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JUAN ANTONIO RUIZ «ESPARTACO»: «Sin Madrid no hubiera llegado donde llegué»

Por GONZALO BIENVENIDA

Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ fue una auténtica figura del toreo. No solo confirmado por las estadísticas, también por su compromiso año tras año para dar la cara en Las Ventas con soberbia responsabilidad. Fue un torero capaz, poderoso, inteligente y valiente. Logró abrir la Puerta Grande en 1985 y firmó varias faenas relevantes. Sintió en sus carnes la hostilidad de parte del público que le exigió como al que más por ser el líder año tras año durante siete temporadas.

No toreó como novillero ni en Madrid ni en Sevilla pero fue figura de los novilleros.

Hoy en día sin caballos hay más oportunidades de las que teníamos nosotros gracias a las escuelas taurinas que hacen una labor importantísima. Pero hay un paso a torear con caballos tremendo. Hay novilleros con cualidades que se estrellan porque no están preparados para novilladas tan fuertes. En mi época se nos cuidaba más porque había más festejos, yo me hice en pueblos y provincias para llegar bien preparado a esos compromisos. Fue un acierto.

Tomó la alternativa en 1979. Confirmó en Las Ventas en 1982 con Paquirri y Julio Robles con toros de Matías Bernardos. ¿Qué recuerda de aquel día, su presentación en esta plaza?

Conservo en casa el toro de mi confirmación de alternativa, del Raboso. Fue una tarde muy importante para mí. Para los maestros que me acompañaron en ese día tan especial para mí fue de una exigencia tremenda por el peso de la responsabilidad y la máxima exigencia que tenía Madrid con ellos en aquel momento. Para mí fue distinto pues los aficionados vieron a un chico muy joven con muchísimas ganas de ser torero. Los maestros me arroparon y la afición también.

Madrid supo esperarle

La verdad es que sí. Nunca olvidaré el aliento que me dio en una tarde tan crucial para mí. Aceptaron algunos defectos de mi toreo que más adelante no me admitieron pero fue la forma que tuvo la afición de Las Ventas de darme sitio y confianza para que pudiera crecer. Los buenos aficionados son capaces de esperar cuando ven que un torero tiene proyección. Ese día Madrid me demostró que tenía grandes aficionados por lo que me apoyaron y me animaron para el futuro. No fue una tarde de triunfo pero jamás la olvidaré. Estaba muy preparado para ese compromiso.

Poco después llegó la Puerta Grande ¿Qué supuso para usted?

Para mí es lo más importante que me ha pasado como matador de toros. Venía de abrir la Puerta del Príncipe en ese año 85 por segunda vez (ya la había abierto en 1982 y sumó un total de cinco a lo largo de su carrera) pero necesitaba en ese momento más que nunca que Madrid me refrendara. No digo que la Puerta del Príncipe de Sevilla no tenga una importancia tremenda pero alcanzar el sueño de Madrid fue fundamental para situarme donde lo hice.

Le colocó en la cumbre del toreo.

No me gusta decir que fui figura del toreo porque lo considero algo muy grande, inalcanzable para mí. Desde luego aquel triunfo sumado a lo que venía haciendo me colocó en los mejores carteles. Las grandes figuras de ese momento se llevaban el dinero y la categoría porque ellos se lo merecían por llevar el tiempo que llevaban pero no les importaba abrirle paso a un torero con proyección que tenía muchísimo que mejorar pero que quería ser torero a toda costa. Aquella Puerta Grande me lanzó de verdad.

¿Por qué hoy no ocurre de manera tan inmediata?

Desgraciadamente hoy no es así porque hay muchas ferias cerradas cuando se celebra San Isidro. En mí época tenía recompensa porque todos los empresarios esperaban a ver qué pasaba en Sevilla y en Madrid. Muchos de los toreros que triunfamos en esa época en Las Ventas nos encontramos la oportunidad de entrar en las ferias y poder competir. Creo que hay demasiadas cosas hechas y que habría que esperar un poco.

Con esa Puerta Grande ya lideró el escalafón para hacerlo de manera continuada hasta siete temporadas (del 85 al 91).

Fue una época muy bonita. Fueron muchos años intentando ocupar los primeros puestos, de lo cual tuve la oportunidad de poderlo hacer. Después vinieron las exigencias fuertes. Especialmente en Madrid. Siempre para mí era una plaza de un compromiso tan grande que yo pasaba un miedo tremendo, un nerviosismo y una presión muy grande.

¿Por qué?

Porque Madrid decidía la temporada. Aunque uno estuviera en figura, lo que ocurría en Madrid pasaba factura para bien o para mal. Uno iba a Madrid a reconfirmar todo con la máxima aspiración del triunfo, aunque si Madrid te daba el aprobado era suficiente para seguir rodando. El problema era cuando te daba el suspenso, repercutía en categoría de carteles y en dinero. Indudablemente siendo figura ibas a torear ese año pero no era de la misma forma que habiendo triunfado o habiendo saldado positivamente tu paso por Madrid. Cada San Isidro era como volver a empezar, una vez que pasaba ya venía la temporada cuesta abajo. Con las dificultades que puede tener cualquier tarde de toros pero con la sensación de haber pasado la etapa más complicada.

Del mismo modo que a los toreros emergentes no les sirve lo suficiente para entrar en las ferias, ¿pasa algo parecido con las figuras de hoy?

Lo que quiero decir es que definía muchísimo tu año tu paso por Madrid. Hoy en día es distinto, les admiro a todos y no quiero quitar importancia a lo que ocurre porque el compromiso de las figuras yendo en esta época tanto a Madrid es de un mérito tremendo pero efectivamente las temporadas ya están prácticamente hechas.

Estando en figura, sin apenas necesitar Madrid, ¿tuvo la tentación de no comparecer en San Isidro?

Algún año fallé, por desacuerdo o por lesión, pero de verdad puedo decir que torear en Madrid era una alegría para mí. Me generaba una preocupación fuerte, sabía la exigencia tan dura que me iba a encontrar pero al mismo tiempo era un reto que me motivaba muchísimo.

Hay numerosas tardes importantes en Las Ventas a lo largo de su carrera con toros de Alonso Moreno (2), de Atanasio (2), de Sepúlveda, etc ¿Cuál sería la faena con la que se siente más satisfecho?

Hubo muchas tardes como dices, pero me quedo con el de Atanasio en una tarde en la que Joselito estuvo inmenso. Él tenía abierta la Puerta Grande y me tocaba cerrar la tarde. No era fácil pero conseguí entender al toro y superarme. Pese al pinchazo le corté una oreja, tuvo una emoción especial. No sería una faena tan perfecta como las que vemos hoy en muchas plazas pero tuvo una entrega que me permitió darle la vuelta a la tarde cuando todas las circunstancias estaban al revés. La faena al toro de Alonso Moreno fue muy bonita, muy completa pero creo que me quedo con la otra.

En 1991 la presión en Madrid era tan fuerte que se cuestionó públicamente seguir toreando. ¿Cómo llevaba la hostilidad de parte del público?

Hubo un momento en el que me afectó. Tenía ya años de experiencia, estaba acostumbrado a gestionar la presión pero en ese momento me pesó mucho que no me dejaran ni ponerme delante del toro. Todo eso pasó. La clave para superarlo fue el pensar que había luchado toda mi vida por encontrarme en ese lugar donde tanto exigen. Los toreros nos quejamos mucho por padecer esa crítica tan fuerte pero realmente es donde todos queremos llegar, es lo que nos hace sentir orgullosos. Aprendí a respetar al que no me parecía que tenía razón, a la afición en general, con sus favoritismos y sus exigencias porque a todos nos ha ayudado en algunos momentos y nos han exigido con dureza en otros. Eso también es Madrid.

Cada año visita Las Ventas, ya sea acompañando a algún amigo torero, como ganadero o simplemente como aficionado. ¿Qué siente?

El balance de mi relación con Madrid es muy positivo. Le tengo mucho cariño a esa plaza y cada vez que la piso siento algo muy bonito. Los aficionados me tratan con un cariño y un respeto que es un sueño para mí. Cada uno me recuerda una faena, un momento de mi carrera, me trasladan una admiración que es una maravilla. Solo puedo estar agradecido. Eso es lo bonito, porque eso es lo que queda en la vida.

¿Cree en el destino?

Creo en el destino, en el respeto, en el saber esperar y creo que la felicidad siempre va detrás, nunca va delante. La vida nos tiene guardada cosas grandes pero también digo que en esta época me hubiera costado más llegar donde llegué. No tengo que quedar bien con nadie, estoy retirado y lo digo de corazón: lo que conseguí fue gracias a las figuras del toreo con las que alterné desde el principio. Gracias a ellos intenté superarme, tuve claro en quién fijarme, me hicieron entregarme al máximo porque ellos lo hacían.

Hizo un tándem inseparable con su padre, Antonio.

Para desgracia de mi familia, especialmente de mi madre, mi padre siempre ha sido torero. Me refiero a que siempre ha vivido en torero. Todo en su vida gira alrededor del toro. Desde que se despierta hasta que se acuesta está hablando de toros. No le interesa ninguna otra cosa. Él me ha transmitido esa pasión y me ha inculcado ese afán por agradar, por pelear. Me aportó muchísimo y no permitió que mi ánimo cayera nunca. Entrenando era insuperable, con una exigencia física espectacular.

¿Y qué me puede decir de don Pablo Lozano?

Qué me cuidó, que me ayudó… Me enseñó muchísimo, me corrigió muchos defectos, me enseñó a vivir en torero. Don Pablo me ayudó a rodarme, a coger la confianza, a preparar bien cada uno de los compromisos. Cuidaba todos los detalles para que yo solo me preocupara de torear y de triunfar. Era un fenómeno que lo recordaré siempre.

Fue un estoqueador seguro.

Cuando montaba la espada iba muy de verdad. Me considero un estoqueador bastante bueno, entraba con la mano y el pecho por delante. Me tiraba detrás de la espada, como se suele decir. En la suerte suprema era donde más valor tenía y todavía no sé por qué.

Para torear todo lo que usted toreó hay que tener muchísimo valor. No he sido un torero tan valiente como dicen pero cuando he tenido que tirar para adelante sí lo he sido y he hecho cosas sobrehumanas. Cuando he tenido que decir hoy es el día, era el día. En ese aspecto nunca me fallé.

Dedica su tiempo a la ganadería, en Constantina (Sevilla) donde descansa el guerrero pero alimenta su alma inquieta por naturaleza.

En Las Ventas lidió una importante novillada en una nocturna antes de la pandemia.

No me considero ganadero porque llevo muy poco tiempo en esto. Es una denominación que me queda grande. Los ganaderos tienen mucho mérito porque es muy difícil criar al toro bravo y que encima te embista. Me imagino ahí con la muleta en la mano izquierda. Eso a lo mejor no me permite tener una visión completa como ganadero. No puedo dejar de pensar desde la perspectiva del torero.

Madrid se le ha dado bien como ganadero.

Madrid es exigente en todos los sentidos. El toro necesita mucho fondo para aguantar la lidia de Las Ventas, el ruedo tan grande y tantos otros condicionantes… Es muy difícil. Volveré en algún momento pero es cierto que el listón está alto.

La humildad de su carácter es proporcional a la grandeza de su figura. Maestro en todos los sentidos. En su retiro del campo caza y selecciona como si mañana tuviera que enfrentarse a los hijos de las becerras que aprueba. Clarividente, sincero, seguro de sí mismo. Reflexiona con naturalidad y solo tiene palabras de agradecimiento al toreo, pese a su dureza. En Madrid vivió momentos gratos y otros amargos pero superó el peso de la púrpura con su mentalidad de líder. Un figurón del toreo.

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