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MANUEL G. BUSTO. DE LA HOSTELERÍA DE ASTURIES

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TOMA OTRU CULÍN

TOMA OTRU CULÍN

De la hostelería de Asturies a la de Mallorca

Manuel Gutiérrez Busto

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No hay mejor situación para apreciar lo que uno tiene, lo habitual, lo rutinario, aquello que no damos importancia, que cuando no se tiene, no se disfruta o se está en otra situación. Esto viene a cuento tras el anterior artículo sobre la sidra en Mallorca, que es un mercado sin explotar, sobre todo por aquellos elaboradores que hacen sidras gasificadas, en botellín o lata, pues sería tan difícil como casi imposible que la sidra tradicional de escanciar pudiese tener unos hábitos de consumo, al menos parecidos a los de Asturies, tanto por la bebida, como por el escanciado, fuera de nuestra Asturies. Después de un mes en la isla de Mallorca y viendo la hostelería de allí, me doy cuenta que Asturies es el paraíso, no solo a nivel gastronómico, ya que allí (hablo de mayorías, no de excepciones o casos aislados) la hostelería está enfocada a los ingleses, alemanes, y otros países de centro Europa, USA o Japón, por lo que la gente pide habitualmente hamburguesas, pizzas, paella de arroces prefabricados, que se notan bien en los mariscos, pescados o carnes que traen por igual.

Sí que hay una gastronomía a otro nivel, buenos quesos, algunos pescados de roca a precios más caros que cualquier gamba roja que compremos en Asturies, aunque la traigan de Palamós, langosta de allí. Pero y ¿el servicio? El servicio es una consecuencia del amo o dueño o restaurador, y esos allí o no están o no se les conoce o son macroempresas o tienen 20 chiringuitos pero no regentan ninguno. Ellos contratan un encargado y este a la cuadrilla. La mayoría de los restaurantes están organizados por rangos, lo que hace que primero tenga que venir uno a tomar la comanda, luego al cabo de cierto tiempo otro que te sirve, más tarde otro que te cobra. Gente hay de sobra, en la barra y fuera hay suficiente personal, pero la organización es caótica.

Por poner un ejemplo, he cronometrado en una cafetería en Pollensa con solera, donde además tienen un timbre en cada mesa para que llames al camarero, que, claro, tardó 10 minutos en venir a preguntar qué tomábamos, y 20 minutos más en servirme una cerveza, en total 30 minutos.

¿Se imaginan en Asturies ese personal sirviendo una botella de sidra de seis culetes? pues igual echaban media jornada por no decir que una jornada entera; y no fueses a la barra, pues te decían que ya le servirían al señor cuando tomasen la comanda, pasaban delante de ti tres camareros y eran incapaces de decir al de la barra qué era lo que quería una mesa.

Pero no es que fuesen sitios grandes , es que incluso en el chiringuito de la playa hacían lo mismo para un simple mojito. Era algo desesperante. Esto para pedir una consumición, si pedías un desayuno, te traían primero el café y cuando estaba frío la tostada o el zumo de naranja. Y no hablo de Magaluf, ni de Camp Castilla, las mayores playas o centros vacacionales de ingleses y alemanes, hablo de Pollensa, zona familiar, con muchas casonas de terratenientes de la Mallorca de postín, donde pasaron algunos días, Chopeen, Agatha Christie, algunos pintores impresionistas franceses etc. la “creme de la creme” colas para solicitar una mesa pues hay pocos lugares para tomarte una caña solamente.

La mayoría de los sitios están enfocados a servir comidas, aunque sean unos pimientos de padrón a 7 euros la tapa, como algo típico, apenas fritura de pescadito, alguna raba congelada y sobre empanada en pan rallado. Un desastre, menos mal que para estas situaciones siempre busco el típico bar de pueblo de pescadores, de residentes de siempre, y esos sí te salvan las vacaciones.

En definitiva, que no sabemos apreciar mientras sirven un culete al de la mesa de al lado, decirle al camarero, “tráeme una botella” y antes de cinco minutos te están sirviendo.

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