EL DIDACTISMO DE LA CELESTINA Pedro Velasco Ramos
A veces, estando en mi habitación, echaba a volar la fantasía y pensaba en la fuerza avasalladora del amor, y en los muchos galanes y enamorados que deja tendidos en el campo de batalla. Me preguntaba qué podría hacer para ponerles en guardia y advertirles de los peligros que corren, antes de que sucumban
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ucho se ha escrito sobre el aspecto religioso en La Celestina. Unos no ven en la obra rastro religioso alguno (Américo Castro, Julio Rodríguez Puértolas, Mª Rosa Lida, Stephen Gilman ... ); otros, por el contrario, quieren ver en la obra un propósito moral y religioso. Hay quienes defienden que la religión que impregna la obra es la cristiana (Menéndez Pelayo, M. Bataillon, O. H. Green, G. Correa, Morón Arroyo, S. Baldwin, C. Ripoll, J. A. Maravall...). Y quienes creen que lo que se expresa en la obra es el judaísmo original de su autor (O. Martínez-Miller, Ramiro de Maeztu, Serrano Poncela, A.M. Forcadas E. Gilman, Kenneth Brown…). A mi parecer, no debe identificarse la obra con el autor: la obra es un texto, una ficción y no debe identificarse las vivencias del autor con lo que aparece en la obra. Si fuera así al Arcipreste de Hita le tendríamos que ver como un pervertido corriendo tras las serranas, a Cervantes como u loco luchando con los molinos, a Calderón como un soñador y a Zorrilla como un putero asalta-conventos y así, todos los escritores de todos los tiempos. Del mismo modo no cabe atribuir al bachiller de La Puebla otras intenciones hacia el ocultismo, afirmando que en la Celestina hay mensajes ocultos o cabalísticos para los iniciados. La Celestina es una obra de juventud, y por tanto, el joven Rojas a sus poco más de 20 años, cuando escribe la obra, no podía tener los conocimientos sobre esas materias, tan complicadas del ocultismo y la cábala.
La Celestina es una obra de ficción de un escritor joven, está asentada en el mundo en el que vive el autor, en un momento determinado de la historia, hacia finales del siglo XV. Por ello en la obra no hay sentimiento religioso alguno (ni cristiano ni judaico). Todo se convierte en una sátira destructiva y letal. Coincido enteramente con José Luis Canet cuando dice: “Mi propósito es analizar la obra desde el ambiente donde nace: la Universidad de Salamanca y, por tanto, desde las diferentes escuelas existentes, a veces enfrentadas entre sí: Escolasticismo, Nominalismo, Escotismo, Humanismo, Lulismo, Paulinismo, etc., en un intento de asignarla a una u otra corriente; pero sobre todo encuadrar la Comedia en la tradición de la comedia humanística y la filosofía moral. 18
La Celestina nació en el seno de la universidad […] [sirviendo] como portaestandarte de un movimiento intelectual que propugnaba cambios en la educación, que cuestionaba la lógica escolástica, la filosofía moral estoica y peripatética y el uso abusivo de las auctoritates en la construcción del discurso. Pienso, pues, que la Celestina fue una propuesta intelectual en la que participaron diversos profesores e intelectuales de su tiempo, pero además algún que otro poder fáctico capaz de aportar el primer capital y renombre para esta invasión de textos a lo largo de la geografía nacional […] Me atrevo a aventurar que posiblemente esté detrás de esta actuación conjunta el Cardenal Cisneros, quien intentó por todos los medios realizar la primera gran reforma de la enseñanza en España. Así entenderíamos la actuación de Proaza (amigo del Cardenal […] así como de muchos intelectuales nominalistas y humanistas) en las diferentes versiones de la Comedia y Tragicomedia. Y defiende, frente a los críticos que han considerado su lascivia como síntoma de degradación y a sus autores como hipócritas ,que dichas comedias se utilizaban en la función docente y no solo como reglas de composición y aprendizaje de la lengua latina y en las clases de retórica, sino también como modelos de conducta ética, pues su finalidad era realmente la de corregir costumbres al mostrar la pasión amorosa y el mal uso del libre albedrío como origen de todos los males. Era pues una polémica entre quienes preferían una nueva religiosidad centrada en los problemas del pecado (entre ellos una gran mayoría de humanistas, Proaza y amplios sectores de la Iglesia, tales como los franciscanos y el Cardenal Cisneros a su cabeza, agustinos, trinitarios y mercedarios), y quienes seguían más a la filosofía aristotélica que a la Verdad revelada. Y es precisamente el concepto de pecado la principal diferencia de la Celestina con respecto a las comedias humanísticas. La Celestina no tuvo ningún problema con los reformistas cristianos; más diría yo, fue apoyada por aquellos grupos que estaban luchando a fines del XV y principios del XVI en la reforma de las enseñanzas universitarias con posicionamientos distintos al de los escolásticos, y al mismo tiempo participando de una nueva espiritualidad que empezaba a imponerse en ciertos círculos de la Iglesia. Tampoco tuvo problemas con la Inquisición ni con las censuras eclesiásticas, al menos durante el siglo XVI: Esta realidad que por sí sola desbarata la teoría tan en boga hace no muchos años —y aún en la actualidad en algunos casos del filojudaísmo de Rojas, que tanto ha distorsionado la comprensión del texto y de los avatares de nuestra obra, queda respaldada por los datos históricos que conocemos. La Comedia de Calisto y Melibea fue estampada en Toledo 1500 (siendo sin duda alguna, para nosotros, la edición princeps de la obra, y aunque no fuera la princeps sería lo mismo para el caso que nos ocupa ahora), de donde el futuro Cardenal Cisneros era
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