Mapeo

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“Mapear” a los alumnos. Un desafío muy poco neutral 1 Gabriel E. Brener

Los medios masivos de comunicación venden información, pero también imágenes y representaciones cargadas de prejuicios que encubren y generar prácticas acordes a ellas. La información estigmatizada sobre los jóvenes constituye parte de esta mercancía, ¿qué lectura es posible hacer de estas consideraciones? La reflexión y el análisis constante son imprescindibles para promover prácticas educativas menos excluyentes y más democráticas.

Adolescencia y juventud, como construcción Cuando se habla de la noción de juventud y adolescencia, se hace en clave de una construcción histórica y social y siempre en un contexto singular. Al respecto, Pierre Bourdieu (1990) sostenía que las divisiones entre las edades pueden entenderse como un arbitrario cultural, una imposición de los sectores dominantes, esto es, la capacidad de imponer significaciones que al mismo tiempo que encubren relaciones de fuerza se muestran como únicas y legítimas. Este sociólogo sostenía que ―la juventud no es más que una palabra‖ 1 y allí, entonces, se concentra el carácter simbólico de un constructo sociocultural. La juventud es un período de la vida con límites variables, que se expresa de muy diversas formas, según contextos y condicionamientos que plantean épocas y sociedades distintas. En momentos de pleno despliegue de la sociedad industrial, se ubica a la escuela como una institución moderna clave, al mismo tiempo que un singular dispositivo para crear modernidad, y asi materializar el mandato civilizatorio y disciplinador en la formación de futuros ciudadanos y ciudadanas de los estados nacionales. En este marco, es posible concebir a la juventud en términos de una moratoria, un momento de espera. La escolarización masiva y obligatoria que caracterizó la etapa fundacional de los sistemas educativos modernos, y en especial su eficacia en buena parte del siglo XX, sumados al servicio militar obligatorio, se han constituido en una especie de ―playa de estacionamiento‖ que separa a los y las jóvenes del mundo adulto, del trabajo, de la construcción de sus nuevas familias, etcétera. Moratoria que nunca fue equivalente para los y las jóvenes de diferentes ámbitos sociales de procedencia, distancia que se encuentra sustancialmente trastocada si se contempla la creciente brecha de desigualdad que constituyó a las sociedades latinoamericanas, especialmente en las últimas tres décadas. (Margulis, 2000) (Urresti, 2000) Una de las transformaciones más importantes de la revolución cultural, posterior a la Segunda Guerra Mundial, ha sido la irrupción de la juventud como grupo privilegiado de la industria cultural. Una industria cultural que ciertamente no descubre en ese momento al joven consumidor pero cuyo peso se expande en forma impactante y cuyas formas de 1

Este artículo salió publicado en Novedades Educativas Nº219 Adolescencia, vida cotidiana y consumos culturales – Marzo 2009

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vida influyen en los demás grupos. Al calor de esta expansión, la juventud no se presenta sólo como modalidad social y cultural dependiente de la edad, el género, la clase o la generación, sino que, a partir de entonces, también se presenta como signo que condiciona una cantidad de actividades productivas, ligadas al cuerpo y a la imagen que comercializan la juvenilización. En efecto, ese signo tiende a estetizarse, a constituir un conjunto de características vinculadas con el cuerpo, con la vestimenta, con el arreglo, y suele ser presentado ante la sociedad como paradigma de todo lo que es deseable. Esta simbolización de la juventud — anclada en sus condiciones externas— es lo que se puede transformar en producto o en objeto de una estética, y lo que puede ser adquirido por los adultos y adultas para extender en el tiempo su capacidad de portación del signo "juventud". De este modo, la juventud – signo que se transforma en mercancía, se compra y se vende, interviene en el mercado del deseo como vehículo de distinción (Bourdieu, 1991) y de legitimidad. Desde este punto de vista, los integrantes de los sectores populares tendrían acotadas sus posibilidades de acceder a la moratoria social por la que se define la condición de juventud, ya que no suele estar a su alcance el lograr ser joven en la forma descripta: ingresan, cuando lo hacen, tempranamente al mundo del trabajo; realizan los trabajos más duros y menos atractivos; suelen contraer a menor edad obligaciones familiares; carecen del tiempo, del dinero y de la moratoria social para vivir un período más o menos prolongado, con relativa despreocupación y ligereza. Aún cuando el desempleo y la crisis proporcionan, a veces, tiempo libre a los jóvenes de clases populares, estas circunstancias no conducen a la "moratoria social": en realidad el "tiempo libre" se constituye en una frustración. El tiempo libre es también un atributo de la vida social, es tiempo social, vinculado con el tiempo de trabajo o de estudio por ritmos y rituales que les otorgan permisividad y legitimidad. El tiempo libre que emerge de la inactividad forzosa no es festivo, no es el tiempo ligero de los sectores medios y altos, está cargado de culpabilidad e impotencia, de frustración y sufrimiento. Representaciones sobre los jóvenes

La siguiente noticia fue publicada en un matutino gráfico argentino, de alcance nacional: 2

Denuncian que alumnos de una escuela misionera se lastimaron para tatuarse Directivos y docentes de una escuela ubicada en el municipio de Montecarlo, unos 180 kilómetros al norte de Posadas, descubrieron que unos 35 alumnos se habían hechos cortes en manos y brazos, y las lesiones tendrían como objetivo el tatuarse símbolos y figuras de distintas características. (…)En cuanto a los motivos que habrían alentado a los chicos a autoflagelarse, la directora de la escuela dijo que no conocía los motivos, aunque confió que ―hasta personal de Salud Pública intervino en el caso‖ para atender las lesiones. Según trascendió, los padres también desconocían los hechos, en tanto los investigadores señalaron que el único ámbito que comparten los chicos involucrados es el de la escuela. En este sentido, citaron el caso de un chico de 15 años que se tatuó un símbolo cuyo significado exacto no fue establecido: una estrella de cinco puntas. Por otra parte, fueron detectados algunos alumnos que habían recurrido a los tatuajes que suelen tener los reclusos, con símbolos que expresan jerarquía dentro de las cárceles.

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Es posible visualizar una asociación rápida de los tatuajes juveniles de los alumnos con los mismos que se hacen los reclusos. Incluso los tatuajes son explicados como una autoflagelación, sin contemplar la posibilidad de que sean parte de estéticas juveniles o producciones culturales, etcétera. Las asociaciones estigmatizantes se ubican en una posición que impide apreciar dichas marcas como simbolizaciones que los jóvenes construyen en una cultura cada vez más desprovista de ritos iniciáticos. Estas huellas en sus cuerpos, quizás estén indicando un valor de pertenencia y filiación a un grupo de pares. También se podrían identificar estos dibujos, estas letras y palabras como señales del amor adolescente, indicios de la pasión por la vida, por los seres queridos, signos de identidad, motivos de transgresión, modos de embellecimiento del propio cuerpo, o quizás valen como firma, como marca del nombre propio de quien lo porta. Separar dichos tatuajes del proceso de constitución psicosocial de los adolescentes impide advertir que dicha etapa supone transformaciones corporales, y que es posible que los tatuajes permitan asumir las propias imágenes corporales que se imponen por la fuerza de la naturaleza de esos cambios y que a veces se viven como ajenas (Elvira Martorel3). ¿Acaso no sería valioso o al menos un desafío a estos mensajes dominantes de la producción massmediática imaginar que los cuerpos tatuados, escritos, dibujados o perforados pueden significar formas de comunicar, subjetividades sin traducciones previsibles, expresiones genuinas del propio itinerario de vida de un sujeto, en el marco de los procesos de construcción de identidades? Resulta necesario entonces desligar la acción violenta de los grupos adolescentes de supuestas causas propias de su condición juvenil, o fruto de diversas argumentaciones ligadas a la idea de déficit, o consecuencias de familias disfuncionales. Dichos fundamentos son solidarios con perspectivas reduccionistas que solo se limitan a la simplificación del asunto en la esfera individual o psicológica. Mario Cerbino4, por su parte, vincula más específicamente los comportamientos violentos, a las condiciones y problemas de la cultura contemporánea. Se han transformado ciertas condiciones sociales básicas que daban mayor sustento al lazo social, erosionando y restando sentido a la dimensión individual, y especialmente a la colectiva. Los jóvenes evidencian capacidad para reaccionar ante las profundas transformaciones culturales de la época. Reacciones que se expresan en creaciones y significaciones culturales que establecen lógicas de acción, organizadas en torno a disímiles estéticas vinculadas al cuerpo, tatuajes, ropas, piercing, patinetas, mp3, bailes, ―como elementos incorporados a manera de prótesis nos remiten a un uso del cuerpo que podría estar dibujando un escenario en el que la biopolítica dominante encuentra forma de resistencia basadas en una politicidad que no se expresa ya en los términos tradicionales de la formulación de un proyecto ideológico, sino de una politicidad que proviene de la vida cotidiana, del andar por la calle mostrando una estética corporal que ―devuelve― a veces transformados y neutralizados, los signos de la violencia, de la exclusión y del dominio. Sin embargo, ante estas expresiones juveniles, las prácticas dominantes de las autoridades, de la opinión publica y los medios es la de aplicar un mecanismo semiótico a través del cual establecen una relación directa entre estética juvenil, las condiciones socioeconómicas de los jóvenes y el potencial comportamiento delicuencial‖5. Hoy, adolescentes y jóvenes actúan en la vida de las ciudades a través de muy diversos y complejos ámbitos imaginarios, apropiándose de diversas maneras de lo que circula en la vida urbana, especialmente en los medios, recreando dichas expresiones a través de sus propios lenguajes, códigos y materiales. Rossana Reguillo (2000) sugiere el término

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socioestética6 para referirse a este repertorio cultural característico de los adolescentes y jóvenes. En este sentido, resulta interesante dar visibilidad a una multiplicidad de manifestaciones estéticas que adolescentes y jóvenes realizan al interior de las ciudades latinoamericanas. Es posible situarse en una de ellas, como parte del repertorio de lugares practicados, la acción de chapetear (en el contexto ecuatoriano, es escribir los nombres y los apodos en los lugares donde transitan los jóvenes) o graffitear. Una práctica que ofrece un mapa de territorios imaginarios cargados de sentidos y metáforas de la vida de nuestros jóvenes. Al respecto, Mauro Cerbino agrega que ―se muestra aquí la presencia de una creatividad simbólica y de producción de significación, con base en la escritura, en el rayar que deja huella, en el marcar que subjetiviza, a través de la apropiación del espacio que además queda ―anotado‖ ―Aquí anotar, Cerbino lo plantea en un doble sentido, el de ―poner nota‖ y de ―hacerse notar‖. Un fragmento de una nota en un medio gráfico nacional alude a estas producciones de grupos de jóvenes. Es interesante observar los sentidos que se asignan a dichas manifestaciones EL AUGE DE LAS TRIBUS URBANAS QUE PERJUDICAN A VEHICULOS DEL TRANSPORTE PUBLICO 7

Ya son cien los grupos de jóvenes que pintan graffitis en los trenes Las empresas buscan atraparlos, porque es un delito. Pero los grupos siempre escapan En Capital Federal y el conurbano bonaerense ya hay cien grupos de graffiteros "treneros" que compiten por quién dibuja el mejor graffiti en el lugar más arriesgado de los trenes que recorren la ciudad y el GBA. Las empresas Trenes de Buenos Aires (TBA) y Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE) investigan a estas pandillas y aseguran que cada vez hay más más vagones pintados que están obligados a salir de servicio y que es muy difícil "agarrarlos con las manos en la masa", como dijo a Clarín Eduardo Montenegro, vocero de la línea. Los graffiteros treneros son tribus urbanas o "crews" (así se denominan ellos por su término en inglés) que surgieron en 1998 en Argentina gracias a la emigración de graffiteros del resto del mundo (Ver "Una moda..."). Son bandas como los "punks", los "darkies" o los nuevos "floggers", que pintan trenes con aerosoles, crayones, marcadores o rayan los vidrios con piedras. "Esa es nuestra última tendencia", cuenta Faker (23), estudiante de Medicina de la Universidad Barceló. Lo hacen en grupo para protegerse y el tema es "sentir la adrenalina", como dice a Clarín "Gone" (22), un estudiante de Diseño gráfico de la Universidad de Buenos Aires, mientras larga el humo de la última pitada del cigarrillo. ¿Por qué eligen el tren, el subte o el colectivo? "Porque son una pared con ruedas", dice. Cada graffitero o "escritor" crea un personaje, tiene un seudónimo y esa es la firma de letras de trazos gruesos que dejan en cada dibujo. La mayoría tiene entre 20 y 23 años.

Existe una presencia de intensos territorios imaginarios que adolescentes y jóvenes diversos construyen día a día, una potente capacidad creadora, un acceso a una manera subjetiva de vivir y experimentar una diferencia, su diferencia, aquella que atestigua y define los rasgos que otorgan identidades a estos grupos. En dichas manifestaciones del lenguaje juvenil (ya sea oral, escrito o corporal) aparecen ―secretos‖, que refieren a un idioma que se torna difícil de comprender para el mundo adulto; un ―idiolecto‖ que se separa del lenguaje ―normal‖, que adquiere espesor ritual y

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constituye el horizonte hermenéutico de mapas y prácticas de participación ciudadana. Suele observarse en los colegios, la presencia de grafos (signos que se diferencian de los graffitis, en tanto su significado no es explicito y no puede ser descifrado por cualquiera, se trata quizás no tanto de signos, sino mas bien de marcas que testimonian una presencia) que son incomprensibles para la mayoría de adultos que están allí para testimoniar la presencia del sujeto juvenil en el intento de representación imaginariosimbólica de su mundo posible en la delimitación de un ― territorio‖. ( Cerbino) En este sentido resulta interesante una escena de la película Amarte duele, (Dir. Fernando Sariñana, México 2003) en la que el joven protagonista se expresa creativamente en las calles del DF en México. Este film es la versión mexicana del clásico de Shakespeare, Romeo y Julieta, en cuanto a la temática sobre dos familias que se odian pero aquí por diferencias raciales y de clase social. Por su parte, este film, al transcurrir en un México urbano y moderno ofrece también un relato sobre las formas de vida de jóvenes pertenecientes a dos clases sociales que representan las antípodas de una sociedad con enormes brechas de desigualdad en los accesos a los bienes materiales y simbólicos. Contexto que describe a la sociedad mexicana, pero se acerca a muchas otras de Latinoamérica. Puede accederse a dicha escena a través de youtube8

Adolescentes y jóvenes están asociados al lugar del riesgo. Los adultos y las adultas construyen una visión de ellos y ellas –sobre todo de los varones- como algo peligroso, de fácil contagio, oscuro. Y en esta operación semántica se montan los medios de comunicación, a través de una lógica que conjuga aquello que llama la atención, lo extraordinario, las aristas que lo asocian al espectáculo, con reglas básicas del mercado, los vaivenes de la oferta y la demanda, las lógicas de consumo dominantes y una retórica educadora de la prevención del contagio. Allí ubicamos la proliferación de imágenes y relatos negativos que se asocian a los jóvenes, violentos, amenazantes, provocadores, destructivos. Imágenes y discursos que el mundo adulto proyecta sobre las nuevas generaciones, y sobre la base de esa proyección construye diferentes tipos de fronteras para separar aquello que se va constituyendo como una gran amenaza. Muros que tienden a aislar a todo aquello ahora nominado como extraño, aquello que no es otra cosa que resultado de la propia creación de los adultos. Así como se constituyen miradas estigmatizantes y amenazantes sobre los jóvenes, también resulta provechoso dar visibilidad a otros modos de considerarlos. En este sentido, vale incluir este interrogante: ¿Acaso en las propuestas de salidas escolares, como ejercicio ciudadano de reconocimiento y aprendizaje de una ciudad, no podría constituir una estratégica oportunidad educativa indagar en los modos que tienen de hacerse presentes los adolescentes y jóvenes a través de graffitis, imágenes callejeras y escrituras ?

Lugares practicados y lugares vacíos

Existen múltiples formas de habitar y pensar los lugares. Quizás, en clave histórica pareciera que en los tiempos descriptos como modernidad sólida 9existen lugares asignados con relativa estabilidad, lugares que están allí, esperando a ser ocupados.

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Lugares fijos, previsibles, anticipaciones eficaces. Sin embargo, antes de llegar a ―ese lugar―existían ciertas representaciones compartidas respecto del mismo y eso parecía ordenar, regular la distribución (aunque desigual) de esos lugares. Michel De Certeau se preguntaba hace varias décadas sobre lo que llamó la invención de lo cotidiano, en referencia a múltiples formas de hacer que expresan y actúan los sujetos que parecían estar condenados a un estado de pasividad y disciplina. Diversas formas de estar a la pesca, de hacer trampa, de escapar de un orden sin dejarlo, intentando despejar la asociación mecánica y lineal entre consumidor – pasivo – dócil. El caminante al hacer camino va leyendo la ciudad como si fuera un texto, un poema, y la usa como el hablante lo hace con su propia lengua. De este modo, en el devenir de su propio andar, el caminante construye un nuevo texto imprimiéndole a dicho espacio nuevas fórmulas, nuevos sentidos. Se trata de concebir al espacio como ―lugar practicado‖ y así como ―la calle geométricamente definida por el urbanismo se transforma en espacio por intervención de los caminantes, (…) la lectura es el espacio producido por la práctica del lugar que constituye un sistema de signos‖10. Adolescentes y jóvenes ensayan espacios y tiempos vinculados con la música, en los recitales de rock, cumbia, cuarteto, folklore o música electrónica, según el contexto en que viven y sus particulares experiencias culturales. Estos lugares ―practicados‖, tienen un sentido particular para quienes los habitan y este sentido no siempre es comprendido por los adultos y adultas que, a veces, sin interrogarse sobre ello, los observan desde ―un afuera‖ plagado de desconfianzas, incorporándoles un sentido que difícilmente coincida con el que le asignan sus protagonistas. Vale la pena señalar que las apreciaciones que se tornan dominantes suelen apelar a una retórica moralizante en la que prevalece la crítica, el rechazo (a veces el espanto) dejando poco espacio o negándose cualquier posibilidad de apertura al diálogo, de encuentros cercanos de algún tipo. Los lugares vacíos refieren a espacios que, más allá de las fronteras, cercas o aislamientos, suponen cierta inaccesibilidad para ser mirados, y más aún, habitados. La imposibilidad de acceso es lo que refiere al ―vacío‖, en el sentido de una perdida de visibilidad. Los lugares vacíos están, básicamente vacíos de sentido. No es que sean intrascendentes por estar vacíos, sino que, por no tener sentido y porque se cree que no pueden tenerlo, son considerados vacíos, no visibles. Es probable, que, una multiplicidad de expresiones, prácticas, y demás significaciones juveniles permanezcan invisibles para la mirada de los adultos y las adultas. O que su mirada esté atravesada por las representaciones que sobre la juventud construyen especialmente los medios de comunicación En el esfuerzo por pensar otros modos de habitar la escuela, ligada a explorar otras formas de hacer con otros y alejando de este modo la sensación de permanecer cautivos de la inercia que significa solo transitarlo en forma pasiva, vale advertir e interrogarnos con una paradoja: ¿Existe un contraste entre los indicios que manifiestan que los alumnos y las alumnas de las escuelas medias vivencian considerables lugares vacíos al interior de las mismas mientras aumentan y proliferan los lugares practicados fuera del ámbito escolar?. Pareciera que una parte del tránsito de las nuevas generaciones por la escuela transcurre por lugares vacíos, desprovistos de significados para ellos, faltos de sentido e

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involucramiento. Lugares vacíos en el sentido de que no pueden ser practicados. Cuando las experiencias van por un lado y la escuela por otro. Experiencia en el sentido que le otorga Larrosa 11como aquello ―que nos pasa, o lo que nos acontece, o lo que nos llega. No lo que pasa, o lo que acontece, o lo que llega, sino lo que nos pasa, o nos acontece, o nos llega. Cada día pasan muchas cosas pero, al mismo tiempo, casi nada nos pasa. Se diría que todo lo que pasa está organizado para que nada nos pase. Ya Walter Benjamin, en un texto célebre, certificaba la pobreza de experiencias que caracteriza a nuestro mundo. Nunca han pasado tantas cosas, pero la experiencia es cada vez más rara.‖ ¿Es factible ensayar miradas como adultos y adultas en las que nos animemos a imaginar y/o suponer que alumnos y alumnas intentan muy diversas maneras de hacer y de estar en las aulas, en la escuela y fuera de la escuela, incluso cuando aparentan ausencia, displicencia, indiferencia o un ―dar la espalda‖? Sin dudas, algunas de estas maneras de practicar lugares se nos vuelven ásperas, incómodas, a veces agresivas; pero, ¿será posible el desafío de mirarlos para saber y estar más y mejor con ellos y ellas?; ¿acaso podremos interpretar sus maneras de estar sin establecer veredictos? ¿Podremos intercambiar nuestras miradas como docentes, ejercitarlas, para desandar la proliferación de monólogos yuxtapuestos, identificar lugares vacíos en la escuela, y ofrecer otros modos de practicarlos?

Mapear, una herramienta conceptual para mirar a los niños y a los jóvenes

A propósito de la delimitación de lugares vacíos y lugares practicados, estos espacios se configuran en posibilidades o imposibilidades que surgen de aquellas representaciones o mapas que construyen ideas sobre los sujetos, sus relaciones, los lugares, etc. Los discursos producen mapas. Del mismo modo que un mapa de rutas nos da pistas sobre los caminos a seguir, y nos ayuda a viajar, un mapa lingüístico nos orienta respecto de cómo ordenar los objetos del mundo para el escrutinio y práctica. Todas estas distinciones aparecen superpuestas, desordenadas, forman parte del pensamiento y las acciones. En este sentido, suponen también la ordenación de las prácticas sociales, también de las escolares, orientan tanto sobre la organización de la enseñanza como de los aprendizajes. Vale entonces señalar que estos mapas discursivos no solo son descriptivos sino también son normativos. Los discursos que los adultos construyen sobre los chicos y los jóvenes no solo interpretan dichas culturas, sino que orientan las acciones en las practicas cotidianas. Los medios masivos de comunicación son dispositivos estratégicos en la construcción de mapeos, en torno a los jóvenes, los niños, las escuelas y las violencias. Los adultos al actuar ponen en juego una multiplicidad de mapeos respecto de niños y jóvenes, del mismo modo en que cada docente posee un mapa respecto a la escuela de la que forma parte, a sus colegas, y en especial, respecto a sus alumnos y alumnas. Mapear a los más jóvenes supone, como adultos, asumir una u otra forma de transmisión intergeneracional, y en ese ejercicio se pondrá en juego diversos modos de sostener y construir autoridad

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Walter Benjamín12, en su Tesis de filosofía de la historia sostiene que ―existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra‖. La disponibilidad del mundo adulto hacia encuentros cercanos de algún tipo con los mas jóvenes augura la posibilidad de que se produzca un acto de transmisión que no suponga una repetición lineal y previsible, una narración inerte sin ficción, sino la posibilidad de tramitar esa brecha en la que exista un pasaje, un‖ pasar la posta‖ de los adultos a los que llegan, pero al mismo tiempo la irrupción de algo nuevo que pueda recibirse con una apuesta de confianza, de esa que se arriesga a lo novedoso sin la necesidad de controlarlo. Podrá ser entonces, este acto de pasaje del testimonio, una singular ocasión para imaginar. Podemos suponerlo como todo un reto, si se trata de pensar en las estrategias y los cuidados que supone una cita cuando es secreta. Pero no secreta porque hay algo que se esconde, sino porque se trata de un encuentro muy peculiar, casi único, en el que lo que sobresale no es lo común entre partes, sino justamente la diferencia, aquello distinto que reafirma el sentido mismo de la transmisión, de la continuidad en otros, aquella viva pulsación que solo sienten los pasadores del ―testimonio‖ y sus herederos. Y la educación es pasaje de testimonio, pero también irrupción de una novedad que lo conmueva. ¿De qué modo la multiplicidad de prácticas culturales, estéticas, tecnológicas y corporales que configuran los lugares practicados por los jóvenes puede interrumpir y/o formar parte de los intercambios culturales al interior de las escuelas? ¿Es posible transformar los lugares vacíos que promueven algunos discursos mediáticos por otros que den cuenta de los modos de ser y estar de nuestros alumnos, posibilitando nuevos sentidos y preocupaciones en el intercambio generacional, en la vida cotidiana de las escuelas? Sería toda una conquista pedagógica de la escuela poder dar mayor visibilidad a las prácticas culturales de niños y jóvenes, transformarlas en una verdadera ―ocasión‖, en el sentido de aprovechar como oportunidad aquello que mencionamos como lugares practicados, como si pudiera ser una… ‖ Brusca expansión del instante. Una isla que obliga al agua del gran río fluyente a pegar un rodeo. (…) Un pequeño brinco de libertad, un ensanchamiento del horizonte, un nuevo punto de vista. Todo puede convertirse en ocasión, nuestro propio cuerpo, la ciudad, el paisaje, las demás personas, las ideas, todo ―lo que está ahí‖, sea lo que sea, puede abrirse en ocasiones o permanecer cerrado y mudo, ajeno. Puede encenderse en significaciones o quedar inerte, presa 13 ciega del tiempo.

Información adicional Gabriel E. Brener es Licenciado en Ciencias de la Educación por la UBA, Diplomado en Gestión y Conducción de Sistema Educativo por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Profesor de Enseñanza Primaria por la Escuela Normal Nº 4. Es Docente de la Cátedra Educación II en la carrera de Ciencias de la Educación de UBA. Coordinador del Área Primaria y de Capacitación Directiva en CePA - Ministerio de Educación de Ciudad de Buenos Aires .Profesor del Diploma y de la Especialización en ―Curriculum y Practicas Escolares en Contexto‖, de la FLACSO Participa del proyecto UBACyT ―Desigualdad, violencias y escuela: dimensiones de la socialización y la subjetivación‖ - Directora: Carina Kaplan . UBA. Se ha desempeñado como docente, directivo y asesor de escuelas medias en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires; así como en proyectos educativos con niños y adolescentes en el ámbito de la educación No Formal.

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Referencias bibliográficas BAUMAN, Zygmunt (2003): Modernidad Líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. BENJAMÍN, Walter (1989): Discursos interrumpidos I, Buenos Aires, Taurus. CERBINO (2006): Jóvenes en la calle. Cultura y conflicto, Barcelona, Anthropos. HASSOUN, Jacques (1994): “Una ética de la transmisión”, en Los contrabandistas de la memoria, Buenos Aires, Ediciones de La Flor. KAPLAN, Carina (dir) (2006): Violencias en plural. Sociología de las violencias en la escuela, Buenos Aires, Miño y Dávila. MARGULIS, Mario. Juventud: una aproximación conceptual. Paidós ediciones. Buenos Aires. 2000 POPKEWITZ, Thomas (1998): La conquista del alma infantil. Política de escolarización y construcción del nuevo docente, Barcelona, Pomares Corredor. Reguillo, Rossana (2000b). Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Norma, Buenos Aires Urresti, Marcelo. “Adolescentes, consumos culturales y usos de la ciudad” en Revista Encrucijadas UBA 2000, Revista de la Universidad de Buenos Aires, Nueva Epoca, Año II, Nro. 6, Febrero de 2002 Urresti, Marcelo (2008): “Nuevos procesos culturales, subjetividades adolescentes emergentes y experiencia escolar”, en: TENTI FANFANI, E. (2008). (comp.) Nuevos temas en la agenda política educativa, Buenos Aires, Siglo XXI. Zelmanovich, Perla “ Contra el desamparo” en Enseñar hoy. Una introducción a la educación en tiempos de crisis. Dussel, I. y Finocchio S. (comp.) Fondo de Cultura Económica. Buenos aires 2003

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Pierre Bourdieu . Sociología y Cultura Grijalbo, México, 1990) En http://www.clarin.com/diario/2007/11/11/um/m-01538594.htm consultado en diciembre de 2008. 3 Para ampliar los interesantes abordajes sobre tatuajes y piercing en adolescentes, ver la conferencia de Elvira Martorel disponible en http://www.ses.me.gov.ar/curriform/cap_cine_rioja06.html consultado en noviembre de 2008. 4 Mauro Cervino Jóvenes en la calle. Cultura y conflicto. Editorial Anthropos Barcelona 2006 5 Mauro Cervino op cit pag 14 Barcelona 2006 6 Rossana Reguilloapela a la noción de socioestética” para referir a las diversas formas que asumen las identidades juveniles, en tanto categoría que permite observar el cambio a través del cual “la forma” termina por convertirse en fondo. En este sentido, y en el marco de una sociedad atravesada por los valores del mercado y el consumo, advierte sobre una relevante proporción de colectivos juveniles que evidencian estrategias por fuera de los circuitos del mercado, saliendo del modelo que Reguillo caracteriza como oferta regulada de “identidades a la carta”. 2

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Nota publicada por Diario Clarín el domingo 4 de mayo de 2008 Ver en http://www.clarin.com/diario/2008/05/04/sociedad/s-1664416.htm Consultado en diciembre de 2008 8 Para acceder a esta escena de Amarte Duele (Dir. Fernando Sariñana, México 2003) ingresar a http://www.youtube.com/watch?v=RL8iV7mmEZw Consultado en diciembred e 2008 9 Bauman, Zygmunt ( 2002) Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económico, México 10 10 Véase De Certeau, M. L` invention du quotidien. París. Gallimard, 1990 11 Larrosa, Jorge (2000) El enigma de la infancia, en Pedagogía Profana, Buenos Aires, Novedades Educativas), 12 Benjamín, Walter (1989): “Tesis de filosofía de la historia”, en Discursos interrumpidos I. Buenos Aires, Taurus, p. 188. 13 Graciela Montes en Conferencia inaugural a la Feria del libro infantil y juvenil, llevada a cabo en la ciudad de Buenos Aires, el 22 de julio de 2002.

Notas Agradezco los sustantivos aportes que Alejandra Brener ha realizado sobre esta escritura. Esta presentación incluye avances de la elaboración del capitulo “Violencia y escuela como espectáculo. La relación medios – sociedad” del Libro"Violencia escolar": un término bajo sospecha , dirigido por la Dra Carina Kaplan, que saldrá publicado proximamente.. También incluye aportes de una clase en co – autoría con Liliana Dente del diploma de postgrado virtual “ Curriculum y practicas escolares en contexto” de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en tanto el autor forma parte de dicho proyecto y equipo de trabajo.

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