gritos… Ahora que lo pienso, ¿por qué de niños gritamos mucho como si quisiéramos que todos vieran lo crueles que son nuestros padres? No es que le importe a la demás gente. Lo único que conseguimos es pasar vergüenza a nuestros padres y al recordarlo de grandes, sintamos lo mismo. O al menos, eso es lo que me ha pasado al recordarla, aún cuando me llega la nostalgia de que eran tiempos felices… Porque lo eran… aunque lidiaba con amistades, tareas y palizas por portarme mal. En realidad, el mundo no parecía comerme. Por eso, la nostalgia de la infancia se mantiene en estos tiempos turbulentos.
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Memorias
M
Por Moreliana Negrete iss Lety no me quiere. Me dijo que me sentara hasta atrás y que me callara. Dice que hablo mucho y siempre escribe recados para mi mamá en mi cuaderno. Mamá me regaña, me dice que soy floja y desordenada, de repente ya está en el mueble donde están mis juguetes. Grita y comienza a tirar todo al piso. Me da
miedo y sólo veo qué puedo recoger de la basura. Ya no tengo completas las damas chinas. Cuando juego con mi papá, me regaña por perder las canicas. Yo no hablo, si lo hago me gritan porque interrumpo lo que dice la tele. Me gustan las caricaturas. Atrás de mí se sienta Noé. Es feo, tiene muchas pecas y le escurre el moco. A lado está Renato, es gordo y dice que tiene muchos juguetes. A mí no me compran juguetes porque somos pobres, pero Santa Clos y los Reyes Magos siempre me traen lo que pido. Me gusta Navidad. Adelante se sienta Ana Luz, ella es mala. El primer día de clases se quería quedar con mi goma. Me la pidió prestada y cuando vi, la estaba metiendo al plástico de su libreta. Me enojé y le dije que me la devolviera o la iba a acusar. No le hablo. El salón es muy blanco y las sillas están pegadas a las mesas. En mi otra escuela había muchos juguetes por todas partes y podías hacer lo que quisieras. No tenía amigos, todos los niños se burlaban de mí, decían que era niña de pueblo. No entiendo qué quiere decir, pero no me gusta que todos me señalen con el dedo y se rían. Aquí no se burlan, pero me siento atrás. Miss Lety dijo que todos los flojos íbamos atrás. Adelante sólo se sientan sus consentidos. Su favorita es Carolina. Dice que ella es bonita e inteligente, que por eso le gusta y la quiere más que a nosotros. Carolina se sienta enfrente de la mesa de la maestra. A veces quiero jugar con Carolina y sus amigas en el recreo, pero ella no quiere. Luego sólo se sientan en el patio y comen y peinan a sus barbies. Un día llevé a una de las mías, cuando Carolina la vio me invitó a irme con ellas en el recreo. Mi barbie era la más bonita, todas las demás estaban maltratadas. En el salón, Miss Lety dijo que le gustaban las muñecas y nos dejó jugar con ellas mientras los otros trabajaban. Saqué mi cepillo y Carolina me lo pidió prestado. Le dije que no. Todas me acusaron. Miss Lety me dijo que debo prestar mis cosas, pero yo no quise. Todas me dejaron de hablar y Miss Lety dijo que si cepillaban mucho el cabello de las barbies se les hacía feo. Ya no llevo mi muñeca a la escuela.
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Moreliana Negrete
Me gusta el sábado porque no voy a la escuela, pero a veces no. Mi mamá siempre está enojada. Por las mañanas, cuando me despierto, no abro los ojos para que crea que sigo dormida, si los abro sé que me va a gritar por ensuciar la ropa o porque mis juguetes están amontonados. Cuando está Rodrigo, mi vecino, le tengo que estar dice y dice que me deje salir a jugar. Siempre me contesta un sí de malas. No me gusta la cara de mi mamá cuando me da ese sí, siento que estoy haciendo algo malo, pero me salgo de todos modos y al poco rato se me olvida. Rodrigo es mi mejor amigo, pero casi no está en su casa. Laura, la muchacha que lo cuida, no me quiere. Siempre se burla de mí. Le dice a Rodrigo que ya no juegue conmigo porque soy tonta. Hace mucho que ya no la veo. La última vez fue cuando no me dejó jugar con mi bicicleta. Estábamos todos en el pasillo y ella no me dejaba pasar, le dije “con permiso” pero ella se hacía adelante y atrás. Cuando se empezó a reír de mí, me dieron ganas de llorar. Solté mi bici y me subí a mi casa. La mamá de Rodrigo salió y me preguntó qué me había pasado. Cuando quise decirle que Laura no me dejaba jugar, no podía. Las lágrimas no me dejaban. Rodrigo le contó y yo me fui. El viernes pasado fue Eduardo. Nadie le habla porque se hace del baño en el salón. Cuando comienza a oler feo, Miss Lety nos dice a los de atrás que nos peguemos hacia adelante y le dice al más valiente que se acerque a él para abrir la ventana. Eduardo nunca sale al recreo porque se hace pipí antes y la maestra le dice que por su culpa ella tampoco puede salir. Miss Lety ya le dijo que no pidiera permiso para ir al baño, que sólo se saliera. Él casi no va a la escuela. Pero ayer fue y no se hizo pipí como de costumbre. Cuando volteamos, a un lado de su silla había una montañita de popó. Ramiro gritó que evacuáramos el salón. Siempre lo hacemos para que la señora de las escobas limpie. Me gustaría ser amiga de Eduardo, pero todos se van a burlar de mí y mejor no le hablo. A veces volteo despacito a mirarlo, siempre está viendo su cuaderno con la cabeza agachada. Me da tristeza porque yo hacía lo mismo en mi otra escuela cuando todos me molestaban, siempre miraba abajo para que nadie me viera. Mi mamá me regañó porque vio en mi libreta los sellos de conejo flojo y las notas de la maestra que dicen “no trabaja”. Mi mamá dice que me tengo que apurar más, pero es que no me gusta ir a formarme para que Miss Lety me califique, porque siempre me pregunta que quién me gusta del salón. La primera vez no entendí la pregunta hasta que Carolina me dijo que con quién de los niños del salón me quería casar. No me gusta nadie, pero Miss Lety dice que soy una payasa y que no me va a dar mi cuaderno hasta que le diga. Ella empieza a nombrar a los niños uno por uno y yo le digo que sí para que ya me deje ir.
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Memorias
Falta poco para las vacaciones de verano y los exámenes ya empezaron. No me gustan los exámenes porque si hablas o te mueves te mandan a la dirección. Miss Lety le dijo a Carolina que no se preocupara, que si se le olvidaba una respuesta, ella se la decía. A mí me regaño porque le dije a Renato que no le iba a enseñar lo que había contestado. Cuando terminamos, Miss Lety me pidió que fuera por un gis a la dirección. Me siento feliz porque casi siempre manda a Carolina. Me gusta ir a la dirección cuando son cosas buenas. Las secretarias te saludan y, a veces, te regalan un dulce. Cuando iba subiendo las escaleras fui rápido al baño. Me gusta asomarme por las ventanas que dan al patio porque se ve todo pequeño. Entonces, escuché la voz de Miss Lety. Le dijo a Carolina y a Rocío que les iba a poner bilé en los labios. No sé porqué pero sentí miedo. Se escuchaban las risas de Carolina y Rocío, tal vez mirándose al espejo. Miss Lety les preguntó si ya le habían dado un beso en la boca a algún niño y ellas dijeron que no. La miss les dijo que era muy bonito y que entre amigas se puede practicar. Luego se fueron. Me esperé un rato para que no me fueran a ver. Cuando llegué al salón, le di el gis a la maestra y sonó el timbre para salir al recreo. Hoy es el último día de clases. Los niños de sexto ya se van y a nosotros nos toca cantarles una canción de despedida. Carolina y sus amigas hasta están llorando y abrazan a Miss Lety, le dicen que ella debe ser nuestra maestra todos los años. La miss las abraza y les da esos besos que dejan pintado el cachete. A mí no me gusta que me dejen bilé en los cachetes. Es hora de irnos. Mi mamá y yo vamos caminando hacia la parada y nos subimos al colectivo. Sube mucha gente y también Miss Lety. Ella no me saluda. Va con un niño de kínder. Dice que va a bajar en Las piedras, pero el niño comienza a pegarle a la ventana con la cabeza. Miss Lety trata de agarrarlo, pero el niño sigue. Miss Lety había dicho que tenía un hijo que cuando se enojaba se pegaba en la pared y comenzaba a llorar, pero ese niño no llora, sólo se pega cada vez más fuerte. Ella le dice al conductor que la deje en la siguiente esquina, pero todavía falta para Las piedras. Cuando la veo por la ventana, el niño sigue moviéndose como loco y ella tiene los ojos de que va a llorar… son los mismos ojos que ponía Eduardo cuando la maestra decía “evacuación” y salía corriendo con nosotros dejándolo sólo en el salón, mientras llegaba la señora de las escobas.
Moreliana Negrete tuvo una infancia normal, con miedo a los fantasmas y deseos de ser astronauta. Asegura que a pesar de haber disfrutado de su niñez, no le interesa regresar. Aún recuerda a la profesora Leticia quien le dijo, en primer año de primaria, que tenía los dedos chatos y que por eso sería incapaz de escribir algo decente en su vida. 11
La GalerĂa
La Galería
Moreliana en el arroyo. Karina Posadas Torrijos, fotografía a color.
Moreliana llegó al pueblo de San Francisco Shaxni, en el municipio de Acambay, Estado de México. Pese a que su carrera como modelo profesional la obligó a vivir en grandes urbes, prefiere pasar los días bajo alguno de los pocos cielos azules y pueblerinos del país. Gusta de comer tortillas hechas a mano, pues le recuerdan sus años de infancia en Morelia, cuando se sentaba al fogón junto con su abuela, quien le dejaba meter las manos a la masa. Hace años, en alguna entrevista, Moreliana dijo: "Conocí personas que se daban el lujo de matarse de hambre, cuando trabajé como modelo. Nunca pude acostumbrarme a esa vida material. Al final, cada quien descubre la belleza a su modo. Aún saboreo los tacos de sal que la abuela me daba antes de que me fuera a la escuela. En aquel tiempo, eso era lo único que teníamos para comer".
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La maldición de Roma Por Alejandra C. L. 4
C
El sexto elemento uando María escuchó las palabras de Adela, sintió una formidable alegría en su interior. Se paró y abrazó a Adela con entusiasmo. —No os arrepentiréis —le susurró en el oído a su amiga, mientras los demás comenzaban a prepararse para salir.
Adela los acompañó a la salida cuando Victoria le indicó que todas las tardes debía ir al
campanario, sin darle muchos detalles. Al caminar por las calles empedradas, Xavier, animadamente, contaba como en realidad había sido el proceso de la Inquisición y aunque Iván insistía que no le contará esas cosas porque le daban miedo, Xavier le ponía más misterio. Justo cuando Iván estaba a punto de llorar, María tocó el aldabón de la compuerta de su mansión. La criada abrió inmediatamente. Era una mujer de estatura baja, de pelo negro y tenía un hermoso color de bronce. Pronunciaba el español muy extraño, pero eso no impedía que hiciera sus faenas. —Niña María —le dijo muy preocupada, mientras los otros pasaban—, su madre está muy preocupada, porque dice que han tardado horas. —Doña Chole, dígale a mi madre que por favor nos disculpe, pero mi tía y mi primo insistieron en conocer la ciudad, y además fuimos a visitar a Adela —sonrió María. —¿Y cómo está la niña Adela? —preguntó interesada la sirvienta. —Pasando por momentos difíciles… pero está bien —suspiró María, Xavier y los otros comenzaban a subir las escaleras—. Por favor dígale a mi madre que nos disculpe. —Sí, mi niña —asintió la sirvienta—. Avisaré a su madre que ya están aquí. En ese instante, la criada se metió a la sala mientras María alcanzaba a los demás. —¿Qué pensáis de Adela? —preguntó María a Xavier. —Es una engreída —silbó Xavier—. No aguanta una inocente broma. —Vamos —sonrió María— es porque todavía no la conocéis. —Pues no quisiera, a lo mejor es más desagradable. —Abrió la puerta de su cuarto y resopló—: ¿Por qué tenía que ser una elegida? Y sin decir más, se metió.
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Alejandra C. L.
Al amanecer del día siguiente salieron al campanario. María e Iván, para no inquietar a su madre de que se habían enterado de la profecía, pretextaron junto con Soledad (la sirvienta que se había convertido en su cómplice la noche en que regresaban de visitar a Adela) que les gustaba visitar el parque central o la catedral en compañía de sus parientes y así enseñarles cada una de las casas que había en la localidad. Pero, como sabemos, en realidad se iban a las afueras de la ciudad para que Victoria y Xavier, lejos de las miradas indiscretas, les enseñaran, junto con Adela, el arte de la magia y hechicería. Iván y María avanzaban rápidamente, pero a Adela se le hacía difícil aprender algo tan extraño, pues su fuerza interior no salía como debía, costándole a la tercera no progresar como su amiga. Adela se enojaba cuando sólo salía una voluta de humo de su mano. Al cuarto día, Adela se resignó creyendo que no tenía la capacidad para ser una hechicera y aunque nadie le dijo que verdaderamente jamás iba a tener poderes tan intensos como los Balzac o que jamás haría un hechizo por más simple que fuera, por miedo a dañarle sus sentimientos, Adela se sintió excluida del grupo y diferente. Así que en lugar de seguir practicando magia se puso a ejercitar con la ballesta, pues era necesario que prosperara en ese aspecto y como sabía muy bien que lo que mejor hacía era disparar saetas, se alejó de los Balzac para disparar en los diversos nopales que estaban en la entrada. Xavier, maravillado de la habilidad de Adela y del arte de la ballestería, se puso a observarla con permiso de ella, porque a la chiquilla le disgustaba que examinaran cada uno de sus movimientos, siempre le gustaba estar sola. Cuando Adela le comenzó a enseñar a Xavier, el muchacho inició una plática aburrida acerca de los caballos que más le gustaban, ya fueran de raza o mitológicos. Al principio la niña parecía encantada, pero conforme pasaban los días y Xavier adulaba cada uno de los especímenes, Adela, cansada, se desaparecía del lugar, dejando a Xavier hablar y en ocasiones ni siquiera se despedía de María. A los seis días de comenzar las prácticas empezaron las discusiones. Sobre todo porque Xavier pedía una explicación a Adela acerca del porqué siempre se iba sin decir adiós. —Me preguntó, ¿por qué no hemos buscado a la última elegida? —comentó Xavier antes de que Adela asestará una corona en un nopal, enojada por lo que le había preguntado el muchacho segundos antes. —Ella vendrá sola —sonrió Victoria—. Así me lo dijeron mis padres. —¿Y cuándo será eso? —se preguntó María en voz alta, mientras buscaba con la vista a la chica.
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Distraída por buscar a la última elegida, desvió el hechizo que Victoria le había puesto hacia donde estaban Adela y Xavier. Adela a punto de disparar otra saeta de corona, se asustó con el rayo azul que María había descuidado. La saeta se descarrió hacia Iván, quien brincó para que la saeta le pasara por los pies, ésta siguió volando hasta clavarse en el piso cerca de María. El niño comenzó a llorar, pues no olvidaba lo de la contraarmadura. —Tenéis suerte de haber brincado y de que la saeta os hubiera pasado por los pies —dijo Adela con el tono más suave. Su verdadera voz ya la había recuperado, al igual que su aspecto, pues había vuelto a las trenzas—. Si no... os hubiera partido en dos. Después de dirigirle a Iván una sonrisa, quien se había refugiado detrás de Victoria, se dirigió a donde estaba la corona, y, sin ningún esfuerzo, sacó la flecha para guardarla en la caja. Todos se habían quedado helados por lo rápido que acababa de acontecer todo. —Lo siento —tartamudeó María al contemplar lo que había causado su distracción. —¡Oh, claro que lo sentís! —espetó Adela—. ¡Casi priváis la vida a vuestro hermano! Vuestro primo está un poco loco porque siempre se la pasa hablando de caballos y vos sois... —Adela respiró profundamente— una distraída. Yo no aguanto toda esta presión. Creo que Amelia siempre va a reinar, así que si me disculpan, yo me voy a mi casa, a estar en paz con mi soledad. —No puedes liberarte de la profecía una vez que hayas sido elegido —dijo una voz débil, con un acento un poco extraño, proveniente de los arcos de entrada a la ciudad. Al escuchar esas palabras, todos voltearon para averiguar de donde provenía aquella voz misteriosa. Distinguieron que una chica alta, de tez blanca y complexión media se acercaba a ellos. Vestía un largo vestido que parecía flotar y ondear a pesar de no haber viento, llevaba una capa suelta de color verde sombra y los pliegues caían de los hombros. Por su apariencia y el vestuario que traía puesto, supusieron que tenía como 16 años. “Es un ángel” pensó Xavier cuando la doncella estuvo frente a ellos y se distinguieron los ojos verde brillante de la chica, mostrando una mirada dulce. Los labios finos, el cabello castaño rizado que caía a lo ancho de la espalda ondeando al aire, las largas pestañas negras cubriendo esos ojos de color esmeralda, la nariz recta y fina le recordaba a María a... —Martha Rowena Negrete —murmuró María con un tono frío al ver la cara de inocencia de la joven que acababa de aparecer—. La que mató a mi padre. —¡Yo no matar tu padre, he dicho varias veces! ... ¿Acaso no estar conforme con lo que yo decir? ¡Ser accidente! —estalló la chiquilla pronunciando la “r” como si tuviera algo en la boca que
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le impidiera pronunciar de forma correcta, al escuchar el acento extraño María tuvo claras sus sospechas—. En mi nombre no equivocarte. Porque si ser Martha Rowena Negrete, o Black, mejor. Y tal como decir la profecía: La chica última de los elegidos se presentará por sí sola. Yo ser chica última. He venido a completar el equipo. Ante estas diez últimas palabras todos, en especial María, se sorprendieron. María, por supuesto, no podía creer lo que acababa de suceder, esperaba a alguien más y no a una chica que tenía pinta de ángel, cosa que era una mentira, pues María estaba segura de que Martha había matado a su padre. —¿Es posible que una muchacha que mató a una persona sea capaz de acabar con Amelia? —enjaretó María con el tono más frío y duro que jamás hubiera empleado en su vida. —Por lo que acabarme de dar cuenta —anunció Martha con su débil vocecita, (¡y el acento, por consideración! ¡Cómo le fastidiaba a María!)—, no conocer a la perfección la profecía ¿True? —Como de que no —dijo entre dientes María—. Sé muy bien que son cinco niños, tres de ellos del linaje Balzac, los otros dos: familias desconocidas. —Pero es bien claro que no entender el porqué de su enlazamiento —dijo Martha mientras los otros veían la discusión con sorpresa—. La razón obvia: Todos los niños que unirse para luchar contra esa mujer, sufrir antes por su culpa. —Bien, bien —aceptó María haciendo un gesto de impaciencia con su mano—. Admito que cada quien haya sufrido por su culpa. A Adela le pasó, a Xavier tal vez, pero que yo me acuerde a mi hermano y a mí no nos ha hecho nada la Maldita. Salvo… —le dirigió a Martha una mirada fría— haberme encontrado con vos y que vayáis a ser del equipo. Y por cierto, ¿cómo sabéis lo de la profecía y de Amelia? Martha suspiró, sin saber qué decir. —Well, I’m a witch —contestó. Adela, quien no entendió nada, lo tomó como un hechizo de magia negra, preparó la ballesta y apuntó hacía ella. Martha dio otro suspiro y continuó—: Sufrí mucho por Ella. La verdad es que no acordarme de cómo enterarme de la profecía, maybe in an ocassion mencionarla la Maldita, no acordarme. Una vez que logramos mamá y yo escapar de sus… —chasqueó los dedos y dijo desesperada—: ¿How do you say? —dio un suspiro y como si atrapará la palabra dijo—: garras, sí, garras, un señor decirme que yo tener la marca. —¿Cómo que un señor os informó de vuestro deber? Eso sólo lo saben los Balzac —repuso María alterada. —Pues ahora no sólo los Balzac son privilegiados —explicó Victoria poniéndole fin a la
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discusión—. Ahora, después de que luchemos contra Amelia —Martha se estremeció al escuchar el nombre—, nuestra historia se difundirá por el mundo entero, se contará por largas generaciones. —¿Queréis decir que el caballero que le informó a Martha de su deber provenga del futuro? —inquirió Iván algo emocionado. —Podría ser —sonrió Victoria. —Pues no parecer del futuro —se extrañó Martha. La luna comenzaba a ascender entre las montañas. —Se hace de noche —dijo Iván—, ya nos vamos. —Aún no —reprimió María mientras el sol comenzaba a ocultarse—. Necesito saber cómo Martha se enteró de la profecía y por qué no lo comentó antes ante la Santa Inquisición. —Aún no ser momento, además no creerían y poner más en riesgo mi vida —susurró Martha. —Mejor —susurró María con odio. —¿Por qué no mejor arregláis vuestras diferencias en mi casa? —sugirió Adela, quien no dejaba de apuntar con la ballesta a Martha—. Es la más cercana. —Está bien —contestó María algo enfadada. Mientras caminaban hacia la morada de Adela, Xavier comenzó a platicar con Martha. A veces se reían y Martha exclamaba ¡amazing! A María eso le molestaba, por lo que se alejó de ellos dos, porque aparte su primo no dejaba de contemplar a Martha con ojos embelesados, perdiendo la mirada penetrante que tanto le gustaba. Al llegar a la casa, mientras Adela introducía la llave en el picaporte, María se dio cuenta que entre los dos se veían melosamente; chistó, ansiando, a un lado de su amiga, que ya se abriera la puerta. Cuando Martha entró a la sala, de un sólo vistazo, se percató que algo verdaderamente terrible había pasado. Se sentó en una silla, alejándose de Xavier. Adela se sentó enfrente de ella sin dejar de apuntar a Martha con la ballesta. —¿Todo esto... ser por Ella verdad? —preguntó Martha con dolor. Adela asintió con un gesto de la cabeza. —Qué mala ha sido —susurró Martha mientras Adela se dirigía a la cocina a preparar tazas de té. Martha le dirigió una mirada fugaz a Xavier, quien fingía observar las manchas de sangre que había en la alfombra de la sala. María, quien no dejaba de fijarse en lo que hacía Martha, dio u n
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resoplido cuando su primo y Martha se sonrieron mutuamente al mismo tiempo. Martha bajó la mirada ruborizada y Xavier volteó hacia el acceso de la cocina donde Adela hacía su aparición, trayendo una bandeja de tazas de té. —¿Querréis una taza de té, mi witch? —preguntó Adela a Martha quien seguía mirando el suelo, donde estaba la pintura de un molino con unas cuantas manchas de sangre. Adela lo había hecho con la intención de imitar su hechizo que no le había salido a la adolescente. Sin embargo, para sorpresa de Adela, Martha sonrió. —Gracias —tomó una de las tazas de la bandeja— por aceptar tal como soy. Mientras Adela repartía las tazas de té, María se acercó a Martha. —Y dime —le preguntó sarcástica—, ¿qué significa witch en tu hechizo? —Pero si no ser hechizo —contestó Martha algo extrañada—. Es mi lengua nativa. —Sois muy extraña. Dejad de revolver palabras de vuestro idioma con el español, muchos pensarán que es un hechizo y acabaréis en la hoguera —advirtió María. Adela terminó de repartir los enseres, se sentó enfrente de Martha para volver a apuntarla con la ballesta, pues aún no creía en su bondad, y le contó rápidamente lo que había acontecido unos días antes. —Yo saber que ser por ballesta de Honorio Balzac —afirmó Martha. Xavier abrió los ojos de sorpresa, ¿cómo sabía de la ballesta? Cuando Adela terminó de contar lo sucedido—: La ballesta ser diseñada para matarla en cuerpo y Honorio dejarla a tus antecedentes porque aún no ser tiempo. —¿Y ahora si podréis informar por qué sufristeis por la-que-no-debe ser nombrada? —preguntó María con cierto sarcasmo en su voz. Martha rió. —Oh, yeah of course. Aunque yo empezar por mi nacimiento, una historia muy larga. La mayoría —dirigió una mirada a María— pensar que yo ser nativa de Nueva España, pero yo venir de Londres, Britania, un país más raro en magia. Bueno, eso decir hechiceros de allá. Haber muchos misterios sin resolver. ¡Ay, sí saber vosotros qué bonito ser en cultura, los druidas, los celtas...! —Moved vuestra vida, no hagáis reseñas de vuestro país —chistó María que estaba comenzando a hartarse. —Bien, lo haré. La Maldita no dejar de perseguirnos por todo el país —María no pudo evitar reírse, pero lo hizo muy bajito para que nadie la oyera—. Por traicionarla...
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—¿Cómo que por traicionarla? —interrumpió María de nuevo, repentinamente—. ¿Acaso servisteis a Amelia? —María, calmaos —reprimió Xavier algo enojado. —¿Calmarme? ¿Es qué acaso no la escuchasteis? Servía a Amelia. —Pues no es “ejactamante” como tú creer —contestó Martha apenada. —¿Ah, no?, y decidme entonces por qué decís que traicionasteis a Amelia. Es obvio: alguna vez tuvisteis que servirle a Ella. —Sí, yo admitir que servir a Amelia junto con mi mamá —contestó Martha a punto de llorar—, pero ser por ignorancia. —Ay sí, por ignorancia —dijo María escépticamente, quien en realidad trataba de evitar a toda costa que aceptarán a Martha en el equipo. —It’s true —replicó Martha—. Ella llegar a mi home severamente dañada. Ella discovery especialidad y ella refugiar en mi home. Ella nunca informar quien ser, de donde venir, ella comentar que la perseguían. —Y yo que pensé que andaba por acá —susurró Victoria—. Nunca me imaginé que hubiera vuelto a Britania. De haber sabido, nunca me hubiera casado. —Y no habría nacido yo —rió Xavier pretenciosamente. —La plática es de Martha, no hay que interrumpir —contradijo Adela unos minutos después de que todos hubieran reído. —Thanks for let me speak —contestó Martha. —Deja de hablar raro —insistió María—, no os entendí nada, pero prosigue. Quiero saber todo. —La causa es que la mujer, al ver que nosotros no cooperar, dirigirse a mi padre quien estar agonizando. “Si me ayudan” ella hablar con voz dulce… “Cosa que no tiene”, pensó Victoria mientras Martha decía algo en inglés: “sólo finge, pero nunca ha tenido una voz dulce“. —Martha dijo que prometió que iba a curar a su padre —tradujo Xavier antes de que María abriera la boca para preguntar que diablos había dicho. —And... Ella no hacer nada aunque mi mamá darle comida y curar sus heridas. Mi papá morir al mes que la Maldita llegar. —Luego con reprimidos sollozos continuó—: entonces perseguirnos porque mi mamá aventarle una cosa que ya no acordarme, el día en que morir papa. Tener yo como diez años cuando perseguirnos por toda la isla. Con milagro embarcarnos en un
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barco que ir a España, a escondidillas de Ella. En España encontrarnos al señor Zamorano, quien decirle a mi madre de la profecía. Ay, no imaginarse lo felices que ponernos mamá y yo al enterarnos que Ella no ser eterna por boca del señor Zamorano. El señor Zamorano querer asegurarse que yo ser una elegida. Al confirmar que en realidad serlo, el señor Zamorano enseñarnos español, con un inglés un poco malo. Pero aprender algo, lo esencial según él, lo demás practicar. Asegurarnos que estar mejor en Zacatecas y él mismo conducirnos a un barco, pagando our boletos,
y decirnos que carruajes y caminos tomar para establecernos y llegar al lugar.
Desearnos suerte. Entonces mi madre, en el barco, reforzar lo que yo aprender en mi niñez, con nuevas técnicas. ¡No imaginarse qué feliz ponerse al saber que la familia Balzac vivir aquí en la ciudad de Zacatecas! —Si ya me imagino —dijo María ácidamente—. Así que... todo lo que sabéis de los elegidos os lo dijo el señor Zamorano. —Sí —confirmó Martha alegremente y con una sonrisa de oreja a oreja—. Mi madre mandarme con ustedes con las siguientes palabras: “Ellos ayudarte con cosas que probablemente tú no saber, pero tú también tener que ayudar en algunas cosas que yo enseñarte, aunque no mostrarte soberbia. Cuídate y que os vaya bien”. Entonces dirigirme a tu casa María, ya saber en donde estar, por lo del accidente y todo eso, por cierto, eso ser después de accidente cuando mi madre enterarse ¡Y mandarme! Con disculpas, claro. —María susurró con amargura “aunque no acepte vuestro perdón tengo que darlo”, sin embargo, Martha no se dio cuenta y continuó—: Tu madre decirme que irte tú al campo con hermano. And... It’s when I encontrarlos. Creo que ser instinto como llegar ahí... —¿No dijisteis nada a mi mamá verdad? —interrumpió atónitamente María. -—The spanish is very complicated and dificult to understand —contestó Martha en inglés al no entender la pregunta de María, algo azorada. —Ya va a empezar con su lenguaje nativo —exclamó María desesperada. —Martha, ¿qué dijisteis? —preguntó Xavier enternecido. Martha al ver la mirada penetrante y dulce del chico sintió que mil hormigas recorrían su cuerpo. Bajó la cabeza, sin saber qué contestar y se quedó así por un buen rato. Poco a poco mientras recuperaba el color, con un ademán de la mano indicó que no tenía importancia. —La profecía dice que son cinco niños y una anciana, que por supuesto soy yo —explicó Victoria con una sonrisa al ver la portada del librito que María traía consigo—. Aunque vos, Martha, no aparecéis aquí.
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—Ya lo hará mamá —replicó Xavier mientras se sentaba a un lado de Martha. —¿Pero en realidad ya han pasado 1300 años desde que Armando dijo la profecía? —preguntó Iván muy interesado al ver la descripción. —No, todavía no —argumentó Victoria amargamente—. La profecía fue hecha cuando Roma cayó en el 476. Estamos en el año 1773 y creo que faltan como tres años, hijo. —Tengo otra pregunta tía —inquirió María—: ¿Por qué solo una persona, pequeña porción ahora, de una familia tan grande es elegida para morir con una bruja? Victoria no contestó, sólo negó con la cabeza mirando el techo con resignación. María lo interpretó por un “no sé” y se inclinó en la silla. —Supongo que mi vida es rara —arguyó María unos cinco minutos después de silencio—. Soy elegida para matar a una bruja que ni siquiera conozco, lo cual en verdad me emociona, compartiendo la gloria con una chica que mató a mi padre. —¿Es que acaso siempre estar pensando todo aunque mostrar la verdad? —estalló Martha y su débil voz sonó como un grito desgarrador—. Ya decir varias veces que ¡yo no matar a vuestro padre! —Creo que ciertas personas nunca aceptarán sus errores —rió María—, además ni siquiera sabéis pronunciar bien el español. Ante tal mención, Martha, con gran coraje, se abalanzó contra María para originar una pelea: se jalonearon los cabellos, se golpearon tratando de derribarse en el suelo, rodaron como tres veces mientras trataban de asfixiar cada una a su contrincante. Mientras se defendían para que la otra chica no le pusiera un ojo morado, Xavier con el ánimo de siempre gritaba “¡Dale María! ¡Vos podéis Martha! ¡Ya casi la tenéis ganada! ¡Eso debió doler! ¡Duro, duro!” y ni una de las dos sabía a quien le iba, incluso Iván en una ocasión se le quedó viendo, por que él deseaba que su hermana ganará, pero no le prestaban atención al doncel. Fue Victoria quien le puso fin a la pelea. —¡Comportaos como señoritas! Las muchachas se separaron, sentándose en diferentes sillas y muy apartadas, no sin antes contemplarse mutuamente con rencor. Martha rompió a llorar. —Yo irme, esa bruja va a reinar. ¿Querer dejar de apuntarme con esa ballesta Adela please? Adela la bajó, sintiéndose avergonzada. Con decisión, Martha se apresuró a la puerta. Xavier comenzó a asediarla, pero ella estaba decidida. En el momento que iba a abrir la puerta, Adela la asió de un brazo con fuerza y Martha volteó; en su cara se mostraban surcos de lágrimas.
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—Vos dijisteis —dijo Adela con su voz suave y tranquilizadora—, cuando nos conocimos en el campo y dije las mismas palabras que vos, algo muy razonable: “No podéis escapar de la profecía una vez que habréis sido elegido”. Vos sabéis que nadie, absolutamente nadie puede liberarse. ¡Miraos, no hacéis otra cosa... que huir de algo que vos muy bien sabéis, nunca podréis hacer! Podéis ayudarnos con todos los encantamientos que vuestra madre os enseñó, curar con las miles de pociones que sabéis hacer. María no podría hacerlo como vos —susurró tan bajo que sólo Martha pudo oírla—. Aunque pertenece a la familia más poderosa de magos, apenas es una aprendiz y faltará mucho, quizá meses o años para que tenga el mismo nivel que vos, o lo que es más difícil, que os rebase en facultades mágicas. Martha sonrió, le dio una palmada en el hombro a Adela y se sentó junto a Xavier. “Mientras me mantenga alejada de ella, mejor para las dos en caso de que entre al equipo”, pensó secamente María.
Todas las escenas de pelea eran muy divertidas para Amelia, incluso no había visto nada mejor desde que Tomás Balzac quiso asesinar a su abuela para que lo dejará salir de la casa por un tiempo en busca de Ella,
pues no lo consideraban elegido para acabarla seiscientos años atrás
aproximadamente. La anciana murió inmediatamente al recibir la noticia de que el chico no-elegido expiró en las garras de Amelia. Amelia tenía una mansión rodeada por cuatro jardines. Para llegar a esa mansión se tenía que pasar por puertas como si se acabara de entrar a una villa. Antes de pasar por las puertas de metal se debían matar a varias brujas para obtener información, se tenía también que visitar cada lugar del país en el cual se encontraba el elegido, donde se hallarán las leyendas de donde provenían. Muchos ni siquiera llegaban a conocer a Amelia, ni su casa, pues morían al enfrentarse con una de las nigromantes de la bruja porque no tenían demasiados poderes, otros morían en cualquiera de los cuatro jardines, en especial en el último, que era el más peligroso, pues si no se tenían las medidas necesarias la persona podía morir con sólo poner un pie en él. Algunos ni siquiera conocieron los cuatro jardines pues morían en el laberinto: un territorio que se tenía que pisar antes de los cuatro jardines y después de las puertas. La mayoría de los elegidos habían muerto ahí, puesto que no sólo se perdían sino que también en cualquier lugar que se anduviera se activaba una trampa. Cada vez que Amelia veía como la familia Balzac peleaba por cualquier cosita sin preocuparse por su misión, ella reía y murmuraba: “Mi querido Armando, ¿para qué te molestaste tanto por hacer una profecía cuando tu descendencia no se preocupa por su misión? Ellos jamás podrán conmigo y tú más que nadie lo sabe”.
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Y la verdad no le preocupaba en lo más mínimo la profecía, porque sabía que si llegaban antes del tiempo planeado, todo lo que Armando había ideado caería y ella sería la más grande cabalista de todos los tiempos. Sin embargo, después de tanto tiempo meditando, reaccionó: ¡Los niños necesitarían tres años para llegar a Ella! ¿Cómo era posible que se le hubiera olvidado? Armando se lo había dicho el día en que pereció. —Vayan, todos mis queridos sirvientes del mal, practicantes de Artes Negras y de Magia Oscura, a ocupar el territorio de la Nueva España y acaben con esos niños que serán mi fin. Unos segundos después de que Amelia hubiere dicho esto, infinidad de zahoríes se arremolinaron ante Ella como un tornado de murciélagos y salieron por una ventana sin ojear los rasgos porque sabían que si miraban esa faz desconocida para ellos, podían sufrir de incineración. Volaron y cada uno se instaló en una provincia respectiva, asegurándose que los niños pasarán por ahí para que pudieran finar a cada uno de los elegidos que conformaban el equipo Balzac.
—Entonces, Martha, ¿vendréis a este terrible encargo? —preguntó Victoria dudando un poco de la chica. —Yes, es mi mission y la de todos vosotros —contestó ella asintiendo con la cabeza. —Tenéis que tener bien claro que no es cosa fácil —le sonrió Xavier tiernamente—. Hay muchos peligros princesa. —Saberlo —afrontó Martha—, pero sin uno, Ella siempre estar reinando. —¡Qué actitud! —alborozó Xavier, admirándola más. —Uníos, yo no me opongo —dijo María con la voz seseante y cruzada de brazos. —¿Podréis venir a ésta, su casa, para una fiesta en el jardín en la noche? —inquirió Adela ante la discordia que se mostraban Martha y María—. Para celebrar nuestra misión. No lo sé, podría ser la última fiesta que tengamos, y bueno... —miró fulminantemente a Xavier y a Martha— el haber encontrado “nuevos amigos”. —¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! —mencionó Iván contento, levantando una mano en el aire. Todavía se quedaron platicando unas horas hasta que María argumentó que le dolía la cabeza y que probablemente su madre estaría muy preocupada (por alguna extraña razón los sobreprotegía demasiado) porque no regresaban, jaló a Iván y embarazosamente se despidió de todos. Cuando llegó a su casa, Laura preguntó por qué Victoria y Xavier no habían regresado con ellos.
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—Tuvimos una discusión —fue todo lo que contestó María para entrar en su habitación. Al otro día, en la tarde, se contempló en el espejo. Vio a la misma niña de semblante serio y alegre a la vez, con los ojos azules profundos mostrando incredulidad y duda. Se llevó las manos a la cara albar. Lo que tenía que decirle a su madre debía hacerlo ahora o nunca. Bajó las escaleras y sorprendió a su madre en el sofá principal. Le dio un abrazo y un beso en la mejilla. —¿Ya sabéis lo mucho que os quiero? —María, nunca me habréis dicho. ¿Qué tenéis el día de hoy? —Nada. ¿No puedo decirle a mi madre lo mucho que la quiero? —susurró y casi se le colgaba a Laura. —Bueno, pero algo has de querer. —Ya sé cuál es la misión de los Balzac —dijo María lacónicamente. —¿Mi... Misi... misión? —tartamudeó Laura con los ojos abiertos como platos. —Sí, y también sé, que nos lo habréis estado ocultando a Iván y a mí por largo tiempo. —No sé de qué me estáis hablando —dijo Laura con cierto nerviosismo. —Lo debéis saber mamá. Todos los Balzac lo saben. Y vos sois un Balzac, ¿no? —Por mi padre, sí —admitió Laura—, pero decidme, ¿qué sabéis de esa misión? —Todo. Iván y yo hemos descubierto que somos partícipes de la profecía. Somos elegidos —susurró al final. Ante esta mención, Laura comenzó a sollozar, implorando que no se fueran. —Nadie puede liberarse de la profecía una vez que haya sido elegido —musitó María con un suave murmullo e inmediatamente subió a su cuarto para arreglarse para la fiesta de Adela, dejando a su madre llorar toda la noche. Cuando María llegó a la casa de Adela junto con Iván, les llegó el olor exquisito de una bella cena. Tocó el aldabón y Adela les abrió unos segundos después. Vestía un vestido rojo y se veía hermosa, pues le combinaba muy bien con su cabellera. María en cambio vestía un vestido azul sombra para darle tonalidad a sus ojos. —Os estábamos esperando —le sonrió Adela y los hizo pasar al jardín—, la cena la hicimos entre Martha y yo. Me ayudó mucho porque yo casi no sé cocinar. Unos minutos después María pisaba el césped del jardín, vislumbró que todos ya estaban sentados en una mesa alargada, cubierta por un mantel blanco. A lo largo de la mesa se encontraban los platillos como también unas velas que parecían flotar. Xavier sonrió y María pudo contemplar que por fin se había aplacado el cabello rebelde y, por supuesto, se veía más atractivo.
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Al sentarse, María distinguió que la tarta que se serviría como postre tenía inscrita la leyenda: Buena amistad para siempre. No olviden que estamos unidos por una razón. Se sentó a un lado de su mejor amiga y todos comenzaron a comer. Se sirvieron a modo de bufete, cada uno escogía lo que deseaba cenar. Era extraño, pero se percibía una rara felicidad en esa casa y cada quien conversaba lo que quería. Nadie que los hubiera visto, pensaría que una semana antes se había cometido un crimen. En el extremo de la mesa, Xavier y Martha conversaban alegremente en inglés. —Mi vida es en realidad terrible —le comentaba Xavier—. De niño las mujeres me acosaban por las calles, no podía salir sin mi madre. A los trece años, en el seminario, mis compañeros me veían como idiotas, ni hasta atrás podía sentarme porque todas las mujeres que tomaban el curso se peleaban por estar cerca de mí y los hombres también. Unos me llegaron a preguntar cuál era el secreto. Puedo asegurar que hasta una monja decidió abandonar los votos por pedirme matrimonio. Mi madre no entendía las razones por las que todas las mañanas, tardes y noches se amontonaban mujeres y gritaban: “¡Queremos ver a vuestro hijo, Victoria!”. Salía yo tantito o tan siquiera asomaba un ojo, todas gritaban como locas. —Xavier, ¿os puedo preguntar algo? —le dijo Martha mientras cortaba su pollo empanizado. —Sí, claro —contestó el muchacho tímidamente. —¿Has aceptado ser lindo de carita frente a una chica? —Jamás en mi vida lo haría. Es un trauma ser apuesto. Martha sonrió y siguió comiendo. En medio de la mesa, Victoria e Iván conversaban sobre hechizos. —Mirad, Iván —explicaba Victoria al niño—, uno de los hechizos más potentes es el de convocar cosas, se tiene que concentrar muy bien la persona con su mente. Pero, no todos los hechizos se hacen con la mente, en unos se utiliza una varita mágica. —¿Y eso cómo se hace? —preguntaba el niño interesado. —Bueno, cuando estemos con Amelia lo sabréis. Y al final Adela y María comentaban sobre libros que habían leído un fin de semana. —Creo que Lope de Vega es magnífico —decía Adela—. La Dorotea es una gran obra narrativa, llena de romance ¿no? —Sí, por supuesto —aclaró María—. Pero debes admitir que la obra se parece a La Celestina. Yo prefiero a Don Quijote de la Mancha que estaba un poquito loco. —¿Un poco loco? Yo creo que estaba demasiado.
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—Pues aún así, a mí se me hace muy bonita... —Por supuesto, porque satiriza todas esas novelas de caballería que has leído con ahínco. —Sí, la Edad Media, castillos y princesas, con reyes... —Yo prefiero la mía —interrumpió Iván después de un rato de haber estado escuchando la conversación. Cuando el postre se sirvió, Martha comenzó a contar historias en su tradicional español trastabillado y mal pronunciado que todos se reían de su acento, sólo Xavier la consolaba para no hacerla sentir mal. Después se presentó el brindis, pero Victoria alegó que estaban muy chicos para tomar vino y sin hacer caso de los reclamos de su hijo (“una vez no hace daño” decía), sólo ella tomó del líquido preciado, mientras los niños se tuvieron que conformar con agua simple. —¡Por la profecía de Armando Balzac! —brindó Victoria. —¡Por la profecía! —dijeron los niños a coro. —¡Por ella y que se cumpla! —gritó Xavier desafinando el coro de los demás y comenzaron a reírse sin razón.
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Voy a donde han ido las moscas del verano, trata de alcanzarme1 [Poema inconcluso]
Retrato de Harry Haller Realizado por Jaz Munguía 2007 Las ilustraciones que acompañan el poema de Harry fueron realizadas por su propia mano. Me pidió que las integrara al texto; cada una corresponde a los lugares donde estuvo viviendo durante su vagabundeo. No puedo escribir si no escucho música, solía decirme muy seguido. Harry me pidió que colocara los títulos de dos de las canciones, según él, de las cuales habían surgido las palabras que ahora me mostraba en sus hojas amarillas. Sopor Aeternus & the Ensemble of Shadows. “Psychoplastic Experience” en Deep the Eternal Forest. Sopor Aeternus & the Ensemble of Shadows. “Saturn-Impressionen” en Voyager - The Jugglers of Jusa. Sopor Aeternus & the Ensemble of Shadows. “Beyond the wall of sleep” en La Chambre D´Echo – Where the Birds Don´t Sing. 1
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Breves anotaciones acerca del Autor Harry Haller Carta escrita por Mariana Ortega dirigida a Saúl Bernal […] Aún tengo frescas en la memoria las imágenes de aquellos días en los que todos nos reuníamos para hablar de poesía, pintura, música, entre otros tantos temas. ¿Recuerdas?, casi toda la semana era lo mismo, todos estábamos puntuales, bueno, tú casi ni ibas. Cómo olvidar “La Guarida”, como él le llamaba a aquel desvencijado cuarto donde nos dábamos cita. Las charlas resultaban amenas; al calor de un buen café comenzábamos a dar rienda suelta a nuestra desmarañada imaginación. Qué maravillosos tiempos. Ese tipo era tan peculiar. Cuando llegaba de inmediato se dirigía al estéreo, recuerdas esa música extraña; a mí me deprimía esa música, todas la canciones eran tan lentas y oscuras que te aseguro que no tenían nada de inspiradoras como el aseguraba. Creo que aún sigue escuchando esa horrible banda alemana, no lo sé. Siempre fue un tipo raro, casi toda la semana lo veía con una especie de vestido largo que le cubría el cuerpo entero en una sola pieza, y luego sus brazos, repletos de pulseras, no sé si le viste un amuleto que traía colgado en el cuello, según él para equilibrar la energía, sigo sin creerlo. Cómo olvidar esa barba larga y descuidada, su cabello alborotado. Jaz, el pintor del grupo, ¿sí lo recuerdas?, lo retrato un par de ocasiones mientras él hablaba de cosas locas y muy poco entendibles. Yo creo que dentro de esa finta de espécimen raro se encontraba un tipo de lo más rosa y chévere, claro, nunca lo demostró, tú te diste cuenta de ello. Su rostro serio parecía que nunca sonreía, a mí me daba miedo verlo a los ojos. Nunca lo había visto enojado más que aquel día que Varela le dijo que «no hay nada nuevo en el universo»; yo creo que lo dijo no más para molestarlo. Creo que sí estabas cuando trato de explicarnos su teoría sobre el universo, en lo personal me pareció muy divertida. Nunca le dije que me pareció divertida, qué tal si se enojaba. Sabes, no podía concebir que un tipo de su edad ya hubiese leído tanto como él lo aseguraba, para mí que era puro choro, quién sabe, tú qué crees. Todos nos la pasábamos bien relax en “La Guarida”: Jaz pinte y pinte, él a veces hablando y otras ocasiones sólo observando y escribiendo; Varela, como siempre, hacía nada, a veces parecía que ponía atención, pero la verdad es que no pensaba en nada bueno, te lo puedo asegurar. Chale, nosotros dos nos parecíamos a Varela, casi nunca hacíamos nada, nos la pasábamos fume que fume; por cierto, él nunca fumó, es más ni bebía. Eso es lo raro, los poetas generalmente
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son bien borrachotes, pero él no, quizá ni era poeta. Odiaba su sobriedad. Esas ideas del inmanentismo le licuaron el cerebro, lo fueron volviendo loco. Ya estaba loco cuando yo lo conocí. Cuando tú no ibas, él preguntaba «¿y Vicentico?». Le agradaba lo que escribías. De todos era el más joven, pero creo que también era el más centrado. Como olvidar cuando Isabelita le dijo que le gustaba y él, con esa voz tan calmada, le contestó «lo siento, no es recíproco». ¿Quién usa recíproco en una charla habitual? Sólo él lo hacía. Toda la semana estuvimos riendo a causa de eso, Isabelita hubiese perdido si le hubiera aceptado la apuesta. Yo me hubiera ganado cien pesotes para las serpientes. Nunca entendí del todo lo que buscaba. Te digo que fue un tipo raro en el grupo. Si te has de acordar cuando se tumbó la melena. Si que parecía un sabio con esa choya rapada y esa barba larga. Luego que se nos une a los agnósticos, si de por sí era callado, pues se volvió una piedra. Hablaba poco, sus poemas se hicieron difíciles de entender. Creo que ni él mismo los entendía. Qué sorpresa nos llevamos cuando nos enteramos que también le hacía a eso de la artisteada. Aún conservo una de sus pinturas que me vendió. La última vez que lo vi fue en el Centro. Me platicó de un viajecillo loco que hiso a Morelia, y de otro más a un pueblito que está por el volcán. Te aseguro que ese hombre busca algo, pero no sé qué. Por cierto, me dijo que te saludara por parte suya. Me preguntó que si aún escribes. Pasando a otro asunto […]. Toluca de Lerdo 17 de noviembre de 2009
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Advertencia al lector El poema que están a punto de leer empieza a ser escrito un 15 de marzo de 2007, según me asegura su autor Harry Haller. Sería importante decir que lo conocí un 25 de febrero de 2009 en un café, ya desaparecido, llamado Mandoline. Los dos coincidíamos en el buen sabor del café de aquel lugar, también coincidíamos que Juan K. Saiset, el poeta que leía ahí, era malísimo. Cuando la amistad fue creciendo con este hombre, decidió que era hora de mostrarme su trabajo con y para la poesía. En un principio no entendía nada, sus manuscritos eran pésimos, todos llenos de faltas ortográficas y de redacción. Fue una tarea complicada leerlo la primera vez. La idea que él tenía de la poesía correspondía a esa búsqueda imparable de nuevas imágenes, detestaba las tesis que afirmaban que no hay nada nuevo bajo el sol. Cierto, su empresa era difícil, pero él mantenía la esperanza de encontrar siempre algo nuevo. El poema “voy a donde van las moscas…” es un reflejo de su marco ideológico; dice Séneca: “eres lo que escribes”, creo que eso se nota fácilmente aquí, y quienes hayan conocido a Harry Haller podrán corroborar lo dicho. Su trabajo, según me dio a entender, aún no estaba terminado. Él me decía una y otra vez que por más correcciones y reescrituras que se hicieran sobre él, nunca quedará como se desea. Quizá por ello en dos años no pudo pasar de las seis cuartillas que me dio a leer Harry Haller me contó mucho acerca de sus viajes realizados en búsqueda de algo que él decía debía de encontrar para sentir una extraña compleutd en cuerpo y espíritu. Me mostró un cuento que publicó en el 2006 en una revista llamada Mosca patas pa´rriba en el que se hablaba de una presencia femenina etérea y siempre viajante, a dicha presencia le nombró Melizza. Melizza era lo que siempre iba a buscar, según me dio a entender. Melizza era el punto a encontrar. Melizza fue el motor para que el empezara a escribir esto. Antes de que él emprendiera uno más de sus viajes, me confió la tarea de intentar terminar su poema. En un primer momento me negué, pero fue tanta su insistencia que terminé aceptando. El lector no sólo se topará de frente con el pensamiento de Harry Haller, sino también con el mío que decidí dejarlo un poco vedado para no alterar la esencia del poema. Tratar de terminar el poema me llevó poco más de dos años, es así como entendí la dificultad de Haller para terminarlo. A pesar de todo, sigo sintiendo que aún este poema no está terminado, quizá y tenga que encargárselo a alguien más para que le dé el punto final que ha escapado a Harry y a mí. José J. González
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Voy a donde han ido las moscas del verano, trata de alcanzarme I Que todo proviene de lo ya dicho por otros tantos. Que la piedra se desgasta con el paso del tiempo y aun así no alcanzamos a comprender el paso de la tortuga sobre aquellas ondas del sonido y su composición en armonías intangibles que se desbaratan en la suave cotidianidad de algún amargo día donde yace un pobre poeta mediocre. ¡Carajo! La lluvia del sur del país, donde habitan aquellas máquinas, consume la vida del hombre que ha olvidado lo que se era ser niño. Los hombres de alma vieja ya no juegan como antaño. Todos piensan en el capitán que se puede obtener con el desgaste de sus cuerpos y la anulación de sus tristes y lóbregas almas que olvidaron el placer de ser libres y brincadoras de cosmos. Fingimos caminar con la cabeza en lo alto suponiendo que podemos encontrar la respuesta universal de nuestros problemas con sólo mirar el firmamento con sus luminarias rocas suspendidas dentro de aquel espacio que nos es ignoto. Somos una llama que se extingue por el mismo misterio de la desesperanza. Le otorgamos un peso tremendo a las cosas y asuntos que no comprendemos, nos hacemos motas de polvo cósmico, eso sólo provoca nuestra desdicha de años enteros. Olvidamos la belleza que existe en la pura inmovilidad de las rocas. El hombre moderno se olvida de la belleza espiritual de la mujer, le da más valor el placer del sexo. Olvidamos que los demás sienten como nosotros, pero ¿qué hacemos? Los tratamos como objetos, los engañamos, les mentimos, les somos completamente falsos. El hombre es un estúpido ser de máscaras. El hombre necesita aprender a vivir sin ellas, requiere de un entrenamiento para poder quitárselas y comprender el verdadero valor de una existencia humana, sólo así encontrara una dicha que creía no existente. Caminamos lentos en busca de una lata de sopa para calmar el hambre que cargamos desde hace años. 33
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El estómago nos gruñe. Las insolentes moscas circundan alrededor esperando a que alguno de mis compañeros barbudos caiga al suelo y ya no pueda levantarse. Nadie lo extrañará porque no tiene familia, ni hijos, ni perros, ni amor. Siempre ha sido un hombre vacío como lo somos tú, yo, aquellos. El hambre impide que nuestra mente conciba la idea de escribir. ¿Quién dijo que se escribe mejor cuando se tiene hambre? Mentira. Hasta los monjes requieren de un poco de alimento de vez en cuando. Caminamos con los pies descalzos, los dedos los tenemos completamente gastados. Caminamos con los pantalones rotos, todos nos ven y piensan en sus muy adentros «pinches jodidos». Jodidos ellos que no han encontrado la forma del buen vivir. Nosotros estamos contentos con lo que somos y con los que nos forma y conforma. Jodidos ellos que no hacen lo que el espíritu les dicta. El hombre se vende a otro hombre. Este hombre se llama patrón. Los hombres que tienen empleo nos miran con inferioridad cuando nos paseamos cerca de ellos. Piensan que somos insectos deprimentes por la forma en que vestimos y andamos. Piensan que por tener un buen puesto en alguna empresa asesina de almas podrán soñar mejores cosas que nosotros. Dinero. Yo no lo necesito. Un hombre puede llegar a creer que es poderoso por poseerlo. Puede comprar un amor falso a base de promesas de aire. Puede hacerle creer a quien él quiera que es buen tipo por el hecho de tener mucho dinero, autos que un pobre no podría comprar incluso si se juntase con otros veinte pobres más, mujeres, casas, viajes. Los hombres del dinero dicen amar. Pero da el caso que aman muchas cosas, no se dan cuenta que entonces eso no es amor, es sólo una necesidad de poseer lo que los demás no podrán siquiera tocar. Yo soy un pinche jodido, pero por lo menos sé lo que es amar. Nosotros no tenemos buenos trajes, zapatos, cortes de cabello –de barba–, pero somos felices porque tenemos lo que nos da el cosmos y no pedimos más como los desgraciados hijos del materialismo. «Entre más tengas más vales». El hombre que se entrega al placer por relación a lo material es un esclavo de su impulsos mal conducidos. Nosotros soñamos con un mundo donde todos nos entendamos, donde la guerra y el odio son conceptos que no existen para evitar el daño y deterioro del alma. La calidad del alma no se mide en lo que el cuerpo se vanaglorie en poseer. El cuerpo es sólo una etapa, es un vehículo que lleva a revelarnos como lo que verdaderamente somos. El dinero te hace agradable la vida, pero no lo es todo; claro que te es necesario para sobrevivir, pero no hay que desearlo para el adornamiento.
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Yo me contento con lo poco que tengo, porque sé que yo mismo soy muy poco. Todos deberíamos de hacer lo mismo. Caminamos buscando la música del espacio contenido en un susurro. Nuestros pies a veces no son los de siempre. Nuestros corazones bailan entre todos los bailes que natura puede brindar. Los pasos que realizamos son descompasados, son movimientos que no encuentran razón aparente en la melodía encendida en los faroles de media noche. Los grillos siguen con la música de los prados silenciosos y solemnes a lo sublime. El suave rocío de las notas entonadas por músicos misteriosos resuenan en el aire noctambulo del que duerme leyendo novelas de Kafka. En la mesa de la sala siempre hay un lugar vacío para quien quiera tomar asiento y acompañarme a beberme la vida en intermitentes reflexiones y poemas secuestrados de algún buen tiempo desprendido como pieza de rompecabezas. En la mesa sólo hay polvo que trae el aire. Mi ventana a veces tiene una buena vista de los montes de piedra. A veces me duele la cabeza y me quedo sentado en la esquina de la habitación, lloro porque ni yo mismo comprendo la mayor parte de las cosas que me rodean. Me soy desconocido. No mentiré, mi sombra es otra desde que me volví a la poesía. No pretendo encontrar en ella la solución de tantas y tantas situaciones, me contento con solo sentirla vagar en cada una de sus letras por mis venas, nervios y sentidos. A veces me duelen los brazos porque tengo que pasar libros y libros de un lugar a otro, y nunca me gustan como quedan acomodados, termino transportándolos a un sitio distinto, pero simplemente no me vuelve a gustar el lugar. Duermo soñando en el transporte de ellos a través de tiempos y espacios desconocidos para la gran mayoría. A veces me duelen las piernas cuando tengo que caminar por horas enteras buscando lo que tuve que haber encontrado desde mi nacimiento: quizá sea mi muerte o un pedazo de pan y pescado que espero poder multiplicar por el acto de la palabra para que nadie en el mundo tenga que sufrir de hambruna. La palabra es el más grande premio que nos pudieron haber entregado. Los seguidores del Maestro sabían que la palabra alimenta. Hermosa metáfora. Si tuviese dinero en mis bolsillos que siempre están vacíos, lo daría todo a los espíritus afligidos que lloran todas las noches porque no saben cómo será el día de mañana. No hacer la caridad pensando en la caridad. Pero me siento inútil, un hombre inútil que sólo sueña en escapar lejos de un realidad que lo va devorando todo a mordidas agigantadas.
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Duele el alma. Duele el corazón. Duele el manto con que Dios me arropa. Duelen las palabras dulces y los regalos. Duele no conocer el estado de las cosas. Duelen las causas primeras. Duelen los accidentes que se le agregan a una substancia. Duelen, Dios Santo, duelen los objetos que mi cuerpo percibe, porque me doy cuenta que son impermanentes, sin una utilidad trascendental para mi espíritu inquieto que despierta a intervalos para volverse a dormir al darse cuenta que esta realidad está llena de llanto, hipocresía y soberbia. La paz y el amor se han ido quedando dormidos al sentirse inutilizables por los hombres modernos y postmodernos que llenan nuestro mundo. Buscamos el artefacto secreto que nos permita la huida. La gente de la calle nos avienta agua para alejarnos, nos hacen gestos horribles con la cara, señas obscenas con las manos, hablan a nuestras espaldas. Incluso esto duele, ya nadie ama a su semejante. No se aman a sí mismos. Hasta los niños ya vienen programados a odiar. Sus padres quieren que odien. Sus padres quieren que sean más que el otro. Sus padres quieren que se anulen negativamente poco a poco. –El amor es una anulación positiva– Yo odio a sus padres. Creo que ellos me odian a mí. Las cucarachas son mejores. Yo fui niño, un niño que olvidó ser niño desde pequeño; te olvidas de serlo cuando tienes que sufrir para vivir, cuando ves que en casa hay nada que comer, cuando ves con dolor cómo tu madre llora porque se siente impotente para sobrellevar la mayoría de las cosas. Te olvidas de ser niño cuando tu padre te falta, cuando sabes que existe pero no está. Yo fui un niño que no lo fue en sentido estricto. Creo que si tuviera un hijo dejaría que fuera niño, estaría ahí cuando él lo requiera, cuando tuviese miedo —como yo lo tenía— le abrazaría y le diría al oído «no temas, ya estoy aquí», me sentiría feliz con un abrazo. Le miraría con mis ojos de papá mientras duerme. Todos los domingos estaría con él, saldríamos temprano para caminar por el parque y explicarle el porqué de natura. Lo cargaría cuando estuviese cansado. Comeríamos helado hasta reventar, reiríamos.
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Sería mi hijo y yo su padre. Si tuviera un hijo le hablaría de la paz y del amor universal. Si tuviera. Si tuviera un hijo le amaría con inmensidad. Pero si lo tuviera, tengo miedo de que se contagie de mi soledad, porque a pesar de todo, tiendo a sentirme solo y melancólico. Temo que me vea en uno de mis peores días, cuando no tengo ganas ni de abandonar la cama. No quiero darle pesares a alguien que no debe cargar con ellos. Lloraría en silencio para que no se dé cuenta que soy un maldito chillón, qué ejemplo de fortaleza le daría. No sé si mi padre alguna vez haya llorado. Pensándolo bien, no sería un buen padre así como no soy una buena persona. Amaría a su madre como sólo se le puede amar a la mujer con la que compartes tu vida. Todos los días le recordaría lo feliz que me hace su compañía. Procuraría darle lo mejor, no tengo mucho ahora. Estaría con ella cada segundo libre que tenga. Sería la única mujer en mi cerebro de circuitos neuronales, sería la única mujer que mis brazos quieran abrazar, la única para la que escriban poesía mi espíritu y mis manos, la única. Llegaría a nuestra casa azul temprano. Tendría algo por qué llegar y querer seguir llegando. Le abrazaría con suavidad, retendría sus manos blancas en mis manos de piedra. Estaría contento de verla, de tenerla con vida un día más, de sentirme con vida un día más. Pero si tuviera una familia sería una familia. Sacrificaría toda mi existencia para ver que todos estén felices. Poesía, me alivias la vida. Poesía, me alivias de las categorías espacio-temporales. Algunas veces la noche es tan oscura, sus sonidos son no-sonidos. Hoy que abrí la alacena cayó por accidente un frasco de mermelada al suelo, se estrelló de inmediato; el hombre es como un frasco, cualquier día puede caer y reventar. El cuerpo del hombre es como un frasco de cristal. Los hay de todos tamaños, formas y colores; también pueden contener toda clase de sustancias, algunas de las cuales son dulces, otras amargas, agrias, picantes, etcétera. Las flores son flores porque son flores. Para comprender a la flor no basta con ver la flor, sentirla, olerla, se tiene que ser la flor misma. Los monjes Zen saben este principio fundamental para su doctrina. Yo lo sé y no soy Zen. Los perros son perros y punto. Pero el hombre es un frasco gigante de mermelada andante. Los niños son un pequeño frasco de sabor puro e indeterminado.
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Yo soy un frasco que está en proceso de llenado, pero al fin de cuentas un frasco. Las estrellas siguen cayendo como rayos veloces que rompen la tranquilidad de la vida de un gato tras la ventana. Las estrellas son rocas candentes que temen al sol, le adoran por el temor a una calcinación inmediata. Las estrellas son como las luciérnagas del universo. De noche están y de día siguen estando pero nosotros no podemos apreciar su belleza. Me doy cuenta que la contemplación es una de las cualidades más hermosas del hombre, pero no todos pueden aspirar a ella. Yo a veces creo alcanzarla, sin embargo, se me va de entre los dedos como un puñado de minúsculos segundos. De vez en cuando alguna línea queda atrapada en una vieja máquina de escribir, las teclas se mueven y sueltan el polvo creador, el polvo del que surgió la primera luz, el primer sonido el primer día. Yo sigo ese polvo y me digo «Harry, Harry, tú eres una partícula de ese polvo que alguna vez tocó Dios en su más grande ociosidad». Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Ayer tuve un poco de sueño. Ayer tuve un poco de sueño y me abandoné en el parque más cercano. La gente que pasaba miraba con envidia mi comodidad, mi despreocupación a asuntos nimios y de poca trascendencia. Me abandoné porque quería pensar en mí como regularmente lo hago, sentir la brisa de los árboles dominicales sobre la barba, sentir el pasto casi verde en una greña alborotada, escuchar el lenguaje silencioso de la tierra, olfatear su aroma a tierra mojada. Ayer tuve un poco de sueño, y no dormí porque pensaba. Me es inevitable no pensar. En los bolsillos llevo un pedazo de pan duro que me fue puesto desde el primer día que me puse los pantalones para salir a rodar el mundo. El mundo es una gran rueda dentada que funciona como una pieza de un engranaje tan complejo, que tanto tú como yo no alcanzamos a comprender del todo. El poeta, el pintor, el carpintero, el obrero, el taxista, el doctor no comprenderán estas cuestiones. Nadie comprenderá estas cuestiones cósmicas. El volcán se levanta majestuoso. He habitado muy cerca de él, en sus cercanías, ahí se respira un aire calmado y limpio. El ruido de la ciudad no alcanza a traspasar ese manto de naturaleza. Los anhelos de un hombre como yo se ven realizados en lugares como éste. Alguien me dijo alguna vez que todo viene “de lo todo ya dicho”; sin lugar a dudas es un ingenuo y estúpido supuesto, que sirve para contentar a los niños de pensamientos puros. La labor del poeta de nuestros días es crear cosas nuevas, alejarse de “lo todo ya dicho” para aspirar a un plano mejor en cuanto al espíritu. El poeta tiene que ser un ser atemporal. Un ser que vaya lo más rápido posible para que nadie lo alcance. Si te alcanzan ya te jodiste completamente. 38
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Yo no soy un ser puramente atemporal, me muevo bajo las categorías Kantianas. Por tanto no soy poeta. Algunos me ven como tal, pero se engañan; otros dicen al escucharme «qué bonito poema». Yo no hago poesía, poeta es quien hace poesía. A mí la poesía me hace. Ven la diferencia entre un caso y otro. Pensar en las pinturas de Kandinsky me pone triste. La perfección, señor Wasily, la tienen sus círculos, eso hace que nuestros intentos de círculos se muestren inacabados y potencialmente deformes. Pensar en Picabia permite colocarme en una posición que sólo le corresponde a los geometras del universo. Paganini fue un hombre soberbio con el violín. No ha habido otro que sea como él. Luego hay tiempo suspendido. Silencio y un manto blanco que cubre todo espacio. Los sueños de los perros son sobre humanos, humanos que les tratan bien, que los quieren, que los alimentan. Los perros tienen su forma particular de sentir, sólo que nosotros no la comprendemos. Creemos que son máquinas. Muerte a Descartes. Muerte a quien patee un perro o a cualquier animal sea bípedo o cuadrúpedo. Muerte a quien lleva a cabo deportes de muerte. Quiénes somos nosotros para atentar contra la vida de un animal que vive en armonía con natura. Pensemos un poco. El que mata toros se enfrenta a su lado femenino que no soporta porque no sabe convivir con él. Por qué el matar toros se considera un arte. No sé mucho de tauromaquia, pero sí sé que matar animales va contra las reglas del cosmos. El que mata toros le da una estocada a su propia vida. El hombre es un maldito animal racional, cosa que lo hace más detestable ante los ojos de la Gran Madre. Los animales cazan y matan por necesidad, está en su sangre hacerlo para sobrevivir. El hombre lo hace por diversión, porque no sabe de qué forma ocupar su tiempo de ocio. Todos somos creaturas de Dios. El karma es una fuerza demasiado grande y poderosa que reina sobre el mundo. No lo olvidemos. El que mata animales que no se queje porque alguien está matando hombres, mujeres y niños. En casa tengo un Guardián entre el centeno. Quizá el bombardero de Oklahoma también tenía uno en su mesita de noche. No lo sé. Sueño sobre las rocas de piel de animales, de animales antes vivos que cayeron en las manos de cazadores sin corazón. Los ríos de mi greña dominical me hacen imaginar lindas señoritas bañándose en las cálidas aguas de una primavera que está pronta a llegar. Me imagino jugando con las nubes suaves con
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aroma a durazno, me imagino montando caballos salvajes que viajan sobre los dorados caminos de un sol abrazador y cercano. De vez en cuando algún caballo tira hacia abajo, lleva el carro a penumbras inhóspitas y cuchicheantes. Esta tarde me he sentado en la sala a preparar el siguiente movimiento; no sé si mover la torre o avanzar en “L” con el caballo para sacrificar mi alfil, de esta forma deja desprotegida su reina, podré llevármela ante sus ojos. Pero sus movimientos son mis movimientos, su jugada es mi jugada, sus piezas no son otras más que las mías, por tanto, su reina es la misma que la que yo tengo como reina. Todo resulta patético viéndolo desde este punto. Harry, puedes encontrar la salvación correcta en las montañas, en la soledad que comparten las piedras con las flores y la inmovilidad del viento que cruza por entre las ramas de los árboles más viejos. No es cuestión de volverse Zen, es sólo cuestión de buscar la abstracción del Uno para empezar a formar parte del modelo creador, que en seis días de trabajo y uno de descanso pudo dar por cuasi concluida la obra cósmica de los arcanos años del cosmos giratorio y siempre dinámico. La desesperación sólo le corresponde a los seres Finitos e infinitos, siempre se central en algún punto perdido dentro de su consciencia. Pocas veces van más allá de ese simple silogismo. El hombre desesperado es el que vive sin la esperanza. ¿Gran Samsara de los siglos olvidados puedes limpiar al hombre de los males que le aquejan? Harry, estamos contigo, estoy contigo porque yo soy tú como tú eres yo. Somos una especie de virtud que habita en un solo cuerpo. Somos como aquel ser primigenio al que el Dios antiguo tuvo miedo y por ello separó. A veces nos conocemos pero fingimos no conocernos, nos desentendemos el uno del otro porque así lo queremos. Mientras tú piensas en Melizza yo pienso en Dulce. Ellas dos pueden ser la misma, la una y la otra a la vez que ninguna. Especulum. ¿Esto no te recuerda a algún cuento de Cortázar? Harry, chocamos en algunas ideas, pero dime, quién no choca con alguien. Los autos chocan, en este mismo momento se estarán estrellando algunos miles en todo el mundo. Si los autos chocan, porque las personas no tendrían por qué chocar. Tú sabes que la materia se reconoce a partir de la atracción y repulsión. Poe lo sabía y lo expresó en Eureka de una forma tan poética que muy pocos logran entender. Este lugar que habitamos siempre está oscuro Este lugar que habitamos siempre llueve a cántaros Este lugar que habitamos es nuestro interior. Este lugar que habitamos es alguno de los dos. Alguna vez tuve un auto, pero lo abandoné; las máquinas no son para mí, prefiero el transporte a pie, sentir la luz del día en el rostro, el aire en el cabello, el agua de los días lluviosos en las manos, las rocas filosas y gordas en las plantas de los pies. 40
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No estoy en contra de los autos, simplemente no me gustan. Tengo miedo de atropellar a alguien, tengo miedo de las señales de tránsito y semáforos. No entiendo las carreteras, ellas no me entienden. Seguro que nunca nos entenderemos. Bueno, en este mundo no con todos tienes que entablar una buena relación. Mi vida se reduce en las carreteras. Regularmente siempre ando viajando, pero eso no me hace amar ni un poco a esas serpientes negras y calurosas que reptan bajo nuestros pies, que se rozan con nuestras sombras al grado de llegar a acariciarlas. Las carreteras excitan a las sombras débiles. Yo no soy muy fuerte, pero me sé controlar. Sueño en una vida sin autos. Sin autos ya no habrá más deterioro ambiental, los pingüinos dejaran de recibir sus baños de agua caliente. Los peces dejaran de ser pescados. Sueño, y todo queda en puros sueños. Despierto sintiéndome pésimo casi a diario, sin ganas para nada. Veo la cuerda colocada a un lado de la mesa de noche, casi cerca de los libros de Camus y Kierkegaard. Toco mi cuello y me doy cuenta que el acto cobarde de los valientes no es para mí. Atentar contra uno mismo es temer al designio marcado para todos. Mi nostalgia por lo visto me seguirá acompañando un par de años más. Mi tristeza dormirá está noche como todas las demás a mi lado. La soledad ha emigrado, pero ha dejado un fantasma de realidad casi consistente. Le pertenezco a tres mujeres, dichoso tendría que sentirme, pero entre más compañía más dolor inundará nuestro motor de vida. Pienso en el péndulo. Pienso en el reloj. Miguel es el nombre de uno de los Arcángeles de Dios. El teléfono suena todos los días a las seis am. Qué pasaría si nadie siguiera los tiempos de una sociedad degradante y bárbara. Por qué no podemos habitar un mundo completamente blanco, donde la sopa tenga un mejor sabor después de tres días, donde las sardinas y el atún no me hagan daño por mi maldita alergia. Los embriones de algunas viejas desaliñadas acabarán en grandes frascos de alcohol. Las maquinas empezarán a reproducir vida como lo hace el hombre. No dudo que un día de estos mi cabello deje de habitar mi cabeza. Las ratas de los parques fijan un rumbo para protegerse de los asesinos racionales. No hemos aprendido a soportarnos. Queremos acabar con lo que nos es inmundo, con lo que no comprendemos y tememos. Todo se mueve bajo un empirismo contingente. Mis oídos se llenan con los sonidos lúgubres de La muerte de Arthur.
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¿Alguien escribirá algo de mí cuando muera? No importa, no quiero nada, sólo una muerte silenciosa alejada de todo bullicio postmoderno, una muerte a los 45 años. No me podría soportar de viejo. No quiero vivir 100 años, no quiero que se me pase la mano. No deseo ser una carga para alguien. Quizá mis conocidos dirán que siempre fui un ocioso. Que la responsabilidad no fue uno de mis fuertes. Que abandoné un buen proyecto. Que a D le di una gran patada en los cojones. En realidad todo eso me importa muy poco. Un gran manto azul cubre mi cuerpo. Hace frío esta noche, es como todas las demás en estos lugares de grandes árboles y densa neblina. Los perros acostumbran ladrarle a extraños objetos cósmicos. Un perro negro me ha de cruzar por el río de los descarnados, no tienes que pagar con monedas dicho viaje. Los perros negros odian a los perros blancos, es un odio ontológico. Yo temo a los caninos blancos de largos dientes que muy seguido vienen a turbarme el sueño colocando su pata sobre mi pecho impidiendo que respire. Tendré que colocar un poco de incienso en la entrada. Colgar un amuleto de roble en el centro de la habitación. Cubrir con masilla cada vértice del cuarto, porque por ahí llegan estos perros. Long los pudo ver de manera clara. Los perros negros son de doble naturaleza. Abraxas. Los hombres tienden a hablar de mil y un estupideces que ni ellos comprenden. La verborrea se ha vuelto en la enfermedad postmoderna por excelencia. El deterioro del espíritu se ve en el lenguaje mismo, cada uno es lo que habla. Harry, ni el alcohol te daría las respuestas certeras a tu nimio existencialismo de vagamundo. Las respuestas no son el problema, lo que deben de preocuparnos son las preguntas. En marzo hace un calor que yo no soporto, pero a pesar de eso siento la mayor parte del cuerpo frío. Las manos me duelen. Sólo yo me entiendo. Hace algunos años alguien destruyó en mí algo que no creí que habitaba ahí. Me era desconocido hasta que sentí el dolor del vacío que quedó. Algo se derramó de mi garganta hasta el estómago. «Hijo, siempre estarás solo; aprende a vivir con ello» Hace tiempo que me confundí en la búsqueda y terminé haciéndome daño, un daño que sólo se presenta en los románticos. Hace años no sabía que ella estaba a muchos años. Ahora ha llegado. Ha llegado………………ha llegado……………….ha llegado. Hace tiempo, en un pasado, sabía de su existencia futura. Hace tiempo que comencé a amarla, a desearla y ella ni por enterada.
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Sentía desde antes en mis manos la frágil estructura que le contiene. Algunos fármacos son fuertes, te hacen olvidar el dolor físico, pero el del alma persiste. No han inventado una pastilla para esas dolencias. Sientes que el mundo se te acaba en un solo parpadear, ves un brillo lejano en los ojos de un Dios piadoso que te llama, pero no todo es tan fácil, porque para llegar a él tienes que cruzar una viga que se suspende sobre un gran abismo: es el interior, lo que no vemos más que en pocas ocasiones cuando estamos al borde de la locura. No hay peores demonios que los que uno se quiere negar. Mis pantalones desgastados me hablan de las grandes batallas en mi vida, de las horas y horas que uno se sacrifica para poder obtener un pedazo de pan. Por qué nadie piensa en el Dharma. Por qué nadie piensa en el bien por el bien. Séneca se maravillaría si lo entendiéramos. Séneca tenía dinero, podía vivir la vida que profesaba; yo no tengo dinero, no deseo tenerlo, mi naturaleza se mueve bajo otro plano, pero veo que nadie lo entiende. «Únete al ejército». Seguir órdenes no es lo mío. Todo lo que realizo es porque el espíritu mismo me insta a realizarlo. Algunos se aprovechan y me tratan como esclavo, se creen dueños de mi persona. «Tienes que soportar, hijo». La Gran Madre me ha educado para soportar todo, soportar el dolor, soportar las penas, soportar los engaños, soportar las hipocresías, soportar el falso amor que impera en el mundo. Se tiene que soportar lo malo, porque lo bueno llega sin avisar, pero lo bueno nunca es una carga. Tengo ganas de irme. Tengo ganas que mi yo abandone esta masa pesada y obsoleta a la que ustedes le llaman cuerpo; yo le llamo estorbo. Tengo ganas de Ser Uno con el Universo. Tengo ganas de que el logos que me forma se una con aquella segunda letra hebrea. Mi canto desgarbado se tiende a los límites inconmensurables del aire, mi canto se va a las regiones de la niebla. Alguien canta lo que yo he escrito, puedo escucharme en arcanas voces de piedra. La radio de la casa trabaja para seres desconocidos. Yo trabajo para mí mismo y me soy completamente desconocido. Ayer por la tarde tuve que quebrar una silla vieja para poder protegerme del frío tremendo que entra por cada rincón desamparado de lo que es mi hogar. Grandes formas bailaron alrededor del fuego mientras yo escribía. Me doy cuenta que cualquier día es bueno para morir. No temo a la muerte. Le espero y eso no me angustia.
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Algunos días me tiro en el suelo de la habitación. Espero algún mensaje que me alivie de una soledad incomprensible. Me quedo horas y horas en espera, pero no sucede nada, eso me hace sentir terrible. Duerno para olvidarme del olvido de los otros. Cuando niño sentía soledad. Pensaba que los grandes no la sentían. Ahora que soy grande me doy cuenta que la soledad también ha crecido junto conmigo. Siempre terminamos siendo devorados. Mi substancia se puede conocer a partir de la soledad. Solo. Solo. Solo. Solo. Mi mundo se destruye poco a poco, yo me destruyo a su lado. De qué servirá aprender a caer, siempre se puede ir más abajo y no saber qué tan abajo has descendido durante todo el tiempo que crees llevas cayendo. No tengo la fuerza suficiente para odiar. Quien odia tiene que aprender a odiarse a sí mismo primero.
II Las grandes murallas que dividen todo orden, año con año se van volviendo más altas; nadie podrá saber qué hay más allá. Todos vivirán encerrados. Todo lo hace el hombre para el hombre. El comportamiento hostil está presente hoy día, nos hace peores de lo que ya somos, ya no aspiramos a nada bueno, y si lo hacemos es a través del constante joder al prójimo. En bestias nos vamos convirtiendo. En brutos. Olvidamos que una buena existencia está en una buena vida. Lo que sucede día con día me llena de indignación. Mientras unos viajan, comen y duermen sin preocupaciones, hay otros más que ni viajan, que no comen, que ni siquiera duermen porque temen ya nunca más despertar. 44
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¿El que lo tiene “todo” se siente completo? Preguntémosle a Kierkegaard. “El hombre es el lobo del hombre”. Dios, por qué permites que el hombre destruya lo que has creado con tanto esmero, cuidando cada detalle y otorgándole la misma perfección a lo pequeño que a lo enorme. Dios, por qué dejas que tus hijos coman y beban de tu hijo cuando no lo merecen. Dios, por qué no desciendes de tu gran trono patriarcal y destruyes a los hombres que acaban con la Gran Madre. Por qué no creas nuevos seres, no los hagas a tu semejanza o se creerán Dioses sin serlo. Dios, dales a entender el concepto de miedo para que te teman. Dios, acaba conmigo, ya que a veces deshonro tu nombre en estúpidas blasfemias. Dios, arráncame la lengua, los ojos y las manos. Dios, confío en ti. Dios, conviértenos en niños. Sé que he hecho demasiado daño a muchos, culpable soy porque soy humano. He mentido y robado para sobrevivir. Tengo pensamientos pecaminosos con y para las mujeres. Tengo ideas turbias acerca de tu propia naturaleza. Tengo un conocimiento enfermizo de mí mismo. Nada me hace muy diferente a los demás; esperaré tu designio, no con resignación sino con gusto, porque tú me das la vida y decides sobre el final de ella. Siempre deseo saber más de lo que puedo entender. Los animales son felices, o eso supongo, porque no tienen la necesidad de conocer otra cosa más que las que están en la naturaleza, en su naturaleza. El no-conocimiento les hace libres. Mientras que yo, entre más conozco más me pierdo. Dudo. Sí, dudo de ti, de mí. No hay peor cosa que dudar de tu existencia cósmica siempre transmigrable. A veces te reconozco en el viento nocturno. Sueles estar con la gente más indeseable. Vistes detestables ropas que yo estaría gustoso de usar. No sé cuántas veces hemos platicado. No sé cuántas veces me has conducido por la senda correcta. No sé cuántas veces me has rescatado de la caída de tiempos remotos. No sé cuántas veces me has alimentado con tu aliento suave como la miel. Las ondas del sonido se dispersan entre las hojas blancas. La regla general no existe cuando se piensa en nimiedades. Los libros amarillos me revelan tu nombre escindido por locos nigromantes. Kerouc me ha dado una posible vía a tu conocimiento.
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Camino en los load de tu misericordia. Suplico por la compañía de tu manto ensangrentado. Los dados otra vez fueron lanzados por hombres tiranos que no aguardan tu venida en carne infinita. Yo no la espero en una estructura decadente como la nuestra. Yo la espero en el perfume de las flores, de los tulipanes, en los colores de los peces del río. Tu venida escapa a nuestra comprensión. Tu venida es bendita entre los salmos más hermosos. Tu venida se fija en los labios de los vagamundos. Tú eres un vagacosmos. Después de todo, siempre tengo la esperanza en ti. Confío en tu omnipresencia. Confío en tu bienaventurada misericordia. Confío en tu lenguaje de estrellas. III Cuando la luna calla eclipsada de los dolores de maternidad los profetas inician con la tarea que el Universo les dio: hablan de los toros celestes y de las grandes proezas que hará el hijo del Inmortal cuando sea el tiempo de hacernos pagar todo daño hecho a la tierra que tendríamos que haber querido como nuestro cuerpo, como nuestra madre. Órdenes enteras están enfadadas con el rumbo que el hombre ha dado a su conocimiento. Somos algunos los que quedamos parados en completo estatismo esperando el final inminente y cataclítico de una realidad abandonada. Nada es nuestro. De qué podemos jactarnos frente a los demás. La mota más pequeña del mundo puede ser el elemento más importante que pueda dar génesis al universo entero. Aspiramos a un mantra del que ni siquiera tenemos la certeza de que nos pertenezca. Dios hace las cosas por una extraña razón, nosotros queremos encontrar esa razón en inmundicias humanas. El poder divino está siempre vedado a los ojos del hombre y a su raza condenada. Se descubre la curvatura del espacio en la palabra de los poetas, en cada verso que se arma con la tinta planetaria de un imaginario. Los laberintos dentro de un buen tazón de sopa te hablan de la continuidad de tiempo en cada uno de los colores que se asoman en la salida del sol. 46
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Las calles húmedas que le permiten al hombre promedio continuar abrazando la soledad, se tienden a un punto de fuga sin explicación. Encontramos un sinsentido en cada acción que se efectúa bajo la dinámica de la neutralidad oscura y dispersa. El llanto de los Dioses antiguos tuvo el poder crear los mares. Nos pasamos saltando ríos enteros con nuestros pies descalzos y largas barbas que una y otra vez se ensucian de migas de pan. De vez en cuando llega a aparecer una aparente potencialidad ante nuestros ojos, pero el simulacro de las pinturas mal hechas han terminado por darle el punto final a una oración nunca enunciada. Las divagaciones que de hora en hora son exclamadas por nuevos estoicos no encuentran una razón fuerte para lograr sostenerse. El dolor y el placer se dan a partir de la deshumanización postmoderna. Todo se está perdiendo en voces ambiguas que desde el inicio de su grito ya están condenadas por hombres que han olvidado sus nombres entre los espacios vacíos allá donde habitan seres de estrellas. Han olvidado su propia existencia. La auto-conmiseración se levanta soberbia y altanera. Los pasos de gente nueva se refleja en la arena al otro lado donde las especulaciones se confunden con sus yoes realíticos. Mirad lo que hemos hecho. Los hombres que han olvidado nacer nos flagelan las manos por un castigo muy desconocido y sombrío. Los hombres se levantan para caer más duro sobre el frío cemento de las calles internas. Nos sentimos mal con todo lo que está sucediendo. Nos sentimos mal con la maldita máquina devoradora de ilusiones. Nos sentimos mal con un estado mal estructurado. Nos sentimos mal con una cósmica realidad que hemos utilizado al revés. El reloj debería de detener su paso de siglos, aquietarse esperando que alguna piedra del Gran Dios comunique las buenas nuevas. La mirada sosegada de la gente que baila al son de una música llena de sinfonías y llanos planetarios no se detendrá escuchando el acero y el repicar del ave memorial de los excelsos tiempos juglares. Cada vez hay más cosas por las cuales sentirse pésimo al inicio de un día tan bello que guarda en su horizonte la corona luminosa de un sol victorioso que guarda la esperanza de una futura y pronta resurrección. Cuántas veces no hemos soñado. Cuántas veces no hemos visto con melancolía el nacimiento de hombres mal sembrados. Cuántas veces no hemos deseado que el gran círculo kármico comience a desarrollarse, a girar sobre su gran eje de justicia.
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Las palabras de los malditos terminan volviéndose polvo, y aun siendo polvo hacen daño a la Gran Esfera dadora de vida. No basta con la erradicación de un supuesto energético negativo. El equilibrio siempre termina viniéndose abajo como lo hacen los árboles al recibir la descarga del rayo, palabra del enfado de un Dios cósmico. Dios es el gran Rayo. Él mismo sabe que el mundo se mueve bajo contrarios. Él es un contrario que termina anulándose en cualquiera de sus partes. La complementación no es más que el reconocerse a través de la individualidad del otro. Nunca hablo de nada presente. Todo se pierde en alguna curva melódica de un viejo violín. El caminante corre a través de los días que se carcomen tras la ventana de su hogar. Todo es quietud. El amuleto arrinconado en el olvido se mueve lento, muy lento por un soplo de aire. Yo me muevo lento en espera del fin del mundo. Yo me muevo lento para ver si la muerte me alcanza. ¡Trata de alcanzarme! ¡Vamos! ¡Trata de alcanzarme! Poema escrito un 15 de marzo de 2007 por Harry Haller, e intentado ser terminado un 23 de marzo de 2012 por José J. González
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La pluma en la piedra
Edición
Fecha de publicación
Temática
No. 10
7 de mayo de 2012
Madres perversas. Tiranía y dictadura.
No. 11
4 de junio de 2012
La pintura y sus matices. Escribiendo a partir de los trazos.
No. 12
2 de julio de 2012
Testimonios: la vida antes de la tecnología.
No. 13
6 de agosto de 2012
El trabajo de escribir.
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¿y de quién son?”, dijimos con la curiosidad al filo de los ojos. De mi general
al camposanto”.
“¡Tripitas, qué bonitas!
Sobarzo–dijo el mismo soldado-,las llevamos a enterrar