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No sé cuándo pueda alcanzarte…

Nos estaban hablando de vos. Éramos un grupo de más de sesenta personas reunidas en un campo, envueltos en una brisa helada. Teníamos frío, se nos erizaba la piel, pero estábamos atentos, escuchando, porque ninguno de nosotros todavía te había reconocido. ¿Cómo era posible eso? ¿Cómo no notamos lo que aportabas? Yo tampoco te había reconocido hasta ese día que nos presentaron… te observé detenidamente y me di cuenta de que recién aparecías para mí, porque no pude conocerte antes. No me dejaban tenerte.

Esa mañana, individualmente, cada uno de nosotros tomó una decisión. No supe la del resto, estaba concentrada en la mía. Mi decisión era elegirte, porque te necesitaba para tomar decisiones; vos me dabas seguridad, podía decir lo que quería, lo que me gustaba, lo que sentía; con vos hacía y deshacía. Tuvimos un año genial, no podía sentirme más plena. Era feliz y lo sabía.

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Hoy siento un calor que arde en mi pecho y me hace sonreír con solo recordarte. La nostalgia es de una tarde como esta, en la que íbamos en mi auto agarrando ruta; “vamos a cualquier lado”, dije, porque no importaba dónde, cualquier lugar era perfecto siempre que te tuviese.

Con vos todo era intenso… y también lo fue nuestra separación. Nos separamos una noche de febrero, fue una locura perderte después de haber hecho tantos planes. Sí, te perdí y sentí que moría. Me quedé vacía, sin vida, sin saber cómo seguir. Mi familia me ayudó, me empujó a continuar y lo hice… pero la verdad es que… jamás te superé, jamás superé nuestra separación.

Te pensé y lo sigo haciendo cada día, todos los días. Pasó mucho tiempo, años ya, pero sigo soñándote, despertando convencida de que la realidad es una pesadilla y no mi vida real. ¿Por qué sufro así? ¿Será que te deseo tanto? Sí, obvio que te deseo, te extraño demasiado, nada es lo mismo desde que no te tengo.

No sé cuándo pueda alcanzarte, pero lo voy a hacer y, bajo este cielo, sobre esta hoja de papel, hago mi promesa de que, cuando logre tenerte, solo con mi muerte me van a poder volver a separar de mi tan deseada y hermosa Libertad.

Hoy, 29 de septiembre, siento que no aguanto más, siento que se me terminaron las fuerzas para seguir, solo quiero llorar y llorar para desahogarme, ¿pero cómo hago? Si vivo con diez personas más, si no tengo privacidad, si no tengo ningún minuto a solas, solo cuando voy al baño, y ese, ese es el único lugar que tengo para llorar un ratito tranquila y descargar toda esta angustia que pesa y me aplasta el corazón. Ya no quiero estar más acá, ya no quiero seguir pagando por algo que no hice, me dicen que solo pasaron seis meses desde que empezó esta pesadilla y que tengo que tener paciencia, que voy a “comerme” un proceso de seis, de ocho, de diez meses, o de un año, o de un año y medio, o de una eternidad, porque esto dicen que es así. Pero no lo entiendo, ni lo quiero entender, porque no tengo por qué estar acá, porque siento que la justicia no existe, siento que los jueces son todos unos corruptos sin corazón y sin un gramo de empatía; a los que deberían estar acá los dejan en libertad y a las personas inocentes nos dejan acá ocupando el lugar de los verdaderos delincuentes.

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